INTERSABER – 27 de noviembre de 2025

Un análisis de la paradoja del poder en el Caribe contemporáneo
Wilfer Bonilla
Intersaber: Centro De Pensamiento
La acumulación de poder militar estadounidense en el Caribe es, sin duda, la más abrumadora vista en la región en décadas. El portaaviones USS Gerald R. Ford, los bombarderos estratégicos B-52, las fuerzas especiales en Puerto Rico y el nodo logístico en República Dominicana pintan un cuadro de inevitabilidad bélica.
La retórica de Donald Trump, oscilando entre una oferta de diálogo y la amenaza del «Por las malas», parece ser el preludio de una intervención inminente. La narrativa convencional sugiere que Estados Unidos simplemente espera el momento óptimo para asestar el golpe. Sin embargo, una hipótesis más contraintuitiva y técnicamente sustentada se abre paso: la demora no es solo una cuestión de voluntad política o tiempo, sino una incapacidad operativa temporal para garantizar el éxito. Washington no ha atacado no porque no quiera, sino porque, ante la densa y sofisticada red de defensa venezolana, no ha podido asegurar una victoria rápida y con costos aceptables.
«Esta postura no absuelve la agresividad de la política exterior estadounidense, sino que revela la naturaleza de la guerra moderna: incluso el hegemón global puede verse disuadido por un adversario más débil pero bien equipado y preparado.»
El Poder Desplegado: El Martillo Estadounidense
El dispositivo militar estadounidense es un conjunto de instrumentos de precisión diseñados para una campaña de alta intensidad:
La Punta de Lanza: Supresión de Defensas Aéreas (SEAD)
El éxito de toda la operación descansa en la capacidad de «derrumbar el escudo» venezolano. Aquí, el EA-18G Growler es fundamental. Su misión es cegar y engañar los radares venezolanos y lanzar misiles AGM-88 HARM contra ellos. Junto a él, los cazas furtivos F-35C Lightning II operan como «rompeescudos» silenciosos, penetrando el espacio aéreo para identificar y marcar objetivos con su sigilo avanzado.
El Poder de Golpe: Ataque de Precisión
Una vez suprimidas las defensas, entran en juego los B-1B Lancer y B-52H Stratofortress. Estas plataformas de lanzamiento stand-off pueden disparar misiles de crucero JASSM desde cientos de kilómetros de distancia, fuera del alcance efectivo de muchas defensas, para destruir centros de mando, infraestructura energética y emplazamientos militares.
La Base: Logística y Sustentación
El USS Gerald R. Ford actúa como una base aérea móvil e inhundible, mientras que los KC-135 Stratotanker en República Dominicana extienden el alcance y tiempo de patrulla de los cazas. Las fuerzas especiales de la 22nd Marine Expeditionary Unit están listas para operaciones de reconocimiento y captura de objetivos de alto valor.
Este arsenal, en el papel, es imparable. Sin embargo, su efectividad no se mide en potencia bruta, sino en su capacidad para superar las defensas específicas que enfrenta.
El Escudo Venezolano: La Densa Red IADS que Disuade
La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) ha construido, con asesoría rusa, un Sistema Integrado de Defensa Aérea (IADS) que es precisamente el obstáculo que explica la pausa estadounidense. No es un escudo mágico, sino una red compleja, en capas y tecnológicamente avanzada.
La Columna Vertebral: Sistemas de Largo Alcance
El sistema S-300VM (Antey-2500) y el S-300V son los elementos insignia de la defensa. No son simples misiles; son sistemas complejos con radares de adquisición y seguimiento independientes, diseñados para interceptar aviones furtivos y hasta misiles balísticos. Su alcance (hasta 250 km para el Antey) crea una «zona de exclusión aérea» formidable alrededor de los objetivos estratégicos.
