POR: GONZALO SALAZAR, «Cuadernos de Reencuentro»
“Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido;
es hacer de cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive;
es ponerlo a nivel de su tiempo …es preparar al hombre para la vida”
–José Martí-
Los planes de dominación de la oligarquía y del imperialismo no son formulados espontáneamente ni con conocimientos superficiales, sino en forma sistematizada y científica, claro, partiendo de su visión y concepción del mundo, con sus intereses de clase como principio y fin, por eso a los sectores populares nos dominan, nos oprimen, nos explotan y nos excluyen. Ellos preparan las condiciones académicas, profesionales, intelectuales e ideológicas en las sociedades para la ejecución de sus políticas, planes y programas estratégicos de “desarrollo” económico y de dominación, proyectados desde 20 a más de 100 años, ensayando modelos y regímenes que muchas veces son frenados o destruidos por las resistencias y la emancipación de los pueblos.
La educación en la sociedad capitalista, además de ser un jugoso negocio de empresas privadas nacionales y extranjeras, de producción en serie y estandarizado de máquinas pensantes, es la plataforma y el espacio para la implementación de sus políticas, -mediante la alienación y acondicionamiento mental que ella implica- hoy neoliberales, es un pilar de todo el sistema, razón por la cual es imprescindible el debate abierto y político sobre el presente y el futuro de la educación en Colombia, impulsado y liderado por los estudiantes, los profesores y la juventud, pero también desde la izquierda y las organizaciones revolucionarias y progresistas, desde los movimientos sociales que se piensen un mejor país, llevando la discusión a todos los sectores populares y a las instancias institucionales como el congreso oligárquico y extrainstitucionales como los movimientos populares: el Congreso de los Pueblos, Comosoc, el Frente Amplio Por la Paz con Justicia Social, la Marcha Patriótica, el Coordinador Agrario, la ANUC la ONIC, las Centrales sindicales, los Consejos Comunitarios, los Consejos y Asambleas populares, los Movimientos Cívicos Urbanos, a las calles, a la plaza pública, a los medios oficiales e independientes alternativos y a la academia crítica, promoviendo la creatividad colectiva en la construcción de alternativas.
Desde la izquierda decolonial, desde la democracia popular, solo podemos concebir “la educación como práctica de la libertad”1 con la que Freire nos invita a dialogar y a construir. La educación científica y democrática además de ser el principal derecho cultural negado, es la problemática que más incide negativamente en el bienestar de los sectores populares y en el mantenimiento del modelo económico y social del país; empezando por la formación deficiente de los docentes (reeducar a los educadores con la pedagogía humanista como lo planteaba Simón Rodriguez), los métodos pedagógicos autoritarios y las condiciones laborales de ellos, a quienes el Estado y la empresa privada de la educación les violan sus derechos profesionales y humanos como lo hacen con los educandos; las condiciones de hacinamiento de los estudiantes, la precariedad en la infraestructura de las escuelas y colegios, la falta de elementos logísticos adecuados para desarrollar cómodamente la labor formativa desde las instituciones públicas, los contenidos académicos críticos, científicos y humanistas ausentes, pero sobre todo, las políticas que se implementan en la educación y, los fines que ésta tiene en la sociedad, son los ingredientes necesarios para mantener los privilegios de las clases dominantes y la sumisión de los sectores populares. Algunas reflexiones de Simón Rodríguez de hace 200 años, pero tan actuales:
“¿Cómo se puede cambiar un país sin cambiar sus hombres? ¿Y cómo se puede cambiar los hombres si no se comienza con los niños? No se podrá cambiar el país ni el mundo sin aislar, en una nueva educación, a una generación entera de la influencia corrompida y corruptora de la vieja sociedad. Es así de simple y al mismo tiempo de difícil el problema”.
“En lugar de pensar en Medos, en Persas, en Egipcios, pensemos en los Indios”.
“La decadencia que experimentan en su propio suelo los Griegos y los Romanos después de algunos siglos de dominación, no nos importa tanto como…
La Decrepitud prematura en que empiezan a caer… (casi a su nacimiento)… las Repúblicas que han hecho los Europeos y los Africanos en el suelo de los Indios.”
“Antes de abrir escuelas hay que formar buenos maestros”.
