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MERCENARIOS COLOMBIANOS EN UCRANIA

La mayoría de los medios colombianos han divulgado una versión sesgada- y por lo tanto mentirosa- de la crisis que enfrenta a Rusia con Estados Unidos y la Unión Europea. Aquí el historiador señala y analiza esas mentiras

 

Ucrania: ¿nos interesa?

Medófilo Medina

La mayoría de los medios colombianos han divulgado una versión sesgada- y por lo tanto mentirosa- de la crisis que enfrenta a Rusia con Estados Unidos y la Unión Europea. Aquí el historiador señala y analiza esas mentiras.

Medófilo Medina*

Vino la tregua, ¡salud!

La tregua pactada entre representantes de los llamados separatistas, en su mayoría habitantes rusos del Sureste de Ucrania y representantes del gobierno de Kiev es una buena noticia para la gente razonable en el mundo.

Los doce puntos acordados en Minsk este 5 de septiembre han dejado atrás ya 3000 muertos y un millón de desplazados. ¿Quedarán ahí esas cifras que marcan el horror? No puede ofrecerse una respuesta unívoca, esperanzadora.

El presidente Obama recibió la tregua con abierto escepticismo, el gesto de la señora Merkel fue más bien el de quien recibe una mala novedad, y tampoco se muestran contentos los demás jefes de Estado de la Unión Europea (UE). Al término de la cumbre reunida en Cardiff, el  secretario general de la OTAN anunció la creación inmediata de una fuerza de despliegue rápido con asiento permanente en Polonia, al tiempo que varios países miembros mantendrán tropas adicionales disponibles para desplazarse al este de Europa.

Muy preocupante pero no sorprendente ha sido la resistencia a los acuerdos de Arseny Yatsenyuk, primer ministro ucraniano, un hombre vinculado a las organizaciones neonazis de unos 7 mil paramilitares que han sembrado el terror en Ucrania.  Este personaje había descalificado otra propuesta de Putin para lograr el cese al fuego.  Contrariando la Constitución de Ucrania que excluye la pertenencia a  bloques militares, Yatsenyuk busca  el ingreso del país a la OTAN. El tono del presidente de Ucrania, Pietro Poroshenko, ha sido de cierta mesura.

En los días previos a la tregua, las fuerzas de las autodenominadas República Popular del Donetsk y República Popular de Lugansk habían avanzado hasta las inmediaciones de Mariúpol, la segunda ciudad de la provincia de Donetsk y su principal puerto en el mar de Azov.

Más allá de los acontecimientos actuales, las razones y el sentido de la crisis internacional  que ha involucrado a Estados Unidos, la UE, y la OTAN, de un lado y a Rusia del otro, no se entienden cabalmente sin examinar los hechos desde una perspectiva histórica, tanto de largo como de corto plazo.


Protestas en contra de Putin en Rusia.
Foto: Vladimir Varfolomeev

La crisis

La crisis actual comenzó en 2013, con el movimiento contra el gobierno constitucional  encabezado por el presidente prorruso Viktor Yanukovich. Si bien muchos de los participantes en ese movimiento buscaban fortalecer la relación de Ucrania con la UE y  protestaban contra la corrupción oficial, el ambiente se caldeó bajo  la presión de las milicias armadas por el nacionalismo extremista. Representantes de ONG norteamericanas llegados a Kiev que, según se admite oficialmente, gastaron 5 billones de dólares, tomaron parte activa en la desestabilización. Las formaciones paramilitares neonazis contaron con asesores extranjeros.

El resultado de lo anterior fue el golpe de Estado del 22 de febrero de 2014, que instaló en el poder un equipo de derecha del gusto de Washigton y Berlin y que pugna por incorporar a Ucrania dentro de la OTAN. Encabezados por Yansenyuk, cuatro ministros de orientación neonazi forman parte del gabinete surgido del golpe. Uno de los peores pecados del presidente derrocado fue darle marcha atrás al compromiso con el FMI para adoptar un paquete  de medidas muy severas para la población.

Bajo este marco, en marzo, y después de una consulta popular, se produjo la toma rusa de la península de Crimea. Este paso fue presentado por Estados Unidos y la UE como la prueba de que Putin pretendía anexar a Ucrania como inicio de un plan que incluiría a los pequeños Estados que en tiempos de la Unión Soviética fueron las repúblicas prebálticas.

En verdad Crimea fue parte de Rusia desde 1783. En 1921 Crimea fue proclamada como República Autónoma que hacía parte de la recién creada Unión Soviética. En 1954 fue declarada parte de la República Socialista de Ucrania. Tras la caída de la URSS, Crimea atravesó diversas situaciones y la península estuvo en disputa entre Rusia y Ucrania.

Dadas la trayectoria histórica de Crimea y la decisión de sus propios habitantes, es pues difícil hablar de una anexión rusa.

“La prueba reina”

La situación se vino a complicar con el siniestro del avión de pasajeros de Malasyan Airlines que cubría el vuelo de Ámsterdam a Kuala Lumpur el pasado 17 de julio.

El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, se apresuró a declarar que el avión “aparentemente fue destruido en el aire y no fue un accidente”. Pronto los medios convirtieron esta hipótesis en verdad inapelable, con la consiguiente atribución de responsabilidad a los rusos étnicos del Sureste de Ucrania y al gobierno ruso.

No hubo investigación independiente, nadie respondió por la desaparición de las grabaciones de la Torre de control de Kiev, Estados Unidos que manejan la sofisticada tecnología satelital nunca aportaron imágenes sobre los misiles que habrían derribado el avión. Tampoco  se explicaron las imágenes captadas por radares rusos que registraron a dos aviones caza ucranianos volando cerca al avión de la compañía comercial.

Tras unos días de intenso debate, no se volvió a hablar del hecho porque ya había cumplido su función, igual que sucedió con las noticias sobre las armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein. Tanto así que varios veteranos de la inteligencia norteamericana, en una carta abierta a Angela Merkel, precisaron que “Usted necesita saber que la acusación de una gran “invasión” rusa de Ucrania no aparece respaldada por una inteligencia digna de crédito. Antes bien, la “inteligencia” parece ser del mismo género dudoso de la políticamente establecida y usada hace 12 años para “justificar” el ataque dirigido por los Estados Unidos contra Irak”.


