Por: Gonzalo Salazar
El respeto a lo vivo y a lo no vivo, a lo conocido y a lo «desconocido» hace parte de nuestra ley: nuestra misión en el mundo es narrarla, cantarla y cumplirla para sostener el equilibrio del universo. Nuestra ley U’wchita es uno de los postes que sostienen al mundo. Nuestra ley es tan antigua como la misma tierra, nuestra cultura se ha organizado siguiendo el modelo de la creación, por eso nuestra ley es no tomar más de lo que se necesita y es también la misma en todas partes porque es la ley de la tierra y la tierra es una sola. ¡Nuestra ley no la vamos a morir!…
Carta de los U´wa a la Humanidad
Los capitalistas aún creen que los recursos naturales son inagotables, que todos los componentes –biológicos, energéticos y minerales- de la tierra son autorrenovables, que el planeta y la humanidad aguantan todo tipo de abusos, que todo se puede desechar, -incluidas más de mil millones de personas que para ellos dejaron de producir y consumir- que las guerras de despojo y retaliación son naturalmente operaciones de limpieza y recolección de la cosecha producida por los pueblos, para que permanezca y crezca su sistema económico; pues no les basta con destruir nuestro planeta, sino, que pretenden colonizar otros mundos, utilizando inmensas cantidades de recursos naturales y de esfuerzos humanos en una carrera espacial dirigida a esta empresa, -empezando por Marte- siendo la preocupación de las grandes potencias, pues el futuro para ellas está en dominar y explotar el espacio exterior, no en solucionar los grandes problemas que vive la humanidad y el planeta. Ya tienen parcelada la luna y lo están haciendo con marte, repartiéndose entre las grandes corporaciones la propiedad, tienen el diseño de ciudades y de máquinas para extraer minerales allá, hasta están vendiendo viajes turísticosinterestelares. Mientras tanto aquí, en la tierra,imaginan megaciudades de más de 40 millones de habitantes con edificios de miles de Pisos, autos voladores, criogenia para los multimillonarios, automatizando todas las actividades productivas y de servicios con inteligencia artificial, sin problemas sociales, locuras que el resto del mundo debe creer y defender; mientras la humanidad y el planeta viven la peor catástrofe de los últimos 10.000 años, provocada por el capitalismo en menos de 200 años.
Es muy importante y hermoso el conocimiento, la observación del universo y el cosmos, pues nos puede ayudar a comprender muchos fenómenos naturales de nuestro planeta, pero el imperialismo norteamericano-europeo y las “nuevas” potencias orientales utilizan esta actividad científica aeroespacial –uso instrumental de la astronomía para demostrar supremacía tecnológica y hegemonía militar en sus regiones y en el mundo-, utilizando gigantescas cantidades de minerales y materias primas, destruyendo el medio ambiente en todos los rincones del planeta en esta competencia, que va a la par con la armamentista de sus Complejos Industrial-Militares; de esta manera el capitalismo busca desviar la atención de la humanidad hacia sus grandes problemas sociales y ambientales generados por esta civilización.
A principios de los 70 del siglo pasado algunas empresas multinacionales europeas y norteamericanas integrantes del Club de Roma, la mayoria automotrices, encargaron a un grupo de científicos de seis países, un estudio sobre el impacto del desarrollo tecnológico e industrial en el medio ambiente –crecimiento económico- y el crecimiento demográfico hacia el futuro. Este estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts MIT en colaboración con otros de Europa y científicos de varias regiones del mundo, condensado en un informe llamado “Los Limites del Crecimiento”, determinaron que de continuar las lógicas de producción y consumo y crecimiento demográfico, los recursos minerales y energéticos entrarían en un proceso acelerado de agotamiento, lo mismo pasaría con la producción agroalimentaria, mientras la contaminación ambiental la desaparición de miles de especies, haría muy difícil la vida para los humanos en la tierra. La conclusión del informe de 1972 fue: “Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años”[1].
Sin embargo los capitalistas con su ideología de crecimiento infinito hicieron caso omiso de estas recomendaciones hechas por sus propios científicos, (investigación en que también se interesaron científicos del entonces campo socialista de Europa oriental) impulsando desde los 80 del siglo pasado el neocolonialismo a través del modelo neoliberal globalizado, esta vez para arrasar con la dignidad y el poco bienestar que aún mantienen los pueblos de la periferia, multiplicando la explotación de los trabajadores y de minerales de los países de la periferia para la moderna industria de la microelectrónica y las telecomunicaciones y producción de combustibles de origen fósil y biológico –agrocombustibles- y por ende, la contaminación del aire, la tierra y los mares.
Convirtieron a los países del sur en megaminas a cielo abierto para extraer todo tipo de minerales y combustibles para mantener la megamáquina capitalista; mediante los monocultivos multiplicaron exponencialmente la producción de alimentos en los países del sur para abastecer y derrochar en sus mesas en el norte, y para convertirlos en agrocombustibles, condenando a la mitad de la humanidad a morir de hambre. Con su política expoliadora y violenta despoblaron los campos para hacinar de miseria las ciudades. Con las tecnociencias, la biotecnología, la microbiología, la bioquímica, la ingeniería genética y la inteligencia artificial, multiplican a la enésima la capacidad de producir y procesar alimentos que no nutren, de sintetizar medicamentos que no sanan, junto a la inmensa cantidad de equipos tecnológicos de comunicaciones –TICS- que nos acercan en la distancia pero que nos aíslan de nuestro entorno y del contacto humano, e infinidad de mercancías para utilizar, consumir y desechar masiva y tan rápidamente como se multiplican y movilizan los capitales; sin tener una disposición adecuada de residuos en la recuperación, reciclaje y la eliminación de efectos nocivos y letales los desechos radioactivos, los cianuros o el mercurio, además de plásticos, agrotóxicos y de elementos químicos componentes de las últimas y masificadas tecnologías (con miles de millones de toneladas que en forma de basura y lixiviados llegan a los ríos y mares).
El desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo condujo a la humanidad a la peor catástrofe de los últimos 2.000 años, pasando de fuerzas productivas de desarrollo y progreso económico, a fuerzas destructivas regresivas que degradan más cada hora, física, mental y socialmente a la humanidad. El uso intensivo de tecnologías -todos los equipos receptores y emisores de ondas electromagnéticas, adheridos al cuerpo y de operación cercana al cerebro como los teléfonos móviles- comienza a generar patologías que en el futuro se pueden convertir en nuevas enfermedades físicas y mentales crónicas. Se sigue eliminando miles de especies y enfermando a la humanidad con el uso de agrotóxicos, OGM y compuestos químicos y bioquímicos utilizados en la producción y transformación industrial de los alimentos, con los residuos químicos, radioactivos e industriales, a nombre del progreso.
El uso masivo y permanente de medicamentos industriales ha generado dependencia (especialmente los analgésicos, narcóticos y antidepresivos), nuevas enfermedades y patologías que se suman a las crónicas, a las cuales aún no se les encuentra antídotos, multiplicando el consumo de medicamentos cronificadores que le tratan un problema pero le dañan otros órganos, elevando los niveles de intoxicación de los organismos humanos; a animales de consumo humano también se les mantiene drogados (se les suministra antibióticos y hormonas y no se les deja dormir) se les sobrealimenta alterando sus metabolismos para que crezcan rápido y produzcan más carne o huevos, se les mantienen hacinados, además de que se les maltrata permanentemente física, química y genéticamente, siendo esta problemática tan grave para los seres vivos como la contaminación ambiental o los daños a los ecosistemas originados por la producción industrial, el uso de combustibles fósiles, el extractivismo minero-energético y el exagerado consumo de mercancías innecesarias de una sociedad física, moral y mentalmente enferma.
