Juventud y estudiantado

«Ahora hablamos de la juventud como sector transformador y dinamizador de los movimientos sociales. Juventud y estudiantado es el tema.
Les agradezco el interés en la difusión del pensamiento crítico, pues solo a través de este podemos construir alternativas.
Es mi deseo que la misión de cuadernos se consolide e incida en la conciencia de los inconformes que nos leen, en el próximo año»

Por Gonzalo Salazar

La juventud es protagonista en los cambios sociales en todo el mundo, en todos los tiempos, es la edad en que estudiamos, soñamos, jugamos, nos enamoramos, cuestionamos la realidad impuesta y nos atrevemos con la rebeldía, pero también -en las condiciones de pobreza y exclusión en que viven la mayoría de los jóvenes en Latinoamérica- es época en que ellas y ellos tienen que abandonar sus estudios para ingresar al mercado laboral y afrontar situaciones de desempleo, abusos y estigmatización que hacen las clases dominantes y los medios masivos oficiales, además de la aberrante utilización que hacen de este sector social los actores del poder y de la guerra, empezando por los Estados cipayos y violentos, que obligan a prestar el servicio militar, apropiándose de su fuerza y rebeldía, “lavándoles” sus cerebros para enfrentarlos violentamente a su propio pueblo y mantener el desorden establecido, pero también siendo utilizados y reclutados por los narcotraficantes, las mafias ylas insurgencias para sus guerras.

El sector juventud como el de las mujeres, son sectores transversales al resto de sectores populares que no se deben catalogar o manipular como minorías En las guerras del capital contra los pueblos son los-as  jóvenes el sector social más vulnerable, el que pone la mayoría de los muertos, los desaparecidos, los torturados, los desplazados; basta mencionar algunos ejemplos de los últimos 70 años, como la masacre de Tlatelolco en el 68, las guerras de liberación nacional en Centroamérica, las dictaduras en el Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay) en los 70 y 80 del siglo pasado; el genocidio narcoparamilitar, complementado con los “falsos positivos” realizados por las fuerzas armadas del Estado colombiano en los últimos 25 años, y más recientemente la guerra narcoparamilitar en México contra sectores populares, que se sintetiza en la detención, desaparición y asesinato de miles, entre ellos 43 jóvenes estudiantes en Ayotzinapa en 2014.

Hemos visto que la mayor parte de los desempleados en Colombia es menor de 30 años, que más del 30% de los jóvenes de estratos 1, 2 y 3 que inician el bachillerato no lo pueden terminar y que de ellos los pocos que empiezan una carrera universitaria, menos del 50%, la puede terminar; la construcción, el comercio, la industria y la agricultura formales absorben un poco más del 60% de esta nueva mano de obra, el resto sale a la calle al rebusque de cualquier manera (legal e ilegal) incluidas la delincuencia y la mendicidad, para la cual el Estado solo tiene represión, exclusión y estigmatización. La lucha estudiantil por mejor educación no termina, porque son los estudiantes de los sectores populares quienes defienden la universidad pública, ellos quieren ser profesionales, científicos y artistas, quieren aportar su capacidad intelectual y física a la transformación de su país, quieren rescatar la dignidad y el respeto para su pueblo, por esto en cada movilización el Estado retrógrado saca la maquinaria militar criminal (ESMAD) para combatirlos como si fueran delincuentes, en lugar de solucionar los problemas de la educación –que debería ser gratis para todos los colombianos- como su desprivatización, el presupuesto suficiente, la alta calidad, el estímulo y garantía a la investigación científica y, la aplicación de estos conocimientos a las necesidades del pueblo y el país. Este tratamiento por parte del Estado hacia los jóvenes y estudiantes es el que nos devela FrantzFanon[1] cuando nos habla de “la zona del ser y la zona del no ser”, pues en la zona del no ser que es la periferia o el sur global, las personas, las comunidades, los sectores populares, no tienen derechos garantizados, y si los reclaman o ejercen, ponen en peligro sus vidas, su seguridad económica-social y su libertad, mientras que en el norte o zona del ser, las personas, así sean trabajadores o contradictores del régimen, no sufren estas políticas o por lo menos no en la misma proporción. En la educación y la economía es donde se plasman perfectamente la dependencia y el colonialismo; por esto es imprescindible desoccidentalizar y eliminar la colonialidad de la educación, para que nuestros jóvenes y nuestro pueblo, puedan recuperar su dignidad y autonomía para pensar con mente propia y construir un mejor país; esa es la principal tarea de los estudiantes y docentes humanistas transformadores