Avión del vuelo 370 de Malaysyia Airlines en el
aeropuerto Charles de Gaulle en París, Francia.Avión
del vuelo 370 de Malaysyia Airlines en el aeropuerto
Charles de Gaulle en París, Francia.
​Foto: Wikimedia Commons

Expansión de la OTAN

Para el plazo más largo hace falta recordar hechos que han jalonado la geopolítica desde el momento de implosión del campo socialista. El periodista holandés Karel Van Wolferen  hace un registro de algunos hitos.

En diciembre de 1989 Mijail Gorbachov  y George Bush se reunieron en Malta. El primero aceptó  la reunificación de Alemania y la evacuación de las tropas de ocupación del Pacto de Varsovia contra la promesa del segundo de no tomar ventaja militar de tales decisiones y de no extender la OTAN hacia el Este.

Diez años más tarde el presidente Bill Clinton violó el acuerdo y en 1999 se jactó del ingreso de la República Checa y de Hungría al pacto atlántico.

· Vendría luego el rosario de países del Este admitidos en la OTAN.

Así se llegó a la paradoja que la institución que se estimaba como la garantía de la seguridad de Estados Unidos y sus aliados en el esquema geopolítico de la Guerra Fría,  vio duplicado el número de sus miembros cuando ya habían desaparecido las condiciones estratégicas invocadas para crearla.

A la luz de ese proceso, ¿puede alguien presentar como una arbitrariedad la insistencia de Serguei Lavrov, ministro de exteriores del Rusia desde febrero de 2014 de que el establecimiento de la OTAN en Ucrania representaría una seria amenaza para la paz en Eurasia?

La hegemonía mundial

También en el largo plazo, hay que considerar el papel de las ideologías en el plano geopolítico.

Después de la Segunda Guerra Mundial se buscó una “teoría” que orientara la política exterior de Estados Unidos. El ideólogo de la nueva arquitectura conceptual fue George Kennan, con la doctrina de la “Contención del Comunismo”. Ya en tiempos de la post-Guerra Fría se han destacado propuestas importantes: Francis Fukuyama y el modelo -aparentemente contrario- del choque de las civilizaciones de Samuel P. Huntington.

Sin embargo la concepción hegemónica que ha fungido como plataforma geopolítica de  Estados Unidos y como soporte conceptual de la OTAN ha sido la obra de Zbiniew Brzezinski. Al leer uno de sus libros publicado en 1997 y analizar la crisis actual en Ucrania, se tiene la impresión de que se está siguiendo el curso de una profecía auto-cumplida: “por primera vez en la historia, una potencia no euroasiática ha surgido no sólo como el árbitro clave de las relaciones de poder euroasiáticas sino también como la suprema potencia mundial”, dice  Brzezinski [1].

Y el mismo autor añade que “no obstante, la situación geográfica tiende a determinar las prioridades inmediatas de un Estado, y cuanto mayor sea su poder militar, económico y político, mayor será el radio, más allá del territorio de sus vecinos inmediatos, de los intereses geopolíticos vitales, de la influencia y de la participación de ese Estado”. En el mismo sentido sostiene que: “En pocas palabras, la geoestrategia euroasiática de Estados Unidos debe incluir un control resuelto de los Estados dinámicos desde el punto de vista geoestratégico…. Los tres grandes imperativos de la geoestrategia imperial son los de impedir choques entre  los vasallos y mantener su dependencia en términos de seguridad, mantener a los tributarios obedientes y protegidos e impedir la unión de los bárbaros”.

En un uno de sus mapas Brzezinski señala las “Zonas críticas para la seguridad de Europa” representadas por Francia, Alemania, Polonia y Ucrania. Y  precisa: “Ucrania, un espacio nuevo e importante sobre el tablero euroasiático, es un pivote geopolítico porque su propia existencia como país independiente ayuda a transformar a Rusia”.  Claro, las miradas van más allá, hacia China.

El autor cierra su libro con una afirmación programática: “Mientras tanto, empero, es esencial que no se produzca el surgimiento de ningún aspirante al poder  euroasiático capaz de dominar a Eurasia y, por tanto, también de desafiar a los Estados Unidos.

Esa visión con matices está presente en la mentalidad de cualquier funcionario diplomático  de Estados Unidos. Recientemente el embajador de ese país en Colombia, Kevin Withaker”, contestó así a una pregunta de María Jimena Duzán, sobre la visita de Putin a América Latina: “Los países de América Latina tienen derecho a tener relaciones diplomáticas con los países que ellos quieran. Eso lo respetamos. Pero como bien lo ha dicho recientemente el presidente Obama, Rusia es un poder regional y cuando el presidente Putin hace un viaje a un lugar fuera de su región, claro que se nota”.

Una pregunta

¿La crisis en torno a Ucrania es un avance hacia un orden mundial acorde con los intereses norteamericanos o es un paso hacia el orden multipolar? Así escribe D.V. Efremenko, un conocido analista ruso: “Ucrania solo abre una serie de conflictos, que acompañan el establecimiento de un sistema policéntrico de relaciones internacionales. Es necesario un mecanismo multilateral de alertas tempranas y regularización de las crisis en Europa y en Eurasia del Norte”.

 *Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic en esteenlace

[1]  Zbinew Brzezinski,  El Gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Paidós, Barcelona, 1998, pp. 46 ss.

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«DOSSIER» UCRANIA: mayo 5 de 2014

 

UCRANIA: Combatientes prorusos liberados en Odesa.  Mayo 05 de 2014

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«Dossier» Viernes 25 de 2014. Ministro de defensa de Rusia dice: «nos vimos obligados a reaccionar»

«Dossier” Viernes 25 de 2014. Ministro de defensa de Rusia dice: “nos vimos obligados a reaccionar”

«Dossier»: Movilizaciones pro-rusas en Ucrania

http://multimedia.telesurtv.net/web/telesur/#!es/video/dossier-229408

Ucrania o el espejismo de la prosperidad capitalista

                   

Ni con las hienas ni con los chacales

¿Qué ha provocado la crisis actual en Ucrania? Si nos guiamos por lo que se plasma en los medios de comunicación parece que estemos ante una película de “buenos” y “malos”, y que la única dificultad para entender la trama estriba en descubrir el carácter bondadoso o malvado de cada uno de los personajes. 

