Por Gonzalo Salazar
Conquista y colonización implicaban presencia africana, fugas, levantamientos y palenques. Un nuevo fenómeno de resistencia operado en el continente.
Las ejecutorias y nombres de los héroes anónimos de las guerras cimarronas por la libertad, bajo las banderas independentistas de los criollos mestizos, fueron marcados con el estigma de bastardos en las nuevas repúblicas. Manuel Zapata Olivella[1]
Han definido y conservado sus territorios sus culturas, también diversas, sus lenguas vernáculas (palenque de San Basilio y San Andrés y Providencia) en regiones como la costa atlántica, la pacífica y la cuenca del Magdalena medio, que con su rebeldía desde el momento en que fueron esclavizados y traídos al continente, desarrollaron sus resistencias y nuevas identidades construidas en el cimarronaje y en los palenques, (territorios raizales comunes con autonomía política y económica) donde conservaron partes esenciales de sus cosmogonías ancestrales a través del sincretismo religioso y cultural, desde donde formaron guerrillas junto a los indígenas, combatiendo al español esclavista (la mita), a los terratenientes y mineros depredadores nacionales y foráneos que les han quitado sus medios de subsistencia, su tranquilidad y sus vidas.
En sus territorios se lucha por la libertad, por sus culturas y autonomía, por el respeto y el reconocimiento del Estado, que solo se alcanza –teóricamente- en 1991 con la nueva Constitución y la Ley 70 de 1993 o Ley de Comunidades Negras, a través del reconocimiento de sus organizaciones como la Confederación Nacional de Organizaciones Afrocolombianas y el Proceso de Comunidades Negras, que reúnen a cientos de organizaciones afros, los Consejos Comunitarios y los palenques (territoriales), además de las asociaciones de mineros artesanales, de pescadores, de agricultores y organizaciones culturales, en sus territorios y a nivel nacional. No solo su rebeldía y sus cosmovisiones enriquecieron economía, la cultura y la identidad nacionales, el gran aporte ha sido su fuerza de trabajo en el desarrollo de la economía, pues la mayor parte del oro, el platino, la plata, el banano y la madera que se han robado los europeos y norteamericanos, ha sido extraída hasta hoy, con violencia esclavista, -también en el sector de la construcción y la infraestructura-utilizando en su mayoría fuerza de trabajo de comunidades negras e indígenas, en el occidente, el norte y en el resto del país.
Las comunidades negras, mayoritariamente habitantes del occidente y norte del país, han convivido pacíficamente con las comunidades indígenas y mestizas campesinas, siendo la mayoría campesinos y campesinas que cultivan la tierra, que trabajan la minería y la pescaartesanales; población mayoritaria en grandes ciudades comoTumaco, Quibdó, Buenaventura, Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Cali, siendo la última una de las ciudades con más cultura negra en el continente; Medellín también cuenta con una gran población afro, sin embargo, con la violencia y la pobreza las han desplazado de sus territorios raizales hacia las ciudades, el centro del país y otras zonas de explotación agroindustrial y minera; estas comunidades tienen sus intereses y necesidades económicas y sociales particulares, no solo de participar en la pseudo-democracia burguesa eligiendo a sus verdugos (Congreso de la República, en Concejos y Asambleas o como gobernadores, alcaldes o presidentes), ni convertirse en empresarios capitalistas; el Estado oligárquico racista sigue tratando a los negros pobres como esclavos, como una minoría sin derechos, como menores de edad, estigmatizándolos, desplazándolos, despojándolos, manteniéndolos en la extrema pobreza y la violencia, en campos y ciudades, como lo hace con los demás sectores populares.
Realmente no podemos hablar de regiones negras o de regiones exclusivamente indígenas; nuestro territorio nacional es un crisol de mesclas de genes y culturas, de convivencia e interculturalidad, donde lo determinante es la pobreza, el marginamiento y la explotación de estas comunidades, tampoco se puede limitar a algunas zonas del país o a lo rural la convivencia de las y los afrocolombianos; ellos son parte fundamental de nuestra identidad pluriétnica y diversa culturalmente como los indígenas, mestizos y de otras procedencias.
