IV. ¿Cómo pensamos y sabemos?
La forma de acopiar y acumular conocimientos dentro de la concepción occidental, va en contravía de las formas en que se generan y transmiten conocimiento y saberes en los pueblos no occidentales; en la mayoría de estos, el conocimiento surge de sus propias vivencias, de sus experiencias, casi siempre colectivas, en las interculturalidades locales y regionales, donde se integran cosmovisiones cosmogonías y saberes ancestrales con conceptos y conocimientos actuales de diferentes partes del mundo; en los pueblos aborígenes, conservando la esencia de sus saberes los mayores, a quienes acuden la juventud y las comunidades en caso de necesitar un consejo, un indicio para acometer el qué hacer, para revisar un error o una preocupación.
La tradición oral o escrita de los pueblos, en sus propias lenguas, permite el ejercicio, la recuperación y la extensión de la memoria en el desarrollo y conservación de sus culturas, a las cuales integran hoy el manejo de las últimas tecnologías de la información y las comunicaciones -TIC-, sin embargo los pueblos en todas las épocas han estado ávidos de conocimientos científicos, de mejores tecnologías, de la comodidad y bienestar que éstas puedan aportar; más que muchos conocimientos, lo que desarrollan los pueblos naturales es una comprensión holística de su entorno, de la naturaleza y de sí mismos.
El capitalismo ha desarrollado un método cognitivo reduccionista que divide, aísla y oculta partes y resultados de los fenómenos o materiales estudiados, profundizando tanto en particularidades -ultraespecializaciones- que muchas veces los científicos pierden la visión del conjunto y de sus múltiples relaciones con el entorno natural y con la realidad social, dando un uso instrumental al conocimiento y a las ciencias aplicadas. Este método considera la construcción de conocimientos científicos como una actividad intelectual secreta (expresión de divinidad, que se asimila a la esencia del poder político judeocristiano) en permanente crecimiento, en forma lineal, acelerada y continua, supuestamente infalible; siempre con el fin de multiplicar la producción de mercancías y de dominar totalmente la naturaleza; igualmente el método inmerso en los procesos de investigación de las ciencias sociales y humanas, está dirigido al sometimiento de la humanidad para garantizar el mantenimiento y reproducción de su sistema; orientaciones que son planificadas por sus sabios –los mercenarios “think tanks”- quienes representan y defienden académica e intelectualmente los intereses del capital transnacional desde sus centros de investigación y de la propaganda mediática, estatales y privados, para ser impuestas y controladas por sus organismos e instituciones llamadas multilaterales y por los mismos gobiernos imperialistas, a los países dependientes de sus periferias.
Generalmente el amor por la ciencia no es igual al amor por la humanidad, por la vida o por la naturaleza, siendo la función del científico en el capitalismo, igual a la del obrero: producir conocimientos (que también se convierten en mercancías, pero que son esencialmente instrumentos de poder), obedeciendo las órdenes de la corporación transnacional que le paga, o del Estado que lo mantienen dentro de una élite supuestamente heroica o patriótica -como lo hace con las fuerzas armadas, los artistas y los deportistas obedientes-; esto indica el bajo nivel de autonomía y de formación humanista de esos guerreros, “creativos”, científicos e intelectuales sumisos. En el capitalismo los y las científicas no son libres, profesional ni política ni ideológicamente para ejercer un método de investigación y construcción de conocimientos en el que los resultados, en su aplicación, reivindiquen a la humanidad, así dispongan de todos los medios logísticos para ejercer sus disciplinas, de reconocimientos, premios internacionales y de comodidades económicas personales.
Las ciencias llamadas sociales y o humanas desarrolladas por Occidente, como instrumentos de dominación para diseñar y aplicar las políticas racistas, colonialistas y neocolonialistas (economía, sociología, psicología, antropología, neurociencias, el derecho …) enfocadas hacia el estudio de las personas, la sociedad y los pueblos, sus problemas y necesidades, son tomados como objetos factibles de manipulación y de utilización racional en la reproducción y el sostenimiento del sistema mundo capitalista, que desde la óptica neoliberal convierte a la sociedad humana en una simple entidad biológica sin historia, sin capacidad para definir su propio destino, haciendo parecer las miserias del capitalismo como fenómenos naturales, sin posibilidades para transformarlos, sintetizando el manejo de las necesidades humanas en la biopolítica, como lo expresa Pablo Dávalos:
Si el comportamiento del homo economicus es el supuesto de base del neoliberalismo, entonces, para comprender la historia y la sociedad los criterios fundamentales ni son históricos ni son sociales son, en última instancia, biológicos. Si son biológicos quiere decir que son naturales. De esta forma, la explicación última de lo social como hecho y problema está dada desde el bíos. La economía abandona el campo de lo social para entrar en la esfera de la naturaleza.
