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El Sujeto Popular Transformador

Por Gonzalo Salazar

La necesidad de diálogos en el campo popular

La preocupación para quienes nos sentimos parte de la solución a la actual crisis humanitaria, y corresponsables en la construcción de un nuevo país y una nueva civilización humanista, independiente de los procesos organizativos, es si realmente se están generando las condiciones políticas, epistémicas, culturales necesarias, si estas incluyen la decolonialidad, la construcción de nuevas subjetividades de diferentes sectores y movimientos, la definición de sujetos dinamizadores en el proceso liberador emancipatorio para el presente o para el cercano futuro. Cuando hablo de nosotros, me refiero a los sectores, comunidades y movimientos populares en procesos de emancipación. Lo anterior nos lleva a preguntarnos:

¿Quiénes, qué sectores y o movimientos conformarían este sujeto social transformador?,

¿Cuáles serían sus características, sus objetivos a corto, mediano y largo plazo?;

¿Se requiere de una teoría, una filosofía económica y política elaborada solo por las élites intelectuales de la izquierda y la academia? O si también es necesario beber de las fuentes de la memoria, de las experiencias, de los saberes de las comunidades.

¿Se está conformando desde el diálogo y la confluencia de las visiones, cosmovisiones, culturas y utopías de las comunidades y sectores populares, un Pensamiento Crítico Propio diverso, una filosofía para asumir las transformaciones que necesitan nuestros pueblos, comunidades, sociedad y país?

¿De qué sectores sociales podrían surgir los elementos renovadores de nuestra subjetividad en este proceso?

Esas preguntas no son para responderlas en este escrito como una fórmula, son pasos y actos que se van dando en la praxis, en la medida que reconocemos nuestra actual subjetividad derivada de la colonialidad del poder oligárquico, del saber occidentalizado que se nos ha inculcado desde la escuela oficial, y del ser racializados e inferiorizados por el norte global, para a partir de allí indagar en la praxis cotidiana en qué coincidimos como colectivos, y decidir  como lo hemos hecho en la resistencia por más de 500 años, qué necesitamos, qué queremos y qué podemos hacer, en unidad y en consenso para transformar nuestra sociedad y país. Por ejemplo, podríamos plantear para esta época, en este país, que el sujeto revolucionario o transformador puede o debe ser plural, sin vanguardismos individuales, sin necesidad de “mayorías” ciegas determinantes, sin jerarquías rectoras ni aparatos supremos iluminados, -reliquias de un pasado que aún nos domina-; sin el machismo patriarcal que nos divide, nos abusa, nos viola, y maltrata física, sicológica, individual y colectivamente desde la cuna hasta la tumba. Proceso complejo que se nutre de las experiencias locales, regionales e internacionales de las luchas populares; de las experiencias de los movimientos antisistémicos actuales, y de las prácticas ancestrales; de nuestras relaciones como especie y de convivencia con la madre tierra en la construcción de alternativas para el buen vivir o para nuestro socialismo desoccidentalizado.

En la concepción de Sujeto Popular Transformador que venimos perfilando, con referencias de las experiencias revolucionarias del siglo XX en las diferentes naciones del continente (incluyendo Cuba), donde los pueblos intentaron cambiar los regímenes políticos y el modo de producción capitalista, igual que los ensayos de los progresistas en lo que va del siglo XXI, pero, principalmente por el reconocimiento de nuestras historias, cosmogonías y cosmovisiones, la visibilización de los sectores populares fundantes y de resurgentes como las mujeres, la juventud, e insurgentes como los ecologistas, con todos los componentes de nuestra nacionalidad diversa, podemos encontrar elementos constitutivos de ese Sujeto que aún no toma forma orgánica ni protagónica en la consolidación de un proceso liberador transformador.

Es una tarea de gran responsabilidad política superar la frustración de la revolución, desde la liberal burguesa con la guerra de “independencia”, que no logró consolidar una república liberal en la Nueva Granada, pues los liberales siguieron perdiendo con la disolución de la Gran Colombia, pasando por los intentos de instalar una modernidad a mediados del siglo XIX y principios del XX, seguida por la búsqueda de los revolucionarios de un proyecto socialista desde los años 20, que el reformismo liberal supo utilizar en los años 30. La lucha por la democracia burguesa continúa con el gaitanismo en los 40, que pretendía remover la estructura oligárquica; luego con la lucha armada utilizada por casi todas las tendencias de la izquierda en su deseo de instaurar el socialismo desde los años 50, unida a la insurgencia liberal de los llanos y del Tolima, luego retomada por múltiples sectores de la izquierda marxista (algunos en alianza con sectores católicos de base), indigenistas y socialdemócratas durante los últimos 55 años.

En los 80 del siglo pasado renace una posibilidad para una democracia concertada con la oligarquía, cuando se firmaron acuerdos de paz entre la insurgencia y el Estado[1]  que en nada cambió la situación económica y social para el pueblo, a pesar de la coordinación de las organizaciones armadas (Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar) y del auge de los movimientos populares en esa época. Otra oportunidad no gestionada por la insurgencia ni por la izquierda durante este período fue la del paro cívico nacional del 77, en el que no se consolidó un sujeto ni una conducción colectiva definida que pudiera dar continuidad y cohesión a posteriores luchas por el poder para el pueblo, en que la insurgencia y la izquierda en su conjunto no aprovecharon ese momento para impulsar la construcción del Sujeto o del bloque de poder, viabilizado a través de un movimiento revolucionario popular, que pudiera echar cimientos para el futuro poder popular.Todos estos conatos para encender la pradera de la opresión siempre han estado supeditados a los principios, esquemas y discursos construidos en Occidente, de allí surgieron los paradigmas para nuestros revolucionarios que taparon con un dedo el sol del colonialismo, que no nos ilumina sino, que nos consume; pues fuimos incapaces para identificar o construir un sujeto colectivoa partir de nuestras particularidades históricas, económicas, sociales y culturales