El papel de los y las afrodescendientes en el proceso de transformación del país no puede seguir siendo como actores pasivos coloniales, aportantes de mano de obra no calificada para el extractivismo minero o la agroindustria monopólica, (madera banano, caña de azúcar, palma africana) como víctimas de la voracidad de los terratenientes y de las transnacionales de esos productos, mucho menos carne de cañón para la guerra o botín para la corrupta politiquería que los mantiene en la pobreza y los convierte en marionetas o mercancías folclóricas, como lo pretenden las empresas culturales privadas en festivales como el “Petronio Álvarez” en el Valle del Cauca, (evento popular de gran riqueza cultural), representativo de la creatividad, la sensualidad la alegría de la gente del Pacifico, tampoco seguir como aislados etnocentristas mendigando al estado por sus derechos, permaneciendo con el rol de víctimas.
Gran parte de la diversa identidad cultural y de la corriente libertaria en nuestra AbyaYala se la debemos a la gente negra, que desde 1600 desafiaron a los imperios español, francés, holandés portugués e inglés por la libertad y la dignidad, empezando con la emancipación del pueblo haitianoque expulsó al imperio francés de la isla, -primer territorio liberado de América- lucha libertaria que generó héroes como el rey BenkosBiohó, Alejandro Petión, José Prudencio Padilla, Carlos Piar, Mateo Mina, Domingo Criolloy muchos líderes intelectuales revolucionarios en América Latina y el Caribe. A nivel internacional en el siglo XXtuvimos aMalcom X y Martin Luter King luchando por los derechos civiles en los Estados Unidos, sin olvidar desde el África ancestral a líderes revolucionarios luchando contra el colonialismo, por la democracia, y la liberación nacional en sus países como FrantzFanon, Patricio Lumumba, SamoraMachel, Nelson Mandela. Sin embargo, ha sido muy poco el reconocimiento de las mujeres negras como de las indígenas en la lucha por la libertad en todo el mundo, solo se escucha de la norteamericanaAngela Davis. De la misma manera es grande el aporte de las negritudes emancipadas en la formación de nuestra nación durante la colonia, la república, hasta hoy, lo acabamos de ver en 2017con los combativos paros cívicos del Chocó y Buenaventura, por salud, empleo, educación vías de comunicación e infraestructura.
Los movimientos por independencia y libertad de nuestro país se gestaron en las mentes de las y los cimarrones, en los quilombos, en sus palenques, con sus danzas al ritmo de sus tambores, en sus luchas guerrilleras al lado de los indígenas y de los campesinos rebeldes, por esto no podemos olvidar que este sector social desde la cultura, la producción, el deporte y la ciencia, enriquece nuestra interculturalidad, nuestras historias y país, con ejemplos como Candelario Obeso, Manuel Zapata Olivella y Jorge Artel (Agapito de Arcos). Las mujeres negras son el motor de las luchas, como mineras, como lideresas de sus comunidades, como artistas e intelectuales (Petrona Martínez, Leonor González Mina, Delia Zapata), ellas convocan y convencen a sus hombres para movilizarse, para marchar por sus derechos ancestrales colectivos, para exigir al Estado el cumplimiento de acuerdos firmados, por el respeto a sus territorios que con la aplicación de las políticas extractivas como los agronegocios y la megaminería transnacional y nacional legal e ilegal, amenazan, contaminan, desplazan, asesinan y despojan a sus comunidades, tal como lo vimos en la marcha de las minerasy mineros artesanales, campesinas e indígenas del norte del Cauca hacia Bogotá en 20014, por la defensa de sus vidas y territorios. Mujeres populares como las del resto del país, invisibilizadas por el Estado y la sociedad machista patriarcal y racista. Pues solo las tienen en cuenta cuando se trata de prestar el servicio doméstico para explotarlas, para la hedonista y morbosa publicidad comercial y para que elijan a sus opresores cada dos años.
