Unidad de lo Diverso en lo Común

Por Gonzalo Salazar

Hasta hoy solo tres grandes movimientos, en tres momentos decisivos de nuestra historia colonial y “poscolonial”, han concitado la unidad del pueblo colombiano para su emancipación:

El movimiento revolucionario de los comuneros de 1781, en la Nueva Granada, liderado por José Antonio Galán como el más radical, con la consigna “unión de los oprimidos contra los opresores”, movimiento en el que confluyeron todos los sectores oprimidos y explotados por el imperio español, que puso en jaque al virreinato, al cercar a Santa Fe con más de 20.000 combatientes movilizados desde todas las regiones y provincias de la Nueva Granada, movimiento integrado por campesinos, indígenas, esclavos, artesanos, mujeres y hombres, comerciantes criollos y mestizos, que terminó con las capitulaciones y su incumplimiento por el virreinato, el descuartizamiento del líder y el consecuente aniquilamiento del movimiento. Estos movimientos nunca fueron aislados del contexto regional y mundial; en la colonia significó la expansión del capitalismo y su Modernidad con el desarrollo industrial yla competencia comercial y marítima de Inglaterra frente aEspaña, iniciada en el siglo XVI y que generó la declaración de guerra a Inglaterra en 1778 por el rey Carlos III de España, simultáneamente se daba la guerra de independencia de los Estados unidos (13 colonias contra el imperio inglés, 1775-1783), mientras se desarrollaban otros procesos emancipatorios de gran dimensión social e histórica en las colonias latinoamericanas; en el Perú con Túpac Amaru,que llegó a movilizar 80.000indígenas y mestizos;en Bolivia conTúpac Katary, junto a otrasinsurrecciones antes y después de la de los Comuneros de 1781, como las de Chile en 1776 y en 1781; “en Brasil en 1789 contra el imperio portugués las turbaciones acaudilladas por Tiradentes; en Venezuela, durante 1797, otra revuelta de criollos[1]; también hubo levantamientos en Centroamérica y México, todo un movimiento continental emancipatorio con características particulares en cada territorio, provocado por las mismas causas y con similares objetivos –contra la encomienda los altos impuestos y las arbitrariedades del clero-, en la mayoríaprotagonizados porlos pueblos indígenas, cimarrones, mestizos y criollos,pero no a todos los movía el deseo de expulsar al imperio español o portugués. La amplitud del movimiento comunero en la Nueva Granadapermitió la participación de todos los sectores sociales que se sentían explotados, expoliados, oprimidos y agredidos por el sistema imperial:indígenas, negros, campesinado, mestizos, criollos, entre, los dosúltimos se destacaron personajes con algún poder económico y político que asumieron la conducción del movimiento, en su mayoría comerciantes y servidores de la corona, que no les interesaba cambiar el régimen, sino, reducir la carga impositiva y garantías para el buen funcionamiento y rentabilidad de sus negocios, contradicciones que se sintetizaron en dos consignas que tenían su sellos de clase: la radical “unión de los oprimidos contra los opresores de José Antonio Galán y, la de “viva el rey, abajo el mal gobierno” de quienes de alguna manera se beneficiaban del sistema colonial;  otros criollos terratenientes, comerciantes y funcionarios descendientes de conquistadores y de encomenderos, no pensaban en entregar sus tierras ni en liberar a sus esclavos, mucho menos enfrentarse al imperio español por independencia; estos sectores subordinados, pero también dominadores sobre el pueblo,es la aristocracia criolla que se va a perfilar como la oligarquía colombiana.

La Campaña Libertadora, liderada por Antonio Nariño y Simón Bolívar por la independencia, que obtuvo el triunfo en 1819 como proyección de la rebelión de 1781 pero dirigida por los criollos, movimiento que llama a la unidad de criollos y mestizos, y al apoyo obligado de campesinos,  indios y esclavos; objetivo sintetizado en un proyecto de unidad latinoamericana esbozado en la carta de Jamaica de 1815 (también planteado por Francisco de Miranda), la mejor interpretación de la sociedad latinoamericana y caribeña de la época, redactada por Simón Bolívar,el documento es base de la sustentación teórica de las luchas de liberación nacional en todo el continente y que Haití logró anticiparla en 1808 y que fue el principal bastión para las futuras revoluciones en el continente; luego el congreso de Angostura, con el discurso en el cual el libertador anhelaba una constitución Para dos repúblicas: Venezuela y la Nueva Granada.Eso fue lo que presentó Bolívar en el momento de instalar el Congreso de Angostura, visión de futuro recogida luego por los congresistas allí reunidos, en un proyecto de Constitución que finalmente vería la luz en el Congreso de Cúcuta (30 de agosto de 1821) y con el cual toma forma la Primera República, la misma que llega hasta nuestros días.[2]

