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LA DIALECTICA ANDINA

Octubre 11 de 2024

Tomado de: Alonso Castillo Flores / Del Yanantin al Pachacuty: La dialéctica andina.146
Barro Pensativo. «Centro de Estudios e Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales» – Universidad Nacional de San Agustin, Perú

Disenso: Crítica y Reflexión Latinoamericana, vol. 4, n° I, julio del 2021

“Tanto yanantin como masintin son formas de concebir el mundo dialécticamente organizado, el primero sobre las diferencias y el segundo sobre las analogías”

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Resumen: Como otras civilizaciones milenarias, la cultura andina ha producido una dialéctica, es decir, una cosmovisión dinámica de fuerzas opuestas. Esta concepción contiene varios rasgos: paridad (de opuestos, de iguales y de pares),  relacionalidad, correspondencia, complementariedad, reciprocidad, mediación, movimiento e inversión. Todos estos elementos se exponen en lengua quechua, desde el yanantin hasta el pachakuti.

Introducción

Muchas de las grandes civilizaciones ancestrales han generado una dialéctica, esto es, una cosmovisión dinámica donde el movimiento y la vida se dan a partir del choque y conjunción de fuerzas opuestas. Así, en Irán tenemos al zoroastrismo o mazdaísmo (luz–tinieblas); en China, la filosofía del Tao (YinYang); en Grecia, la cosmología de los presocráticos (arjé–logos); y en el Tawantinsuyo la dualidad del yanantin (chacha-warmi o hanan-urin).     

Bautista (2014: 177) habla de una lógica compleja (que yo llamo ‘dialéctica andina’), sin determinaciones lineales y unívocas, sino de múltiples variables que se determinan mutuamente. Por supuesto, no se refiere a una lógica de razonamiento puro, sino a una forma de organizar la sociedad y la vida. Veremos diez principios de esta dialéctica.  

1. Yanantin: paridad de opuestos

Todo en el mundo andino tiene un par, es la paridad omnipresente. Para García (2017: 11) los dos principios son HananUrin (arriba–abajo), que se expresan en el Hanan QosqoUrin Qosqo, hanan inca–urin inca. Un monarca absoluto era imposible en la confederación incaica. En el universo rige esta ley dinámica, hanan-urin, cuando se refiere a la ocupación del espacio–tiempo, kausaysupay (positivo–negativo)cuando se refiere a la dinámica de la naturaleza (García: 108)

Usando el idioma aimara, podemos describir algunos opuestos clásicos: mujer–varón (chacha–warmi), sol–luna (willka–ph’axsi), vida– muerte (jaka-jiwa), cerro hembra–cerro macho (t’alla–mallju), fuego– viento (nina–wayra), arriba–abajo (arajsaya–manqhasaya). (Medrano, 2012: 29-30). Nótese que hasta los cerros están sexuados, todo es macho y hembra en la visión andina.

Para Javier Lajo (2005: 71-73) todo parte desde Manco Qhapaq y Mama Ocllo, desde el Lago Titcaca, con las plazas de Pachamama y Pachatata, una circular (hembra) y otra cuadrada (macho). Esas plazas, en la Isla de Amantaní, eran observatorios astronómicos que se complementaban. El mismo paralelo hace Lajo entre el Templo de Muyucmarka en el Hanan Qospo y el Koricancha en el Urin Qosqo

Yanantin es el principio de dualidad por excelencia, masculino– femenino, alto–bajo, rojo–negro, etc. Medrano (2012: 30) habla de ‘binaridad’, ‘dualismo’, ‘bipolaridad’. En Dexler (2015: 103) se le conoce como ‘paridad’, antes que ‘dualidad’. En el idioma Mapuche su versión sería el Ngnemapum, que algunos ven como una “dialéctica”, “como ley general del universo en su característica única de contradicciones no antagónicas”. (Dexler: 91)

Yanantin es oposición complementaria, jerarquizada e interdependiente; uno de los opuestos jerarquiza al otro (Prado, 15). Son yanantin los ojos, las manos, los zapatos, los guantes, las oposiciones lloq’e (izquierda) y phaña (derecha), lo izquierdo (mujer) y lo derecho (varón) (Prado: 3). En las manos y los pies es bastante evidente que uno de los opuestos tiene mayor jerarquía que el otro. 

Lo uno, lo autónomo o solitario es algo incompleto (manapaqta), irreal (illak) (Dexler: 97). La persona homosexual no conforma un yanantin, es estéril, narcisista (Eastermann, 2006: 227). Es lo disparejo, desigual, dispar, impar, (ch’ulla), de ahí el ch’ullachaki (cojo). El mismo Dios tiene par, Viracocha está asociado a Cuniraya, Tunapa o Tarapaca. La primera deidad de Manuscrito de Huarochirí es dual, Yanañamca Tutañamca (Depaz, 2019: 197-198), Yana– como yanantin.  

Pero no hablamos de una relación antagónica sino armónica, equilibrada. “Yanantin es dos cosas hermanadas; es igual que la vista que coordina a los dos ojos, siendo diferentes ven una misma imagen” (Dexler: 97). Las manos y los pies, con una relación jerarquizada trabajan siempre de modo coordinado, y al caminar, necesariamente van en sentido opuesto para hacer posible que nos desplacemos y trabajemos.

En las comunidades andinas la división del trabajo entre varones y mujeres es bastante rígida. El varón hace esfuerzos intensos pero breves, las mujeres hacen esfuerzos suaves y sostenidos (Delgado, 1996, 3–4). La propia economía, según Delgado (1996: 4) está basada en la competencia y no en el conflicto, se basa en la interdependencia y no en la subordinación, concentración y no dispersión.  

Un estudio sobre la etnia Pasto (Colombia–Ecuador) nos muestra que los opuestos no son externos sino internos. El propio ser humano es un ser dualístico, “el hombre es 100% materia y por tanto 100% espíritu” (Chirán y Burbano, 2013: 144). No existe la dicotomía occidental materia–espíritu; tampoco existe una división entre espacio y tiempo, Pacha se traduce como ‘espacio–tiempo’, algo cercano al modelo de Einstein. Los opuestos, entonces, no son extremos ni irreconciliables, como Dios y el Diablo, en la imagen judeocristiana. Antes bien, lo absolutamente bueno y lo absolutamente malo es visto como una especie de maniqueísmo, un dualismo bipolar (Dexler: 96).  

2. Masintin: paridad de iguales  

Un rasgo que a menudo se olvida es el de masintin. Por principio, no puede existir una categoría única, porque eso viola al propio yananatin; el opuesto complementario suyo es el masintin. Es decir, a la dualidad de opuestos oponemos la dualidad de iguales, de modo complementario.  

Las relaciones masintin se dan entre semejantes, personas o entidades de la misma condición, entre maestros, entre alumnos, entre estrellas, entre átomos del mismo elemento. En el plano familiar se da entre varones o entre mujeres, por ello en las reuniones de las comunidades andinas, los varones suelen reunirse separados de las mujeres. 