La esperanza, la sustentan los y las jóvenes negras en medio de la guerra y la pobreza en la lucha por su dignidad y el buen vivir en sus territorios, en la educación y la capacitación profesional con oportunidades para el empleo o para generar ingresos familiar y colectivamente, en los esfuerzos físico, cultural y deportivo, como lo vienen haciendo los deportistas de alto rendimiento competitivo de estas comunidades, que logran títulos y posiciones de campeones mundiales, pero que el mercado los convierte en mercancía de inmenso valor económico; resaltando los medios oficiales los jugosos negocios que hacen las mafias burocráticas del deporte comercial nacional e internacional con los deportistas sobresalientes de todo el país, (futbol, boxeo, pesas, atletismo) como si fuera lo único que producen los sectores populares, entre ellos las comunidades negras, pero que nunca el Estado reconoce ni soluciona los graves problemas de pobreza, insalubridad, educación, aislamiento y violencia en que se encuentran las comunidades de las costas pacífica y atlántica, -en Cali, donde entre los sectores populares son mayoritarios-, problemáticas provocadas por el modelo social y económico, pues en el occidente colombiano se crea gran cantidad de riqueza material y cultural; que explotan las grandes empresas mineras, madereras y pesqueras nacionales y transnacionales “legal”, ilegal y violentamente en estos territorios de comunidades negras e indígenas; mientras el Estado continúa entregando títulos mineros y concesiones a esas mismas mafias transnacionales que provocan deforestación, contaminación ambiental, violencia, desplazamiento y pobreza. No puede depender el bienestar de las comunidades afro de ONG, de ningún partido político (de derecha o de izquierda) ni de un gobierno centralizado que, en lugar de defenderlas, respetarles sus derechos y garantizarles bienestar o mejor calidad de vida, los agrede y los margina.
Su papel como sujeto popular está en su autoemancipación, en sus resistencias y rebeldías, que incluye el respeto a sus mujeres en todos sus derechos, combatiendo el machismo y el patriarcado en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural y de opción sexual, construyendo relaciones de igualdad y solidaridad en sus hogares y en sus comunidades; construyendo y fortaleciendo sus economías colectiva y autónomamente; sus posibilidades están en fortalecer y crear nuevas y mejores organizaciones democráticas, participativas y decisorias, que se traduzcan en poder y gobierno propios autogestionarios, en unión con el resto de la comunidad y sectores populares en sus territorios comunes locales y regionales, articulados en todo el país. Las comunidades negras ubicadas en zonas rurales deben formar parte de entidades territoriales regionales y provinciales autónomas en la nueva nación, junto a las comunidades indígenas con sus resguardos y cabildos, junto a los campesinos en sus Zonas y Asociaciones Campesinas, en sus territorios comunes, en las áreas urbanas junto a los demás sectores populares.
Las comunidades afro, integrados en sus diferentes organizaciones sociales y políticas, unidos en un sólido movimiento de las negritudes o afrodescendientes, -también siendo parte de otros sectores populares- son fundamentales en la conformación social de la nueva nación colombiana, son imprescindibles en la integración-articulación de un gran movimiento social-cultural transformador (podría ser una Asamblea u Organización Política Popular), en unidad con los demás sectores populares para derrotar a la oligarquía y construir desde las localidades, provincias y regiones, un país soberano, una sociedad plural, diversa, equitativa y solidaria.
Gonzalo Salazar, diciembre 11 de 2018
[1] Zapata Olivella Manuel – El árbol brujo de la libertad. África en Colombia. Orígenes – transculturación – presencia. – Ediciones desde abajo. Noviembre de 2014