Nuestra guerra de liberación en realidad era parte del proyecto liberal de integración que se intentó concretar en el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826)[3] pero que finalmente fracasó, asumiendo la naciente oligarquía el manejo del Estado colombiano hasta nuestros días. Esta revolución independentista no cambió la situación social y política de los oprimidos  y explotados como siguen siendo los indígenas que continuaron perdiendo sus culturas, tierras, territorios y sus vidas, y las comunidades negras, que solo décadas después fueron “liberadas” lentamente de la esclavitud, mientras el campesinado también continúa siendo masacrado y expropiado, con el  sometimiento de todos los sectores populares desde esa época, mediante el patrón de poder colonial del capitalismo.

La integración de La Gran Colombia (Venezuela, Colombia y Ecuador), como parte de ese gran objetivoemancipatorio, también terminó con la traición y la usurpación del poder político por la aristocracia criolla en los tres países, como en el resto de América Latina, y las consecuentes disputas internas de esa nueva clase cipaya en nuestros países;en Colombia con más de 30guerras civiles regionales en el siglo XIX en nuestro territorio por el monopolio de la propiedad de la tierra y las riquezas que esta contiene. Desde la campaña libertadora, iniciada, dirigida e integradas sus tropas en su mayoría por venezolanos,-en el sur por José de Sanmartin en Argentina y O’Higuins en Chile- la aristocracia criollaha buscado apoyo de otros imperios -francés, británico, norteamericano, incluso el zarismo ruso- para financiar sus guerras internas y cambiar de amo; oligarquía, insaciable de riqueza y de poder, que, desde entonces, ha sometido con el terror y el despojo al pueblo colombiano y en el resto de países latinoamericanos, muchas veces más violenta que loscolonizadores, negándose a su propia revolución burguesa liberal, ofreciendo los bienes naturales y el territorios a otras potencias y al capital transnacional para también enriquecerse con las migajas que les reparten sus amos. Cualquier parecido con las actualesoligarquíascolombiana y venezolana es “mera coincidencia”.

El movimiento liberal gaitanista, creado en los 40 del s. XX alrededor de la figura carismática de Jorge Eliecer Gaitán, como respuesta a la política de exterminio del campesinado tanto liberal como conservador y de la naciente clase obrera, realizado por el Estado colombiano en 1928 (masacre de las bananeras en defensa del capital imperialista), ordenado por la oligarquía de ambos partidos, violencia que se introducía en las ciudades, que crecían con el desplazamiento y el amago de industrialización. Este Movimiento que buscaba la paz y mejor distribución de la riqueza, convoca, logra unir y movilizar (la marcha del silencio) a la mayoría de los sectores populares del campo y la ciudad contra la violencia bipartidista; tanto, que la oligarquía liberal-conservadora, aterrada, termina asesinando al caudillo que se les salía de sus manos (como ya lo había hecho con el general también liberal Rafael Uribe Uribe en 1914, después de una guerra de 1000 días, por el mismo motivo: la concentración del poder político por los exportadores de materias primas, a la vez contrabandistas importadores y la expropiación y la concentración de la tierra por los terratenientes), con la consecuente tragedia de terror y muerte que llega hasta nuestros días con viejos y nuevos actores, con las víctimas de siempre: más de un millón de muertos, cientos de miles de desaparecidos, seis millones de campesinos desplazados y expropiados de sus tierras; que victimizó a todo el pueblo colombiano en los últimos 70 años. La izquierda de la época no tuvo capacidad para convocar y movilizar al pueblo, pues cuando Gaitán convocaba y reunía al pueblo, ella miraba para otro lado. época que eufemísticamente la oligarquía denomina La Violencia, en pretérito; cuando realiza un pacto falaz llamado Frente Nacional que inicialmente era por 20 años, pero que aún no termina, porque ha sido renovado varias veces, -la última con la Constitución política de 1991- para incluir al narcotráfico y al extractivismo neoliberal para repartirse el poder y la riqueza del país, sin dejar de aplicar la violencia sistemática contra el pueblo, y que hoy nuevamente se pretende establecer con el llamado post-conflicto.

