Por Gonzalo Salazar
Los imperialistas siempre han llamado democracias a sus modelos económicos y sociales y a todos los regímenes que aceptan plenamente las disposiciones políticas, económicas y culturales impuestas por el capitalismo norteamericano y europeo; cualquier gobierno que disienta o asuma otra línea económica o política con autonomía, es considerado una dictadura, así sea constituido por la vía electoral, en cambio los regímenes genocidas dirigidos e impuestos por estas potencias imperialistas, los golpes militares, institucionales o judiciales, que restringen y criminalizan la actividad política y reprimen la movilización popular, que suprimen derechos individuales y colectivos para garantizar la integridad y el crecimiento del capital, para ellos son procesos “democráticos”, paraísos de “libertad”; por ejemplo la destrucción de Irak, Afganistán, Libia, Siria, y lo que los medios masivos occidentales y los políticos imperialistas nombraron como “primavera árabe”, o las revoluciones de colores que van desde el norte de África, pasando por el medio oriente, hasta Georgia y Ucrania.
Estos conceptos tuvieron aplicación en todas las periferias, después de la segunda guerra mundial, cuando movimientos populares liderados en gran medida por frentes revolucionarios orientados por partidos de tendencia marxista en el mundo (Asia y África), se alzaron en guerras populares alcanzando la liberación nacional de sus pueblos del colonialismo y neocolonialismo. En América Latina, hasta la década del 60 del siglo XX se experimentaron procesos de justicia social protagonizados por sectores militares patriotas, apoyados por amplios sectores populares, también movimientos revolucionarios y democráticos electoralesque establecieron regímenes y gobiernos liberales democráticos, no marxistas, (a excepción de Cuba, que ejerció la insurrección a través de un movimiento revolucionario dirigido por intelectuales de la clase media, estableciendo luego una forma de socialismo influenciado por URSS) y que hicieron importantes reformas en sus economías. Mencionaré los más representativos de ese gran ciclo de gobiernos reformistas-desarrollistas del siglo pasado, la mayoría considerados por la izquierda como revolucionarios:
Lázaro Cárdenas del Río, militar antiimperialista elegido presidente de México para el período 1934 –1940. Durante su gobierno se creó la Confederación Nacional Campesina y la Confederación de Trabajadores de México con la garantía de los derechos laborales. Consolidó al Partido Nacional Revolucionarios y orientó a los sindicatos hacia el Partido de la Revolución Mexicana, antecedente del PRI. Brindó asilo a excombatientes y perseguidos políticos de la guerra civil española. Trató de incluir a los empresarios y a la iglesia, y ganó el apoyo de indígenas y campesinosa su proyecto de Reforma Agraria (promovía la creación de pequeñas unidades de autosuficiencia alimentaria entregando terrenos ejidos a grupos de campesinos pobres). Creó el Instituto Nacional Politécnico. Construyó infraestructura impulsando la industria dentro de la política de sustitución de importaciones, para lo que también nacionalizó la industria petrolera, y los ferrocarriles
Juan Domingo Perón. Militar nacionalista justicialista argentino, con una confusión de las tendencias ideológicas de tipo fascista;participó en la guerra del 43. Elegido presidente en 1946; creó su movimiento: el Peronismo, con gran apoyo de los trabajadores, a quienes “benefició” con leyes de protección laboral y sindical, enfocadas a ganar su simpatía hacia su movimiento, estimular la disposición al consumo y alejarlos de las influencias comunista y socialista. Reelegido en 1951 hasta su derrocamiento en 1955; creó el Partido Único de la Revolución fusionando los tres partidos que lo apoyaron para su elección, reconoció el derecho a votar a las mujeres, hasta expidió una ley de divorcio, pero como buen militar, fue autoritario y represor de la oposición democrática y revolucionaria, controlando la prensa, limitando la libertad de expresión. Impulsó el desarrollo industrial, el mercado interno y la intervención del Estado en la Economía, estatizando y dejando en poder del Estado el manejo de los recursos energéticos, sin embargo, firmo contrato con la Standard Oil que contradecía su supuesta posición “antinorteamericana”. Aunque era católico y aportó muy poco a la educación, terminó enfrentado a la iglesia, que contribuyó a su derrocamiento en 1955.
Getulio Vargas, elegido presidente de Brasil por varios períodos, hasta 1954; fundador del Estado Novo, modernizando el Estado con una nueva constitución (con interés corporativista: Estado, Trabajadores y burguesía) que garantizó la representación de los trabajadores en el congreso, la jornada laboral de 8 horas, el salario mínimo, el trabajo de las mujeres, el derecho a la organización sindical, (trató de dirigir el movimiento sindical), el voto secreto y los derechos de las mujeres a elegir y ser elegidas; organizó varios ministerios para gobernar, sin embargo centralizó los poderes y disolvió los partidos políticos, enfrentando a los revolucionarios del PCB (Luis Carlos Prestes), lo que le daría el carácter de dictador. Desarrolló políticas de industrialización y sustitución de importaciones; para lo cual impulsó la construcción de infraestructura en el país, la creación de Petrobras y Electrobras, el desarrollo de la siderurgia. No atacó a la estructura social, tampoco realizó una verdadera reforma agraria, (mas bien favoreció a los terratenientes) pero hizo acuerdos con la Alemania Nazi y se alió a los EE.UU. al final de la SGM.
Jacobo Arbenz, caudillo militar antiimperialista nacionalista, continuador de la obra de Juan José Arévalo, fueelegido presidente entre 1951 y 954 en Guatemala, apoyado por obreros, campesinos, maestros, estudiantes, “por los partidos RenovaciónNacional y Acción Revolucionaria de la Capital y el partido Integración Nacional de Quetzaltenango”y dio participación al Partido del Trabajo Guatemalteco. Enfrentó a los terratenientes, entre ellos la UnitedFruit Company,“… dueña de más del 50 % de las tierras cultivables del país, de las que únicamente cultivaba el 2.6 %” [1], ejecutando la Reforma Agraria. Expropio a la Railways of Central América los ferrocarriles, y a la Empresa eléctrica Guatemala S.A. norteamericana le creó competencia en la generación de electricidad (hidroeléctrica JurúnMarinala); construyó infraestructura vial (carretera al Atlántico y puerto Santo Tomás de Castilla). Multiplico los centros de todos los niveles educativos, llevando la primaria y secundaria al campo. Reglamentó el código del Trabajo, modernizó y profesionalizó al ejército.
Juan Belasco Alvarado, militar nacionalista. Asume el gobierno del Perú entre 1968 y 1975 mediante golpe de estado (junta revolucionaria) contra Fernando Belaunde Terry. Proteccionista asistencialista, su gobierno se autodenominó Progresista. Nacionalizó la banca; expropió yacimientos petroleros en poder de la IPC, filial de la Standard Oil (“ …, más tarde se supo que el gobierno negoció en secreto con la IPC, y que, mediante el Convenio De la Flor-Greene, el Perú pagó una indemnización de 76 millones de dólares.[2]) creó Petroperú; impulsó la minería, la metalurgia, la siderurgia y construyó infraestructura; creó la Comunidad Industrial, dando participación a los trabajadores, que participaban de la gestión, la administración y de las utilidades de las empresas; estatizó la industria pesquera y mejoró la alimentación con una reforma agraria; asumió el control de la prensa y de las telecomunicaciones a través de la Compañía peruana de teléfonos (expropiada); inició reforma educativa reconociendo el bilingüismo quechua-castellano como lenguas oficiales; aunque se declaró no alineado, estrechó relaciones con el campo socialista, pero creó un sistema nacional de Apoyo a la movilización social SINAMOS al servicio del gobierno. Fue depuesto por los militares apoyados por los EE.UU.
La revolución boliviana (1952-1964) contra militares golpistas y la oligarquía tras el triunfo electoral en el 51 del MNR. Entre las experiencias políticas revolucionarias y progresistas de esta época es necesario recordar que en los años 50 del siglo pasado los obreros bolivianos, especialmente los mineros y el movimiento indígena, protagonizaron un movimiento revolucionario (MNR) por la democracia, de gran enseñanza y significado político para los pueblos latinoamericanos, pues se lograron importantes reformas democráticas como la agraria y la organización de los trabajadores en la COB, el control de la economía por el Estado, comparable con la Revolución Mexicana; veamos algunos logros de esas luchas:
- Se oficializó el derecho del voto universal, que permitió romper la democracia excluyente ycalificada del pasado, otorgando el voto a la mujer y a los analfabetos.