Para unos, la mayoría de los medios de comunicación pro-occidentales y pro-burgueses, el “malo” era Yanukovich que, como “títere” de Putin, quería impedir que Ucrania se integrase en el muy “democrático” club europeo rompiendo sus opresores lazos con la Gran Rusia. 

Para otros, sobre todo entre la izquierda, el “malo” es la CIA, el imperialismo americano, que organizó un golpe de estado contra un gobierno elegido democráticamente, poniendo en su lugar a otro basado en dirigentes de partidos de extrema derecha o fascistas.

Pero no estamos ante una película del oeste. Estamos ante una crisis económica, política y social de tremendas dimensiones. Lo cierto es que se ha desarrollado una dinámica en Ucrania que no siempre controlan los dirigentes ni los instigadores. No se trata de descubrir las conspiraciones (que juegan un papel secundario) sino de entender los procesos que subyacen en la sociedad y que, en última instancia, determinan la actuación de los personajes.

Lo primero que debemos destacar es que la crisis de Ucrania deja algo muy claro: El capitalismo es un callejón sin salida para los pueblos del Este de Europa. Han pasado de las brasas al fuego. Vieron un espejismo de prosperidad en el capitalismo, pero la implantación de “la economía de mercado” está causando un sufrimiento tremendo.

Del colapso del burocratismo al fracaso del capitalismo

El burocratismo, los regímenes de bonapartismo proletario que gobernaron en Ucrania, la URSS y el resto de los llamados países del Este, llegaron al colapso por falta de una revolución política. Decimos bonapartismo proletario, partiendo del análisis de Marx del proceso posterior a la Revolución Francesa y que personificó Luis Bonaparte, para definir un proceso y un régimen en el que, sobre todo en la URSS, se había producido un retroceso respecto a los logros y conquistas de la Revolución de Octubre (control del Estado y de sus instituciones por parte de los trabajadores rusos), pero no en las relaciones de propiedad conservando su carácter público hasta la caída de estos regímenes. 

Esa contradicción entre la ausencia de una auténtica democracia obrera, que había sido sustituida por una burocracia cada vez más parasitaria, sólo se podía superar con una revolución política que conquistara los derechos democráticos que la clase obrera no podía ejercer, es decir el verdadero socialismo, o bien la vuelta al capitalismo, que es lo que deseaban una gran parte de los altos cargos, la nomenklatura. Pasar de ser administradores a propietarios con el fin de incrementar sus privilegios y convertirlos en hereditarios. Putin es el ejemplo más claro, proviniendo del KGB (los servicios secretos de la URSS) se ha convertido en el máximo representante político de la nueva oligarquía burguesa.

Pero el capitalismo ha tenido más de veinte años para demostrar que no era una alternativa, sino un espejismo. La caída del muro de Berlín y de la URSS supuso para Ucrania una debacle económica que comienza en 1990 y provocó un colapso en el PIB del 40% y un largo proceso de crisis que se prolongó durante una década. 

Incluso en el caso de que se pretendiera achacar una parte de esa crisis a la herencia del régimen burocrático, lo cierto es que la economía de mercado también ha demostrado sobradamente su incapacidad para sacar a Ucrania del atraso. Tras unos años de crecimiento económico irregular entre el año 2000 y el 2008, en 2009 la economía ucraniana sufrió una de las caídas más profundas en todo el mundo con un retroceso en su PIB del 15% mientras el PIB per capita caía en un 31%.

 

 

 El resultado de todo ello es que el PIB de Ucrania se sitúa hoy en los niveles de mediados de los años 70, lo que indica que ha retrocedido cuatro décadas, en menos de 20 años. De hecho lleva más de dos años, desde 2012, con cifras de crecimiento en torno al cero. Un -0,2% en 2012 y un 0% en 2013, cuando la previsión de este último año era la de crecer un 4%.

Si el estalinismo condujo con la asfixia burocrática de la economía, a un callejón sin salida que llevó al colapso del régimen, estas cifras demuestran la incapacidad del capitalismo para suponer una alternativa. Han saltado de la sartén al fuego.

Un nuevo espejismo: la Unión Europea

Pero para tratar de comprender mejor la psicología que domina en la sociedad ucraniana debemos comparar su realidad con la de sus vecinos. 

Ucrania es un país con una población muy similar a la del Estado español, alrededor de 46 millones de habitantes, con una superficie algo mayor. Sin embargo su PIB, según el Banco Mundial, es sólo el 13% del español. Tanto su PIB como su renta per cápita son 7,5 veces menor que la española. Por eso, y ante la ausencia de una alternativa de cambio revolucionaria, tanto en Ucrania como en Europa, no es de extrañar que la aspiración de las masas en ese país sea “ser europeos”. Más aún si tenemos en cuenta que la verdadera comparación se hace con Alemania, que está mucho más cerca, quien tiene una renta per cápita 11 veces superior. Mientras los ucranianos tienen una renta per cápita de 3.867 euros, en el caso alemán es de 41.863. Alemania es un imán para una parte de la sociedad ucraniana como no lo es probablemente en estos momentos en ningún otro caso de Europa. 

En definitiva, tener en cuenta que en un estado con ciertas similitudes al español, viven con un PIB equivalente al de Andalucía, nos puede ayudar mucho a hacernos una idea de cómo se vive y dónde están las raíces del descontento social. 

De Rusia, salvo el sector de la población rusa, no hay confianza en esperar una alternativa positiva. La identifican con el estalinismo y no es ninguna broma. Ucrania que formó parte de la URSS en su fundación, sufrió los efectos de la colectivización forzosa en los años 30 (se cuentan por millones los muertos de hambre en el invierno del 32-33). Y no sólo con el estalinismo sino que también relacionan a Rusia con una relación de dominio bajo la bota imperial de Putin.

Los enfrentamientos en líneas nacionalistas, que han sido bien utilizados, tanto por el imperialismo ruso, como por las formaciones de extrema derecha, están sirviendo para enmascarar las cuestiones de clase. Bajo una u otra bandera, Ucrania ha estado regida por gobiernos corruptos que se enriquecían a costa de las masas desde la desintegración de la URSS.