Estas tres grandes experiencias históricas de movilización popular y de proyectos emancipatorios truncados, son la escuela obligada, que como sujetos comprometidos en el cambio de nuestra realidad y nuestra historia, tienen los sectores populares, los intelectuales demócratas, los revolucionarios, los humanistas, ampliando sus horizontes, asumiendo la democracia radical y la autonomía popular para un cambio real  de nuestra sociedad, que termine con la frustración del pueblo colombiano en la lucha por el bien vivir.En el proceso de “independencia” los sectores populares no tuvieron esa opción y en la última, fue el caudillo el que determinó el carácter del movimiento, que no tuvo opción organizativa estratégica política e ideológica para “tomar el poder” ni para construir poder popular, no hubo un verdadero programa acordado para la transformación;únicamente en la primera los sectores populares tuvieron alguna presencia en su conducción, pues al final fueron sectores medios criollos y mestizos con poder económico y político regional y local como los comercianteslos, que asumieron la representación del movimiento y negociaron las capitulaciones. No basta la unidad fundada en aspiraciones sin el consenso no solo de las necesidades, sino, de las visiones y cosmovisiones,si no hay autonomía y diálogo de y entre los y las participantes para tomar decisiones.

La unidad total no existe en ningún proceso o movimiento, el conflicto, la diferencia y las contradicciones es lo que mueve a los sujetos a buscar o a crear posibilidades y alternativas, a encontrar acuerdos, lo contrario sería negar la diversidad de los pueblos, la heterogeneidad de la sociedad; como lo hemos esbozado, la unidad se da en momentos, en contextos donde coinciden los participantes, en ámbitos políticos ideológicos, culturales, de género; o sea, mediante el debate, el disenso-consenso y en los acuerdos puestos en práctica, no entorno a programas de partidos o de grupos hegemónicos; la unidad popular se concreta en un programa mínimo construido, definido y asumido por todos las y los participantes del proyecto transformador.

En la época de los 20 del siglo pasado la intelectualidad radical de la izquierda (mujeres y hombres) estaba bien compenetrada con los sectores populares inconformes del campo y la ciudad. De la CON, en el III congreso obrero, surge el Partido Socialista Revolucionario (1926) que se proponía el socialismo como objetivo estratégico; sus militantes viajaban a lo largo del rio Magdalena o del Cauca orientando a los braceros por mejores contratos (que eran colectivos, algunos sin sindicato), se movilizaban a lomo de mula, en champan o en tren, apoyando, arengando y educando a los trabajadores ferroviarios; acampaban en los campos petroleros, impulsando la lucha antiimperialista y por la soberanía nacional; compartiendo las dificultades y la lucha de los trabajadores contra las multinacionales de ese tiempo; educaban y promovían la movilización de los trabajadores bananeros por las 8 horas de trabajo, 8 de estudio y 8 de descanso; lo mismo hacían en el Valle del Cauca con los corteros de caña y los ferroviarios; participaban en las luchas agrarias conociendo de primera mano las condiciones de explotación y pobreza  de campesinas y campesinos; hasta sastres, zapateros, panaderos y lavanderas organizadas recibían su orientación y solidaridad; fue una época de entrega y compromiso, en que cada cual interpretaba el discurso revolucionario confrontándolo con su propia práctica política, debatiendo fraternalmente sobre su presente y el futuro del país, entre comunistas, anarquistas, socialistas y liberales radicales.

Era la etapa que le correspondía al liberalismo en su apertura industrial (sustitución de importaciones) de esa economía exportadora y comercial, que extraía mano de obra de la agricultura para las fábricas que se ubicaban en las periferias de las grandes ciudades, para la explotación petrolera y las obras de infraestructura vial que permitirían  movilizar recursos naturales y materias primas hacia los centros de producción nacional y hacia el exterior a través del ferrocarril, de los puertos fluviales y marítimos; esto en el contexto internacional, de la inauguración del canal de Panamá por el imperio norteamericano, el asesinato de Rafael Uribe Uribe, la revolución socialista de Rusia, la primera guerra “mundial” (europea) y la expansión del imperialismo norteamericano a nivel mundial.

En los 30, vendría la división del movimiento revolucionario con la imposición desde Moscú de la estrategia de construcción de partidos comunistas y la formación de frentes antifascistas (que incluían sectores democráticos y liberales progresistas) en defensa de la Unión Soviética. Estrategia que se aplicó en todos los países donde existían grupos revolucionarios y socialistas que obedecían las directrices del PCUS, entre ellos nuestro país, donde se funda el Partido Comunista de Colombia en 1930.

Desde entonces la atomizada izquierda colombianadesarrolla sus luchas fundamentalmente en dos campos: el armado insurreccional y el electoral –al que han llamado la combinación de las formas de lucha-; pasando de la clandestinidad a la legalidad y viceversa, según la estrategia o la táctica de cada grupo, pero gran parte de la izquierda siempre ha tenido la esperanza de que el liberalismo haga las reformas, o que la oligarquía les permita participar de su poder y sus instituciones, para desde allí generar los cambios revolucionarios que el país necesita; lo que se manifiesta en apoyo y defensa de los gobiernos liberales de López Pumarejo (con su lema “revolución en marcha”) en los 30. Luego en los 40, con Jorge Eliecer Gaitán, cuando alejaron las posibilidades de transformar la dictadura oligárquica en una democracia popular, pues unos apoyaron al candidato de la oligarquía, mientras otros organizaban la resistencia y diseñaban estrategias para la toma del poder, alejados de las “masas” rurales y urbanas. A finales de los 60 y comienzo de los 70 apoyaron a Alfonso López Michelsen y su movimiento MRL (Movimiento Revolucionario Liberal), continuación del discurso reformista de su padre, que sirvió para neutralizar y cooptar a algunos jóvenes ingenuos que creyeron en la posibilidad de una revolución desde la institucionalidad; aun hoy la izquierda en general, cree más en la oligarquía y sus instituciones que en la capacidad creadora y transformadora del pueblo.

