Archivo diario: 15 marzo, 2019

DEMOCRACIA Y PARTICIPACION EN COLOMBIA (ESTANISLAO ZULETA)

La democracia es un camino bastante largo y propiamente indefinido.  Hay un mínimo de condiciones que se pueden denominar como “Derechos Humanos”. Pero el derecho no es más que un mínimo, porque de nada sirven los derechos sino tenemos posibilidades. Si sólo tenemos derechos es un mínimo porque el derecho también puede llegar a ser un algo muy restringido: Que todo el mundo tenga derecho a elegir y a ser elegido, ¿aunque ni siquiera sepa leer? La democracia consiste en algo más que eso, aunque los derechos son importantes.

El derecho fundamental es el derecho a diferir, a ser diferente. Cuando uno no tiene más que el derecho a ser igual, todavía eso no es un derecho.

Pero además del derecho, decía Carlos Marx, es necesaria la posibilidad.

La democracia va en tres direcciones:

–              La una es la posibilidad

–              La otra es la igualdad

–              Y la otra es la racionalidad

(…) La igualdad debe ser una búsqueda económica y cultural. ES CASI UNA BURLA PARA UNA POBLACIÓN, DECIR QUE TODOS LOS CIUDADANOS SON IGUALES ANTE LA LEY, SI NO LO SON ANTE LA VIDA. ¿Que dice la ley? Anatole France dijo en el siglo pasado: “Queda prohibido a ricos y a pobres dormir bajo los puentes”. Desde luego sólo les queda prohibido a los pobres, porque los ricos no se van a dormir bajo los puentes. Si no hay igualdad ante la vida, la igualdad ante la ley se convierte en una burla.

Pero la igualdad ante la vida es algo que es necesario conquistar. Es una tarea, no es un decreto: “Todos son iguales”, no se puede decretar. Es una búsqueda.

(…) La democracia no se decreta, se logra. Si un pueblo no la conquista por su propia lucha, por su propia actividad, no le va a llegar desde arriba. No hay reformas agrarias que no vengan de una lucha de los campesinos, de una organización campesina, de una lucha campesina.

La conquista de la democracia supone la organización del pueblo en muchos niveles, se puede hacer en los barrios, en una junta de acción comunal, en las comunidades indígenas, etc. Y esta organización es esencial porque es la manera que tiene el pueblo de producir su propia cultura, no sólo de recibirla.

Nosotros hablamos mucho de que vamos a dar más educación a implementar programas de educación a distancia, etc., pero no se trata solamente de eso. Se trata de la lucha por una reconquista de algo que se perdió hace mucho tiempo, digamos desde la edad media. Hace mucho tiempo que el pueblo dejó de crear cultura. Nosotros ya no tenemos un folclore. Lo hubo en la edad media cuando el pueblo creaba verdaderas maravillas culturales: El cancionero español, los cuentos de hadas, las catedrales góticas. Era creador de la cultura.

Para que pueda ser el pueblo creador de la cultura es necesario que tenga una vida común. Cuando se dispersa, se atomiza, cuando cada uno vive su miseria en su propio rincón, sin colaboración, sin una empresa y sin un trabajo común, entonces pierde la posibilidad de crear cultura. Ahora puede que la reciba por medio del transistor, de la televisión o por cualquier otro medio, pero como consumidor, no como creador.

Es necesario que el pueblo vuelva a crear cultura. Esto es esencial en una definición moderna de la democracia. Ahora ni crea ni recibe, y no estaría mal que por lo menos recibiera, pero no es suficiente.

Tenemos que plantearnos metas altas. Una meta muy interesante es la de un pueblo creador. Esto no se mide por las estadísticas. Las estadísticas nos informan porcentajes acerca de la población que sabe leer y escribir, de la que ha terminado la escuela primaria o el bachillerato, pero eso no es todavía una cultura.

La cultura hay que hacerla, más aún, las estadísticas nos engañan tanto, que es todavía más culto un campesino analfabeta que sepa narrar, contar una cacería, hacer una canoa, hacer una casa de habitación con un estilo propio. El es mucho más culto que uno de esos bachilleres que estamos fabricando, pero en las estadísticas aparecen como bachilleres. Es más culto un pueblo que produzca algo, que tenga un estilo, que tenga una manera de vivir, pero para eso tiene que organizarse.