La consecuencia es que para un sector de la sociedad ucraniana todo lo bueno viene de Europa; y todo lo malo, de Rusia, del Estalinismo. Y hay otro sector que se identifica con Rusia como refugio. Esto es lo que da pie a que se pueda dar un enfrentamiento.

Ver la evolución política de los últimos 10 años puede ayudar a entender cómo se ha gestado esta dinámica.

 – En 2004, gana las elecciones presidenciales Yanukóvich (proruso), pero se anula por fraude por el Tribunal    Supremo. Se repiten y las gana Yúschenko (y Yulia Timoshenko, la “princesa del gas”).

– En 2006 hay elecciones parlamentarias con cambio de signo: gana Yanukóvich obtuvo el 33,28% de los          votos; el bloque de la ex primera ministra Yulia Timoshenko, el 22,7%; mientras que el bloque Nuestra              Ucrania, la principal base de apoyo del presidente Yuschenko, se ubicó tercero, con el 13,53%. El Partido        Socialista de Ucrania, miembro de la coalición gobernante, consiguió el 5,37%, seguido del Partido                    Comunista, con el 3,46% y del bloque Oposición Popular, con el 3,35%.

– En las elecciones de 2007, gana Yulia Timoshenko. (el PCU aumenta 2 puntos).

– En 2010 Viktor Yanukóvich, vuelve a ser Presidente de Ucrania al ganar las elecciones presidenciales y            fuerza la dimisión de Yulia Timoshenko, que era la Primer ministro.

– En 2012 gana de nuevo las elecciones parlamentarias Yanukovich. El PC asciende a un 15% y la extrema        derecha a un 8% (Svoboda). Hace ya dos años que los resultados electorales mostraban elementos claros      de polarización política con el crecimiento de los “extremos”.

El “gran juego” entre las potencias

Ahora las potencias se intentan repartir el cuerpo de Ucrania. Rusia, lo considera su territorio, EEUU quiere debilitar aún más la posición de Rusia, y la UE quiere aprovechar la situación (especialmente Alemania) para su política expansionista (como con Polonia…).

EEUU y la UE llevan muchos años tratando de separar a Ucrania de la esfera de influencia rusa. El imperialismo europeo esperaba integrar a Ucrania como un miembro más de la UE lo que ha sido considerado por la nueva clase dominante rusa como que los imperialistas europeos han hubiesen ido a mear a su puerta. Se afirma que EEUU lleva financiando a la oposición en Ucrania los últimos 20 años.

Tras años de presiones y negociaciones la UE confiaba en que Yanukovich iba a firmar el tratado comercial. Pero Rusia contraataca ofreciendo unos fondos de 11.000 millones de euros y una rebaja en el precio del gas del 30%. Yanukovich anuncia en noviembre su renuncia al acuerdo comercial con la UE.

Es evidente que mucha gente ve ese paso como una amenaza para su sueño europeo y una garantía de seguir bajo el dominio ruso.

Un movimiento de masas sin alternativa revolucionaria

Esto prende el malestar social provocando un movimiento de masas, no un “golpe de estado”, que acaba con un Gobierno que carece de respaldo social. Nadie sale a defenderlo, quedó suspendido en el aire, acorralado y haciendo uso de una torpe y bestial represión que aceleró su aislamiento. Sólo la extrema derecha, organizada, con financiación y con un proyecto fue capaz de capitalizar el movimiento.

No es la primera vez que vemos en la historia un movimiento de masas que acaba siendo capitalizado por fuerzas reaccionarias por falta de alternativa revolucionaria. Pero una cosa es disturbios por la descomposición de una sociedad sin orientación y otra muy distinta pretender que en Ucrania se ha producido una “revolución”. El gobierno ha caído al quedar sin base social a pesar del respaldo obtenido por el Partido de las Regiones en las dos últimas elecciones. No sólo tenía oposición en la calle, sino que, además, ningún sector de la población lo defendió. Ya quisiera la CIA ser capaz de sacar a la calle a cientos de miles de personas y provocar ese movimiento a su capricho. Sólo sobre el fundamento de los procesos objetivos que hemos analizado, se puede explicar semejante convulsión de la sociedad.

Pero da la sensación de que EEUU, que ha impuesto a su títere, ha calculado mal. Han dado cuerda a un proceso que se les ha escapado de las manos. 

Si el nuevo gobierno de Ucrania o alguno de los grupos fascistas envalentonados provocan alguna masacre darán a Putin la excusa perfecta para intervenir militarmente. Y no es difícil teniendo en cuenta el carácter nazi, anticomunista, racista, xenófobo y antisemita de estos grupos de extrema derecha nacionalista herederos del nazi Stepán Bandera. Ya ha habido pogromos contra el PC y contra alguna sinagoga, y podría haber conatos de limpieza étnica como vimos en los Balcanes, en caso de una agudización del conflicto. No es casualidad que el primer acto del Parlamento en la primera sesión después de su reapertura fuera un voto para abolir el ruso como segunda lengua oficial. No beneficiaría en nada a EEUU y UE que Ucrania cayese bajo el dominio militar de Rusia pues perderían una zona de expansión que llevaban mucho tiempo trabajándose.

Desde un punto de vista de la clase trabajadora, una invasión rusa de Ucrania sería un desastre porque, desde luego, no lo haría para defender los derechos democráticos ni del pueblo ruso ni del ucraniano. Exacerbaría los enfrentamientos nacionales, fortalecería el militarismo ruso y al régimen bonapartista de Putin durante un tiempo. En consecuencia también se endurecerían las condiciones de desarrollo de un proceso de cambio social, pues una situación de estas características absorbe las energías de las masas desplazando el conflicto de clase durante todo un período. 

Y la intervención rusa es posible porque no estamos hablando de un escenario lejano, Ucrania para Rusia es su casa. Estamos ante uno de los escenarios de la lucha interimperialista en el mundo. 

El imperialismo ruso es relativamente débil frente al de EEUU: 15,6 billones de dólares de PIB frente a 2 billones. Eso determina que Rusia no puede jugar el papel que jugaba la URSS en el mundo en los años 70.