Hoy la insurgencia reducida y la izquierda tradicional, aisladas, pretenden a través de los acuerdos de la Habana y las negociaciones con el ELN, reinsertarse y reacomodarse en la institucionalidad para desde allí ganar el gobierno y realizar los cambios propuestos que requiere nuestra nación; camino muchas veces recorrido, en el que no han mirado hacia los lados, donde el progresismo para llegar a sus respectivos gobiernos tuvo que cambiar sus estrategias, empezando por cambiar su discurso y movilizar a sus militantes y comunidades por democracia, soberanía y buen vivir, así no haya sido posible su realización.

En los 60 y 70, con el auge revolucionario en el mundo, en Colombia se generaron movimientos que se abrieron a diferentes sectores populares, buscando la liberación nacional y la construcción del socialismo, con movimientos revolucionarios armados (FARC, ELN, EPL, PRT, M19,) dirigidos por partidos u organizaciones políticas de izquierda, a excepción del indigenista Quintin Lame, y otros más pequeños  locales y regionales de corta duración, la mayoría contaron con expresiones político-sociales semilegales o frentes de masas -ejemplo: Frente Popular, A Luchar, CIS- no armados, de incidencia en sectores específicos como campesinado, sindicalismo, indígena, cívico-barrial y estudiantado; y otros de amplia proyección como el Frente Unido, fundado por el sacerdote Camilo Torres Restrepo, que planteó la unidad de todo el pueblo en torno a la teología de la liberación que venía siendo promovida en el continente, saliéndose de los esquemas de la izquierda ortodoxa marxista, iniciativa que se perdió con su aislamiento de los sectores populares, después de la vinculación precoz del sacerdote a la lucha armada y su asesinato en un corto tiempo, y el Moir; en los 70 vendría la creación del movimiento político-militar socialdemócrata M19 originado en el fraude electoral  contra Rojas Pinilla, candidato presidencial por la ANAPOen 1972, hasta 1989 cuando entrega las armas; simultáneamente  sectores de la izquierda influenciados por la insurgencia formaron movimientos políticos legales (ejemplo UNO, UP, FD, FP) con carácter de frente para participar en la lucha legal y electoral, que pretendían realizar los cambios sociales desde la institucionalidad, haciendo alianzas con sectores burgueses. Es en los 80 cuando la insurgencia alcanza un apreciable acumulado político-militar –con simpatía en algunos sectores populares- que le brinda la posibilidad de buscar una salida negociada de la guerra con la oligarquía y, consecuentemente, abrir un debate nacional sobre la solución al conflicto social, parte que la insurgencia no consideró necesaria en ese momento, Sin embargo, como uno de los puntos de los Acuerdos de La Uribe (1982), y de la propuesta de paz de las Farc se crea en 1985 la UP, que participa en el debate electoral con una gran perspectiva, al ganar altísima simpatía en los sectores populares, con alcaldes, concejales, diputados congresistas, candidatos presidenciales,por lo que fue borrada cruel y violentamente,-más de 5000 asesinatos- aniquilando prácticamente a todo el movimiento mediante una alianza entre todos los actores de los poderes fácticos del capitalismo (terratenientes, narcotraficantes, capital transnacional, instituciones armadas del Estado).

Ante esta tragedia, la izquierda decidió esperar la iniciativa capitalista neoliberal de la Constitución de 1991 para reorganizarse en una gran cantidad de pequeños grupos, que en el 2005 –en plena guerra narcoparamilitar que aún no termina- dieron origen a lo que es hoy el Polo Democrático Alternativo, constituido por diferentes corrientes de izquierda, socialdemócrata y liberales, que se reafirma como partido de centro-izquierda; organización que ha tenido presencia en alcaldías, consejos, asambleas y congreso. En 2018 una de las disidencias del PDA –Progresistas- continuando con el juego electorero logra una alta votación por Gustavo Petro, que como a Carlos Gaviria, tampoco le alcanzó para la presidencia. En ninguna de estas experiencias se intentó configurar un sujeto colectivo transformador, tampoco la construcción de bases sólidas de poder popular ni se reconoció autonomía a las comunidades por parte de los gobernantes de izquierda, pues estos cambios son imposibles dentro de la institucionalidad capitalista, ni siquiera obteniendo la presidencia y la mayoría en el congreso.

Es necesario expresar qué sectores o grupos humanos integran nuestro pueblo para identificar un posible Sujeto Transformador. No se puede hablar de pueblo si no se tiene en cuenta que éste se compone de múltiples clases, sectores, comunidades y culturas, cada uno con intereses e identidades propias, por eso nos referimos a Sectores Populares y a Movimientos Populares como formas de existencia y de expresiones del pueblo, no a Movimientos Sociales, ya expuesto en el capítulo anterior y en el concepto de nación también mencionado. Los pueblos construyen sus identidades, sus visiones y cosmovisiones del mundo en que viven, en su cotidianidad, en sus espacios productivos, sociales, culturales; donde de alguna forma luchan por su autonomía, por su bienestar, saben de lo que son capaces y en momentos decisivos superan a sus dirigentes cuando tratan de imponerles lo que tienen que hacer, transformándose en sujetos determinantes. Fals Borda, nos viene hablando de las raíces ancestrales “representadas en vertientes populares antiguas”, de las que resalta valores que le dieron forma y contenido en lo social, lo económico y lo político, como la ayuda mutua y sus formas de autogobierno. Dentro de tales pueblos originarios de base, el maestro escogió cuatro:

