Por: Ricardo Robledo
Sin importar la preferencia política que tengan, es de esperarse que ningún venezolano quiera verse involucrado en una guerra, porque sea el resultado que sea, todos serán perdedores ante la destrucción que dejaría, además de las lamentables pérdidas humanas.
En ellas, sólo los que no las pelean, podrían ser los ganadores; ni los que huyen, porque en una guerra tendrán que salir corriendo de sus viviendas; lo más grave es que no sabrán para dónde y cuando quieran regresar ya no tendrán a donde. Pero sí se benefician las minorías que las atizan, que las ven como “una inversión a futuro” y apenas los afecta el cansancio de los ojos frente al televisor y las horas en las oscuras reuniones conspirativas. No falta quienes las peleen por ellos.
La guerra la ganan los ricos, quienes reparten su dominio mediante una cadena de poder y sumisión de la que hacen parte desde el simple lambón de oficina, el celoso celador, el gerente, hasta personas que ocupan cargos de significado social, como presidentes de la calaña de Duque y otros más, en la sombra o de reconocida función. Incluso aún, llega hasta el corazón de algunos que se perciben como revolucionarios, pero que sin presentar repulsa, son portadores de la ideología burguesa; conscientes o inconscientes; oportunistas o inconsistentes; de ahí el valor del crisol de la lucha popular, así como de la crítica y la autocrítica.
Todo se logra creando un mundo de ilusión; las religiones, tratados, constituciones y acuerdos, tan sólo sirven para establecer normas para las masas. En el mundo real, se impone el uso del poder abusivo que salta sobre leyes, instituciones y países; por eso se suceden acciones que van en contra de las razones construidas socialmente; es decir, que se han formado en la mente de los ciudadanos. Esto lo capta la sabiduría popular cuando dice que la ley es para los de ruana; que a la vez reconoce implícitamente su incapacidad para enfrentar tal realidad; acata la ley y la autoridad.
También por eso, parece inútil quedarse en la argumentación de las razones; es claro que un fiscal corrupto no puede ejercer, pero lo hace; el bloqueo a países de pueblos heroicos como Venezuela, es una arbitrariedad y es criminal, pero se ejecuta a ojos vistos, aún en contra de la opinión mundial; todos saben lo que está en juego; no es la democracia ni la libertad impuestas desde afuera; estas sólo pueden tener valor, sentido y significado interno. Como individuo, nadie podría definirme como sentirme libre; con mayor razón para las sociedades y naciones. Pero, todavía existen los que se tragan otro cuento sin apreciarse manipulados.
Los revolucionarios argumentan insistentemente con la razón para enfrentar la manipulación social que está soportada también con bases científicas; muchas veces, parece que se arara en el desierto, pero la voluntad férrea señala que se buscan mentes abiertas y libres para que las personas, por fin, alcancen toda su potencialidad humana para crear un mundo feliz aquí en la tierra.
A una guerra fratricida impulsada por una coalición internacional, no se le puede encontrar una lógica diferente a la motivación de los asaltantes y criminales. Por eso, ahora pululan los fabricantes de armas ofreciendo a Colombia escudos antimisiles y otras tecnologías para la muerte; estos malechores no permitirán el avance de la paz; pero, a pesar de todo, la razón, la justicia y el derecho a la vida, triunfarán con la lucha del pueblo bolivariano y los pueblos del mundo.
No a la agresión contra América Latina. Los intereses y mentiras de una minoría asesina no se impondrán en la región.
Febrero 25 de 2019