Las transnacionales de la producción e investigación alimentaria que utilizan la biotecnología, la microbiología, la bioquímica, la ingeniería genética la nanotecnología en la “creación” de nuevas especies “más productivas”, están obligando a los Estados a aplicar leyes que prohíben la utilización de semillas y productos naturales aborígenes en la agricultura y en la fabricación de alimentos industriales, imponiendo el consumo de semillas y productos transgénicos producidos por grandes corporaciones como Monsanto, Bayer, Singenta; no solo lo hacen con el maíz y la soja, sino, con todo lo agroalimentario, tanto, que ha reducido la diversidad biológica alimentaria del planeta. Han llegado a plantear que ya no son necesarias las abejas ni las mariposas para la polinización, que estas se pueden reemplazar por abejas electrónicas “inteligentes”, construidas con nanotecnología e inteligencia artificial, producidas y controladas por dichas empresas; ignorando las consecuencias biológicas no solo en la producción alimentaria sino en la diversidad y el equilibrio biológico de todo el planeta, sin reconocer en su modo de producción las verdaderas causas de la extinción de miles de especies, acelerada en los últimos 70 años. Las corporaciones transnacionales de la alimentación y la farmacéutica han construido un gigantesco banco genético con millones de semillas de todo el mundo, (liderados por Noruega y USA) supuestamente para conservar la diversidad agroalimentaria del planeta ante una posible catástrofe natural o nuclear, mientras los Estados que integran y aportan a este proyecto promueven y permiten la destrucción de la biodiversidad y de los ecosistemas, la eliminación de las especies naturales nativas en los países agrarios con el extractivismo minero-energético, el monocultivo transgénico industrializado y los agrotoxicos. Es un proyecto de manipulación genética y alimentaria en contra de la humanidad.
La naturaleza, por lo menos a nivel biológico, no necesita reproducirse ni perfeccionarse artificialmente, ella tiene su propia lógica-dialéctica de reproducción, evolución y equilibrio; el mejoramiento de especies culturales realizada por los humanos en la historia ha sido básicamente por la selección, el intercambio y la conservación de semillas y animales en entornos amigables con el resto de la naturaleza. Para acabar con el hambre no se necesita manipular genéticamente la vida ni producir más alimentos, lo que se requiere es democratizar las sociedades, (autonomía de las comunidades agrarias) distribuir equitativamente las riquezas, diversificar la producción agroalimentaria y acabar con la propiedad privada de la tierra.
La ciencia dirigida por el capital pretende crear una “naturaleza” paralela artificial, como quiere imponer una realidad virtual diseñada por los medios de comunicación -como la verdadera realidad- simulando formas de vida estériles –biotecnosfera- que se convierten en monstruos destructores de la humanidad y de la vida natural. El control que pretenden los propietarios de las ciencias de la vida está orientado a eliminar la autonomía y la soberanía alimentaria de los pueblos, a acabar con los pequeños productores, con las formas de producción y propiedad colectiva, a apropiarse totalmente del conocimiento y de las especies naturales que aún existen en nuestros países y a administrar nuestras vidas, porque hasta los genes humanos están siendo clasificados y cuantificados económicamente por las transnacionales de la ingeniería genética y la biotecnología para supuestamente mejorar la especie y producir “superhombres”, para cobrarnos al resto de la humanidad por poseer los genes que ellos clasifican. Quien te administra la comida te maneja la vida.
Es necesario evaluar las funciones y los objetivos de la ciencia y la tecnología en el capitalismo, y las consecuencias de su aplicación en el desarrollo actual de esas fuerzas productivas, definir en cada país por cada pueblo, qué tipo de ciencia, qué industrias, qué tecnologías desarrollar y conservar, que áreas de las ciencias estimular, y cambiar la orientación de la investigación y la creatividad hacia objetivos humanistas, humanitarios de respeto y solidaridad, hacia la creación de nuevas relaciones sociales de producción, de convivencia, de amor a la naturaleza. Hasta ahora las áreas de la ciencia a desarrollar han sido determinadas y administradas por los dueños del capital financiero de las multinacionales y Transnacionales para la producción de mercancías y la acumulación de capitales, objetivo real del crecimiento económico, hacia la multiplicación permanente y ascendente del consumo como concepto de progreso para el resto de la sociedad. Esta lógica ha llevado al agotamiento físico de los recursos mineros y energéticos y a la reducción acelerada de las especies animales y vegetales y de la fertilidad del planeta; incluyendo la toxificación de los bienes que propician la vida como la tierra, el aire y el agua.
El neoliberalismo con su cultura totalizante del mercado conduce a los individuos a la manía de los extremos: el desarrollo significa megaobras, el “progreso” está en utilizar lo súper, lo ultra de la tecnología, producir y consumir masivamente, las súper-emociones, el súper-placer como únicas formas de vivir y ser “feliz” individualmente, cosa que solo los capitalistas pueden hacer destruyendo a la madre tierra, y la tranquilidad y la salud de las personas. Para nuestros pueblos aborígenes y mestizos –Latinoamérica y el Caribe- el progreso humano tiene otras formas de concretarse, otras formas de concebirse y de vivirse, que implican cambios radicales de la sociedad y de las relaciones entre las personas y de estas con la naturaleza. Podríamos mirar el Bien Vivir no como abundancia y derroche, sino como el consumo de lo suficiente, realmente necesario, reutilizable y reciclable, respetando, protegiendo al resto de especies, a los bienes naturales como el aire, el suelo, los ríos y los mares. Análisis y definiciones que deben hacer y tomar los humanistas, los intelectuales progresistas, los revolucionarios, pero sobre todo, los pueblos comprometidos en cambios reales y estructurales.
Después de 44 años del informe “los límites del crecimiento”, la situación de los pueblos y del mundo ha empeorado degradando todos los ecosistemas y la salud de los humanos; aunque se aprecia un alto desarrollo de la tecnología electrónica digital (TIC) que aporta “comodidad” a los humanos, (más del 50% de las personas no disponen de ella), esta no garantiza la eliminación de la pobreza, ni disminuye el impacto del desarrollo tecnológico, aunque disminuye un poco el uso de papel hecho con pulpa de madera, no alcanza para salvar el planeta, pues el daño que se reduce al no utilizar los árboles, se multiplica en la excavación y extracción de los minerales y combustibles necesarios para producir la moderna tecnología electrónica, de telecomunicaciones y robótica. El progreso que para el capitalismo significa productividad, crecimiento económico, -representado en cantidades de acumulación en las arcas de los dueños de las transnacionales y de las corporaciones financieras- endilgado a los países en el supuesto PIB, no tiene nada que ver con la calidad de vida de las y los trabajadores que producen la riqueza ni con el bienestar de cada una de las personas, o de los pueblos, menos con la recuperación del daño a la naturaleza, representada en bienes o recursos económicos.