- Se toma el control total de la economía con un Estado fuerte, dueño de sus recursosnaturales y de sus empresas de producción.
- Se firmó el decreto de nacionalización de las minas, donde el 80 por ciento de los ingresosde las exportaciones y los recursos del subsuelo pasaron a poder del Estado.
- Se creó COMIBOL, la empresa minera estatal, que aun sigue en actividad y más fuerteque nunca.
- ejecutó una importante reforma agraria que suprimió el régimen de hacienda en buenaparte de la región andina, la más empobrecida del país.
- Se promulga el Código de la Educación Boliviana, donde se produce una «RevoluciónEducativa». La educación pasa a ser universal y obligatoria y la instalación de núcleosescolares rurales para los campesinos, marcaron un giro fundamental que universalizó underecho esencial que había estado restringido y planteado discriminatoriamente a partir dela idea de una educación especial para los indígenas[3]
Los anteriores procesos fueron regímenes y gobiernos ejercidos por caudillos civiles y militares que desarrollaron programas liberales desarrollistas reformistascon mejor distribución de la renta nacional, asistencia a los sectores de extrema pobreza, garantías laborales, construcción de infraestructura, estímulo a la industria local (política de sustitución de importaciones), recuperación de soberanía nacional y modernización del Estado; algunos con aperturas democráticas que dieron participación a sectores populares y de la izquierda; surgieron de movimientos democráticos y revolucionarios no marxistas, incluso algunos como gobierno, enfrentaron a estos y al imperialismo simultáneamente, mientras otros hicieron alianzas o buscaron el apoyo de organizaciones comunistas y socialistas, que les permitió ejecutar políticas que hoy se denominarían progresistas o populistas, aunque muchas de sus reformas y políticas se inspiraban en la Revolución de Octubre; con la diferencia que la mayoría de esos intentos lograron temporalmente expropiar y/o nacionalizar empresas explotadoras de recursos naturales y energéticos, y de servicios públicos estratégicos -en poder de los imperialistas-, comprometidos la mayoría con reformas agrarias que tampoco afectaron profundamente las estructuras económicas y sociales de sus respectivos países.
Si de progresismo se trata, los gobiernos que de alguna manera desarrollaron políticas proteccionistas, de defensa y recuperación de recursos naturales y energéticos, de nacionalización de servicios públicos como los ferrocarriles y las telecomunicaciones; de sustitución de importaciones, de intentos de reforma agraria, de industrialización, de reformas laborales y aumento de salarios, de asistencia social y de mejor educación como medios de distribución de riqueza, y de reconocimiento de derechos a sectores populares como las mujeres y los trabajadores, en algunos casos con participación política de esos sectores sociales y nuevas constituciones, en el siglo pasado en América Latina: esos gobiernos reformistas desarrollistas también podrían llamarse progresistas. Estos reformistas en ningún momento pusieron en peligro la propiedad privada ni las estructuras económicas y sociales de sus sociedades, así de alguna forma aplicaran políticas de reforma agraria, de mejor distribución de las rentas y se enfrentaran al imperialismo; pues nunca transfirieron su poder ni reconocieron autonomía a sus pueblos, ni rompieron totalmente con la dependencia, más bien estos movimientos contribuyeron a la consolidación del liberalismo aplicando los postulados keynesianos y las orientaciones de la CEPAL con fortalecimiento e injerencia del Estado en la economía (continuaron con la primerización de sus economías) como una simulación entre estado de bienestar y capitalismo de Estado; en realidad no consolidaron una revolución democrática popular porque sus proyectos giraron en torno a caudillos. Hay muchas similitudes entre los Reformistas-desarrollistas del siglo pasado y los Progresistas del s. XXI.
Sin embargo, todos estos intentos reformistas-desarrollistas liderados por caudillos, aunque no organizaron ni dirigieron una revolución anticapitalista, de alguna manera se enfrentaron al imperialismo, (principalmente por la defensa de los recursos energéticos y del transporte como los ferrocarriles, que en varios de esos países fueron nacionalizados) algunos sufrieron la presión política, económica y militar de los Estados Unidos y la dependencia del sector financiero internacional; la mayoría fueron derrocados por las derechas con apoyo militar gringo, otros fueron asesinados y en todos los casos sus reformas anuladas o reversadas.
El único caso de un gobierno cuyo líder se identificaba como socialista marxista, además de masón, y que lo alcanzó en 1970 después de cuatro intentos en procesos electorales, fue el de Salvador Allende, quien intentó construir un régimen socialista similar al soviético a través del frente de Unidad Popular, con el que inició una serie de reformas económicas que incluían expropiaciones y compra de acciones de empresas como forma de nacionalización en su programa llamado Vía Chilena al Socialismo. Algunos de sus objetivos eran:
- Construcción de un Estado popular con economía planificada.
- Nacionalización de la explotación e industrialización del cobre.
- Nacionalización de bancos
- Expropiación de industrias estratégicas
- Reforma agraria (continuación y profundización de la iniciada por Eduardo Frey)
- Congelación de precios de productos de consumo popular y aumento en los salarios.
- Reforma de la constitución.
Su programa de transición –que se dirigía a un capitalismo de Estado mediante la nacionalización y expropiación de las grandes empresas, bancos y haciendas- chocó directamente con el imperialismo en su expresión local de la ITT, multinacional de las telecomunicaciones, las mineras Anaconda Cooper Minig Co.,Kennettcott y otras,aunque les ofrecía una indemnización por la nacionalización, deduciendo de sus inmensasutilidadeslo dejado de percibir por el no pago de impuestos en los últimos 20 años; de esta manera se daba inicio a la nacionalización del cobre, el monoproducto chileno.
La nacionalización de la minería del gobierno de Allende enfureció al gobierno de los Estados Unidos y motivarían a Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, a promover un boicot contra el gobierno de Allende mediante la negación de créditos externos y la petición de un embargo al cobre chileno. Dos años después del golpe militar que puso fin al gobierno de Allende, la Junta Militar de Gobierno pagó una indemnización de US$250.000.000 a la empresa Anaconda CopperMining Company, propiedad de las familias Rockefeller y Rothschild.[4],
Allende y la UP trataron de hacer las reformas a través del parlamento, negociando con la derecha, la Democracia Cristiana y el Partido nacional, en el campo se daba la lucha directa por la reforma agraria, la que incluía la toma de fincas por los campesinos enfrentando la violencia de los terratenientes, y en las ciudades muchos trabajadores hacían lo propio con las fábricas paralizadas. Algo similar sucedió con el ejército adiestrado por la Escuela de las Américas, un sector de las fuerzas armadas apoyaba al gobierno, mientras el resto se preparaba para el golpe, al que no se tocó en su estructura de mando ni en su dirección política-ideológica, del que incluyó altos mandos en su equipo de gobierno. Allende siempre creyó en la lealtad del ejército a la Constitución y claro, la propiedad privada es lo más sagrado que hay que defender, esa la misión de las fuerzas armadas en el capitalismo.
Este, como la gran mayoría de intentos de transformación en América Latina y El Caribe, fue ahogado en sangre (decenas de miles de muertos, torturados, desaparecidos y exiliados por una dictadura militar programada por el Departamento de Estado norteamericano, dirigida por la CIA., promovida y utilizada por la oligarquía chilena; golpe violento como los otros que se dieron durante la segunda mitad del s. XX o la llamada Guerra Fríaen el cono sur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay …) dentro de las políticas de Seguridad Nacional y de exterminio a un supuesto enemigo interno,-el comunismo- diseñadas desde Washington para América Latina,antecedido de estrategias conspirativas económicas, políticas y militares, sabotajes y de manipulación mediática, tal como lo hacen hoy con Venezuela.
Durante 1972, diversos gremios paralizaron sus actividades; entre ellos, la locomoción colectiva y el transporte. El desabastecimiento de artículos de primera necesidad y los persistentes rumores de golpe militar, contribuyeron a crear en la población una sensación colectiva de desgobierno. El 11 de septiembre de 1973, el gobierno de la Unidad Popular fue derrocado por un golpe de Estado encabezado por el general Augusto Pinochet.[5]
Desde entonces el imperialismo nombró a Chile como el paradigma neoliberaleneconómico, político y desarrollo para América Latina y el mundo de la periferia.
Es la experiencia de gran significado político para nuestros pueblos después de la revolución cubana, pues con ella se pretendía demostrar que la vía “democrática” electoral, dentro del capitalismo, era la idónea para iniciar la construcción del socialismo en el continente; además nos muestra el juego pseudo-democrático que realizan los partidos y grupos políticos de la izquierda institucionalizada en ese tipo de frentes que se alejan de los sentires, saberes y pensares de las comunidades y sectores populares cuando se trata de construir auténtico poder popular.
