Por: Ricardo Robledo
La Utopía sirve para caminar
Firmados los acuerdos de paz en su primera versión, desde un sector de la izquierda se dijo el 2 de enero del 2016, que todas las fuerzas sociales debían agruparse para hacer realidad este histórico logro, que permitía la transformación política de la sociedad colombiana, con la advertencia que de no ser así, se produciría un triunfo de la extrema derecha, lo que era de esperarse, con desastrosas consecuencias para la izquierda y los movimientos sociales en el país. Una cosa es que la derecha asesine y otra que se le dejen todos los recursos estatales para que lo hagan con impunidad. (Para ampliar la información, pregúntenle al ministro botero). Igualmente se dijo que para la confluencia habría que deponer egos y demás intereses personales.
Con la advertencia ya conocida, tal vez resulte duro, pero hay que reflexionar acerca de la responsabilidad que le cabe a la izquierda en el triunfo de la derecha asesina; por su terquedad e incapacidad para entender los momentos históricos. Porque alegremente se pensó que se podía asaltar el cielo con los votos; pero hay que dejar una cosa clara: la burguesía no va a prestar su institucionalidad para que la ataquen; por ahí ya se les coló Hugo Chávez y no lo van a volver a permitir fácilmente; se defenderán a sangre y fuego. Esto lo aprendió la derecha internacional y a ello reaccionaron, pero parece que la izquierda no lo hizo.
Esa es la realidad que se está afrontando hoy con asesinatos de líderes sociales, montajes judiciales, códigos de policía. Que se complementan con la supuestamente nueva doctrina Damasco para las fuerzas armadas, en la cual se expresa una segunda gran reforma del ejército que opera en Colombia. Dictamen del imperio para sus satélites en la región. Cuando el presidente de Estados Unidos, dijo que iba por todos los corruptos de América Latina, estúpidamente abrigué la esperanza de que en efecto así fuera, como consecuencia del proceso a Odebrecht. Pero no era más que una señal indicando que ya podían poner en marcha el colonial y ominoso instructivo.
El nombre de la doctrina, es una semejanza con la alucinación de pablo de tarso, cuando estaba ciego y abrió los ojos. Esto es, para los tiempos modernos, una adecuación de las fuerzas armadas para la guerra de cuarta generación; según sus manuales, “al enemigo interno” se le ha combatido principalmente en lo militar, desaprovechando otros recursos, como por ejemplo lo judicial.
Ahí está la refinación de los montajes a Lula, Dilma, Cristina de Kirchner, Petro, Mockus, Carlos Caicedo, Marcelo Torres, Santrich, Ángela Robledo y una larga lista de líderes sociales como Ancízar de Jesús Morales Zuluaga, capturado bajo un supuesto tráfico de estupefacientes. También se abarca el fraude electoral como estrategia de guerra, aunque las oligarquías ni ahora las mafias, necesitan una nueva doctrina para ello, eso siempre ha estado en su adn.
A los líderes sociales siempre los han perseguido; a Espartaco, Jesucristo, los Comuneros, Benkos Biojó; Bolívar sufre atentados en Jamaica y Bogotá (en total 20 intentos); igual pasó con Sucre, Mahatma Gandhi, Martin Luther King. Y esto no ha parado hasta hoy.
Se ha hablado también de seis de los problemas que enfrenta la izquierda: la represión criminal, el bloqueo, los medios de comunicación, el sectarismo, el distanciamiento del pueblo y de la filosofía; dimensiones que hacen más complejo el accionar de demócratas y revolucionarios. Complejo por los factores múltiples a considerar en momentos de autocrítica y de definiciones.
Afortunados aquellos que cuando tratan de pensar, se encuentran con la espalda de un pensador barbado, quien en un libro muy famoso, dijo que en las sociedades de clases, explotadores y explotados siempre se enfrentaron de una manera velada o en una forma abierta.
Inmensa una de las enseñanzas que dejó Eduardo Galeano al decir que la utopía sirve para caminar. Muy bonito recordarla, pero en el mundo real lo difícil es saber cuál es el próximo paso que habrá que dar; pero para eso está el debate organizado. La lucha política obliga a que se tengan que acordar necesarias alianzas con diversos sectores, entre ellos los que se declaran de centro izquierda, lo cual, a veces, genera confusiones al tratar de asimilarse a tales definiciones y por una forma de entender la unidad como si tratara de alcanzar la similitud; ya entenderán los centristas qué significa tal postura. Los revolucionarios deben saber que se trata es de transformar el mundo, caminando; y no se camina solo. Así a los más “pura sangre”, hegemónicos, radicales y elitistas, los demás les huelan mal.
