DE PROGRESISMOS Y MOVILIZACIONES

Por Gonzalo Salazar

Un fantasma recorre los Andes, desde Centroamérica a la Patagonia, millones de “sombis” se levantan a marchar porque les acosa el hambre y el frío; aunque sientan el látigo del verdugo sobre sus espaldas, empiezan a mirarse entre ellos, a recuperar la memoria y el calor en su sangre; ya no les llena la falacia ni les complace el circo, pues se les está borrando la ceguera, solo falta que se atrevan a quitarle la máscara, el pan y el garrote a sus amos para recuperar su dignidad.

El proceso de concentración de la riqueza y monopolización de la producción industrial y de los mercados a escala global, al que Lenin llama etapa imperialista, se intensifica a principios del siglo XX con la formación de las grandes corporaciones (Trust) industriales y financieras en Europa y Norteamérica, con la producción industrial primero mecánica, luego automatizada de mercancías para el mercado mundial, en medio de la barbarie genocida de las más grandes potencias imperialistas (de Occidente) en sus dos primeras guerras “mundiales”, que continuó con la “Guerra Fría”, esta sí global y caliente contra los pueblos del sur y el este. Pero en los últimos 40 años la acumulación por despojo y exterminio se elevó a la máxima potencia con la estrategia globalizadora y un plan de acción llamado Neoliberalismo, consecuencia genuina de la decadencia acelerada del imperialismo Occidental,cuya expresión es la privatización parcial del estado capitalista, la ruptura de las fronteras comerciales de los países dependientes en el norte y en el sur para que circulen libremente todas las mercancías y se multiplique el capital financiero de las grandes potencias imperialistas; claro que para alcanzar estos objetivos tiene que exterminar la dignidad y la rebelión en los territorios donde yacen la fuerza de trabajo humana, los recursos naturales, energéticos y materias primas que necesita el Sistema Mundo Capitalista para existir.

Las guerras con armas físicas, mediáticas, sicológicas y financieras, las guerras comerciales, los conflictos internos provocados y manipulados por los dueños del capital, sostienen y acrecientan relativamente el poder de los mercados, permitiéndoles establecer estructura jurídico-política en los sectores o países vencidospara legitimar el despojo los desplazamientos, las migraciones, esenciales en este proceso, ante lo cual siempre hay una respuesta de las víctimas, aunque sea lenta o tardía; esa decadencia también arrastra a sectores sociales subordinados de las mismas metrópolis imperialistas, donde también se protesta, no con la misma intensidad que en el sur olas periferias; todo esto manifiesta la presencia de la lucha de clases y el colonialismo; precisamente es el crecimiento de la industria armamentista (Complejo Militar Industrial de las potencias capitalistas) lo que le imprime dinamismo al proceso, porque al igual que la especulación financiera, asesora, arma y endeuda a todas las partes en conflicto

En África y América Latina, si bien han habido algunos conflictos entre países vecinos, han permanecido las agresiones y genocidios de las oligarquías locales patrocinadas por las potencias imperialistas, -representadas en su sistema financiero mundial, en sus ejércitos, en sus medios masivos de desinformación, en sus corporaciones multi y transnacionales- que se materializó en decenas de golpes y dictaduras militares y civiles en América Latina  en todo el siglo XX, con cientos de miles de perseguidos, torturados y asesinados, continuación de su acción genocida en Asia y África, donde los pueblos desarrollaron guerras de liberación del colonialismo y del capitalismo, acción intensificada en la nueva guerra fría con conflictos internos en países como Ruanda, Sudán y Somalia, -además del aparthade sudafricano-  donde las corporaciones transnacionales norteamericanas y europeas con la connivencia de sátrapas gobernantes y organismos internacionales como ONU y OEA, han enfrentado etnias y pueblos entre sí para quedarse con sus recursos naturales- dentro del modelo colonialista Neoliberal, como tratan de hacer los mismos imperialistas en Venezuela, Bolivia, Siria e Irán.

