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Jesús Santrich: respuesta a carta de Álvaro Leyva e Iván Cepeda

Bogotá D.C., 09 mayo de 2018

Doctores:

ÁLVARO LEYVA DURÁN

IVÁN CEPEDA CASTRO

E. S. D.

Estimados compatriotas, les envío mi saludo lleno de aprecio y esperanza en la paz de Colombia.

He recibido y me han leído sin prisa la carta que me envían con fecha de 7 de mayo, la cual agradezco por su deferencia y alta carga de preocupación por los destinos de nuestro sufrido país. Debo decir que ustedes me dejan casi sin palabras frente a tanto argumento que reclama seguir adelante, pese a todas las adversidades, en la defensa del Acuerdo de La Habana y en la búsqueda de la reconciliación.

Debo decirles que aún en mi situación actual, sigo creyendo en la inmensa capacidad que tenemos de transformar el mundo de manera positiva inspirados en el principio de la esperanza. Creo totalmente en que podemos confiar en la condición humana poniendo a un lado esa idea de que el hombre es lobo del propio hombre, y que así muchas veces sintamos como Bolívar que hemos arado en el mar y predicado en el desierto, no podemos dejar de soñar en que es posible construir nuevos estadios de organización social en libertad.

Ahora recordaba un artículo de prensa que escribí sobre un concierto en homenaje a la paz de Colombia que brindara en La Habana el maestro Frank Fernández, y que por sus descripciones musicales en la redacción fue del gusto del Dr. Leyva. Crónica de una noche inolvidable se titulaba. Pensé entonces que, como lo hacía el gran pianista de Mayarí, debíamos romper ciertos esquemas y poner a volar la imaginación. En el mismo sentido, tenemos que trazarnos nosotros el papel de transformar con mucho realismo, en favor de las mayorías el especio que nos circunda.

Frente las actuales circunstancias, lo cierto es que no sé si debamos seguir siendo los apóstoles de una fe ciega en el dogma de una paz que del otro lado solamente expresa promesas incumplidas, por una parte, y amenazas de destrozar lo que se había pactado, que, dicho sea de paso, ya no queda nada.

Como en las épocas del romanticismo, pienso que me corresponde tener más confianza en el iluminismo, apegarme a la razón más que al deseo propio de la fe, sobre todo cuando el principio legal de “la buena fe” ha sido apuñaleado. Y digo esto sin dejar de creer en la posibilidad cierta de la vida en armonía, en la posibilidad de un estadio social en el que, por decirlo menos, y la humanidad de este rincón del mundo pueda ejercer y potenciar sus posibilidades de existencia creadora, con conocimiento, en felicidad y concordia, que es lo que entiendo por libertad.

Quiero decir, entonces, que así no queramos, se nos impone el deber de sacudirnos del poder del Estado cuando este actúa con perfidia e indolencia; se nos impone el deber de seguir dando vuelo a la creatividad liberadora. Podríamos decir que deberemos hacer la sonata de la vida rompiendo el ciclo tradicional de los 4 movimientos de ensamble arbitrario en el que la forma sonata importaba más que el rondó o el minutero…, ¿Romperemos esta arquitectura? ¿La unificaremos? ¿La llenaremos de más sensibilidad y humanidad?

No quiero otra cosa, con esta evocación que llevarlos sin tanta política desgastante, hasta las cumbres de la novena sinfonía en RE menor; opus 125 y La Misa Solemnis en RE mayor; Opus 129. Sobre todo, al movimiento final, a la gracia de sus solistas y coros excepcionales que cantan la Oda de la Alegría del eminente poeta y soñador romántico Friedrich Schiller; oda que en realidad manifiesta el sentido básico de la existencia: Vivir todos como hermanos.

Que simple parece, pero qué difícil ha sido; que intrincado parece que los integrantes del Bloque del Poder Dominante entiendan que no pedimos más que la libertad en el sentido humilde y sencillo en que ya lo expresé: el ejercicio pleno de la vida en concordia, felicidad y conocimiento, conjugando en cada momento el verbo amar.

Pero del dicho al hecho hay mucho trecho…; y aquí estamos con Acuerdo de Paz, luchando hasta su firma con esfuerzo, pasión y convencimiento, el cual ha sido poco a poco destrozado, incluso por parte del gobierno que lo firmó. O sino miremos como ejemplo el Proyecto de Ley de Tierras radicado en consulta previa que de fondo contraviene lo pactado.