Los indígenas primarios, los negros libres, los campesinos-artesanos pobres, y los pioneros colonos internos. El propósito de esta escogencia es conocer sus formas de organización social, gobierno y control, aprender de ellos y tomar lo necesario para reforzar instituciones contemporáneas en crisis, amenazadas por la globalización y por nuestro secular conflicto, y parareparar el tejido social que hemos perdido.[2]

 

Hoy esos pueblos transformados hacen presencia en los pueblos indígenas, las comunidades negras y el campesinado en toda la extensión de nuestro territorio, pero la violencia (desplazamiento forzado) y el proceso de urbanización han generado, además del artesanado y los trabajadores industriales y manufactureros,sectores y subsectores que conviven y sobreviven en las ciudades, que cada vez más se desplazan hacia la prestación de servicios, la informalidad, la marginalidad y la indigencia, pero además sectores que surgen como sujetos en construcción como las mujeres, los ecologistas.

Hemos descrito también a los sectores más activos y fundamentales de la nación colombiana: trabajadores, indígenas, campesinado, comunidades negras, mujeres, estudiantes, intelectuales ecologistas, como parte de ese posible Sujeto Plural Colectivo; en cambio, no hemos profundizado en otros sectores populares urbanos, en un país mayoritariamente citadino, igualmente importantes y necesarios en la construcción del Sujeto y sus expresiones político-organizativas para cambiar radicalmente nuestra sociedad y país.

Las grandes ciudades (capitales de departamentos) representan más del 60% de la población; crecimiento que se alimenta del desplazamiento forzado del campesinado, condensando las urbes la realidad nacional; allí están a pequeña y a gran escala las contradicciones de la sociedad, las desigualdades, las violencias, la corrupción, están los centros del poder financiero y comercial, las sedes más importantes de instituciones de educación superior y de la cultura oficial y los órganos políticos, administrativos, represivos y judiciales del estado a niveles nacional, regional y local, representativos de la sociedad con sus clases burguesas y oligárquicas,  que luchan por mantener y aumentar el poder, disputado por sectores emergentes del narcotráfico y la alta delincuencia organizada ilegal y estatal expresadas en la corrupción de mafias, cártels, carruseles en todas las esferas del Estado y de la economía; del otro lado están las clases populares -desde la indigente, la trabajadora, los destechados, los­ y las estudiantes, los pequeños comerciantes, los artesanos, hasta la clase media y la pequeña burguesía  que resisten y luchan por cambiar su situación de exclusión, pobreza, explotación y opresión; que además de producir, reproducir el sistema mundo y consumir, crean cultura e identidad, se movilizan y algunas veces se rebelan contra el Estado y el sistema capitalista.

Los nuevos espacios geográficos de la lucha política y las movilizaciones del pueblo se establecen en las ciudades, incluso las movilizaciones de los sectores populares rurales por sus intereses y necesidades llegan a las grandes ciudades a demostrar su existencia, a evidenciar sus problemáticas, a manifestar su inconformidad (los paros agrarios, las marchas indígenas, los mineros artesanales, las y los desplazados por la violencia), a exigir reconocimiento y solidaridad, a negociar con el gobierno justicia y reparación, expresando sus capacidades de convocatoria, de resistencia, de articulación y de unidad de acción política con los demás sectores citadinos, retroalimentando los Movimientos Sociales Populares.

Los Sectores Populares conforman la inmensa mayoría de los habitantes en las grandes ciudades del país, de estratos 1, 2 y 3, por lo general ubicados en las periferias, hacia uno o dos puntos cardinales, sobre topografías difíciles para acceder a los servicios básicos; zonas de ladera, orillas de caños o de ríos contaminados. Allí sobreviven  las/los proletarios organizados y sin organización,ocupados y en paro forzoso (no cualificados, técnicos, trabajadores/as industriales y de la construcción, profesionales) “independientes”recicladores, pequeños comerciantes (tenderos, vendedores, ambulantes), artistas, artesanos que realizan todo tipo de labores y servicios en toda la ciudad; pequeños industriales que producen para estos sectores ropa, artículos para el hogar y la construcción, educadores populares y profesionales, que le aportan identidad a cada barrio, a cada comuna, a cada municipio, a cada ciudad, viviendo las mismas necesidades en infraestructura y servicios, en la pobreza de los estratos más bajos; hasta comunidades indígenas organizan sus cabildos urbanos manteniendo algo de sus culturas originarias. En sectores de clases medias –estratos 4 y 5-  también se gestan inconformidades y rebeldías ante su pauperización propiciada por el Estado alcabalero y el consumismo.

En municipios limítrofescon las grandes urbes se instalan complejos industriales y zonas francas –maquilas-y centros comerciales de acopio y distribución que absorben gran parte de la mano de obra de las comunidades de estos lugares y de los barrios populares, llamados Áreas Metropolitanas. En grandes ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, las zonas industriales se desplazaron hacia algún extremo o a municipios cercanos, Bosa-Soacha en Bogotá, Bello e Itagüí en Medellín, Yumbo y Santander de Quilichao en Cali, Barranquilla ha conservado su zona franca al nororiente de la ciudad, a la orilla del Magdalena desde 1958; igual sucede con Cartagena, donde sus Zonas Francas (incluida la Zona Franca comercial) cuyas actividades giran en torno a la química y la petroquímica, pues como Barranquilla, posee su refinería; estos enclaves industriales permanecen al sur de la ciudad en el llamado Parque Industrial de Mamonal.

