Por: Ricardo Robledo
Marzo 6 de 2018
La política es una forma de la economía y ésta recibe influencias de aquella; así que cuando se asume una posición política, no es un asunto de inteligencia o brutalidad, sino de intereses económicos. Lo normal es que exista una correspondencia entre la concepción política y la condición social de vida; cuando no es así, se presenta la alienación; es decir, la postura que hace que una persona no se pertenezca a sí misma, puesto que quiere representar un papel que no está acorde con su existencia social; en un sentido más claro, defiende los intereses de otros, que en un sociedad de clases, son los de su opresor (lo que más comúnmente se presenta es un pobre respaldando al rico que lo mantiene en la pobreza; nunca el caso contrario). Y que los hay los hay, por montones.
Todo lo que el ser humano, piensa, dice o hace, es un producto cultural aprendido socialmente; de ahí que la posición política también lo sea; nadie es de izquierda o derecha por casualidad. Eso es lo que concede el gran peso a los medios de comunicación en la formación de opinión y en la disolución del pensamiento personal en la masificación y la cosificación del individuo, quien termina convertido en un consumidor de trivialidades, que a veces no entiende ni le exigen que piense. Todo se caricaturiza en pocas líneas de fácil asimilación que se expresan en una posición, como si fuera el resultado de una reflexión personal.
Por eso, cuando en una conversación se usan adjetivos para calificar a alguien, se parte de establecer puntos de referencia que se basan en opiniones preconcebidas surgidas del aprendizaje social y viciadas por los intereses individuales. Difícilmente, el sujeto entiende que contamina a la interpretación objetiva – en lo que concierne a lo social, porque no faltará el que diga que en todos los casos, tres por dos siempre son seis-. Eso es lo que lleva a unos a considerar como brutos a los otros, puesto que no ven las cosas de la misma manera que ellos.
Se pueden ilustrar muchos ejemplos: si atacan a bala la caravana de Petro, la derecha dice que es una protesta popular; pero, si los estudiantes se manifiestan en contra de la derecha, es un sabotaje promovido por una organización en particular. Si el ataque armado contra un opositor hubiera ocurrido en Venezuela, los medios de la derecha colombiana estarían haciendo un escándalo a los cuatro vientos. También ocurre con respecto a la revolución bolivariana que la presentan como una dictadura que tiene aguantando hambre a la población (dictadura que no masacra ni ataca con armas al opositor político); pero son insensibles ante los asesinatos de líderes sociales y ante los miles de personas que mueren de hambre en Colombia.
Es que la derecha no se caracteriza precisamente por su coherencia –desde nuestro punto de vista-No es extraño que alguien de ellos mande por la redes sociales la canción “que la guerra no me sea indiferente” y más tarde envíe un meme en contra de la paz; o que se duelan de la muerte de un soldado y luego llamen a rechazar cualquier negociación con la insurgencia; que en la misa se den el abrazo de paz y posteriormente convoquen a recibir a plomo al candidato opositor, como su forma de entender el amor al prójimo. Todo a pesar de sus diez mandamientos, pues en lo religioso no encuentran espiritualidad, sino que no son más que rezos y ritos ante monicongos para que los proteja y les traiga suerte en los negocios. Todas estas incoherencias son síntomas de un modelo social que se derrumba, por lo que sus promotores tratan de tapar las grietas como sea, dando tumbos en su desespero. El país debe estar preparado para la caída del capitalismo y no mezclarse en guerras fratricidas proimperialistas.
La derecha busca convencer a la población de que paz es igual a comunismo; pero para llegar a tal equivalencia, tapan con una lona el camino por el que llegaron a tal conclusión, para que no se les vean las manos ensangrentadas por su responsabilidad y compromiso con los delitos de lesa humanidad en el país y la región. Con tales saltos, que ocultan el paso a paso de sus oscuras intenciones, tratan de evitar su comparecencia ante las instancias de la Justicia Especial, a la que deben presentarse como criminales de guerra y genocidas. Por eso le muestran a la población que si se instaura la paz, al país se lo toma el coco del castrochavismo y que terminaremos como Venezuela-país en el que el pueblo soberano derrota a la oligarquía, en el que no hay masacres ni bala contra los opositores-. Tal vez eso lo digan más como amenaza que como consejo; lo que se le debe entender a la derecha, es que “también los vamos a bloquear y atacar, si no nos dejan seguir robando.”
Cuando alguien emite un juicio político lo hace desde sus intereses. La clave está en que el pueblo entienda y actúe por cuenta propia y no se deje asustar de sí mismo ni utilizar como carne de cañón en defensa de quienes lo han mantenido en la penuria, la miseria y la opresión.
Marzo 6 de 2018


