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A 40 años de “Los límites del crecimiento”

APOCALIPSIS NEOLIBERAL

Los capitalistas aun creen que los recursos naturales son inagotables, que todos los componentes –biológicos y minerales- de la tierra son autorrenovables, que el planeta y la humanidad aguantan todo tipo de abusos, que todo se puede desechar, -incluidas más de mil millones de personas que para ellos dejaron de producir y consumir- pues a ellos no les basta con destruir nuestro planeta, sino, que pretenden colonizar otros mundos, utilizando inmensas cantidades de recursos naturales y de esfuerzos humanos en una carrera espacial dirigida a esta empresa,  empezando por Marte.  Es muy importante y hermoso el conocimiento, la observación del universo y el cosmos, pues nos puede ayudar a comprender muchos fenómenos naturales de nuestro planeta, pero el capitalismo utiliza esta actividad científica –uso instrumental- para desviar la atención de la humanidad hacia sus grandes problemas sociales generados por esta civilización; igualmente lo hace con el fanatismo religioso, el deporte comercial y el consumismo, como con el desarrollo tecnológico militar -para mantener la “supremacía” militar-nuclear- consume y destruye en gran proporción recursos naturales y vidas humanas, manteniendo bajo el terror militar y el chantaje económico a la mayoría de los pueblos del mundo.

A principios de los 70 del siglo pasado algunas empresas multinacionales europeas y norteamericanas integrantes del Club de Roma, entre ellas varias automotrices, encargaron a un grupo de científicos de seis países un estudio sobre el impacto del desarrollo tecnológico e industrial en el medio ambiente –crecimiento económico- y  el crecimiento demográfico hacia el futuro. Este estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts MIT y otros de Europa en varias regiones del mundo, condensado en un informe llamado “Los Limites del Crecimiento”, determinaron que de continuar las lógicas de producción y consumo–crecimiento-, los recursos minerales y energéticos entrarían en un proceso acelerado de agotamiento y la contaminación ambiental haría muy difícil la vida para los humanos en la tierra, La conclusión del informe de 1972 fue: “si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años”[1]. Sin embargo los capitalistas con su ideología de crecimiento infinito hicieron caso omiso de estas recomendaciones, impulsando desde los 80 del siglo pasado el neocolonialismo a través del modelo neoliberal globalizado, esta vez para arrasar con la dignidad y el poco bienestar que aún mantienen los pueblos, multiplicando la explotación y el consumo de combustibles de origen fósil y biológico –agrocombustibles- y por ende, la contaminación del aire, la tierra y los mares. Convirtieron a los países de la periferia en megaminas a cielo abierto para extraer todo tipo de minerales para mantener la megamáquina capitalista, multiplicaron exponencialmente la producción de alimentos en los países del sur para abastecer y derrochar en sus mesas, condenando a la mitad de la humanidad a morirse de hambre. Con su política expoliadora despoblaron los campos para hacinar de miseria las ciudades. Con las tecnociencias, la biotecnología, la bioquímica y la ingeniería genética multiplicaron a la enésima la capacidad de producir y procesar alimentos, de sintetizar medicamentos, junto a la inmensa cantidad de equipos tecnológicos de comunicaciones –TICS- y de transporte para utilizar, consumir y desechar masiva y rápidamente como con el resto de productos industriales, sin tener una disposición adecuada de residuos en la recuperación, reciclaje o la eliminación de efectos nocivos y letales como los desechos radioactivos, los cianuros o el mercurio, además de agrotóxicos y de elementos químicos componentes de las últimas y masificadas tecnologías.

El desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo condujo a la humanidad y al planeta a la peor catástrofe de los últimos 2000 años, pasando de fuerzas productivas de desarrollo y progreso económico y social, a fuerzas destructivas regresivas que degradan más cada hora, física, mental y socialmente a la humanidad. El uso intensivo de tecnología -todos los equipos receptores y emisores de ondas electromagnéticas, adheridos al cuerpo y de operación cercana al cerebro como los teléfonos móviles- comienza a generar patologías y enfermedades. Se sigue eliminando miles de especies y enfermando a la humanidad con el uso de agrotóxicos, OGM y compuestos químicos y bioquímicos utilizados en la producción y transformación industrial de los alimentos; con los residuos químicos, radioactivos e industriales, a nombre del progreso.

El uso masivo y permanente de medicamentos industriales ha generado dependencia, enfermedades y patologías, a las cuales aún no se les encuentra antídotos, elevando los niveles de intoxicación de los organismos humanos y animales de consumo humano, a quienes se mantienen drogados para que produzcan más, además que a los últimos se les maltrata más física, química y genéticamente, siendo esta problemática tan grave para los seres vivos como la contaminación ambiental o los daños a los ecosistemas.

Las transnacionales de la producción e investigación alimentaria que utilizan la biotecnología, la bioquímica, la ingeniería genética la nanotecnología en el desarrollo de nuevas especies, están obligando a los estados a diseñar leyes que prohíban la utilización de semillas y productos naturales aborígenes en la agricultura y en la fabricación de alimentos industriales, imponiendo el consumo de semillas y productos transgénicos; no solo lo hacen con el maíz y la soja, sino, con todo lo agroalimentario. Han llegado a plantear que ya no son necesarias las abejas para la polinización, que estas se pueden reemplazar por abejas electrónicas “inteligentes”, construidas con nanotecnología, producidas y controladas por dichas empresas; ignorando las consecuencias biológicas no solo en la producción alimentaria sino en la diversidad y el equilibrio biológico de todo el planeta, sin reconocer las verdaderas causas de  la extinción de miles de especies, acelerada en los últimos 70 años.

La naturaleza, por lo menos a nivel biológico no necesita reproducirse ni perfeccionarse artificialmente, ella tiene su propia lógica de reproducción, evolución y equilibrio. La ciencia dirigida por el capital pretende crear una “naturaleza” paralela artificial, como quiere imponer una realidad virtual diseñada por los medios de comunicación -como la verdadera realidad- simulando formas de vida estériles (biotecnosfera), que se convierten en monstruos destructores de la humanidad y de la vida natural. El control que pretenden los propietarios de las ciencias de la vida está orientado a eliminar la autonomía y la soberanía alimentaria de los pueblos, a acabar con los pequeños productores, con las formas de producción y propiedad colectiva, a apropiarse totalmente del conocimiento y de las especies que aún existen en nuestros países y a administrar nuestras vidas, porque hasta los genes humanos están siendo clasificados y cuantificados económicamente por las transnacionales de la ingeniería genética para cobrarnos por poseerlos, por vivir.

Es  necesario evaluar las funciones y los objetivos de la ciencia y la tecnología en el capitalismo y las consecuencias de su aplicación en  el desarrollo actual de esas fuerzas productivas, definir qué tipo de ciencia, qué industrias, qué tecnologías desarrollar y conservar, que áreas de las ciencias estimular, y cambiar la orientación de la investigación y la creatividad hacia objetivos humanistas de respeto y solidaridad, hacia la creación de nuevas relaciones sociales de producción, de convivencia, de respeto con la naturaleza. Hasta ahora las áreas de la ciencia a desarrollar han sido determinadas por los dueños del capital financiero de las multinacionales y Transnacionales para la producción de mercancías y la acumulación de capitales objetivo real del crecimiento económico, hacia la multiplicación permanente del consumo como concepto de progreso para el resto de la sociedad. Esta lógica ha llevado al agotamiento físico de los recursos mineros y energéticos y a la reducción acelerada de las especies animales y vegetales del planeta, incluida la toxificación de los bienes que propician la vida como la tierra, el aire y el agua

Después de 40 años del informe “los límites del crecimiento”, la situación de los pueblos y del mundo ha empeorado degradando todos los ecosistemas y la salud de los humanos; aunque se aprecia un alto desarrollo de la tecnología electrónica digital (TIC) que aporta “comodidad” a los humanos, (más del 50% de las personas no disponen de ella), esta no garantiza la eliminación de la pobreza, aunque disminuye un poco el uso de papel en base de madera.

A pesar de contar con métodos avanzados de control a la natalidad, la humanidad supera los 7.000 millones de habitantes, inferior al presupuesto maltusiano del informe, pero el problema demográfico nunca ha sido la causa del hambre o de la pobreza, aunque la disminución del número de habitantes puede ser una determinación consciente libre y autónoma de hombres y mujeres que permita la plena realización de las personas y mejorar la calidad de vida y la felicidad. A las metrópolis imperialistas realmente  no les importa la cantidad de personas ni la pobreza generada por su modo de producción, pues los llamados países desarrollados con sus sociedades envejecidas y reducidas necesitan incrementar su población, la mano de obra esclava y de consumidores provenientes de la periferia para su producción industrial y el mantenimiento de servicios que sus nacionales se niegan a prestar, para permanecer como potencias; al capital solo le interesa si las personas producen y consumen para multiplicar sus márgenes de ganancia y acumulación.

El capital imperialista está tratando de acrecentar la incertidumbre sobre el futuro de la humanidad y del planeta, presentando a través de los medios -con ayuda de científicos serviles- con datos falsos, las crisis ambiental y alimentaria como inevitables, retomando el maltusianismo para echarle a los pueblos pobres la culpa de esta situación (por la multiplicación de la prole); para el capitalismo la apropiación privada de la tierra y la producción alimentaria no tiene nada que ver con la situación de pobreza y hambre, quiere hacer creer a los pueblos victimas de sus sistema, que la catástrofe ambiental es inevitable e irreversible, que ni la tierra ni los campesinos tienen capacidad para producir los alimentos en cantidad y calidad para mantener a la humanidad, que el agua se acabó y por ella se tiene que pagar, incluso ya se está pagando por contaminar, es posible que en poco tiempo tengamos que pagar el aire que respiramos; mientras despojan a los pueblos de sus recursos naturales y de la tierra productiva, toda una catástrofe global que nos pinta para someternos y convertirnos en conformistas incapaces de reconocer y transformar la realidad.

La contaminación ambiental y el consecuente calentamiento global, intensificados a partir de la automatización industrial (1950) indican claramente el carácter antropogénico de estos fenómenos, pues desde 1800 se ha observado el incremento de la temperatura de la tierra, que coincide con el auge de la industria movida con energía proveniente del carbón vegetal y mineral, generadora de grandes cantidades de CO2, nitratos y muchos otros gases que generan el efecto invernadero y la lluvia ácida, daños multiplicados en el siglo XX con la utilización de hidrocarburos fósiles y agrocombustibles. Pero esta situación nunca fue causada por toda la humanidad como nos lo repiten todos los días los medios oficiales del capitalismo, sino por ese pequeño grupo imperialista de familias supremamente ricas dueñas del sistema financiero mundial, de las multinacionales y transnacionales, de la industria y de la guerra.

Estas crisis son reversible, la tierra cultivable está subutilizada en más del 50%; con la genética, las tecnologías electromecánicas, cibernéticas y biotecnológicas (utilizadas adecuadamente) actuales es posible recuperar prácticamente todos los desiertos para producir alimentos sanos para 10 veces la población mundial actual, lo mismo que recuperar la mayoría de las especies en vía de extinción y reducir la contaminación de los elementos a niveles tolerables al florecimiento de la vida y la biodiversidad en menos de 100 años, y la eliminación del hambre y la pobreza en menos de 50, pero esto solo es posible fuera del capitalismo, en una sociedad equitativa, justa y solidaria. Claro que si la humanidad no hace este cambio a corto plazo, estaríamos dándole la razón  a Malthus, a Hitler, al capitalismo hoy neoliberal (o neoconservador), esperando que el mesías del mercado nos permita sobrevivir como esclavos ciegos, comiendo mierda cibernética hasta que la madre tierra nos sepulte como lo hizo con los dinosaurios.

Suramérica y Colombia son territorios de diversidad biológica y cultural, de pequeños y grandes ríos, de inmensos valles, pampas, bosques y selvas productores de oxigeno,  montañas, páramos y nevados que atrapan el agua en las alturas, de tierras fértiles y desertizadas por monocultivos y la actividad minera a gran escala, consumidoras y contaminantes de las aguas dulces, situación que desde la colonia viene azotando a nuestros pueblos, pero también de tierras ociosas en poder de latifundistas nacionales y extranjeros (comódities y agronegocios) que obligan mediante la violencia y el despojo, el desplazamiento del campesinado, de las comunidades indígenas y negras, bien hacia las ciudades o hacia las montañas, reduciendo las áreas de biodiversidad y las fuentes de agua con las talas para cultivos de coca, multiplicando el daño ecológico con los proyectos de la gran minería (metales y combustibles).

No se trata de sembrar árboles industrialmente, de hacer campañas comerciales para salvar o proteger algunas especies, ni de reciclar la basura que nos vende el capitalismo y ahorrar el agua que consumismos en casa, ni de crear zonas verdes en las ciudades, ni de volvernos todos vegetarianos e irnos a sobrevivir aislados en el monte, tampoco de andar en bicicleta, mucho menos de comprar máscaras para respirar y aplicar la economía verde que el neoliberalismo nos quiere imponer. Lo que nos debe cuestionar es si seguimos considerando al capitalismo como la mejor o única forma de existir en sociedad, si continuamos aguantando con estoicismo los crímenes de lesa humanidad y lesa naturaleza que este sistema nos obliga a aceptar como naturales e inevitables; es si persistimos en un pensamiento único estandarizado, individualista utilitarista, sin reconocer ni cambiar las causas de todas las miserias humanas, mientras las transnacionales continúan depredando al planeta  y políticos, los economistas y financieros del gran capital confunden a las personas con hormigas.