“Mandar recitar, de memoria, lo que NO SE ENTIENDE, es hacer PAPAGAYOS, para que… por LA VIDA!… sean CHARLATANES”. “Enseñen a los niños a ser PREGUNTONES!
Para que, pidiendo el POR QUE, de los que se les manda hacer, Se acostumbren a obedecer… a la RAZON! No a la AUTORIDAD, como los LIMITADOS Ni a la COSTUMBRE, como los ESTUPIDOS”2
Habría que preguntarse ¿qué educación o qué formación necesitamos? Para salir de la pobreza la ignorancia y la dependencia, pues entre estos conceptos existen diferencias que conviene tener en cuenta para optar por una forma adecuada de generar, adquirir, transmitir y aplicar conocimientos que propicien la autonomía y la realización integral individual y colectiva de los sujetos, para su buen vivir, que promueva el desarrollo de la creatividad, con una visión crítica y la búsqueda de la justicia y la libertad. También cuenta para qué país y para qué tipo de sociedad estructurar una institución que se dedique a educar y o a formar ciudadanos, o en otro caso, si no se necesita esta institución (escuela autoritaria, represiva y castrante) bajo la tutela del estado capitalista; aunque en la práctica existen dos tipos de escuela, una escuela supuestamente pública que enseña la obediencia con el miedo y el castigo y otra privada que cuenta con todos los recursos logísticos y didácticos que educa con el dogma del egoísmo, la competencia y la indiferencia hacia los problemas sociales; igualmente hay dos tipos de formación profesional: una que forma técnicamente para obedecer y otra que enseña teóricamente a obedecer a los poderoso y mandar a los oprimidos.
No se trata de negociar una reforma educativa o universitaria a corto plazo -de la cual el 70% es privada, y en la pública, a la básica el Estado le aporta menos del 4% del PIB y es privatizada en más del 40 %,- privatización enmascarada con la supuesta ampliación de cobertura, produciendo más técnicos y profesionales sumisos para el capitalismo, sino, de diseñar desde los sectores populares, desde la academia y la intelectualidad críticas, desoccidentalizadas descolonizadas, una caracterización, unos contenidos y unas metodologías o pedagogías construidas de acuerdo a las necesidades culturales y epistemológicas de cada sector popular y comunidad y del país, a través de proyectos como la Etnoeducación la autoeducación o educación propia rural y urbana ejercida por las propias comunidades, bilingüe (no anglo-hispana) con lenguas nativas, que permita conocer nuestras cosmovisiones ancestrales y conservar las más de 60 que existen en el país, como lo vienen haciendo algunas comunidades indígenas y raizales y la Universidad Indígena del Cauca. Toda institución de educación superior debería tener un departamento de lingüística y lenguas nativas y raizales. Una educación laica Autónoma, Científica y Humanista como la Universidad deseada por los estudiantes populares; diseñar entre los de abajo una política educativa transformadora y formadora de ciudadanos-as autónomos y solidarios-as, comprometidos-as, en la solución de los problemas de sus territorios, comunidades y país, que respeten y amen a la madre tierra; más que formar científicos y técnicos o tecnócratas obedientes al Mercado e indiferentes ante las tragedias de la humanidad.
En nuestro caso, los modelos pedagógicos y estructurales atrasados, impuestos desde la colonia por la iglesia católica romana inquisidora -encargada de la educación en todas sus etapas, primero por la corona española y luego por la llamada república- continúan hasta hoy con una supuesta constitución “laica”, que invoca “la protección de dios”, (la mayoría de las universidades y colegios privados son propiedad de comunidades religiosas) permitiendo que en la educación básica se continúe estudiando la materia religión como determinante en el pensum oficial, mientras se anulan las cátedras de historia y geografía y se limitan las de filosofía y ética -aunque la formación religiosa debe ser exclusiva de las iglesias entre sus seguidores- situación que le niega al estudiante saber de dónde viene, en qué país vive, reconocer su identidad y defender valores humanistas y de respeto por la naturaleza.