El pueblo disperso, las masas impotentes, cada cual -como he dicho- refugiados en el rincón de su propia miseria sin más relaciones de linderos, de celos, es un pueblo que no produce nada. Es necesario que el pueblo se organice en comunidades de barrios, de campesinos, es decir, comunidades de cualquier tipo, porque mientras esté disperso está perdido; esta perdido no solamente porque hay tanta miseria -eso también es muy grave- sino porque no tiene una cultura y creatividad propia.

Marx decía -y discúlpeme que lo vuelva a citar, pero es muy interesante-, que en el proceso de desarrollo capitalista el trabajador había perdido la inteligencia del proceso, lo cual quiere decir que el hombre que trabaja, que vende una fuerza de trabajo durante ocho horas diarias por un salario, ni siquiera sabe lo que está haciendo. No sabe que es lo que hace, tampoco para que lo hace, ni porque lo hace. En otros términos, no dirige el proceso, ni siquiera lo entiende.

Hubo una época en la que estaba muy cerca el artesano del arte, ni siquiera había una posibilidad de diferenciar bien.  No se distinguía bien un artesano, que hacía un par de zapatos, un violín, un cuadro y que sabía como hacerlo, como un artista. A ese período artesanal ya no podemos volver. El pueblo ya no puede apropiarse de la inteligencia del proceso individualmente, sino por medio de la colaboración, de la comunidad.

DEMOCRACIA Y RACIONALIDAD:

(…) La democracia surgió hace mucho en Grecia, pero no como dice el evangelio de San Lucas: “La verdad os hará libres”. Surgió al revés: ES LA LIBERTAD LA QUE VUELVE A LA GENTE VERDADERA PORQUE LA OBLIGA A DISCUTIR.

Voy a definir muy brevemente el concepto de racionalidad, apoyándome en uno de los más grandes racionalistas que haya tenido la historia humana: Kant. El definió la racionalidad diciendo que consistía esencialmente en tres principios:

  1. PENSAR POR SI MISMO
  2. PENSAR EN EL LUGAR DEL OTRO
  3. SER CONSECUENTE

– PENSAR POR SI MISMO no quiere decir -no nos equivoquemos en esto- ningún prurito de originalidad. Uno piensa por si mismo cuando lo que piensa, uno mismo lo puede argumentar, y si le va muy bien demostrar.

Cuando yo digo que los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos, y lo puedo demostrar en el tablero, yo pienso por mi mismo, aunque eso ya lo sabía Euclides desde hace 2.500 años. Pensar por si mismo quiere decir que el pensamiento no es delegable, no es delegable en un Papa ni en un partido, ni en un líder carismático, ni en un Comité Central, ni en una iglesia, ni en nadie. Lo que uno no piensa por si mismo, no lo piensa. Simplemente lo repite.

Los griegos tuvieron una ventaja muy notable sobre otros pueblos de la antigüedad que fue la de no contar con un texto sagrado en relación con el cual uno pudiera resultar hereje. No tenían los perniciosos auxilios del espíritu santo, ni la biblia, ni el Corán, ni nada por el estilo, entonces podían pensar cualquier cosa, fuera Heráclito o Parménides o pensar lo contrario de Heráclito. Y eso los obligó a crear la lógica y a formular los términos de ella. Los obligó a ser racionalistas.

El pensamiento racional se caracteriza porque tiene un rasgo democrático esencial, rasgo que nos va a ayudar a definir las dos cosas:

. LA RACIONALIDAD POR LA DEMOCRACIA Y

. LA DEMOCRACIA POR LA RACIONALIDAD

Porque cuando alguien habla como un lógico o como un científico, le habla a un igual, pero no habla nunca un científico de arriba a abajo. El discurso racional, es un discurso que nos pide a nosotros permiso: “Permítame una hipótesis”. El pensamiento racional es una clave de la democracia.

El principio “Pensar por si mismo” tiene como su equivalente inmediato dejar que el otro piense también por si mismo; ni de arriba a abajo, ni de abajo a arriba. DE ABAJO A ARRIBA SE SUPLICA, SE SOLICITA, SE PIDE, A LO MEJOR SE OBEDECE, PERO NO SE DEMUESTRA. SE DEMUESTRA SOLO ENTRE IGUALES. Por eso también fundaron los Griegos una ética tan extraordinariamente fuerte, que es la ética que corresponde a la racionalidad; una ética horizontal, es decir, entre iguales. Los grandes valores eran la amista, la hospitalidad, la reciprocidad. No la caridad -de arriba a abajo- ni la abnegación -de abajo a arriba- ni la paciencia ni la humildad.