En Colombia el referente del desarrollismo en el siglo pasado es el gobierno del liberal Alfonso López Pumarejo entre los 30 y 40, contó con el apoyo de la mayoría de trabajadores organizados y con la simpatía de los revolucionarios de la época como los socialistas y el PCC, construyó infraestructura de comunicaciones como los ferrocarriles y mejoramiento de puertos marítimos y fluviales (mediante contratos y concesiones a empresas norteamericanas y europeas, quienes hacían los préstamos o las inversiones) para la exportación de recursos naturales, combustibles y materias primas, y el apoyo al desarrollo de una industria liviana básica (manufactura) destinada a transformar algunas materias primas para exportación, pero no expropió ni nacionalizó ninguna empresa ni intentó la reforma agraria, realmente no fue reformista o progresista, lo que intentó fue el desarrollismo modernizando el Estado para garantizar la inversión foránea, pues el poco mejoramiento social de los trabajadores fue gracias a sus luchas contra las multinacionales, que venían desde los años 20.
Hubo otros valerosos intentos como los del militar Juan José Torres en Bolivia entre 1970 y 1971, Juan Bosch en República Dominicana en 1962, entre los que podríamos incluir al también militar Omar Torrijos en Panamá entre 1969 y 1971 y Jaime Roldós, presidente del Ecuador desde 1979, hasta su muerte en 1981(ambos muertos en dudosos accidentes), es de resaltar que el contexto de la región entre los años 60 y 80 era de asesinatos, golpes y dictaduras militares, dirigidos a través de la CIA y financiados por multinacionales de USA, siendo estos últimos gobiernos desarrollistas, en menor grado nacionalistas, a excepción de Maurice Bishop, quien asumió tras una acción revolucionaria militar del MNJ (sigla en inglés del Movimiento Nueva Joya), el gobierno socialista de Granada en las Antillas desde 1979 hasta su derrocamiento en 1983 por el ejército norteamericano. En general, los intentos de liberación o independencia de los pueblos en nuestra AbyaYala y en el mundo, durante todo el siglo XX y lo que va del XXI, han sido ahogados en sangre por los imperialistas norteamericanos y europeos, basta recordar los genocidios de nuestros pueblos y los asesinatos de sus líderes desde Sandino y Farabundo Martí, Gaitán, El Ché, Torrijos, Roldós, Allende, Bishop y Hugo Chávez (caso similar al de Arafat).
Los cambios políticos y económicos gestionados por las izquierdas en la dirección de varios Estados en Suramérica en los últimos 19 años se han dado de arriba hacia abajo, protagonizados por caudillos con programas Progresistas, pero la llegada a los gobiernos de esos países ha sido mediante grandes movilizaciones de diversos sectores populares inconformes, por problemas sociales y estructurales que las oligarquías han sido incapaces de solucionar, como la reforma agraria, la pobreza, los atentados a la vida y a la autonomía de comunidades indígenas, campesinas y urbanas, por la primacía de los proyectos extractivistas minero-energéticos y los agronegocios de terratenientes nacionales y extranjeros (reprimerización de las economías); las políticas financieras económicas y monetarias (dependencia, deuda externa, inflación, devaluación, fondos buitres), que reducen las posibilidades de sobrevivencia de los sectores populares, y obligan a los Estados lacayos a la reducción de la inversión social, a la privatización de servicios esenciales y de bienes como el agua, los bosques, los hidrocarburos, llevando a los daños ecológicos y ambientales propiciados por el modelo neoliberal, y por supuesto, a la represión y la violencia generalizada contra los pueblos que se movilizan en defensa de sus intereses contra los viejos estados oligárquicos y el capitalismo.
Estos cambios políticos, dan cuenta del ascenso en las luchas de los sectores populares por la democracia, tanto en la movilización social-política como en las urnas, alianzas entre sectores populares rurales y urbanos, acercamientos entre militares patriotas y comunidades, unidos en la necesidad de desplazar la dependencia política y económica de los centros de poder capitalista y occidental; la necesidad de rescatar la dignidad y la soberanía en la defensa de los recursos naturales y energéticos, derrocando tiranías, dictaduras, cambiando gobernantes corruptos, ineptos y traidores. Estos movimientos han incluido protestas, marchas, paros, y acciones insurreccionales en las ciudades, confluyendo en derrocamientos de esos tipos de gobernantes, y en procesos electorales dentro de la democracia burguesa, promovidos por sectores democráticos, y de las izquierdas institucionalizadas, que ya en el gobierno se reconocen como progresistas; estas experiencia, con sus matices políticos, (Venezuela, Bolivia, Ecuador, también Uruguay, Argentina, Brasil y en menor grado Paraguay)[6] plantearon la posibilidad de un despegue de los centros de poder europeo y norteamericano, por lo menos en el discurso, sin renunciar al capitalismo; con coincidencias que podríanhaberse concretado en una integración (bloque) regional como defensa y apoyo para la realización de sus programas, deslegitimando instituciones como la OEA, el BID, la OMC y el BM. Pero estos ensayos no obedecen a una homogeneidad en la visión ni en los objetivos definidos en un programa compartido o en un modelo realmente antisistémico; cada uno de dichos países tiene sus particularidades socioeconómicas, pero todos sus gobernantes coinciden en el extractivismo o en la reprimerización de sus economías como única vía para salir del “subdesarrollo”; sin embargo, entre estos procesos está la configuración de una potencia regional, que se aleja de los demás progresistas que no manifiestaron hegemonías individuales, y que ubica a Brasil -con Lula o sin él- en otro bloque de poder internacional, que se está consolidando a través de los BRICS (países emergentes en crecimiento económico capitalista) en Asia, África y América Latina. Los intentos progresistas revivieron la posibilidad de un mundo mejor, demostraron que la movilización popular es determinante en los cambios políticos, que el poder del imperio norteamericano no es inmune a las luchas de los pueblos por la soberanía y la democracia.
Entre dictaduras, golpes militares y la violencia y el terror que ello implica, (masacres, asesinatos, torturas, desapariciones, racismo y exilios)con gobiernos corruptos y finalmente con la implantación del Neoliberalismo en América Latina, los movimiento populares se fueron integrando en bloques que confrontaron a esos regímenes mediante la guerra, la insurrección y las movilizaciones populares en la segunda mitad del siglo pasado, llevando a la toma del gobierno en dos países de Centroamérica (Nicaragua y E Salvador) y dos en El Caribe (Cuba y Granada). En Suramérica, en el presente siglo, las izquierdas solo han alcanzado acceder a los gobiernos en tres países (Venezuela, Bolivia y Ecuador) con movilización pacífica popular y procesos electorales en lo que se ha denominado Progresismo y Socialismo del Siglo XXI. Por otro lado, se presentaron procesos electorales liderados por sectores que venían de la izquierda en Brasil, Paraguay y Uruguay, lo mismo que en Argentina con el peronismo.
El movimiento popular boliviano dirigido por la izquierda se fue estructurando como un sujeto plural por la democracia para el pueblo, en el que protagoniza el movimiento indígena, en defensa de los combustibles, los minerales, el agua (las dos guerras del agua) la defensa de la diversidad étnica y cultural y la dignidad, tumbando títeres hasta la elección en 2005 de un gobierno progresista, producto de la unidad y las alianzas de la izquierda (MAS), que asume una posición indigenista- ecologista a nivel internacional. Pero este progresismo traducido en el concepto de desarrollo occidental, da prioridad al crecimiento económico, y la industrialización, para integrar Bolivia a la sociedad de libre mercado –posneoliberal-; proyecto que se ha quedado en el extractivismo minero-energético y agroindustrial, en la transformación de algunos recursos en materias primas para exportar, construyendo infraestructura, implementando programas de asistencia como Juanito Pinto para ampliar y garantizar escolaridad, Renta Dignidad, de ayuda a la tercera edad y Juana Azurduy para las mujeres embarazadas y lactantes, programas con base en ayuda económica; otros como “mi primer empleo digno” para los jóvenes desempleados y “Yo si puedo”, alfabetización de adultos; además de ampliación de planes de formación técnica y profesional. Programas muy importantes y necesarios en la reducción de la extrema pobreza, con la redistribución de la renta, pero que no garantizan la eliminación de la desigualdad social, el desmonte de las estructuras del capitalismo, ni el ejercicio real de autonomía y democracia populares. Miremos los postulados del MAS:
- Lograr la igualdad socioeconómica para las mayorías originarias de Bolivia.