En la deriva biopolítica del neoliberalismo, son también aquellos que utilizan criterios biológicos los que trazan la frontera de lo humano y de lo racional. El problema es que toda frontera a nivel biológico pierde de vista lo humano y lo convierte en bíos. Como bíos lo humano pierde toda consistencia ontológica. Es materia que puede ser desechada, neutralizada, controlada, intervenida. Puede entrar en el campo de la profilaxis, como en el caso de la Shoah y ni siquiera suscitar ningún escrúpulo moral, como cuenta Primo Levi en su testimonio, porque la administración de la vida genera su contraparte en la administración de la muerte.
En el caso de las llamadas ciencias naturales, enfocadas hacia la transformación de la genética de cualquier especie, la alteración química de sustancias o la modificación de las características físicas de elementos y compuestos con fines meramente militares, y/o comerciales rentables, en beneficio exclusivo de un pequeñísimo grupo de plutócratas transnacionales; quienes dirigen estos procesos no dan importancia a los efectos o consecuencias de estas transformaciones en la sociedad, la naturaleza y el universo, al ser aplicados y masificados los resultados o los productos de esas investigaciones.
El método científico cartesiano -que supuestamente busca la verdad a través de la ciencia y la razón- aplicado por occidente, no obliga a desarrollar simultáneamente procedimientos que permitan prever posibles efectos o consecuencias nocivas y/o letales, ni a desactivar, descomponer, neutralizar y o eliminar los productos y efectos contaminantes, nocivos y peligrosos de esos experimentos; la ciencia utilizada de esta manera puede generar avances científicos, comodidad y “progreso” para algunos sectores de la sociedad; pero también puede provocar incertidumbres, terror y tragedias para la humanidad y para la vida en el planeta, como ha ocurrido con el desarrollo industrial y tecnológico –químico, bioquímico, genético, energético, nuclear- sumada la obsolescencia programada en todo tipo de mercancía para mantener y aumentar los niveles de consumo individual y las ganancias, en la competencia económica y militar entre las grandes potencias industriales y comerciales, a lo largo de los últimos 200 años.
La dialéctica en su origen occidental reúne las formas de analizar y conocer la realidad, construida en más de 2000 años, fue iniciada por pensadores griegos, algunos materialistas; esta sería estructurada por Hegel con su visión teológica como un método de conocimiento basado en la razón, el cual fue reinterpretado, sintetizado y explicado por Marx y Engels en el Materialismo Histórico y el Socialismo Científico en el s. XIX. Este método ha sido estudiado, ampliado y enriquecido por los Marxistas; es la principal y más eficiente herramienta para explicar el modo de producción capitalista, sus componentes, sus contradicciones internas los conceptos de mercancía y acumulación, la teoría del valor, la lucha de clases, sus tendencias; sirviendo para los propósitos de los trabajadores y de los pueblos sometidos, como soporte teórico y en algún momento como guía para la acción liberadora y transformadora; el método dialectico científico, gira en torno a las diferentes contradicciones internas que se dan entre las cosas naturales y sociales, busca la verdad y la comprensión mediante el debate de tesis, confrontándolas con la práctica y la experiencia sobre el objeto o el fenómeno estudiado, sobre una realidad social concreta y cambiante; la dialéctica es inherente a los análisis, las investigaciones científicas y los discursos del marxismo; es transversal a todos los elementos que lo constituyen (la economía, la política, la filosofía, la sociología, la antropología) como teoría del conocimiento y método transformador. Hasta hoy ha sido el método utilizado por las organizaciones y movimientos revolucionarios que asumen al marxismo como su filosofía y al socialismo como su objetivo estratégico; lo utilizaron Marx, Engels y otros revolucionarios de la época en el análisis de la experiencia de la Comuna de Paris y de los movimientos revolucionarios de la modernidad; Lenin con el Partido Bolchevique, en el análisis histórico, económico, político, y social de Europa y la Rusia zarista para proyectar y conducir la Revolución de Octubre en 1917; igualmente lo hicieron los revolucionarios indios, chinos, vietnamitas, coreanos (mezclado con filosofías orientales como el hinduismo el taoísmo y el confucionismo) y otro pueblos en sus luchas de liberación y en la transformación de sus sociedades, sin embargo con el desarrollo del capitalismo en su forma imperialista neoliberal, surgen nuevos actores, nuevos sujetos sociales con nuevas identidades, intereses y