Durante los casi doscientos años de existencia republicana, nunca se ha presentado un incidente tan grave como para provocar una guerra entre Colombia y Venezuela, a pesar de las traiciones del lado colombiano. De lado y lado, no existe ambiente para un conflicto, por que esta es una frontera tejida, aquí y allá, con lazos históricos de hermandad.
Es de esperar que el delirio de las derechas regionales y de los intereses extranjeros, no encuentre eco en la población si se inventan algún criminal incidente para producir un enfrentamiento regional. Todo tiene un límite y cada vez se desgastan más las estrategias de mentiras mediáticas; las personas ya comienzan a entender que son manipuladas por los grupos dominantes y sus políticos.
Fue con engaños, como la derecha que opera en Colombia, logró que un sector de la población votara en contra de los acuerdos de paz, para luego “volverlos trizas”. El plan se va desarrollando según lo esperado: desmovilizar a insurgentes, matar a los excombatientes desarmados, extraditar a los comandantes y luego atacar a Venezuela más abiertamente y sin oposición subversiva. Va quedando claro que es la derecha y nunca la izquierda, la que quiere conducir al pueblo colombiano al caos, a la miseria y a la muerte.
Si a una minoría de un partido de gobierno en Colombia, le conviene generar un conflicto para tapar sus delitos o no les gusta el modelo patriótico que rige los destinos de Venezuela, esto no les da derecho para comprometer los recursos, instituciones y población de un país, en aventuras guiadas por sus interpretaciones caprichosas y sus intereses mezquinos; ni siquiera, para hacer injerencia en los asuntos internos de otra nación. Luego, no es una guerra, sino una agresión infame y descarada.
Por qué los colombianos tenemos que sufragar la estadía del usurpador venezolano y su comitiva, así como sus viajes por Suramérica, mientras la Sierra Nevada arde y la Guajira padece hambre y sed?. Es descarado que a la vez que se trata de imponer una reforma tributaria, se proceda con tanta amplitud con el presupuesto de la nación, para apoyar aventuras ajenas. Es como si los hispanohablantes, tuvieran que haber pagado las andanzas del Caballero de la triste figura -este más sabio, aunque también con el cerebro afectado.
En el libro clásico de Cervantes, Sancho Panza llegó a ser nombrado gobernador de la ínsula Barataria- de las mejores tierras que tenía el duque- como promesa de Don quijote, quien estaba seguro de las muchas propiedades que habría de adquirir en sus aventuras; también el andante venezolano debería ensayar a auto proclamarse presidente del ubérrimo, a ver qué le pasa y si va a ser aclamado por la derecha colombiana.
En medio de todas esas tramoyas, Duque invitó a Guaidó a Bogotá a jugar a ser presidentes y como buen muchacho, le prestó un avioncito y soldaditos. No se sabe si también hicieron piyamada en la casa de Nari, eso ya sería meterse demasiado en la intimidad; pero lo que sí es seguro es que le dieron de cabecita al balón. Luego convocaron a Almagro a compartir uno de esos juegos de mesa de Risk, en los que se invaden naciones; y así se durmieron soñando. Esa es la profundidad de los periplos diplomáticos de los títeres, que no dejan de ser provocadores y peligrosos; “un bobo careado, mata a la mama”.
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Novelas, relatos, poesía, ensayos y microficciones que exploran el terror psicológico, el horror tecnológico y fantástico, la ciencia ficción emocional y los laberintos humanos. Por Adrián Fares, escritor y cineasta argentino.