Zonas metropolitanas de gran concentración poblacional y de problemáticas sociales dramáticas, donde se gesta la rebelión y la protesta, pero también las alternativas, la solidaridad y la esperanza, de donde surgen los sujetos urbanos, que unidos a los campesinos, los indígenas y las comunidades negras rurales, integrarán ese sujeto colectivo transformador que tanto necesita nuestro pueblo. Sin embargo, la dinámica del conflicto  también cubre las ciudades; el narcotráfico, el paramilitarismo, la corrupción a gran escala, se disputan entre sus carteles y bandas los territorios urbanos, el comercio y el manejo de lo público, incluso en alianzas o enfrentando a las oligarquías tradicionales; la insurgencia tiene poca presencia e influencia en los movimientos sociales populares urbanos, mientras la izquierda institucionalizada ve reducirse su capacidad política para convocar y dirigir el movimiento popular, preocupada por conquistar votos.En otras ciudades, vinculadas más con la producción agroalimentaria y minera, también los conflictos en su mayoría violentospor la tierra, por el medio ambiente y los bienes naturales comunes, que obligan a sus comunidades, como sujetos, a la organización y la movilización, a plantearse alternativas de resistencia y re-existencia, a realizar alianzas y articulaciones, pasos necesarios para integrar  el Movimiento popular transformador.

Las clases populares urbanas no son homogéneas económica, ni cultural ni políticamente; pues los sectores populares son sectores de clases que se expresan en sus actividades económicas, en sus identidades culturales, en sus organizaciones, en movimiento por sus intereses, por sus necesidades y problemáticas particulares. En sus luchas han existido movimientos cívicos, coordinadoras populares, asociaciones de usuarios de servicios públicos, comités barriales, además de asociaciones barriales en sectores específicos de las ciudades (movimiento estudiantil, de destechados, ecologistas, feministas, culturales, étnicos, LGTBI) que se escapan de las estructuras e instituciones estatales (Juntas de Acción Comunal, consejos sectoriales oficiales y las Juntas Administradoras Localesgeneralmente utilizados por los politiqueros). Sin embargo, las Juntas de Acción Comunal JAC y las JAL son espacios en que participan sectores populares que en el proceso emancipador se pueden articular en un gran movimiento popular en contra de la oligarquía y el capitalismo y por el Buen Vivir.

A lo largo y ancho del país se forman movimientos populares regionales que reclaman atención a sus municipios y territorios, se articulan con sectores y movimientos rurales como el campesinado, las comunidades negras, los mineros, pescadores artesanales y el movimiento indígena. Estos no son los únicos sectores populares con presencia política o actores en el diseño y construcción de un nuevo país -además de los trabajadores descrito más arriba- pues como en los casos de comunidades religiosas, de las fuerzas armadas y de la mediana empresa, puede haber individuos y sectores con tendencia demócrata y patriótica que deben ser acogidos en las Organizaciones Político-sociales del Pueblo, en las que deberían estar además de los humanistas, todo el espectro de la izquierda no institucionalizada y del sector democrático, conformando el Sujeto Popular Plural Transformador.

Si hablamos de transformar en un nuevo país, necesitamos saber qué o quiénes, y cómo es ese Sujeto o Sujetos transformador-es; si necesitamos una vanguardia disciplinada por una línea política partidista, o si puede ser un agrupamiento de diversas corrientes políticas y sociales a través de organizaciones y movimientos sociales y políticos pluralistas o si son las comunidades organizadas en sus respectivos territorios. Tomando como base lo expuesto en el capítulo “En busca de las raíces y la identidad”, en que ha concluido el autor, en una nación pluridiversa equitativa económica, social y culturalmente, que por lo tanto, en aras de la democracia radical, el Sujeto  o vanguardia colectiva puede ser  plural y diverso, social, cultural y políticamente, por lo cual su estructura orgánica debería ser más horizontal, a lo mejor como una red fuerte pero flexible,  que permita fluidez e intercomunicación múltiple entre todos sus hilos (sectores, movimientos, organizaciones sociales, políticas, comunidades religiosas) encontrándose, cruzándose, articulándose en los nodos que vienen a ser las comunidades territorialeslocales y regionales; una maya sin puntas a ninguno de los lados, o sea, no piramidal ni cuadrada, sus decisiones tomadas  prioritariamente en consenso, no por mayorías ciegas, y su dirección, coordinación o articulación pudiera ser colectiva, rotativa e itinerante con cortos períodos para sus representantes o delegados, con posibilidad de revocatoria inmediata por las comunidades y sectores populares afectados; estos servidores nombrados en asambleas, deberán obedecer los mandatos y planes emitidos y establecidos por las comunidades; si son autoridades deben “mandar obedeciendo” los mandatos de sus comunidades y sectores populares que representan.

Sería una democracia directa decisoria no parlamentaria. Aunque es prácticamente imposible lograr una total horizontalización, pues siempre se requiere de algún nivel de coordinación, articulación o dirección, así sea colectiva, y una organización con responsabilidades y tareas específicas para mantener en movimiento las comunidades y sectores populares; lo importante es que esas instancias sean de participación decisoria de todos y cada uno o una de los miembros, rotando en el menor tiempo posible, sin generar privilegios o culto a la personalidad o a las capacidades de una o varias personas.

