Por: Ricardo Robledo
Para muchos, no deja de producir las más negativas sensaciones el que una persona con múltiples procesos, sea quien aparezca en las encuestas como la preferencia en política, a pesar de la claridad de lo oscuro del asesinato de testigos en su contra. Impotencia, dolor, rabia, desesperanza, son los sentimientos que acompañan a tamaña impunidad y despropósito.
Además de que la población está a merced de los combos extorsivos y del microtráfico, en la sociedad prima la corrupción en el manejo de lo público con políticos expertos en el fraude, el engaño y en maquinaciones para perpetuarse en el gran negocio de las decisiones del rumbo del país. No es de extrañar el que una persona que es capaz de mandar matar a testigos, sea también capaz de robarse unas elecciones, pretendida expresión de la decisión popular, como rezan las llamadas constituciones republicanas. Otro delito que se suma al prontuario atroz.
Tal parece que no pudiera ser otro el destino de la nación que vivir sometida al bajo mundo de lo ilegal y al estilo de vida del hampa que quiere hacerse aún más oficial. Pero a pesar de la manipulación, de publicidad engañosa y de las encuestas amañadas y con precio, el pueblo colombiano encontrará esperanza más allá de las tenebrosas tinieblas que hoy ocultan un futuro luminoso.
Colombia no seguirá postrada ante el crimen y la mentira, así se vistan con el ropaje de las preferencias democráticas. Se tiene la opción de construir un país en armonía. Hay propuestas que no hablan de seguir matando más seres humanos. Esas son las que habrán de imponerse en la búsqueda de una sociedad basada en un estado de derecho en que prime la razón y no el delito. Para que en el concierto de naciones pasemos de ser uno de los países más violentos y desiguales a ser ejemplo de civilización en el mundo, tal como quería el Libertador en su ideario.
El 27 de mayo del 2018, Colombia elige entre la vida y la muerte; la civilización y la barbarie; la paz y la guerra; el amor y el odio; la democracia y la manipulación; la argumentación clara y el insulto; la fraternidad y la agresión; la legalidad y el delito; la naturaleza y la destrucción; la defensa del ambiente y la contaminación; el agro y la desaparición de los ríos; el pequeño campesino y el terrateniente; la educación gratuita y la ignorancia; la salud y la enfermedad como negocio; el obrero y el magnate; la soberanía y el colonialismo; el interés de lo público y el interés privado; la mayoría marginada y la minoría elitista; el derecho y el desprecio; Colombia Humana y la opresión de derecha.
En esa misma fecha, la oligarquía se juega su estilo de democracia; o deja que ésta funcione libremente o hace el fraude perdiendo la mínima legitimidad que tiene y dejando al pueblo colombiano con los ojos abiertos, consciente y con mayor autoridad para desconocer un gobierno claramente impuesto en la ilegalidad, como lo ha sido tradicionalmente. Muchas veces el que cree ganar, pierde; porque se basó en la fuerza y el engaño y luego la fuerza de la razón y de la historia reclamarán lo debido. O se impone el delito y los amos de lo oscuro en un estado fallido. Ese día se dirá qué es lo que valen los conceptos de ciudadano, democracia y nación y se hará más evidente el avance social hacia la modernidad y a una sociedad más humana.
La oligarquía colombiana podrá cantar elegantemente como decía el poeta: “Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida” o entender inteligentemente con la pedagogía de Paulo Freire que “al liberarse, el oprimido libera al opresor”.
Mayo 21 de 2018