El componente violento y rapaz  del capitalismo se crece ominosamente en el Medio Oriente y Asia Central como escenarios principales de las guerra de cuarta y quinta generación originadas en la disputa por el manejo de la producción y el mercado del combustibles, con la posibilidad de otra guerra nuclear, esta vez podría ser entre más de 10 países –la mayoría de Occidente- que poseen miles de misiles de crucero supersónicos y de ojivas nucleares, cientos de veces más potentes que las lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki,  empezando por USA, Inglaterra, OTAN e Israel contra Irán, Rusia, China y Corea del Norte, o de India Contra Pakistán, que involucraría a los anteriores. Por otro lado, los globalistas neoliberales quieren dividir a la mayoría de países en varias republiquetas, como lo hicieron con la extinta URSS (Georgia, Chechenia, Osetia, Azerbaiyán, Ucrania), luego con la antigua Yugoslavia, (Serbia, Croacia, Montenegro, Kosovo, Macedonia), lo continuaron en Sudán,  lo pretenden con Rusia, como lo intentaron en Bolivia y quieren hacerlo con Siria, México, China empezando con Hong Kong y Taiwán, (el objetivo es dividirla en siete países) y otros países, incluido Estados Unidos; práctica que no es nueva, recordemos que después de cada guerra “mundial” lo realizaron en África, Asia y Oriente Medio para repartirse los recursos naturales de esos territorios entre los Aliados.

Hoy, pueblos de África y Centroamérica, como del Medio Oriente, empobrecidos, hambrientos y perseguidos huyen de la violencia hacia los centros de Occidente -enfrentando violaciones a todos sus derechos, muros, cárcel, naufragios y asesinatos- buscando sobrevivir a la esclavitud, a la xenofobia y al racismo del Norte que los necesita para explotarlos y para repoblar sus sociedades seniles y esterilizadas. De estas tragedias extraen ganancias quienes promueven las guerras, quienes fabrican y venden las armas, quienes financian ejércitos, quienes endeudan a los países victimas para la reconstrucción, quienes se apropian de los recursos naturales y territorios, incluso quienes “asisten” y manipulan a las víctimas y a los migrantes, ya sabemos quiénes son y están en todas partes donde haya riquezas que explotar: el complejo militar industrial de Occidente, las grandes corporaciones transnacionales industriales y comerciales y el sistema financiero mundial, la banca Rostchild-Rokefeller, dentro de ésta, el magnate “caritativo” George Soros, quienes además dirigen a las oligarquías locales y controlan a todas las mafias del mundo.

Por otro lado, este comportamiento propio del capitalismo se amplía a Suramérica con la agresión comercial-financiera y diplomática, en lo que han denominado “Golpes Blandos” – que en realidad son violentos- pasando por las agresiones económicas del FMI a Argentina, Ecuador, Chile y Colombia, con la amenaza de intervención militar por USA, en contubernio con la OEA en Venezuela, que podría generar un conflicto no solo entre países de la región, sino, con potencias como China y Rusia, que tienen intereses económicos en ese país, tal como se observa en Irán y Corea del Norte con los bloqueos financieros, comerciales y marítimos; toda esta estrategia se confirma con el reciente golpe cívico-militar en Bolivia.

El imperio norteamericano en su decadencia se bate comercial y políticamente en lo que ha denominado su “Patio Trasero” con China y Rusia, quien también lo reta militarmente en Venezuela, este momento lo vivimos en América Latina con la inversión en extractivismo, infraestructura y acuerdos comerciales en la mayoría de estos países con China, en menor medida con Rusia, ante lo cual el imperio, con las oligarquías locales, quiere limpiar su patio trasero de intrusos y progresistas, empezando por frenar el ciclo progresista utilizando todas sus formas de lucha, después bloqueara Venezuela, tumbar a Dilma y encarcelar a Lula e imponer a Moreno en Ecuador, ahora se ensaña con los restos del progresismo de la primera edición del s. XXI, eliminando por ahora, al modelo boliviano, que parecía más fuerte después del de Venezuela y al débil intento uruguayo; sin embargo repunta otro tipo de progresismo que parece más conciliador en México y Argentina.Esta iniciativa dirigida desde la Casa Blanca no es óbice para que no continúen los acuerdos de China con Brasil y otros de la región. Esta política administrada por el FMI y el BM para volver al redil a los inconformes y asegurar a los obedientes, ha hecho reaccionar a los pueblos, recuperando las calles como campo de acción y decisión para mantener lo poco que les queda, pues son coyunturas generadas desde los opresores, y la respuesta no es para recuperar lo antes perdido, porque a excepción de Bolivia, no se pretende destituir a gobiernos ni parlamentos dentro del régimen dominante, o sea, solo se busca echar para atrás las nuevas medidas económicas y fiscales impuestas. La clave está en la posibilidad de concertar entre los actores sociales de las movilizaciones una agenda mínima común –emanada de las necesidades, aspiraciones y posibilidades locales- que dé continuidad a las luchas por justicia social, autodeterminación y soberanía popular o nacional en cada país que quiera salir del colonialismo y o del capitalismo.