Aparte, cada punto del Acuerdo ha sido, no implementado, sino “renegociado” con la demolición del Pacta Sunt Servanda. Y más allá de las contradicciones y choques entre los grupos y partidos de derecha, se levantan casi al unísono las construcciones hegemónicas que se han creado y se siguen creando, reproduciendo las viejas valoraciones de beneficio total al orden previo a los Acuerdos.

Su simbología de poder y su institucionalidad tal cual, se siguen justificando invariables. Valga poner para mostrar que ni siquiera en el lenguaje se varía, el discurso reciente del Presidente en su ultima salida al exterior, cuando caracterizó el pacto de La Habana como un “Acuerdo Barato” (claro, si como el Estado no quisiera comprometer en la implementación más de 0,8% del PIB). Y también podemos mostrar el caso flamante del Alto Comisionado de Paz interviniendo en la Cámara de Representantes con el mismo tono que cuando era Ministro de Defensa; hablando todavía de un Acuerdo con el que “se logró someter a los Criminales de las FARC”.

Que falta de grandeza y de autocritica respecto a la responsabilidad que le corresponde al Estado en la tragedia que significó y significa esta guerra de más de medio siglo. Y por la misma vía siguen los constructos normativos y mediáticos en los que los malos no son también los insurgentes, sino únicamente ellos.

Esas matrices que hacen otear muy lejano el puerto de la paz, de manera muy fuerte y efectiva están en los medios monopólicos de comunicación masiva propiedad de los que mucha leña le han tirado a la hoguera de la guerra, mientras no le han brindado ni una misa a las víctimas, ni anhelo de paz.

Estos son, así nieguen, los más portentosos contingentes artilleros en el campo de la guerra ideológica que no cesa. Sus batallones, brigadas y divisiones mercenarias tienen el cargo de construir y sostener a cualquier costo el consenso de masas en favor del sistema, casi en el plano de una visión que implantan como parte del sentido común, y que es como decir el engranaje a profundidad de los valores de esa “cultura” venal y mafiosa que de una y otra manera admite la corrupción y la impunidad.

Ese es el “consenso” que nos han fabricado e impuesto; el “consenso de democracia gobernable” que llaman. Y con ello quieren seguir domesticando una grey para el odio, impedida mentalmente para la tolerancia y los cambios que requiere la paz. Pero esto no quiere decir que me sienta estar frente a una derrota aplastante. No.

Hay necesidad de seguir incrementando, así sean insultados y calumniados, a esa hegemonía que no puede ceder en principios y valores sin dejarnos cooptar, ni anonadar, enfrentando espejismos y trucos ideológicos; sin auto amordazarnos por el chantaje que existe y se incrementa en la persecución judicial e institucional de cualquier tipo, en general.

Ese también es asunto de un proyecto político verdaderamente alternativo que es lo que estamos llamados a defender aún a costa de nuestras vidas. Quiero en este recorrido de mi nota decir que comparto plenamente los fundamentos y propósitos de la misiva que me permitieron dar fe de vuestra vocación de paz y de todos los ingentes esfuerzos que, por su materialización, de manera permanente han hecho especialmente personas como ustedes, la doctora Piedad Córdoba, el doctor Alirio Uribe, y los compañeros Jaime Caicedo y Carlos Lozano.

Agradezco su preocupación por mi salud, que ahora sería lo de menos, como su reconocimiento en lo que respecta a la construcción del acuerdo; a lo que tuve que ver con ello. Se que el Proceso está en crisis y que ahora más que nunca hay que convocar soluciones, ante todo las que ustedes reconocen como soluciones de justicia social que están por encima de cualquier condición.

Asumí el Acuerdo con todos sus déficits, contando con que haríamos el gran compromiso nacional de reconciliación para avanzar hacía los cambios estructurales que jamás quiso tocar el gobierno “imagino que por aquello del Acuerdo Barato”. Pero cualquiera que sea el rumbo que tengamos no soy negociante de réditos personales, menos alrededor de sucios asuntos que ahora y desde antes he rechazado y condenado. No he sido, ni soy, ni seré mafioso. Mi vida en eso es transparente, más allá de las películas que quieran montar valiéndose de patrañas, sobre todo contando con la felonía de funcionarios corruptos que saben claramente que más del 80% de los movimientos financieros de este país están tocados por dineros provenientes de la ilegalidad y al respecto no mueven un dedo.