- Eliminar la corrupción de las estructuras del Estado boliviano.
- Nacionalizar los recursos energéticos renovables y no renovables.
- Impulsar la industrialización del sector.
- Promover un movimiento de renovación moral, ética, política, conductual.
- Luchar por integrar a la sociedad boliviana al mundo moderno en condiciones equitativas, considerando que Bolivia no posee industrias que puedan competir en el mercado internacional.
- Luchar por lograr condiciones de integración del mundo industrializado, considerando que Bolivia le ha dado al mundo, y sobre todo a Europa, los más importantes elementos para el actual estado de confort de dichos países.
- Dos terceras partes de la alimentación europea está basada en plantas cultivadas por los antiguos americanos.
- La base del capitalismo se logró basándose en las riquezas, oro, plata, extraídos de las minas americanas, entre ellas, Potosí.
- Lucha por estructuras sociales acordes con el siglo XXI: Igualdad, Fraternidad, Solidaridad, Libertad, Respeto a la naturaleza, respeto a las necesidades de las generaciones venideras.[7]
Todo un programa liberal que en gran medida se ha cumplido, pero por ningún lado se encuentran propósitos socialistas o de transformar las estructuras económicas y sociales, se trata de mejorar algunas condiciones dentro del Estado capitalista que amplían la capacidad de consumo de algunos sectores populares (formación de una clase media) y privilegia al sector minero “cooperativo” emergente con poder económico y político ascendente, que compite con el capital extractivista foráneo, utilizando los mismos métodos de explotación a los trabajadores, heredados de la colonia (la mita), enmascarado con el modelo “cooperativo” que negocia o le sirve a las transnacionales mineras, pero que en la realidad no es más que capitalismo extractivista;si bien en los 50 del siglo pasado este sector jugó un papel revolucionario, hoy se comporta como propietario de unos medios de producción que el Estado le provee, y le garantiza –con la privatización- altas tazas de ganancia, conformando una nueva burguesía emergente, como nos informan Machado y Zibechi:
Las cooperativas mineras obtuvieron más de la mitad de los contratos desde 2008 y el 43 por ciento de la superficie total otorgada por el Estado. La cantidad de cooperativas se multiplicó por tres (de 447 en 2008, a 1.400 en 2013) que emplean de forma directa a 120.000 trabajadores, el 90 por ciento de la ocupación del sector. Sin embargoaportan muy poco al Estado, un 4 por ciento por impuesto al valor agregado y el 1 por ciento del valor de la producción por arrendamiento de los yacimientos de Comibol.[8]
Con el programa del MAS, no se le puede pedir al progresismo que cumpla con lo que no está entre sus objetivos e ideario. El respeto a la naturaleza o a la madre tierra, a los pueblos ancestrales, la ejecución de la soberanía alimentaria y la reforma agraria democrática (así el presidente sea indígena y dentro de su gobierno haya indígenas) la independencia de los organismos “multilaterales” financieros y comerciales, se han quedado en el discurso ambientalista promovido por Naciones Unidas y algunas ONG, que en el cambio real de las políticas de explotación para la exportación de recursos naturales como el gas, el petróleo, el oro, la plata, el litio, el estaño, el coltan, el resto de minerales, y el monocultivo de la soja transgénica; se busca la industrialización para transformar algunas materias primas y la construcción de infraestructura como una forma de desarrollismo con dependencia del sector financiero transnacional.
Igualmente, el pueblo ecuatoriano tiene una gran historia de luchas contra gobernantes corruptos déspotas, apátridas y hasta esquizofrénicos, que lo llevó a derribar estos regímenes por cuatro oportunidades en los últimos 25 años, en defensa de sus recursos naturales y su buen vivir;así como lo hicieron el pueblo argentino en 2000 y 2001contra las imposiciones del BM y el FMI y el pueblo venezolano desde el caracazo en 1989. Alianza País es un movimiento político policlasista que trata de ejecutar un proyecto de “Revolución Ciudadana” de corte liberal, constituido básicamente para reducir la pobreza, ampliar la capacidad de consumo de la clase media, (que no está interesada en cambios estructurales), buscando generar las condiciones infraestructurales, económicas, jurídicas y sociales que garanticen mejorar la situación socioeconómica del país siguiendo la impronta neoliberal, incrementando la actividad extractiva del capital transnacional occidental y asiático, utilizando el discursoindependentista, ambientalista, nacionalista alusivo al sumakkausay, de mejor distribución de la renta mineroenergética,de estatización de algunas empresas. Discurso que inicialmente convenció a intelectuales de izquierda y a amplios sectores sociales que esperaban los cambios para acabar con la pobreza, la desigualdad y la exclusión, pero lo que llegó fue el fortalecimiento del Estado para aplicar la reforma estructural, y el ajuste macrofiscal, ordenados por el BM y el FMI a América Latina.Es importante tener en cuenta que tanto Bolivia como Ecuador, incluyeron en sus cartas constitucionales el concepto de madre tierra con muchos propósitos para proteger y respetar la biodiversidad y los bienes naturales.
El Plan Nacional para el Buen Vivir ha orientado nuestro quehacer en base a doce objetivos:
1) Auspiciar la igualdad, la cohesión y la integración social y territorial en la diversidad.
2) Mejorar las capacidades y potencialidades de la ciudadanía.
3) Mejorar la calidad de vida de la población.
4) Garantizar los derechos de la naturaleza y promover un ambiente sano y sustentable.
5) Garantizar la soberanía y la paz, e impulsar la inserción estratégica en el mundo y la integración
Latinoamericana.
6) Garantizar el trabajo estable, justo y digno, en su diversidad de formas.
7) Construir y fortalecer espacios públicos interculturales y de encuentro común.
8) Afirmar y fortalecer la identidad nacional, las identidades diversas, la plurinacionalidad y la interculturalidad.
9) Garantizar la vigencia de los derechos y la justicia.
10) Garantizar el acceso a la participación pública y política.
11) Establecer un sistema económico social, solidario y sostenible.
12) Construir un Estado Democrático para el Buen Vivir. Planificación e inversión van de la mano[9]
Este también es un programa liberal: garantizar trabajo estable en sus diferentes formas es garantizar la explotación. El capitalismo siempre ha buscado cohesionar y homogenizar a la sociedad, integrando a todos los sectores sociales en el mercado y en sus modelos políticos y económicos.
El capitalismo busca potenciar las capacidades de los ciudadanos para que compitan, consuman y produzcan, por lo que es imposible “establecer un sistema económico social solidario” y menos “construir un Estado democrático para el bien vivir”. Reconocer derechos no garantiza la justicia, ni igualdad, menos la paz.
No se le puede llamar “Buen Vivir” al modelo implementado por un Estado que suplanta a los sectores populares, que agrede a las comunidades indígenas invadiendo sus territorios para imponer su modelo extractivista minero energético, negándoles su autonomía y su participación democrática en el debate y en las definiciones más importantes sobre sus territorios, sus ecosistemas y el futuro de su país (intervención en el parque natural Yasuní para explotación petrolífera, donde viven comunidades indígenas en aislamiento voluntario), así haga mejor distribución de la renta. Alianza País tampoco presentó un programa de transformación revolucionaria o una plataforma anticapitalista, aunque sí un gesto nacionalista y de soberanía nacional, al exigir el desalojo de la base militar de Manta por el ejército norteamericano, y algunas medidas fiscales a varias empresas transnacionales que permitieron generar mejores ingresos, pero conservó el dólar. Sin embargo, este gobierno reprimió las marchas y protestas pacíficas de los indígenas y sectores populares urbanos (la mayoría electores de Correa) realizadas en agosto de 2015 contra las políticas económicas propuestas por el ejecutivo; el presidente, como cualquier caudillo autoritario trató a los protestantes como subversivos, violentos y golpistas unidos a la derecha imperialista, suponiendo que defendían a los ricos, entrando a conformar una mesa de diálogo con sus seguidores, no con los críticos y disidentes de sus políticas, excluyendo a la CONAIE y a los trabajadores, de las consultas y definiciones que afectan a la mayoría de la población. Este tipo de comportamientos, como los que se dieron en Bolivia y Brasil contra los sectores populares, corren las máscaras de quienes dicen gobernar en su nombre. Tomando como pretexto la tragedia del terremoto, Correa abre totalmente las puertas a la inversión extranjera y retorna a la dependencia financiera de la banca “multilateral” multiplicando la deuda externa y luego gestionando el TLC con la Unión Europea. Con el cambio de gobierno en 2017, (Lenin Moreno) el regreso al redil neoliberal y retomando el consenso de Washington, ya no se puede hablar de progresismo porque es la derecha proimperialista la que toma las riendas del Estado, reduciendo los programas asistencialistas, volviendo a los tratados de libre comercio, (TLC) a la dependencia en política económica y financiera del BM y el FMI y a la política de seguridad nacional impuesta por USA, ratificada con la “nueva” asistencia militar y la reactivación de la base de Manta en 2018.