Es necesario que en la secundaria y la universitaria se incluya en los pensumes como materia básica la filosofía y se le dé la misma importancia a la filosofía occidental, como al pensamiento filosófico latinoamericano y a las diversas cosmovisiones y filosofías del resto del mundo; nuestros maestros en filosofía además de estos conocimientos deben estudiar las cosmovisiones y cosmogonías de nuestros pueblos aborígenes, del pensamiento filosófico latinoamericano de los últimos cien años. La academia debe promover permanentemente (dentro y fuera de sus campus) el debate sobre la conceptualización y el pensamiento crítico de nuestros intelectuales académicos, autodidactas y vernáculos que contribuya a reelaborar desde abajo nuestra filosofía, nuestro pensamiento crítico colombiano decolonial, en base a nuestras historias y culturas, para no seguir dependiendo intelectual e ideológicamente de la filosofía Occidental y sus ideologías. Esta es una responsabilidad de los nuevos pedagogos, instituciones y editoriales democráticas humanistas que enseñan y difunden el pensamiento filosófico para la emancipación, no para la domesticación, y que junto a la comunidad educativa deben reivindicar frente al Estado y la sociedad este derecho. Bien lo escribe Dussel (1996)3:
Los filósofos modernos europeos piensan la realidad que les hace frente: desde el centro interpretan la periferia. Pero los filósofos coloniales de la periferia repiten una visión que les es extraña, que no es la propia: se ven desde el centro como no-ser, nada, y enseñan a sus discípulos, que todavía son algo (por cuanto son analfabetas de los alfabetas que se les quiere imponer), que en verdad nada son; que son como nadas ambulantes de la historia. Cuando han terminado sus estudios (como alumnos que todavía eran algo, porque eran incultos de la filosofía europea), terminan como sus maestros coloniales por desaparecer del mapa (geopolíticamente no son, filosóficamente tampoco). Esta triste ideología con el nombre de filosofía, es la que todavía es enseñada en la mayoría de los centros filosóficos de la periferia por la mayoría de sus profesores. (p.24)
La historia nacional que se ha enseñado en Colombia con la visión eurocentrista del pasado de la oligarquía, con sus héroes, caudillos, hidalgos y patricios, con sus anécdotas, fantasías y mentiras, que se impartía en las escuelas no es la historia de nuestros pueblos, sin embargo esa historia, y la llamada “universal” o de Occidente (que desconoce al resto del mundo) fueron suprimidas de los currículos en la educación básica; porque para el capitalismo las historias, así sean de mentiras, son peligrosas, por esto los neoliberales quisieron imponer la teoría del “fin de la historia” como pedagogía del olvido y la negación, que es la muerte de la cultura propia y de las identidades, por eso estamos condenados a repetir la que nos imponen los dominadores, porque no hemos conocido la nuestra propia, narrada desde nuestros sentires, con nuestras propias visiones en nuestros propios lenguajes. La historia enseñada y aprendida, hasta hoy, es la historia de los dominadores, de los colonialistas, de los verdugos, escrita por sus intelectuales; como pueblo tenemos derecho a saber de nuestro pasado, a tener un concepto crítico no solo de los dominadores sino también de nuestras propias experiencias para corregir y enfrentar el futuro; pero este tipo de historia tampoco nos la va a presentar ni permitir la oligarquía voluntariamente, sin embargo es obligación de los pedagogos, estudiantes e intelectuales humanistas exigir al Estado la imposición de la cátedra de historia dentro del pensum en todos los niveles educativos con una visión crítica que permita abordarla desde diferentes perspectivas sociales y políticas; corresponde a nuestros intelectuales, en un proceso emancipador, investigar y narrar para el pueblo; de esta manera se deberá hacer pedagogía con las historias locales, regionales y nacionales, desde cada uno de los sectores populares; deben ser narradas, estudiadas y difundidas desde la visión de los oprimidos, de los-las investigadoras historiadores humanistas de nuestro propio pueblo, recuperando la memoria colectiva.
En gran parte de las instituciones educativas las ciencias naturales se enseñan aisladas de los contextos económico, social, ambiental y cultural, constituyendo un conocimiento teórico de poca profundidad, convirtiéndose en un conocimiento mecánico repetitivo, no investigativo, lo que impide su aplicación a las disciplinas comprometidas en la solución de los problemas del país. Los resultados de estas metodologías conservadoras se presentan cuando los pocos que alcanzan sus títulos profesionales –de los sectores populares que no conocen la historia ni la realidad económica y social de su país- además se sienten inútiles ante la imposibilidad de emplearse en su disciplina o especialidad, ven negadas las posibilidades de ampliar y aplicar sus conocimientos, de investigar para contribuir al bienestar y al progreso humano de su país, de allí el éxodo de intelectuales y científicos hacia las metrópolis del norte. El progreso humano de una nación se mide en las cualidades éticas, intelectuales, artísticas, técnicas y científicas de sus ciudadanos, en su educación.
