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Una rabiosa jauría encabezada por Estados Unidos está atacando desesperada al gobierno bolivariano de Venezuela para derrocarlo
Por: Iván Márquez
Una rabiosa jauría encabezada por Estados Unidos está atacando desesperada al gobierno bolivariano de Venezuela para derrocarlo. Y quiere derrocarlo para apropiarse del petróleo, del oro, del coltan y de las riquezas minerales que yacen en el suelo y el subsuelo de Venezuela.
Ningún revolucionario, ningún bolivariano, ninguna persona honrada, ni organización social que luche por la justicia, por un mundo mejor, puede permanecer con los brazos cruzados frente a esta agresión de la codicia; mucho menos los que sientan palpitar la patria por dentro, ya sea venezolana o nuestramericana.
Estamos en la etapa final de un plan soterrado que venía avanzando desde hacía tiempo movido por el combustible del odio de los gobernantes de Washington y la derecha latinoamericana contra Simón Bolívar. Siempre quisieron apagar la voz que estremeció el cielo del Orinoco y del Nuevo Mundo en el Congreso de Angostura. Siempre quisieron silenciar el vibrato de ese espírtitu revolucionario que aun sigue convocando a las naciones surgidas de su espada a la confederación en una Gran Nación de repúblicas hermanas. Bolívar consideraba que ella constituía la única potencia capaz de garantizar la defensa de la libertad y la independencia, amenazadas por “el terrible monstruo del norte” y por la Santa Alianza europea que todavía nos quieren regresar a las cadenas coloniales. Por eso sus palabras siguen vigentes con todas sus sonoridades en el aire: “Unidos seremos fuertes y mereceremos respeto; divididos y aislados, pereceremos”.
Estados Unidos históricamente ha contado con la oligarquía santanderista de Colombia a la hora de poner en marcha su estrategia geopolítica de dominación de Nuestra América. Han utilizado a Colombia como a Malinche en la traición a sus hermanos. Venezuela brindó amparo en su territorio a más de 5 millones de colombianos que huyeron de la pobreza y les colgó en el pecho el rango de compatriotas; pero el agradecimiento de esta oligarquía fue el ataque a la moneda venezolana, el saboteo a su economía y el despliegue de un fuego mediático desestabilizador que inflamó los odios y los chovinismos irracionales.
Ayer la prensa descubrió en la carpeta bajo el brazo de John Bolton, asesor de seguridad de Estados Unidos, la sugestiva línea a mamo alzada “5.000 tropas a Colombia”; y el canciller de Duque, que cree que el mundo es bobo, dice que no sabe por qué el gringo tenía esa anotación. Son unos hipócritas. Conocen muy bien el plan de intervención injerencista. Es una locura la guerra contra Venezuela. Tiene razón el presidente Nicolás Maduro al responsabilizar a Donald Trump de un eventual derramiento de sangre en la patria de Bolívar. El gobierno de Colombia siente trepidar por dentro la adrenalina de la fruición que le produce ser peón de los planes de las rapaces águilas de Washington.
El mismo asesor de seguridad de los Estados Unidos ha manifestado con la desfachatez de la soberbia el deseo de que las empresas petroleras de los Estados Unidos produzcan petróleo en Venezuela. Que hay que derrocar a Maduro para crear oportunidades de negocios en la región… Y para contribuir a ello le congelan más de 7.000 millones de dólares a Venezuela. Se quieren robar a CITGO filial de PDVSA en los Estados Unidos. Y ahora el gobierno británico, desempolvando sus antiguas prácticas de corsario del Caribe despoja a Venezuela, como Morgan el pirata, parte del oro de su reserva.
La conciencia mundial debe pronunciarse frente a estos atropellos. Levantemos la voz, movilicémonos, protestemos, opongámonos a esa gavilla de rufianes que quieren por la fuerza aplastar la patria grande bolivariana. Los latinoamericanos, el pueblo estadounidense, debemos manifestarnos con fuerza para impedir que se perpetre el abominable crimen que tienen en mente. Ningun pueblo, ningún gobierno, puede en este momento crucial volver la espalda de la indiferencia. Frente a esta grave circunstancia permanecer en silencio es un crimen.
Hagamos nuestro el sentimiento de Bolívar para quien “la ofensa hecha al justo es un golpe contra mi corazón”. Lo necesitamos para alentar la nueva alborada del radiante sol de la solidaridad. No permitamos que la derecha borre de nuestra historia y de nuestra conciencia a Simón Bolívar el Libertador porque su proyecto sigue vivo y tiene quehacer en América todavía.
Enero 28 de 2019
La inconsistencia mediática colombiana contra Venezuela
Por: Ricardo Robledo
En Colombia ha sido normal que el costo de vida vaya pegado al precio internacional del petróleo; si éste sube, se incrementan, por ejemplo, los precios de los alimentos por el alza en el transporte. No ha sido muy relevante ni de recordación, el caso contrario: que la canasta familiar se alivie por la caída del precio mundial de los combustibles.