objetivos particulares; nuevos conflictos en diferentes partes del mundo con historias y raíces culturales diversas, que hace necesario diseñar un método, una filosofía, un pensamiento propio de cada pueblo para su proceso emancipatorio transformador, que además de comprender el carácter del capitalismo y luchar por su destrucción, como lo proponen el marxismo y el anarquismo, haga posible unir, articular y/o concertar luchas, programas mínimos a corto, mediano y largo plazo, planes de vida comunitarios, políticas de integración regional de los países del sur, con una visión más holística, incluyente y plural en su composición, que a la vez que construya sujetos libres y autónomos, sus sociedades sean mas equitativas y felices, que enriquezcan sus cosmovisiones y revolucionen a las ciencias sociales y humanas. Después de la debacle de la Unión Soviética, ha venido creciendo la corriente del Humanismo Marxista, que trata de influir, desde la filosofía, en estos nuevos sujetos, actores y circunstancias, en la estructuración y en la orientación de nuevos movimientos sociales de los pueblos por su liberación, su dignidad y bienestar; separándose de la ortodoxia y de las desviaciones que llevaron a la derrota de la mayoría de los proyectos que se decían socialistas en el siglo XX.
El Pensamiento Complejo o la Complejidad se integra en el Occidente moderno, tomando partes de la dialéctica, de los modos de comprender y aprehender de culturas no occidentales, como forma de conocer las realidades que hoy nos afectan, o las que necesitamos transformar. Este método nace del reconocimiento del saber complejo que las comunidades e individuos –en cualquier lugar del mundo- tienen en su permanente contacto y convivencia tanto social como con la naturaleza, un pensamiento complejo que no aísla los elementos que componen la realidad, la cosa o el fenómeno observado, (natural o social) porque para los investigadores humanistas, ellos mismos son parte que incide en dicho fenómeno desde el momento en que entran en contacto con éste; los cambios que infringen las personas mediante el trabajo o la investigación al fenómeno u objeto estudiado, también transforma a los investigadores, más, cuando esos objetos toman identidad convirtiéndose en sujetos sociales y vivos naturales.
No hay fenómenos ni procesos simples ni aislados por muy sencillos que parezcan, todos tienen múltiples relaciones e interdependencias entre sí y con el medio en que existen (Morin). Hoy el científico humanista no se limita a trabajar sobre cosas, sino, que se ve comprometido en la comprensión y tratamiento de conflictos o problemas, en la que son indispensables la multidisciplinaridad, la interdisciplinaridad y la transdisciplinaridad para abordar en conjunto el conocimiento y desarrollo de procesos complejos, no solo naturales, sino también sociales; en los que los grupos humanos dejan de ser simples actores u objetos para asumirse como sujetos de derechos, autónomos, activos y autocambiantes, como son las mujeres, los niños, los LGTBI y las comunidades étnicas mal llamadas minorías, mientras los demás seres vivos y la misma tierra se descubren como sujetos de derechos.
Como parte de la colonialidad que aún nos domina, los métodos científicos de investigación utilizados por nuestros intelectuales, dirigentes (de izquierda y de derecha) y científicos latinoamericanos y colombianos, para el estudio, interpretación y transformación de nuestras realidades, han sido en la inmensa mayoría, los que Occidente ha construido en su historia, a partir de su filosofía y su epistemología, pero estos intelectuales y científicos y la academia se han quedado investigando y analizando con métodos del siglo XIX, mientras en los centros de poder económico y científico imperialistas, con la expansión del capitalismo se han generado diferentes tendencias de esa filosofía, que han influido en la variación de la teoría del conocimiento, tanto en el mismo occidente como en el resto de países y culturas en los últimos 150 años, por ejemplo la dialéctica marxista, lo que reúne la Escuela de Frankfort, y la complejidad, que han incidido en la intelectualidad y en el desarrollo del pensamiento crítico latinoamericano. En un proceso emancipatorio, de estas formas de conocer podríamos apropiar críticamente elementos, complementar conceptos en la construcción de un método cognitivo propio como medio, no solo para indagar y comprender, también para transformar nuestro presente y prever algo del cercano futuro; pero no es suficiente, si no asumimos como eje nuestros modos de pensar, interpretar y comprender nuestras diversas cosmogonías, cosmovisiones ancestrales, raizales, y las construidas en el mestizaje en estos 525 años de sometimiento.