Si nosotros vamos a luchar por un mundo democrático tenemos que aprender una ética democrática, que desde luego consta de valores horizontales entre iguales.

– El segundo principio kantiano de la racionalidad es “PENSAR EN EL LUGAR DEL OTRO”. El movimiento que se dirige hacia allá, a pensar en el lugar del otro, a reconocer que el otro puede tener la razón, a hacer el esfuerzo de ver qué punto se puede aprender de él, es un movimiento que va contra toda discriminación. En primer lugar, contra todo racismo, contra toda discriminación se va a poner en el lugar del otro. Y si el otro está muy lejos de nosotros, si está en una tribu, por ejemplo, ¿qué hacemos para ponernos en su lugar? Tenemos que respetar su punto de vista, tenemos que saber que nuestro punto de vista no es el único, que hay otros puntos de vista en los cuales a lo mejor se pueden entender cosas que desde el nuestro no logramos entender. Pensar en el lugar del otro es dar ese paso, no creer que tenemos nosotros el centro de la razón y la totalidad de la verdad.

Ese es el segundo movimiento de la racionalidad, y como todos ustedes ven, es también un movimiento en dirección de la democracia.

– El tercero es muy difícil de llevar a cabo: SER CONSECUENTE. No se trata de ser terco. Quiere decir que si nosotros tenemos una tesis cualquiera, y las consecuencias necesarias de esa tesis resultan ser contradictorias o absurdas, debemos abandonarla, si queremos ser consecuentes con la lógica. Y esto es muy distinto de ser terco.

Tener por tanto, en la vida una gran disponibilidad a cambiar; es la última exigencia de la racionalidad. A cambiar los puntos de vista si se demuestra que lo que estábamos sosteniendo eran disparates y nosotros mismos lo vemos. En una carta muy famosa que Platón mandó desde Sicilia a los amigos de Dión, decía entre otras cosas que: La ventaja de tener una posición filosófica es que en ésta ocurre algo muy distinto de lo que ocurre en el comercio, porque cuando uno hace una discusión, y la hace racionalmente, allí el que pierde gana, porque tenía un error y encontró una verdad: lo que no quiere decir que el que gana pierde porque simplemente él sostuvo la verdad.

Esa actitud abierta a la racionalidad es necesaria para definir los términos del compromiso de la democracia. El camino de la democracia pasa por la racionalidad, se define en términos de racionalidad. Pero no sólo en esos términos, sino también en términos de la igualdad de posibilidades.

Es necesario desarrollar una idea clara de la democracia. Es bueno decretarla pero no es suficiente. A los pueblos como a los individuos no se les puede juzgar por lo que digan de si mismos, sino por lo que hacen. Un individuo puede declarar que él es un genio incomprendido al que sin embargo todo el mundo toma por bobo; pero no se puede aceptar por el sólo hecho que lo declare, pues tendría que hacer cosas geniales. Lo mismo pasa con los países: No es lo que declaren en la Carta Constitucional sino las relaciones sociales, la manera como vive la gente; una sociedad vale tanto como las relaciones que tienen los hombres unos con otros y no tanto lo que diga algún decreto, algún papel, así sea la constitución.

PARTICIPACION Y DEMOCRACIA:

Que la gente pueda opinar no es suficiente, que pueda actuar es necesario, y que pueda actuar en aquello que le interesa, en su comunidad, en su barrio, en su municipio. Pero para poder actuar tiene que tener bases, instrumentos culturales y materiales.

Cuando un gremio actúa en el barrio, por ejemplo en autoconstrucción, desde luego necesita elementos materiales, tiempo; entusiasmo, no tener miedo ni humildad (ésta es una virtud poco democrática), necesita tener esperanza (esa si es una virtud democrática).