En Perú no hay progresismo, tampoco hubo una fuerte o masiva movilización contra la corrupción en 2019, aunque hayan dos expresidentes en la cárcel uno evadido y otro suicidado; fue una acción deliberada del gobierno al querer cerrar el parlamento, cuando las organizaciones populares podrían haber impugnado al Estado como el causante y administrador de la corrupción, pues los dirigentes populares no alcanzan a ver las causas reales de su despojo patrocinado por el mismo Estado con su sistema jurídico-económico plutocrático y su democracia de papel; parece más un sofisma de distracción o un autogolpe para continuar aplicando los dictados del imperio y maquillar la corrupción con otros inversionistas y/o contratistas de cualquier parte del mundo y del propio país.

Ecuador regresa del progresismo con el gobierno deLénin Moreno, fiel sirviente del imperio y del Neoliberalismo salvaje representado en el FMI, impone su agenda expoliadora-extractivista-que desde siempre ha estado presente- con un paquetazo de alzas en combustibles, reforma fiscal, supresión de derechos y bajos salarios, acabando con lo poco que en política social logró el anterior gobierno de Correa, del cual fue vicepresidente el actual lacayo. El protagonismo del sector indígena (algunos dirigentes) con el que anteriormente había hecho acuerdos para legitimar su postura apátrida, acudió a “salvar” la situación en el momento que los sectores populares urbanos avanzan hacia el palacio de gobierno, sin embargo el títere, como fiel representante de las mafias internacionales, no perdona la toma de la ciudad por los indígenas, estudiantes y trabajadores arremetiendo por la espalda contra los dirigentes y negociadores de las protestas, declarándolos criminales, subversivos y terroristas.

El movimiento continental continúa con la racha de protestas en Chile, con movilizaciones de más de un millón de personas, por las mismas causas que siempre han venido con reformaestructural, y cartas de intención redactadas en Washington, donde el jefe del estado –SebastianPiñera- declaró la guerra a muerte a su pueblo como enemigo peligroso, (enemigo interno de la estrategia contrainsurgente ordenada desde el pentágono, financiada por multinacionales norteamericanas y aplicada por las dictaduras latinoamericanas en el siglo pasado) vuelve la dinámica de la dictadura que nunca se fue, con torturas, criminalización y judicialización de la protesta bajo las leyes pinochetistas, ante el gesto heroico de la juventud y los trabajadores que resisten desde siempre, donde falta algo en el relevo generacional que las víctimas del genocidio aún no transmiten, mientras los mapuche se perciben ausentes, -la situación étnica de chile se puede asimilar a la de Argentina, donde existe esa brecha entre mestizos supuestamente blancos y las mal llamadas minorías indígenas- a diferencia de Ecuador, Bolivia y Colombia, donde son la fuerza más consolidada en las movilizaciones.

Las órdenes imperiales que originaron este movimiento de protestas en la parte andina del subcontinente, se han aplicado varias veces en Argentina desde antes del Corralito Financiero del 2001, (en América Latina desde los 80 con la multiplicación de la deuda y la imposición del Neoliberalismo) es una de las causas del rechazo a Mácri, sin embargo el pueblo electorero elige más de lo mismo porque supuestamente solo habían dos opciones (algo parecido a lo que ocurre en Colombia y en casi todo el mundo) o Mácri o Fernández, este último, hijo del neoliberalismo, actuó vinculado a las mafias financieras nacionales e internacionales al lado de Menem y Dualde, -esclavos privilegiados del FMI- aunque los medios lo presentan como progresista. El pueblo hondureño se moviliza frente a la represión del lacayo dictador de turno -Hernández- la juventud, además de huir de la pobreza y la violencia del régimenhacia el norte, sale de nuevo a las calles a reclamar sus derechos; son la juventud, los trabajadores y las comunidades indígenas los protagonistas en estas movilizaciones; esta situación es similar a la de Guatemala, gobernado por la ultraderecha.