Para Núñez del Padro (2007: 16), el masintin es un principio de identidad, pero no entre uno mismo, sino con su par semejante, una identidad suplementaria, de solidaridad y equivalencia. Los pares del masintin se articulan en unidades mayores y son asimilados para formar un par para el yanantin. La relación de semejantes es simétrica y no lleva a una jerarquía. Se dan masintin entre hermanos varones (wayqe–wayqe) y hermanas (ñaña–ñaña), se dan yanantin entre hermano–hermana (tura– pana

“Tanto yanantin como masintin son formas de concebir el mundo dialécticamente organizado, el primero sobre las diferencias y el segundo sobre las analogías” (Prado, 2007: 8). Yanantin es diferencia, antonimia, oposición; masintin es semejanza, sinonimia, similitud.  

3. Tawantin: paridad de pares

La combinación de un yanantin y un masintin nos da un tawantin: cuatro elementos, A–B=C–D, donde A–B, por un lado, y C–D, por otro, hacen dos yanantis, mientras A–C, por un lado, y B–D, por otro, hacen dos masintin. Entre padres conforman yanantin, entre hijos varón–mujer otro yanantin, padre–hijo hacen masintin, madre–hija hacen otro masintin. “La imagen que tiene el hombre andino de su universo organizado en yanantin y masintin es la imagen de la familia nuclear formada por cuatro miembros y denominada tawantin” (Núñez, 2007: 9). 

El término Tawantin–suyo se muestra claro. El modelo tawantin “fue la base dialéctica de organización del estado inka y sigue siendo el eje de la cosmovisión del hombre andino” (Núñez: 15). Si todo está formado de pares, estos se agrupan en cuartetos que conforman el cosmos entero.

Según García (2017: 23), existen cuatro mundos: Hawapacha (mundo de afuera, universo invisible que ucupa un espacio–tiempo distinto), Hananpacha (mundo de arriba), Kaypacha (este mundo), Ukhupacha (mundo de abajo). Chirán y Burbano (2013: 146), por otro lado, recuerdan las cuatro formas de Viracocha: Imaymana y Tocapu, Ticsi y Caylla. Tenemos también las cuatro deidades primigenias de Huarochirí y la leyenda fundacional de los hermanos Ayar, que eran cuatro. 

En la dialéctica de Empédocles tenemos cuatro elementos: agua– aire–fuego–tierra, formando pares, calientes (aire–fuego), fríos (agua– tierra), secos (fuego–tierra), húmedos (agua–aire), cuatro masintin y dos yanantis: caliente–frío y seco–húmedo. Los chinos utilizaron cinco elementos: agua–madera–fuego–tierra–metal. Los budistas tenían los mismos elementos que Empédocles, los japoneses e hindúes le agregan un elemento: vacío y éter, respectivamente.

En los antiguos andinos no tenemos tal conceptuación. Sin embargo, encontramos en las leyendas andino–amazónicas relatadas por Luis Valcárcel este recuento: “cuatro mundos anteriores fueron destruidos por el agua, por el cielo que cayó sobre la tierra, por el fuego y por el viento” (Lajo: 80). Chirán y Burbano (2013: 144) creen que los puntos cardinales simbolizan los cuatro elementos. También tenemos la chakana que expone Eastermann (2006: 180) basado en el famoso dibujo de Juan de Santa Cruz Pachacuti: Luna (noche), sol (día), mujer (agua), varón (suelo). Si pensamos en el viento de la noche, el fuego del sol y la tierra del suelo, el cuadro se completa.     

Algunos prefieren hablar de “tetraléctica” más que de “dialéctica” andina (Dexler: 91). Medrano (2012: 21) creyó que los cuatro principios expuestos por Eastermann representaban la “tetradimencionalidad” andina: relacionalidad, correspondencia, complementariedad y reciprocidad. En todo caso, la importancia del tawa, la chakana, o cruz dentada, o la Cruz del Sur, es más que evidente. 

4. Tawapaqa: relacionalidad o vincularidad 

En la chakana todo está relacionado: espacio–tiempo, humano– cosmos, varón–mujer, astronomía–moral y los cuatro puntos cardinales, por la ‘relacionalidad’ o ‘vincularidad’. Este es el principio holístico: “todo está de una u otra manera relacionado (vinculado, conectado) con todo”, “la entidad básica no es el ‘ente’ sustancial, sino la relación” (Eastermann: 126). Tawapaqa (o Tawachakana) se asemeja a las cosmologías de Empédocles, Plotino–Proclo, Leibniz y Engels. 

Nada escapa de la relación, hasta Dios está conectado (Eastermann, 2006: 128). En la naturaleza todo forma parte de un todo de modo interrelacionado e interdependiente, todos estamos relacionados, todos somos vivientes, todos somos parientes. Todo está en todo y todo está reciprocado, todo necesita de todo. Nada hay fuera de la Pacha, nada hay aislado. El rakinakuy (desconexión absoluta) es imposible (Dexler: 96), celibato y soltería son muestras de incompletitud pasajera. 

La relacionalidad sirve para mantener todo armónica y equilibradamente a través de la naturalización de los contrarios (Medrano: 24-25). Tawapaqa es la suma de relaciones bidireccionales o recíprocas e incluye la relación causa–efecto, pero no se detiene en ella. La causalidad física es sólo un caso de la relacionalidad, otros son: correspondencia, reciprocidad, polaridad, proporcionalidad. (Eastermann: 130). 

5. Ayninakuy: correspondencia opuesta

Según el principio de correspondencia, los aspectos y regiones del cosmos se corresponden de manera armoniosa (Eastermann: 136). Esta correspondencia no es unilateral sino que describe una relación mutua y bidireccional. Eastermann encuentra paralelos en las filosofías de Platón, Tomás de Aquino, Hegel, Kierkegaard, y las ciencias de Hipócrates, Heisenberg, Einstein y Planck.   

La correspondencia se refleja en a) armonía, relación de todos los elementos del universo para conformar un todo orgánico equilibrado y b) simetría, relación de proporción de igual–igual entre todos esos elementos. Así, los opuestos se corresponden unos con otros, vida– muerte, humano–extrahumano, hombre–mujer (Medrano: 25). Un curandero colombiano ejemplificó así la correspondencia calor–frío: “Cada calor tiene algo de frío, cada frío tiene algo de calor.” (Dexler: 92). De nuevo, la cercanía con la dialéctica de Heráclito. 

En una familia (ayllu)no puede haber verdaderos yananatin ni masintin si los miembros no se corresponden equilibradamente, es ahí donde surge el conflicto. Los nexos de correspondencia, como los otros, no son solo ‘lógicos’ u ‘ontológicos’ sino que son de tipo cualitativo, simbólico, celebrativo, ritual y afectivo (Eastermann: 138).

6. Tinkunakuy: complementariedad y encuentro 

Es el principio de complementariedad o tinkunakuy, que otros traducirían como junt’anakuy o junt’achana. Todos los entes, todas las acciones existen con su complemento específico (Eastermann, 139), por ello ningún ente por sí solo es una entidad completa, solo con su opuesto complementario puede llegar ser un ente completo e integral. La contraparte de un ente no es su contrapuesto, su rival, sino su complemento, cuestionando el principio lógico occidental de no– contradicción (Eastermann: 40). Los nexos con el YinYang chino, la unión de opuestos de Heráclito y la coincidentia oppositorum de Cusano son obvios. 

