Por: Gonzalo Salazar
Noviembre 26 de 2017
Nuevo es lo que no hemos conocido, pero sí reconocemos
Los movimientos revolucionarios, desde la revolución rusa, pasando por la China, el sur de Asia, y África, los intentos frustrados en Centroamérica y por supuesto Cuba, en el siglo pasado, necesitaron recoger de sus diversidades étnicas, sociales internas, de sus particularidades geográficas y económicas, los elementos históricos, epistémicos y culturales de sus pueblos, para construir imaginarios de nuevas sociedades, para elaborar sus proyectos y crear sus movimientos transformadores (así sus dirigentes o sus organizaciones de “vanguardia” no lo hayan hecho a cabalidad o hayan tergiversado o desviado los objetivos de sus revoluciones); caminaron aprendiendo de sus propios errores y de las experiencias de otros pueblos en una praxis constante que les obligó a crear sus propios instrumentos de lucha y a identificar nuevos paradigmas.
Hoy es una condición ineludible para los auténticos movimientos populares transformadores en cada país de la periferia, elaborar una filosofía propia, una cosmovisión emancipadora con esos elementos, porque no se trata de homogeneizar las sociedades, sino, reconocer y respetar la diferencia y la diversidad culturales para construir la autonomía, la equidad y la solidaridad.
Con el conocimiento y reconocimiento de las problemáticas que viven los sectores populares de nuestro país, podemos visualizar alternativas posibles para ponerlas sobre la mesa del debate político en el proceso liberador-transformador de nuestra realidad; alternativas democráticas que incluyen aportes de intelectuales, de organizaciones políticas y sociales del campo popular a nivel local, regional, nacional e internacional; haciendo énfasis en la necesidad sine qua non para la elaboración-integración de un pensamiento propio, plural-diverso emancipatorio, (que desde la academia puede ser una teoría o una filosofía), nacido de las raíces, un nuevo relato de nuestras historias e identidades; pues la lucha de las ideas y la construcción teórica son tan fundamentales como la movilización, la acción directa o los movimientos culturales; proceso en el que es indispensable la confluencia de las diversas cosmovisiones de las comunidades y pueblos que forman la nación colombiana, como de las diferentes corrientes políticas e ideológicas de la izquierda y del humanismo; reconociendo lo que hemos sido como latinoamericanos, como colombianos, lo que hemos acumulado cultural, económica, ecológica y socialmente como colonia y hoy, como Neocolonia, en un contexto posneoliberal. Recordamos lo que nos decía Lenin, que “sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”, y el concepto de Raya Dunayevskaya1 desde el humanismo marxista -que desde el mismo Occidente nos proponen- en la importancia de la acción, la organización y el pensamiento, “la práctica como una forma de la teoría”, imprescindible en estos momentos de creación y transformación que requieren nuestra sociedad y nuestro imaginario colectivo de mejor país.
Es importante la abundancia de intelectuales e investigadores-as humanistas orgánicos y vernáculos de los sectores populares, que desde y fuera de la academia, aportan al reconocimiento de nuestras historias y de nuestras realidades actuales, preocupados por el presente y el futuro de nuestros pueblos en estos momentos de crisis del sistema mundo capitalista, cuando crecen y se fortalecen las resistencias de comunidades y pueblos, cuando la rebelión invade los pensamientos de la juventud, cuando resurgen e insurgen fundamentales fuerzas sociales, nuevos sectores populares, nuevos movimientos sociales-culturales en Colombia, en Abya Yala y en el mundo, simultáneamente a la “globalización” y radicalización del capitalismo neoliberal y posneoliberal (nunca ha dejado de ser colonialista) en su propósito expoliador, explotador, destructor; cuando hemos llegado a un neocolonialismo que pudiéramos llamar global, ejecutado por las corporaciones transnacionales extractivistas y financieras, modelo garantizado por el poder oligárquico; cuando nuestros vecinos progresistas del sur creen dar pasos hacia la ansiada independencia económica y política, de las metrópolis imperialistas, buscando la integración del Sur, dentro del capitalismo.