En América Latina, especialmente en Colombia, la educación superior o profesional como concreción y concentración del conocimiento académico en la mayoría de universidades públicas y privadas, no trasciende el marco de la instrucción en muchas carreras, pero con pocas disciplinas que realmente tienen demanda en la solución de los grandes problemas sociales y ambientales por los que atraviesa nuestro país; se forma para el mercado laboral profesional de las grandes corporaciones, para sostener y reproducir la actual estructura económica y social del país; formación orientada excepcionalmente para la ínfima capacidad de investigación e innovación tecnológica (la misma ONU en 2014 clasifica al país entre los peores en la calidad de la educación) la formación profesional es mediocre en la mayoría de universidades e institutos, pues muchos graduandos –de pregrado- no saben formular un proyecto, elaborar una tesis ni redactar un ensayo ni un informe en términos técnicos y científicos apropiados, porque en su vida académica no les enseñaron a escribir, a sistematizar datos, a expresarse ni a utilizar técnicas de autoformación ni de investigación; en sus trabajos de grado los estudiantes de las ciencias sociales y humanidades, no pueden expresar conceptos propios, ni hacer críticas ni propuestas si no están soportados en conceptos o teorías del marco teórico preestablecido, generalmente de autores europeos y norteamericanos defensores ideológicos del capitalismo, todo tiene que ser como lo plantean o lo dijeron tales autores.
La formación profesional en Colombia está enfocada hacia la demanda de técnicos y tecnólogos que requiere el modelo extractivista, como negocio está influenciada por los poderes facticos legales e ilegales. La cultura mafiosa y la corrupción contaminan a directivos, profesores y estudiantes, convirtiendo el proceso educativo en un mercado de compra y venta de notas, de créditos y de títulos, además de que la mayoría de los estudiantes eligen las carreras que creen les van a reportar mayores ingresos; por ejemplo entre las sociales las más apetecidas está el derecho, por la infinita cantidad de crímenes, injusticias y corrupción de nuestra inequitativa sociedad; el derecho internacional como las financieras y el comercio internacional son muy apetecidas por la clase media, que desea insertarse en negocios internacionales como los extractivismos y en la acumulación y movilización de grandes capitales; de las humanidades la de mayor interés es medicina, por ser el mejor negocio, equiparable al financiero (también de mayor interés en la clase media urbana) porque la sociología, la antropología, la sociología y la psicología con su uso instrumental están mas orientadas al control social, como apoyo a las estrategias psicosociales cívico-militares de la guerra, al mantenimiento y crecimiento de los mercados (utilizada por gobiernos y grandes corporaciones aquí y en el mundo) disciplinas con poca pero de exclusiva demanda por los poderes facticos políticos, económicos y mediáticos para sus planes; sin embargo como parte del área de la investigación social, son fundamentales en la recuperación de los tejidos sociales y en el diseño de políticas tendientes al mejoramiento de la calidad de vida de la población, deberían ser prioritarias en un Estado democrático o de transición, para el verdadero desarrollo social del país; las biológicas, ambientalistas, y algunas técnicas e ingenierías (con especialización) están en crecimiento por la aplicación del modelo extractivista.
La sobreoferta de mano y mente de obra calificada (generada por la desindustrialización y la dependencia) explica por qué hay ingenieros ejerciendo como taxistas o como tenderos y porqué los empresarios prefieren contratar técnicos o tecnólogos; muchos profesionales (de sectores populares) con posgrados, presentan un bajo perfil para acceder a cualquier puesto, mientras los defensores de la institucionalidad y los políticos profesionales, mediocres administradores del Estado, no plantean alternativas reales a las problemáticas del país como estímulos y garantías a todos los profesionales colombianos, con buena calidad en el empleo e ingresos justos, mas bien se organizan en mafias y carruseles para engañar, entregar nuestros bienes comunes al gran capital criollo y transnacional y a saquear al erario, especialmente los recursos destinados a la infraestructura, la salud y la educación.