Argentina, aunque no se vindica del Socialismo del siglo XXI, trató de aplicar algunas medidas del progresismo como la estatización de la empresa petrolera, la ley de medios y otras reformas, pero profundizó en el modelo extractivista como país productor de materias primas, de soja transgénica que aún utiliza mano de obra esclava, utilizando la represión contra sectores inconformes como los Mapuches; el régimen de los Kishnertiene otras connotaciones que se derivan de la historia de la oligarquía argentina, que siempre ha considerado Europa como su entorno, mirando a los pueblos latinoamericanos con aire de superioridad, sin poder consolidar un desarrollo capitalista que permitiera un estado de bienestar al estilo europeo, ni antes ni después de las dictaduras (ni con el peronismo), sin embargo el pueblo argentino ha sabido enfrentar la terapia de shock que el Fondo Monetario Internacional aplicó en el 2001 y que éste a través de Macrinuevamente intenta imponer, desmontando lo poco que logró el kishnerismo en materia social y económica.
Para la burguesía Brasileña, el proyecto progresista es parte de su estrategia Neoliberal y “Post-neoliberal”, para consolidar su país como potencia regional, pues implica la necesidad de reestructurar su poder desarrollando sus fuerzas productivas, su complejo industrial-militar, innovando tecnologías en este sector, desarrollando la nuclear no militar, construyendo gran infraestructura energética (mega-hidroeléctricas), industrial, vías de comunicación, exploración y explotación petrolera, ciencia propia, fortaleciendo y ampliando sus corporaciones transnacionales (estatales y privadas) que invierten y operan en casi todos los países de América Latina, algunas a través de contratos en construcción, prestación de servicios, en la industria alimentaria y en transporte y logística militares. Su posición en los BRICS le permitió ampliar su comercio interno y externo regional y su sistema financiero; simultáneamente adecúa las condiciones a la inversión extranjera, tanto en la industria como en los agronegocios de transgénicos.El gobierno del PT y su coalición de derecha,buscaba obtener una posición predominante en la región junto a los emergentes (BRICS) y alcanzar su ambición de ser la gran potencia suramericana o el sub-imperio[10], que desde la colonia lo ha pretendido; un proyecto estratégico del progresismo que supuestamente pretendía desplazar al imperio norteamericano de su patio trasero (sin enfrentarse militar y o económicamente con este), que incluía las buenas relaciones con los demás países de la región, especialmente los demás gobiernos progresistas, que le permitirían acceso a sus recursos mineros, energéticos y biológicos –con la infraestructura de transporte del Plan IIRSA-, a los mercados del pacífico (China y Rusia), más que contribuir a la integración y al buen vivir de los pueblos de la región, pues no participó en la ALBA, igual que Argentina y el resto de progresistas, no se interesó por fortalecer la UNASUR ni ampliar el MERCOSUR ni por liderar el empoderamiento de la CELAC para acabar con la OEA.
Para consolidar el plan estratégico de su hegemonía en la región, la nueva burguesía progresista brasileña ha ganado apoyo popularcooptando las élites intelectuales y las dirigencias de los movimientos sociales, especialmente del MST y del movimiento sindical agrupado en la Central de Trabajadores CUT, utilizandoal gobernante Partido del Trabajo, permitiéndole a la rica burocracia sindical participar en algunos negocios como el manejo de los fondos de pensiones, Petrobras, el banco nacional BNDES y beneficiar a grandes empresas como Odebrecht; que a la vez le sirve para financiar infraestructura y respaldar deuda externa e invertir en empresas multinacionales brasileñas y asociadas con otras transnacionales norteamericanas y europeas, que a la vez garantiza inversión extranjera.En sectores de extrema pobreza lo hace redistribuyendo algunos recursos con la renta básica (bolsa familia) y la campaña hambre cero, ampliando la cobertura en educación básica y en la formación profesional, en algunos casos concertando con los sin tierra; buscando con estas políticas “reducir” la pobreza (según el gobierno logrando llevar 40 millones de personas pobres a una supuesta clase media) aumentando el porcentaje de la clase media con más capacidad de consumo, como sector representativo del bienestar de un país “desarrollado”; sin embargo lo que se vio en 2013 y 2014 fue la reactivación del inconformismo y la movilización popular por necesidades básicas, como la del MST por entrega de tierras; la lucha de los jóvenes trabajadores y estudiantes por empleo y transporte subsidiado, y contra el despilfarro del erario en la construcción de infraestructura deportiva y en la realización de un mundial de Futbol (al que el pueblo no pudo asistir) y la corrupción público-privada, que le resta recursos a lo social.Como una de las consecuencias de esta situación, la posible fractura del PT gobernante. Esto ocurrió hasta 2015, cuando enjuician a Lula, destituyen a Dilma y luego encarcelan a Lula supuestamente por corrupción, lo que no quiere decir que la situación haya mejorado, por el contrario, el corrupto y golpista presidente Temmer y la oligarquía tradicional brasileña echaron para atrás lo poco que beneficiaba a los sectores populares.
Brasil contiene profundas desigualdades económicas y sociales en un territorio tan grande, que los gobiernos y los medios oficiales muestran solo una mínima parte de esa realidad que pueden intervenir; por un lado la burguesía quiere aparecer como del primer mundo desarrollado con avances tecnológicos, mientras por el otro, mantienen una miseria atroz plagada de violenciaen zonas rurales apartadas y en las periferias de las ciudades;mafias de todo tipo, narcotráfico, corrupción en todas las esferas del Estado y empresas como Odebrech, pobreza, racismo, violencia oficial y marginación en las grandes ciudades (favelas);destrucción de la Amazonía y la biodiversidad por el extractivismo, que devuelve el país a la primerización; con el gobierno de Macri volvieron los militares norteamericanos con sus operaciones multinacionales en ejercicios militares en la Amazonía cercana a la frontera con Venezuela, para además, escanear e inventariar los recursos naturales minerales y biológicos. Hoy, esa clase media que Lula Da Silva sacó de la pobreza es la que apoya el golpe mediático-legislativo contra la presidenta Dilma Rousseff -y contra él- que terminó en su destitución y enjuiciamiento, cediendo la dirección del Estado al aliado de la derecha mafiosa, el campeón de la corrupción, lo que no quiere decir que Lula y los dirigentes del PT sean inocentes; pues la corrupción al interior del gobierno y del parlamento, la ambición corruptora de las grandes empresas brasileras y la misma descomposición del poder judicial, emprendieron una campaña de desprestigio y acusaciones por el escándalo de la injerencia de Odebrecht en la política de varios países latinoamericanos (incluidos otros progresistas, realizada mediante sobornos, coimas y financiación de campañas, por miles de millones de dólares, a políticos de la región–en la que hay desde funcionarios judiciales, parlamentarios y hasta presidentes- igualmente corruptos, a cambio de grandes contratos de construcción de infraestructura y de prestación de servicios.
Un sinónimo de capitalismo es corrupción, que es la guerra entre competidores por repartirse el botín saqueado a los pueblos; como este existen muchos casos en que tanto la gran empresa privada y toda la institucionalidad del Estado, empezando por el congreso y el ejecutivo, se mueve en un mar de corrupción, crueldad e ignominia; los Estados de México, Perú y Colombia son los paradigmas de la forma de gobernar de unas oligarquías apátridas, donde los parlamentos y las cortes actúan como mafias (con muy raras excepciones de magistrados decentes) al servicio de las grandes corporaciones, vendiendo absoluciones e impunidades y condenando inocentes por dinero.
En Venezuela podemos reconocer que inicialmente hubo un mejoramiento en la calidad de vida de sectores deprimidos, pues se trataba de redistribuir ingresosen asistencialismo y renta básica, facilitando salud y educación, con las misiones y el Mercal, construyendo viviendas e infraestructura, adoptando tecnología en telecomunicaciones, ampliando la cobertura en educación superior, todo financiado con la renta del petróleo, el monoproducto nacional; política que no afectó las estructuras del sistema, manteniendo a los EE.UU. como principal cliente en el mercado petrolero, abriendo las puertas al extractivismo ruso y chino, no solo petrolero y gasífero, sino también de otros minerales existentes en la Orinoquía, sin estructurar una economía agropecuaria popular que garantizaraseguridad y soberanía alimentaria como parte de una reforma agraria integral, o dejar de pagar la injusta deuda externa para invertir en desarrollo industrial como proclamara Chavez; sin retirar las reservas de los centros financieros imperialistas para fortalecer la integración regional, sin atacar a las transnacionales ni al sector bancario y financiero (sector económico que ha crecido enormemente como el importador y el comercial-contrabandista a expensas del Estado).