Desde la intelectualidad de los sectores y movimientos populares, desde un sector crítico de la academia, se comienza a redescubrir y reconocer lo propio, lo ancestral, lo ecológico, lo plural y lo diverso nuestro latinoamericano y caribeño, como ingredientes fundamentales en la realización de ese otro mundo mejor posible. Al lado de la crítica política e ideológica se plantean posibilidades, alternativas y propuestas de cambios estructurales y culturales que escapan de los esquemas y de los fundamentalismos de las ortodoxias academicista y marxista, (económica, política, filosófica, epistémica) con conceptos revaluados de progreso, autonomía y dignidad. Hechos recogidos por investigadores humanistas e intelectuales orgánicos de los sectores populares, de la izquierda, de los pueblos originarios; ampliando conceptos con aportes de dirigentes políticos y sociales latinoamericanos y del Caribe, que nutren nuestros pensamientos y nuestros proyectos. Sin embargo, han sido científicos con sus visiones eurocéntricas imperialistas y colonialistas nacidos en Europa y Norte América, quienes han desarrollado la mayor parte de las investigaciones antropológicas, sociológicas, históricas, económicas y culturales de nuestros pueblos para estructurar sus planes de dominación, y cuyas conclusiones son aceptadas e impuestas por la academia oficial –en Colombia- condicionando la formación de nuestros intelectuales, estudiantes y profesionales a la sumisión y la obediencia, y por consiguiente la formación política acrítica de nuestros dirigentes y de la propia izquierda.
Conceptos como dependencia, pobreza, socialismo, democracia radical y soberanía son indispensables en el análisis, en el conocimiento y reconocimiento de la realidad que se nos ha impuesto, (en un contexto neoliberal, de crisis estructural del capitalismo) pero que queremos transformar, construyendo nuestras propias realidades y, en la configuración de nuestras utopías; también nos obliga a profundizar en ellos, dándoles soporte en las raíces históricas, económicas y culturales de nuestros pueblos, incluso, asimilando e identificando estos conceptos con las palabras y las prácticas que éstos han construido en sus historias y luchas. En consecuencia, cuando se generalizan las frases “bien vivir”, “vivir bien” o “buen vivir” entre quienes pretenden cambios estructurales en América latina, y son asumidas críticamente por demócratas, humanistas y revolucionarios, no se trata solo de traer del pasado un concepto que pudo haber tenido plena representación en la vida de estos pueblos, ni de avalar o negar totalmente los ensayos de sectores nacionalistas progresistas presentes hoy en sus respectivos gobiernos, sino, cómo este concepto aborigen renovador-emancipador se equipara, se asemeja y o se complementa con conceptos mestizados como socialismo raizal, bienestar y democracia radical o popular, dándoles una nueva connotación desde abajo, con un lenguaje común en los sectores populares.
Uno de los principales obstáculos en el proceso revolucionario en Colombia, dirigido por la izquierda, ha sido su incapacidad de elaborar una propuesta unificada y consensuada (entre sus organizaciones y los sectores populares) del tipo de país que queremos, llevando muchas veces su sectarismo escisionista a los sectores populares donde ha penetrado o donde ha caído en momentos de auge de sus luchas, contribuyendo a la dispersión con su mirada eurocéntrica subjetivista vanguardista (no una subjetividad autoconstruida). Ha sido una práctica colonial común en la izquierda tratar de homogenizar comunidades y sectores populares, buscando imponer y masificar propuestas, modelos e ideologías, sin tener en cuenta la diversidad con sus particularidades culturales e intereses económicos y políticos.