En el estudio de las ciencias sociales y humanas, no existe el método perfecto para todos los tiempos y lugares, ni para todos los pueblos ni para todas las sociedades, pues los métodos mencionados son construcciones occidentales determinadas por sus historias y culturas. Igualmente los capitalistas siempre han integrado partes de los métodos de construcción de conocimiento (científicos y metafísicos) en sus procesos de investigación en todas las áreas de la ciencia, en la educación, en los planes de dominación y en el discurso, según les convenga. Todas las culturas han tenido sus propios conceptos de conocimiento y han construido sus propios métodos para adquirirlo y desarrollarlo.
En los últimos 40 años el método utilizado en Occidente, ha venido siendo revaluado en la praxis de la investigación científica en algunos centros por científicos de lo que se llama ciencia y tecnología de punta, movidos por la aplicación y desarrollo de la quántica, que a su vez ha acelerado avances en casi todas las áreas de la ciencia y la técnica, pero también por la dinámica de la mundialización del capital y de los sistemas de generación, acumulación (Big Data) y transmisión de información y conocimientos (informática + telecomunicaciones) a los que se agrega las redes virtuales de investigación y debate y sitios web como Wikipedia, Amazon o Google, todo un complejo movimiento que se retroalimenta y muta hacia una nueva reestructuración de las ciencias y conceptualización del conocimiento; proceso en el que los investigadores integran partes de la dialéctica marxista, metodologías como la complejidad y conceptos de Oriente, incluso de las visiones de los pueblos aborígenes; por ejemplo, adoptan la multidisciplinaridad, la interdisciplinaridad y la transdisciplinaridad para abordar cualquier proceso cognoscitivo-creativo; reconocen la discontinuidad de los fenómenos y los procesos tanto en la naturaleza como en la ciencia y en la sociedad, presente en el movimiento de la materia, el comportamiento de la energía, la generación del pensamiento por el cerebro y en la actividad de los movimientos sociales y culturales; aceptan la obsolescencia del análisis científico monodisciplinar y la síntesis multidsciplinaria como lo más avanzado en el proceso de investigación científica; concluyen que la ciencia en todas sus áreas no tiene objetos sino problemas a resolver; podríamos llamarlo una “Revolución” al interior de las Ciencias en Occidente, impulsada desde las metrópolis por las grandes corporaciones, encaminado al dominio total sobre la naturaleza y la humanidad.
Esta nueva metodología epistemológica no ha incidido en el uso instrumental del conocimiento, no ha cambiado la visión utilitarista de los capitalistas sobre los bienes naturales y culturales, ni sobre el consumismo y la ganancia, ni sobre la esclavitud y el colonialismo ni sobre los niveles de pobreza, felicidad y libertad que la multidisciplinaridad, en la nueva clasificación, de las ciencias de la vida, de la tierra, de la sociedad y de la complejidad sintetizan y concluyen. Esta nueva metodología permite mejor planificación y realización de las guerras de despojo, de las guerras comerciales y culturales para mantener las tasas de ganancia en la decadencia del capitalismo
Dentro de la intelectualidad disidente de las líneas, tendencias o escuelas de la filosofía y la sociología europeas clásicas y Occidentales se dan diversas interpretaciones –críticas de la modernidad- de conceptos y categorías, que llegan a cuestionar los fundamentos y paradigmas culturales y civilizatorios de Occidente, desenmascarando mitos y tabúes que protegen los modos de producción y de pensar del capitalismo, originados en el monoteísmo, el autoritarismo y la lucha de clases, en el desarrollo de esta sociedad. En el siglo XX la intelectualidad crítica: M. Foucault, W. Benjamín, J. P. Sartre, H. Marcuse, Erich Fromm, M. Horkheimer, Jurgen Habermas Theodor W. Adorno y otros de la Escuela de Fránkfort o de la Teoría Crítica, desde el mismo Occidente, (a pesar de diferencias conceptuales entre sus miembros, pues no constituyeron una única corriente filosófica ni diseñaron un método científico) aportó elementos para la interpretación y el análisis desde el marxismo y el Psicoanálisis, de los fenómenos políticos, sociales y culturales de posguerra durante y la guerra fría, en la que cuestionan política e ideológicamente al llamado “Socialismo Realmente Existente” o capitalismo de Estado y al capitalismo norteamericano y europeo, poniendo en evidencia las dos caras de la moneda, utilizando las ciencias sociales y humanas (la sociología la psicología, la antropología, la filosofía).