En los aimaras, el chachawarmi esuna “complementariedad asimétrica, antes que inequitativa” (Delgado: 7). Varón y mujer son complementarios con una posición jerárquica pero no excluyente sino en equilibrio conyugal (Medrano: 35-36). Son contrarios no antagónicos sino complementarios (Chirán y Burbano: 142), son individuos distintos, diametralmente opuestos en polaridad sexual y atributos pero cada uno posee exactamente lo que falta al otro (Cárdenas, 2013: 57).

El término aimara jaqichasiña (matrimonio) es usado como ‘hacerse persona en pareja, mutuamente’ (Medrano: 33). Jaqichasiña se divide morfológicamente en: jaqi (persona, ser humano, gente), el sufijo de complemento –si–  (conversión entre sí), y – ña verbalización de la acción (Mamani, 1999: 312). La complementariedad es entonces la idea de “una atracción o repulsión mutua  que subyace en la coherencia unitaria y se fundamenta en la noción de equivalencias emparejadas”  (Mamani: 2). 

Con todo esto, en la mayoría de exposiciones del yanantin o chachawarmi existe una tendencia de eliminar lo conflictivo, como si el antagonismo no existiese también en las sociedades andinas. No se usa en este sistema categorial algo como la “lucha de contrarios”, los términos de ñipakuy (oposición), ch’aqwa (discorida), atipanakuy (rivalidad), ni ayñi (contradicción, incompatibilidad), que casualmente es muy cercano el término ayni (reciprocidad, cooperación). Sin embargo, el propio tinkuy suele traducirse como ‘chocar, encontrarse violentamente una cosa con otra’ y tinkuqmasi es el ‘adversario’, mientras awka tinkuy o awakanakuy es ‘guerra’.

El tinku es el choque de contrastes que puede causar un pachakuti (una catástrofe) si no se lleva adecuadamente (Dexler, p. 95). Rafael Bautista (2017, p. 181-182, 188) resulta muy acertado: Existen los conflictos, que llevan a entrampamientos, y que solo se solucionan a través del tinkuy, porque estos no pueden ser absolutos; es un encuentro a veces traumático, sangriento, la vida demuestra el dolor que implica el conflicto. El tinkuy, al fin, persigue la comunidad por un atajo, y reestablece la armonía. 

Los ritos del tinkuy están hoy vivos en eventos violentos como la ceremonia del Chiraje, “batalla campal” con warakas (ondas) entre dos comunidades en Canas, Cusco; el takanakuy, batida a golpes entre hermanos o vecinos de un mismo sexo, en Chumvivilcas, Cusco; la Danza de las Tijeras, con retos sobrehumanos, donde los oponentes de autoaplican actos violentos y sangrientos, en la Región Chanka. La danza moderna boliviana de los tinkus representa similar contienda con pasos rudos y exigentes. 

Todo parece indicar estos tinku utilizan medios violentos no para atizar contradicciones sino para superarlas; no se trata de vencer al oponente sino de limar asperezas entre hermanos/as. En el incanato existían naturalmente controversias, antagonismos, contrastes, entre los jefes hanan y urin que se resolvían en una asamblea (un ‘consejo de Estado’) compuesta por 16 amautas, hombres sabios y prudentes. Solo después de su aprobación, el inca podía gobernar. Así, para que haya orden debía de haber oposición, y el poder lograba conciliar ambos extremos (García, p. 11). Entonces, no se descarta que también la oposición varón–mujer sea potencialmente antagónica (Cárdenas, 2013, p. 57). 

7. Yanapanakuy: reciprocidad o realimentación 

La reciprocidad se da a todo nivel: conyugal, familiar, comunal, económico, biológico, ecológico, cósmico. La reciprocidad en el mundo andino es cosa muy común, dadas las relaciones económicas de trueque como intercambio entre iguales y no sobre una moneda, divisa o ‘valor universal de cambio’. Todos los actos son recíprocos, a cada acto le corresponde un acto recíproco como contribución. (Eastermann: 145).  

La causalidad es una relación unidireccional, es solo un momento de una relacionalidad superior que es la reciprocidad. De esta forma la relación se da en equilibrio, y cuando se da un desequilibrio, una acción recíproca recuperará el equilibrio (Eastermann: 148-149). “La reciprocidad explicita las relaciones yanantin o masintin, constituye el aspecto dinámico del modelo y genera su dialéctica”. (Núñez: 16). El yananpanakuy implica una reciprocidad simétrica (intercambio obligatorio y proporcional de bienes y servicios), evita la depredación (asimetría negativa), y persigue el don (asimetría positiva; un acto voluntario, de generosidad) que tarde o temprano se equilibra al ser retribuido por la Pacha (Dexler: 94). 

El mundo incaico/andino muestra diferentes formas de yanapanakuy, formas de cooperación del trabajo. a) Mita, institución donde el ‘Estado’ incaico solicitaba el concurso de la sociedad para la construcción de caminos, fortalezas, participación en guerras o incorporación de nuevos territorios. b) Ayni, ayuda mutua entre los gobernantes (kamayuq) y los comuneros (ayllurunas) para obras de irrigación, mejoramiento vial, construcción de locales comunales, servicio militar, etc. c) Minka,entre personas de la misma comunidad para labores agrícolas, construcción de viviendas y otras labores cotidianas. En la actualidad esta forma sigue vigente (García: 65-67). 

En el mundo aimara actual tenemos: a) Phucaña, cumplir un compromiso o retribuir lo que se había dado como ayuda. b) Machaq ayni,ayudar a la pareja en el matrimonio con un regalo que será luego devuelto, c) Arku, dar ayuda con una suma considerable de dinero. d) Apjata, ayuda en especies previa al matrimonio (Medrano: 34). Existen también instituciones de reciprocidad a la Pachamama a través del pago a la tierra. a) Pagapu, ofrenda de fetos de ganado, grasa animal, hojas de coca, etc. b) Ch’alla, ofrenda de un líquido, licor o chicha. c) Tinka, aspersión ritual a los apus/achachilas (García, 50-51)   

8. Chawpi: mediación y síntesis

Según Harold Santacruz, “la dialéctica de la lógica del dual de los Andes” se evidencia en cómo “el territorio de los Pastos se constituye en la síntesis, mediación o producto de la oposición y unidad” del adentro–afuera, el arriba–abajo (Chirán y Burbano: 145). De manera que existe siempre un mediador, el trabajo en el ayni, el regalo en la apjata, el producto en el trueque, la waraka en el chiraje, el coito en la sexualidad; en todos estos casos se trata de un puente. 