No hablo de mi posición sobre la política antidrogas porque es de conocimiento publico y en gran medida está consignado en los Acuerdos de La Habana y que está ligada a la necesidad urgente de la Reforma Rural Integral.

Nuevamente agradezco sus buenos oficios como la labor encomiable por la paz de Colombia de los mediadores, componedores, garantes y acompañantes nacionales e internacionales actuantes en cada asunto grande o pequeño, especialmente a Jean Arnault, Eamon Gilmore, José Luis Ponce, Anne Heidi Kvalsoren y Mariela Kohon entre otros voceros y voceras que no desmayan en su compromiso con nuestro país.

De mi parte, creo que he hecho todo lo que he podido por este acuerdo y su implementación, hasta donde lo han permitido las circunstancias, y lo he hecho con mucho amor.

Quiero que sepan esto, como deseo que sepan que amo la vida, sirviendo a los demás, sintiendo la felicidad de quienes logran satisfacer sus necesidades básicas. Amo la vida con todo y sus sufrimientos y sin sabores; sintiendo el dolor del otro y su abandono.

Creo que conscientemente he andado lo poco que conozco del mundo, caminando cuando he logrado mi mayor racionalidad hacia el horizonte de la utopía de la Colombia mejor para todas y todos. Por eso, con todo y ello creo que Stephan Hawking y el Papa Francisco pensarían que de nada vale la vida sino dejamos así sea una pequeña huella de dignidad que perdure.

En consecuencia, ir a lo que para mi es una batalla definitiva por el decoro, no es darse por vencido, jamás.

Como me dijera un amigo entrañable en estos días que son mis días de ganas de vivir y de vida más intensos en cuanto a mis sentimientos más profundos, tengo la certeza de que me voy con todas mis luces encendidas.

En fin, que nadie perciba que parto con la luz crepuscular de la derrota.

Con enorme aprecio,

Jesús Santrich

 


Carta que el senador Iván Cepeda y el exnegociador de paz Álvaro Leyva le enviaron a Jesús Santrich pidiéndole que levante la huelga de hambre que mantiene desde su captura, el 9 de abril pasado