Pero eso es una cosa y otra muy diferente es meterse en su zona de influencia más cercana poniendo en peligro no sólo sus intereses económicos, sino también otros, como los geoestratégicos, políticos, militares… La base militar de Sebastopol es la principal para su Armada. Por eso Crimea ya es suya. Hablar en este caso de que se ha ejercido el derecho de autodeterminación es una broma de mal gusto, sobre todo para los tártaros, hoy en minoría que eran originariamente la población mayoritaria. Se trata de una simple anexión.

Antecedentes históricos y riesgos de la situación

Conviene repasar un poco una parte de la historia de Crimea. Esta península es parte de Rusia desde el siglo XXVIII. En 1944, Stalin deportó  a los tártaros de Crimea, para dejar esta zona en manos de población rusa mayoritaria. En 1954, Nikita Kruschev (de origen ucraniano), incorporó la república autónoma de Crimea a Ucrania.

En el referéndum celebrado en Ucrania por la Independencia en 1991, el 90% de los votantes lo hizo a favor. Pero en cuanto se formó la Comunidad de Estados Independientes (CEI), Ucrania firma un acuerdo de cooperación con Rusia. Y, además, como respuesta muy significativa a la declaración de independencia, en mayo de 1992, el parlamento ruso, declaró “ilegal” la cesión de Crimea a Ucrania (no hizo “nada más”, pero la amenaza era clara).

No olvidemos lo sucedido en las dos guerras de Chechenia (1994-96 y 1999-2000) o en Georgia en 2008 cuando el imperialismo ruso no dudó en intervenir.

También es cierto que Ucrania no es lo mismo que Georgia. Tiene 46 millones de habitantes y es más grande que todo el estado español. El ejército ucraniano es, sobre el papel, el más grande de Europa, pero ante una invasión rusa no está claro cuál sería su respuesta. Por eso mismo han creado una nueva Guardia Nacional de 60.000 miembros, porque no se fían. Lo ocurrido con el Almirante Berezovsky en Crimea demuestra que el ejército ucraniano podría dividirse en dos. El nuevo gobierno le nombró y le envió a Crimea. Nada más llegar Berezovsky se puso a disposición de las autoridades pro-rusas de la península.

La crisis ucraniana ha abierto la posibilidad de una intervención militar rusa, pero también hay otras posibles vías de desarrollo del conflicto. 

Podría desencadenarse una guerra civil que crearía las condiciones para la partición de Ucrania y que forzase la intervención rusa. Sería la desintegración de ese Estado tal y como lo conocemos hoy. Si el gobierno del presidente ucraniano Arseni Yatseniuk no puede ofrecer otros “éxitos” pueden verse empujados al conflicto por su propio discurso nacionalista.

A ninguno les interesa una guerra

Pero también hay que contemplar la posibilidad de que el gobierno actual se consolide si convoca elecciones de forma inmediata y controla a los grupos más violentos. Aunque se ha creado una situación prebélica, lo cierto es que parece que a nadie le interesa una guerra que complicaría enormemente el escenario económico mundial. 

Según señala Vicenç Navarro “Rusia es el tercer socio comercial de la UE después de EEUU y China, con un intercambio comercial de más de 500.000 millones de dólares en 2012. Alrededor del 75% de todas las inversiones extranjeras en Rusia proceden de la UE, siendo Rusia la mayor proveedora de gas de la UE. Y el capital de los grandes oligarcas rusos está en bancos europeos, en su mayor parte en la City de Londres”.

El problema es que Rusia se juega mucho. El 84% del petróleo y 76% gas ruso va a Europa, y una gran parte pasa por Ucrania. 

Ucrania también se juega mucho pues Rusia es su primer socio comercial, representa ¼ parte de su comercio exterior, y depende totalmente de Rusia en el terreno energético.

La UE, sobre todo Alemania, también se juegan mucho. Una guerra en Ucrania teniendo en cuenta la dependencia alemana de los suministros energéticos rusos tendría graves consecuencias en el corazón de Europa. 

Por eso, aunque las noticias destaquen todos los elementos que alimentan un enfrentamiento fatal, lo cierto es que también hay muchos intereses amenazados si estalla un conflicto armado de grandes dimensiones en Ucrania. No estamos en el año 14 de hace un siglo. Al menos, de momento. 

La propia Rusia, que es presentada como la más decidida belicista, no es fácil que vaya más allá de Crimea por iniciativa propia porque no está en su mejor momento. Su economía está cercana al estancamiento con un PIB creciendo un 1,4% en 2013 y una previsión del 2% para este año. Un parón en las exportaciones energéticas a Europa podría afectar al 20% de su PIB.

Europa podía haber jugado un papel determinante, pero lo único que le interesa a los grandes empresarios y a los actuales gestores del imperialismo europeo es hacer negocio. Al mirar a Ucrania ven gas y cereales, y un nuevo mercado a conquistar, no un pueblo que padece. La ambición imperialista de la UE ha colaborado a alimentar la crisis.

Tanto las revueltas, como el crecimiento de los fascistas, como el crecimiento del Partido Comunista Ucraniano (PCU), son la consecuencia directa de una crisis económica, política y social muy profundas y prolongadas en el tiempo. Hay un vacío en la izquierda por la carencia de alternativa al burocratismo y al capitalismo que, al menos en parte, será ocupado por el PCU. El problema es que este partido después de 2004, en lugar de mantener una posición de independencia de clase, respaldó al sector de la oligarquía representado por Yanukovich y el Partido de las Regiones con el argumento de que era “el mal menor”. Fue un grave error que ha impedido que el PCU jugase un papel más importante hasta ahora. La cuestión es qué evolución va a tener este partido. O bien aprende de los errores y levanta un programa independiente y de unidad de la clase trabajadora por encima de las distintas nacionalidades, lo que permitiría a los trabajadores de Ucrania tener una referencia común, o, de lo contrario, si sigue en su línea de apoyo a Yanukovich le puede llevar a defender una línea nacionalista pro-rusa.

¿A quién apoyamos, a las hienas europeas y estadounidenses o a los chacales rusos que están devorando el cuerpo del pueblo ucraniano? El pueblo de Ucrania tiene que buscar su alternativa sacudiéndose a los carroñeros.