Es tiempo de cambiar la lógica en las relaciones sociales de producción, de convivencia  entre humanos y con la naturaleza, dejando de utilizar y adaptar la naturaleza a los intereses personales de quienes poseen el poder político y económico sobre el resto de la humanidad; tiempo de eliminar al generador de esta gran tragedia: el capitalismo, transformándonos individual y colectivamente en defensores de la vida, la libertad y la dignidad humanas, integrándonos como especie a la naturaleza, disfrutándola y amándola, estudiándola como se estudia un organismo vivo sujeto de derechos y de respeto, sin derechos de propiedad privada, sobre el conocimiento, ni sobre los bienes naturales y ambientales. Los pueblos, los humanistas amantes de la naturaleza, la vida y la paz debemos parar y desarmar la moderna Megamáquina productiva-militar del capitalismo, no solo por la necesidad del socialismo o el comunismo, sino por mero espíritu de supervivencia de la especie y conservación de la vida en la tierra.

GONZALO SALAZAR


[1] “Los límites del crecimiento (1972)” publicado en Wikipedia

Propuesta agroalimentaria

Economía del hambre

Por Gonzalo Salazar

“La Soberanía Alimentaria es considerada como “el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales, en los cuales la mujer desempeña un papel fundamental”. (Foro Mundial de Soberanía Alimentaria, 2001).

Los alimentos a través de la historia han permitido el desarrollo de las culturas, han definido en su forma de producción, distribución y consumo, los grados de autonomía y bienestar de los sectores populares. Los productores y los consumidores lo han hecho organizados en asociaciones solidarias y comunitarias, en mingas, en familia, en la pequeña y mediana producción.

La producción agroalimentaria de los pueblos ha hecho posible el mejoramiento de especies, utilizando diversos métodos y técnicas; ha ampliado la base alimentaria y medicinal, mediante la domesticación, cruce y mejoramiento de especies, el intercambio de semillas y productos (entre comunidades en diferentes regiones del planeta), enriqueciendo la mesa alimentaria; al mismo tiempo que ha generado identidad, cultura de convivencia y respeto con las demás especies del entorno de las comunidades, conservando los banco genéticos naturales en todos los territorios donde campesinos e indígenas producen para autoconsumo, utilizando tecnologías e insumos no erosivos, no modificados genéticamente ni contaminantes,  con una distribución más equitativa de la tierra.

Esta forma de producir está siendo arrasada por la agroindustria intensiva y extensiva del monocultivo en latifundios, que continúan creciendo con el despojo y la extranjerización de la tierra, reduciendo la producción alimentaria de los campesinos de los países agrícolas empobrecidos, además, el mercado impuesto por organismos multilaterales como el FMI, el BM y la OMC en la mundialización del capital, obliga a producir lo que no se ha de consumir y a consumir lo que no se produce, quitando o llenando el plato, de acuerdo al hambre de acumulación de los negociantes de la alimentación; pues el capitalismo ordena producir para exportar sin tener en cuenta las necesidades alimentarias internas, de la misma forma que impone el consumo de alimentos importados. La ONU, la UNICEF, la OMS, la FAO, emiten mandatos para mejorar las condiciones de alimentación y salud de los pueblos, mientras los gobiernos oligárquicos dependientes obedecen las órdenes de las grandes corporaciones multinacionales y de los organismos multilaterales financieros y de comercio.

La llamada Revolución Verde  en sus dos versiones (química-mecánica y genética- biotecnológica) acabó con la diversidad de la pequeña economía campesina de la mayoría de los países agrarios, con cientos de miles de especies alimenticias, medicinales y benéficas  autóctonas, terrestres y acuáticas, contaminó y desertizó con agrotóxicos al mundo. El neoliberalismo amplió la frontera agrícola en detrimento de bosques naturales, selvas y páramos, al tiempo que extendió la minera y de explotación de recursos energéticos sobre toda la geografía del planeta, incluso en áreas donde se cultivaban alimentos. En la actualidad expropia las fuentes hídricas de los países periféricos, mientras las transnacionales (y algunos países emergentes) compran estos países por pedazos  para la gran minería a cielo abierto, para cultivar los alimentos que necesitan y que han de vender a todo el mundo (extranjerización de nuestros territorios o feudalización neocolonial).

“De las mil variedades de papas que había en el mundo, actualmente se cultivan intensamente cuatro. De los siete mil tipos de manzanas que nutrían la imaginación del siglo XIX, quedan las cuatro o cinco que se suelen ver. El 97 por ciento de la variedad de vegetales que había al comienzo del siglo XX se extinguió. Los campesinos o pequeños productores independientes desaparecieron o se volvieron empleados de esas grandes compañías. En India, más de 200 mil deudores desesperados (¡200 mil!) que ya no tenían cómo afrontar las deudas a las que se vieron expuestos desde que las multinacionales empezaron a cobrarles por sus semillas, se suicidaron.

En la expansión verde, las vacas se trasladaron del campo a los feedlots, los cerdos de sus chiqueros a galpones de engorde intensivo y los pollos a cámaras oscuras de crecimiento acelerado. La vida de los criadores y la calidad de todos estos alimentos se han empobrecido cuantificablemente: la carne de hoy es más rica en grasas saturadas y remedios. El cambio en sus dietas y los espacios cerrados en donde se hace vivir a los animales cubiertos por sus propios excrementos volvió el terreno propicio para la aparición de virus y bacterias nuevas, o viejas pero mutadas. Es tal la cantidad de antibióticos que se les aplica para que aguanten y sobrevivan y que luego consumimos nosotros en forma de carne que las enfermedades en humanos se han vuelto cada vez más resistentes. Escherichiacoli, salmonella, gripe aviar y gripe porcina son riesgos que se relacionan directamente con las granjas industriales. Y la obesidad avanza, y el cáncer avanza y los problemas cardíacos y la infertilidad y una larga lista de etcéteras. Si bien la mayor responsabilidad de este desbarajuste recae en países como Estados Unidos y China, no hay sociedad que esté exenta de sufrir las consecuencias.”[1]

Bien es sabido y difundido, incluso aceptado por la FAO, que en el mundo se producen más del 200% de los alimentos necesarios para el sostenimiento de la humanidad, sin embargo más de 1000 millones de personas no tienen acceso a las proteínas, vitaminas y minerales necesarios para vivir en buenas condiciones físicas y mentales. Siempre se ha hablado de crisis alimentarias en Asia, África y América latina, pero poco se ha dicho de las riquezas robadas a los países empobrecidos, donde se saquean recursos naturales y energéticos. Los alimentos que los países del norte necesitan para alimentar hasta el hartazgo a sus sociedades dilapidadoras de todo lo que el mundo produce, siguen siendo extraídos de los países periféricos empobrecidos, dejando solo desiertos y pobreza.

¿Acaso tiene sentido que en el sur del Brasil se haya destruido todo el bosque del río Uruguay para plantar soja destinada a alimentar las vacas y cerdos de Europa? Mira que locura: después de hacer 500 kilómetros en camión, esa soja viaja 13 mil kilómetros en barco. Cuando llega a Holanda o Alemania, una parte se destina a la alimentación de cerdos, que luego matan, y un porcentaje de esa carne viaja hasta el sur de Italia para hacer salame “italiano” que es exportado a todas partes, incluso al sur de Brasil. No es lógico. La comida debe ser producida localmente y consumida lo más local o regionalmente posible.”[2]

El problema de la inseguridad alimentaria y nutricional tiene que ver con el cómo  se producen y distribuyen los alimentos, si se importan o se exportan, con el acceso, la disposición a los sectores vulnerables de alimentación y nutrición suficientes y sanas; el origen del hambre no está en la sequía, el mucho invierno o en el calentamiento global, ni siquiera en la infertilidad de las tierras o en la falta de mecanización o utilización de tecnologías en la agricultura de los países empobrecidos. El problema del hambre está en las formas de propiedad y uso de la tierra, en el modo de producción,  en las relaciones sociales de producción, en la ausencia de autodeterminación de los pueblos, y de soberanía alimentaria. En este sentido el capitalismo utiliza el concepto de Seguridad Alimentaria para enmascarar la criminal ineficiencia de su sistema, en el cual la cuestión no es si hay comida para todos, sino, si hay suficientes mercancías para consumir, sin importar cómo se produzcan, de donde vengan ni a que costos ambientales y sociales; por eso las estadísticas e indicadores nunca dicen cuantas personas murieron ayer de hambre porque no pudieron conseguir el dinero suficiente para un pedazo de pan y una taza de agua de panela, indicadores de subsistencia para decir que esas personas si almorzaron.

Las estadísticas capitalistas hablan de cuanto se exportó, cuanto se importó, pero no de quienes, con nombres propios, se beneficiaron de esos negocios; por eso hablan del crecimiento de la economía como si hubiera crecido el dinero en el bolsillo de cada uno de los ciudadanos, igual que con el PIB, que supone lo que todos los individuos trabajaron y adquirieron por igual. La Seguridad Alimentaria en los países agrícolas es parte fundamental de su Soberanía Alimentaria, pero no debe ser vista como la gran producción de alimentos por gigantescas empresas transnacionales o nacionales privadas de Sociedad Anónima, que movilizan millones de toneladas de unos países a otros; desde la perspectiva popular en las condiciones socioeconómicas de Colombia, la producción alimentaria debe estar basada en la pequeña y la mediana propiedad campesina y urbana con una estructura solidaria, comunitaria, asociativa integrada a un mercado interno.

De acuerdo con lo señalado en la Cumbre Mundial de la Alimentación 1996) “existe seguridad alimentaria cuando toda la población, y en todo momento, tiene acceso físico, social y económico a alimentos seguros y nutritivos que satisfacen sus necesidades dietéticas y preferencias alimentarias, para una vida activa y saludable. Es decir, ésta depende de que exista disponibilidad, acceso y la utilización biológica de los alimentos.”

Países otrora productores y autosuficientes (ahora deudores de la banca internacional) tienen que importar al costo que quieran los mercaderes transnacionales de alimentos, mientras los que no tienen dichos recursos esperan las “ayudas” humanitarias que muchas veces son lanzadas desde aviones, alimentos que algunas veces tienen vencidas las fechas límite para su consumo, cuando no son productos contaminados (lo que les sobra o desechan los países ricos). O peor, cuando los que “ayudan” son los que saquean sus alimentos como en Somalia, donde los que se roban el petróleo y otros minerales, saquean el pescado de sus mares, destruyendo toda la vida marina (España, Francia, Alemania, Inglaterra…), los mismos que tratan de piratas a quienes defienden su dignidad y su soberanía. Un ejemplo en América es Haití, donde el imperio norteamericano a través de la oligarquía local acabó con la producción de alimentos y ahora el pueblo sobrevive de la limosna “humanitaria” –en el terremoto de 2010 USA no mandó alimentos ni medicamentos ni médicos: invadió militarmente al país-.

“La crisis está lejos de solucionarse y en los últimos meses se ha extendido a ocho países del Sahel, donde se calcula que hay aproximadamente quince millones de personas en riesgo grave de inseguridad alimentaria. Los estados más afectados son Níger (5,4 millones, 35% de la población), Chad (3,6 millones, 28% de la población), Malí (3 millones, 20% de la población), Burkina Faso (1,7 millones, 10% de la población), Senegal (0,85 millones, 6% de la población), Gambia (0,71 millones, 37% de la población) y Mauritania (0,7 millones, 22% de la población), aunque la zozobra también se ha propagado a Camerún y Nigeria.”[3].

Dentro del capitalismo se presentan supuestas alternativas a la situación de inseguridad alimentaria de la mayoría de la población; entre las que encontramos desde lo “ingenuo” hasta lo más absurdo y antihumano. La agricultura urbana es una posibilidad que se puede concretar en áreas periféricas de pequeñas ciudades, con espacios reducidos para la siembra de unas pocas plantas o la cría en mínima escala de especies menores como conejos, cuyes y pollos para complementar la dieta de los sectores populares. Esta posibilidad se reduce o elimina con la dinámica de crecimiento y desarrollo de las grandes ciudades, las cuales no permiten espacios vacios de cemento, donde las viviendas son pequeñas sin patios ni terrazas o son edificios de apartamentos, teniendo en cuenta que la mayoría de los pobres no poseen vivienda propia, además, las autoridades alegan problemas sanitarios y de estética. La agricultura urbana es muy importante para desarrollar sensibilidad sobre alimentación sana, cuidado del medio ambiente y autosostenibilidad limitada, pero  no es solución al problema del hambre ni de seguridad alimentaria, que tiene que ver con la agricultura rural (propiedad y uso de la tierra, origen de la desigualdad y la violencia en los campos) y la dependencia económica del país.