Porque para algunos izquierdistas, derecha es todo lo que no se parezca a ellos. Reducen la dialéctica a su lógica y hacen aparecer el positivismo revolucionario, según el cual, como yo soy revolucionario y lucho por la justicia, todo lo que hago es, por tanto, justo y revolucionario; así condene, persiga y mate; se abren las puertas otra vez al poder hegemónico y abusivo. Nuevamente aparece el pensador barbado, diciendo que se reproduce la misma porquería. La ideología burguesa hace tránsito en la cabeza de los revolucionarios.
Por eso, no es raro que algunos de ellos se despachen contra la revolución bolivariana, porque no sigue los lineamientos de su autoproclamado manual de guía al socialismo. Como si cambiar las relaciones de producción fuera un simple proceso legislativo o como decía Chávez, de bautizo. (Poner el título de panadería socialista y ya).
Como en los eventos deportivos, nadie se puede considerar campeón antes de que el torneo termine; los ciclistas tienen que pedalear seguido para llegar a la meta y eso es lo que llevan en la mente y para lograrlo, tienen que afrontar caídas, enfermedades, fatiga, empujones, huecos, esfuerzo, moverse en todos los terrenos, aunque no sean los de su especialidad.
Los diagnósticos y objetivos estratégicos, permiten establecer quienes conforman el pueblo en los períodos considerados; parece que esta enseñanza de los procesos triunfantes, aun no se ha asimilado. El principal reto es cómo transformar la ideología en políticas, formas organizativas y sistemas de comunicación; esto solo se logra al calor de la lucha; uno se transforma, transformando lo que quiere transformar.
Los acuerdos de paz siguen vigentes como echo histórico para lograr la transformación política del país. Ahora que se logran nuevas alianzas, la izquierda en general no debe ser inferior a los retos. Pocas veces la vida da una segunda oportunidad para corregir.
La esperanza absoluta
Ha sido común que cuando se trata de definir al lado de quién caminar, se busca una persona que encarne todas las más selectas cualidades programáticas y discursivas; las expresadas y las más recónditas e insospechadas y gloriosas; como las que se le confieren a un rey. Como se trata de agradarse mutuamente, empiezan las acciones del ungido y de sus seguidores. Que la constituyente asusta a la derecha; entonces, no habrá constituyente; que las expropiaciones asustan a la derecha; entonces, no habrá expropiaciones; que el castrochavismo asusta a la derecha; entonces, se lanzarán discursos contra Venezuela. Así hasta deshojarse para poder ser asimilado y reconocido por la burguesía y ahí sí, como en un proceso de unción de un caballero, sea aceptado por la izquierda.
Por el otro lado, los más radicales dirán que el candidato no recoge las más claras reivindicaciones del socialismo para ya; y entonces, se alejan y harán todo lo posible por “desenmascararlo” y torpedearlo. Son revolucionarios pendientes, aplazados para el día en que estén dadas las condiciones según su asimilación de conceptos de cambio. Otros se despojan de sus objetivos para poder caminar con los demás, aduciendo que no se tiene la suficiente fuerza y terminan haciendo tránsito a la derecha o apoyándola, incluso con comentarios como: “es mejor ganar las elecciones con la derecha, que perderlas con la izquierda”.
Parece que no hay interpretación de la realidad actual y de cuáles son las metas para el momento. Por ejemplo, luchar contra la corrupción, por la implementación de los acuerdos de paz, por la defensa de lo público, por las relaciones fraternales con los pueblos del mundo, por entender a Latinoamérica como una zona de paz, por la bioética, son reivindicaciones revolucionarias válidas, que no pueden juzgarse desde su profundidad para transformar las relaciones sociales de producción. Otra vez, aparece ese Señor que mostró que la revolución no es un de un acto único, sino que debe ser permanente; el poder de la negación.
Así, tratando de conformar un nuevo partido, por las diversas vertientes y opiniones, efectivamente todo nuevo movimiento termina partido, para gloria de las clases dominantes. Nunca se logra satisfacer a la pureza de tanto pensador enclaustrado. Parece que no se encuentra lo absoluto y surgen las frustraciones.
Es la búsqueda de dios, ya no en el cielo, sino en la tierra, surgida del terror del vacío detrás del “pienso luego existo”. Es la falta de asimilación de la dialéctica, en su diversidad, contradicción, movilidad, acumulación y negación; de la dialéctica hecha carne en pensadores libres. Debe interesar más el “qué” y el “cómo” que el “quién” como individuo que abarque el Todo.
La utopía sirve para caminar, no para sentarse a esperar el mesías que exprese la esperanza absoluta, ni para postrarse. Los líderes ayudan a trazar rutas y con su carisma logran que las personas se movilicen hacia los objetivos que se han fijado y promovido.
Mayo 26 de 2019