No podemos aceptar la lucha por áreas de influencia de los grandes monopolios, se disfrace como se disfrace. La lucha que asumimos los trabajadores, la lucha que nos hará un poco más libres, en Ucrania y el resto del mundo, es aquella que nos acerque a sustituir la fatal competencia por la colaboración entre los pueblos.

TOMADO DE: REVISTA CLARIDAD: http://www.nuevoclaridad.es/revista/index.php/revista/internacional/525-ucrania-o-el-espejismo-de-la-prosperidad-capitalista

La ofensiva imperial contra Maduro y Putin

miércoles, 19 de marzo de 2014

Vicky Peláez (RIA NOVOSTI, especial para ARGENPRESS.info)

¡Escúchame! Los romanos sólo toleran quienes les sirven.
(Max Gallo, “Espartaco”, p.78)

La guerra mediática que se desató casi simultáneamente contra el presidente de Venezuela Nicolás Maduro y su colega Vladimir Putin de Rusia demuestra por enésima vez que Estados Unidos no tolera vivir con ningún país que se atreva a ser una nación independiente y soberana, con su propio modelo económico y su agenda geopolítica, por eso está dispuesto a utilizar todo a su alcance para lograr su destrucción.

Después de la caída de la Unión Soviética, Washington trazó un plan respecto a la nueva Rusia, en manos de su oportunista y permanentemente borracho presidente Boris Yeltsin y su séquito de corruptos oligarcas “barones”, según el cual este país estaría destinado a no sobrevivir hasta el Siglo XXII. En lo respecto al Siglo XXI, Rusia mantendría, según los gurús iluminados estadounidenses, su condición de una potencia regional de segunda mano sin llegar a convertirse todavía en el “patio trasero” norteamericano y de la OTAN. Pero no contaban que con la llegada de Vladimir Putin al poder, el plan norteamericano empezaría a resquebrajarse y caerse como una casa de naipes.

A la vez Venezuela, tradicionalmente tenía un lugar algo privilegiado en este tan tristemente famoso “patio trasero” debido a sus 329 mil millones barriles de petróleo, y actuaba como un simple y obediente títere del Gran Patrón. Esta situación siguió hasta 1999 cuando asumió la presidencia del país Hugo Chávez quien en 14 años terminó con la dependencia del país, lo transformó en la República Bolivariana y lo enrumbó hacia el Socialismo del Siglo XXI. Fue una gran sorpresa amarga para la única superpotencia del mundo cuyos líderes pensaron y tramaron que este experimento no duraría ni un año.

Al verse equivocados organizaron un golpe de Estado en 2002, pero el pueblo venezolano y sus fuerzas armadas frustraron aquel golpe y devolvieron el poder a su comandante Chávez. Fue otra gran sorpresa para los iluminados de Washington a quienes ya les había advertido en 1989 uno de los más lúcidos intelectuales franceses, Jacques Attali en su libro “Millennium” donde acertó que “los pueblos de periferia se revelarán un día y romperán lo que es equivalente al nuevo Muro de Berlín que está edificando Norteamérica para asegurar su dominio del Sur”.

La muerte de Hugo Chávez en 2013 fue percibida por Washington como un momento ideal para intensificar la campaña desestabilizadora contra el gobierno bolivariano y su nuevo presidente legítimamente elegido Nicolás Maduro. Para iniciar esta labor utilizaron a la oligarquía local, la clase media acomodada y adiestraron a los estudiantes de las universidades privadas en el terrorismo y la organización de caos para hacer caer al gobierno de Maduro. En otro rincón del mundo ubicado a 9,630 kilómetros de Caracas, en Kiev, Ucrania decidieron hacer algo parecido para que de una vez y para siempre terminar con la esfera de influencia de Rusia, esta vez en Ucrania, siguiendo los consejos de uno de los asesores “invisibles” de Barack Obama, un enemigo de Rusia, Zbigniew  Brzezinski. Este hombre adorado por un poderoso sector de intelectuales y oligarcas rusos siempre postuló que “Rusia sin Ucrania jamás sería una gran potencia”.

Al fracasar la llamada “revolución de color naranja” en Ucrania en 2004, los servicios de inteligencia norteamericanos y de los países de la OTAN se encargaron a entrenar a los nuevos “revolucionarios” ucranianos, especialmente en Polonia y Lituania en la lucha de “baja intensidad” utilizando el terrorismo y sabotaje de matiz neo nazista. Lo que sucedió en Ucrania ha sido en realidad un golpe de Estado neo nazista inspirado, financiado y promovido por los Estados Unidos y la Unión Europea.

¿Y qué se puede esperar de Estados Unidos, si el discurso nazi de Hitler tenía entre sus principales fuentes al libro del magnate norteamericano, Henri Ford, “El Judío Internacional”?. En su libro “Meine Kampf”, Hitler citó partes enteras del texto de Ford. Lo curioso que igual como en Alemania de Hitler, esta vez en Ucrania los oligarcas locales de origen judío han participado en la financiación de los partidos y movimientos nazistas con el consentimiento de sus colegas europeos. El actual designado por Washington primer ministro de Ucrania, Arseniy Yatsenyuk es también de origen judío.

Por supuesto, Rusia se quedó alarmada con el acontecer ucraniano y presentó sus preocupaciones, especialmente relacionadas con la destitución arbitraria del presidente ucraniano Víctor Yanukovich legítimamente elegido por el pueblo, igualmente por la situación en la península Crimea que alberga la Flota del Mar Negro de Rusia y donde el 60 por ciento de su población de 2,000,000 de habitantes la constituyen los rusos. No hay que olvidar que Crimea, que desde 1783 era parte de Rusia fue traspasada en 1954 por Nikita Khrushchev a Ucrania que era parte de la Unión Soviética. La península es vital para Rusia que le da la salida al Mar Mediterráneo. El hecho de que el parlamento de la península decidió crear sus fuerzas armadas, votó por su reintegro a Rusia y convocó el referéndum sobre esta decisión para el próximo 16 de marzo, fue tomado en seguida por Estados Unidos y la Unión Europea como un pretexto para tergiversar la realidad, y acusar a Vladimir Putin de lo que sucedió en Ucrania.