También ha sido una práctica muy común de los dueños del dinero, aprovechar las situaciones de desgracia para hacerse a propiedades a bajo precio; sean estas viviendas a punto de ser rematadas por los bancos por atraso en los pagos, o tierras que los campesinos tengan que abandonar por causa de la violencia. Este último caso, convertido en un negocio corriente y lucrativo en el que se aplican amenazas para promover el desplazamiento y adquirir unas buenas fincas, con pago o mejor sin él.
El cambio en la propiedad sobre la tierra y su concentración, ha sido dramático y sangriento a lo largo de la historia del país. Grandes empresarios nacionales y extranjeros, acaparan extensiones en las zonas de violencia y de desplazamiento. Algo más que simple casualidad o buena suerte para los negocios. Baste con mencionar a los Montes de María por su afectación a los minifundistas y a la producción agrícola. Luego de las masacres, del despojo y del destierro, aparecen las locomotoras minero-energéticas como plan de gobierno; planes perversos y criminales por su premeditada intencionalidad. Como lo fue recientemente y también en la violencia de los años cincuenta y previos.
En lo que tiene que ver con la migración de ciudadanos venezolanos hacia el paraíso colombiano, se dice, entre muchas otras cosas, que están siendo reclutados por la insurgencia o que son usados como “raspachines”. Pero surgen unas dudas: si son tan revolucionarios como para empuñar un arma en tierras extranjeras, lo más normal sería que se quedaran defendiendo el proceso en su país, fusil en mano. Apenas lógico. Si además, como dicen los medios colombianos, Venezuela es un “narcoestado”, lo más obvio sería que se quedaran allá explotando el negocio y no exponer su pellejo en el exterior.
Considerando lo que se comentó acerca de la relación del petróleo y el precio de la canasta familiar, si en Venezuela hay una crisis y no hay comida, ¿Por qué el gobierno colombiano no aprovecha para intercambiar gasolina a bajo precio, por alimentos? Así, de la misma forma en que se han aprovechado de la desgracia de los campesinos que habitan las zonas de masacres. Entonces el costo de la canasta familiar se vendría al piso por el impacto de los combustibles baratos, de acuerdo con la lógica que siempre han manejado para explicar las penurias al pueblo colombiano. Al caer el precio de los alimentos, se podría combatir el hambre en Colombia y quedaría más para intercambiar y así sí sería posible llamar hermano al vecino país, ayudándolo en la desgracia. Es un negocio redondo en el que ganarían los dos. Los pillos sí lo hacen y pasan el combustible de contrabando, con enormes ganancias para ellos y con la complicidad de las autoridades colombinas. Entonces, la actitud del gobierno, como que es otra, sirviendo de punta de lanza para el ataque y bloqueo al pueblo venezolano, sus gobernantes y a la Revolución Bolivariana.
En lo que respecta a lo que se conoce como geopolítica, la lucha es entre Estados Unidos y China. Para su crecimiento, los orientales necesitan petróleo y Venezuela lo tiene. Si el combustible sale por el Pacífico, se conseguiría una rebaja en su costo para los mandarines, lo que los norteamericanos no están dispuestos a permitir; el camino es Colombia; por tanto, este país tiene que ser enemigo de Venezuela. Los imperialistas son expertos en la creación de conflictos; por eso el bloqueo y la promoción de la migración de un lado para el otro con el fin de generar roces, odios, rechazos, agresiones; pagan asaltantes para atacar en cada bando y entonces, vendrá la guerra de retaliaciones. Luego cuando los países estén destruidos, aparecerán ellos como salvadores, bajo el supuesto de acabar con el conflicto y con la “ayuda humanitaria” para solucionar la crisis y tomar posesión de los recursos que requieren, en este caso, el petróleo (sin disparar un tiro, mientras los pueblos vecinos se destrozan azuzados por el fanatismo y por los medios de comunicación. Tal como lo están haciendo en la actualidad).
Estas son inconsistencias que tal vez el ciudadano de a pié no se plantea. Porque están sujetos a la manipulación mediática que los convierte en consumidores de noticias e interpretaciones mentirosas, originadas casi siempre por elites económicas, ahora aparentemente muy preocupadas por la suerte que puedan correr los pobres de Colombia. El temor de los opresores colombianos a la Justicia Especial para la Paz y al Socialismo, lo convierten en el temor de los desposeídos. Los potentados cumplen así la sagrada misión de pensar por los pobres y de decirles cómo deben actuar para que la opresión no cambie. Las personas deberían darse la opción de leer y formarse su propia opinión.