Núñez del Prado expone una síntesis, yanantin + masintin = tawantin, y en Javier Lajo, otra, yanantin + tinkuy = yanantunkuy. Una dialéctica occidental que suprime la ‘tesis’ y la ‘antítesis’ es una operación donde 1+1=1, la dualidad que comprime a chacha y warmi es una operación donde 1+1=3. Como en la idea de emergencia: El todo es mayor que la suma de las partes, esto es, los opuestos más sus lazos. A y B, coexisten como partes complementarias en una ‘tercera’ entidad (Eastermann: 142). 

En Medrano (2012: 23-24) encontramos los vínculos aimaras. “En toda relacionalidad hay un mediador, una mediación”. En el pensamiento, el ch’amakani (filósofo) media entre el pensamiento común (inawsa) y el pensamiento especial (iyawsa); en el lenguaje, la tercera persona (jiwasa) media entre la primera persona (naya) y la segunda persona (juma); en lo espiritual: el ‘brujo’ (yatiri) mediaentre lo humano (jaq’e) y lo divino (pachamama). A través de él, se forma el chachawarmi y el panipacha, que es el sentido de dualidad y equidad de dos seres humanos, que forman un cuerpo dual interdependiente, y eso valida su conciencia individual y colectiva (Mamani: 308-309).   

9. Tukuymikuyun: movimiento vital

Tukuymikuyun significa que ‘todo se mueve’, algo muy parecido al Panta rei de Heráclito (Anticona, 2017: 43). Pachan wiñay wi-ñaypaq kausan; mana qallarinchu, mana tukukunchu; kikillansi wachachikun, kikillanpi wañumun, pacha-llampipas t’ikrakun. “El universo es permanente, siempre ha existido y existirá, nace y muere dentro de sí mismo y solo el tiempo lo cambia”. (García: 17). 

La cosmovisión andina es evolucionista, la Pacha es materia– energía en perpetuo movimiento, la Pacha se transforma a partir de los principios de kausaysupay (vida–muerte), el universo siempre existió, no tiene principio ni fin (García: 27).  Muy cercano a Heráclito, de nuevo. Entonces, la muerte no es mala ni aterradora, sino necesaria, germinal, para el equilibrio del cosmos. De la muerte surge de nuevo la vida, que en perpetuo movimiento nunca concluye (García: 55). La vida es dinámica, en ella hay incorporación de nuevos miembros y descanso de los viejos, la vida tiene ciclos de mucha intensidad y otros de concentración (Bautista: 151). 

El kamaqen (impulso vital) es el fluido vital que adopta distintas formas, es una sustancia que “conforma el infinito océano que anima los tiempos y los mundos” (García: 109). El kamaqen sería una forma peculiar y evolucionada de la kallpa (energía universal). La kallpa es también dual y contradictoria porque se presenta bajo kausay (energía positiva) y supay (energía negativa) (García: 30, 38).

El movimiento, en la cosmovisión andina es cíclico y ondulatorio. Lajo (2005: 90) recuerda las grandes sierpes (Yakumama y Sachamama) de Luis Valcárcel, el símbolo del agua (yaku) como una serpiente sinuosa u ondulante (chokora). Ella es símbolo del tiempo–movimiento, que oscila cíclicamente y que se puede sintetizar en un dibujo de esferas concéntricas, como las ondas del agua al lanzar una piedrita. Ese símbolo de ondas circulares, como las mandalas de la India, expresa la “ley general del movimiento y del tiempo” (Lajo: 134). Por ello, Chirán y Burbano (2013: 148-149) hablan de espirales de energía, de oleajes, y espirales unidos.

La vida es, pues, un fluido perpetuo, donde tienen gran significación los ríos (mayu), la sangre (yawar) y el fluido seminal del varón, que riegan los campos, el corazón y la mujer, para dar vida (kausay). La relacionalidad (tawapaqa)no es un tejido como el de una “telaraña cósmica”, porque a este la falta movimiento, dinamismo y la dimensión del tiempo (Dexler: 93). La cosmovisión andina es una “filosofía dinámica del equilibrio” (Dexler: 96)

En Dexler (2015: 97) se explica que según la cosmovisión de los nasa en Colombia, se intercambian el equilibrio (fxizexi), y el desequilibrio (pta’z), que en quechua serían nankay y amaru/pachakuti. La paridad encuentra sentido cuando se dan saltos de calidad, porque el yanantin no es simplista ni intrascendente. La dualidad onda–partícula (de Einstein y De Broglie) estaría implícita en el hecho de que las ondas (kinku) dependen de una materialidad corpuscular (imakay).    

Ciertamente, la cosmovisión andina es una teoría del equilibrio.

“El equilibrio es la piedra angular de la visión andina de la vida”, piensan De la Torre y Sandoval (2004: 19). Pero se trata de un equilibrio dinámico, donde los desequilibrios se concilian a través de tinkus violentos. Esa armonía sociocósmica, es delicada y frágil, por ello requiere de la ritualidad permanente, para poder equilibrar el cosmos y limpiar lo sucio (Dexler: 104).

10. Pachakuti: inversión total

Para Lajo (2005: 102), Pachakuti significa literalmente ‘el mundo se da vuelta’ o ‘cataclismo planetario y cósmico cíclico’, (Lajo: 84). Es un marco dual de cambio violento que se presenta como positivo y negativo (Chirán y Burbano: 147). El universo andino, en que todo está vinculado, lleva a un movimiento cíclico (pachakuti) que se expresa en procesos de dispersión (ch’iqiy) y unificación (t’inkinakuy) (Depaz: 308). Los elementos arriba–abajo, derecha–izquierda se encuentran en una competencia que tiende al desequilibrio por dispersión (wayra) y concentración (taqe)

En la concepción andina del tiempo, no existe un ascenso lineal, no hay un ‘progreso’ y, pese a que se asemeja al ‘desarrollo en espiral’ por sus avances cíclicos, no presenta un ‘desarrollo’ en sí, un norte hacia donde avanzar, un rumbo histórico (Eastermann: 204). Tampoco vale asimilarla al ‘eterno retorno’, pues, en ella un ciclo describe un universo nuevo, aunque no necesariamente ‘mejor’ que el anterior. Eastermann (2006: 202) lo asemeja a la ciclicidad periódica del amor–odio de Empédocles; una suerte de espiral circular ni ascendente ni descendente. El tiempo no sería continuo sino discontinuo, se da en ‘saltos’ o ‘revoluciones cósmicas’. Cuando el desequilibrio no puede resolverse por vía del tinku, surgen inevitables conmociones, los pachakuti o amaru pararestituir el equilibrio en un nuevo (pero no desconocido) orden. Al final, en el pachakuti se encuentra la dualidad del yanantin, y todos los principios que hemos descrito antes, porque en la dialéctica dualística no hay “una” ley fundamental, sino que todas son aspectos del mismo cosmos dinámico– concatenado, armónico–contradictorio, mediado–recíproco. El pachakuti pone de cabeza el hanan-urin, restituye el yanantin, y devuelve la armonía cósmica.  