En seguida igual como en el caso de Maduro, Putin se convirtió en el blanco preferido de los políticos occidentales y de los medios de comunicación corporativos globalizados. En ambos casos los periodistas globalizados atacan a ambos presidentes utilizando la “técnica de Maidan” (la plaza de Independencia de Kiev que se convirtió en el epicentro de la “revolución neo nazi” de color marrón). Al presidente Maduro lo tildan de “dictador”, “ignorante”, “títere de Cuba” y le pronostican que seguirá el destino de Saddam Hussein y el de Muammar Gadafi. Mientras tanto los disturbios no cesan en Venezuela y ya hay más de 20 muertos y más de 100 heridos. Muchos de ellos son víctimas de unos desconocidos francotiradores, igual como está sucediendo en Ucrania.

Lo interesante en Venezuela es que los que protestan violentamente no son pobres sino las personas acomodadas de clase media y los estudiantes de las universidades privadas hábilmente organizados y financiados por los Estados Unidos. Las protestas en Venezuela, igual como en Ucrania se someten a las numerosas especulaciones en la prensa. El periodista de Aporrea, Modesto Guerrero opinó que “hay similitudes en un intento de un sector de oposición de derecha contra un gobierno electo democráticamente que no es del gusto de poderes imperiales (en el caso ucraniano son la OTAN y más Estados Unidos y en el caso venezolano son Estados Unidos Y Canadá) que están combinando todos los recursos de lo que se llama “guerra de baja intensidad”: algunas muertes, muchos heridos, impacto mediático, imágenes terroríficas”.

Hace poco el sacerdote jesuita panameño Jorge Sarsaneda del Cid formuló en la red unas 15 preguntas cuestionando los motivos de la violencia desatada en Venezuela por la oposición. Señala que mientras la oposición está denunciando el hambre y la escasez de productos de la primera necesidad organizando los destrozos, incendios y manifestaciones, las Naciones Unidas presentan las estadísticas según las cuales Venezuela fue uno de los “cuatro países con menos hambre en América Latina en 2012”. A la vez ¨los avances en salud están entre los más destacados de la región”. También señala que en Venezuela “más del 42 por ciento del presupuesto del Estado se destina a las inversiones sociales y en los últimos años cinco millones de personas salieron de la pobreza. Todo esto muestra que detrás de los desmanes de la oposición está la mano siniestra de los globalizadores corporativos aliados con la oligarquía nacional en su lucha por hacer retornar a Venezuela al seno del patio trasero del imperio. Y por supuesto, el presidente Nicolás Maduro que lo está impidiendo se convierte en un enemigo del cual ellos seguirán tratando deshacerse como sea.

El mismo tipo de la guerra mediática de índole política está orientado contra Vladimir Putin quien se da cuenta perfectamente de que en el juego no está simplemente en la incorporación de Ucrania a la Unión Europea sino su entrada en la OTAN lo que haría peligrar seriamente la seguridad nacional rusa al verse el país, rodeado por las bases de la OTAN y obligado a entrar en una nueva carrera armamentista sacrificando así su desarrollo económico y el bienestar de su pueblo. Pero al tergiversar la realidad, los políticos occidentales crean el pretexto para acusar descaradamente a Putin como “Vlad el Martillo”, “Invasor”, “Mafia Gangster”, “el Agresor”, “el Nuevo Hitler”, “el Imitador de Mussolini” o simplemente “el hombre que perdió contacto con la realidad”, es decir un loco, según la canciller de Alemania Angela Merkel.

Mientras tanto uno de los asesores oscuros de Barack Obama, Zbigniew Brzezinski ya está aconsejando a la OTAN de “ponerse en alerta” y estar lista para una intervención, como lo señaló en su reciente artículo “What is to be done? Putin’s aggression in Ukraine needs a response”. Pero los Estados Unidos sin esperar ninguna agresión rusa, ya están presionando a Rusia financieramente. El asesor adjunto de seguridad nacional de Barack Obama, Tony Blinken afirmó hace poco que “que en términos de aislar a Rusia lo que hemos visto como resultado de apoyo movilizado es que los mercados financieros de Rusia han registrado caídas, el rublo ha registrado caídas y los inversionistas se preguntan si deben a involucrarse o no en Rusia debido a la inestabilidad”.

Teniendo en cuenta todo lo que se está sucediendo en Venezuela, Ucrania y en el resto del mundo podemos afirmar que la Guerra Fría del Siglo XXI ha comenzado tomando como pretexto no la lucha contra el comunismo, sino por el dominio del mundo y de sus recursos naturales. En el caso de Venezuela se trata de 329 mil millones de barriles de petróleo y respecto a Ucrania en el juego están el control de la tercera exportadora de granos en el mundo después de Estados Unidos y Argentina y sus 39 millones de millones de pies cúbicos en reservas de gas natural de esquisto.

También con Ucrania incorporada a la OTAN, Rusia se verá rodeada de bases militares hostiles, esperando los Estados Unidos y la Unión Europea la oportunidad de iniciar la “ucranización” de Rusia con la ayuda de su quinta columna en este país que tímidamente ya está mostrando su cara haciendo comentarios sobre un enorme costo de una posible incorporación de Crimea a Rusia que sin duda alguna traerá la irritación de los Estados Unidos.

A la vez, los intentos norteamericanos de “ucranizar” Venezuela están orientados hacia el debilitamiento del proceso de integración latinoamericana y la erradicación del proyecto del Socialismo del Siglo XXI.

Para los amos de este mundo el “pasado”, como solía decir William Faulkner, “nunca está muerto”. Sin embargo, su permanencia depende también de la voluntad y sabiduría de los pueblos y del grado de su anhelo hacia el futuro diferente.

El conflicto en Crimea y la nueva guerra fria

http://multimedia.telesurtv.net/web/telesur/#!es/video/dossier-219914

 

 

Claves para entender el conflicto entre Rusia y Ucrania por Crimea

Estos son los grupos étnicos y su distribución en Crimea. (Foto: RT)

Tras la caída de Víktor Yanukóvich, Crimea se convierte en el centro de una escalada de tensión y un posible conflicto entre Rusia y el Gobierno de Ucrania.

 Crimea, es una república autónoma de Ucrania. Actualmente está en el centro de una escalada de tensión y un posible conflicto entre Rusia y el Gobierno de Ucrania tras la caída de Víktor Yanukóvich.