Otro aspecto muy particular es que la oligarquía que opera en Colombia, se vio obligada a construir casas gratuitas (dicen que cien mil), pero apenas como reacción al ver que la Revolución Bolivariana entregó un millón a sus ciudadanos. No vaya a ser que Colombia se convierta en Venezuela (es decir que saquen del gobierno a la minoría oligárquica traidora, violenta, corrupta e incapaz).
Febrero 4 de 2018
El narcoestado colombiano y su guerra económica contra Venezuela (crónica)
Autora: María Fernanda Barreto)
En vivo desde la frontera colombo-venezolana.
DICIEMBRE 28 DE 2017, 10:00 AM
Cuántos de los más magníficos relatos de la literatura universal inician en los cruces de fronteras. Con el paso del tiempo, las fronteras fueron condensando los conflictos sociales, la complejidad política y un híbrido cultural que las hacen fascinantes. Pero cruzar en este momento la frontera que divide a Venezuela y Colombia llevando en la mochila cierta conciencia histórica, implica además encontrar un orificio para mirar dos guerras: la guerra contra la Revolución Bolivariana y la guerra del Estado colombiano contra su propio pueblo.
Una primera imagen de la Colombia de estos tiempos se me presentó tan pronto crucé el puente: los vigilantes privados que custodian las oficinas de migración y tratan a la ciudadanía con la misma prepotencia de una policía nacional. Estos organismos de vigilancia privada proliferan ahora por Colombia como verdaderos cuerpos parapoliciales. Los grupos paramilitares parecen haberse diluido en el propio Estado, los sicarios controlan los pueblos, impera al respecto un silencio parecido al miedo y la pobreza del campo contrasta con un progreso de centros comerciales y espacios públicos llenos de luces que enceguecen en las ciudades. No hay paz en Colombia, solo un cambio en la modalidad de la guerra.
-¿Dónde están ahora los grupos paramilitares más «constituidos» que se veían en las ciudades de Colombia? -pregunté a una compañera que vive en uno de los pueblos otrora controlados por el «Cartel de Cali».
-Pues los más duros migraron a Venezuela -me respondió-. Acá lo que queda es un montón de sicarios.
Trago grueso. En Colombia, hasta el narcotráfico perdió soberanía. Otras preguntas ansiosas interrumpen mis reflexiones.
-¿Es verdad que en Venezuela están comiendo cucarachas para sobrevivir? ¿Es verdad que Maduro es un dictador?
-Pues yo me cuido para no engordar -respondo sarcásticamente-. ¿Dónde escuchaste esas cosas sobre Venezuela?
-En RCN, en Caracol… en todas partes.
-¿Y escuchaste en RCN y Caracol que han matado más de 187 líderes y lideresas populares en Colombia este año?
-No.
-Es porque mienten sobre lo que pasa en Venezuela, del mismo modo que mienten sobre lo que pasa en Colombia.
-Ah. Y ¿por qué tantos venezolanos cruzan la frontera cada día? ¿Por qué hay gente de Venezuela pidiendo plata en las calles de Bucaramanga?
Satisfago las preguntas de mi interlocutora con un análisis sobre las cifras que da el propio gobierno colombiano y aunque ella queda satisfecha, yo quedo pensativa. Donde hay frontera hay contrabando, donde hay controles hay negocios paralelos pero en el Norte de Santander hay esto y más. Hay una verdadera economía paralela, hay parapolítica y, por supuesto, hay paramilitares.
La segunda imagen es la que dibuja esa economía paralela que se mueve en Cúcuta: a sólo 200 metros. Del puente que marca la frontera, aparecen varias cuadras de casas de cambio que se dedican exclusivamente a la compra y venta de bolívares y donde hay facilidad absoluta para obtener billetes venezolanos de 100, 500 y 1000.
-Buen día. ¿A cuánto compra el bolívar?
-A cinco y medio.
-¿A cuánto lo vende?
-A seis y medio.
-¡Véndamelo a mí, señorita, yo se lo compro a ocho!
Aturdida, trato de procesar la respuesta y un millón de bolívares en billetes de mil es entregado frente a mis narices. Insisto.
-Señorita, disculpe, me explica qué quiere decir cinco y medio.
La respuesta fue una sobredosis de realidad:
-Cinco y medio es 0.055 centavos de peso.
Parpadeo, reflexiono. Mientras la semana pasada para el Banco de la República de Colombia 1 bolívar rondaba los 300 pesos, en Cúcuta ¡1 peso equivalía alrededor de 18 bolívares!
Es que Juan Manuel Santos, el premio Nobel, es especialista en ofrecer acciones para la paz para luego no cumplirlas. Lo hizo con las FARC-EP, lo hizo con el Gobierno venezolano. Ante la crisis económica que se desató en el Norte de Santander cuando el presidente Maduro tomó la decisión soberana de cerrar la frontera en el año 2015, el señor Santos ofreció solicitar la derogación de la resolución externa 8 del 2000 del Banco de la República de Colombia que permite a la mano sucia y criminal del mercado, regular -según la mítica relación de oferta y demanda- el valor del peso colombiano ante el bolívar, sin pasar por lo que establezca el Banco Central de Venezuela y, peor aún, sin utilizar ningún parámetro económico.