La izquierda -en la cual se incluye el autor- y el liberalismo, se han especializado en la elaboración del diagnóstico, en el análisis de coyuntura local e internacional, en la interpretación de las teorías, de la filosofía que nos llegan de las metrópolis occidentales, en la “citología” academicista seguida por esta izquierda, en la que el intelectual no se compromete ni tiene criterios propios y trata por todos los medios de no asumir una posición propia -una tara de la academia occidental, supuestamente “neutral u objetiva”-, de donde se desprende el dogmatismo y la difusión de conceptos prefabricados, haciendo uso de esas herramientas políticas e ideológicas la mayoría de los dirigentes políticos y sociales, sin critica ni modificación para interpretar las necesidades y anhelos de sus comunidades y transformar las dinámicas económicas, sociales y culturales de un país diverso, desindustrializado, neocolonial de la periferia, construido (¿o destruido?) en la violencia y la desigualdad social; cuando no ha sido la copia de modelos organizativos verticales autoritarios y procesos fracasados, la guía para pretender cambiar esa injusta realidad, -de la misma manera como la oligarquía ha impuesto los modelos que los imperios en cada época le ordenan- negando muchas veces nuestras cosmovisiones, culturas, pensamientos e historias; práctica que mermó la confianza del pueblo en sus dirigentes de izquierda y revolucionarios. Esa tara de la izquierda no es solo de los revolucionarios colombianos, pues siendo una construcción occidental, como esta civilización, ha entrado en decadencia, se puede concluir que es la generalidad en América Latina, sin embargo en países del norte también se hacen reflexiones similares:
Es decir, tenemos una “izquierda” que ya no es izquierda y que ya no tiene teoría y una izquierda fiel a sus ideales pero con una teoría que se niega a evolucionar porque se niega a aprender de las experiencias prácticas contradiciendo la filosofía de trabajo de los padres de dicha teoría, una izquierda anquilosada, marginal y alejada de las masas porque, entre otras razones, se niega a considerar la situación actual y se agarra a los postulados de hace más de un siglo.2
Los intelectuales estudiosos latinoamericanos y colombianos de las ciencias sociales y las humanidades, tanto demócratas como de la izquierda, del pensamiento critico, nos aportan con sus trabajos, desde y fuera de la academia, insumos para integrar a nuestra identidad plural, elementos negados de nuestra subjetividad diversa, como dice Boaventura De Sousa en la “Sociología de las ausencias”, de la negación eurocentrista de nuestras historias, nuestros saberes, de nuestras cualidades y capacidades. Los movimientos sociales populares como protagonistas, nos brindan las experiencias de sus luchas, sus necesidades y sueños, sus pensamientos, sus epistemologías y cosmovisiones, fundamentos de una filosofía propia desde y con los cuales construir un imaginario colectivo de mejor país en un proceso de unidad, de articulación de luchas y emancipación de nuestro pueblo, con la posibilidad de recrear una nación libre, autónoma y feliz, una sociedad justa y solidaria, un país democrático y soberano.
Parece que para llegar a ese mundo mejor posible es necesario empezar por cambiar nosotros mismos como personas, como nuevos seres humanos, cambiar con una ética humanista nuestras organizaciones, nuestras comunidades, nuestros pueblos, convertirnos en nuevos sujetos transformadores, cambiando nuestras formas de pensar, de ver, de hacer, de comprender, de sentir, de convivir, y salir de la cultura de la sumisión descolonizando nuestras mentes y pensamientos; o sea, crear y reconocer lo nuevo, que casi siempre tiene raíces ancestrales.
Gonzalo Salazar 2017
1 Raya Dunayevskaya -1910-1987. Filosofa del Humanismo Marxista. Desarrolló la teoría del Capitalismo de Estado. Algunos de sus trabajos: Filosofía y Revolución. De Hegel a Sartre y de Marx a Mao – 1973-, Marxismo y libertad. Desde 1776 hasta nuestros dias-1958-. El Poder de la Negatividad. Liberación femenina y dialéctica de la revolución. Escritos sobre la dialéctica en Hegel y Marx, obra póstuma editada en 2009.
2 Los Errores de la Izquierda. José López, joselopezsanchez.wordpress.com Marzo de 2011