El gobierno bolivariano no ha podido vencer el golpe lento que el imperio y la oligarquía tratan de completar, con sanciones económicas internacionalesy la conspiración -política y paramilitar- o mediante el control del mercado de productos básicos y el contrabando de alimentos y de combustibles, saboteando la producción petrolera, provocando la hiperinflación y la devaluación del bolívar (hiper-inflación), estimulando el antagonismo y la violencia entre clases medias y pobres, desde antes de la desaparición de Hugo Chávez; violencia militar que hoy se ve en las calles, realizada por jóvenes reclutados por la CIA, y reforzada con paramilitares procedentes de Colombia, cuyo objetivo es la intervención norteamericana a través de terceros países; situación que empeora con la vertiginosa disminución de los precios del petróleo promovida por EE.UU. desde 2014, que obliga a restarle recursos a lo social. No se pudo consolidar un fuerte movimiento popular de respaldo a la Revolución Bolivariana, cediendo poder a los consejos comunales y otras organizaciones populares autogestionarias, que venciera a la derecha fascista en la movilización política y en la construcción del proyecto bolivariano, pues las alianzas logradas por Chávez se agrietan al interior del bloque que dirige y apoya al actual gobierno, junto a la corrupción de algunos funcionarios del Estado, por no haber emprendido las reformas estructurales en la sociedad y el Estado para la realización de su socialismo del siglo XXI.
Como el reformismo y las revoluciones centroamericanas del siglo pasado, los procesos revolucionarios (progresistas) que asumieron el manejo del Estado en Suramérica no han sido liderados por las izquierdas tradicionales de inspiración marxista, ni por vanguardias, o por sujetos formulados por la ortodoxia “marxista”, aunque en estos casos han participado dichas organizaciones, incluso al hacerlo han cambiado o matizado algunos de sus principios, abriendo espacios a nuevas y ancestrales formas de ver y de actuar en las realidades propias de esos pueblos. La participación de sectores de base de la iglesia católica como en Paraguay, comunidades agrarias y ciudadanas unidas en un Frente Amplio en Uruguay, militares deliberantes demócratas en Venezuela y Ecuador; en Bolivia y Ecuador el sujeto integró pueblos indígenas, campesinos y pobladores; pero no fueron las elecciones las que les dieron los triunfos, es la unidad y la movilización combativa de los pueblos la que garantiza llegar al gobierno y el mantenimiento de sus proyectos, con todas la diferencias, contradicciones y falencias que implica estrenar un poco de democracia.
Aunque ninguno de los dirigentes progresistas asumió el marxismo como la ideología, o el socialismo como la base de sus proyectos políticos y económicos, desde los noventa había surgido la noción del “socialismo del siglo XXI”, que podría incluirlos (Venezuela, Ecuador y Bolivia) como parte o expresión de este. Sin embargo, no hubo la sustentación suficiente, aparte de la versión de Heinz Dieterich y la difusión que hiciera Hugo Chávez en el V Foro Social Mundial en 2005, donde afirmó seguir la senda del socialismo:
“Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo y contribuir a la senda del socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en la igualdad. Además, este socialismo no está predefinido. Más bien, debemos transformar el modo de capital y avanzar hacia un nuevo socialismo que se debe construir cada día”[11].
Tampoco se hizo alusión a Mariátegui de su propuesta de socialismo indoamericano como construcción creativa propia con raíces ancestrales, o la de Allende; la propuesta de Dieterich tiene más similitud con la experiencia socialdemócrata europea, particularmente con el caso de Noruega, país que adoptó un fuerte estado de bienestar. Este modelo de capitalismo de estado con amplia distribución del ingreso y control fiscal de la riqueza, con desarrollo endógeno capitalista, no pudo ser establecido por ninguno de los gobiernos progresistas que se decían del Socialismo del Siglo XXI; tampoco conformaron un sólido bloque político y económico integrador, aunque lograron generar proyectos e instituciones que podrían haber ayudado al cumplimiento de esta misión
La Comunidad de Estados Latinoamericanas y del Caribe CELAC,(promovida por Venezuela y Cuba, excluyendo a Canadá y EE.UU.) que buscaba desplazar a la OEA; la iniciativa CELAC, junto a la UNASUR que pretendía integrar económica y culturalmente a Suramérica, la ALBA, iniciativa económica que buscaba un mercado y una moneda comunes para la región, la adopción del Mercosur y el Consejo Suramericano de Defensa, despertaron expectativas en sectores democráticos del continente como la vía hacia la independencia y la integración, avivó la esperanza de los pueblos en un mundo mejor sin renunciar al capitalismo; iniciativas lideradas por los gobiernos progresistas (Venezuela, Bolivia, Ecuador) y Cuba, que también promovieron el Banco del Sur y el Sucre como moneda regional, no lograron incidir en el resto de países de la región para consolidar estos proyectos, ni siquiera entre ellos como bloque político y comercial. Los progresistas menos radicales Argentina y Uruguay, intentaron fortalecer esos procesos pero tampoco lo lograron con el mercosur, por sus debilidades internas; Brasil, la supuesta potencia suramericana con gobierno “Progresista” no estaba interesado en propuestas en las que no pudiera ejercer su hegemonía. Realmente el extractivismo fue el modelo común en América Latina que se proyecta como posneoliberal asumido por los progresistas.
Las posiciones de los progresistas se parecen a los diálogos de paz en Colombia: no está en discusión el modelo extractivista ni el neocolonialismo ni el capitalismo, solo se pueden mejorar algunas políticas asistencialistas en base a las rentas del extractivismo, que se reducen con la baja demanda en el mercado de materias primas (por la recesión y el desacelere en el crecimiento de China, la privatización de servicios, la revaluación de dólar y la baja en el precio del petróleo); como se dijo en elEncuentro Latinoamericano Progresista (ELAP 2015) realizado en Quito, en el que participaron los intelectuales Álvaro García Linera (vicepresidente de Bolivia) y Atilio Boron (politólogo sociólogo argentino)“Boron dijo que es una «irresponsabilidad gigantesca»exigirle a los gobiernos progresistas que no toquen los recursos naturales. Se preguntó de qué otra manera se puede alimentar a la población de países con gran crecimiento demográfico, como Ecuador y Bolivia.”[12]Lo que deja como única opción para la subsistencia de esos países al extractivismo y al capitalismo como paradigmas de desarrollo y de sociedad equitativa.
Lo otro es la construcción del verdadero poder popular, donde es necesario romper esquemas en el hacer y el pensar (descolonizar el pensamiento) y destruir las formas, las dinámicas del colonialismo y la dominación, reconociendo autonomía a los sectores populares, trascender la frontera del capitalismo, o como lo analizaba Marx, pasar de la simple negación, a la negación de la negación, disyuntiva que aún no se ha definido en estos procesos, o sea, destruir la estructura del capital.Las comunidades y pueblos originarios, campesinos-as trabajadores–as y pobladores de las periferias de las grandes ciudades al margen de los estados (en América Latina y el Caribe) definen elementos identitarios de nuevos Sujetos, que combinan diferentes espacios de resistencia, movilización, construcción de modelos económicos y culturales propios, que a la vez crean un espectro diverso de la presencia política de los pueblos de AbyaYala.
Dichos procesos progresistas no lograron cambios en las estructuras de sus sociedades, aunque contaron con el apoyo de la mayoría de sus pueblos y la simpatía de los del continente.Han mejorado la distribución del ingreso en sectores populares, han dinamizado la economía ampliando la explotación de recursos biológicos, mineros y energéticos con formas similares al capitalismo de estado (Venezuela, Ecuador, Bolivia), abriendo las puertas a la inversión extranjera extractivista, a los monocultivos transgénicos como en Argentina, Bolivia, Uruguay, y Brasil, donde la destrucción de la selva amazónica se intensifica, con los monopolios de la tierra y el monocultivo de caña y soja, posibilitando la intervención de otras potencias. En resumen, miramos aspectos de la experiencia progresista en los casos de mayor radicalidad, pues existe abundante literatura e información en red sobre este tema, expresado por notables intelectuales y analistas en política, economía y movilización social, con diferentes posiciones y matices, a los cuales es necesario consultar. De esta manera la experiencia progresista parece llegar al fin de su ciclo, que el imperialismo necesitaba para frenar la rebelión, para reencaucharse y continuar su dominación después de sus derrotas en Oriente medio y Asia central, al tener prácticamente perdida su guerra comercial con China, tras su retirada de organismos como la UNESCO, la Organización Internacional de Derechos Humanos, y de los tratados sobre medioambiente.