A pesar de contar con métodos avanzados de control a la natalidad (utilizados conscientemente por hombres y mujeres), y del reconocimiento por algunos Estados de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres –entre estos el de abortar-, enfrentando ellas a la familia, a la sociedad y al Estado patriarcales en casi todos los países, la humanidad supera los 7.000 millones de habitantes, resultado inferior al presupuesto maltusiano del informe, pero el problema demográfico nunca ha sido la causa del hambre o de la pobreza; aunque es necesario para la humanidad plantearse ecológicamente reducir el aumento de la población y su concentración en las grandes ciudades, tampoco se trata de mermar el número de habitantes violentamente como lo hace convenientemente el imperialismo contra algunos pueblos a través de las guerras de despojo por exterminio, y por otros medios de control social como el racismo genocida; tampoco se trata de justificar la eugenesia como solución a los problemas humanitarios y ecológicos,retomando el maltusianismo para echarle a los pueblos empobrecidos la culpa de su situación; el control de la natalidad debe ser una decisión personal consciente libre y autónoma, esencialmente de las mujeres como dueñas de sus cuerpos, en una democracia participativa y decisoria, que permita la plena realización de las mujeres, que les garantice excelente calidad de vida, libertad y felicidad a ellas y a sus familias, en una sociedad justa, equitativa y solidaria. A las metrópolis imperialistas realmente no les importa la cantidad de personas ni la pobreza generada por su modo de producción y su cultura individualista consumista, pues los llamados países desarrollados con sus sociedades envejecidas y reducidas necesitan incrementar su población y mantener abundancia de mano de obra barata y esclava, a la vez que aumentar consumidores en la periferia para su producción industrial y la gran gama de servicios, que crecen permanentemente tanto como su obsesión por la ganancia.
Instituciones “multilaterales” como la ONU, el Banco Mundial, y el FMI, trazan las políticas económicas y sociales a aplicar por los Estados siervos de la periferia, entre ellas las demográficas, sin embargo, por intermedio de ONG e institutos de investigación científica, generalmente norteamericanos, aplican ilegalmente (con engaños) políticas de control natal a la población en los países pobres de bajos niveles de consumo y en comunidades que se niegan a entregar sus riquezas, su libertad o sus territorios; utilizan métodos de esterilización masiva no voluntaria, insertando estos “medicamentos” en vacunas o en algunos alimentos, utilizando medios coercitivos como ocurrió en el Perú (gobierno fascista de Fujimori), donde inicialmente les daban algo de dinero a las mujeres para que se dejaran cortar las trompas, luego lo hacían violentamente secuestrándolas en la calle o en sus casas. Diezman la población mediante la proliferación de virus y bacterias, algunas de estas creadas en laboratorios (guerra biológica utilizada por los imperios en todas las épocas); no atendiendo a las víctimas de pandemias, epidemias, desastres naturales y de las guerras promovidas por intereses transnacionales; destruyendo la producción agrícola autóctona, de esos países (Haití, Sudan, Siria), a bloquear económicamente a países, en el caso de Cuba, Venezuela y Corea del Norte; como las masacre de los curdos hechas por Sadam Hussein con armas biológicas aportadas por USA; o en Vietnam, Somalia, y Yemen, donde el imperialismo aplicó y aplica estas estrategias de control demográfico y exterminio, que al final tienden a la destrucción total de países y pueblos.
Al capital solo le interesa si las personas producen y consumen para multiplicar sus márgenes de ganancia y acumulación; para los “amos del mundo” sobramos mil millones de persona en el planeta, los mismos que no adquieren los recursos para una comida completa al día, los que no producen ni reproducen el capitalismoen sus territorios y culturas, y los rebeldes antisistémicos. El capital imperialista está tratando de acrecentar la incertidumbre sobre el futuro de la humanidad y de la tierra, presentando a través de los medios -con ayuda de científicos serviles y corruptos- con datos falsos o inflados, las crisis ambiental y alimentaria como inevitables.
Para el capitalismo la apropiación privada de la tierra y la monopolización de la producción alimentaria no tienen nada que ver con la situación de pobreza y hambre, quiere hacer creer a los pueblos victimas de su sistema, que la catástrofe ambiental es inevitable e irreversible, que ni la tierra ni los campesinos tienen capacidad para producir los alimentos en cantidad y calidad para mantener a la humanidad, cuando se produce casi el doble de los alimentos necesarios, pero que los consumistas del norte derrochan y tiran a la basura cerca del 40%, mientras las corporaciones de los combustibles convierten más del 30% de los alimentos producidos en todo el mundo en agrocombustibles (biodiesel, etanol). Los capitalistas dicen que el agua se acabó y por ella se tiene que pagar porque es una mercancía, privatizan las fuentes y los servicios de acueducto en los países de la periferia; incluso ya las transnacionales están pagando por lanzar miles de toneladas diarias de CO2 a la atmosfera, por verter millones de litros de residuos industriales contaminantes a los ríos y mares; es posible que en poco tiempo tengamos que pagar el aire que respiramos; las transnacionales depredadoras de recursos naturales –minerales y energéticos- adquieren licencias para devastar la Amazonía, la selva húmeda del Pacífico, el Tipnis, el Suní, los parques naturales nacionales, los páramos, que producen agua y el oxígeno para el mundo; los países “desarrollados” contaminadores culpables de la catástrofe ecológica no cumplen ni ratifican tratados como el de Kioto o el de Paris, en las Cumbres “ecologistas” -que se celebran anualmente en diferentes ciudades del mundo, en las que supuestamente se comprometen en reducir la contaminación- hablan y prometen soluciones más catastróficas que los mismos problemas ambientales; mientras despojan a las comunidades indígenas y campesinas de la tierra productiva y biodiversa, toda una catástrofe global que nos pintan para someternos y convertirnos en conformistas incapaces de reconocer y transformar la realidad.
La contaminación ambiental y el consecuente calentamiento global, intensificados a partir de la automatización industrial (1950) indican claramente el carácter antropogénico de estos fenómenos, pues desde 1800 se ha observado el incremento de la temperatura de la tierra, que coincide con el auge de la industria movida con energía proveniente del carbón vegetal y mineral, generadora de grandes cantidades de CO2, sulfuros, nitratos y muchos otros gases y compuestos solidosque a la vez generan el efecto invernadero y la lluvia ácida; daños multiplicados en el siglo XX con la utilización de fluorocarbonados, de hidrocarburos fósiles y agrocombustibles. Pero esta situación nunca fue causada por toda la humanidad como nos lo repiten todos los días los medios oficiales del capitalismo, sino por ese pequeño grupo imperialista de familias supremamente ricas dueñas del sistema financiero mundial, de las multinacionales y transnacionales de alimentos, de la industria y de los complejos industriales militares y automotores. El desarrollo de tecnologías como los ordenadores y los teléfonos celulares, producidos y consumidos masivamente son un sector tan contaminante como los automotores movidos por combustibles fósiles (solo en el primer trimestre de 2014 en el mundo se produjeron 195 millones de celulares de todos los tipos y marcas) pues generan residuos tóxicos químicos y radioactivos durante su vida útil y como chatarra no reciclable, las baterías demoran miles de años para desintegrarse. Una familia promedio (4 personas) debería tener máximo dos teléfonos móviles, un computador, un pequeño equipo de sonido y un televisor, pero hay personas que andan con computador y/o tablet, y tres celulares, sin contacto con el mundo real, en muchos hogares cada persona posee su televisor, su ordenador y su teléfono móvil. Mientras millones de familias mueren de inanición, intoxicados, incomunicados y analfabetas en el mundo.
