Por: Ricardo Robledo
Salir de vacaciones en Colombia, es conocer la amabilidad y alegría de su gente; la música, las bandas pueblerinas, la culinaria, los postres artesanales; los paisajes; pero también el horror paramilitar; las casas y zonas de pique, los caños con caimanes, las historias aterradoras, los caminos con «mala energía», las mutilaciones, los vejámenes, el desplazamiento, la usurpación, la amenaza, el abuso a mujeres.
-No salude a nadie, no vea ni pregunte nada, si no quiere tener problemas.
La política local manejada por la ilegalidad; la alcaldía, secretarías, el concejo, inspectores, funcionarios. El paramilitar dueño de la ferretería, la finca ganadera, el supermercado, los bares, el almacén de variedades, todo a tres mil. Los encapuchados que recorren los pueblos armados, en moto o camioneta y que son invisibles para las autoridades militares.
Niños, perros y marranos hambrientos complementan el paisaje desolador.
El hospital, lleno de personas enfermas, mujeres, niños, muchachas con cólicos, jóvenes accidentados en moto. Llega un anciano infartado y el médico, moreno y regordete, deja todo y sale corriendo a atenderlo, mientras el estetoscopio le brinca junto al ombligo.
Ya en una zona más apartada, un conocido me explica:
-Cuando alguien es asesinado, se le hace “una atadura” al muerto; se le amarra con una cinta una parte del cuerpo, puede ser un dedo del pie y a medida que este se descompone, el asesino se va ir pudriendo también. La única forma de deshacerla, es que el asesino venga, desentierre al muerto y quite la cinta. Entonces, la familia oculta, se queda vigilando el cadáver para coger al victimario y tomar venganza.
-Por eso también, prefieren picar y desaparecer a la gente; para prevenir ataduras; se va a la fija.
Ahí están la superstición y la ignorancia macabramente unidas en la forma de hacer política local, en el odio, en la opresión. No se paga el salario mínimo. ¡Claro¡ desde el gobierno central dijeron que era ridículamente alto; y sí que se cumple. No hay seguridad social más allá del sisben. El agua potable escasea y en general, igualmente.
Al final, una leve esperanza. Un campesino relata cómo se las arreglaban para votar calladamente por Petro y Colombia Humana; uno trasportaba a los votantes, gratis en moto; otro que daba la plata para la gasolina. Alegría, risotadas y miradas de complicidad maliciosa.
Enero 29 de 2020