A Jesús Santrich. Le escribimos esta nota para expresarle nuestra preocupación en momentos en que usted -pieza clave de la construcción de los Acuerdos de La Habana-, pone en vilo el valor de su mismísima existencia por considerar que ha sido ofendido moralmente con una acusación que lo destruye por ser quien es y que niega su andar de años por caminos de búsqueda de la paz nacional.Conoce usted el origen de nuestra vocación por la paz. Surgidos en orillas diametralmente opuestas, sin deponer nuestra posiciones e ideales, nos hemos propuesto hacer presencia en los más variados escenarios de la urgente reconciliación nacional. Ni escatimamos ni vamos a escatimar esfuerzos para alcanzarla. En este andar, hemos aprendido que la búsqueda de la paz carece de color político; que repugna con la intolerancia, fanatismos y los torpes ideologismos fundamentalistas; que requiere el compromiso de escrutar la verdad y dar testimonio de ella; que la felicidad colectiva implica conocer al otro, saberlo escuchar, comprender sus anhelos y esperanzas para superar lo que nos enfrenta peligrosamente y convocar soluciones de justicia social tan evidentes y necesarias que están por encima de cualquier bandera, sentimiento de raza, estirpe o condición.Y lo encontramos a usted en La Habana, Santrich. Venía de hacer uso de lo que consideraba era su derecho a la rebelión. Con otros, como plenipotenciario de la otra parte del conflicto, se sentó a la mesa: inteligente, hábil en la negociación, duro a su manera en momentos en que consideraba se requería esa postura en defensa de los propios; a la hora de la verdad, en momentos de grandes decisiones, paladín conciliador; usted, creativo por excelencia. De ello somos testigos presenciales.Invidente sí, no por eso ciego. Hemos sido testigos, asimismo, de que a pesar de las desconfianzas y de los temores en medio de las adversidades de la implementación, ha llamado a los suyos a cumplir y hacer realidad los seis puntos del Acuerdo de La Habana y el quehacer político en democracia con el compromiso de acogerse al Sistema Integral de Justicia, Verdad, Reparación y No Repetición. No concebimos que la culminación de toda esa obra gigante, de la cual es usted también artífice, pudiera ser un sucio trueque que cambie trozos de gloria, por réditos provenientes de un negocio que, en el mismo documento de paz, surge el compromiso de combatir y destruir. Nos consta que en la negociación de ese punto del Acuerdo, usted defendió la necesidad de acabar con ese negocio que tanto daño le ha hecho al país, que insistió en la Mesa en asociar la política de sustitución de cultivos a una verdadera reforma agraria y a ofrecer planes alternativos a los campesinos.Sigue siendo usted un arquitecto central de la paz nacional. Por ello lo esperan los suyos, sus compañeros de lucha. Mire usted además cómo la comunidad internacional reconoce su valiente recorrido y aportes. Por algo han ido al lecho desde el que usted clama justicia a su manera, personajes de la talla de Francisco de Roux S. J., Jean Arnault, Naciones Unidas, Consejo de Seguridad; Eamon Gilmore, Enviado Especial de la Unión Europea; José Luis Ponce, Embajador de Cuba; AnneHeidi Kvalsoren, Enviada Especial de Noruega, y otros de similar estatura y condición.
“Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad”,
 dijo Nelson Mandela. Santrich, desde polos opuestos de su primer recorrido vital, que lo fuimos nosotros, los que suscribimos esta misiva, le decimos a usted: viva para construir más paz; aún le falta andar para poder dormir por toda la eternidad. Y sabemos que no le tiene miedo a la muerte,más sin embargo tenga presente el pensamiento de Stephan Hawking:
“No tengomiedo a la muerte, pero no tengo prisa por morir. Tengo mucho que hacer primero.”
Y grave en su corazón la enseñanza del Papa Francisco que debe ser estandarte detodos: No se puede interpretar la existencia como un encontrarse de casualidad en el mundo y un caminar hacia la nada. No caminamos hacia la nada, Jesus Santrich. Caminamos con usted hacia la paz para todos. Aún para que la gocen sus más crueles detractores. Darse por vencido, jamás.
Fdo. Alvaro Leyva Durán                     Fdo. Iván Cepeda Castro
Bogotá, mayo 7 de 2018

“PARA LOS EXCOMBATIENTES DE FARC SE VIENE LA MÁS PERTINAZ Y VENGATIVA PERSECUCIÓN JUDICIAL”: JESÚS SANTRICH

Tomado de «Lanzas y Letras» http://lanzasyletras.org/2018/04/10/para-los-excombatientes-de-farc-se-viene-la-mas-pertinaz-y-vengativa-persecucion-judicial-jesus-santrich/

 

Una semana antes de ser detenido, Jesús Santrich, el más crítico entre los comandantes de las ex-FARC, analizó en diálogo con Lanzas y Letrasla situación en que se encuentra su fuerza política. “Cometimos un error estratégico y estructural”, afirma.

En la entrevista, realizada en el marco de la investigación Final Abierto: 20 miradas críticas sobre los acuerdos con las insurgencias (2010-2018)* de próxima publicación, el excomandante guerrillero no ahorra duras palabras para calificar la implementación de los acuerdos de La Habana, proceso al que rotula sin ambages como “altamente negativo”.

Por su ascendencia sobre la militancia fariana, no es descabellado pensar que su detención sea un intento por “sacar de en medio” a una de las figuras que, desde la Dirección Nacional de la nueva FARC, cuestiona los resultados que viene arrojando lo pactado hace algo más de un año atrás.

La próxima visita de Donald Trump a Colombia, y las palabras del presidente Santos afirmando que “no le temblará la mano” para firmar la extradición solicitada por los EE.UU., también hacen parte inevitable del contexto en el que se enmarca esta detención.

Más allá de análisis y especulaciones, en las líneas que siguen podemos encontrar el pensamiento claro de Santrich: cita a  Marulanda para afirmar que fue un error “entregar” las armas en lugar de hacer una “dejación” como estaba planteado, y propone al ELN una estrategia de unidad. En sus palabras se encuentran respuestas no solo a las preguntas hechas en la entrevista, sino a la gravísima coyuntura que, con hechos como este, atraviesan los procesos de paz.