Defensa en Capas: Medio y Corto Alcance
Para cerrar las brechas, Venezuela despliega sistemas Buk-M2E (medio alcance) y Pantsir-S1 (corto alcance). Mientras los sistemas de largo alcance se enfocan en los bombarderos y cazas de alto valor, los Pantsir, con sus cañones y misiles, son una defensa mortal contra misiles de crucero, drones y aviones que logren penetrar la barrera exterior.
La Fortaleza de la Integración (IADS)
La verdadera fuerza no reside en las piezas individuales, sino en su integración. Los radares de los distintos sistemas están enlazados a centros de mando y control (C2). Si un radar es cegado o destruido, otro puede proporcionar los datos. Esta redundancia obliga a un atacante a anular o destruir múltiples nodos de la red simultáneamente para crear una apertura viable. Un ataque parcial solo alertaría al sistema y lo llevaría a un estado de máxima alerta.
La Hipótesis de la Incapacidad Operativa: ¿Por qué el Martillo No Ha Golpeado?
La retórica de Trump gana poder con la demostración de fuerza, pero un ataque fallido o costoso la destruiría por completo. La hipótesis de que Estados Unidos «no ha podido» se sustenta en varias realidades operativas:
- El Riesgo del «Disparar y escapar»: Las baterías de misiles venezolanas, particularmente los sistemas móviles como el Buk y el Pantsir, pueden desplazarse después de disparar. Estados Unidos necesitaría una inteligencia en tiempo real muy precisa para localizarlas y destruirlas antes de que puedan reubicarse, una tarea que ni siquiera el F-35 garantiza al 100%.
- La Amenaza de la Pérdida de un Activo de Alto Valor: ¿Qué pasaría si un S-300VM, operando en modo pasivo (sin emitir señales de radar detectables) y guiado por datos de radares externos, lograra derribar un F-35C, un B-1B o, en el escenario más catastrófico, causar daños significativos al propio USS Gerald R. Ford? El costo político, económico y de reputación sería devastador. La disuasión funciona en ambos sentidos.
- La Campaña de Supresión de las Defensas Aéreas Venezolanas es una Carrera contra el Tiempo: La supresión de defensas aéreas no es un evento único, sino una campaña continua. Mientras los Growler y F-35 trabajan, el resto de la fuerza aérea está vulnerable. Si la campaña se alarga, Venezuela podría infligir bajas suficientes para convertir una «operación quirúrgica» en un conflicto prolongado y sangriento, un escenario que Washington quiere evitar a toda costa.
- La Sombra de la Asimetría y el Conflicto Prolongado: Un ataque estadounidense no ocurriría en el vacío, EEUU saber que podría verse arrastrado a un conflicto terrestre prolongado, un pantano en tierra para el imperio.
Conclusión: La Paradoja del Poder
La acumulación militar en el Caribe es, por tanto, una muestra de fuerza pero también una admisión de respeto tácito hacia las capacidades venezolanas. Trump puede fanfarronear, pero los planificadores del Pentágono no pueden permitirse el lujo de hacerlo. Han desplegado un martillo de poder sin precedentes, pero se han encontrado con un yunque de una dureza y complejidad inesperadas.
La demora no es necesariamente una señal de debilidad, sino el reconocimiento pragmático de que la victoria contra un sistema integrado de defensa moderno e integrado no es una certeza, sino un complejo y arriesgado juego de ajedrez en múltiples dimensiones (aérea, electrónica, espacial y cibernética). Estados Unidos no ha atacado porque la ventana de oportunidad para una operación «limpia», rápida y decisiva —la única que tendría sentido estratégico— aún no se ha abierto por completo. La retórica es el arma del político, pero la prudencia es, por ahora, la guía del militar. El cerco está tendido, pero la red venezolana, por el momento, ha logrado convertir la invasión en una espera tensa, demostrando que en el siglo XXI, la defensa, cuando está bien construida, aún puede imponer sus términos a la ofensiva.
TOMADO DE: LA FUERZA Y LA VULNERABILIDAD: El cerco incompleto de «estados unidos» sobre Venezuela.
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