Por: Ricardo Robledo
Hace pocos días, se hizo viral un video que muestra cómo varios policías reducen a un adulto mayor, sangrante. En Colombia, las fuerzas armadas ya están acostumbradas a estos actos heroicos contra ciudadanos en estado de indefensión.
Resultan vanas las explicaciones posteriores de los atacantes, según las cuales, están cumpliendo órdenes y ejecutando su trabajo; o las de sus superiores aduciendo que son casos aislados; pero la realidad muestra la pasión por lo que se hace; las fuerzas represivas del estado están llenas de tales “casos aislados”, tal como ha sido el proceder de los miembros del escuadrón antidisturbios o de los guardianes de los centros carcelarios contra la población detenida.
Estas acciones de los integrantes de las fuerzas armadas del estado, corresponden al largo proceso de formación antipopular a la que son sometidos como apéndices del ejército imperial y por eso ven como el enemigo interno a las luchas de la población por la defensa de su soberanía o por el derecho a la vida digna en su territorio.
Adoctrinamientos en los que la principal componente es el odio a aquellos que se distancian de las creencias previamente definidas por las élites, lo que convierte a los opositores en objetos de menos derechos, hasta llegar al despojo de su carácter humano para facilitar el que sean ultrajados y expropiados de sus pertenencias, de su condición de ciudadanos, así como de la democracia, la constitución y la vida, que es como procede al actual narcogobierno en Colombia.
No en vano tal era la línea de la formación que los jefes del das ofrecían a los paramilitares para que se justificaran todo tipo de arbitrariedades contra la izquierda. Hasta la atrocidad jamás vista en la humanidad. Pero es algo que siempre han practicado los explotadores; en la invasión a América, se definió que los indígenas no tenían alma porque no estaban bautizados como cristianos lo que los hacía carentes de la condición humana, y por lo tanto, podían ser esclavizados, despojados y perseguidos a muerte.
Pero no son oscuras prácticas del pasado. Hace apenas algunos días, miembros del ministerio de las tic dejaban conocer su opinión de odio con respecto a las poblaciones indígenas de Colombia; tal vez afectados por el “síndrome de doña Florinda”, que los lleva a no reconocerse en el otro que detenta su misma condición de despojo y que los habilita para despreciar al que tiene un poco menos.
Ante todos estos atropellos, es bueno exigir que el Ser Humano, como homo sapiens, debe ser lo suficientemente sapiens como para asumir la objeción de conciencia.
Mayo 23 de 2020
CUADERNOS DE REENCUENTRO 