La unidad de la insurgencia armada, como parte de los movimientos populares y de la izquierda, concretada en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (década de los 80 del s. XX) fue efímera, pues no convocó al pueblo a la unidad en un verdadero frente político popular o en una Asamblea Nacional Popular. La CGSB fue conducida más con el ansia de protagonismo y hegemonía por los grupos “mayoritarios”, que por el interés de realizar la revolución o de encontrar una salida real a la guerra y a la transformación del país, solo sirvió para que pocos años después entregaran las armas (los que firmaron los acuerdos de paz con los gobiernos de la época) y se integraran algunos de sus dirigentes a la lucha electoral y por puestos en la administración del Estado; la izquierda no armada no criticó científicamente, ni propuso alternativas reales a los sectores populares, mientras tanto, eran eliminados la UP, un sector del Frente popular y de A Luchar, además de miles de líderes y activistas populares no pertenecientes a la izquierda política organizada. Una de las características de la izquierda en el mundo, es que en su mayoría su dirección política e ideológica ha estado en manos y cerebros de sectores medios -pequeñas élites- intelectuales; en nuestro caso, con la colonialidad del poder, del saber y del ser en sus mentes, discursos y praxis, nuestra intelectualidad revolucionaria sigue siendo eurocéntrica y occidentalizada, en la que predomina el protagonismo (competencia) individual y de grupo

Aún la izquierda institucionalizada sigue teniendo esperanzas en los cuadros de la oligarquía, cuando apoyó a Santos en su reelección con promesa de paz (2014), cuando no concretaron una posición unificada en el referendo de los acuerdos de La Habana, que le habría permitido algún protagonismo político; cuando enfoca todas sus expectativas en el cumplimiento de esos acuerdos y los posible con el ELN, que están condicionados a no tocar las estructuras del Estado ni el modelo neoliberal extractivista, ni garantizar una verdadera apertura democrática; por último,cuando teniendo la posibilidad con Gustavo Petro, se dividió multiplicando el voto en blanco, (algunos dirigentes de la izquierda se fueron con Fajardo y otros apoyaron el voto en blanco) aumentando el abstencionismo en sus propias zonas de influencia, cambiando importantes puntos del programa  de Petro para hacer falsas alianzas con personajes no confiables. Se olvidan nuestros dirigentes de izquierda del carácter de clase del estado y de la oligarquía, que piensa y actúa como mafia que es, que no olvida ni perdona pero que sí castiga y mata en defensa de sus intereses económicos y políticos. Sin embargo, la izquierda institucionalizada no cree en la unidad ni en la movilización popular, mucho menos en la autonomía de las comunidades y de los movimientos sociales populares ni en la capacidad de los pueblos para transformar sus realidades.

Los procesos de unidad popular en nuestra época parten desde abajo, con arraigo en lo local, integrados en el debate, en la diversidad política y cultural, en torno a la autonomía de las comunidades y sectores populares, con democracia participativa y decisoria, construyendo alternativas fuera de la institucionalidad capitalista, con una narrativa propia.

Marzo 11de 2019

[1] El movimiento revolucionario de los comuneros. Francisco Posada. Siglo veintiuno editores 4ª edición. Bogotá

[2]Congreso de Angostura: 200 años de un sueño inconcluso. /www.desdeabajo.info/sumplementos/item/36270-congreso-de-angostura-200-anos-de-un-sueno-inconcluso. Marzo 11 de 2019

[3]Asistentes al Congreso Anfictiónico de Panamá: la Gran Colombia (integrada por Colombia, Venezuela y Ecuador), México, Perú y las Provincias Unidas de Centro América. Bolivia y Estados Unidos no llegaron a tiempo. A Argentina y Chile no les interesó. Paraguay no fue invitado. El entonces Imperio del Brasil tampoco participó. En cambio Gran Bretaña envió un observador y los Países Bajos, otro. La inclusión de europeos y norteamericanos dentro de los invitados es indicio de la dependencia política e ideológica de los centros hegemónicos del capitalismo de la época.

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