El sistema de acreditación y acceso a las universidades además de injusto es contradictorio, pues si la educación pública es de buena calidad, no debe ser necesario reconfirmar la aptitud del bachiller con otros exámenes como el ICFES o los de competencia, (ECADES) cuyo único objetivo es excluir o negar el acceso a las universidades públicas a los más pobres, obligando al que pueda, pagar una universidad privada; por lo tanto, corresponde a nuestro pueblo en su emancipación, obligar al Estado a ofrecer a todos los colombianos educación gratuita de alto nivel técnico, profesional, científico y humanista, con autonomía universitaria y programas de autoformación, eliminando el actual sistema de exámenes, calificaciones, competencias y rifas de becas, que excluyen y premian de acuerdo a las habilidades fraudulentas para alcanzar el “éxito” individual, o a la capacidad económica para comprar un título, además de ser una actitud clientelista de politiqueros y empresarios de la educación la asignación de becas, como se puede comprobar con el plan “ser pilo paga”, como lo ha sido el ICETEX que se convirtió en un banco usurero. El significado de las becas es exclusión y privatización de la educación. No olvidemos que las universidades, surgieron en los conventos, como estructuras piramidales, represivas privadas que obligaban a aceptar el dogma y a obedecer a la razón, al saber “supremo”, que supuestamente iluminaba al alumno “ignorante y vacío de todo conocimiento”
Los académicos, los dirigentes políticos y tecnócratas al servicio de la oligarquía y del capital transnacional, generalmente hacen sus posgrados y especializaciones en Harvard, en Oxford, en Yale, asimilando la filosofía, los conceptos eurocentristas de sus maestros “iluminados”; aunque la universidad pública y la empresa privada universitaria en nuestros países cumplen la misma función con los mismos principios y objetivos, inyectando las bases políticas e ideológicas neoliberales colonialistas en los estudiantes, para luego ser reproducidas por ellos en las universidades locales y aplicadas por sus estudiantes en los sectores público y privado, ya como profesionales, como profesores, como intelectuales o como dirigentes políticos.
Nuestro país figura como uno de los que menor cantidad de doctores forma, y dentro de este número los sectores populares obtienen poco acceso a este nivel de educación. Según la OCDE, en 2014 en los EE.UU. se graduaron 67.449 doctores (200 por cada millón de habitantes), en Alemania 28.147, les siguen Reino Unido, India con el 20.2 por cada millón de habitantes y Japón con 16.000 doctores. Para el mismo año Colombia graduó 390 doctores, (el 8.2 por cada millón de habitantes) entre los cuales solo el 10.3% corresponde a estudiantes de los sectores populares. Veamos comparativamente el panorama de la región y a nivel nacional.
En cuanto al número de doctores que se gradúan al año, Brasil es el líder indiscutible con 12.217, le sigue México con 4.665, Argentina con 1.680, Cuba con 1.235, y Chile con 514. Colombia, con 245 graduados según datos de 2011, nuestro país solo supera a Costa Rica que tiene 112.
En Colombia 43 universidades tienen programas de doctorado, pero 6 de ellas tienen 126 de los 226 que actualmente existen. Se trata de la Universidad Nacional, con 57, la Universidad de Antioquia, con 24, la Universidad de los Andes, con 15, la Universidad del Valle, con 13, la Universidad del Norte, con 10, y la Universidad Javeriana, que cuenta con 7 programas.4
Aquí se forma a una gran cantidad de técnicos y tecnólogos de las clases pobres y medias que salen a integrar el desempleo calificado o al rebusque en cualquier negocio personal o familiar (microempresa o famiempresas que al poco tiempo quiebran en la competencia con las grandes empresas, por la falta de un mercado, por los costos de las importaciones de insumos y tecnología, sobre todo si son productos manufacturados que los TLC llevan a monopolizar; por los impuestos y requisitos técnicos y legales que impone el Estado alcabalero a la micro y pequeña empresa) cuando no tienen la posibilidad de emigrar como esclavos a las metrópolis norteamericanas y europeas. El gobierno colombiano pretende con sus reformas educativas endosar a las empresas privadas la formación técnica de sus trabajadores en sus plantas de producción, quitándole al SENA su función, privatizando y precarizando la formación técnica profesional, propiciando la formación de las y los jóvenes en institutos y universidades “de garaje”. Formación que dicta la cultura de la sumisión y la indiferencia de los profesionales ante los problemas sociales, que los aísla del resto de la población, que los involucra en una élite de clase “media” supuestamente intelectual, cuyo único interés es alcanzar un nivel de vida y de consumo igual al de sus amos; pero que siguen siendo tan esclavos como obreros no calificados, incluso menos libres que estos, en el caso de que logren acceder a un empleo; pues cada vez más técnicos y profesionales viven para trabajar, -trabajando más de 10 horas diarias, cuando no llevan trabajo para sus hogares- endeudándose para adquirir más cosas que no necesitan o que no pueden disfrutar.