El presidente colombiano nada hizo, sigue vigente esa resolución que no es más que una versión colombiana del laissez faire es decir, «haga lo que se le dé la gana», en este caso, con la moneda del país vecino.
Hace más de un año escribí un artículo para explicar del modo más didáctico posible cómo opera la economía paralela que sustentan estos operadores cambiarios, poco ha cambiado desde entonces. Según la CEPAL, no existe explicación económica para ese dólar paralelo ni para el precio que se da al bolívar en Cúcuta, tampoco es Dolar Today el que fija el precio cucuteño del bolívar sino que es ese precio el que define el valor del dólar paralelo en Venezuela. Pero el Estado colombiano no va a derogar voluntariamente esa resolución porque ella le permite:
-Ser la vanguardia de la guerra económica contra Venezuela. Papel que le ha sido asignado desde el que aún (por ahora) continúa siendo el epicentro del capitalismo mundial.
-Obtener ganancias exorbitantes del contrabando de extracción de alimentos, combustibles y recursos mineros desde Venezuela. De esto se benefician principalmente las mafias ligadas a estos sectores, algunas transnacionales y Ecopetrol. Productos que cuentan con una serie de decretos para legalizarlos en Colombia e ingresarlos al PIB y generar fuentes de «trabajo» en las ciudades fronterizas.
-Y por último, pero no menos importante, esa resolución le permite legitimar capitales, es decir, lavar el dinero proveniente del negocio de la droga que, según el último informe de la misma DEA, ha crecido en más de un 30% este último año en Colombia.
El Gobierno venezolano ha tomado muchas medidas para tratar de amortiguar los efectos de esta guerra económica. Pero la verdad es que mientras esa resolución no se derogue, todo esfuerzo venezolano será en vano. El propio Santos, sus personeros, economistas venezolanos de derecha y economistas venezolanos de izquierda bastante «extraviados» para mi gusto, culpan de esta economía paralela a los controles y nos proponen liberar el dólar para que la «mano invisible» y ¿santa? del mercado, regule el valor de las divisas que en un 95% produce el Estado venezolano por la exportación de petróleo y no la empresa privada.
Un poco más coherente sería, por ejemplo, llevar la denuncia de las afectaciones que esta resolución del Banco de la República de Colombia está causando a la economía venezolana ante organismos internacionales, exigir su inmediata derogación y una reparación económica al país. Pero ahí aparecen de nuevo los que defienden al victimario: si hay contrabando de extracción es porque hay subsidios, si hay dólar paralelo es porque hay control cambiario y si te violan es porque saliste a la calle vestida de un modo muy provocativo. Seguramente, hay que admitir, por ejemplo, que hace falta algún tipo de divisa -no tiene por qué ser el dólar-, que permita el comercio legal entre Colombia y Venezuela. Pero es innegable que el Gobierno venzolano tiene el derecho y el deber de proteger sus divisas y sus bienes, y plantearse un modelo económico diferente al modelo colombiano, excluyente y violento.
Sin embargo, Venezuela no es una isla, está al lado de uno de los países más desiguales de América y el mayor productor-exportador de cocaína del mundo. El narcoestado colombiano asesina, explota y controla a su propio pueblo con múltiples aparatos legales (como las empresas de la comunicación) e ilegales (como la droga cuyo consumo es visiblemente mayor cada día), reprime la protesta popular con cuerpos de seguridad tan sanguinarios como el ESMAD, y se refuerza con cuerpos de seguridad privados, ejércitos paramilitares y sicarios. Firma acuerdos de paz que no cumple, deja en la más absoluta impunidad los asesinatos de quienes se atreven a disentir, instituye la privatización de los servicios básicos y la flexibilización laboral. Pero logra convencer a buena parte de su pueblo de que no es ahí, sino al lado, donde hay una dictadura.
Colombia no tiene soberanía para levantarse, pero le alcanza la condición de nación huésped de los Estados Unidos, para ser la protagonista de la guerra económica y la invasión paramilitar contra Venezuela.
Evidentemente, los procesos históricos no son cuentos de hadas. No basta la voluntad para que se cumpla la decisión soberana de Venezuela en este contexto geopolítico. La República Bolivariana de Venezuela será lo que pueda ir construyendo en su realidad concreta, sin perder nunca de vista los objetivos del proyecto bolivariano que construimos con la orientación del Comandante Chávez, es decir, sin hacer concesiones estratégicas. Pero también es evidente que en materia económica urgen medidas que le obligarán tácticamente a entrar en el juego del mercado internacional.