Si queremos un mundo sano, justo, más equilibrado económica, social y naturalmente, los humanistas no podemos permitir que se continúe con esta forma de desarrollo tecnológico instrumental al capitalismo, que con el consumismo desbocado conduce a la extinción de la vida, pues la generalización y masificación indiscriminada de la robótica y la inteligencia artificial -¿qué tal 7000 millones de robots, de teléfonos, de computadores, de televisores y de autos inteligentes en una sociedad individualista y consumista? Con billones de toneladas de CO2 y de basura no reciclable acumulada- requerirían tantos minerales escasos en su mayoría, que implicaría la total destrucción de la capa vegetal que queda en la tierra, (la agroindustria transgénica también desaparecería); hasta los polos al descongelarse totalmente serían arrasados en menos de 50 años con la minería a cielo abierto y la explotación de combustibles fósiles. El capitalismo es un ominoso parásito parapléjico, autoritario y violento que se mueve con la prótesis de la tecnología sobre la propiedad de los medios de producción y de vida, se alimenta de la sangre de los trabajadores y de los sueños de la humanidad.
Estas crisis aún son reversibles, la tierra cultivable está subutilizada en más del 50%; liberándola de la propiedad privada monopólica, de los monocultivos, de la megaminería y la ganadería extensiva, redistribuyéndola equitativamente entre los productores directos, diversificando la producción agroecológica alimentaria campesina (limpia y orgánicamente) a pequeña escala, con ganadería de especies menores, con silvicultura, permacultura, agricultura urbana, utilizando adecuada y racionalmente las tecnologías electromecánicas, cibernéticas y biotecnología actuales en la recuperación de los ecosistemas, es posible recuperar prácticamente todos los desiertos para producir alimentos sanos para 10 veces la población mundial actual, con esas mismas tecnologías es posible detener la extinción de especies (en la que podría jugar un papel importante la genética y la biotecnología) por contaminación ambiental y por depredación recreativa, sin necesidad de OMGs ni químicos tóxicos industriales en la producción alimentaria; retroceder la frontera agrícola, reducir la contaminación de los elementos a niveles tolerables al florecimiento de la vida y la biodiversidad en menos de 100 años, y eliminar totalmente el hambre y la pobreza en menos de 50, pero esto solo es realizable fuera del capitalismo, en una sociedad equitativa, justa y solidaria. Claro que si el resto de la humanidad no hace los cambios necesarios, a mediano plazo estaríamos dándole la razón a Malthus, a Hitler, al capitalismo hoy neoliberal (posneoliberal o neoconservador), esperando que el mesías del mercado nos permita sobrevivir como esclavos ciegos, comiendo mierda cibernética hasta que la madre tierra nos sepulte como lo hizo con los dinosaurios.
Siempre hay una respuesta de los pueblos a la dificultad, en momentos de incertidumbre surgen posibilidades que algunos sectores asumen reflexionando sobre el presente y el futuro, posibilidades que configuran una alteridad, se cambian prácticas y actitudes respecto al otro/a, a los otros, a la naturaleza y se asumen retos como la defensa de la vida, de la madre tierra, de la dignidad, en pequeños territorios, en la localidad y a nivel global. De la idea de defender al medio ambiente se pasa a combatir la megaminería a cielo abierto, del uso racional del agua se llega a enfrentar la construcción de megaestructuras como hidroeléctricas y vías terrestres que destruyen ecosistemas; en la defensa de la biodiversidad se enfrenta a las empresas madereras, a los monocultivos; en la lucha contra la contaminación ambiental se impide la prospección y explotación de combustibles fósiles, se empieza a racionalizar el consumo; movilizaciones que llevan a acciones radicales y colectivas en defensa de los terrritorios.
En nuestro país se incrementa la defensa de los bienes naturales a través de consultas populares locales, de demandas jurídicas en Santander, en el Tolima, en Putumayo, el Huila, en el Cauca, en el Meta, en la Guajira; son incontables los ejemplos en el mundo, y son los pueblos aborígenes, los campesinos, las comunidades afro, las mujeres y jóvenes ecologistas de los sectores populares los que primero se comprometen en esta riesgosa tarea, pues la defensa de la vida y de los ecosistemas los Estados la han criminalizado y la empresa privada la combate a sangre y fuego, pues diariamente grandes corporaciones monopolistas de los recursos naturales asesinan a ecologistas, amenazan y desplazan a las comunidades, que se oponen a sus planes. El asesinato de Berta Cáceres en honduras y la desaparición del joven Maldonado –apoyando la lucha de los Mapuche- en Argentina, la guerra contra las comunidades indígenas del Yasuní en Ecuador, la represión contra los indígenas del Tipnis en Bolivia (después de las guerras por el agua y por el gas), los asesinatos de dirigentes indígenas en Colombia confirman esta política del gran capital.
Suramérica y Colombia son territorios de diversidad biológica y cultural, de pueblos indígenas que viven en las selvas en aislamiento voluntario al lado de pequeños y grandes ríos, otras comunidades han sido desplazadas de las tierras fértiles de los valles y llanuras hacia los bosques productores de oxigeno, montañas, páramos y nevados que atrapan el agua en las alturas, comunidades guardianas del agua y la biodiversidad; territorios que a la vez están siendo desertizadas por monocultivos extensivos y por la actividad minera a gran escala (a cielo abierto), consumidoras y contaminantes de las agua dulces y del mar, (situación que desde la Colonia viene azotando a nuestros pueblos); por otro lado, grandes extensiones de tierras ociosas que siguen en poder de latifundistas nacionales y extranjeros (commódities y agronegocios) que obligan mediante la violencia y el despojo, al desplazamiento del campesinado, de las comunidades indígenas y negras hacia las ciudades, reduciendo las áreas de biodiversidad y las fuentes de agua con las talas para cultivos forestales y agroindustriales el pino, el eucalipto, la coca, la palma de aceite, la caña de azúcar, la soja transgénica, mientras se extinguen por abuso y sobreexplotación las especies maderables nativas, llamadas maderas preciosas y la biodiversidad que estas especies generan a su alrededor.
La agresión a la biodiversidad, a los ecosistemas, a las fuentes de agua dulce, a los pueblos que habitan esos territorios paradisiacos de nuestro país, no la realizan los campesinos pobres ni los mineros artesanales; estos daños son promovidos y justificados por la oligarquía administradora del Estado y sus estamentos legislativos y judiciales, garantizando la permanencia y la inversión de las transnacionales extractivistas, asignando licencias ambientales para exploración y explotación a esas corporaciones, mediante políticas como las Zidres, los POT y los Planes de Desarrollo Regionales, donde no cuentan la opinión ni las consultas a las comunidades afectadas ni las leyes de protección a parques naturales nacionales o zonas de reserva forestal. La administración, conservación y defensa de los bienes naturales comunes y del medio ambiente, deberían estar en las manos de las comunidades que habitan esos territorios, apoyadas por gobiernos populares local, regional y nacional y por los demás pueblos del mundo.