Como sujetos en emancipación nos corresponde forjar en nuestros hijos, en nuestras familias y comunidades una visión objetiva, abierta a escuchar y reconocer otras cosmovisiones y culturas, a interpretar la realidad con ojos y mente propia, a estimular y celebrar la crítica, la creatividad y la autonomía. En la formación académica y cultural de los sectores populares, es necesario promover a través de la visión de los oprimidos y excluidos, el conocimiento del mundo actual, incluyendo los últimos adelantos de las ciencias naturales, las tecnologías, los últimos descubrimientos y estudios de las ciencias sociales y humanas, los saberes ancestrales y actuales de nuestros pueblos. También se requiere para los nuevos profesionales el conocimiento y el reconocimiento de nuestros territorios urbanos y rurales que habitamos –local, regional, nacional-, desde la historia de las luchas sociales, su geografía, su demografía, sus culturas, sus migraciones, sus infraestructuras, su estructura económica, política y social, y la formación de la ciudad en el tiempo y en el territorio; todo impartido desde una nueva escuela. En síntesis, el conocimiento de nuestra realidad histórica y social en lo posible en los ámbitos nacional, de América Latina y el Caribe, continental y mundial.
Una educación realmente humanista no es posible dentro del capitalismo, pues su estructura y superestructura están diseñadas exclusivamente para aceptar el despojo y la acumulación mediante la violencia y el engaño y la destrucción de los ecosistemas, actividades aceptadas como justas y necesarias para el progreso de esta sociedad; sus sistemas educativos y jurídicos represivos no son formativos, solo cumplen las funciones de adoctrinamiento e imposición de la sumisión, la obediencia y el castigo, que hacen posible la misión del capital.
La nueva educación para la libertad no puede estar encaminada a perfeccionar el sistema educativo del capitalismo ni a buscar la inclusión de los marginados para que produzcan y reproduzcan el sistema, más bien, estimular una visión crítica de la sociedad y del conocimiento, que les permita a los sujetos autoeducarse y dotarse de autonomía, de herramientas y conceptos teóricos-científicos idóneos para interpretar y transformar su propia realidad personal y social, no para sobrevivir esclavizados.
Un gobierno democrático popular deberá garantizar esta educación aportando los medios tecnológicos y didácticos modernos: TIC, laboratorios y equipos tecnológicos adaptados a las situaciones y necesidades concretas, ser administrada y realizada por las propias comunidades locales y regionales, con una pedagogía (¿antipedagógica?) que rompa con el concepto clásico academicista de formación y educación de Occidente y su epistemología, dando importancia al intercambio de saberes y a la consigna de que todos podemos aprender haciendo, en la medida de nuestras capacidades y las oportunidades que se deben brindar a los estudiantes; donde el “docente” sea un acompañante que pone a disposición de las/os interesado/as en instruirse o formarse, sus conocimientos; implementando metodologías democráticas de autoformación, de autoeducación individual y colectiva, tanto en secundaria como en la formación profesional; de la misma manera en la formación política de las organizaciones sociales-culturales populares aplicando la Investigación Acción Participativa, como nos lo enseñan los maestros Fals Borda y Paulo Freire.
Una educación en y para la libertad propiciará una sociedad justa y democrática, donde las personas defiendan y respeten sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, donde podrán disponer mas tiempo para el ocio, el arte y el conocimiento que para el trabajo alienante, que contribuirá al bien vivir, una educación humanista y humanitaria, en la que sea un placer aprender, enseñar y crear.