Es de esperar que eso se haga cuidando no ser devorada ni arrastrada por su inercia. Tarea político-económica difícil y compleja para el Gobierno venezolano, pero tarea inaplazable en los inicios del nuevo año. Es vital encontrar medidas económicas unilaterales que permitan solucionar el problema que estas casas de cambio generan al país. Se cuenta para ello con el respaldo de los poderes hegemónicos emergentes como un contrapeso que puede ser usado a nuestro favor, no como nuevos modelos a imitar. Venezuela no debe rendirse, ni la izquierda venezolana puede anquilosarse en purismos antidialécticos, abstractos e idealistas. En 2018 habrá que tomar medidas muy diferentes en materia de economía y finanzas, y por cierto, «El Petro» es un buen indicio.
Pero en la cotidianidad, pisan la tierra el hombre, la mujer, los niños y las niñas que hacen o no una revolución. Cruzan ríos y cruzan fronteras. Van y vienen de San Antonio del Táchira a Cúcuta o de cualquiera de las decenas de pueblos de esta frontera viva en la que hoy se despliega un frente de guerra económica contra la Revolución Bolivariana. Es ese el terreno de las grandes decisiones. Es ahí donde el Gobierno venezolano debe recuperar la gobernabilidad.
Finalmente, esta vez desde la frontera del tiempo, entre el año que termina y el año que comienza, me pregunto: si las principales víctimas del narcoestado colombiano, subordinado a los Estados Unidos, somos dos -por un lado el pueblo colombiano en resistencia y por el otro, el pueblo y el Gobierno venezolano que lucha por construir su propio proyecto histórico-, qué estamos esperando para unirnos más.
Venezuela: «Pronunciamiento del Poder Ciudadano»con Tarek Wiliam Saab
La Presidencia del Consejo Moral Republicano, en uso de sus competencias establecidas en el artículo 16, numeral 3 de la Ley Orgánica del Poder Ciudadano, manifiesta ante la opinión pública lo siguiente:
Considerando
Que la República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente, teniendo como derechos irrenunciables la independencia, soberanía, inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional, como lo establece el artículo 1 de nuestra Carta Magna.
Considerando
Que la Carta de las Naciones Unidas, así como los tratados que conforman la Carta Internacional de Derechos Humanos, establece la autodeterminación de los pueblos como un derecho fundamental, base del derecho internacional, cuyo norte es la no intromisión en los asuntos internos de las naciones.
Considerando
Que el Gobierno de los Estados Unidos, a través del Departamento del Tesoro, emitió este 31 de julio un comunicado en el cual informa que ha sancionado al presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, por llevar adelante la iniciativa democrática y participativa de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, cuyo resultado se concretó con la participación de más de ocho millones de electores, según cifras difundidas por el Poder Electoral.
Considerando
Que el gobierno de Estados Unidos por sí solo carece de legitimidad, autoridad moral y cualidad jurídica internacional para sancionar a altas autoridades y presidentes de poderes públicos nacionales, como ha ocurrido recientemente en el caso venezolano, entendiendo que este tipo de acciones unilaterales violenta el derecho internacional y pone en peligro la paz mundial y las organizaciones de integración regionales.
Considerando
Que el jefe del Estado venezolano, Nicolás Maduro Moros, ha realizado numerosos esfuerzos para convocar al diálogo permanente y mantener la paz de la República, en medio de crecientes agresiones a la soberanía y a la institucionalidad de nuestra nación, hoy por hoy amenazada con ser atacada en su integridad por potencias extranjeras.
Este Consejo Moral Republicano,
Acuerda:
1.- Rechazar categóricamente este nuevo ataque imperial disfrazado de «sanción» contra el presidente de la República, Nicolás Maduro, pues ella traduce en el fondo una lesión a la soberanía de nuestro país, violatoria de los principios y los tratados que regulan las relaciones internacionales y los derechos humanos; buscando amedrentar la institucionalidad democrática venezolana por no plegarse a los dictámenes de una potencia guerrerista con una triste historia de intervencionismo y prácticas genocidas hacia los pueblos del mundo que luchan por su independencia y liberación.
2.- Hacer un llamado a todo el pueblo de Venezuela a reconocer los enormes peligros que el intervencionismo imperial implica para el desarrollo de la democracia venezolana, la autodeterminación de nuestro pueblo y sobre todo para la instauración de condiciones propicias para el diálogo y el acuerdo político, en medio de las dificultades que hoy vivimos, y que deben ser resueltas por la vía del debate electoral, la conversación y los acuerdos entre las partes.
3.- Rechazar toda intromisión en los asuntos internos de nuestro país por parte de cualquier actor o gobierno extranjero. La nación venezolana ha sido históricamente cuna de libertadores, promotora de la integración y de la paz internacional, casa de asilo y refugio para todos los pueblos del continente, y desde 1999, ejemplo de innovación democrática y de dignidad soberana. Nuestra independencia y autodeterminación no se negocian. En defensa de ella se ejercen gallardamente con la dignidad en alto.