La alternativa que toman los gobiernos dependientes como el colombiano es endeudarse con organismos internacionales como el Banco Mundial, o el BID para importar alimentos, aplicando políticas globalizadoras como TLC, que permiten que las Transnacionales de los alimentos importen sus mercancías subsidiadas sin ningún tipo de control ni fiscal ni sanitario, a los precios que ellas quieran, en perjuicio de los productores nacionales, que en nuestro caso son los campesinos y los pobres de las ciudades. La peor de las estrategias nos la propone el Banco Mundial:

“Los mecanismos de superación no son universales, pero normalmente involucran respuestas comunes entre las familias y los países. En primera instancia, la respuesta implica alguna forma de ajuste en el consumo (comer alimentos más baratos y reducir el tamaño y la frecuencia de las comidas) y conductas de normalización del consumo (pedir dinero prestado, comprar alimentos a crédito, vender activos y buscar más empleo)…”.[4]

Esto es lo que han venido aplicando los gobiernos oligárquicos desde la época de la Alianza Para el Progreso con ayudas en alimentos, con el modelo Neoliberal que continúa con los TLC que se han firmado y se seguirán firmando con países imperialistas y emergentes (Canadá, USA, Unión Europea, corea). Todos los países que se “beneficiaron” con ayudas alimentarias en los 60 del s, XX, hoy son deudores y consumidores de alimentos -la mayoría transgénicos- que USA les impone. Las principales ciudades de Colombia han crecido en los últimos 50 años productodel éxodode  los campesinos pobres, propiciado por la violencia, quienes ven en el espejismo de las ciudades, la esperanza de sobrevivir, pero que al llegar allí se convierten  en indigentes que “vagan” o se asientan en las periferias, formando los llamados barrios “subnormales” donde la ignorancia, el hambre, el desempleo y la miseria los obliga a mendigar, delinquir o a prostituirse, cuando no se encuentra un “trabajo” o actividad económica que les permita adquirir los alimentos indispensables, mientras otros sectores de la sociedad y hasta el mismo estado los excluyen y marginan.

En los 60 del siglo pasado es utilizada la frustrada “reforma” agraria, como señuelo para desviar la atención popular hacia la revolución cubana; en esa época la izquierda revolucionaria participó orientando y promoviendo la recuperación directa, con las tomas de “la tierra para el que la trabaja”, En los 80 se inicia la contra reforma agraria (genocidio, despojo y desplazamiento) auspiciada desde algunos sectores del estado, cofinanciada por el capital multinacional y ejecutada por terratenientes y narcotraficantes, utilizando las fuerzas armadas oficiales y ejércitos mercenarios, que aún continúa. Desde los 70 el movimiento campesino, también influenciado por ONG europeas y norteamericanas, entró en un proceso de dispersión y división, propiciadas por los sucesos de desintegración del entonces campo “socialista”, y del movimiento socialista internacional, que a su vez ejercía influencia en sectores populares como el movimiento sindical y el campesinado. El movimiento indígena también sufrió la misma violencia aunque no el mismo grado de dispersión, por su estructura étnica ancestral poco permeada por las corrientes políticas de izquierda, lo que le ha permitido sostenerse en el ámbito político y social de las luchas populares.

Para iniciar un proceso de cambio real, los movimientos sociales populares deben hacer un análisis crítico de sus prácticas y sus relaciones con el resto del pueblo hasta el momento. En los casos de los campesinos e indígenas es importante mirar las prácticas de producción y mercadeo de sus productos, en relación a los intereses que se benefician. ¿Hasta dónde se puede continuar produciendo para el mercado capitalista de los hipermercados?, ¿Hasta cuándo seguimos pensando en producir para exportar los productos que nos ordena el mercado global? ¿Por qué continuamos utilizando insumos agrotóxicos y métodos erosivos? Si luchamos por la libertad de la madre tierra lo lógico es que también lo hagamos por la autonomía, la solidaridad, la fraternidad y la cooperación con los sectores hermanos de las ciudades, a quienes en últimas les llegan los productos. Lo mismo pasa en la ciudad, donde los trabajadores, los pobladores de los sectores populares, no buscan el acercamiento solidario con los campesinos productores de los alimentos que consumen, ni piensan en la posibilidad de cambiar sus prácticas consumistas, porque la propaganda y la “comodidad” que les ofrecen los hipermercados no les deja otra opción. Los hipermercados o grandes superficies pertenecen a transnacionales, (Casino, Macro, Carrefur, Wallmart, Cargill) ellas imponen condiciones técnicas, estéticas y de mercadeo a los productores y a los consumidores los obliga a ser fieles (a través del chantaje  financiero de las tarjetas de crédito) a sus almacenes y al consumo de sus mercancías sin derecho a exigir calidad nutricional, biológica, bioquímica o de procedencia de los alimentos, limitándose a la información –trazabilidad[5]– que la empresa quiera suministrar.

La injerencia de ONG nacionales e internacionales en las organizaciones indígenas y campesinas, supuestamente preocupadas por la situación de estas comunidades, generalmente cumplen objetivos nocivos que desvían sus luchas por autonomía, condicionándolas, creando dependencia (con la financiación de proyectos productivos y sociales) y aislamiento político de otros sectores sociales impidiéndoles su propia organización. Muchas ONG son financiadas por empresas multinacionales que monopolizan grandes sectores agroalimentarios, laboratorios de genética, bioquímica y biotecnología y de transnacionales del mercado minorista de alimentos (Monsanto, Cargill, Tyson). En las ciudades esas ONG también causan daños a los sectores populares, destruyendo sus organizaciones, convirtiendo en indiferentes sociales o en aliados del régimen oligárquico y en mendigos a los pobres. Esas ONG y la proliferación de sectas religiosas, dividen a los movimientos sociales, promoviendo el individualismo y el conformismo, igual que lo hacen los politiqueros. La mayoría de ellas son parte de los planes imperialistas europeos y norteamericanos, que preparan el terreno político y social para el despojo y el saqueo de nuestros recursos naturales energéticos y mineros; agencias como la norteamericana USAID, (depende de la CIA y el Departamento de Estado) que actúa a través de ONGs, cumple funciones de espionaje e inteligencia militar en contra de los mismos campesinos e indígenas que dice ayudar.

La concentración de la riqueza y de la tierra en pocas manos, la desindustrialización del país, la precarización del trabajo, la multiplicación del desempleo, son expresión de la crisis económica y social del capitalismo, que soporta nuestro pueblo, siendo víctimas de estos procesos la inmensa mayoría de trabajadores del campo y de las grandes ciudades. Aunque más del 70% de la población viva en las ciudades, el país sigue siendo de vocación agrícola, productor de materias primas de origen vegetal; de hecho aquí se puede producir una gran variedad de alimentos de todos los pisos térmicos; se produce alimentos  en grandes feudos agroindustriales como la caña de azúcar, palma de aceite, soya (monocultivos), maíz, yuca, que se están utilizando para producir agrocombustibles para automóviles o para exportación, mientras los pobres se mueren de hambre. Simultáneamente se cultiva una gran variedad de alimentos de la canasta popular en pequeñas fincas y parcelas de indígenas y campesinas(os), que cubren más del 60% de la canasta básica de las familias colombianas.

Los agronegocios, y comódities (nuevos nombres del latifundio agroindustrial y los monocultivos) la gran minería a cielo abierto, asolan campos, montes y montañas, son las locomotoras que siembran el hambre y cosechan la muerte para el pueblo en campos y ciudades. En los últimos 20 años los gobiernos, aplicando políticas diseñadas por el FMI, el Banco Mundial, la OMC y Compañías Transnacionales,  olvidaron el agro, no diseñaron ni aplicaron una política agroalimentaria que garantizara autosuficiencia alimentaria, desestimularon la producción interna, multiplicando las importaciones de alimentos que el país producía, incluso exportaba. Colombia pasó de importar 800.000 toneladas de alimentos en 1992, a 8 millones de toneladas en 2002.Esta agricultura acabó en el mundo con la biodiversidad y la agrodiversidad alimentaria en más del 70%, monopolizando las transnacionales de los alimentos la producción alimentaria, reduciendo la variedad y la calidad nutricional de los alimentos, contaminando con OMG las especies naturales, Colombia no es la excepción.

Para 1965, cuando realizamos el Primer y último Congreso Triguero Nacional en Bogotá, importábamos 120.000 toneladas anuales y nuestra producción ascendía a 180.000 toneladas. Nos habíamos abastecido cerca de 300 años, desde la traída del cereal a territorio colombiano por los colonizadores de España.

 Hoy se importan 1.500.000 toneladas de trigo y escasamente se producen 30.000 toneladas en Nariño.”

“Con la “apertura económica de las importaciones” (…..)se repitió la historia con el maíz. Nos habíamos abastecido más de 5.000 años, desde cuando nuestros hermanos mayores lo trajeron a lo que hoy es Colombia, desde su centro de origen mundial en la Península de Yucatán. Hoy importamos cuatro millones de toneladas y nuestra producción nacional llega a menos de un millón de toneladas.”[6] En 2012, de los 4 millones de toneladas de maíz del consumo nacional, el gobierno autorizó la importación del 85 %.

Del arroz y el algodón se importan más del 50%, productos en los que el país era autosuficiente y hasta se exportaban; lo mismo pasa con el coco, que existiendo buena producción, se importa procesado a menor precio. Los cacaoteros en 2011 por disminución del precio del grano obtuvieron 2000 millones en pérdidas, solo en Santander, el departamento mayor productor del grano, el valor de la tonelada pasó de 5.7 a 3.4 millones, por las importaciones y el contrabando desde Perú y Ecuador. En el país hay 40.000 familias productoras de cacao –Portafolio-. El café, producto estrella, es importado para cubrir el consumo nacional, siendo el producto de más valor, de la canasta familiar (como la gasolina), mientras los productores ven reducidos sus ingresos y los exportadores del grano se enriquecen. Transnacionales y exportadores nacionales han impuesto la producción de frutas “exóticas” (pitahaya, palmito) que al poco tiempo se dejan de consumir, dejando en la quiebra a muchos pequeños y medianos productores (cada vez llega más cantidad y variedad de frutas foráneas).  El atún y el camarón, que abundan en nuestros mares, lo pescan (pesca de arrastre) multinacionales extranjeras y luego nos lo venden caro enlatado, como el bocachico que ahora es importado de Argentina, mientras a nuestros pescadores artesanales que viven en la miseria no les es permitida esta actividad. Por otro lado, gran parte de la tierra robada a los campesinos está siendo utilizada para ganadería extensiva para producción y exportación de carne y leche, sin embargo consumimos  carne y leche de las más caras del continente, que los estratos bajos no pueden adquirir. La ganadería vacuna es una actividad tan contaminante como los carros por su alta producción de metano, además de ser erosiva, pues los cultivos de pasto convierten la tierra en desiertos verdes que impide la absorción y acumulación de agua, acabando con la biodiversidad. El área que ocupa cada res suprime la posibilidad de cultivar alimentos sanos cientos de veces más que lo que produce una vaca[7]; hay más de 17 millones de Hectáreas de tierra fértil desocupadas o sin el uso adecuado a las necesidades del país, en poder de unas pocas familias y empresas.  Esta situación sin TLC fue mortal para la economía popular; es predecible la catástrofe agroalimentaria para el pueblo colombiano con los tratados que se están firmando y ejecutando.

El proyecto de desarrollo del Estado para el campo está en marcha: la megaminería, el monocultivo para agrocombustibles y agroindustria para exportación, en poder de los grandes monopolios del agro; sobre la base de la extranjerización y la legalización de la tierra expropiada  a los campesinos, mediante la Ley de Tierras o programa de restitución sin regreso de los campesinos a sus parcelas, y un plan de Desarrollo Rural enfocado hacia la gran producción empresarial, con todos los componentes de la ansiada Reforma Agraria, pero sin campesinos pobres ni medios, a los que si acaso, les darán una ínfima renta por el predio –asociación entre el terrateniente, que en muchos casos será el mismo que financió su desplazamiento- y el campesino y o les darán empleos como jornaleros; pues los terrenos de alta llanura y de los valles fértiles requieren una muy alta inversión que solo el capital transnacional y el terrateniente nacional o el Estado pueden hacer. Pues el gobierno no tiene un peso para invertir en la pequeña y diversa producción agroalimentaria campesina, porque la guerra es mucho más importante y rentable para el modelo extractivista.

Esta sí es una reforma agraria a la inversa en beneficio de los capitalistas; a los campesinos sin tierra les tocará volver a la época del coloniaje de hacha y machete a acabar con lo poco que queda de bosques y selvas, ampliando la frontera agrícola para que continúe la repetición de la historia de violencia y destrucción de la madre tierra, pero si los campesinos, indígenas y sectores populares de las ciudades queremos una reforma agraria –y urbana- justa, integral y democrática, tenemos que recuperar la dignidad y la memoria para construir en unidad política y de acción, una alternativa de soberanía y poder popular con iniciativas solidarias y comunitarias, económicas y culturales en el campo y la ciudad, que obligue al Estado a realizarla.

Lógicamente que la falta de nutrientes en la alimentación genera consecuencias físicas y sicológicas en la población de escasos recursos económicos, que se expresan en la contextura física de languidez, alta mortalidad y morbilidad infantiles, baja capacidad intelectual y autoestima, disminución en las tallas de los niños y reducción en las expectativas de vida (se ha reducido a menos de 65 años en los últimos 20 años), debido al poco consumo de proteína.  Los niños y los adultos mayores, son los más vulnerables, muchas veces sus familias no tienen cómo brindarle una aceptable atención alimentaria; personas que escasamente consumen una comida de mala calidad nutricional al día. El Estado trata de disminuir estos efectos con programas asistenciales privatizados, deficientes como Familias en Acción o la Red Unidos, los Hogares infantiles de Bienestar y de almuerzos escolares y para los adultos mayores, mientras el resto de la población desempleada o con pocos ingresos no puede cubrir sus necesidades nutricionales.