No se puede depositar la responsabilidad de la conducción de este proceso emancipador transformador en una organización política cerrada, en una tendencia política, en una clase ni en un sector social, pues nadie reemplaza ni representa a nadie, cada cual, cada sector, cada clase, cada movimiento social, se representa así mismo, en igualdad de condiciones, en el contexto de la democracia popular. Como se planteó en el capítulo “La democracia bursátil y la izquierda”, nadie puede asumir la representación de los pueblos, incluso, de las personas, y las decisiones de su hacer las deben tomar cada uno de los sectores y movimientos populares en sus espacios, en sus territorios, entre los cuales, por supuesto, están sus organizaciones políticas y sociales. Quien vive una situación, quien expresa una identidad, quien tiene unos intereses económicos, sociales, culturales, particulares, puede definir su qué hacer, los y las demás solo pueden acompañar, solidarizarse, aportar ideas, experiencias, llamarlos a la unidad y respetar sus decisiones.

Con base en las experiencias de los movimientos populares y en la historia del movimiento revolucionario en Colombia, hemos encontrado que este Sujeto no puede ser monolítico, limitado a un partido, a una clase o aun sector social, como se ha pretendido por la izquierda durante el siglo XX y en lo que va del XXI; no es conveniente un partido hegemónico como organizador, educador dirigente del proceso, el que elabore la línea política y la plataforma de lucha para todos los sectores y movimientos sociales comprometidos con los cambios estructurales de nuestro país, -no quiere decir que se excluyan los partidos políticos de izquierda y revolucionarios existentes, al contrario, son indispensables su presencia, sus aportes políticos y experiencias en el proceso de construcción del poder popular y del Sujeto Plural- tampoco es conveniente una línea de mando vertical que dirija al pueblo, no a las “masas”; pues el término masa, tradicional en la izquierda, no ha sido superado en su concepción occidental. Si hacemos una analogía del término con la forma en que se han dirigido y organizado las comunidades y sectores populares para la lucha política, masa es algo amorfo, algo que el manipulador le da forma y define la composición de los ingredientes, sus tiempos y objetivos, un ente sin visión, sin voz ni identidad (la masa así concebida, solo sirve para hacer pan o arepas), para lo cual no puede ser sujeto, solo debe obedecer y recibir la dirección y la conciencia que supuestamente viene de afuera, de los cuadros iluminados del partido o del grupo político dominante, de un sujeto único omnímodo, extraño a la diversidad y pluralidad populares. El sociólogo positivista francés Gustave Le Bon define a la masa como“Una agrupación humana con los rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestionabilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo».[3]

Masa es un concepto racista, eurocéntrico, despectivo de las identidades, las cualidades y las capacidades de los pueblos, que niega la dignidad, la creatividad y la inteligencia. En algunos aspectos el término “masa”, se asimila a nivel social, al de “minorías” expuesto en el capítulo “En busca de las raíces y la identidad”, sin embargo, a nivel político, minoría o minorías, generalmente se entiende como una parte que puede ser pequeña dentro de una dirección, pero que puede representar la mayoría de los militantes, de un partido, de un sector social o de un movimiento; por lo tanto, esa parte tiene que someterse a las decisiones de la supuesta “mayoría”, según la democracia burguesa, así esa “mayoría” esté equivocada o manipulada; por otro lado, generalmente las “mayorías” no reconocidas, están compuestas por múltiples “minorías”, las que pueden ser o representar clases, sectores de clase o sectores populares, por lo que esta democracia termina negando los derechos políticos, económicos, sociales y culturales a algún sector de la sociedad. Tampoco los pueblos, las comunidades, sectores y organizaciones populares pueden ser las “bases” sobre las cuales una entidad “superior” construya su proyecto liberador, pues si se habla de autonomía y de respeto, ellas son capaces de construir sus propios modelos de sociedad, los/las revolucionarias lo que deben hacer es ayudarles a realizarlos aportando sus experiencias, conocimientos y esfuerzos. La base (o cimiento) es la parte de la estructura que generalmente está bajo o a nivel de la tierra, que no se ve a simple vista, pero que sostiene todo el edificio, para el caso de la sociedad son los sectores productores y reproductores invisibilizados a los que se les niegan sus identidadesy poder de decisión, pero que transfieren este poder a otros para mantener el sistema, que es una estructura piramidal.

En los Estados capitalistas se divide a la sociedad por clases, por partidos, por creencias religiosas, por sectores, por estratos de acuerdo al poder económico, por actividades económicas, por niveles profesionales, por grupos étnicos, por edades, por género, por opción sexual, convirtiendo a todos los sectores populares pulverizados en simples minorías, obligándolos a enfrentarse y competir entre ellos, para mantener privilegios, para asignar y suprimir derechos, para dominar a la inmensa mayoría de la población. El capitalismo propaga y estimula el individualismo inflando los egos, separando a las personas de la comunidad, incluso entre la familia, como ya lo dijimos arriba, pero el ser humano es ontológicamente comunitario, desde el vientre de su madre, todo el mundo gira alrededor del nuevo ser, todos los demás establecen relaciones con él o ella, a través de las manos, las voces, los juegos, los afectos, las actividades familiares y comunitarias, a través de las cosas que le proveen bienestar, seguridad, oportunidades de realización, y esta persona se integra recíprocamente a su comunidad y al mundo, por muy egoísta que haya sido “formada” su personalidad; pero en los sectores populares todos somos comunidad y cada persona como sujeto, es comunidad.