Aquellos intelectuales no profundizaron en el patriarcado y el papel de las mujeres en el proceso emancipador ni en las culturas ni en los pensamientos, menos en el protagonismo transformador de otros sectores sociales como los pueblos aborígenes de los países de la periferia, tampoco valoraron otras cosmovisiones y epistemologías no Occidentales, no plantearon alternativas o propuestas epistemológicas a los pueblos del sur para combatir el colonialismo ni para salir del capitalismo, porque no conocían estos territorios ni a estos pueblos, pues además en su concepción del mundo prevalecía en ellos el eurocentrismo, que le da un carácter imperial a sus apreciaciones, mientras niega la existencia de los otros del sur, que para los eurocentristas etnocéntricos son invisibles o considerados inferiores, sin capacidades para pensar y decidir, o sea, colonizados.
Desde el sur, desde la periferia, pero también desde el norte, otros intelectuales que estudian y viven las culturas y cosmovisiones de nuestros pueblos dilucidan conceptos eurocentristas-logocentristas que nos niegan e invisibilizan, como cuando De Sousa Santos (2011) nos habla de la Sociología de las Ausencias, que desde 1492 se viene imponiendo a través del colonialismo, en el que es determinante la implementación del racismo para hacer realidad esa invisibilización, la explotación de los trabajadores (indígenas, negros y mestizos) y el saqueo de nuestras riquezas naturales y culturales.
Por sociología de las ausencias entiendo la investigación que tiene como objetivo mostrar que lo que no existe es, de hecho, activamente producido como no-existente, o sea, como una alternativa no creíble a lo que existe. Su objeto empírico es imposible desde el punto de vista de las ciencias sociales convencionales. Se trata de transformar objetos imposibles en objetos posibles, objetos ausentes en objetos presentes. La no-existencia es producida siempre que una cierta entidad es descalificada y considerada invisible, no-inteligible o desechable. No hay por eso una sola manera de producir ausencia, sino varias. Lo que las une es una misma racionalidad monocultural. Distingo cinco modos de producción de ausencia o no-existencia: el ignorante, el retrasado, el inferior, el local o particular y el improductivo o estéril. (Santos 2011 p 30)
Los aportes de la Escuela de Frankfort, además de la interdisciplinariedad, la crítica al positivismo y otras investigaciones científicas de las ciencias sociales y humanidades, permitieron a nuestros intelectuales revolucionarios ampliar su visión sobre el capitalismo y rescatar en el humanismo la esencia de los cambios necesarios; al mismo tiempo sirvieron para evidenciar el eurocentrismo de las izquierdas tradicionales marxistas latinoamericanas (dogmáticas y sectarias), quienes tampoco supieron valorar las riquezas culturales y epistémicas de sus pueblos, ni escucharon a nuestros pensadores humanistas, ni miraron con ojos propios las realidades de nuestros países.
En síntesis, se necesita desarrollar y aplicar -en los debates teóricos, ideológicos, políticos y culturales- un pensamiento crítico descolonizante no solo entre la intelectualidad o la academia y dirigencia política de la izquierda, sino, prioritariamente en las organizaciones y sectores populares, para integrar simultáneamente un pensamiento amplio e incluyente con raíces en la diversidad étnica, cultural y social, en la ontología de nuestras comunidades y sectores populares, que conduzca a una praxis emancipatoria, en la que nuestros pueblos puedan asumir con ojos propios la transformación revolucionaria de nuestra sociedad y país. Dicho de otra manera, es hacer visible y activa nuestra presencia, nuestras subjetividades, asumiendo otras posibilidades (toda posibilidad es una incertidumbre) diferentes a las planteadas por Occidente y que De Sousa Santos nos explica para pasar de la “Sociología de las Ausencias” a la “Sociología de las Emergencias” en la renovación de nuestras epistemologías.
La sociología de las emergencias consiste en sustituir el vacío del futuro según el tiempo lineal (un vacío que tanto es todo como es nada) por un futuro de posibilidades plurales y concretas, simultáneamente utópicas y realistas, que se va construyendo en el presente a partir de las actividades de cuidado.