Las CAR, creadas supuestamente para cuidar las cuencas y el medio ambiente a nivel regional, adscritas al Ministerio del Medio Ambiente, trabajan para los terratenientes nacionales y extranjeros, para las grandes empresas de minería, a quienes autorizan las talas de especies nativas, corriendo la frontera agrícola para ampliar el latifundio agrícola y ganadero, permitiéndoles el monocultivo de maderables foráneas para uso industrial, el desvío de ríos y quebradas, negándoles el uso del agua a las comunidades ribereñas, el desecamiento y relleno de humedales para urbanizar, no se preocupan por la caza y comercialización indiscriminada de especies en extinción, solo multan y reprimen al campesino que utiliza algún árbol para construir su vivienda, impidiéndole el uso de sistemas de riego.
Es la institucionalidad del Estado obedeciendo las ordenes de las autodenominadas “multilaterales” y los TLC, la que otorga títulos mineros en más del 60% del territorio nacional, en parques como San Turban, La Colosa, el Cerrejón, la que ordena megaobras innecesarias como las hidroeléctricas de Ituango, El Quimbo (energía hidroeléctrica para exportar), infraestructura de planes expoliadores como IIRSA y Alianza Pacífico; la que vende la Orinoquía a latifundistas “nacionales “como Riopaila y a transnacionales de los alimentos (Monsanto, Cargill …) convirtiendo en desiertos verdes de monocultivos nuestra altillanura y nuestros valles, limitando más nuestra soberanía agroalimentaria con la producción de alimentos que no consumimos los colombianos.
No se trata de sembrar árboles industrialmente, de hacer campañas comerciales para salvar o proteger algunas especies, ni de reciclar la basura que nos vende el capitalismo para producir más basura y ahorrar el agua que consumimos en casa, mientras la gran industria y agroindustria la dilapidan y la contaminan (el monocultivo de la caña de azúcar en el valle geográfico del rio Cauca consume y contamina más del 80% de todas las aguas que fluyen y surcan este territorio); ni de crear zonas verdes en las ciudades para aparentar un sano ambiente mientras bosques y selvas son devastados; ni volvernos vegetarianos e irnos a sobrevivir aislados en el monte; tampoco de andar en bicicleta sin importarnos el automotor y la chimenea industrial que nos llenan de humo los pulmones; mucho menos de comprar máscaras para respirar y aplicar la economía verde que el neoliberalismo nos quiere imponer, para cambiar esta situación. Lo que nos debe cuestionar es si seguimos considerando al capitalismo como la mejor o la única forma de existir en sociedad, si continuamos aguantando con estoicismo, cobardía e indiferencia los crímenes de lesa humanidad y lesa naturaleza que este sistema-mundo nos obliga a aceptar como naturales e inevitables; es si persistimos en un pensamiento único estandarizado, individualista utilitarista, sin reconocer ni cambiar las causas de todas las miserias humanas, mientras las transnacionales continúan depredando al planeta, mientras los políticos, los economistas y financieros del gran capital, confunden a las personas con hormigas.
Además de “Los límites del crecimiento”, a finales de los 80 del siglo pasado, la ONU, con todas sus dependencias y varias ONGs, deciden diseñar un plan dirigido a superar el hambre, la pobreza en los llamados países en desarrollo, y el deterioro ambiental, con ocho objetivos, tomando como base la situación y estadísticas de 1990, (poniendo como meta 2015), denominado Objetivos de Desarrollo del Milenio ODM. Plan que supuestamente pretendía:
- Erradicación de la pobreza extrema y el hambre
- Lograr la enseñanza primaria universal
- Promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer
- Reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años
- Mejorar la salud materna
- Combatir el VIH SIDA, el paludismo y otras enfermedades
- Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
- Fomentar una alianza mundial para el desarrollo mediante la Cooperación Internacional al Desarrollo.
Este plan coincide con el proceso de consolidación del neoliberalismo en el mundo, como una forma de legitimar este modelo, que tiene como único objetivo el crecimiento económico y la acumulación por expropiación y exterminio. A un año para cumplirse el plazo de ejecución, en su informe de 2013, la ONU dice haber alcanzado algunos de esos objetivos que tienen que ver con la reducción de los índices de pobreza, como que “En las regiones en desarrollo la proporción de personas que vive con menos de 1,25 dólares al día cayó del 47% en 1990 al 22% en 2010. Aproximadamente 700 millones de personas menos vivían en condiciones de pobreza extrema en 2010 que en 1990.”[2]
Estadísticas falaces que no se compadecen con la realidad que viven los trabajadores y los pueblos víctimas de la guerra, la explotación, el despojo y la pobreza, en la que continúan sin atención médica a la infancia y a las mujeres, con el mantenimiento del patriarcado misógino (como parte de los modelos de sociedad) que niegan las oportunidades de educación, salud y empleo digno a las mujeres (desigualdad de género); continúa la desnutrición, el déficit de peso, retraso en el crecimiento, baja escolaridad y mortalidad infantil; el control a enfermedades como el SIDA la tuberculosis y el paludismo, aunque ha avanzado, sigue siendo deficiente; mientras en los pueblos agrarios 863 millones de personas siguen sobreviviendo en tugurios, sin soberanía alimentaria, sumidos en el atraso y la pobreza, sin agua potable, sin saneamiento básico (sin letrinas); con el deterioro acelerado de la situación ambiental en todo el planeta -multiplicación de las emisiones de CO2, desertización, deshielo de los polos y de las cumbres nevadas, maltrato de las especies domesticadas y el extermino de millones de especies animales y vegetales, muchas aún no conocidas ni clasificadas- con la corrupción y el abandono a los pueblos de gobiernos apátridas y siervos del capital transnacional; inflando, desconociendo, tergiversando datos y hasta sus propias estadísticas, además que las metodologías utilizadas por la ONU no son claras ni tienen en cuenta particularidades, ni alternativas ni las cosmovisiones de las comunidades objeto de investigación; obedecen más a las necesidades de instituciones como el Banco Mundial y el FMI para implementar la tal Cooperación Internacional que endeuda y empobrece a nuestros países, mientras enriquece a las corporaciones industriales, comerciales y financieras que saquean y endeudan a estos países; el mismo secretario general de la ONU prácticamente reconoció que este plan ha fracasado.