Por esto, algunos llamados sectores sociales son artificiales, -como los fans de artistas y deportistas, como los consumidores de tecnologías y mercancías de marca, o los oyentes-videntes de los medios de desinformación y de las redes sociales- que corresponden a intereses del mercado y a la necesidad de dividir o atomizar para someter del capitalismo, pues este solo concibe a las “masas” como la suma de individuos inconscientes, sin identidad y en conflicto con la comunidad. Cuando los capitalistas hablan de masas, bases, y/o minorías, están racializando a las comunidades, sectores populares y pueblos, están homogenizándolos como inferiores con su patrón de dominación, a quienes solo se pueden controlar mediante, un capataz, un líder, un caudillo o un dictador, impuesto mediante golpe de Estado, nombrado o elegido “democráticamente”.

El caudillismo niega la autonomía, la inteligencia y la capacidad de los pueblos para decidir y transformar, supedita la democracia a los caprichos e intereses del líder, (sea de derecha o de izquierda) quien cree representar o encarnar las necesidades y los sueños del pueblo; todas las experiencias de este tipo a nivel mundial, regional y nacional han producido más tragedias que bienestar  a los pueblos, bien porque se convierten en dictadores, y pueden conducir a las “masas”, al nacionalismo a ultranza, al chovinismo, al racismo, al fascismo, a la xenofobia; porque el paternalismo inherente reduce la lucha por los derechos y necesidades de los sectores populares más deprimidos, quienes terminan aceptando el asistencialismo como única forma de sobrevivir, defendiendo al caudillo y oponiéndose al cambio; o lo peor, cuando el caudillo cae o muere, todo se derrumba llegando el caos y la tragedia, como sucedió el 9 de abril de 1948 en nuestro país. Cuando el régimen democrático-burgués entra en crisis  económica o política, acude a la dictadura, se elige o se nombra a una persona carismática y autoritaria (por lo general un militar un empresario o un intelectual de derecha) para que dirija el Estado; quien funge como caudillo ganándose con el populismo el apoyo de las “masas”; aunque no esté en crisis, siempre el capitalismo promueve y sostiene el caudillismo tanto en el manejo del Estado, en sus instituciones como en la empresa privada y en las organizaciones sociales. El caudillismo no permite la organización autónoma de los sectores populares; el caudillo obedece a intereses de un pequeño grupo de burócratas: cuadros políticos y tecnócratas, en la periferia, además a la oligarquía local, a instituciones, corporaciones y gobiernos imperialistas.

El caudillismo como forma de aglutinar, conducir y hacer política, ha sido muy común en las organizaciones de izquierda, mantenido por la ignorancia y el miedo de la militancia a asumir responsabilidades, a pensar y tomar decisiones, individual y colectivamente con autonomía, pero, sobre todo, por la concepción del poder autoritario impuesto por el colonialismo occidental. La democracia representativa induce el caudillismo, que encubre las ineficiencias e ineptitudes del régimen, con el populismo. Por esto, se piensa que se necesita una persona “fuerte” que lidere el movimiento político o social, que imponga “autoridad“; preocupación generada por el concepto eurocéntrico mesiánico que tenemos de democracia, en el que la representación es la columna vertebral del sistema político en el ejercicio del poder, estructurada piramidalmente sobre una amplia base de “masas”, de las cuales son expresión las organizaciones empresariales productivas, sociales, políticas, y culturales, incluido el centralismo democrático de los partidos de izquierda; pues un partido político de derecha o de izquierda también puede fungir como caudillo (o el príncipe, en términos de Maquiavelo), apropiándose de la representación no solo de la clase, sino, de toda la sociedad; en este sentido, el mismo estado burgués se asimila al caudillo  autoritario patriarcal, omnipotente iluminado, infalible, al que tienen que servir y obedecer las clases subalternas, aunque ahora el Mercado también asume estas características.

La construcción del Sujeto Popular Transformador pasa por el surgimiento de diversas subjetividades y de protagonismos sectoriales, comunitarios, locales, regionales, colectivos, por la emancipación y la unidad de los explotados, los oprimidos, los excluidos, verdaderos protagonistas del cambio; que unidos políticamente pueden converger en la integración de un gran movimiento social-cultural transformador, una Organización Política del Pueblo o sencillamente, una articulación-coordinación en esos niveles territoriales; pasa por la horizontalidad de las organizaciones populares, por la democratización de todas las relaciones, desde las afectivas, familiares patriarcales, sociales, económicas, políticas, culturales, hasta las relaciones con los pueblos hermanos del continente y del mundo.

Febrero 18 de2019

[1]Proceso en que el sector insurgente de la izquierda dividido en cinco fuerzas, -Farc, Eln, M19, Epl, Prt, – llega a unos acuerdos de unidad táctica dentro del proyecto de frente militar, no para la toma del poder, sino, para negociar la entrega de las armas y reinserción en la vida civil, que terminó con la desmovilización de las pequeñas fuerzas y de algún sector de las “mayoritarias”, logrando algunos de sus dirigentes cargos de elección popular y por nombramiento, dando a la ultraderecha la oportunidad de aniquilar a la mayoría de desmovilizados (UP, A Luchar, EPL) y de dirigentes populares. Experiencia trágica que continúa con el genocidio narcoparamilitar de los últimos 25 años, que ha impedido, junto a las taras de la izquierda, la configuración de un Sujeto Popular Transformador.