La sociología de las emergencias consiste en la investigación de las alternativas que caben en el horizonte de las posibilidades concretas. En tanto que la sociología de las ausencias amplía el presente uniendo a lo real existente lo que de él fue sustraído por la razón eurocéntrica dominante, la sociología de las emergencias amplía el presente uniendo a lo real amplio las posibilidades y expectativas futuras que conlleva. En este último caso, la ampliación del presente implica la contracción del futuro, en la medida en que lo Todavía-No, lejos de ser un futuro vacío e infinito, es un futuro concreto, siempre incierto y siempre en peligro.
Así como existe un norte global que también está presente en las clases dominantes del sur, también hay muchos sures del sur, que vienen a ser nuestros pueblos sometidos por las oligarquías locales y por el imperialismo, (dentro de la división internacional del trabajo) que viven la colonialidad mental, pero que necesitan asirse a su concepción del mundo, amplia, diversa, crítica y transformadora, reconstruyendo sus cosmovisiones, reelaborando sus propios pensamientos. De Sousa Santos (2011) convoca a los pueblos del sur global a redescubrir, valorar, apropiarse y defender sus epistemologías construidas desde sus ancestralidades, en sus cotidianidades culturales, en sus resistencias y en sus luchas contra el capitalismo y el colonialismo, partiendo de dos premisas:
Primero, la comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo. Esto significa, en paralelo, que la transformación progresista del mundo puede ocurrir por caminos no previstos por el pensamiento occidental, incluso por el pensamiento crítico occidental (sin excluir el marxismo). Segundo, la diversidad del mundo es infinita, una diversidad que incluye modos muy distintos de ser, pensar y sentir, de concebir el tiempo, la relación entre seres humanos y entre humanos y no humanos, de mirar el pasado y el futuro, de organizar colectivamente la vida, la producción de bienes y servicios y el ocio. Esta inmensidad de alternativas de vida, de convivencia y de interacción con el mundo queda en gran medida desperdiciada porque las teorías y conceptos desarrollados en el Norte global y en uso en todo el mundo académico, no identifican tales alternativas y, cuando lo hacen, no las valoran en cuanto contribuciones válidas para construir una sociedad mejor. Por eso, en mi opinión, no necesitamos alternativas, sino un pensamiento alternativo de alternativas. (Sousa p. 20)
En Latinoamérica y el Caribe, estudiosos de las pedagogías populares han recogido de las prácticas culturales de sus pueblos, de sus cosmovisiones y cosmogonías, formas decoloniales no tan racionales de interpretar, transformar y recrear sus realidades, en las que el centro es la esencia humana, que Paulo Freire nos plantea en la Pedagogía del Oprimido como forma de comprender las relaciones sociales, de construir autonomía para cambiar la cultura y la sociedad; que Fals Borda nos enseña con el método IAP, Investigación Acción Participativa, en el trabajo y la investigación social y en la educación tanto académica como comunitaria, en el que el investigador-educador se integra al proceso y aprende de los sujetos con quienes dialoga y construye, en un intercambio enriquecedor de saberes, que le permitió al maestro reconocer la forma en que los pueblos comprenden y tratan sus problemas, y que él descubrió en su contacto con las comunidades de la costa atlántica colombiana: lo sentipensante -lo emocional, sentimental, lo sensual como parte de una realidad concreta a estudiar y transformar- que consideró una herramienta epistémica inseparable en el análisis científico cuando se trata de la condición humana; los métodos y propuestas abordadas en este estudio, junto a las cosmovisiones y modos de comprensión de nuestros pueblos sentipensantes, deben ser bases de nuestro propio método cognitivo para borrar la mentalidad sumisa, colonial y eurocéntrica. Formas de conocer y hacer que son herramientas revolucionarias en los cerebros y en las manos de las personas y de los pueblos, cuando los adoptan y o adaptan críticamente, aplicándolos creadoramente en sus procesos emancipatorios transformadores.
Precisamente el principal objetivo de este trabajo es preguntar por las capacidades de los movimientos transformadores para recuperar sus historias, para autoreconocerse en la diferencia y la diversidad, para reconstruir sus subjetividades, ejercer su emancipación y ejecutar sus proyectos, empezando por descolonizar sus pensamientos y sus epistemologías, por esto intentamos llegar a los orígenes de nuestra obediencia y dependencia de los postulados del capital.
Gonzalo Salazar – Diciembre 9 de 2017