Caracas, 1º de agosto de 2017
Carta del escritor William Ospina al presidente Nicolás Maduro
Señor presidente:
Hugo Chávez es el hombre más grande y el político más visionario que ha tenido América Latina en las últimas décadas. Su causa, la revolución bolivariana, ha demostrado ser con éxito en el mundo la primera transformación revolucionaria pacífica y democrática, aunque ha concitado en su contra todo el modelo neoliberal que hoy no sólo saquea a las sociedades, sino que tiene en peligro de colapso al planeta entero.
En 18 años, la revolución bolivariana tiene más logros que mostrar en favor de la gente humilde de Venezuela que cien años de gobiernos liberales. A la sombra de la revolución bolivariana ha cambiado el panorama político de América Latina y se ha dado un nuevo protagonismo de nuestro continente en la historia contemporánea. El primer paso ha sido audaz y hoy podemos decir con certeza que se ha cumplido.
Pero las revoluciones tienen sus pausas y sus reveses. Forma parte natural de su maduración, y Bolívar no habría sido el fundador glorioso de la República y el Libertador de un continente si no hubiera tenido que sobreponerse al naufragio de la primera república en 1812, al colapso de la segunda república en 1814, al exilio y a los rigores espantosos de la Reconquista. Cuando se lucha por una causa justa, no hay que temer a la adversidad.
Las conquistas de la revolución bolivariana son notables, aunque una campaña internacional haya hecho esfuerzos por borrarlas. Baste decir que hay más estudiantes de educación superior y más hospitales públicos en Venezuela que en Colombia y que el gobierno venezolano ha entregado siete veces más viviendas gratuitas a los pobres, incluidos más de cien mil colombianos.
Los cambios generosos a favor de la gente humilde son innumerables y una de las ventajas de hacer cambios reales a favor de la gente es que estos no pueden echarse atrás sin daño. Creo que hasta este momento, mucho de lo que podía hacerse se ha hecho desde el Estado. La fase siguiente de la revolución a lo mejor tendría que hacerse desde la iniciativa social y desde la cultura.
Todo ha sido posible gracias al espíritu pacífico de la sociedad venezolana y en ella incluyo a una oposición que ha mostrado una energía notable. Pero una de las constantes de la democracia consiste en que el poder desgasta y las comunidades terminan sintiendo que la alternación es necesaria. Yo soy de quienes piensan que el verdadero poder no está en los instrumentos de mando, sino en la fuerza creadora de la comunidad. Chávez no habría sido Chávez si sólo hubiera tenido la presidencia de la república: su poder estaba en su discurso, en la pasión contagiosa de sus convicciones, y tal vez nunca fue tan poderoso como cuando perdió el poder por unos días y la fuerza del pueblo se lo devolvió acrecentado.
En estos momentos es fundamental preservar la integridad de la nación, amenazada por toda clase de riesgos, por una conspiración de grandes poderes mundiales, sin duda, pero también por la caída de los precios del petróleo, por los errores inevitables de un proceso para el cual no hay manual de instrucciones y por la fatiga del metal de la política.
El poder de la revolución bolivariana emana de la democracia y tiene que rendirle tributo. La mejor prueba de que la venezolana ha sido una revolución democrática asombrosamente renovadora, está en que el electorado activo, que antes era de menos del 50 por ciento, gracias a la revolución ahora es de más del 80 por ciento.
Cuando se ha logrado un milagro semejante no hay que temer a los azares desfavorables de las elecciones, hay que afrontar el escrutinio popular aceptando con fortaleza la posibilidad de un resultado adverso, porque es evidente que la fuerza de este cambio es tan grande, que el chavismo ya no desaparecerá de la vida venezolana. Gracias a Chávez y a la revolución que hoy usted dirige, un pueblo ha despertado, y ahora no volverá a estar ausente de la vida pública, aunque transitoriamente no esté en el gobierno.
Si la oposición ganara en las elecciones siguientes, tendría que mantener buena parte de las políticas de la revolución: en caso contrario el pueblo comprenderá muy pronto sus verdaderas intenciones y se impondrá más abrumadoramente que antes. Como pasó con Perón en Argentina, que terminó impregnando la política de casi todos los partidos, Chávez ya pertenece al alma de la política venezolana, y para que ello siga cumpliéndose, el chavismo no debe cometer el error de aferrarse innecesariamente a unos cargos que sólo valen si son indiscutibles.