[2]Orlando Fals Borda socialismo raizal y el ordenamiento territorial. Estudio introductorio: Damian Pachón Soto- Ediciones desde abajo 2013

[3]Tomado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Masa_(sociologia)

Colombia: La lucha por una nueva izquierda

Por: JulioCèsar «Cuadernos de Reencuentro»

Desde el año 2012 el gobierno de Colombia que preside el presidente Juan Manuel Santos, iniciò un proceso de diàlogo con las «Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia» y dejò las puertas abiertas para un futuro diàlogo, o diàlogo en paralelo con el «Ejèrcito de liberaciòn nacional».

Este diàlogo se realiza entre los representantes del gobierno y de la guerrilla y con una total ausencia deliberativa del pueblo, a veces porque a este poco le interesa y otras porque tanto al gobierno como a la guerrilla les falta mucho pueblo.

Para aquellos que ingenuamente consideran que la paz de Colombia depende de los diàlogos de la Habana, les doy una mala noticia: No es cierto. La principal violencia en el paìs no proviene desde hace muchos años de la guerrilla revolucionaria proviene de las clases poderosas y del propio estado Colombiano, la guerrilla ha sido su disculpa.

Desde que en 1984 se trazò una estrategia de derrota para la guerrila, èsta no fue capaz de interpretar dicha estrategìa e inexorablemente ha ido sucumbiendo y deslegitimandose, y la acciòn fundamental, la visiòn estratègica para sus planes la ha tenido la burguesia nacional, internacional y el imperialismo. Ha sido una ofensiva progresiva que ha dado sus frutos, miremos el siguiente cuadro:

Cuadro de acuerdos con el gobierno
 M19: 900 hombres. Acuerdo Político del 9 de marzo de 1990.
PRT: 200 hombres. Acuerdo Gobierno Nacional – PRT del 25 de enero de 1991.
EPL: 2.000 hombres Acuerdo del 15 de febrero de 1991.
FFG: Frente Francisco Garnica. 150 hombres. Acuerdo Pol. del 30 de junio de 1994.
MAQL: 157 hombres. Acuerdo Gobierno Nacional – MAQL el 31 de mayo de 1991.
CRS: (corriente de renov. socialista): 300 hombres. Acuerdo del 9 de abril de 1994
MIR-COAR: Desmovilización y dejación de armas. Acuerdo de paz, 21 de julio de 1997

Ahora bien, con el cierre de estos diàlogos se pone fin a una estrategia de derrota polìtica y militar a la guerrila. La desligazòn que ha existido en las ùltimas dècadas con el movimiento popular no hace presuponer que sea una derrota sentida coyunturalmente por el movimiento popular, el cual tendrà necesariamente que buscar sus caminos y sus instrumentos.  Una nueva izquierda debe nacer en Colombia y habrìa que medir aquì si la izquierda parlamentaria y la izquierda desmovilizada tendrìa algùn protagonismo en este nuevo hecho polìtico que se avisora. Pero lo que si considero es que no tendrìan la fuerza para liderar los nuevos retos que plantea el pueblo de colombia y la realidad latinoamericana.

La tarea de todos los revolucionarios que estoicamente hemos estado durante todos estos años en el proceso revolucionario con nuestros principios es darle vida a las discusiones sobre el que hacer.

Por: JulioCèsar «Cuadernos de Reencuentro»

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Artìculo escrito por JulioCèsar en 1999, para «Cuadernos de Reencuentro» A propòsito de los diàlogos de ese entonces

DIALOGO? FALTA MUCHO PUEBLO AUN

 En Alemania,  en medio de un impresionante despliegue propagandístico a nivel mundial, se celebró el  diálogo entre el ELN y la llamada sociedad civil. ( mientras que en Colombia un abrazo entre parte de la dirigencia de las FARC y el  presidente electo Andrés Pastrana abría las puertas de futuros entendimientos).

 No podemos expresar que hay alegría en nuestros corazones por este hecho. No podemos afirmar que nuestras deducciones racionales nos conducen a darle unas palabras de beneplácito.

 El proceso revolucionario colombiano apenas comienza a recuperarse del duro golpe dado por los procesos de diálogo y negociación comenzados en el 84 y que culminaron con la entrega de tantos años de lucha, con la entrega de recursos de la revolución, con la entrega de un patrimonio de lucha del pueblo colombiano. El panorama que vemos ahora nos muestra que muchos de los reinsertados hicieron parte de ese torrente de desempleados, o engrosaron bandas de delincuencia común o cumplieron períodos parlamentarios o ministeriales (sin pena ni gloria)  o son soporte importante del paramilitarismo. Las mismas condiciones de miseria y explotación los hundieron, y la contundencia de los golpes políticos e ideológicos no les permitió levantarse. Eso fue una traición y la historia revolucionaria así los juzgará.

 Le damos un gran reconocimiento a las expresiones orgánicas del movimiento revolucionario (ELN , EPL, FARC) y las consideramos como unos instrumentos estratégicos en la lucha del pueblo colombiano, pero nadie en este país que se interese por el tema es ajeno a la lógica de que el marco de crisis para las organizaciones que sucumbieron al pasado proceso de diálogo y negociación es el mismo en el que se mueven las actuales organizaciones.

 Un proceso de diálogo a tan corto tiempo de lo que pasó con el anterior proceso de diálogo es aventurado, y lo es en la medida en que la vértebra ideológica y política de la revolución colombiana ha sido socavada y la primera  tarea que tendrían que haber afrontado las organizaciones sería un análisis científico que explicara tal situación y que les permitiera proyectar una acción política coherente. No basta con tirar, con frases secas por la borda, un proceso como el anterior, porque si lo miramos históricamente esos procesos fueron todo un camino recorrido por organizaciones que tuvieron su nido revolucionario inicial en el seno de Las FARC y del ELN.