Por otro lado, los pueblos originarios bolivianos se autoconvocaron para la defensa de su Estado Plurinacional cuando se sintieron agredidos física y culturalmente por las hordas fasci-racistas, que nunca fueron desmovilizadas después del intento de golpe secesionista originado en Santa Cruz, pues parece que la policía y los militares han mantenido comunicación con este sector de la derecha, más que con el propio gobierno de Evo Morales, al cual han destituido violentamente; ahora los bolivianos demócratas, revolucionarios y humanistas tienen ante el golpe cívico-militar dirigido y financiado por la CIA, una disyuntiva: defender el triunfo  de Evo -aunque hubiera ganado con el 80% de los votos lo habrían tumbado, porque el golpe estaba planeado y financiado desde antes de las elecciones-, buscando su regreso al cargo de presidente, continuando con el extractivismo, rechazando la intromisión norteamericana, enfrentando a la derecha fascista racista colonialista, estableciendo alianza con los militares o, plantearse otra forma de construir poder popular desde abajo por fuera de la institucionalidad capitalista, reestructurando el Estado Plurinacional como Estado de transición, reforzando la autonomía de las comunidades urbanas, indígenas y campesinas, desmontando la colonialidad de las mentes y prácticas de los sectores populares y sus dirigentes, pero defendiendo las políticas de progreso humano que realmente han beneficiado a los sectores empobrecidos y vulnerables, alcanzados por el Estado plurinacional, para lo cual este pueblo cuenta con gran experiencia en el ejercicio de autonomía y decisión. El exilio permanente para los dirigentes populares es mal consejero cuando se trata de construir soberanía popular y autodeterminación, cuando la tradición ancestral ha sido la entrega total del líder a su pueblo o a su comunidad, aún a costa de su vida y/o su libertad.

El pueblo colombiano resiste una dictadura civil de más de 60 años (oligarquía en guerra permanente contra los sectores populares) con una dirigencia de izquierda tradicional esperanzada en cambios meramente electorales sin atreverse a romper la estructura de dominación que sume en la miseria a los sectores populares mientras aniquila a sus dirigentes naturales y bombardea a sus niños, mientras el Estado incumple totalmente los acuerdos de la Habana, que no tocan ni al Estado ni al modelo oligárquico; hoy los colombianos se movilizan masivamente por las mismas razones  que el FMI ordenó cumplir a todos los gobiernos serviles, entre estos al de Duque-Uribe; se creció la movilización popular en el Paro Nacional convocado para el 21 de octubre de 2019, especialmente en áreas urbanas, con fuerte presencia de los trabajadores, la juventud y comunidades indígenas; se diría que esta movilización superó a la del Paro Cívico Nacional de 1977, con la diferencia que en esa época el país se encontraba en Estado de Sitio y la insurgencia no se había desmovilizado, por lo que la respuesta fue prácticamente militar, de la que aún no se sabe cuántos muertos y desaparecidos hubo. De todas maneras, la oligarquía actúa con la misma lógica represiva, criminal y mentirosa, apoyada en los medios oficiales y en las Fuerzas Armadas; por el momento se sabe de un joven estudiante –Dilan- asesinado en Bogotá, además de otros tres en el resto del país, cientos de heridos y muchos detenidos criminalizados, mientras continúa el genocidio de líderes y lideresas sociales, ecologistas, indígenas y campesinos. Aún no se sabe cómo concluirán estas jornadas de lucha popular ni la aplicación por parte del Estado de los posibles acuerdos de una mesa de conversación que Duque insiste que no es de negociación.

Otro tanto sucede en Medio oriente, en Líbano la gente sale a las calles por los mismos motivos económicos, contra la agresión israelí; en Irak se levantan contra el gobierno títere por mejores condiciones de vida, por recuperar su dignidad frente a la invasión norteamericana y su corrupción expoliadora mantenida por 16 años, se movilizan contra las hordas terroristas islamistas que los mismos USA crearon e instalaron en Irak; estas movilizaciones cuentan con más de 300 muertos; en Cataluña –aunque por algún lado asoma la mano invisible de Soros- la movilización es nuevamente por total autonomía respecto a la monarquía; en estos escenarios es también la juventud la que protagoniza las movilizaciones.

A pesar de que Cuba y Venezuela fueron pioneros en la confrontación con el neoliberalismo y la integración latinoamericana y caribeña con proyectos económicos y políticos –ALBA, Banco del Sur, UNASUR, CELAC, restructuración de Mercosur-, ni México ni Argentina se plantean la necesidad de un acercamiento político con Cuba y Venezuela para este fin -lo mismo que con Nicaragua- como en algún momento lo intentaran Fidel y Chávez. Sin embargo, en el resurgir del progresismono se escuchan voces ni se perciben intenciones de un debate sobre la obsolescencia o la necesidad de salir del capitalismo como opción posible y realizable, pues realmente esta no es una tarea para progresistas –solos o de un país- ni para liberales, tampoco programable a corto o a mediano plazo, menos, supeditada a la decisión de un líder, de una clase o de un partido.