 A más de un año de firmados los acuerdos de La Habana ¿cómo valora usted la implementación de lo allí pactado?

Mi conclusión es que la implementación del Acuerdo de Paz tiene un balance altamente negativo. Esta afirmación la sustento con algunas argumentaciones irrefutables:

La primera es que, al someter a renegociación el Acuerdo luego de su refrendación, se pisotearon principios esenciales para la confianza como el Pacta sunt servanda y el de Buena Fe. El Derecho Internacional consagra que “todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe”. Tal inviolable condición está claramente señalada en el artículo 26 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969 y en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados Celebrados entre Estados y Organizaciones Internacionales de 1986, los cuales fueron instrumentos que desde el principio colocamos como respaldo de lo que se debatía en La Habana.

Del principio de Buena Fe no se puede decir menos. Lo cierto es que, hasta jocosamente, muchas veces en la Mesa hablamos de que debíamos tener palabra de gallero, como se dice en los pueblos del caribe colombiano para expresar que cuando se pacta no se puede mentir, que así no exista un papel y una firma por delante la palabra empeñada debe tener un valor sagrado, debe estar arropada de honradez, de verdad y rectitud en la conducta que entrañen probidad.

“Cometimos un error estratégico y estructural al haber convertido la dejación en entrega de armas sin que los aspectos centrales del Acuerdo se hubiesen concretado”

Pero no, lo que ha ocurrido es que este es el único acuerdo del mundo que se renovó cada día y es manoseado y distorsionado por cada rama del poder público en detrimento de sus contenidos y espíritu de origen.

Tal situación ha derivado, y sería un segundo aspecto característico de la implementación, en inseguridad jurídica, expresada en una ley de amnistía saboteada por los jueces de ejecución de penas y en una Jurisdicción Especial de Paz (JEP) que de alternativa al cuestionado Ius puniendi del Estado, pasó a convertirse en una reafirmación del derecho penal del enemigo, del derecho penal de los vencedores, como si el acuerdo de La Habana hubiese sido una rendición.

Esta JEP quedó convertida en una letal trampa para colocar solo a la insurgencia en el banquillo de los acusados, mientras se amplía el manto de impunidad para los militares y los llamados terceros agentes del Estado. Tal trampa buscará, con la ayuda de la corrupta fiscalía, colocarnos en manos de la venal y descompuesta justicia ordinaria hasta llevarnos a la cárcel.

En este plano lo que se viene para los excombatientes de las FARC es la más pertinaz y vengativa persecución judicial, que irá de la mano de la persecución paramilitar e incumplimientos de todo tipo, como el de terminar de liberar a los más de medio millar de compañeros y compañeras que siguen en prisión.

El tercer aspecto que caracteriza a la implementación es la tremenda inseguridad personal en que cayó el proceso; a estas alturas, después de algo más de un año, han sido asesinados 48 excombatientes amnistiados e indultados, incluyendo los familiares. Los familiares ya son 11 y ha habido también una cantidad de asesinatos contra dirigentes comunitarios de las áreas y de las zonas desde donde nos replegamos para ir a ubicarnos en lo que se dio en llamar Zonas de Transición y Normalización, que ahora son los espacios territoriales para la formación y reincorporación.

Tanta inseguridad se expresa en la dispersión evidente que hay del paramilitarismo o lo que hoy llaman Bandas Criminales. En Córdoba nuestros compañeros y compañeras tuvieron que salir hacia Antioquia a ubicarse en otras áreas porque estaban en territorios que estaban siendo copados por paramilitares, lo mismo ha ocurrido en otras áreas como Tumaco, donde fuerzas armadas ilegales están ahí como una amenaza y un peligro.

Otro aspecto característico derivado es el de la inseguridad socioeconómica. Podemos decir que, hasta el momento, en ninguna de las Zonas Veredales se están adelantando procesos socio-productivos que hayan salido de lo que se acordó en La Habana.