Ahora, cuando un pueblo actúa alcanza mayores éxitos que cualquier programador o racionalizador y es por eso que el pueblo puede hallar soluciones, en los niveles más elementales de la vida cotidiana, a sus propias necesidades. Cuando el pueblo no participa en la programación, se dan casos con las urbanizaciones populares que son un cajoncito de vivienda que no corresponden a sus necesidades de vida. A los programadores se les olvidó que había niños, que estos no pueden estar guardados en un cuartico, que necesitan espacios comunes para jugar, para manifestarse, que necesitan tiempo, porque una señora no puede estar con cuatro muchachitos pegados a la bata todo el día en una cocina. Entonces necesitan guarderías y el pueblo va encontrando sus necesidades y la forma de resolverlas. No debe esperar que todo le llegue de arriba pero si se requiere un gobierno que por lo menos permita que el pueblo exija, que se organice, que promueva instrumentos colectivos. Todo eso es lo que por ahora nosotros podemos definir como una democracia, una democracia restringida pero que busca la participación. ¿La participación en qué, con qué o con quién? ¿Con el gobierno? NO; la participación en la transformación de su vida. Y eso no va sin conflicto.

Nosotros tenemos una democracia muy restringida también en el sentido económico, y debemos decirlo claramente. En nuestras ciudades hay una gran cantidad de tierra urbana acumulada por unas pocas familias en espera de valorización, mientras el pueblo no tiene en donde vivir y se instalan en invasiones de lagunas y laderas. Esto es lo menos democrático del mundo. Y ahí hay conflicto de intereses de clase. No se puede estar con la vivienda popular y al mismo tiempo respetar como si fuera sagrada una propiedad que se tiene sin hacer nada, solamente esperando que se valorice la tierra urbana. Para estar con la vivienda popular hay que entrar en conflicto, del mismo modo que para estar en la reforma agraria. En conflicto con quienes han monopolizado la tierra. Eso no se puede evitar ni es bueno callarlo como si no existiera.

Quisiera poner un ejemplo para mostrar la diferencia de intereses. Había un amigo que se llamaba don Luis Ospina, un millonario antioqueño que por lo demás escribió un libro muy notable de economía. La señora de él llega un día del mercado y le dice: Cómo está de cara la carne!, así como vamos no sé a dónde vamos a llegar! Y le objeta don Luis: pero ¡Cómo se le ocurre preocuparse por eso, si por cada libra de carne que nosotros compramos, vendemos veintemil libras de carne!

Esa es la inflación: pero es que él sabía de economía y la señora no.

Nosotros no podemos evitar reconocer y asumir los conflictos. Esto implica básicamente una cosa: nosotros estamos del lado de los que tengan más necesidades y menos posibilidades. Solo así se puede ser demócrata. No es suficiente, aunque es bueno que la censura no vaya a decirle a nadie “usted no tiene derecho a hablar” o “usted si tiene derecho a hablar”, o a recortar los periódicos. Para ser demócrata hay que estar del lado de las necesidades, de los que tienen menos posibilidades concretas (…)

Generalmente se dice -es una idea vieja y no es incorrecta desde luego- que democracia es libertad. Pero libertad es posibilidad. Uno no tiene las libertades porque están escritas en alguna parte, por hacer aquello que la ley no le prohíbe. Es todavía necesaria otra cosa: QUE NO SE LO PROHIBA LA VIDA. Puede que la ley no le prohíba a nadie entrar a la universidad, pero sí se lo prohíbe la vida, sí se lo prohíbe la economía, sí se lo prohíben los hechos; de todas maneras no tiene libertad de educarse. La libertad está en el orden de la posibilidad.

¿Que libertad tiene el campesino que perdió su parcela en una mala cosecha o en una buena -no se sabe qué es peor-, y le toca irse de tuguriano a buscar una ciudad donde vivir? ¡Tiene la libertad de ser tuguriano, pero no tiene ninguna otra! Y no es que la policía le prohíba, o el gobierno, pues él tiene la libertad de ser tuguriano.

No asumamos nunca una definición negativa de la libertad: “ES TODO AQUELLO QUE NO NOS PROHIBAN”. Asumamos una definición positiva de la libertad: ES AQUELLO QUE LA VIDA NOS PERMITE HACER. Es en los barrios donde la gente tiene que aprender a hacer sus cooperativas, a hacer sus casas, a tener su organización, a dirigirse por si mismos. Es allí donde se amplía la democracia, si no la ampliamos en ninguna parte.