-
Una educación básica que dé igual importancia a las ciencias sociales y humanas, a las naturales y a las llamadas duras o exactas, rescatando, fortaleciendo los valores humanistas como la solidaridad, la fraternidad, la honestidad, la autonomía y la dignidad de las personas y del pueblo.
-
Escuela sin tabúes ni dogmas (científicos, económicos, sexuales ni religiosos), con clases de puertas y cátedra abiertas, sin límites de edad para docentes y aprendices.
-
Que la geografía, la historia y la economía, materias básicas, se estudien recorriendo los territorios y los centros de producción, acompañados por los sabios viejos y por los trabajadores de cada área.
-
Sería una escuela desescolarizada, no confinadora, ni autoritaria, ni obligatoria; una academia de la calle, de los parques, que debata en las fábricas, en las oficinas en las parcelas, en los hogares; que la familia y la comunidad de su entorno enseñen a los niños a leer y escribir y los valores éticos con el ejemplo y el respeto, así como les enseñan a hablar, a caminar, a bañarse, a vestirse y a comer.
-
Con docentes que escuchen más y manden menos, que enseñen aprendiendo, dialogando, en una praxis permanente, sin calificaciones ni castigos, sin tareas para la casa, aprendiendo con la risa, la alegría y el juego.
-
llevando el laboratorio a los elementos, estudiando las especies en su entorno natural.
-
Que pueda aplicar la multidisciplinaridad y la transdisciplinaridad como base en la construcción, la aplicación y desarrollo de conocimientos.
-
Debe promover y fortalecer la formación para la investigación científica desde la escuela, además de auspiciar, mejorar y garantizar la alta calidad de las especializaciones, maestrías, doctorados y estudios de alto nivel
-
Las universidades y los centros de investigación científica deberán estar en los barrios populares, en los campos, en los lugares geográficos y económicos que correspondan a las disciplinas estudiadas, en zonas de producción para el bien vivir, de actividad social y o cultural.
-
Las universidades deberían contar con infraestructuras adecuadas, con tecnologías y equipos de última generación para la aplicación de la ciencia y la investigación, sus campus deberían contar con residencias adecuadas para estudiantes y docentes que vienen de municipios alejados, con guarderías infantiles, restaurantes, complejos deportivos y culturales, con centros de salud gratuitos, con consultorios de todas las disciplinas al servicio de las comunidades locales y regionales.
-
La investigación científica y su aplicación en nuevas y mejores tecnologías, procedimientos y productos necesarios en las actividades productivas, culturales, recreativas, que contribuyan al bienestar de la sociedad, deberá estar en permanente intercambio nacional e internacional de descubrimientos, de científicos y estudiantes, de tesis, teorías, pedagogías y tecnologías, con países que opten por una visión y una aplicación humanista y humanitaria de las ciencias y las tecnologías.
-
Sería distribuir el conocimiento (sin desintegrarlo) como bien de la humanidad, para enriquecerlo con la práctica diversa, científica y con los saberes populares, desestructurando las actuales universidades.
-
En los consejos directivos de estos centros –incluidos los de investigación científica- deberían participar como veedores u observadores, representantes de las comunidades de la localidad, los usuarios y/o beneficiarios de las áreas estudiadas en dichas instituciones.
-
Un gobierno democrático (o de transición) debe garantizar la práctica por lo menos durante dos años de todos y cada uno de las y los graduados de todas las profesiones y tecnologías en los territorios, comunidades y sectores sociales donde se necesiten, actividades que deben ser financiadas por el gobierno de acuerdo a los planes (servicios, producción e infraestructura) sociales, económicos, culturales y ambientales diseñados y aprobados por las comunidades locales, regionales y nacionalmente.
La responsabilidad de la ciencia no se le puede dejar solo a los científicos, como la dirección de la guerra no se le debe asignar a los militares, o la planeación de la economía a los economistas.
1“Educación como práctica de la libertad” – Paulo Freire – se publica en Chile en 1965.
2 Tomado del artículo A 248 años de su natalicio Simón Rodríguez, educador popular americano, Mario Hernandez, https://www.rebelion.org 31-10-2017
3 Filosofía de la liberación. Dussel Enrique. Nueva América Bogotá 1996