Es necesario combatir las causas de la pobreza y el hambre, confrontando y exigiendo al Estado la aplicación de una política nacional de seguridad alimentaria y nutricional que beneficie a todos los sectores populares, y buscar alternativas solidarias al interior de los sectores y movimientos populares, desde sus prácticas y particularidades en el ejercicio de autonomía y soberanía popular. Además del abandono del campo agroalimentario, el país ha sido conducido a la desindustrialización y a la dependencia económica, especialmente en el área alimentaria. Aunque se sigue cultivando alimentos, esto no garantiza que sea para consumo interno y para humanos, ni que su distribución sea en beneficio de los  más pobres y hambrientos.

“Aproximadamente 2.000 millones de personas padecen carencias alimentarias de proteínas, hierro  iodo, vitamina A y otras vitaminas.

– En nuestro mundo globalizado unos 826 millones de personas sufren el azote del hambre, de ellas 792 millones viven en países en vías de desarrollo y 34 millones en países industrializados.

– Solo en América Latina más de 200.000 niños mueren anualmente, antes de cumplir los 5 años, por desnutrición y enfermedades que pueden ser fácilmente prevenidas o tratadas.

Se está globalizando la pobreza y la exclusión social: 2.800 millones de personas sobreviven hoy

con menos de 2 dólares por día, y 1.200 millones de ellas disponen de menos de 1 dólar por día.

En el mundo de hoy el 20 % más rico de la población mundial controla el 86 % del PIB mundial y el 82 % de las exportaciones de bienes y servicios.

– El 20 % más pobre apenas opera sobre un 1 % del PIB y de las exportaciones.

El 70 % de las personas pobres en el mundo viven en zonas rurales y dependen casi totalmente de

la agricultura y el desarrollo rural para su subsistencia.

– Se está produciendo una masiva expulsión de comunidades campesinas e indígenas del cultivo de la tierra sin alternativa de medios de vida y de trabajo”[8].

 Alternativa De Soberanía Alimentaria

“… la propiedad privada de la tierra en manos de determinados individuos

parecerá tan absurda como la propiedad privada que un hombre posea de otros hombres. Ni siquiera una sociedad o nación entera, ni el conjunto de todas las sociedades que existen simultáneamente son propietarios de la tierra. Son simplemente sus posesores, sus beneficiarios, y tienen  que legarla en un estado mejorado a las generaciones que les suceden, como bonipatris familias [buenos padres de familia]47.

Marx K. Tomo I del Capital (página 911)

Producir para consumo interno por pequeños y medianos campesinos, alimentos con óptima calidad, variados, frescos, sanos (libres de substancias químicas y transgénicos nocivos para la salud humana y el medio ambiente), generando un mercado directo entre productores y consumidores, brindando oportunidades y garantías  de mercado a campesinos e indígenas, es una necesidad para combatir la desnutrición, el hambre, y la pobreza; implica generar mejores ingresos para campesinos (as) e indígenas,  y ahorro para las familias pobres de la ciudad, donde los sectores populares invierten más del 75% de sus ingresos en alimentos.

La Agricultura con participación y autonomía popular es una estrategia fundamental para la integración y el desarrollo social de los sectores populares. En  Colombia hay grupos de pobladores y de campesinos que han empezado a cambiar su visión sobre la agricultura, la alimentación y la nutrición, buscando diversidad, calidad, disposición, acceso, suficiencia y bajos costos en la producción y el consumo, promoviendo y fortaleciendo  iniciativas de economía solidaria y comunitaria de productores y consumidores, combatiendo el uso de químicos agrotóxicos, los cultivos transgénicos y el consumo de alimentos importados, impuestos por las Transnacionales del mercado minorista de alimentos (hipermercados o grandes superficies) y la gran industria de los alimentos procesados. Cultivando y consumiendo alimentos autóctonos y adoptados de alto valor nutricional (y medicinal) como la quinua, la maca, el amaranto, el chachafruto, el guandul la auyama, la cúrcuma, la estevia y el sinnúmero de frutas, leguminosas y verduras que generosamente producen nuestros campesinos; cuando se tienen la tierra, los medios logísticos, la infraestructura y las redes de distribución suficientes y garantizados, se puede acabar con el hambre.

Existen en el país movimientos agroecológicos agrofeministas agrosocialistas que consideran a la naturaleza sujeto de derechos, que luchan por una agricultura amigable con el medio ambiente, por una distribución equitativa de la tierra y los alimentos, por los derechos y la autonomía de las mujeres en las cadenas productivas de distribución y consumo; pero sobre todo, una tradición de lucha del campesinado, de las comunidades indígenas y afro por la defensa y libertad de la madre tierra, por la diversidad agroalimentaria, que junto a otros sectores como las asociaciones de usuarios y la economía solidaria, en la ciudad, ven necesario cambiar las formas de producir, distribuir y consumir alimentos. Son tradicionales las plazas de mercado, los mercados campesinos, los mercados agroecológicos móviles, los comedores comunitarios, las ollas comunitarias, las tiendas comunitarias, ferias de intercambio (trueque), las granjas integrales experimentales etc. En las fincas, granjas, parcelas y comunas campesinas se puede transformar o dar valor agregado a los alimentos de consumo popular, generando mejores ingresos y desarrollo agroindustrial a pequeña escala con tecnologías limpias. El intercambio o trueque por alimentos, herramientas, insumos y o servicios con la economía popular de las ciudades, permite la autonomía y la integración como parte fundamental de la economía equivalente solidaria-comunitaria entre los sectores populares del campo y la ciudad. Los costos con la  producción limpia, reciclando los desechos orgánicos, produciendo nuestros propios insumos, abonos y pesticidas con materias primas naturales, se reducen sustancialmente, garantizando calidad y seguridad de abastecimiento, produciendo lo necesario para mantener una alimentación sana, nutritiva y suficiente.

Formas e iniciativas de producción, distribución y consumo popular, que orientados e insertos en una dinámica red, en un programa social integral y comunitario como Circuitos Agroalimentarios Alternativos, sean parte de la economía popular como lo definió y ordenó el congreso de Tierra, Territorio y Soberanía del Congreso de Los Pueblos: “Economía Propia de los Pueblos”. Economía que debe ser aplicada como una política, donde las condiciones objetivas y subjetivas lo permitan. Que en un proceso de paz como el que se adelanta entre insurgencia y gobierno -ampliándolo con la participación de los pequeños y medianos productores del agro-  puede ser concertado con el estado, comprometiendo a este en el diseño y realización de una política de soberanía alimentaria, empezando por la realización de la reforma agraria democrática e integral que venimos reclamando los sectores populares del campo y la ciudad desde hace más de 60 años

El país requiere con urgencia una Reforma Agraria democrática, equitativa, que devuelva a los campesinos las tierras que les fueron robadas y a los que no la han tenido, oportunidades para adquirirla, orientada prioritariamente a la producción de alimentos; que propicie el desplazamiento positivo voluntario de la ciudad al campo de quienes quieran vivir y producir allí (la ciudad solo ofrece miseria, violencia y descomposición social a los campesinos desplazados, sería una forma de descongestionar las ciudades) expropiando a quienes posean más de 500 hectáreas (por familia), a quienes teniendo corporativamente esta cantidad de tierra (empresas) no le dan el uso adecuado a las necesidades del país –no es justo que cuatro millones de campesinos se mueran de hambre en las ciudades mientras el mafioso esmeraldero Carranza celebra la adquisición de su hectárea un millón, sin decir como las consiguió- Que garantice subsidios para producir alimentos básicos, créditos blandos, asistencia técnica, mercado justo, capacitación técnica y profesional en ciencias agrícolas, en economía solidaria, que racionalice el uso de la tierra, dando prioridad a la producción para consumo interno de alimentos de la dieta de nuestro pueblo. Construyendo la infraestructura adecuada para almacenar, y procesar y distribuir alimentos a nivel regional (similar a lo que fue el IDEMA). Estimulando y financiando por el estado la investigación para el mejoramiento de nuestras especies alimentarias con tecnologías limpias; ubicando en cada región o departamento sedes estas instituciones y de facultades de ciencias agropecuarias de la universidad pública y el SENA. Reconociendo los saberes y el respeto que tienen nuestros indígenas y campesinos de la naturaleza, acopiando estos conocimientos y el de la academia para mejorar la producción y la calidad de los alimentos, brindando a los productores directos acceso a tecnologías, genética  y biotecnología no destructoras del medio ambiente ni lesivos a la salud de los seres humanos.

Si realmente queremos soberanía y seguridad alimentarias para el pueblo, tenemos que empezar por comprender que ni la oligarquía ni el imperialismo nos las van a dar o a garantizar, pues en su negación radica el poder y la capacidad para el despojo y la acumulación del capitalismo nacional y transnacional. Una verdadera Reforma Agraria Democrática para el pueblo, requiere del cambio de modelo político y económico, lo que significa ser poder y ser gobierno, objetivo de todos los movimientos sociales y políticos populares en un proceso de lucha, de unidad e identidad programática.  Es necesario emprender un movimiento nacional de los sectores populares del campo y la ciudad por la Reforma Agraria. En esta lucha nuestro pueblo tiene la posibilidad de construir su bienestar y definir su soberanía, contando con su propia legitimidad alcanzada en la unidad, la organización, la movilización y en la construcción de estructuras sociales, económicas, políticas y culturales propias.

El problema del hambre en el mundo es tan grave, que en muchos países reclaman y luchan los sectores populares por iguales derechos y necesidades, con propuestas similares a las nuestras:

“En Andalucía, como en otros muchos lugares del mundo, y pese a sus idiosincrasias particulares, es más necesario que nunca una auténtica revolución agraria, un cambio profundo y de raíz para conseguir este nuevo modelo agroalimentario tal y como plantea la ponencia presentada en el recientemente celebrado Congreso del SAT en Sevilla y que resumimos en tres puntos fundamentales.

1) Considerar el alimento como un derecho inalienable de los pueblos que los estados deben garantizar.

2) Expropiar a los expropiadores los bienes comunales, la tierra, el agua, las semillas y los recursos naturales arrebatados a los pueblos.

3) Relaciones horizontales de comercio sin monopolios ni oligopolios agroalimentarios y producir alimentos saludables a través de su trazabilidad comprobada.

En definitiva, luchar por la salud y bienestar de los pueblos, por el consumo alimentario saludable es sacar los alimentos de los mercados capitalistas y convertirlos en patrimonio de las personas, los pueblos y la Humanidad.”[9]

El hambre, la desnutrición, el desempleo, la pobreza, la falta de oportunidades, y la indiferencia del Estado por recuperar la agricultura campesina, exigen la ejecución de una Política de Seguridad Alimentaria que priorice la producción para consumo interno. Los campesinos e indígenas han sido obligados mediante el chantaje económico, tanto estatal como privado, a producir para las grandes multinacionales de los alimentos (comercializadoras y procesadoras industriales) e infinitas cadenas de intermediarios que encarecen y degradan la calidad de los alimentos, reduciendo el abastecimiento directo a los consumidores populares, esclavizando a los productores mediante imposición de normas de calidad, peso y presentación, y de créditos onerosos; obligándolos a utilizar semillas transgénicas e insumos químicos industriales, impidiéndoles su organización y acercamiento a los demás sectores populares. A los pobres no hay que proporcionarles lo que sobra o desecha el estado o el sector privado, sino, respetar su dignidad y sus derechos, brindando las condiciones apropiadas para que produzcan y se desarrollen solidaria y autónomamente.

En todo el territorio nacional se han dado experiencias de autogestión y emprendimientos cooperativos y asociativos de pequeños grupos y comunidades, generalmente de tipo gremial y vecinal, cooperativas, sindicatos, empresas asociativas y comunitarias, grupos de trabajo, mingas etc. que han desarrollado proyectos de seguridad alimentaria, de mejoramiento de seguridad social y de vivienda. Estas organizaciones construyeron o integraron unidades productivas en el campo, los campesinos formaron comunas, empresas comunitarias y cooperativas agrícolas; en la ciudad los sectores populares crearon tiendas comunitarias, supermercados, centros de acopio, comedores y ollas comunitarias, farmacias, almacenes, hasta bancos cooperativos, que permitieron mejores condiciones de vida para sus asociados y comunidades (los trabajadores tuvieron  cooperativas de ahorro y crédito, multiactivas y cajas de compensación) hasta que el sector financiero y el mismo estado neoliberal obligaron la liquidación del sector solidario en los 90 del siglo pasado. Esas experiencias no se han perdido, están en las memorias de las gentes que las vivieron o la disfrutaron, muchas de estas organizaciones puede que hayan desaparecido, también habrá muchas nuevas, pero las condiciones económicas y sociales de los sectores populares son las mismas o peores en este país de violencias e injusticias, por lo cual también están los recursos humanos disponibles y alguna infraestructura (propia de sectores populares) para desarrollar un programa agroalimentario que recoja esas experiencias, inquietudes, proyectos y necesidades en un proceso reivindicativo de la dignidad y la autonomía de los sectores populares y comunidades pobres en la lucha contra el hambre y la pobreza.

Red Agroalimentaria Popular

Creación de una red popular de  Circuitos Agroalimentarios Alternativos que se desenvuelva en la producción, distribución, intercambio, transformación y preparación de alimentos, los terrenos y los medios de producción los poseen  las comunidades indígenas y campesinas, con quienes se acordará los productos a cultivar, las formas de producir y/o de intercambiar productos; en las ciudades están los consumidores  y productores populares, quienes tienen la necesidad de organizarse comunitaria y solidariamente y luchar por una alimentación sana y suficiente; los sectores populares de las ciudades poseen los medios para integrar centros de acopio, de distribución e intercambio.