Con estas características de la violación del Pacta sunt servanda, el principio de la buena fe, el de la inseguridad jurídica, el de la inseguridad personal, la inseguridad socioeconómica y el de la desfinanciación del proceso, estamos transitando ya el pantano del incumplimiento, de la presión gubernamental e institucional, porque en esto no se trata sólo del gobierno, sino de todas las instancias de la institucionalidad colombiana, a lo que fue un compromiso sagrado de La Habana para alcanzar y lograr el derecho a la paz. Estamos ante un proceso fallido,

¿Por qué no fue posible concretar que las dos insurgencias, ELN y FARC, iniciaran y desarrollaran un solo proceso de negociación?

Al iniciar los acercamientos con el gobierno de Santos, debido a la intensidad de la confrontación no había muchas posibilidades de establecer coordinaciones con el ELN. Pero llegó un momento en los ciclos de La Habana donde pudimos tener comunicación e intercambios directos, sosteniendo la idea de unificar procesos. Ya nuestro ejercicio iba bastante adelantado respecto al ELN, cuya dirección debía hacer sus consultas internas y sus propios diseños.

Nosotros como FARC no podíamos pretender que el ELN se sumara simplemente a una agenda en cuya construcción no participaron, ni podíamos pretender que se plegaran a pre-acuerdos que ya estaban firmados porque, más allá de que tenemos identidades estratégicas, también tenemos puntos de vista diferentes en lo que respecta al tratamiento de la economía, del relacionamiento con la población. Pero de cualquier manera lo que sí consentimos desde nuestros primeros encuentros fue la consigna de “dos mesas, un mismo proceso”, y dentro de esa perspectiva como FARC hemos puesto al servicio del ELN todas las propuestas, inquietudes, experiencias que tuvimos a lo largo del proceso. Y esto se hizo no solo en La Habana sino también en Ecuador.

Reitero que se trata de compartir nuestra experiencia sin jamás interferir o pretender incidir en las decisiones que autónomamente le corresponde tomar al ELN como fuerza revolucionaria que tiene su propuesta estratégica y su propia visión de lo que es La Paz.

Hoy en día pienso que el ELN debe mirar de manera muy cuidadosa y con extremas precauciones lo que ha sido la implementación del acuerdo de paz con las FARC para evitar que les apliquen a ellos también una dosis de perfidia.

Pero independientemente de las circunstancias tan adversas, con el ELN debemos esforzarnos por construir y desenvolver una estrategia de unidad que permita, en un futuro próximo, que florezca un gobierno alternativo de convergencia. No tenemos otro camino que el de la unidad.

Con la entrega de armas FARC concreta un cambio de la estrategia que había sostenido durante más de cinco décadas. ¿Eso se debe a que cambió el sistema al que combatían o a que cambiaron las FARC? 

El régimen al que nos enfrentamos durante más de medio siglo no ha cambiado su carácter de injusticia. Esto quiere decir que los espacios para la lucha democrática siguen cerrados.

Nosotros tuvimos la aspiración de abrirlos y nos dispusimos a sacrificarlo todo para atender al sentimiento de reconciliación que palpita en los corazones de las mayorías empobrecidas excluidas de nuestro país y por eso adelantamos un proceso en el que jamás se habló de entrega de armas sino de dejación de las mismas, entendiéndose por ello la determinación de no involucrar armas en la política. Y eso debía ser un compromiso bilateral. En la base del pensamiento genuinamente fariano nunca estuvo presupuestado entregarle a nadie, menos a un tercero las armas, y en esto quiero recordar las palabras del camarada Manuel cuando dijo a un periodista argentino: “De acuerdo con la experiencia que hemos acumulado a lo largo de 40 años de lucha, para resolver los problemas sociales de este país se requiere de la presencia de las FARC. Nosotros haremos un acuerdo en algún momento, pero nuestras armas tienen que ser la garantía de que aquí se va a cumplir lo acordado. En el momento en que desaparezcan las armas, el acuerdo se puede derrumbar. Ese es un tema estratégico que no vamos a discutir”. (Manuel Maruranda Vélez, 6 de septiembre de 1998, diario Clarín de Argentina, reportaje del periodista Pablo Biffi).

Creo que estas palabras tienen absoluta vigencia. Llevan a pensar que, como FARC, conociendo la catadura históricamente traicionera de este régimen, cometimos un error estratégico y estructural al haber convertido la dejación en entrega de armas sin que los aspectos centrales del Acuerdo se hubiesen concretado, al menos en sus bases y en el diseño fáctico de sus garantías de cumplimento.