Conclusión

La dialéctica de la dualidad andina muestra muchos rasgos dinámico–contradictorios: 1) Yanantin, la paridad de los opuestos: A↔B. 2) Masintin, la paridad de iguales: C1=C2. 3) Tawantin, la paridad de pares: (A↔B)–(C1=C2). 4) Tawapaqa, la relacionalidad, suma de todos los vínculos: ‘↔’ + ‘–’ + ‘=’. 5) Ayninakuy, la correspondencia de A en B y de C1 en C2. 6) Tinkunakuy, la complementariedad armoniosa A↔B o encuentro violento de C1=C2. 7) Yanapanakuy, la reciprocidad A→B + A←B. 8) Chawpi, mediación ‘↔’ entre A y B y síntesis que conserva A+B = A↔B. 9) Tukuymikuyun, el movimiento y flujo vital entre A↔B o entre C1=C2. 10) Pachakuti, la inversión catastrófica de la relación desequilibrada B↔A hacia A↔B en equilibrio.         

Referencias bibliográficas

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Núñez del Prado Béjar, Daisy (2007). “Yanantin y masintin: La cosmovisión andina”. https://www.academia.edu/10401973/YANANTIN_Y_MASINTIN_LA_COSMOVISION_ANDINA

Biodata:

Alonso CASTILLO FLORES. Bachiller en Filosofía por la Universidad Nacional de San Agustín. Candidato a Magíster en Ética y Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Agustín. ECPE por la Universidad de Michigan.  Miembro de Barro Pensativo. Centro de Estudios e Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales.  Es columnista del blog Barro Pensativo. Su línea  de  investigación  son  los problemas del ser humano y el conocimiento a través de la filosofía de la praxis y la decolonialidad.

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LA DESTRUCCIÓN, REPRESIÓN Y SAQUEO DE LA DOCUMENTACIÓN INDÍGENA DURANTE LA INVASIÓN-CONQUISTA ESPAÑOLA EN MESOAMÉRICA I

12 DE OCTUBRE
Como se sabe, el Estado colonial español implantó en Mesoamérica un orden social (Nueva España) que se tradujo en una sucesión de catástrofes, imposiciones, angustias y trastornos respecto a las formas de acumular el conocimiento nativo, sabiduría registrada a través de la escritura jeroglífica. Por esto no hay que perder de vista la otra versión, la que infiere con meridiana lucidez el historiador Miguel León-Portilla en sus libros Visión de los vencidos: relaciones indígenas de la conquista y El reverso de la conquista. Este mismo autor en otra de sus obras es elocuente al escribir:

La conquista española y lo que a ella siguió, alteró profundamente la cultura indígena y trastocó de modo particular sus formas de saber tradicional y los medios de preservación de sus conocimientos religiosos, históricos y de otras índoles. Sin exageración puede afirmarse que acarreó la fractura y a la postre la muerte de un sistema de preservación de conocimientos con raíces milenarias. (León-Portilla; 1996, p. 13).

En este sentido, el proceso de conquista no es un asunto menor que deba pasar inadvertido, puesto que fue el fenómeno causante del estrago que provocó el daño entorno de la estructura social que los pueblos originarios habían construido para conservar su memoria documental. El quebranto que produjo el atropello de la invasión española en Mesoamérica fue absoluto. Esta percepción rotunda, la comparte otro historiador que se ha ocupado sobre el tema desde un punto de vista crítico:

El primer efecto de la Conquista sobre la memoria indígena fue la destrucción del sistema estatal que recogía y propagaba el pasado por medio de los códices […]. Al desaparecer las instituciones que antes almacenaban la memoria se perdieron también los instrumentos que aseguraban la transmisión de una generación a la siguiente. Otro efecto de la Conquista fue la represión de la antigua memoria. Desde la invasión europea la transmisión del pasado indígena se produjo en un clima de hostigamiento que ahogó las formas de recordación que disentían de las impuestas por el vencedor. (Florescano; 1999, p. 232).

La autoridad invasora recurrió así cada vez más al uso de la fuerza bruta, a la agresión sistemática, motivo por el que la afección respecto a la cultura documental indígena sería importante para crear las condiciones necesarias de un poder colonial cuyos fundamentos característicos serían la explotación y la violencia; el despojo y el crimen durante tres siglos. El desenfreno de España por expandir su razón cultural abarca la devastación y represión de la cultura documental indígena, constituida por las formas de pensamiento en el contexto y en la vida de los antiguos mexicanos. Sobre este asunto, se puede ampliar y profundizar cuando se escribe:

Mucho de lo que para los indígenas debió ser su viejo legado se perdió entonces para siempre. Hubo quemas de libros picto-glíficos, destrucción de templos, efigies de dioses y otros monumentos. A raíz de la conquista era riesgoso hablar de libros y de los monumentos con inscripciones y efigies de dioses. Mencionarlos y poseerlos significaba aparecer como idólatra y atraerse el castigo y la destrucción de esos vestigios testimoniales. (León–Portilla; 1992, p. 136).

Las quemas de manuscritos jeroglíficos fueron el símbolo del exceso de los conquistadores y la pesadilla de quienes serían derrotados. El hombre mesoamericano perdió así su memoria en medio de lo horrible de todo aquello que para él significó la desgracia de la llegada de los invasores. El clima social del México antiguo se impregnaría de pesimismos y desastres, pues la aniquilación de su cultura superior, hasta entonces desarrollada, sería arrasada con especial frenesí. La riqueza de la documentación escrita, basada en un sistema de escritura pictográfica, durante el proceso de invasión-conquista fue severamente trastocada. La destrucción de la cultura bibliográfica de la sociedad indígena prehispánica, referente a esas mismas coordenadas de tiempo y espacio, se comprende desde otra óptica cuando leemos:

Cierto es que varios de los cronistas, indígenas y españoles, que hablan de lasamoxcalli, dan luego testimonio del trágico acabamiento de las mismas y de la gran mayoría de los viejos libros, los que llamaban “códices”. […] en tanto que hubo quemas y destrucción de los amoxtli, libros o pinturas, también se dejo sentir un interés por conocer esas “antiguallas”. (León-Portilla, Miguel. “Presentación”. En: Mathes, Miguel; 1982, p. 7).

Cabe mencionar que Amoxcalli, en el ámbito de la sociedad mexica, significa «la casa de los libros». Algunos autores se refieren indistintamente a esa especie de espacios como bibliotecas o archivos. Recintos en donde los documentos primitivos conocidos como «códices», daban testimonio del desarrollo cultural de la civilización náhuatl; espacios en donde los sabios (tlamatinis) y escribas (tlacuilos) indígenas, conocedores de la escritura tradicional cultivada en esa región mesoamericana, se encargaban de registrar y conservar su historia; lugares donde los tlacuilos eran los responsables de “escribir pintando” o de “pintar escribiendo” los códices sobre temas de toda naturaleza. Palabra cuya raíz en latín, codex, significa “libro manuscrito”; expresión que se generalizó para denominar los documentos pictográficos que fueron elaborados por la civilización indígena de Mesoamérica. Y, en efecto, hoy en día se le llama códice a lo que en la documentación colonial sobre el México prehispánico escrita en náhuatl se llama amoxtli; en maya, pik hu’un; en mixteco, tacu, y en general los españoles llamaron pinturas de los indios.