Aún no se genera la suficiente confianza para romper los vínculos con las políticas y organismos multilaterales financieros y comerciales del capitalismo, con el modelo Neoliberal. Sin embargo tenemos que reconocer los avances en educación, salud y vivienda popular alcanzados por estos gobiernos, (programas asistenciales orientados hacia la extrema pobreza y a ampliar la capacidad de consumo de una supuesta clase media) que hacen una mejor distribución de la renta de energéticos y mineros; la construcción de infraestructura y logística en la producción y en servicios sociales, políticas y proyectos que igualmente ejecutan a su manera gobiernos abiertamente neoliberales como el colombiano. La creación de instituciones como Telesur, Petrocaribe, las Misiones venezolanas, los avances[13] en telecomunicaciones en Bolivia y Venezuela, el ALBA en sur y Centroamérica y el Caribe, el Banco del Sur el intento de reestructuración de Mercosur, la CELAC; el papel que desempeñaron en una apertura democrática liberal en la región, no son suficientes para hablar de socialismo o de transición hacia el Buen Vivir que las comunidades aborígenes, raizales y populares ansían. Son logros de corte liberal que se empiezan a perder con los ataques a esos procesos con golpes lentos dentro de la institucionalidad burguesa, la reducción del comercio de materias primas, la caída de los precios del petróleo el restablecimiento y posible rompimiento de relaciones entre EE.UU. y Cuba y la resurrección de la OEA, además de la corrupción como estrategia de dominación que se ha generalizado en todo el continente, con varios expresidentes presos y otros en procesos.
Los cambios reales estructurales, son responsabilidad de los pueblos y sus organizaciones políticas y sociales mediante la lucha directa y las resistencias, construyendo simultáneamente fuera de la institucionalidad burguesa, alternativas políticas, económicas, culturales y de defensa de sus territorios y proyectos, bases para una sociedad más equitativa y democrática.No basta con ganar la administración del Estado para fortalecerlo y dejar el poder de decidir en manos de quienes no representan ni defienden los intereses populares; las reivindicaciones alcanzadas por estos gobiernos -transitorios en la democracia-casino burguesa- en su mayoría, se desconocerán por los gobiernos oligárquicos que se seguirán imponiendo después delos progresistas, como se está realizando en Argentina, Ecuador y Brasil, pero que también es posible en Bolivia, después de haber sido negada la reelección en la consulta, sin contar con planes alternos generados desde abajo, y en Venezuela con el golpe lento y el aislamiento que patrocina USA.
Los golpes de Estado auspiciados por los Estados Unidos que han soportado los gobiernos progresistas de Venezuela, Honduras y Paraguay, el conato de golpe y el actual retroceso en Ecuador,el intento de división territorial en Bolivia y el golpe lento mediático-jurídico en Brasil,como la retaliación ultraderechista de Macri contra el Kichtnerismo en Argentina, son muestra de que el imperio norteamericano no ha perdido su poder de dominación en la región, pero también de que la lucha por la democracia no solo es vigente, sino necesaria, y urgente rescatarla de la institucionalidad capitalista; no olvidemos que ella se da en el contexto de la lucha de clases y de la hegemonía imperialista a nivel mundial (aunque se hable de multipolaridad), que las oligarquías no se someten por las buenas a las decisiones autónomas de los pueblos, pues siempre estarán conspirando, tramando genocidios y magnicidios como forma de mantener su poder, que el capitalismo no se va a suicidar ni a caer por sí solo, sino por la lucha directa y unificada de los pueblos.
Pero no puede ser el fin para los movimientos populares transformadores la democracia burguesa, para administrar el aparato de poder capitalista que lleva implícitas la desigualdad social, la violencia y la corrupción como esenciales en los procesos de acumulación por expoliación y exterminio
Los procesos progresistas en el sur del continente se han desarrollado como luchas por el control del gobierno, con liderazgos personales (caudillismo, igual que lo hacen las oligarquías) que se apoyan en el diseño y aprobación popular de nuevas constituciones y en el discurso independentista con el paradigma de la democracia burguesa. Sin embargo, estas nuevas Constituciones han sido escritas sobre el papel sin lesionar en su aplicación las estructuras económicas y sociales de las clases dominantesen sus sociedades (no se tocan la propiedad privada, la distribución y uso de la tierra, la inversión extranjera en minería y energéticos, las políticas comerciales y financieras, no se respeta ni reconoce en la práctica la autonomía a las comunidades indígenas y populares)abriendo espacios para la permanencia del capital transnacional y para la dependencia de organismos financieros internacionales imperialistas, mientras la corrupción permea las estructuras del progresismo.
Los gobiernos y movimientos progresistas no han realizado una revisión autocritica ni permitido la de los sectores de la izquierda simpatizante y militante de estos procesos para revaluar o corregir las desviaciones y vicios de quienes dirigen y administran esos Estados, es mas, señalan a quienes los critican como de derecha, proimperialistas, como enemigos del pueblo, impidiendo el debate sobre alternativas a las crisis a los planes extractivistas rentistas y sobre la profundización de los cambios políticos y económicos que permitan avanzar hacia el socialismo o hacia el bien vivir. Igualmente es importante resaltar los esfuerzos que desde la perspectiva nacionalista liberal e integracionista en la región que estos gobiernos trataron de realizar;es rescatable la cooperación económica y la solidaridad –como lo hace Venezuela en Centroamérica y el Caribe con Petrocaribe- y la unidad política en algunos momentos frente a las pretensiones anexionistas del imperio en Latinoamérica y el Caribe (como en el secuestro de Hugo Chávez, los ataques contra Rafael Correa en Ecuador y el intento de división del país por la derecha boliviana).
Aún no se vislumbra en la región un bloque antiimperialista que intente frenar la arremetida neoliberal y la injerencia del capital financiero en las economías de nuestros países, siendo muy remota la posibilidad de una posición realmente anticapitalista de algún gobierno en la región. En los países de gobiernos progresistas se siguen manteniendo reservas internacionales en las metrópolis imperialistas, el mercado de divisas y bonos de deuda pública en las bolsas internacionales, cuando se debería invertir el dinero de la deuda y las rentas en reformas estructurales que garanticen lajusticia social, y repatriar las reservas a través de instrumentos como el Banco del sur y el ALBA; incluso algunos dirigentes y altos funcionarios corruptos de esos Estados mantienen capitales privados en bancos y paraísos fiscales,invierten en inmuebles y hacen negocios y turismo en las metrópolis imperialistas, mientras en sus países manejan el discurso progresista y antiimperialista, evidenciando su mentalidad colonial occidental. Estos gobiernos continúan aceptando la autoridad de organismos rectores internacionales en la calificación y orientación de las políticas económicas y sociales; prevalece el interés por los indicativos de crecimiento y desarrollo occidental, mientras la tierra permanece en poder de viejos y nuevos terratenientes nacionales y extranjeros; la soberanía alimentaria y el conocimiento que de la naturaleza han acumulado nuestros pueblos aún están en manos de las farmacéuticas, en los laboratorios de genética y biotecnología, de transnacionales y de la OMC; quien te maneja la alimentación te maneja la vida; igual sucede con las telecomunicaciones y la información (los medios como instrumentos de poder en manos de las oligarquías), manipuladas, monopolizadas por grandes pulpos de la comunicación y el entretenimiento, además de estar controladas por el Pentágono y la NSA norteamericanos.