Mi propuesta respetuosa, señor presidente, es que haga usted un gesto de concordia a la convulsionada comunidad que no pertenece necesariamente al gobierno ni a la oposición, pero que padece la situación de precariedad y de confusión que nace de las circunstancias. Mi propuesta es que el gobierno mantenga sus atributos legales y cumpla su período sin vacilación, pues nadie puede negar la legitimidad de su elección, pero tome cuatro decisiones que demostrarán su confianza en la propia causa y su grandeza histórica: convocar a las elecciones regionales aplazadas, fijar la fecha de las elecciones presidenciales, conceder una amnistía presidencial a los prisioneros por causas políticas y revocar la inhabilitación de líderes de la oposición.
Estoy seguro de que estos cuatro gestos desactivarán el peligroso caldero de una confrontación civil y le demostrarán a la oposición y al mundo que el chavismo, nacido de la democracia y sostenido por el apoyo popular, sólo se propone conservar el poder mientras el pueblo se lo confirme y está dispuesto sin miedo a pasar a la oposición si el pueblo se lo ordena.
Durante quince años la oposición, injustamente, negó la legitimidad de los triunfos electorales del chavismo y utilizó armas indebidas, como el golpe de Estado, los paros patronales y el desabastecimiento programado, para derrotar a la revolución. La derrota del referendo chavista y el triunfo de la oposición en la Asamblea Nacional le demostraron al mundo que las elecciones venezolanas son confiables y son democráticas.
Ahora el chavismo puede con fortaleza, con la fortaleza que da ser fiel a una causa justa, hacer estos gestos democráticos que le demuestren al mundo que la revolución es capaz de correr el riesgo de un resultado adverso, porque confía en la justeza de su causa y porque respeta la democracia que le ha confiado el poder durante 18 años.
He sido en Colombia un firme defensor de la generosa revolución bolivariana y lo seguiré siendo. Sé que la visión de Hugo Chávez no es para una década, es para un siglo. Ahora depende de usted que esa visión estratégica conjure los peligros de la violencia. Como lo dije en un documento reciente, estoy seguro de que, en el marco de la democracia, Chávez volverá, y será millones.
Reciba mi abrazo cordial.
William Ospina
VENEZUELA (OEA) EMBAJADOR ENTREGA RENUNCIA, 28 ABRIL 2017
Publicado en Internacionales
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Carta del máximo dirigente de las FARC a Nicolás Maduro
Respaldamos a Nicolás Maduro y la Revolución Bolivariana
En medio de semejante confusión creada desde las alturas del gran capital y la tierra, las FARC no podemos guardar silencio en aras de ganar simpatías.
Por Timoleón Jiménez
La aparición de Chávez en el escenario latinoamericano se produjo hace 25 años, con el intento frustrado de golpe contra el gobierno corrupto y neoliberal de Carlos Andrés Pérez. Un continente en el que gobiernos e intentonas militares dejaron nefasto recuerdo, no recibió con entusiasmo la incursión del teniente coronel, al que se asimiló de entrada con los gorilas del cono sur.
Equivocación odiosa, que generó desconfianzas en muchos movimientos políticos. Estas solo desaparecieron cuando lo vieron emerger en medio de impresionantes multitudes tras el golpe contra su gobierno en el año 2002. La curiosidad hacia él se hizo evidente, qué pensaba realmente, qué proponía para haberse ganado tal animadversión imperialista y oligárquica.
Pero sobre todo, qué estaba haciendo para que millones de venezolanos, sobre todo humildes, se lanzaran a la calle, sin armas, llorando de rabia y dispuestos a hacerse matar por su regreso a la Presidencia. Fue claro que había dos países en Venezuela, el de los empresarios y sindicatos corruptos hincados ante Washington, y el de la gente que creía y esperaba cambios.
El primero lo tenía todo. Dinero, poder, alcurnia, medios masivos de comunicación, apoyo de los Estados Unidos. El segundo en cambio estaba hacinado en las grandes barriadas populares, necesitado con urgencia de recursos, trabajo, educación, salud, vivienda, derechos elementales que les habían sido negados siempre. Y reconocía en Chávez su única esperanza.
Por vez primera un gobierno había tocado a sus puertas, para invitarlos a hacer parte de la vida política del país, a organizarse, a luchar por sus reivindicaciones. Los tomaba en cuenta, los respetaba y ayudaba, hacía realmente obras para ellos, gobernaba para los desharrapados antes que para los terratenientes y el gran capital como había sido siempre.
El 11 de abril de 2002, como se demostró posteriormente, fue el producto de una conspiración criminal, en la que se movilizó gente engañada al lado de la de las clases altas, con un plan previo de generar caos. Francotiradores, destrucción general, asesinatos y violencia extrema fueron presentados por los medios como legítima protesta contra una dictadura infame.
La historia se repite quince años después. Los Estados Unidos harán hasta lo imposible porque las mayores reservas petroleras del mundo vuelvan a su control. Por exterminar de raíz el ejemplo de un pueblo que recupera su dignidad y emprende su propio destino. Capitalistas y terratenientes locales apuestan de nuevo a recuperar la torta perdida, al precio que sea.