La toma y demolición de los edificios, por parte del ejército conquistador, en donde se hallaban esos espacios destinados a conservar la memoria de los pueblos originarios fueron hechos que produjeron la devastación de una gran cantidad de acervos documentales de esa índole; los “autos de fe” fue otro de los procedimientos que los frailes españoles llevaron a cabo con particular delirio para aniquilar lo que ellos consideraron categóricamente como “obras del demonio”. En efecto, el bello colorido y los extraños caracteres de los auténticos libros autóctonos mayas hicieron pensar que se trataban de objetos que “contenían mentiras del Diablo”. La misma opinión se generó respecto a los textos de los pueblos nahuas:

La Conquista y la destrucción que vino aparejada con ella dieron muerte a ese doble sistema de historia [escrita y oral]. Proscrita la cultura náhuatl, porque se pensó ser obra del demonio, se quiso suprimir lo que constituía la conciencia misma de esa cultura: sus códices, sus cantares y poemas. (León-Portilla; 1968, p. 71).

De este modo, a consecuencia de una evidente ignorancia, algunos frailes dieron rienda suelta para ejecutar, con tea en mano, espectáculos dantescos que debieron producir una gran angustia y desolación en el espíritu indígena. La brutalidad extrema propició que prácticamente no quedara rastro de esos vestigios institucionales e instrumentales tras la invasión-conquista militar-religiosa. En torno de esta catástrofe, se sabe que durante “el sitio de México [Tenochtitlan], en 1521, se destruyó casi por completo la ciudad y por tanto un número incalculable de documentos” (Baudot; 1979, p. 32). Se pulverizaron así fuentes testimoniales de primera mano que los conquistadores jamás supieron determinar con exactitud si el contenido era o no importante. Respecto a la agresión militar de manera más explícita se asevera:

Los amoxcalli o casas de libros de Tenochtitlan y Tlatelolco desaparecieron violentamente bajo el fuego y acción de los zapadores durante el asedio. Las de Texcoco, múltiples veces ensalsadas por propios y extraños, soportaron la doble conquista. (Historia de México; 1975. p. 212).

Las casas de libros o bibliotecas inherentes a la cultura náhuatl  pueden ser consideradas, en el estado actual de nuestros conocimientos, como las primeras instituciones documentales de la gran civilización indígena de Mesoamérica; como el rasgo dominante de la cultura documental nativa de esta región. La existencia de esos espacios, destinados a la acumulación y conservación del saber autóctono, rebosantes de manuscritos, ilustra la tendencia del espíritu de esos pueblos; la conquista española haría desaparecer por completo tales lugares propios de los sabios, de los indígenas especializados en interpretar los signos y los números. Respecto a la acción demoledora de los conquistadores espirituales, se afirma que los frailes franciscanos encabezados por Juan de Zumárraga:

[…] viendo en los códices figuras del mal y para quitar la idolatría al pueblo, se apoderaron de los archivos de Tenochtitlan y Tlatelolco, incendiando  con ellos una hoguera del tamaño de un monte que ardería por espacio de ocho días. (Rayón; 1854, p. 979).

Con este telón asolador de fondo, la historia acusa a Diego de Landa, otro miembro de la orden franciscana, como uno de los mayores destructores de códices prehispánicos. El fanatismo religioso de ese fraile lo incitó a quemar en un auto de fe, realizado el 12 de julio de 1562 en la ciudad de Maní, una cantidad enorme de libros nativos referentes a la civilización maya. Según información registrada en Wikipedia, se calcula que el autor de la Relación de las cosas de Yucatán fue el responsable, el principal artífice, de incinerar 70 toneladas de libros que contenían todos los asuntos de esa cultura milenaria que se generó en el sur-sureste de México. Mientras que en otra fuente sobre el mismo acontecimiento se afirma: “[…] miles de códices fueron destruidos por los conquistadores españoles; fray Diego de Landa quemó cien mil códices mayas” (Arizpe y Tostado; 1993, p. 69). Acaso en el marco del terror sembrado por Landa esa cantidad de documentos destruidos resulte exagerada para algunos, por lo que es mejor ajustarnos al punto de vista indeterminado que sugiere que ese religioso hizo “una hoguera inmensa de códices” en aquella localidad mayense. Lo inequívoco es que hoy en día:

Nuestro conocimiento del pensamiento maya antiguo representa sólo una minúscula fracción del panorama completo, pues de los miles de libros en los que toda la extensión de sus rituales y conocimientos fueron registrados, sólo cuatro han sobrevivido hasta los tiempos modernos (Coe; 1987, p. 161).

Algo semejante aconteció con el acervo de libros prehispánicos que se produjeron en el contexto de los pueblos asentados en el Anáhuac (Texcoco, Tlaxcala, Chalco, Cholula, Acolhuacán, Tenochtitlan y otros) y que tenían en común la lengua náhuatl. En relación con el asunto que nos ocupa, a Juan de Zumárraga es otro de los personajes contradictorios que la historia acusa como el culpable de haber ordenado quemar manuscritos aztecas en patéticos autos de fe, específicamente los de Texcoco. Se sabe así que en su calidad como primer y principal líder inquisidor de Nueva España:

 […] fray Juan de Zumárraga, en su intento de acabar con lo que consideraba como “idolatría”, incendió el acervo de Texcoco, donde se calcula que había cientos de miles de códices nahuas y de los que tan sólo se han conservado catorce. (Arizpe y Tostado; 1993, p. 69).

Sobre ese mismo personaje, es elocuente la acusación que el conocimiento antropológico cierne sobre de él, al considerarlo como uno de los principales arrasadores de una gran cantidad de libros y documentos nativos prehispánicos, es decir, manuscritos pictográficos antiguos que conformaban entonces el testimonio importante del conocimiento escrito. En síntesis se asevera:

Una buena parte de esta documentación escrita también fue destruida voluntariamente después de la conquista. Muchos libros tenían carácter religioso o mágico. El obispo Zumárraga los hizo recoger y quemar, sin duda junto con mucho otros de naturaleza profana, tales como relatos históricos. (Soustelle; 1970, 13).

Los antiguos mexicanos amaban sus libros, y fue una gran parte de su cultura la que se perdió cuando la mano fanática de Zumárraga arrojó a la hoguera miles y miles de preciosos manuscritos. (Soustelle; 1970, 229).

Aunque hay otra versión que contrasta y objeta que Zumárraga haya sido el causante o el principal autor intelectual de esas quemas de códices antiguos, la verdad es que el resultado catastrófico respecto a esa documentación indígena mesoamericana fue el mismo:

Se ha acusado a Zumárraga de vandalismo y de haber hecho destruir los monumentos y documentos de la antigua cultura mejicana, en especial los archivos reales de Texcoco, y esta mala fama pesa sobre él, a partir del padre Torquemada (1615), y el historiador indio Ixtlilxochitl (siglo XVII), enconada por autores modernos que le atribuyen gigantescos autos de fe de bibliotecas aztecas; le ha vindicado J. García Icazbalceta (Biografía de D. Fr. Juan de Zumárraga, primer Obispo y Arzobispo de Méjico, Méjico, 1881; Madrid, 1929), demostrando que los archivos de Texcoco fueron destruidos por los tlaxcaltecas al tomar con Cortés la ciudad, en 1520; que la destrucción de templos e ídolos fue llevada siempre con empeño por los religiosos y conquistadores e impulsada por orden de Carlos V (1538), para acabar con la idolatría, en lo que participó, más o menos, Zumárraga, movido por su celo, y que no hay pruebas de un sistemático vandalismo en él contra los manuscritos, muchos ya víctimas de lo dicho y de las guerras. (Esquerra; 1952, 1486).