Objetivos

  • Crear y desarrollar una red popular nacional de  producción, transformación, distribución, intercambio y consumo de alimentos, de carácter comunitario- solidario.
  • Promover la asociación, la educación en economía solidaria y la capacitación, técnica y profesional en las actividades de producción, distribución y consumo de alimentos en los sectores populares.
  • Promover el retorno y recuperación de sus tierras a los campesinos desplazados, acompañar la lucha de indígenas y campesinos por la liberación de la madre tierra.
  • Promover y propiciar una reforma agraria, democrática, justa e integral.
  • Promover el desplazamiento voluntario de familias de la ciudad al campo para desarrollar actividades productivas agropecuarias limpias-orgánicas de forma autónoma, solidaria y comunitaria
  • Rescatar, promover y desarrollar las medicinas tradicional indígena, popular y alternativas, que consideran a los seres humanos como integrales y dependientes de la naturaleza.
  • Garantizar el acceso a bajo costo la cantidad, variedad y calidad nutricional de los alimentos básicos para los sectores populares, especialmente los niños.
  • Aplicar y difundir la producción agroalimentaria diversificada, limpia, libre de agroquímicos y transgénicos nocivos para la salud y la genética de los humanos; libres de explotación a los directos productores, procurando un medio ambiente saludable.
  • Rescatar la tradición en la producción y consumo de alimentos autóctonos y ancestrales y el respeto a las culturas de indígenas y campesinos en el uso y mantenimiento de los recursos naturales y en la producción de alimentos sanos.

Circuitos Agroalimentarios Alternativos

Son mecanismos dinámicos que integran los procesos productivos (Unidades Productivas rurales y urbanas) a las necesidades y prácticas de distribución y consumo, espacios que permiten la participación comunitaria, la retroalimentación a través del intercambio de productos entre el campo y la ciudad y el abastecimiento oportuno y suficiente de alimentos. Estos Circuitos se construyen en áreas económicamente activas que integran el sector productivo agropecuario y los sectores populares consumidores y productivos de las ciudades. Se generan o construyen alrededor de grandes ciudades con características geográficas, económicas y culturales particulares que determinan una región o un departamento. En la ciudad se promoverá con ayuda de organizaciones populares, la formación e integración a los Circuitos: Comedores Comunitarios, Plantas de transformación de alimentos (cárnicos, lácteos, embutidos extracción de pulpa, conservas de frutas, dulces, postres etc.); de Proveedurías de herramientas e insumos para la agricultura, fábricas de útiles para el hogar; fábricas de abono e insumos agropecuarios. Los CIAA son espacios para compartir, aprender, educar e integrar a la comunidad, buscando fortalecer los procesos productivos y organizativos, haciendo participes a los sectores populares en la construcción de una sociedad democrática, sana, justa y solidaria. Se integrarán a los circuitos Agroalimentarios unidades productivas de confecciones, calzado, de reciclaje, y de la industria popular. La integración dinámica de estos Circuitos a niveles regional y nacional será la Red Agroalimentaria Popular.

De hecho, el capitalismo crea sus propios circuitos  y redes económicas con su dinámica de usura y explotación, con la concentración y distribución de la producción y un mercado globales, como ya se ha visto en todas las áreas de la economía, práctica que arrasa con las culturas, economías y soberanías de los pueblos, por esto la propuesta, que es recogida de las prácticas y tradiciones solidarias y limpias de los pueblos, va por el rescate de circuitos y redes de carácter popular y humanistas.

Unidades Productivas Agropecuarias

Ubicadas en zonas rurales (Frutas, Hortalizas, Verduras, Carnes, pollo, huevos, Peces Lácteos, etc.) conformadas por pequeñas y medianas unidades familiares, grupos de familias o por grupos comunitarios, asociaciones de productores, cooperativas etc. en veredas, resguardos, consejos comunitarios y o corregimientos, las cuales  pueden ofrecer diferentes productos agropecuarios. En las ciudades serán centros de distribución y de consumo: Centros de Acopio y Distribución de Alimentos, tiendas comunitarias, Comedores Comunitarios, Hogares del ICBF, Panaderías, Cafeterías y hogares familiares. En la producción agropecuaria se utilizarán semillas libres de agrotóxicos, fungicidas y de procesos transgénicos; los animales libres de maltrato, libres de manipulación genética, de tratamientos hormonales y su alimentación libre de tratamientos químicos industriales nocivos a los animales y a la salud humana. Allí mismo se impulsará  la transformación de alimentos que les dé mejor presentación, forma de conservación y facilidad para la preparación. Se integrarán a la Red de acuerdo a la capacidad instalada, a las posibilidades de mejoramiento y a las necesidades del consumo. Se tiene previsto que cada UPA produzca sus propios insumos como alimento para animales, abonos y plaguicidas orgánicamente. Se estimulará la creación de granjas integrales colectivas y comunitarias experimentales entre campesinos asociados y entre familias de la ciudad que quieran y puedan trasladarse al campo para vivir y producir.

Se mejorarán especies utilizando procedimientos científicos y biotecnología, seleccionando e intercambiando semillas y ejemplares entre productores de cada región y entre regiones del país y de países que compartan conceptos de soberanía alimentaria, agricultura limpia, alimentación sana y mercado justo; con instituciones de investigación, organismos asesores y técnicos comprometidos en la lucha contra el hambre y la pobreza. Se buscará la constitución de bancos de semillas y centros de mejoramiento de especies a nivel regional y nacional al servicio de pequeños y medianos campesinos. Se utilizarán abonos, insecticidas, fungicidas y herbicidas biológicos naturales, elaborados por los productores agropecuarios, recuperando material orgánico de desecho mediante diversas técnicas como la lombricultura o las micorrizas.

La producción agropecuaria estará destinada a abastecer los centros de consumo comunitarios y a las familias de los sectores populares de la ciudad, no se trata de exportar ni importar alimentos, menos de vender o comprar a los hipermercados o a las comercializadoras, es una producción exclusivamente destinada al consumo interno. El intercambio de productos con los sectores de la ciudad se realizará en la medida que se integren al Programa las unidades productivas urbanas, de elementos para el hogar,  accesorios y herramientas para la producción agropecuaria, artículos para el estudio y la construcción de vivienda, de la pequeña y mediana industria y de los artesanos; de la misma manera el intercambio se realizará con la prestación de servicios técnicos, profesionales y de asesoría tanto en el campo como en la ciudad. Las entidades financieras del sector cooperativo se pueden integrar estimulando y garantizando el ahorro y el crédito agropecuario a los productores vinculados a la red. Prácticamente será una nueva economía solidaria -comunitaria. Para desarrollar esta Red es fundamental la participación de estos sectores y sus organizaciones, de igual manera  la educación  y la organización de la comunidad sujeto. La capacitación y la formación ética de los integrantes son esenciales  para la realización de la propuesta.

Centros de Acopio, Distribución e Intercambio CADI.

Eje de los Circuitos Agroalimentarios Alternativos, funcionarán en los sectores populares urbanos. Las cantidades y variedad de productos se definirán en base al estudio de producción y consumo, de infraestructura y logística disponibles, realizado a través de encuestas, talleres de socialización y de concertación entre productores y consumidores. El personal operativo-administrativo, los locales y la dotación los aportarán los participantes de la Red. Todo el personal vinculado a la producción, distribución y transformación de alimentos tendrá capacitación en conceptos políticos de Soberanía   y Seguridad Alimentaria, en manipulación de alimentos y economía solidaria y comunitaria. Cada Centro de Acopio estará conformado como cooperativa, asociación, empresa comunitaria o familiar que se identifique e integre a la Red. Algunos pueden ser la cooperativa, la tienda de la esquina o la tienda comunitaria que ya existen. Muchas organizaciones populares  -sindicatos, asociaciones, JAC, fundaciones, cabildos urbanos, Consejos  comunitarios- en las ciudades  cuentan con sedes y locales con espacio suficiente para la instalación de Centros de Acopio, se conformarán grupos o asociaciones de consumidores por localidad, barrio y comuna para crear centros de acopio y redes de distribución y consumo, además de las tiendas y supermercados populares de los barrios.

Los CADI desarrollarán estrategias de distribución e intercambio: mercados familiares a domicilio, proveeduría a comedores comunitarios, ollas comunitarias, restaurantes escolares, a restaurantes populares, a pequeñas tiendas de barrio, a Asociaciones de Hogares de Bienestar del ICBF (y hogares infantiles comunitarios no estatales), madres comunitarias y Asociaciones de padres de familia de restaurantes escolares; además se hará intercambio con organizaciones de economía solidaria y comunitaria. Será compromiso de los participantes del programa el consumo de productos y servicios del CADI. Será esencialmente un mercado interno, justo, independiente y autónomo. Un comité coordinador regional elegido por los productores y los consumidores de cada circuito planeará la producción y propondrá la formación de Unidades Productivas de acuerdo a la necesidad y a las posibilidades logísticas y económicas de la región o la localidad.

COMPONENTES DEL PROGRAMA ALIMENTARIO

  • Educación y Capacitación para lograr una apropiación y compromiso con los objetivos del programa por los participantes del mismo; la formación será académica y práctica, en habilidades técnicas en cada actividad productiva o administrativa (economía solidaria y comunitaria), en conocimientos políticos, Soberanía Alimentaria y en principios y valores humanistas (Escuelas Agroecológicas, cursos y talleres prácticos sobre nutrición, transformación y preparación de alimentos).
  • Organización de los participantes y beneficiarios del programa que permita el desarrollo autónomo de los sectores participantes y la generación de asociaciones de productores, asociaciones de consumidores, cooperativas del sector agroalimentario de distribución y consumo. Se crearán comités de: salud, educación, medio ambiente, cultura y recreación, una comisión jurídica, una comisión de relaciones interinstitucionales a nivel regional,  nacional e internacional.
  • Producción.  Permite unir y organizar a los participantes para desarrollar los objetivos del programa. Integrado por unidades productivas rurales (parcelas, fincas, granjas, comunas, empresas comunitarias, cooperativas de producción) y urbanas (talleres artesanales, pequeña y mediana industria popular), iniciativas familiares, colectivas, comunitarias y solidarias
  • Distribución y consumo: Centros de Acopio, plazas de mercado, panaderías, casinos de empresas, comedores comunitarios, tiendas comunitarias y de barrio, ollas comunitarias, etc. Cooperativas y asociaciones de consumidores, restaurantes escolares, asociaciones de padres de familia, Hogares de Bienestar, universidades, hogares familiares, vinculados a la Red Agroalimentaria Popular.

METODOLOGIA

La metodología es un componente dinamizador estratégico en todo proceso de desarrollo social. Se establecerán fases para abordar la investigación, la educación, la planificación, la producción y la distribución; se desplegará una campaña nacional de sensibilización, concientización y de organización de productores y consumidores; para la investigación se diseñarán encuestas, entrevistas y talleres (a productores y consumidores) de socialización del programa e intercambio de experiencias, para desarrollarlas con las comunidades y organizaciones participantes, elaborando una base de datos que con su análisis nos permita determinar las necesidades reales, las preferencias alimentarias, las dimensiones y las estrategias para realizar la Red. Se creará una estructura Técnico-administrativa integrada en su totalidad por los afiliados y beneficiarios directos del programa, tendrá tres áreas de trabajo.

Los equipos Técnico, Educativo y Coordinación, integrados por representantes de organizaciones comunitarias y populares de productores y consumidores, con apoyo y asesoría de organizaciones e instituciones especializadas como el CNA, el Instituto Mayor Campesino, SENA, y las Universidades públicas, del sector financiero solidario como la confederación Agrosolidaria y Confiar e instituciones privadas de capacitación interesadas, quienes complementarán la capacitación y prestarán asesoría al proceso, que será participativo e integral, contemplando aspectos productivos, de gestión, administración y comercialización, de bienestar y de compromiso de los participantes. Estas áreas contarán cada una con un equipo técnico-profesional multidisciplinario no exclusivamente académico, porque se contará con los conocimientos, experiencias y saberes de las comunidades como parte fundamental.

Área de Educación y Desarrollo Comunitario

Responsable de organizar a los participantes en grupos de trabajo, comités y comisiones según la necesidad, se encargará de diseñar (con aportes de los participantes de la Red) y ejecutar programas de formación, capacitación y desarrollar actividades sociales culturales y recreativas. De esta área forman parte todos los participantes de los Circuitos Agroalimentarios Alternativos, quienes también integrarán los comités de salud, educación, vivienda, medio ambiente, cultura, recreación, etc.