En nuestra AbyaYala aún no se perfila un fuerte movimiento anticapitalista humanista que no esté supeditado al juego polítiquero de nuestras oligarquías y a las mafias financieras internacionales dentro de la pseudo-democracia capitalista, se prefiere por las dirigencias de izquierda institucional concluir las luchas aceptando lo que se puede definir dentro de la institucionalidad, frenando las iniciativas de las comunidades del campo y la ciudad, creyendo “ingenuamente” en la palabra de los negociadores del Estado oligárquico, sin asegurar cambios estructuralesque permitan por lo menos la revocatoria a sus gobernantes y planes de gobierno mediante su acción directa; esto ya lo hemos visto en las experiencias de Argentina desde 2001, lo comprobamos con los acuerdos de paz firmados por el gobierno colombiano en 2017 y se ratifica con la negociación que hizo la CONAIE en Ecuador, también en Colombia cuando el gobierno utiliza al congreso para introducir el paquetazo lenta y suavemente mientras criminaliza a los dirigentes de las movilizaciones. Queda la remota posibilidad que no ocurra lo mismo en Chile, donde la estructura jurídica y política del Estado sigue siendo la que dejó establecida Pinochet, que garantiza la violencia impune de las fuerzas armadas en el control de las protestas, experiencia misma que se da en Brasil y en Argentina después de las dictaduras; con la diferencia Argentina que desde los 90 del siglo pasado viene repitiendo cada cuatro o cinco años la misma fórmula de endeudamiento, dependencia, inflación y devaluación ordenadas desde Washington, y la correspondiente respuesta del pueblo cuando siente reducidos sus medios de subsistencia.

Los golpes “lentos” se siguen gestando en el continente y en el mundo: en Venezuela, -que resiste tanto como Cuba el bloqueo- Nicaragua, y ahora en México, con la posibilidad que lo hagan en Argentina con el nuevo gobierno. Con el triunfo de AMLO en México y la elección de Fernández & Fernández en Argentina se intenta configurar un nuevo ciclo u otra ola “progresista” en América Latina, sin embargo, las comunidades empobrecidas, los demócratas, revolucionarios y humanistas no pueden prestarse al mismo juego de los partidos y movimientos que renunciaron a su autonomía y a la rebelión, poniéndose al servicio de la institucionalidad, esto no quiere decir quitarle el apoyo a gobiernos democráticos comprometidos en cambios estructurales de sus economías y sociedades, que busquen el despegue del FMI, del BM, del imperialismo y del neoliberalismo, pero simultáneamente construir en sus territorios y comunidades sus propios modelos equitativos de sociedad y economía solidarios, autónomos, antipatriarcales y anticapitalistas. No debería repetirse la historia de los reformistas-desarrollistas-nacionalistas del siglo pasado en América Latina –como ya lo hemos expresado en otros escritos- a excepción de Cuba, que logró consolidar su revolución pues todos esos caudillos reformistas desarrollistas no eran marxistas ni revolucionarios anticapitalistas ni su fin era el socialismo o la democracia popular, aunque realizaran reformas económicas y sociales que de alguna forma beneficiaban a diversos sectores sociales, aunque fueran valientes y honestos; mas bien fueron impulsados por principios liberales nacionalistas, lo que condujo a que casi todos fueron asesinados de diferentes maneras por el imperio y las oligarquías locales, -Allende en Chile y Bishop en Granada corrieron la misma suerte al intentar realizar una revolución socialista- recordemos que todos ellos no reconocieron ni cedieron autonomía a sus pueblos, mientras la participación en su mayoría fue corporativista y tendieron a dirigir sectores como el indígena, el campesinado y el sindical.

En anterior artículo –“¿Progresismo o revolución?”- hemos analizado las experiencias reformistas-desarrollistas y progresistas en América Latina y el Caribe, mirando sus aciertos y sus limitaciones, especialmente en Suramérica en el siglo XXI y hemos encontrado que en ninguno de los casos hubo una visión estratégica para abolir a mediano o a largo plazo las estructuras económicas, sociales y culturales del capitalismo ni salieron de la concepción del partido o grupo como instrumento institucionalizado para convertir las aspiraciones de sus pueblos en meras reformas económicas y paliativos para superar temporalmente la pobreza y la dependencia; las nacionalizaciones, el desarrollismo, la sustitución de importaciones, el capitalismo de Estado, no posibilitaron trascender el capitalismo ni superar las desigualdades ni la injusticia social.

Aprendamos de lo que viene pasando en este siglo con los progresistas como Chávez, Lula y Evo. Si se propicia la realización de proyectos revolucionarios populares, los movimientos transformadores deben trascender los parámetros de la democracia representativa y presidencialista burguesa, también los esquemas de alianzas y procesos planificados por uno o varios partidos, pues estos nunca podrán representar a todos los sectores populares ni a las comunidades, sobre todo en países tan diversos como los Latinoamericanos.

Diciembre 5 de 2019

 

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