Empero, la historia de libro no cesa de atribuir rotundamente a esos dos representantes de la Iglesia Católica española, esto es, a Landa y Zumárraga, los actos de hacer arder grandes cantidades de libros nativos de los pueblos mesoamericanos más relevantes. Por ejemplo, en una obra de reciente publicación, cuyo título es lo suficientemente explícito: Libros en llamas: historia de la interminable destrucción de bibliotecas, el autor refiere con particular énfasis los frenéticos incendios que esos evangelizadores españoles desencadenaron en torno de la documentación azteca y maya:

Juan de Zumárraga, obispo de México, luego gran inquisidor de España extramuros entre 1536 y 1543, tuvo el orgullo de hacer arder todos los códices aztecas que los incendios de Cortés habían olvidado. Todos los tonalamatl, libros sagrados que él ordenaba recoger a sus agentes o que se encontraban en los amoxcalli, salas de archivos […]. En 1529 Zumárraga hace transportar la biblioteca de la ‘culta capital de Anáhuac y el gran depósito de archivos nacionales’ en la plaza del mercado de Tlatelolco, hasta formar ‘una montaña’ a la que los monjes, cantando, se aproximan con sus antorchas. Miles de páginas policromas arden. El conquistador existe para matar y expoliar, el religioso para borrar; el obispo cumple su misión satisfaciendo su deseo consciente de destruir la memoria y el orgullo de los autóctonos (Polastron; 2007, 115).

El franciscano Diego de Landa, nacido en 1524, fue uno de los primeros predicadores que llegó a Yucatán. Su ejemplo como destructor intencionado supera, si es posible, al de Zumárraga: como estudió las costumbres de los mayas y descifró sus jeroglíficos, sus acciones ganan cinismo y crueldad. […] Cuando llegaron los españoles la civilización de Yucatán estaba en decadencia; por eso en 1561 realizaron la hazaña de destruir de un solo golpe casi la totalidad de los escritos del país, reunidos con devoción en un reserva secreta de Maní que había sido la sede de la dinastía Tutul Xiu.  (Polastron; 2007, 116 y 117).

Tomando en cuenta el año (1521) en que fue vencido el pueblo azteca y con esto la destrucción de su ciudad y consecuentemente su cultura documental, es de dudar que para esos años haya habido aún alguna «casa de libros» o amoxcalli no digamos funcionando sino de pie. La poderosa tecnología bélica del ejército de Hernán Cortés usada durante la invasión de Mesoamérica, así como el recelo mostrado por los religiosos que acompañaban este proceso, permite dilucidar que esos recintos destinados a conservar la memoria indígena náhualt debieron ser destruidos antes de la llegada de Zumárraga. Sin embargo, la interpretación de Polastron es posible y sobre todo indiscutible en relación al espectáculo desolador e impactante de aquellas delirantes quemas de códices realizadas por aquel fraile.

Respecto a la brutalidad extrema en asunto de quemas de libros, cabe mencionar que los conquistadores espirituales llegados a Mesoamérica traían amplia experiencia. La España católica en el siglo XV había ordenado consumir en la hoguera, sin exagerar, millones de libros. Así, acervos de libros pertenecientes a judíos y moros fueron consumidos en el fuego. Y al libro prohibido se sumó ellibro quemado, y en uno y otro caso los responsables no sabrían deslindar con certeza lo positivo o negativo del contenido de una cantidad incalculable de material bibliográfico. La ignorancia y el fanatismo fueron las estrellas polares que guiaban a los destructores de libros y bibliotecas. Con este poder de percepción, los mismos hábitos devastadores del aparato de coacción implantado en tierras de la América prehispánica son los que se practicaron. Las objeciones religiosas, morales o políticas eran los motivos que orillaban a reducir a cenizas la memoria, el conocimiento, la información. Los feroces biblioclastas o destructores de libros venidos de Europa serían los autores intelectuales y materiales que los historiadores y antropólogos no cesan de señalar de manera explícita.

Bibliografía

Arizpe, Lourdes; Tostado, Maricarmen. (1993). El patrimonio intelectual: un legado del pensamiento. En: Florescano, Enrique (Comp.). El patrimonio cultural de México. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; Fondo de Cultura Económica. pp. 63-90

Baudot, Georges. (1979). Las letras precolombinas. México: Siglo XXI.

Coe, Michael D. (1987). The Maya, Londres: Thames y Hudson, 4ª ed.

Esquerra, Ramón. (1952). Fray Juan de Zumárraga. En: AA. VV., Diccionario de Historia de España. Madrid, Revista de Occidente. Tomo II, pp. 1486-1488

Florescano, Enrique. (1999). Memoria indígena. México: Taurus.

Historia de México. (1975). [Enciclopedia]. España: Salvat. T. 2

León-Portilla, Miguel. (1996). El destino de la palabra: de la oralidad a los códices mesoamericanos a la escritura alfabética. México: Fondo de Cultura Económica.

—————. (1992). Literaturas indígenas de México. México: Fondo de Cultura Económica, MAPFRE.

—————.  (1982). “Presentación”. En: Mathes, Miguel. Santa Cruz de Tlatelolco: la primera biblioteca académica de las américas. México: Secretaría de Relaciones Exteriores.

—————. (1968). Los antiguos mexicanos: a través de sus crónicas y cantares. 2ª. ed. México: Fondo de Cultura Económica.

Polastron, Lucien X. (2007). Libros en llamas: historia de la interminable destrucción de bibliotecas.México: Fondo de Cultura Económica.

Rayón, Ignacio. (1854). Archivos de México. En: Diccionario universal de historia y geografía. Vol. 5. México: Tipografía De Rafael.

Soustelle, Jacques. (1970). La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista. México: Fondo de Cultura Económica. 2nd ed.

Felipe Meneses Tello, http://www.ofaj.com.br/colunas_conteudo.php?cod=381

 

Mañana 12 de octubre, no tenemos nada que celebrar

12 DE OCTUBRE

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HISTORIA DE ABYAYALA: 1492 Y ALGO MAS ( Desembarco mercenario español en AbyaYala)

 Octubre “12” de 1492, quinientos veinte años después

Escrito por Ramón Alcides Ávila Peralta

 Hace 500 y más años, en las playas de Necoclí – provincia de Antioquia – Colombia, tuvo lugar un gran acontecimiento: el desembarco de 2.600 mercenarios que arribaron el 30 de junio de 1514 en la armada española, integrada por 33 navíos de guerra al mando de Pedro Arias Dávila – Pedrárias -, general del imperio español, al servicio de los reyes católicos de Castilla y Aragón.