El informe de este año se concentra en las áreas en las que se necesita redoblar los esfuerzos. Por ejemplo, una de cada ocho personas de todo el mundo sigue padeciendo hambre. Demasiadas mujeres mueren durante el parto, a pesar de que contamos con los medios para evitar que mueran. Más de 2.500 millones de personas carecen de instalaciones de saneamiento mejoradas, y de ellas, 1.000 millones siguen defecando al aire libre, lo cual constituye un grave peligro para la salud y para el medio ambiente. Nuestros recursos están desapareciendo, dadas las continuas pérdidas de bosques, de especies y de poblaciones de peces, en un mundo que ya está sintiendo los impactos del cambio climático.[3]
El plan ODM fue otro de esos intentos (señuelo) por demostrar que el capitalismo es capaz de solucionar los problemas de la humanidad y del planeta, que es posible la justicia y la equidad en este sistema cruel, proponiendo pequeñas metas fáciles de alcanzar con la supuesta Cooperación Internacional de los países Desarrollados de la OCDE[4]. Aún si se lograran todos los objetivos, estos pueden retroceder; el problema no es bajar índices en algunas áreas, en algunos sectores sociales o en algunos países dependientes si las estructuras capitalistas de sus sociedades patriarcales, inequitativas y excluyente generados por su modo de producción, permanecen incólumes, si los pueblos no tienen la posibilidad de definir sobre sus propias realidades, si no cuentan con autonomía para disponer de sus propios bienes en la solución de sus necesidades, si no ejercen su propia democracia y autonomía. Ni Los Limites del Crecimiento ni los Objetivos de desarrollo del Milenio con sus presupuestos y diagnósticos, han servido para detener la barbarie neoliberal, al contrario, sirven al capital transnacional para intensificar los planes de despojo y exclusión a la mayoría de la humanidad, pues solo identifican y atacan algunos efectos, no las causas originarias económicas y sociales de los problemas.
La energía nuclear es la más potente fuente de generación de energía térmica (descubierta por el hombre) que a la vez se puede convertir en energía mecánica para generar energía eléctrica, que es el principal de su uso industrial, sin embargo también se usa como propulsor en el transporte marítimo y submarino; utilizando isotopos diferente de un mismo elemento, para múltiples usos pacíficos no letales como tecnología nuclear, en la medicina, la industria, la agricultura, la geofísica, la geoquímica, la minería, la industria espacial. Por su potencia es la energía de más alto riesgo para la vida, pues al utilizarse como arma militar de destrucción masiva de la humanidad se producen grandes tragedias y se niegan sus mejores cualidades por quienes manipulan la ciencia, la economía y la política mundial en contra de los pueblos, como ocurrió en la segunda guerra mundial con la explosión de dos bombas atómicas en Japón por el imperio norteamericano; el bombardeo atómico al atolón de las islas Bikini en los años 50, donde se detonaron cientos de esas bombas por el ejército de USA; a finales del siglo XX en la guerra de desintegración de la Federación Socialista de Yugoslavia, donde las fuerzas de la OTAN utilizaron munición con material radioactivo.
Desde su fundación las Naciones Unidas ha perseguido la eliminación de este tipo de armas. En su primera resolución (1946), la Asamblea General estableció una Comisión para tratar, entre otros, los problemas derivados del descubrimiento de la energía atómica.
Desde entonces se han creado varios tratados multilaterales con el propósito de evitar la proliferación nuclear y los ensayos nucleares, a la vez que fomentan el desarme nuclear. Entre ellos destacan: el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, el Tratado por el que se prohíben los ensayos con armas nucleares en la atmósfera (…), en el espacio ultraterrestre y debajo del agua, conocido también como Tratado de prohibición parcial de ensayos nucleares (…) y el Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares (…), que se firmó en 1996 pero que todavía no ha entrado en vigor.[5]
Este tratado adquiere vigencia a partir de las intenciones del actual presidente de los Estados Unidos de provocar una guerra nuclear contra Corea del Norte y Rusia, similar a lo ocurrido con la crisis de los misiles en Cuba durante la guerra fría (1962) en la que la URRS instala bases para misiles de alcance medio en Cuba como respuesta a la instalación de misiles por EE.UU. en Turquía, como ya lo había hecho en otros lugares del Pacifico cercanos a la Unión Soviética. En julio de 1963 EE. UU., Inglaterra y la URRS firman un tratado para prohibir las pruebas nucleares en la atmosfera.
Por otro lado, también ocurren accidentes e incidentes nucleares originados por fenómenos naturales y fallas técnicas o humanas en plantas de generación de electricidad, en plantas industriales, en laboratorios (barcos y submarinos nucleares no existe información, tal vez por ser de tipo militar), que destruyen, mutilan y contaminan toda forma de vida, poniendo en cuestión el uso civil de la energía nuclear, pues al diseminarse sus residuos o liberarse su radioactividad (vertimientos al aire, a las aguas o a la tierra) puede producir tragedias humanitarias y ecológicas, de grandes proporciones. Una pequeña lista de los más graves conocidos Accidentes nucleares en plantas de generación eléctrica, e incidentes por mala manipulación de equipos radiactivos en procedimientos médicos:
– Central nuclear de ChalkRiver, Canadà. – diciembre de 1952, se produce en el reactor nuclear NRX de ChalkRiver. Mayo de 1958, también en la misma central nuclear de ChalkRiver: en el reactor NRU una varilla de combustible nuclear de uranio se incendió y se partió en dos al intentar retirarla del núcleo del reactor.
– Windscale Pile, Reino Unido -octubre de 1957, en el reactor número uno de Windscale, Cumberland (Sellafield, Cumbria). Nivel 5 de la escala INES. Liberación de materiales radiactivos en la zona circundante. La radiación podría haber causado cerca de 240 casos de cáncer. Hubo preocupación por la posible contaminación de la leche.
– Central nuclear de ThreeMile Island, EEUU -marzo de 1979. Mala interpretación de los datos provocó errores muy graves en decisiones del personal de la central. Aunque el núcleo del reactor nuclear quedó fuertemente dañado tuvo un escape limitado de productos radiactivos al exterior. Nivel 5 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (Escala NES).
– Central nuclear de Chernóbil, Ucrania En abril de 1986, el más importante de la historia en Chernobyl por una sucesión de errores humanos. Nivel 7 (“accidente nuclear grave”) en la Escala INES.
– Goiânia, Brasil – septiembre de 1987. Contaminación radiactiva por mala manipulación de un aparato de teleterapia, que lo convirtió en una fuente radiactiva de cesio-137. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) destacó como uno de los peores incidentes radiológicos en el mundo. Nivel 5 en la escala INES. Se contaminaron gravemente las residencias y lugares públicos. Cuatro personas murieron y otras 28 sufrieron quemaduras por radiación.[6]
– Central nuclear de Fukushima, Japón, marzo de 2011. Uno de los accidentes nucleares más graves de la historia después del de Chernóbil. Un terremoto de 8,9 grados en la escala Richter cerca de la costa noroeste de Japón y un posterior tsunami afectó gravemente la central nuclear
Ante la problemática generada por el uso de la energía nuclear la ONU creó en 1957 el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) con el fin de promover el uso de la energía nuclear “para fines de paz, la salud y la prosperidad en todo el mundo”[7]. Desde entonces se han realizado acuerdos teniendo como objetivo el asegurar que la asistencia prestada no sea con fines militares, sin embargo, los repetidos y letales accidentes originados en el agotamiento de los materiales de los generadores, (averías) en errores técnicos y humanos (Chernóbil) y fenómenos naturales (Fukushima), han incidido en la evaluación de la pertinencia de la energía nuclear para la generación de energía eléctrica, en la preocupación de la opinión pública ambientalista mundial, lo que ha llevado al fortalecimiento del movimiento por la eliminación del uso de esta fuente de energía (y su uso militar como arma de destrucción masiva) pues además no se hace una disposición adecuada de los residuos radioactivos, pues al no desarrollar medios o tecnologías para la degradación total de la radioactividad de los materiales residuales sin causar daños al planeta ni a la humanidad, los países ricos usuarios de la energía nuclear llevan esa basura peligrosa a países pobres (que no disponen de suficiente energía eléctrica ni tienen la posibilidad de utilizar esa tecnología para usos civiles, sobre todo en salud para su población) de la periferia, de donde también extraen ese combustible, provocando tragedias ambientales y humanitarias.