A continuación conozca las claves del conflicto:

 -Crimea posee un territorio que abarca toda la península homónima situada en la costa norte del mar Negro, salvo Sebastopol, parecida a la isla de Sicilia en cuanto a superficie.

-Es un centro de sentimiento proruso. La región cuenta con 2,3 millones de habitantes, la mayoría de los cuales se identifican como rusos étnicos y hablan el idioma ruso.

-Tras la revolución rusa de 1917, Ucrania se convirtió en una de las Repúblicas Socialistas que conformaron la Unión Soviética (URSS). Crimea pasó a ser una República Autónoma dentro de la unión de países.

-Con la disolución de la URSS en 1991, y la declaración de la independencia de Ucrania, la península volvió a convertirse en un botín de guerra entre el nuevo estado y Rusia.

-En 1992, el Soviet Supremo ruso anuló el tratado por el cual Crimea se incorporaba a Ucrania, y la volvió a declarar República Autónoma. Sin embargo, Ucrania logró mantenerla dentro de su territorio, aunque como una región con considerable autonomía.

Crimea lleva tan solo 70 años siendo parte de Ucrania, lo que en términos históricos para un territorio que ha sido ocupado por griegos, romanos, hunos, bizantinos y turcos, entre otros es un abrir y cerrar de ojos.

-Esta es una República autónoma dentro de Ucrania, pero tiene mayoría de rusos hablantes y una importante influencia rusa. Estos habitantes no aceptan al Gobierno de facto en Kiev (capital ucraniana).

-Tras la caída de Yanukovich, el presidente Putin pide y posteriormente obtiene autorización del Senado para el empleo de las tropas rusas destacadas en Crimea, con el fin de defender a los ciudadanos rusos en ese territorio.

-Según el último censo de 2010, los ucranianos étnicos componen el 24 por ciento de la población de Crimea, en comparación con el 58 por ciento de rusos y 12 por ciento tártaros.

-La región votó mayoritariamente por Viktor Yanukóvich en las elecciones presidenciales de 2010, y actualmente esta población está en contra de la salida del presidente, considerando que hubo un golpe de Estado.

-Tras la salida de Yanukóvich, la mayoría rusa se reunió ante el Parlamento local en Simferópol para demandar su apoyo. Exigían la vuelta a la Constitución de 1992, que contemplaba la existencia de un presidente y de independencia en la política internacional de Crimea.

A Crimea le afecta mucho una de las primeras decisiones del nuevo Gobierno de facto de Kiev, que canceló la ley que permitía que el ruso (y otros idiomas minoritarios) fuera oficial en las regiones multiculturales.

-La disputa está que en Crimea, está Sebastopol, la ciudad más importante de esta república donde Rusia tiene la base de su flota, uno de los puertos claves del Mar Negro. Según el último acuerdo firmado con el gobierno ucraniano, Rusia mantendría ese puerto hasta, al menos, 2042.

-Por razones geoestratégicas, Rusia no está dispuesta a perder la base de Sebastopol.

-La relación entre Crimea y Rusia no obedece a mapas o fronteras demarcadas sino a factores como vínculos étnicos, tradición, lenguaje e historias del pasado.

-La ubicación geoestratégica de Crimea es por la península en el Mar Negro, ruta de intercambios comerciales globales y ductos que transportan petróleo y gas de Oriente a Occidente.

-Los ultraderechistas de Ucrania occidental amenazaron con enviar a la región «trenes de amistad» con fuerzas para sofocar cualquier tipo de resistencia a la revolución.

-Estados Unidos pidió a Rusia que detenga su misión en Crimea y advirtió que de hacerlo habrá consecuencias. Tal advertencia podría generar un conflicto no solo entre Ucrania y Rusia, sino también que incluiría a países de Occidente.

teleSUR-RT-InfoBAE-BBC/jg-BM
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Domingo 2 de Marzo de 2014, 05:13 am

Militares ucranianos en Crimea abandonan los cuarteles

Manifestaciones prorrusas en Crimea.

Los efectivos de Ejército ucraniano desplegados en la península Crimea abandonan masivamente los cuarteles y presentan sus dimisiones. Los arsenales e instalaciones militares pasan bajo control de las fuerzas de autodefensa que desde el jueves han garantizado el orden de la región.

 Los militares de las Fuerzas Armadas de Ucrania que están en Crimea están dimitiendo en masa, según informa la agencia RIA Novosti.

Los grupos de autodefensa en Crimea han tomado los equipos y arsenales militares que fueron abandonados por los militares. Estas fuerzas proporcionan seguridad y orden en la región.

El primer vicepresidente de Crimea, Rustam Temirgalíev, dijo el sábado que en la península no quedaban unidades con capacidad de acción de las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Por su parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, dijo por teléfono a su par estadounidense, Barack Obama, que Moscú se reserva el derecho de proteger sus intereses y los de los ciudadanos de habla rusa en Ucrania, informó el Kremlin.

El Consejo de la Federación del Parlamento de Rusia aceptó unánimemente la solicitud de Putin sobre el envío de números limitados de tropas a Ucrania para estabilizar la situación y proteger a los ciudadanos en Crimea.

Crimea es una República autónoma dentro de Ucrania, pero tiene mayoría de rusos hablantes y una importante influencia rusa. Estos habitantes no aceptan al Gobierno de facto en Kiev, capital ucraniana. Actualmente está en el centro de una escalada de tensión y un posible conflicto entre Rusia y el Gobierno de Ucrania tras la caída de Víktor Yanukóvich.

La región cuenta con 2,3 millones de habitantes, la mayoría de los cuales se identifican como rusos étnicos y hablan el idioma ruso. La relación entre Crimea y Rusia no obedece a mapas o fronteras demarcadas sino a factores como vínculos étnicos, tradición, lenguaje e historias del pasado.

Los ultraderechistas de Ucrania occidental amenazaron con enviar a la región «trenes de amistad» con fuerzas para sofocar cualquier tipo de resistencia a la revolución.

teleSUR-RT-Ria Novosti/KP

«DOSSIER»: Rusia reacciona en Crimea (Ucrania)

http://multimedia.telesurtv.net/web/telesur/#!es/video/dossier-214629