Han sido 18 años de sabotaje permanente, de zancadillas y tropeles cuidadosamente tejidos para generar la impresión de que los malos son los otros. Los que no saben nada de economía, ni de administración, ni de política, los chambones que lanzan un país al desastre con el pretexto de una ideología que además les sirve para llenar sus bolsillos.
Estrategias mediáticas ligadaLos l desorden que se encargan de sembrar al interior de un país en el que su pueblo marcha por caminos distintos a los dictados por los organismos multilaterales de crédito. Es imposible no recordar el Chile de Allende, sumido en el desespero por la especulación y el acaparamiento. En la revolución sandinista asediada por los contras y su ira asesina.
En la Cuba del Che Guevara y Fidel, victimizada por el terror imperialista de Playa Girón, los múltiples atentados, el bloqueo económico, las conspiraciones nacidas de la OEA, los planes para asesinar su dirigencia, la infiltración de agentes y la creación de falsos liderazgos al servicio del imperio. En la Colombia paramilitarizada y aterrorizada para que odie a las FARC.
El mundo de hoy afronta una estrategia de dominación novedosa, en la que verdad y realidad ceden su lugar a la apariencia y la mentira difundidas en gran escala por poderosas cadenas informativas. En 2003 los intereses imperiales se empeñaron en sembrar la idea de un Irak dispuesto a usar armas químicas y de destrucción masiva que poseía a granel en sus arsenales.
El resultado final fue más de un millón de inocentes iraquíes asesinados impunemente, un país destruido y sumido en el desconcierto, en el que jamás se halló una sola de las armas que le acusaban poseer, pero con todo su recurso petrolero en manos de las grandes compañías de la coalición justiciera. Que ahora se sepa la verdad no cambia nada, el mal es irreversible.
Nadie que no sean los iraquíes habla de los crímenes de humanidad cometidos contra ellos por el imperio, sin obtener cabida en la gran prensa mundial que todo lo controla. Para nadie es un secreto que grupos terroristas como Al Qaeda y los muyahidines de Osama Ben Laden en Afganistán fueron creados, financiados y entrenados por la CIA en su obsesión antisoviética.
Y que tras los atentados del 11 de septiembre sirvieron a la vez como pretexto para invadir Afganistán y declarar la absurda guerra contra el terrorismo de Bush. No fue escándalo que para la Secretaria de Estado Hillary Clinton, estuviera claro que nuevamente Al Qaeda estaba de parte de USA en Siria, combatiendo al lado del siniestro Daesh contra el nuevo satanás al Asad.
Hemos visto derrocar a Zelaya en Honduras, a Lugo en el Paraguay, a Dilma en Brasil, a la vez que hundir en el desprestigio a Cristina Kirchner, en cumplimiento de la determinación de los centros de poder del capital trasnacional. Los mismos que destrozan al pueblo palestino en medio oriente a fin de garantizar la supervivencia de Israel como guardián de sus intereses en la región.
Venezuela no es más que el ejemplo más cercano, de cómo se convierte en incapaz y totalitario a un gobierno, que mediante un bello experimento de democracia y tolerancia, construye una alternativa económica y política frente al designio neoliberal. A la manipulación de parte de la población sumida en la impaciencia, se une la barbarie de una extrema derecha criminal.
Que se ampara en su poder mediático. Que ignora la existencia de un aplastante movimiento de masas populares que no cesan de apoyar a su gobierno legítimo. Para la prensa colombiana no existen el fervor chavista ni las multitudes que rodean a su Presidente. Únicamente los otros, las arribistas capas medias, las bandas violentas y asesinas a las que describen como pueblo.
Y que tienen un curioso parecido con las bandas paramilitares colombianas, que en su momento fueron presentadas en los grandes medios como salvadores de la patria. Actúan con el mismo odio con el que en nuestro país se expresan y obran los enemigos de la paz. Hablan de sacar a patadas, incendian, atacan las obras sociales de la revolución, destruyen, matan.
En medio de semejante confusión creada desde las alturas del gran capital y la tierra, las FARC no podemos guardar silencio en aras de ganar simpatías. Respaldamos a Nicolás Maduro Moros y la revolución bolivariana, denunciamos la embestida criminal de que son víctimas, llamamos al pueblo colombiano a no dejarse engañar. Urge buscar otras alternativas para informarse.
Ninguna obra humana es perfecta y seguramente que pueden haberse cometido errores, que pueden repararse y superarse. Pero no son la corrupta oligarquía colombiana ni sus aparatos de opresión los llamados a dar lecciones de democracia y decencia, cuando han generado en nuestro país un caos mucho mayor y lo dominan mediante un baño de sangre popular permanente.
La Habana, 21 de abril de 2017