Sobre el litoral de estas playas tropicales, se erguía la imponente ciudad Oziganá – ciudad de las piñas o el piñal, en idioma Katío -, poblada por cinco mil habitantes Urabaibes y gobernada por el Tiba Grande – rey Urabá – totuma pequeña, en idioma Katío -.

Oziganá fue arrasada por el incendio, violadas sus mujeres y niñas. Los habitantes, casi en su totalidad, fueron extinguidos en sangrienta matanza, algunos devorados por el fuego, otros rematados en su desespero por huir de las llamas. Una cobarde masacre  ejecutada  en horas  de la noche. Según las crónicas,  a “filo” de media noche o casi al amanecer,  cuando todo el pueblo dormía relajadamente sin temor  a ser violentado, para ellos, la guerra era desconocida. Tenían contiendas, desacuerdos o conflictos, pero jamás se declaraban la guerra.
La ciudad quedó a merced de las tropas invasoras, saqueada a su antojo.

Nueve meses después, los reyes: Urabá; Toné;Abibaibe;Kareta, Karepa y Panquiako.Caramanta y el heroico Nutibara, iniciaron la “contraofensiva estratégica” sin precedente histórico.Aniquilaron la guarnición militar emplazada en áreas donde fue incendiada ciudad Oziganá.

La batalla estuvo comandada por  el glorioso general Kynanchú, hermano menor de Nutibara. La história, vaga e incompleta, enfatizadamente  redactada a favor  de los vencedores, ha silenciado este episodio, que un día, tal vez, lanueva generación de historiadoras, historiadores, y comunicadores sociales, decidanreescribir la historia desapasionadamente.

Se constituye traición a los abuelos mayores y a sus predecesores; una bofetada grosera a la historia, a su cultura y a su identidad, erigir en  parques y avenidas, esculturas y monumentos conmemorativos para engrandecer la gloria espuria del invasor, culpables del holocausto máximo de la civilización.

De 475 millones de aborígenes extinguidos – los españoles, quienes escribieron las primeras páginas de la historia y aún continúan escribiéndola -, sólo registraron 75 millones;   de 160 millones de negros, víctima de una verdadera máquina de secuestro, sólo registran 18 millones. En las fuentes históricas, engavetadas en los archivos del  Vaticano, Nápoles, Florencia y Sevilla – hoy parcialmente desclasificadas -, consta que el tráfico de esclavos se hizo a escala de 80 millones de negros por siglo.Saquearon 28 millones de toneladas de oro y 22 millones de toneladas de plata, cifras dubitativas sin considerar el peso específico de la masa molecular de estos metales.

Antes del desembarco mercenario español en AbyaYala- redenominado América o “Nuevo Mundo”-, el continente era conocido por todas las culturas milenarias. Ejemplo clásico: La cartografía china lo registraba FU ZHANG; los egipcios, ATLÁNTIDA; los griegos, POSEIDÓN. La cartografía oceánica y continental de los fenicios lo catalogaron PUN.

Mil años antes de Colón – pirata al servicio de Renato D´Anjou -,  el gran navegante chino, Chen Ho, al mando de una escuadra naval – La Flota del Tesoro -, compuesta por trecientos navíos, con longitud de 156 mts de eslora – siete veces superior a las carabelas españolas -,  había establecido relaciones comerciales en condiciones de respeto mutuo y recíprocas ventajas con los habitantes de  AbyaYala.

AbyaYala alcanzó floreciente desarrollo cultural: las artes, la poesía, la cosmogonía y la cosmología;  la pan teología,  la filosofía y las ciencias exactas, cuyo desarrollo en astrofísica y astronomía, tuvo trascendencia en los libros sagrados del Popol Vhu; la Biblia; el Corán; El Kybalión – antes de la época de los faraones -, el Nag Hammandi. El Talmud y la literatura talmúdica.

Los Incas, descendientes de los pueblos Colla que habitaron el altiplano del lago Titikaka, emplazaron un observatorio astronómico en la Isla del Sol, junto con los mayas, provenientes de los Toltecas, antiguos pobladores de la llanura central de México, descubrieron 7.800 estrellas fijas – término astronómico de hoy -, pero los Incas y Mayas conocían el movimiento vibratorio estelar, las cuales catalogaron dentro de un sistema de coordenadas elípticas, un catálogo estelar elaborado tres mil y más años antes de Hiparco, ciudadano griego egresado de la universidad de Alejandría y considerado el astrónomo más relevante de la antigüedad, descubridor de 1.080 estrellas -120 años a.J –

Para la construcción de sus pirámides excéntricas – arquitectura más compleja que las pirámides de Egipto -, los matemáticos Mayas inventaron la trigonometría del ángulo y desarrollaron las razones trigonométricas de la esfera, y no Hiparco de Nicea, a quien la historia atribuye una gloria que  pertenece a los Mayas 3.600 años antes.

España encontró en el “Nuevo Mundo” 375 mil idiomas, los cuales extinguió. Sólo en Brasil donde se hablaban 28 mil idiomas, dejaron 4 mil, y los pueblos que habitaron el litoral caribe suramericano, perdieron literalmente su idioma.

Europa dejó a AbyaYala el  subdesarrollo, y legó criminalmente enfermedades contagiosas que, hoy cuesta una tasa altamente porcentual del PIB de todos los países de América latina.

Pero la historia se ha caracterizado por sus relatos torcidos, plagada de leyendas, sesgada y muchas veces falseada. Ejemplo clásico: durante la segunda guerra mundial – según registros del almanaque mundial -, en el período comprendido entre 1933 y 1945,  las islas de Hiroshima y Nagasaky estaban pobladas por 1.740.000 y 1.320.000 japoneses respectivamente.Nadie sobre vivió a los efectos de la bomba atómica, la muerte sobrevino como “reacción en cadena” las semanas, meses y años posteriores, pero la historia sigue enseñando que sólo hubo 75.000víctimas.

Premeditadamente, el segundo blanco del ataque nuclear era la ciudad de Kokura, pero el destino le hizo una jugada siniestra a Nagasaki: ese día, las condiciones meteorológicas de Kokura impidió el bombardeo termonuclear y desviaron la operación holocausto hacia la isla de Nagasaki, con trespropósito: ensayar la eficacia de la bomba atómica, enviar un mensaje de intimidación a las demás potencias militares de la época, y obligar la rendición de Japón.

La historia siempre ha trascendido las versiones de Tito Livio, Plutarco y Lucio Anneo Séneca, que mencionan los 40 mil libros incinerados de la biblioteca universitaria de Alejandría. Pero omite el legado oscurantista de los españoles que reversó 5 mil años la historia, al quemar 32 mil libros que registraban los adelantos alcanzados por las civilizaciones de AbyaYala.

Hernán Cortes, Alvarado, Francisco Pizarro, Almagro y los frailes que les acompañaron, “justificaron” la destrucción de los libros Aztecas, Mayas e Incas, argumentando que su contenido diabólico entraba en conflicto con los dogmas cristianos.

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