El arte y la cultura se enriquecen con la alegría y la creatividad de los jóvenes, el arte y la cultura en manos de los jóvenes populares es un grave delito para la oligarquía, porque deja en evidencia su criminalidad e indiferencia, por esto el capitalismo colombiano asesina a estudiantes movilizados en todo el país, a grafiteros en Bogotá, mata y desaparece a cantantes y actores callejeros en Medellín, convierte en sicarios, delincuentes y drogadictos a jóvenes y niños en campos y ciudades, juzga y condena a poetas y estudiantes por pensar diferente. Tiene más beneficios ser sicario, atracador o pandillero, que ser joven estudiante, joven artista, trabajador o líder comunitario joven. De igual manera, el capital mediante los grandes medios de desinformación pretende desviar la atención de los y las jóvenes pobres por el arte y el conocimiento, hacia la lúdica vacía de los juegos virtuales que incitan a la violencia, hacia la cultura light egoísta e indiferente ante los problemas de la humanidad(como los artistas drogos “exitosos” que con su “música” incitan a la drogadicción, el racismo, la xenofobia, la violencia y la misoginia) hacia actividades de competencia y desgaste físico, hacia el mantenimiento y adoración narcisista de su belleza física, actividades individualistas de poco aporte intelectual, orientadas hacia un supuesto éxito personal.

El deporte comercializado, promovido por los Medios y el Estado, no es alternativa digna para las y los jóvenes, no representa formación en valores humanistas, no forma integralmente al individuo, por el contrario, lo hace egoísta, prepotente en la competencia desleal, lo aísla de su medio social popular, lo convierte en mercenario, en esclavo y aliado de sus explotadores, en ignorante de la realidad de su país y del mundo; si alcanza algún triunfo, su ambición se infla, pues la fama es el estímulo para ganar más dinero y comprar el placer que nunca le alcanzará ni le satisfacerá plenamente; su paradigma es el mafioso vestido de empresario deportivo al estilo de la élite de la FIFA y los “grandes” campeones –del futbol, el tenis, el automovilismo, etc.; esta forma del deporte deforma también a los hinchas o fanáticos jóvenes, que se convierten en pandilleros y delincuentes por una camiseta o por el nombre de un equipo nacional o extranjero, atentando contra ellos mismos y sus propias comunidades.

Por otro lado, en nuestra historia los y las jóvenes han desempeñado el papel de despertadores críticos de la sociedad, ellos se han acercado a la ciencia, a la cultura, a la realidad, al origen o causas de los problemas, han tenido la capacidad de percibir la utopía, por ella sueñan, se rebelan, y luchan contra los autoritarismos de la familia, la escuela, la sociedad y el Estado. Desde la colonia nuestros jóvenes estudiantes estuvieron al lado de la revolución en contra de la corona española, luchando con las armas y con el conocimiento; de entre ellos y ellas surgieron líderes políticos, artistas críticos y científicos comprometidos con la independencia y la democracia, aunque en esa época solo estudiaban los hijos de los criollos ricos en colegios y universidades católicas (la educación como monopolio de la iglesia retardataria e inquisidora), no los pobres campesinos, indígenas, obreros y artesanos. Con la independencia, y luego la fundación de la Universidad Nacional, se abre la posibilidad que el conocimiento “universal” llegue a ampliar la visión laica liberal del mundo, de enriquecer el arte, la cultura y la ciencia; así fuera copiando esquemas, nuestro país se asoma a la Modernidad y nuestros estudiantes atrapan de las diversas corrientes de pensamiento occidental, nuevos elementos científicos, filosóficos y políticos para conocer e intentar transformar la realidad, empezando por cuestionar la pedagogía confesional y la academia, llegando a identificar en el Estado la responsabilidad de los problemas económicos y sociales.