Por otra parte, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, cambia la percepción que han tenido los gobiernos serviles del imperio,pues después de las visitas de Holande, el Papa y Obama, vendrá una larga fila de presidentes, funcionarios de organismos “Multilaterales” y de corporaciones transnacionales, buscando cada uno la mejor parte del pastely la total inclusión de la isla en la órbita capitalista; proceso que fortalece a la OEA, y reduce el protagonismo de la CELAC, sin embargo pudiera ser una oportunidad para ampliar la ALBA y la UNASUR. Pero lo más posible es el retroceso en el panorama político de la región mediante golpes lentos o mediático-institucionales, sin descartar la intervención militar norteamericana en Venezuela. Solo le queda al heroico pueblo cubano movilizarse para recuperar su autonomía y su dignidad, exigiendo por lo menos el desalojo de Guantanamo por las fuerzas estadounidenses, el resarcimiento económico, político y moral por todos los daños causados, en más de 50 años de bloqueo, atentados y estigmatismo, dirigidos por EUA y ejecutados por los siervos del imperialismo, pero sobre todo, establecer su soberanía y autodeterminación popular, que le permita construir su propio Bien Vivir o su socialismo, pues ahora la política de Trump busca anular los acuerdos alcanzados con Obama. Igualmente le corresponde al pueblo venezolano recuperar su dignidad y autonomía para realizar los cambios políticos y estructurales necesarios para continuar y radicalizar su revolución bolivariana; seguramente tendrá que enfrentar la acometida militar imperialista, al mismo tiempo que depure los movimientos políticos populares y aniquile a la corrupción cediendo autonomía a las comunidades y sectores populares organizados.
Corresponde a revolucionarios, demócratas y humanistas, a los movimientos sociales populares transformadores en cada país,obligar a los gobiernos progresistas a realizar los cambios estructurales, a ejecutar políticas integracionistas a nivel social, cultural y económico entre los pueblos de la región, debilitar y destruir las estructuras del capitalismo, el neocolonialismo y someter a la oligarquía, reconociendo la autonomía y la diversidad cultural de sus pueblos; o sea, no quedarse en la primera negación, en la derrota temporal de la oligarquía, sino, pasar a la construcción de la nueva sociedad.
Los cambios políticos realizados por progresistas, reformistas y revolucionarios de la izquierda en latinoamericana y caribeña en los últimos 70 años, no incluyeron la entrega total del poder político a sus pueblos, pues se limitaron al manejo del Estado por caudillos, partidos y frentes convertidos en partidos únicos, quienes mesiánicamente pretendieron hacer las transformaciones estructurales que según ellos, sus pueblos necesitaban. Se asumía que las organizaciones comunitarias y de los sectores populares eran simples correas de transmisión de la política y la ideología generadas por el motor del partido o del grupo que administraba el Estado; ninguno de esos organismos y personas gobernantes ha intentado iniciar el desmonte del Estado, por el contrario, lo han adecuado y fortalecido.
La democracia popular, el socialismo o el bien vivir son procesos que desarrollan los pueblos, no solos los gobiernos centralizados ni los partidos, sean de izquierda, progresistas o neoliberales encubiertos, aunque se utilice un discurso socialista, ciudadano, ecologista o indigenista, así hagan una mejor distribución de los ingresos en algunos sectores sociales. Estos gobiernos progresistas son parte del ejercicio político de la izquierda latinoamericana, como lo son los representantes de la izquierda participantes de la institucionalidad colombiana, con la diferencia de que la izquierda colombiana no ha podido construir un movimiento de unidad popular con la hegemonía suficiente para imponer a la oligarquía otro modelo más humanista de país y de gobierno, o para tumbar gobiernos corruptos y genocidas como los que nos han subyugado en los últimos 60 años. Tampoco podemos apoyar o ser cómplices con la agresión, el complot, el bloqueo imperialistas, que las oligarquías de estos países promueven, no solo contra los gobiernos progresistas,sino, contra los pueblos del mundo (como ocurre en Grecia, Siria, Yemen, Venezuela y Brasil).
La crítica no debe impedirnos la solidaridad y el apoyo que requieren los pueblos amenazados por el imperialismo, ellos tienen el derecho a escoger sus formas de autogobernarse y harán los cambios necesarios con autonomía cuando sus condiciones subjetivas-organizativas lo permitan, por eso debemos rechazar cualquier bloqueo económico y/o intento de intervención militar extranjera y de golpes de Estado sean mediático-judiciales o militares contra gobiernos democráticos en cualquiera de nuestros países latinoamericanos y caribeños y del mundo, incluido el caso de Nicaragua, donde el excomandante sandinista Daniel Ortega arremete contra su pueblopara defender su mal gobierno. La mejor solidaridad, la mejor crítica fraternal a los pueblos traicionados por sus dirigentes y agredidos por el capital y en lucha por su dignidad, es acompañarlos en su unidad y en la de nuestro pueblo, comprometernos en nuestra emancipación, en la construcción de nuestro bien vivir, única forma de combatir efectivamente al capitalismo.
En este sentido, la dividida y sectaria izquierda colombiana (tanto insurgente como institucionalizada) no tiene autoridad política ni ética para exigir a sus hermanos progresistas latinoamericanos que hagan lo que en su conjunto no ha sido capaz de hacer como revolucionaria ni como reformista, pues no ha obtenido la administración del Estado oligárquico y menos, reconocido la autonomía de los sectores populares. Pues si obtuviéramos un triunfo revolucionario en nuestro país, necesaria y éticamente tendríamos que estrechar lasos de solidaridad e integración con los pueblos hermanos latinoamericanos, y de cooperación –sin abandonar la crítica fraternal- con los gobiernos democráticos y progresistas del continente que hayan logrado derrotar a sus oligarquías y romper la dependencia del capital norteamericano y europeo; mostrando con nuestra práctica política y social, lo correcto de nuestros planteamientos, en una nueva forma de integración de los pueblos, diferente a la de los Estados y gobiernos, obviando las fronteras y las Constituciones burguesas. Las izquierdas institucionalizadas latinoamericanas en la práctica son liberales y neoliberales, se niegan a sacar el pensamiento colonizado de sus mentes, en el poder actúan con la misma lógica de las derechas, ya no tienen nada de revolucionarias, ni siquiera el discurso, porque las dinámicas de los pueblos están cambiando, con nuevos lenguajes, nuevas interpretaciones y otras formas de crear sus propias realidades.
Las luchas por democracia y soberanía popular tienen que trascender las experiencias del extinto socialismo real y de los actuales progresistas latinoamericanos, necesitan descolonizar los modos de pensar, hacer y sentir de los sectores sociales comprometidos con los cambios revolucionarios, requieren de una ética humanista de respeto por la dignidad y la vida de todos los seres humanos, y de la madre tierra, deben tener un alto contenido antisistémico, ecologista, antipatriarcal y antiautoritario, romper totalmente las cadenas que nos sujetan a las potencias dominantes, a los organismos e instituciones de poder del capitalismo mundial, única manera de poder construir nuestro buen vivir o el socialismo nuestroamericano.
Gonzalo Salazar, octubre 12 de 2018
[1]Tomado de https://es.wikipedia.org 0 de junio de 2016
[2]Tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Velasco_Alvarado junio 21 de 2016
[3]FjerneNaboer / Bolivia – Movimientos sociales en Bolivia – Juan Carlos Chamorro –documento PDF http://www.fjernenoboer.dk
[4]//es.wikipedia.org/wiki/Gobierno_de_Salvador_Allende
[5]http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-799.html.
[6]No se incluye a Nicaragua y El Salvador por ser procesos diferentes, revoluciones populares armadas que desplazaron a la oligarquía temporalmente del manejo del estado. Inicialmente intentaron construir un modelo económico, social y político diferente. Tampoco Cuba, pues allí sí hubo una revolución antiimperialista y se estableció un modelo particular de socialismo.
[7]Tomado de https://es, Wikipedia.org/wiki/Movimiento_al_Socialismo_(Bolivia) 0ctubre 2 de 2015
[8]Machado D. – Zibechi R. Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo- Ediciones desde abajo. Bogotá D.C. marzo de 2016
[9]PROGRAMA DE GOBIERNO 2013 – 2017 GOBERNAR PARA PROFUNDIZAR EL CAMBIO – 35 propuestas para el Socialismo del Buen Vivir
[10]Durante la colonia el imperio portugués trasladó con todo su aparato administrativo, temporalmente su sede a Brasil, ante la presión política de Francia, no fue la constitución de un nuevo imperio en el continente americano por americanos; aunque la oligarquía criolla brasileña trató de mantenerse como imperio después de la independencia.
[11] Tomado del articulo de Servando Marin Lista LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI en: www.aporrea.org/ideologia/ el 12-06-2014
[12] Tomado de el artículo de Silvia Arana Respuesta a los profetas del «fin de ciclo» latinoamericano en www.opendemocracy.net19 Octubre 2015
Los aciertos de los gobiernos progresistas publicado en www.rebelion.org el 1 de octubre de 2015 Los aciertos de los gobiernos progresistas
[13] Tomado de Movimiento Al Socialismo (Bolivia) en: https://es.wikipedia.org