Área Técnica, Encargada de analizar, planear y proponer a los participantes estrategias de producción, distribución e intercambio, asesorará financiera, administrativa y técnicamente las Unidades Productivas;  operará integrada por los trabajadores, técnicos profesionales e integrantes del sector solidario, sindical y comunitario comprometidos con la propuesta agroalimentaria

Coordinación. Las actividades de coordinación de la Red Agroalimentaria Popular se pueden realizar a través de un Comité Coordinador Nacional elegido por los representantes o delegados de los productores agropecuarios y los consumidores regionales. Los  Comités Coordinadores regionales estarán integrados por representantes de las Unidades Productivas Rurales, representantes de las Unidades Productivas Urbanas y representantes de los consumidores de cada Circuito, estos representantes se renovarán anualmente; los cargos serán rotativos. El Comité Coordinador nombrará entre sus miembros los coordinadores de las tres áreas de trabajo de  los Circuitos Agroalimentarios Alternativos locales. Algunas de las funciones del Comité Coordinador Nacional pueden ser:

  • Orientar la aplicación de una política alternativa de soberanía agroalimentaria, diseñada por los y las participantes de esta propuesta.
  • Orientar la investigación sobre la situación alimentaria y nutricional de los sectores populares los alimentos que consumen, enfermedades causadas por el hambre o por deficiencias nutricionales.
  • Coordinar la Investigación sobre la producción y consumo en las regiones, Áreas geográficas de producción agroalimentaria (localización y cuantificación), ocupación y disponibilidad de tierras para la producción.
  • Reunir suficiente información sobre el movimiento de los alimentos en el país: mercados, distribución, variedad, calidad y cantidades de alimentos que entran y salen del país.
  • Promover emprendimientos colectivos y comunitarios de pequeños y medianos productores en la producción, transformación y distribución de alimentos
  • Convocar y Orientar a los productores populares de alimentos y a los consumidores del pueblo para la construcción de los Circuitos Agroalimentarios Alternativos regional y nacionalmente.
  • Proponer  a los movimientos sociales, al Congreso de los Pueblos, a la Marcha Patriótica, el PDA, la ONIC, el CRIC, la ACIN, la ANUC, organizaciones de comunidades afro, organizaciones populares de mujeres, organizaciones gremiales y sectoriales (sindicatos, centrales obreras, profesionales, artísticas, pequeña y mediana producción industrial) populares, el impulso, la participación en la Red
  • Proponer al país y exigir al estado una Política Nacional de Soberanía y Seguridad Alimentaria, sustentada en una consulta popular, en un análisis científico de las causas del hambre y la pobreza
  • Exigir, junto al resto de movimientos sociales populares, al estado, la realización inmediata de una reforma agraria justa, integral y democrática.

Esta es una propuesta que puede ser mejorada, ampliada, complementada, concertada y aplicada en un contexto de unidad de acción y política de los movimientos, organizaciones sociales y políticas de los sectores populares victimas del modelo neoliberal, no solo para exigir al estado la aplicación de una política democrática de soberanía alimentaria, sino, para construir bases y estructuras de poder popular. Podemos ampliar la mirada anticapitalista, antisistémica, indagando sobre las propuestas que hay sobre el tema en nuestro país, en la región y en el mundo. Seguramente algunas de las ideas aquí planteadas han sido estudiados, varias actividades que se hayan ejecutado y muchas que los sectores populares con creatividad han implementado no las hayamos conocido. No es la solución inmediata a todos los problemas de la sociedad capitalista; pero si podría ser un paso en la consecución de la soberanía alimentaria y la justicia social.


[1]Tomado del artículo EL ALMUERZO DESNUDO: El Lado Oscuro De Nuestra Alimentación

en dic 14, 2011 – Escrito por Soledad Barruti para pagina12.com.ar!

[2]Entrevista realizada a Antônio Lutzenberger, Sebastião Pinheiro fundador de la ASSOCIAÇÃO GAÚCHA DE PROTEÇÃO AO AMBIENTE NATURAL (AGAPAN)

[3]FAO: “Urge ayudar a los agricultores y criadores de ganado afectados por la sequía en el Sahel”, Roma, 9 de marzo de 2012

[4]Las «estrategias de superación del hambre» según el Banco Mundial VicentBoix elparquedelashamacas.org

[5]La trazabilidad es el seguimiento histórico de un producto a lo largo de la cadena de suministros, desde su origen hasta su estado final como artículo de consumo.

[6]El dedo en la llaga: “I TOOK PANAMÁ” “I TOOK COLOMBIA” Hernán Pérez Z. Medellín, 2012.

[7]La importación de grandes cantidades de cereales a muy bajo coste para la alimentación del ganado suponen en la actualidad más de un tercio de la producción mundial de cereales

[8]El Contexto Mundial Agroalimentario Vicent Garcés –

[9]CONSUMO ALIMENTARIO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS PARA LA SALUDConcepción Cruz Rojo – Editorial El Boletín — Colección: “Para pensar y actuar”

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Por Gonzalo Salazar – 2013

«CUADERNOS DE REENCUENTRO»

Conocimiento y progreso desde la periferia

¿Comodidad tecnológica, Consumismo… o Bien Vivir?

Por Gonzalo Salazar

El concepto de progreso comprendido y aplicado como crecimiento económico y desarrollo tecnológico para beneficio de una parte de la sociedad, construido por occidente, viene originado en la concepción monoteísta judeocristiana del mundo, de la trascendencia en el tiempo de los humanos; traducido en un futuro de abundancia, placer y sosiego, mediante el mejoramiento permanente, ascendente y acelerado de los medios de vida. En el capitalismo la mayor parte de los adelantos científicos y tecnológicos están dirigidos a alargar la vida, a brindar comodidad en las actividades productivas y sociales, a buscar la eternidad física de los individuos, al estilo de los dioses y sus representantes (gobernantes, jerarcas religiosos, magnates financieros y accionistas de transnacionales) en la tierra;  no más de 10.000 familias inmensamente ricas. Quienes buscan mantener su mundo individualista, y el poder para disponer de vidas y destinos de las personas y de la naturaleza. Altos Jerarcas religiosos de todas las sectas contribuyen a este propósito  prometiendo a los oprimidos un paraíso después de la muerte que redimirá su miseria y sufrimiento, pero que no permitirá, en vida, su propia emancipación.

 La ciencia, desde Grecia, ha sido el instrumento para construir una cultura del progreso occidental, con un intermedio “oscuro” de 1000 años: el Medioevo, de donde renace el interés por la ciencia y el conocimiento auspiciado por el naciente capitalismo; tendría su auge con el iluminismo y el liberalismo y su aplicación en la Revolución Industrial. El capitalismo irrumpe en el mundo con la invasión y el saqueo  a América, la gran expansión del capital que hizo posible su desarrollo industrial y comercial. A partir de la Revolución francesa, con sus promesas de progreso: igualdad, fraternidad y libertad, la ciencia con su racionalidad, y la tecnología, se convierten en el motor de desarrollo del capitalismo industrial, masificando la producción, expandiendo la exportación de mercancías y de capitales, la importación de materias primas  desde otros continentes hacia Europa, y luego, desde el siglo XIX, hacia las metrópolis capitalistas, empezando por USA.

 El conocimiento científico producido por la humanidad en más de 5000 años, fue concentrado por el capitalismo, aplicado y transformado en un gigantesco y sofisticado aparato industrial, militar, tecnológico cibernético –la megamáquina moderna- que se expandió por todo el orbe, rompiendo las fronteras geográficas, económicas y culturales en menos de 200 años; generando toda una cultura antropocéntrica, consumista, egocéntrica e indiferente ante la degradación de los ecosistemas y de la humanidad. La energía nuclear, la robótica, la cibernética, la nanotecnología, la microelectrónica, la genética, la biología molecular, la biotecnología, aparecen en los últimos 70 años para recrear al mundo en forma virtual y terrorífica, prometiendo un nuevo estado de bienestar, de abundancia, de eficiencia, diezmando la posibilidad de soñar, posibilitando el ocio, la libertad. Sin embargo, como en todos los imperios, los actuales guardan secretamente muchos conocimientos y desarrollos tecnológicos, que con su difusión y aplicación podrían solucionar grandes problemas sociales, energéticos y medioambientales, pero también poner en riesgo la estabilidad de su sistema; solo aplican y difunden los que les convienen para mantener y ampliar su statu quo.

 En todas las épocas ha habido producción de conocimientos, generalmente las personas están permanentemente indagando, experimentando, aprendiendo, produciendo y transmitiendo conocimientos (científicos, artísticos, literarios); los pueblos siempre han tenido y desarrollado conocimientos y saberes para mantener y mejorar sus condiciones de vida material y espiritual, por lo cual es estúpido hablar de la actual como la era del conocimiento, pues siempre los imperios han robado los conocimientos a los pueblos sometidos como lo hacen con su riqueza material. Es la era del capitalismo salvaje en su forma imperialista, la era de la expropiación masiva (global), de la sistematización y control del conocimiento y de la sociedad por las grandes corporaciones transnacionales -no es el acceso democrático al conocimiento ni al ejercicio de la investigación científica hacia la solución de los grandes problemas de la humanidad y el planeta- es la aplicación masiva de toda la teoría científica, en la producción masiva de mercancías y en las formas de dominación política, económica y cultural por el capital imperialista, que niega la capacidad y las posibilidades a los pueblos sometidos de adquirir y desarrollar ciencia y tecnologías propias. La concepción de conocimiento occidental dominante hasta hoy se sintetiza a partir de los conceptos de Descartes[1] asumidos y dogmatizados por la burguesía en una racionalidad que se impuso a la sociedad, no solo para desarrollar ciencia y tecnología, sino, también aplicado a todas las relaciones sociales y en el “dominio” de la naturaleza

 La ciencia como bien de la humanidad, debe estar disponible, ser utilizada para generar desarrollo y bienestar en los pueblos sin ninguna restricción económica, política y o cultural. Gran parte del conocimiento en todas las áreas de las ciencias naturales y sociales, de las culturas absorbidas, se encuentran acumuladas y administradas por supercomputadoras de USA y Europa, (así como los más valiosos tesoros históricos y culturales de los pueblos de la periferia se encuentran en museos de las grandes metrópolis occidentales), pasaron de los libros y las bibliotecas a las memorias USB a las páginas web, a los discos duros, a la “nube” y se difunde  como una gigantesca avalancha de información fragmentada, que hace imposible que una persona con alto nivel académico pueda asimilar siquiera el 0.01% de estos conocimientos en su vida.

La forma de acopiar y acumular conocimientos dentro de la concepción occidental, va en contravía de la forma en que se genera y transmite el conocimiento en los pueblos no occidentales; en la mayoría de estos, el conocimiento surge de sus propias vivencias, de sus experiencias, casi siempre colectivas, donde se integran cosmovisiones visiones y saberes ancestrales con conceptos y conocimientos actuales; en los pueblos aborígenes, conservando la esencia de sus saberes los mayores, a quienes acuden la juventud y las comunidades en caso de necesitar un consejo, un indicio para acometer el qué hacer, para revisar un error o una preocupación; la tradición oral o escrita en sus propias lenguas permite el ejercicio y la extensión de la memoria en el desarrollo de sus culturas, a las cuales integran hoy, el manejo de las últimas tecnologías  -TIC- sin embargo los pueblos en todas la épocas han estado ávidos de conocimientos científicos, de tecnologías nuevas y del progreso que estos puedan aportar. Esta forma de conocer, nace del saber complejo que las comunidades e individuos tienen en su permanente contacto y convivencia tanto social como con la naturaleza, un pensamiento complejo que no aísla los elementos que componen la realidad, la cosa o el fenómeno observado, (natural o social) porque para los investigadores humanistas, ellos mismos son parte que incide en dicho fenómeno desde el momento en que entran en contacto con éste; los cambios que infringen las personas mediante el trabajo o la investigación al fenómeno u objeto, también transforma a las personas. Hoy el científico humanista no se limita a trabajar sobre cosas, sino, que se ve comprometido en la comprensión y solución de problemas, en la que son indispensable la multidisciplinaridad y la transdisciplinaridad, para abordar en conjunto el desarrollo de procesos no solo naturales, sino también sociales. No hay fenómenos ni procesos simples ni aislados por muy sencillos que parezcan, todos tienen múltiples relaciones e interdependencias con el medio en que existen (Morin).

 Entre los métodos de estudio e interpretación de nuestra realidad, como latinoamericanos, como colombianos, el pensamiento complejo no compite con la dialéctica marxista, como tampoco con las formas de percibir, comprender y aprender de nuestros pueblos; de estas formas de conocer solo podemos integrar, complementar lo necesario en una forma propia para transformar nuestro presente y futuro; si bien la dialéctica en su origen occidental; recoge las formas de análisis, conocer y transformar la realidad, construida en más de 2000 años, sintetizada por el marxismo -más que por Marx- ha sido la principal y más eficiente herramienta para explicar el modo de producción capitalista, sus componentes, sus contradicciones, sus tendencias, sirviendo para los propósitos de los trabajadores y de los pueblos sometidos, como soporte y en algún momento como guía para la acción  liberadora y transformadora. Sin embargo con el desarrollo del capitalismo en su forma imperialista, surgen nuevos actores, nuevos sujetos con intereses y objetivos particulares –en diferentes partes del mundo, con raíces culturales diferentes- que es necesario articular y concertar luchas, programas mínimos a corto plazo y mediano plazo con una visión más holística, incluyente y diversa. El Pensamiento Complejo nace en el occidente moderno como forma de conocer las mismas realidades que hoy nos afectan o de las cuales somos parte o actores. Igualmente los capitalistas siempre han integrado partes de los métodos (científicos y metafísicos) en sus procesos de investigación en todas las áreas de la ciencia, en los planes de dominación, en los procesos de producción y en el discurso, pero estas formas de conocer y hacer, son herramientas revolucionarias en los cerebros de las personas y de los pueblos.

El capitalismo ha desarrollado un método cognitivo que divide, aísla y oculta partes y resultados de los fenómenos o materiales estudiados, profundizando tanto en particularidades -especializaciones- que muchas veces los científicos pierden la visión del conjunto y de sus múltiples relaciones con la realidad social. Generalmente el amor por la ciencia no es igual al amor por la humanidad, por la vida o por la naturaleza, siendo la función del científico en el capitalismo igual a la del obrero: producir conocimiento (que también se convierte en mercancía), obedeciendo las órdenes de quien le paga o de quien lo mantiene dentro de una élite supuestamente heroica o patriótica; esto indica el bajo nivel de autonomía y de formación humanista de esos científicos. En el capitalismo los y las científicas no son libres, así dispongan de todos los medios logísticos para ejercer sus disciplinas y de comodidades económicas personales. Quienes dirigen los procesos productivos y de investigación científica y social como dueños de los medios de producción, lo hacen para mantener e intensificar la explotación económica y el control sobre las personas y la sociedad a su favor.