 Callada, silenciosa y tímidamente existen al interior de las organizaciones, posiciones que pueden sucumbir ante la avalancha del marketing internacional, que hoy coloca a los villanos como héroes a los que incluso la banca internacional podría subsidiar.

Existe alguna falla a nivel de la estrategia, de la táctica o en la concepción  general respecto a la revolución en estas organizaciones. Lo que logramos apreciar son los énfasis en  un poderío militar que es necesario, pero insuficiente. Las simpatías revolucionarias concretas son predominantemente de vecindad y esto dado en esencia en zonas de influencia militar. Existen simpatías dispersas en la generalidad sin posibilidades inmediatas de canalizar. Esto a causa de la ausencia de una política revolucionaria que logre movilizar una gran cantidad de sectores de la sociedad.

 Si partimos de edificar una línea imaginaria en la cual coloquemos sobre ella la oligarquía, el imperialismo y el capital internacional, y por debajo de ella al pueblo colombiano y a sus organizaciones tendríamos que decir:

 –  Los destacamentos organizados del pueblo incrementan su poderío militar pero políticamente se alejan de él.

– La acción de su estrategia es demasiado rígida, a tal punto que podríamos decir que a nombre de los intereses del pueblo se diseña una estrategia acorde con la estrategia de cada organización y no acorde con los intereses del pueblo.  Lo que pasó con las organizaciones que se desmovilizaron y entregaron las armas del pueblo fue algo así parecido: llegó el momento en que no se debieron más a una estrategia que favoreciera los intereses del pueblo y como se habían levantado por encima de las masas no tenían ningún juez que les pidiera cuentas y entonces sorbieron las venenosas mieles de la oligarquía y en su hipnotizada marcha fueron sumidas en la postración.

 Miraron de cierta línea hacia arriba, pero en verdad que en el banquete de la oligarquía fue muy poco lo que duraron.

 – El campo popular es ahora más heterogéneo que antes.

 A medida que la posibilidad revolucionaria se aleja del movimiento popular se han ido abriendo paso otras opciones tanto políticas como individuales: los movimientos cívicos, la religión, las fracasadas opciones socialdemócratas (que a medida que disminuye la ayuda económica se sumen en crisis), los ecologistas, las desenterradas alternativas espirituales que se convierten en una alternativa individual de superación, las organizaciones paramilitares (la base social de los grupos paramilitares son en un principio pueblo, luego entran a servir a los intereses contrarios), todo el a veces inentendible punto de encuentro de la juventud en torno de la música.

 Aunque es preciso definir claramente qué es el campo popular, podemos decir que gran parte de este conglomerado que anotamos anteriormente queda inscrito en él, al igual que los representantes de organizaciones sociales, políticas, gremiales con arraigo popular, las organizaciones revolucionarias, etc. Pero además (y dependiendo de las circunstancias) expresiones anti- imperialistas y demócratas que individual o colectivamente puedan existir dentro de la burguesía y los humanistas de todo calado que ante todo colocan la defensa y dignidad de la vida humana como un factor de convencimiento y de lucha.

 Existe una gran convicción y esperanza en muchos de nosotros como pueblo con respecto a la revolución, pero tenemos que desplegar una gran lógica política y decir que nuestros afectos y esperanzas no son del mismo nivel que otras personas que igualmente tienen sueños por una sociedad diferente, pero que debemos respetar y estamos en la imperiosa necesidad de tener en cuenta.

 De todo lo anterior se desprende que las organizaciones revolucionarias deben hacer un ajuste en su marcha política, y que como parte de esto deben hacer un diseño de su política revolucionaria en la que tienen que mirar más hacia abajo que hacia arriba. Hacer esto significa determinar muy bien las fuerzas del campo popular y hacer un llamado de dialogo para llegar a puntos claros a nivel estratégico. Y esto se puede. Si la guerrilla ha sido capaz de dejar traslucir parte de su existencia a la burguesía internacional porque no hacerlo con el movimiento popular? ESTAMOS HABLANDO DE POSIBILITAR UN DIALOGO EN EL CAMPO POPULAR, un dialogo en el cual se pueda hablar de temas como el de un futuro gobierno democrático y popular, un diálogo en el cual el pueblo pueda ser un factor deliberante que al mismo tiempo que le dice al estado sus verdades se las diga al movimiento revolucionario, pero que pueda reconocer en éste una fuerza actuante sobre la que según los acuerdos pueda reposar una garantía estratégica.

 Propugnamos por un DIALOGO EN EL CAMPO POPULAR en el cual diferentes partes que tengan interés en el cambio y en el poder puedan sacar adelante sus propuestas de cambio. Este intento podría dar la alternativa de la construcción de un partido democrático revolucionario, en el cual podrían tener cabida expresiones de otros partidos o corrientes que tiendan hacia estos propósitos.

 Creemos que un verdadero diálogo tiene que propiciarse en el campo popular y no entre los abanderados (los salvadores) de éste con las más altas instancias de la oligarquía y el capital internacional.

 Opinamos que la base del ELN y las FARC tiene que mirar con mucho recelo estos diálogos iniciados en Alemania y entender que aunque cada organización  crea que  su estructura es su patrimonio no es así. Cada organización es el producto de años de esfuerzo de miles de combatientes y de militantes del pueblo que han dado su vida por unas ideas y muchos somos producto de su historia, si es cierto que son organizaciones del pueblo se tienen que dejar abrazar por éste y no creerse sus salvadores a ultranza.9