El movimiento estudiantil popular, además del sindical, ha sido el más activo en los últimos 70 años, el que ha nutrido a las organizaciones políticas de izquierda, el que ha acompañado las luchas de los demás sectores populares, el que ha cuestionado el sistema educativo colombiano, el que reúne a la juventud con su inconformidad, como un actor dinamizador de las iniciativas políticas para un mejor país. En la época de Rojas Pinilla, como en el nueve de abril de 1948, el estudiantado salió a las calles del país a reclamar democracia, mejor calidad y garantías para la educación, aportando su cuota de sangre en cada movilización, junto a ellos marcharon profesores e intelectuales demócratas; son los y las estudiantes, la juventud, desde la revolución cubana, quienes que se han movilizado, en los 60 contra la explotación, la opresión y los poderes establecidos, sintonizados con ese gran movimiento mundial contra la guerra, el patriarcado y el capitalismo, que tuvo su máxima expresión en mayo del 68. Sin embargo la oligarquía y los medios oficiales estigmatizan y persiguen a los estudiantes de instituciones públicas; para ellos el  estudiante de los sectores populares es sinónimo de vándalo, vago y terrorista, llevando a enfrentar estudiantes de la educación privada contra los de la pública, dividiendo el movimiento estudiantil.

Como Neocolonia nuestro país obedece las órdenes que desde Washington se imparten para todo el mundo, entre estas, los modelos educativos, los pensumes, currículos y programas a desarrollar en las universidades, que garantizan el dominio intelectual colonial del conocimiento desde la metrópoli; por esto los estudiantes de secundaria y universitarios marchan por su formación científica, por democracia y autonomía en sus universidades; jóvenes y estudiantes son hoy los-as que más se interesan por la construcción de un mejor país, por esto los-as vemos en movimientos populares como la Marcha Patriótica, en el Congreso de los Pueblos, en las movilizaciones campesinas e indígenas y en las cientos de organizaciones y movimientos políticos y sociales, locales y regionales populares no institucionalizadas que actúan dentro y fuera de la izquierda tradicional.

Los estudiantes han construido sus propias organizaciones a nivel local, departamental y nacional, en colegios y universidades: comités estudiantiles, asociaciones, federaciones y organizaciones de representación como la FEU, FER Sin Permiso, la Federación de Estudiantes Universitarios, la REO y comisiones de negociación con el Estado como la MANE, mediante la cual se busca una nueva educación, una nueva universidad, de alta calidad en la formación profesional, democrática, humanista, científica y costeada por el Estado para todos los colombianos. Al movimiento estudiantil como sector activo crítico, las corrientes revolucionarias lo han permeado, lo han influenciado políticamente, aportándole tanto como la academia, a su visión del mundo y de país, de hecho es en las universidades donde se genera el debate teórico y político sobre la situación económica y social del país, promovido por los estudiantes.

Aunque es un sector transitorio en el tiempo, los y las jóvenes estudiantes, son parte fundamental en el proceso de transformación social de nuestro país, junto a los demás jóvenes trabajadores, artistas y desempleados, deben integrar el gran movimiento popular transformador que   requiere nuestro país. Se requiere impulsar, apoyar y defender la organización de la juventud en actividades culturales creativas, recreativas y políticas con sentido crítico, con alternativas y propuestas de una sociedad más justa y feliz

Gonzalo Salazar, diciembre 28 de 2018

[1]FanonFrantz. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica. México 1963

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