Aunque la OIEA promueve el uso civil de la energía nuclear para generar electricidad, en América Latina ha sido muy poco difundida esta tecnología, principalmente por las capacidades de generar energía mediante hidroeléctricas utilizando el flujo del líquido que baja por las montañas a los valles y al mar (hidroeléctricas), además en el subcontinente países productores de combustibles fósiles (para termoeléctricas) como Venezuela, México, Colombia, Perú y Ecuador solucionan sus necesidades energéticas y vendiendo excedentes en interconexión a sus vecinos.
Las estadísticas de la ONU parecen confirmar esta falta de interés nuclear por parte de las naciones latinoamericanas, pues mientras en Asia 70 plantas atómicas se encuentran funcionando y otras 22 están en construcción, en América Latina sólo existen cuatro plantas activas (en Argentina, México y Brasil) mientras que otros 5 proyectos están empantanados.[8]
Colombia tuvo un pequeño reactor atómico para investigación, pero fue clausurado por orden de USA. Sin embargo, en el país hay sectores interesados en la utilización de ese sistema de generación, que creen posible en 30 años instalar un reactor de alta potencia, defendiendo la inocuidad de este combustible, sin evaluar los altos riesgos que representa tanto ambiental como humanitariamente desde la extraccióndel uranio, su transporte, su manipulación, hasta sus residuos después de ser utilizado como combustible. Las formas de generación de electricidad en cantidades industriales hoy son totalmente obsoletas, todas son altamente contaminantes, nocivas para la salud humana y agresivas contra los pueblos en cuyos territorios se extraen esos combustibles; sin embargo el uso en medicina y en tecnologías de áreas como las ingenierías, con pequeñas cantidades de material empobrecido o de baja radiactividad, en procedimientos de tipo ambulatorio, en algunas industrias, en la fabricación de equipos de cómputo y en telecomunicaciones, se ven como una necesidad para esta civilización.
Existen muchos acuerdos internacionales en torno a las grandes problemáticas medioambientales y ecológicas relacionadas con el uso de tecnologías de generación y consumo de energía, especialmente combustibles de origen fósil como el petróleo, el gas y el carbón mineral. Estos tratados no han servido para nada, todos ha sido diseñados y firmados por la mayoría de los países integrantes de Naciones Unidad en contextos de la Guerra Fría y del modelo neoliberal, así los más grandes contaminadores los hayan firmado, nunca cumplieron con sus objetivos, lo confirma la misma ONU. Tratados como el de Montreal de 1987 para proteger la capa de ozono (con varias revisiones y actualizaciones), el Tratado o Protocolo de Kyoto[9] y el más polémico de la actualidad por la negativa de USA a ratificarlo, el Acuerdo de Paris, firmado en 2015, que es la continuación del de Kyoto, tendientes a reducir la contaminación ambiental y a reducir o frenar el calentamiento global.
los niveles estimados de las emisiones agregadas de gases de efecto invernadero en 2025 y 2030 resultantes de las contribuciones previstas determinadas a nivel nacional no son compatibles con los escenarios de 2 ºC de menor costo sino que conducen a un nivel proyectado de 55 gigatoneladas en 2030, y observa también que, para mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, mediante una reducción de las emisiones a 40 gigatoneladas, o por debajo de 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales, mediante una reducción de las emisiones a un nivel que se definirá en el informe especial mencionado en el párrafo 21 infra, se requerirá un esfuerzo de reducción de las emisiones mucho mayor que el que suponen las contribuciones previstas determinadas a nivel nacional;[10]
El capitalismo posneoliberal persiste en justificar y mantener sus estructuras maquillando sus políticas y el discurso antiecológico, diseñando y aplicando planes como el mencionado; ahora pretende el apoyo de los Estados para desarrollar su “nuevo” plan, continuación de los anteriores, llamado Objetivos de Desarrollo Sostenible, dirigido a expandir y profundizar sus proyectos extractivos minero-energéticos y agroindustriales en todas las periferias, sobre el supuesto de una economía verde o sustentable con el uso de los agrocombustibles. Incluso utilizan las corrientes “Progresistas” para imponer sus planes extractivos en los países donde los pueblos se movilizan contra el capitalismo.
La discusión actual, para muchos, ha pasado de la disyuntiva de capitalismo o socialismo, a las opciones crecimiento o decrecimiento económico, que no se puede definir únicamente en el aspecto económico, sino, que implica lo social-ambiental, como determinante, debido al predominio del modo de producción capitalista, cuyas consecuencias son la acumulación de la riqueza en unas pocas personas, la multiplicación de la pobreza y el hambre y la crisis ambiental. Las transnacionales y los Estados capitalistas han querido desviar la preocupación de la humanidad por su supervivencia, presentando falsas alternativas como la Economía Verde, Desarrollo Sostenible –o sustentable-. De todas maneras, las únicas soluciones que el capitalismo admite son las que permitan su existencia, las que multipliquen la ganancia, las que faciliten la acumulación por expropiación y exterminio, el crecimiento económico de las corporaciones transnacionales; cuando se trata de sostenible o sustentable, significa que basta con asignar valor a cualquier bien común, derecho o servicio y pagar por este como cualquier mercancía. Llaman servicios ambientales al derecho de los terratenientes y las transnacionales mineras y agroindustriales a explotar y depredar los ecosistemas, por eso pagan por contaminar, se vende el agua, se cambian bosques y selvas diversos, -la selva Lacandona, las selvas centroamericanas, la selva húmeda del pacífico colombiano, la Amazonía, el Pantanal, los arrecifes de coral, los glaciales, las montañas nevadas, los páramos- por desiertos verdes llamados monocultivos, se reemplazan especies nativas u originarias por híbridos y OMG, se perfora el lecho marino en busca de petróleo destruyendo los corales, la vegetación y fauna submarinas, se arrasan paraísos y vergeles a nombre del progreso, se cambia de combustibles fósiles a biológicos mediante la producción de alimentos para exportar que se les niegan a los hambrientos locales; políticas que se aplican fundamentalmente en los países agrarios de la periferia, donde se generan estos bienes energéticos, mineros, biológicos, que el mercado llama simplemente recursos renovables y no renovables. Economía Sustentable o Sostenible es la que sostiene al capitalismo. Estos conceptos que el mercado convierte en leyes y planes globales son legitimados por organismos “multilaterales” como la ONU, cuando define:
Existen, pues, fundamentos sólidos para que tanto los gobiernos como el sector privado intensifiquen sus esfuerzos para llevar a cabo tal transformación económica. Los gobiernos deben permitir que los productos más verdes compitan en igualdad de condiciones, retirando progresivamente los subsidios que se hayan quedado anticuados, reformando sus políticas y ofreciendo nuevos incentivos, fortaleciendo la infraestructura comercial y los mecanismos del mercado, reorientando la inversión pública y adoptando una política de compras públicas más verde. El sector privado, por su parte, ha de comprender y calibrar la verdadera oportunidad que supone para una serie de sectores fundamentales la transición hacia una economía verde, y debe responder a las reformas políticas y a las señales de precios aumentando el financiamiento y la inversión.[11]
La economía verde o el desarrollo sostenible solo son formas veladas de justificar la permanencia del capitalismo. Según los planteamientos del capital, no hay alternativas diferentes a estos modelos, sin embargo los pueblos despiertan ante la posibilidad de extinción y esclavitud; surgen desde diferentes lugares del planeta, propuestas y prácticas alternativas conservadoras de la vida y la dignidad de la humanidad, que rompen con las lógicas y las dinámicas del capitalismo; reverdece la sensibilidad, el respeto por la naturaleza, la solidaridad, la compasión, la cooperación mutua entre las personas, entre los pueblos que quieren volver a lo natural a lo limpio y sencillo, al bienestar sin crecimiento económico ni consumismo, sin dependencia de ningún centro de poder. Frente al progreso occidental está la convivencia pacífica con la naturaleza y entre las personas; frente al crecimiento económico está el decrecimiento económico y el crecimiento de la libertad, la redistribución equitativa de la riqueza está la construcción del buen vivir y la felicidad, razones por las que las y los humanistas amantes de la madre tierra resisten, se rebelan y combaten al capitalismo.