 De esta manera el capitalismo guarda en frascos dosificadores llamados institutos científicos, laboratorios y universidades, los conocimientos que roba, tanto a los pueblos como a sus propios científicos, mediante la “compra” o la apropiación (de supuestos descubrimientos, de procesos,  componentes naturales e inventos)  consignadas en las llamadas patentes o derechos de propiedad intelectual, que realmente pasan a ser propiedad de las corporaciones transnacionales. Este conocimiento que llaman ciencia, es la única forma real, cierta, eficaz y legítima que sólo puede tener uso instrumental para el logro de los objetivos que el capital se propone; otro tipo de uso es considerado como terrorismo.

 En el caso de las llamadas ciencias naturales, enfocadas hacia la transformación de la genética de cualquier especie, la alteración química de sustancias y la modificación de las características físicas de elementos y compuestos;  quienes dirigen estos procesos no dan importancia  a los efectos o consecuencias de estas transformaciones en la naturaleza y el universo, al ser aplicados y masificados los resultados o productos de esas investigaciones; el método científico cartesiano (que supuestamente busca la verdad a través de la ciencia y la razón) aplicado por occidente, no obliga a desarrollar simultáneamente  procedimientos que permitan desactivar, descomponer, neutralizar y o eliminar los productos y efectos nocivos o peligrosos de esos experimentos; la ciencia utilizada de esta manera puede generar avances científicos, comodidad y “progreso” para algunos sectores de la sociedad; pero también puede provocar incertidumbres, terror y tragedias para la humanidad, como ha ocurrido con el desarrollo industrial y tecnológico en los últimos 200 años. No se puede alabar todo invento o descubrimiento científico y su aplicación en tecnologías y o procedimientos como progreso en el bienestar de la humanidad, cuando los resultados a mediano y largo plazo pueden ser letales para ella y para el planeta. La ciencia en manos de los capitalistas se convierte en una caja de Pandora.

 De igual manera las ciencias llamadas sociales y o humanas desarrolladas por Occidente, enfocadas hacia el estudio de las persona y los pueblos, sus problemas y necesidades, son tomados como objetos factibles de manipulación y de utilización racional en el sostenimiento del sistema mundo capitalista, que desde la optica neoliberal convierte a la sociedad humana en una simple entidad biológica sin historia, sin capacidad para definir su propio destino, haciendo parecer las miserias del capitalismo como fenómenos naturales, como nos lo expresa Pablo Dávalos:  

“Si el comportamiento del homo economicus es el supuesto de base del neoliberalismo, entonces, para comprender la historia y la sociedad los criterios fundamentales ni son históricos ni son sociales son, en última instancia, biológicos. Si son biológicos quiere decir que son naturales. De esta forma, la explicación última de lo social como hecho y problema está dada desde el bíos. La economía abandona el campo de lo social para entrar en la esfera de la naturaleza.”

 “ En la deriva biopolítica del neoliberalismo, son también aquellos que utilizan criterios biológicos los que trazan la frontera de lo humano y de lo racional. El problema es que toda frontera a nivel biológico pierde de vista lo humano y lo convierte en bíos. Como bíos lo humano pierde toda consistencia ontológica. Es materia que puede ser desechada, neutralizada, controlada, intervenida. Puede entrar en el campo de la profilaxis, como en el caso de la Shoah y ni siquiera suscitar ningún escrúpulo moral, como cuenta Primo Levi en su testimonio, porque la administración de la vida genera su contraparte en la administración de la muerte.”[2]

El uso instrumental de las ciencias sociales y humanas, la difusión del pensamiento único de Occidente capitalista, ha impuesto una cultura antihumanista que obliga al sometimiento sicológico y cultural de los pueblos del mundo. El progreso capitalista niega todos los valores intelectuales humanistas, la compasión, la dignidad, la libertad, la fraternidad, la solidaridad, la felicidad, pues estos no generan ganancias económicas para los dueños del capital. Indudablemente el desarrollo industrial y tecnológico ha brindado comodidades en los sitios de trabajo de la industria y el comercio, en el estudio, en los hogares, donde quiera que haya el suficiente dinero para adquirir los productos y servicios que ofrece la actual revolución industrial, pero mucha más gente ha perdido sus riquezas, sus territorios, sus libertades y los bienes que le permitían subsistir en condiciones dignas, para que los países “desarrollados” disfruten y derrochen lo que nos roban. La misma democracia tan cacareada por los países hegemónicos ha dejado de ser la expresión real de las “mayorías”, mientras las más importantes decisiones que comprometen los recursos y la soberanía de los pueblos, son tomadas por organismos privados internacionales que no tienen nada que ver con las instituciones “democráticas” de sus países.

 Aún siguen llegando de los países del sur gran cantidad de científicos y científicas a las metrópolis “desarrolladas”, cooptados por grandes corporaciones y por instituciones de esos Estados, desplazados por la pobreza, por la falta de políticas e infraestructura para la investigación y el desarrollo científico. Sin embargo dentro de los países del sur también se dan avances en áreas como en la medicina, la biología, la microbiología, se incursiona en informática y automatización, contribuyendo al mejoramiento de tecnologías; simultáneamente al monopolio de corporaciones como Google, Microsoft o Apple; tanto en el norte como en el sur se desarrollan hardware,  sistemas operativos y programas de software libre, algunos países de la periferia están desarrollando tecnología informática tendiente a la construcción de supercomputadoras para almacenamiento y administración de información a nivel regional de la Internet, que rompa con la dependencia, el chantaje y el espionaje que USA ejerce sobre todo el mundo; Cuba tiene uno de los más altos desarrollos en medicina a nivel mundial.

 Vemos necesario evaluar lo que es y ha sido el progreso impuesto al mundo por occidente, especialmente aplicado a los pueblos del Sur. Hablamos de pueblos en base al reparto del mundo que vienen haciendo las potencias imperialistas desde 1492 en nuestra Abya Yala, en África y en Asia, que han creado el arbitrario mapa actual de países cuyas fronteras no tienen nada que ver con los territorios, historias, comunidades originarias y culturas de los pueblos que los habitan, sino, de acuerdo a los recursos –división internacional del trabajo- que han requerido esas potencias de nuestros territorios. La concepción occidental de progreso conlleva aceptar el desarrollo económico basado en la eficacia, la innovación tecnológica, la versatilidad, la uniformidad, la facilidad, la rapidez, el pragmatismo y la individualidad. Estas características ideológicas de interpretación y construcción de la realidad que nos han regido en los últimos 520 años tienen su origen en la cosmovisión occidental. Trascender esta concepción significa comprender lo que somos y lo que queremos ser, o sea, encontrar y unir nuestras raíces y nuestros sueños en el tiempo y en el espacio, ser radicales, volver a las raíces históricas, culturales y territoriales como nos lo propone José Martí.

 En la crítica al progreso capitalista es importante reconocernos como parte de los pueblos oprimidos, explotados y expoliados por el actual modo de producción dominante, hacer valoración de nuestras culturas, de nuestros modos de pensar, hacer y sentir; de nuestras historias, pero sobre todo, de nuestro presente y del futuro posible que queremos. No podemos prescindir ipso facto de todo el acumulado tecnológico científico y cultural alcanzado por Occidente, olvidando los aportes que todos los pueblos del mundo hicieron entregando lo mejor de sus riquezas naturales y culturales para llegar al actual desarrollo de la ciencia y la tecnología, muchos de esos logros realmente benéficos para la humanidad; ni regresar a un pasado de ignorancia y necesidad. Tampoco negar la importancia de los aportes que desde una visión crítica hacen algunos científicos e intelectuales  en áreas de las ciencias sociales y la humanidades (economía, sociología, sicología, filosofía, arte), rompiendo con el eurocentrismo occidental dentro del mismo Occidente capitalista, como Marx, Freud, Sartre, Benjamín, Cervantes, Foucault, Shakespeare.

 No existen culturas autóctonas puras, aisladas, como tampoco culturas inferiores o superiores, ni civilizaciones perfectas o eternas, todas tienen sus valores, sus avances, su, esplendor, sus injusticias, sus mitos, todas envejecen y fenecen, siendo reemplazadas por otras, porque son construcciones humanas; los mismos conceptos de desarrollo y progreso están supeditados a la cosmovisión de cada pueblo. Como pueblos del sur, como colonias del capitalismo occidental, somos parte de esa cultura impuesta que nos ubica en el contexto geopolítico y geoestratégico, dependientes económica, política e intelectualmente de occidente, que no nos deja mirar otras posibilidades de progreso ni asumir nuestra propia identidad ni descolonizar nuestras mentes ni nuestros pensamientos. Con nuestra visión occidentalizada nos miramos como inferiores; nuestras culturas, nuestro arte, son de segunda, son folklore, artesanía; nuestra historia, nuestra literatura, son mitos o leyendas, realismo mágico, nuestros saberes son supersticiones –sabemos más de Platón, de Alejandro, de Napoleón, de Europa, de Norteamérica, de su literatura, de su historia, que de nuestro pasado, y nuestra propia realidad- sabemos de su ciencia y sus culturas lo que la escuela oficial nos enseña, nuestros conocimientos no tienen nada que ver con acumulados propios científicos o culturales; para Occidente nuestros símbolos son enigmas del pasado sin ningún valor. Del mismo modo la educación oficial y los medios nos martillan a toda hora la superioridad de los valores y la cultura occidental; los líderes políticos, los profesionales, los artistas en cualquier disciplina, en nuestros países, son eficientes e idóneos sólo si vienen de universidades de las metrópolis del norte, si son calificados por organismos especializados  de las metrópolis capitalistas; igual si las mercancías son producidas por sus industrias son de primera, hasta nuestras especies vegetales y animales son inferiores porque ellos así las estudian y clasifican cambiándoles sus nombres originales.

 En nuestras culturas aborígenes predomina lo colectivo, el respeto por el otro, por la otra, por la naturaleza, admiración por la belleza, sin embargo también existen antivalores etnocéntricos, patriarcales y machistas que occidente ha utilizado para dividirnos, ha estimulado el individualismo, el egoísmo  y la corrupción en todos los sectores sociales –sobre todo en las dirigencias- desde los indígenas, pasando por las comunidades negras, las mujeres, la juventud, partidos políticos de izquierda, hasta las directivas sindicales de los trabajadores, que se refleja en las luchas por intereses de grupo, y personales; quienes así actúan  no ven necesaria la unidad social, política, orgánica con otros sectores populares en sus organizaciones políticas y sociales, en su ambición de protagonismo de autosuficiencia y “superioridad”, tara ideológica que impide la unidad popular y la construcción de subjetividades desde lo que somos, lo que queremos y lo que podemos ser. Nuestras identidades culturales y políticas se sintetizan en una ideología dominante que garantiza la atomización de los movimientos sociales y la existencia del capitalismo.

“El Vivir Bien, en sentido político, tiene que ver con las transformaciones institucionales y estructurales que creen las condiciones y los espacios adecuados a la participación, a la transparencia, al acceso a la información y a la formación de consensos. El vivir bien tiene que ver con la paz de las multitudes, del acuerdo de los pueblos, de la complementariedad entre sus economías, sociedades y culturas. No la paz impuesta por el imperio, por el dominio del orden mundial, no la paz de la dominación, que no es otra cosa que la guerra en la filigrana de la paz; sino la paz de las emancipaciones múltiples, de las liberaciones plurales, la paz de las grandes mayorías diversas, de los pueblos, de las multitudes y los proletariados nómadas. La paz entendida como armonía”.[3] El Vivir Bien o el Bien Vivir es una traducción al castellano del aymarasuma qamaña y del quecha suma kausay.

Construir el Bien Vivir implica recuperar la memoria histórica, retomar los nombres autóctonos de nuestros bienes naturales, culturales y sociales, de nuestros territorios, pasar del antropocentrismo al geocentrismo, al biocentrismo, con una nueva ética sobre el respeto a lo vivo, a lo natural, a lo verdaderamente humano, dar sentido desde nuestras identidades, desde nuestras cosmovisiones, desde nuestras necesidades y nuestros sueños a conceptos como democracia, soberanía, libertad, progreso y felicidad, darle un nuevo significado a la vida. Destruir los paradigmas que nos impiden trascender la ideología de la sumisión y la obediencia, la simbología que nos estigmatiza, nos degrada y nos niega; para asumir libre y autónomamente nuestros propios destinos.

Podríamos mirar el Bien Vivir no como abundancia y derroche, sino como el consumo de lo suficiente, realmente necesario, reutilizable y reciclable, respetando, protegiendo al resto de especies, a los bienes naturales como el aire, el suelo, los ríos y los mares. Análisis y definiciones que deben hacer y tomar  los humanistas, los intelectuales progresistas, los revolucionarios, pero sobre todo, los pueblos comprometidos en cambios reales y estructurales, porque los procesos sociales y culturales nunca empiezan desde cero.