La alternativa Decrecimiento Económico, no puede limitarse a lo económico, a generar energía eléctrica por medios no lesivos a la naturaleza como el aire, la luz, las olas del mar o el calor interno de la tierra; a reforestar o reverdecer los campos y las ciudades, si estos bienes son administrados como propiedad privada y mercantilizados; a rescatar especies en vía de extinción, sin cambiar las relaciones sociales de producción, las relaciones patriarcales y autoritarias de convivencia entre las personas. Pues la tendencia natural del capitalismo es el crecimiento infinito, la capacidad de adaptar el mundo a sus deseos por encima de la naturaleza y la humanidad, mientras los pueblos lo permitan. Podemos llamar Crecimiento Humano al proceso de recuperación de la dignidad, la justicia, la solidaridad, el buen vivir, la libertad y la felicidad de las personas y los pueblos en convivencia y respeto con las demás especies de la naturaleza.
Es tiempo de cambiar la lógica en las relaciones sociales de producción, y dejar de adaptar la naturaleza a los intereses personales de quienes poseen el poder político y económico sobre el resto de la humanidad; tiempo de eliminar al generador de esta gran tragedia: el capitalismo, transformándonos individual y colectivamente en defensores de la vida, la libertad y la dignidad humanas, integrándonos como especie a la naturaleza, disfrutándola y amándola, estudiándola como se estudia a un organismo vivo que se ama, que es sujeto de derechos y de respeto;que nadie tenga derechos de propiedad privada sobre el conocimiento, ni sobre los bienes naturales, alimentarios y ambientales (derechos de propiedad intelectual); pues como nos dijo el gran jefe Seattle:
Nosotros sabemos que la tierra no pertenece al hombre, que es el hombre el que pertenece a la Tierra. Lo sabemos muy bien, Todo está unido entre sí, como la sangre que une a una misma familia. El hombre no creó la trama de la vida, es sólo una fibra de la misma. Lo que haga con ese tejido, se lo hace a sí mismo. No, el día y la noche no pueden vivir juntos.[12]
En una transformación radical de la sociedad es necesario revaluar e invertir la interpretación de los conceptos progreso, crecimiento y desarrollo, lo mismo que la dinámica de la sociedad, y la incidencia de la epistemología de occidente en nuestras culturas, asumiendo una cosmovisión más holística, naturalista y conservadora de la vida.
La madre tierra es un ser vivo, y como especie somos parte de ella, por esto los indígenas ni la compran ni la venden. Los pueblos, los humanistas amantes de la naturaleza, la vida y la paz,como sujetos de dignidad, debemos organizarnos y movilizarnos para frenar y desarmar la moderna Megamáquina productivamediatica-militar, financiera del capitalismo –empezando por eliminar el consumismo, por destruir el poder oligárquico, y construir un mejor país-, no solo por la necesidad del socialismo, el bien vivir o el comunismo, sino por mero espíritu de supervivencia de la especie y la conservación de la vida en la tierra. Un gobierno democrático popular debería crear un ministerio de la madre tierra, no para administrar comercialmente los bienes naturales (comunes), sino, para cuidar, conservar y mejorar el estado de estos, sobretodo recuperando los biológicos utilizando la ciencia y la tecnología en beneficio de este proceso.
En los últimos 30 años se ha venido incrementando a nivel internacional, la conciencia sobre la contaminación ambiental, la desaparición provocada de especies y el cambio climático o calentamiento global, prácticamente existe una comunidad ecologista mundial, liderada por los pueblos aborígenes, movimientos campesinos, juveniles, feministas que luchan por sus culturas, por sus vidas, derechos y territorios; algunos sectores intelectuales de clase media defensores de los animales y de la madre tierra también se han comprometido con esta lucha, pues unos viven la agresión del extractivismo, la desaparición de la biodiversidad, de la soberanía alimentaria, otros ven las causas con sustento teórico de esta tragedia global en el capitalismo productivista-mercantilista y financiero, sin embargo, cualquiera que sea la motivación, es un movimiento que necesariamente confluye en que es el actual modo de producción y de vida el que hay que acabar, reduciendo el crecimiento económico el consumo de energía y de mercancías, pero además, construir una sociedad justa, sana, democrática y solidaria. La liberación y los cambios sociales revolucionarios en nuestro país están atravesados por la lucha ecologistay el respeto a la madre tierra; en ningún momento el Estado o sus instituciones van a cambiar la dinámica destructora del capitalismo, así hable de ecología y cree instituciones para esta problemática, porque sus intereses son contrarios a las necesidades de la humanidad y de la madre tierra.
Gonzalo Salazar. Marzo de 2018
[1] “Los límites del crecimiento (1972)” publicado en Wikipedia
[2]Informe de Objetivos de Desarrollo del Milenio de 2013 por la ONU
[3]Banki Moon, secretario general de las Naciones Unidad en el Informe de Objetivos de Desarrollo del Milenio de 2013
[4]“En 2012, los mayores donantes por volumen fueron los Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Francia y Japón. Dinamarca, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega y Suecia continuaron superando la meta de las Naciones Unidas de que los países dediquen el 0,7% del ingreso nacional bruto a la AOD.”Informe de Objetivos de Desarrollo del Milenio de 2013
[5]http://www.un.org/es/disarmament/wmd/nuclear/
[6] Datos tomados de: https://energia-nuclear.net/accidentes-nucleares
[7]https:es.m.wikipedia.org
[8]http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-50798
[9] PROTOCOLO DE KYOTO DE LA CONVENCION MARCO DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE EL CAMBIO CLIMATICO, firmado en 1998. http://unfccc.int/resource/docs/2015/cop21/spa/l09s.pdf
[10] Convención Marco sobre el Cambio Climático http://unfccc.int/resource/docs/2015/cop21/spa/l09s.pdf
[11]“Hacia una economía verde. Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza” informe del PNUMA Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente – 2011
[12]Mensaje del Gran Jefe Seattle, de la tribu Dewamish, al Presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce. –Documentos históricos contenidos en wikisource.org