 

Las alternativas al progreso impuesto por el capital surgen de iniciativas y tradiciones locales, experiencias ancestrales, colectivas, solidarias, ecologistas, feministas, humanistas, creativas, en el seno de los pueblos y de los sectores populares; todas con un carácter de resistencia, de indignación, en muchas comunidades, acompañadas de conceptos de democracia popular, de no desarrollo o de no crecimiento económico capitalista, como ejercicio de soberanía y autonomía. Cambios que se generan en los pueblos tras la configuración de una filosofía, de una cultura, de una economía, propias, de cada pueblo; que establezcan sus propias identidades, asumiendo nuevas subjetividades como expresión de nuevos poderes, nuevas hegemonías, germinados desde abajo, desde lo colectivo, desde lo local. Una nueva civilización humanista en desarrollo en nuestra América

“Me hablan de progreso, de “realizaciones”, de enfermedades curadas, de niveles de vida elevados por encima de los propios.

Pero yo hablo de sociedades vaciadas de sí mismas, de culturas humilladas, de instituciones minadas, de tierras confiscadas, de religiones asesinadas, de magnificiencias artísticas aniquiladas, de posibilidades extraordinarias suprimidas.

Me lanzan a la cara hechos, estadísticas, kilómetros de carreteras, canales, rieles.

Pero yo hablo de millares de hombres sacrificados en el Congo-Océano (…) Hablo de millones de hombres arrancados a sus dioses, a sus tierras, a sus hábitos, a su vida, a sus bailes, a su sabiduría.

Hablo de millones de hombres a los que, a sabiendas, se inculcó el miedo, el complejo de inferioridad, el temor, la genuflexión, la desesperación, el servilismo.

Me arrojan en plena cara toneladas de algodón o de cacao exportadas, hectáreas de olivos o viñas plantadas.

Pero yo hablo de economías naturales, de economías armoniosas y viables, de la desorganización de economías adaptadas a la condición del hombre indígena, de la destrucción de economías de subsistencia, de la desnutrición instalada, del desarrollo agrícola orientado únicamente para beneficio de las metrópolis, de la rapiña de los productos, de la rapiña de las materias primas (…)” – Me hablan de civilización, yo hablo de proletarización y de engaño. (Aimé Césaire, 1978; 19-21).

Lo que entienden como progreso los pueblos y comunidades indígenas en América latina y en Colombia, tiene que ver más con sus relaciones de convivencia, solidaridad, cooperación y respeto entre humanos y con la naturaleza, con la realización y el disfrute de sus derechos, de sus bienes y capacidades, que con el afán de enriquecimiento o de dependencia económica y política. Nuestro Bien Vivir no busca alargar la vida artificialmente, ni zambullir  a la juventud en el placer farmacocibernético, tampoco fabricar naves espaciales para ir a destruir otros planetas, o fabricar misiles nucleares para acabar con la humanidad, ni agotar los recursos energéticos, biológicos y mineros para producir tecnologías y mercancías superfluas –como el automóvil individual que aísla y vuelve egoístas a las personas- que elevan los niveles de contaminación, violencia y de consumismo, tampoco de llenar nuestros hogares de chatarra tecnológica que en realidad no necesitamos, menos de ostentar poder con las cosas sobre las personas; sino, de mejorar la calidad de vida de los pueblos, de aportar felicidad, en un proceso de cambios revolucionarios, que para el capitalismo puede significar retroceso. Estos conceptos se asocian a principios de justicia, tolerancia, equidad y autonomía.

 Progreso para nosotros puede ser desprenderse de las dinámicas del capitalismo con nuevas y ancestrales formas de producir  y de propiedad colectiva o comunitaria sobre los medios de producción, sobre los bienes naturales y culturales, en los que es definitivo el uso y la propiedad común de la tierra, la creación de Circuitos Económicos Alternativos; sustentado en conceptos como soberanía y territorio, que las comunidades rurales y urbanas han construido en sus historias con sus luchas, pero también el desarrollo de tecnologías, economías, ciencia, y de una cultura propias, o sea, crecimiento humano en armonía con la naturaleza.

 La ciencia y la cultura son territorios de lucha, de combate político e ideológico, esenciales en la construcción de una nueva sociedad; es deber y derecho de los demócratas, los revolucionarios, pero más de los pueblos, promover y defender su desarrollo en beneficio de la humanidad, dentro y fuera de los Estados, exigir a los gobernantes ampliar los presupuestos para estas actividades, condiciones y oportunidades para el ejercicio de la investigación científica y la generación de conocimientos y de tecnologías de punta y apropiadas realmente necesarias, para su aplicación a las condiciones económicas,  sociales y culturales de cada pueblo, de cada país. Es necesario el autoreconocimiento de las capacidades productivas, intelectuales y creativas de todos los sectores populares, de los logros, descubrimientos científicos e inventos realizados por nuestros compatriotas en la historia y en el mundo; son miles los científicos-as, artistas e investigadores que desde la colonia –Expedición Botánica- han hecho y hacen grandes aportes en todas las áreas de las ciencias naturales, sociales y de la cultura como los doctores Patarroyo y Llinás y García Márquez.

UNA EDUCACIÓN POSIBLE PARA UN MEJOR PAÍS

Los planes de dominación de la oligarquía y del imperialismo  no son formulados espontáneamente ni con conocimientos superficiales, sino en forma sistematizada y científica, claro, partiendo de su visión y concepción del mundo, con sus intereses de clase como principio y fin, por eso nos dominan, nos oprimen, nos explotan y nos excluyen. Ellos preparan las condiciones académicas, profesionales, intelectuales e ideológicas en las sociedades a través de sus sistemas educativos para la ejecución de sus políticas, planes y programas estratégicos  de “desarrollo” económico y de dominación, proyectados desde 50 a más de 100 años, ensayando modelos y regímenes que muchas veces son frenados o destruidos por la realidad y por los pueblos. La educación además de ser un jugoso negocio de empresas nacionales y extranjeras, es la plataforma y el espacio para la implementación de las políticas capitalistas, hoy neoliberales, razón por la cual es imprescindible el debate abierto y político del futuro de la educación en Colombia, impulsado desde la izquierda y los sectores revolucionarios que se piensen un nuevo país, llevando la discusión a todos los sectores populares y a las instancias institucionales y extrainstitucionales como el congreso oligárquico y las organizaciones populares como el Congreso de los Pueblos, los sindicatos, la Macha Patriótica, la plaza pública, los medios, la escuela y la academia.

 Habría que preguntarse ¿qué educación o qué, formación necesitamos? Para salir de la dependencia, la pobreza y la ignorancia, pues entre estos conceptos existen diferencias que conviene tener en cuenta para proponer una forma adecuada de generar, adquirir y aplicar conocimientos para propiciar la autonomía, la realización integral, el progreso, la libertad individual y social. También cuenta para qué país y para qué tipo de sociedad estructurar una institución que se dedique a educar y o a formar ciudadanos, o en otro caso, si no se necesita esta institución bajo la tutela del estado clasista. No se trata de negociar una reforma educativa o universitaria, a corto plazo, o de mejorar salarios a los docentes, infraestructuras y coberturas (que se tienen que luchar) sino, de diseñar desde los sectores populares una caracterización, unos contenidos y unas metodologías acordes con las visiones y necesidades de cada sector social o comunidad y del país que queremos.

 En nuestro caso, los modelos pedagógicos y estructurales atrasados impuestos desde la colonia por la iglesia católica inquisidora, encargada de la educación en todas sus etapas, primero por la corona española y luego por la llamada república, continúan hasta hoy con una supuesta constitución “laica”, que invoca “la protección de dios”, permitiendo que en la educación básica se continúe estudiando la materia religión como determinante en el pensum oficial, mientras se anulan las cátedras de historia y geografía y se limitan las de filosofía y ética. Las ciencias naturales se enseñan aisladas de los contextos económico, social y cultural, constituyendo un conocimiento teórico, mecánico repetitivo, no creativo, no investigativo ni objetivo frente a lo social. Los resultados de estas metodologías conservadoras se presentan cuando los pocos que alcanzan sus títulos profesionales –estudiantes de los sectores populares que no conocen la historia ni la realidad económica y social de su país- se sienten inútiles ante la imposibilidad de emplearse en su profesión o ven negadas las posibilidades de investigación y de contribuir al bienestar y al progreso humano de su pueblo.

 En América Latina, especialmente en Colombia, la educación superior o profesional como concreción y concentración del conocimiento académico en universidades públicas y privadas no trasciende el marco de la instrucción en pocas disciplinas que realmente tienen demanda en el mercado laboral profesional del país y en la ínfima capacidad de investigación y de innovación tecnológica. Se forma a una gran cantidad de técnicos y tecnólogos que salen a integrar el desempleo calificado o al rebusque en cualquier negocio personal o familiar (microempresa) que al poco tiempo quiebra en la competencia con las grandes empresas por la falta de un mercado o por las importaciones –si son productos manufacturados- que los TLC permiten, y los impuestos y requisitos técnicos que impone el estado a la pequeña empresa. Formación que dicta la cultura de la sumisión, la indiferencia de los profesionales ante los problemas sociales, los aísla del resto de la población, los involucra en una élite de clase media supuestamente intelectual, cuyo único interés es alcanzar un nivel de vida y de consumo igual al de sus patronos; pero siguen siendo tan esclavos como obreros no calificados, incluso menos libres que estos, en el caso de que logren acceder a un empleo.

 “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido; es hacer de cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive; es ponerlo a nivel de su tiempo … es preparar al hombre para la vida” -José Martí-

Como sujetos emancipados nos corresponde forjar en nuestros hijos una visión  objetiva y crítica de la realidad, estimular y celebrar la creatividad y la autonomía. En la formación académica y cultural de los sectores populares, promover a través de la visión de los oprimidos y excluidos, el conocimiento de nuestra historia y del mundo actual, incluyendo los últimos adelantos de las ciencias naturales, la  tecnología, los últimos descubrimientos y estudios de las ciencias sociales y humanas, los conocimientos ancestrales y actuales de nuestros pueblos. Es necesario el conocimiento y el reconocimiento del territorio urbano y rural que habitamos –local, regional, nacional-, desde la historia de las luchas sociales, su geografía, su demografía, sus culturas, sus migraciones, sus infraestructuras, sus estructuras económica, política y social, y la formación de la ciudad en el tiempo y en el espacio. En síntesis,  el conocimiento de nuestra realidad histórica y social en lo posible en los ámbitos de América Latina y el Caribe, continental y mundial.

 Una educación realmente humanista no es posible dentro del capitalismo, pues su estructura y superestructura  están diseñadas exclusivamente para el despojo y la acumulación mediante la violencia y el engaño como forma de existir; sus sistemas educativos y jurídicos represivos no son formativos, solo cumplen las funciones de adoctrinamiento e imposición de la sumisión, la obediencia y el castigo, que hacen posible la misión del capital; por lo tanto, corresponde a nuestro pueblo en su emancipación, crear nuevas formas de autoeducación.

 La nueva educación popular no puede estar encaminada a perfeccionar el sistema educativo del capitalismo ni a buscar la inclusión de los marginados en este sistema, mas bien, estimular una visión crítica en la sociedad, dotar a los sujetos de autonomía, herramientas  y conceptos idóneos para interpretar y transformar la realidad; sería una escuela desescolarizada, una academia de la calle, de los parques, que debata en las fábricas, en las oficinas en las parcelas, en los hogares; con docentes que escuchen más y manden menos, que enseñen aprendiendo en una praxis permanente, sin calificaciones ni castigos, con la risa, la alegría y el juego; llevando el laboratorio a los elementos y a las especies; una educación básica que privilegie las ciencias sociales y humanas, antes que las llamadas duras, con clases de puertas y cátedra abiertas, sin límites de edad para docentes y aprendices; que la geografía y la economía se estudien recorriendo los territorios y los centros de producción.

 Esta educación se puede realizar utilizando los medios tecnológicos y didácticos adaptados a las situaciones y necesidades concretas, con una pedagogía que rompa con el concepto clásico académico de formación y educación oficial, dando importancia al intercambio de saberes y a la consigna de que todos podemos aprender y hacer en la medida de nuestras capacidades y oportunidades; implementando metodologías democráticas de autoformación, de autoeducación  colectiva, aplicando en lo social la investigación acción participativa, como nos lo enseña el maestro Fals Borda.

 Los centros de investigación deberán estar en los barrios populares, en los campos, en los lugares geográficos y económicos que correspondan a las disciplinas estudiadas, en zonas de producción, de actividad social y cultural. Esta área del conocimiento deberá estar en permanente intercambio nacional e internacional de descubrimientos, de científicos, tesis, teorías y tecnologías (con países que opten por una visión y una aplicación humanista y humanitaria de las ciencias y las tecnologías). Sería dispersar el conocimiento para enriquecerlo con la práctica diversa, científica y los saberes populares, desestructurando las actuales universidades. En los consejos directivos de estos centros deberán participar representantes –con voz y voto- de las comunidades del lugar y de los productores, usuarios y consumidores de los productos, servicios y o disciplinas que se desarrollen en dichos territorios. La responsabilidad de la ciencia no se le puede dejar solo a los científicos, como la dirección de la guerra no se le debe asignar a los militares.


[1] El discurso del método- René Descartes. Impreso por primera vez en 1637

[2] El proyecto político de la Sociedad del Monte Peregrino: Distopía y violencia neoliberal por  Pablo Dávalos, tomado de la página web desdeabajo.info el Jueves, 04 de Julio de 2013

[3]Horizontes del vivir bien Raúl Prada Alcoreza, publicado en http://www.praxisenamericalatina

Por Gonzalo Salazar

Julio 15 de 2013

«CUADERNOS DE REENCUENTRO»