Capítulo 2, APROXIMACIÓN A LA VISIÓN DE UN MEJOR PAÍS, Aportes a un imaginario colectivo en construcción

A continuación presentamos el segundo capítulo del libro APROXIMACIÓN A LA VISIÓN DE UN MEJOR PAÍS, del Compañero Gonzálo Salazar. Agradecemos su aporte y sabemos de su disciplina, estudio, entrega, convencimiento y transparencia de lo que hace. Muchas gracias compañero por sus aportes.

Ver anterior: https://wp.me/p3Fa3t-6X 

¿COMODIDAD TECNOLÓGICA, CONSUMISMO… O BIEN VIVIR?

«Cuadernos de Reencuentro»

CONOCIMIENTO Y PROGRESO DESDE LA PERIFERIA1

Del saber ser, al saber transformador

Antes a la codicia y a la ignominia le daban el nombre de acciones evangelizadoras o civilizadoras, ahora le llaman progreso… El progreso, ese fantasma que nadie ve y que se ha dedicado a aterrorizar a la humanidad… antes el oscuro camino de saqueos, genocidios e injusticias contra nuestro pueblo era alumbrado con el cirial en nombre de Dios y su Majestad, hoy es alumbrado con el petróleo en nombre del progreso y de la mayor de las majestades entre la mayoría de los no indígenas… el dinero.

Carta de Los U’wa a la Humanidad

El concepto de progreso, comprendido y aplicado como crecimiento económico y desarrollo científico y tecnológico para beneficio de la sociedad, construido por Occidente, viene originado en la concepción monoteísta judeocristiana del mundo, de la trascendencia en el tiempo de los humanos; traducido en la búsqueda de un futuro ideal de abundancia, placer y sosiego individual, mediante el mejoramiento permanente, ascendente y acelerado de los medios de vida, sobre la base del dominio de la naturaleza y del trabajo de la inmensa mayoría de la sociedad.

En el capitalismo la mayoría de los adelantos científicos y tecnológicos están dirigidos a alargar la vida, a brindar comodidad en las actividades productivas y sociales, a buscar la belleza, la perfección, la eternidad física de los individuos, al estilo de los dioses y sus representantes (gobernantes, magnates financieros y accionistas de transnacionales) en la tierra; no más de 10.000 familias inmensamente ricas. Quienes buscan mantener su mundo individualista egoísta, y el poder para disponer de vidas y destinos de las personas y de la naturaleza. Altos Jerarcas de todas las sectas contribuyen a este propósito, prometiendo a los oprimidos un paraíso después de la muerte, (o después del triunfo del partido) que redimirá su miseria y sufrimiento, pero que no permitirá, en vida, su propia emancipación; y si han obedecido fielmente los preceptos, podrían ser libres y felices en el cielo o cuando de cualquier manera se tome el poder del Estado.

Para los movimientos sociales-culturales transformadores es necesario evaluar lo que es y ha sido el progreso impuesto al mundo por Occidente, especialmente el aplicado a los pueblos del Sur. El progreso capitalista -en los países pobres y dependientes: desarrollo- niega todos los valores humanistas: la compasión, la dignidad, la libertad, la fraternidad, la solidaridad, la felicidad, pues éstos no generan ganancias económicas para los dueños del capital. Indudablemente el desarrollo industrial y tecnológico ha brindado comodidades en los sitios de trabajo de la industria y el comercio, en la academia, en los hogares, donde quiera que haya el suficiente dinero para adquirir los productos y servicios que ofrece la actual revolución industrial, pero mucha más gente ha perdido sus riquezas, sus territorios, sus libertades y los bienes que le permitían subsistir en condiciones dignas, para que los países “desarrollados” y las oligarquías locales disfruten y derrochen lo que roban a los pueblos. De la misma manera niega las cualidades y capacidades intelectuales a los pueblos de la periferia.

La ciencia, desde Grecia, ha sido el instrumento para construir una cultura del progreso occidental, con un intermedio “oscuro” de 1000 años: el Medioevo (fenómeno exclusivamente europeo), mientras los árabes y los chinos desarrollaban ciencia y cultura, otras civilizaciones con infinidad de conocimientos científicos, descubrimientos e inventos (la pólvora, la brújula, la imprenta, el telescopio, el comercio, el dinero, astronomía, física, química, ingeniería, arquitectura, cartografía, procedimientos medicinales y medicamentos, el alfabeto, la literatura, el algebra, las matemáticas el concepto de algoritmo) que fueron bases de la Ilustración la revolución industrial y de las actuales “avanzadísimas” ciencias y tecnologías, por no mencionar los aportes científicos de los pueblos originarios del Abya Yala precolombino como el calendario -más preciso que el gregoriano que nos rige- de los mayas, el concepto del 0 o el del universo en movimiento con descubrimiento de los planetas del sistema solar y la vía lactea.

La ciencia liberada de los conventos y del monopolio de las monarquías, con el patrocinio de la burguesía mercantil, se convierte en su principal arma para derrotar al feudalismo e imponer sus modos de producción y de pensar, apoyada en avances tecnológicos como la imprenta y la difusión de conocimientos culturales, históricos y científicos mediante los libros y la escuela laica. Con la expansión y el fortalecimiento del mercantilismo renace el interés por la ciencia y el conocimiento, auspiciado por el capitalismo, que tendría su auge con la Ilustración y el liberalismo, y su aplicación en la Revolución Industrial, dentro del período conocido como la Modernidad (desde el s. XII hasta finales de la primera guerra mundial aproximadamente).

La modernidad es un proceso común a las culturas que han alcanzado grandes avances en ciencia, tecnología, arte, filosofía, literatura, matemáticas, astronomía, etc. (China, Egipcia, griega, maya, azteca, inca…) y han construido gran infraestructura, renovando sus concepciones de sus mundos, tras nuevos paradigmas, cambiando sus modos de producir y de relacionarse sus individuos y comunidades, en unas épocas determinadas; aunque ninguna de las civilizaciones históricamente conocidas alcanzó tal grado de globalización y de destrucción de la naturaleza (antropocentrismo), por consiguiente, cuando hablamos de modernidad, nos referimos a la modernidad de Occidente, cimentada en el colonialismo y el etnocentrismo, en la que se desarrolla la hegemonía de la cultura de la Europa occidental y la homogenización de las culturas europeas, que a partir de la invasión al Abya Yala inicia su expansión global como la civilización capitalista, que sus defensores creen es la mas avanzada, la mas perfecta y superior a todas las demás culturas pasadas y presentes, con derecho y capacidad para someter a todos los pueblos del mundo. El maestro Aníbal Quijano (2000) explica cómo se construye el concepto de superioridad de los europeos respecto al resto de la humanidad:

La asociación entre ambos fenómenos, el etnocentrismo colonial y la clasificación racial universal, ayuda a explicar por qué los europeos fueron llevados a sentirse no sólo superiores a todos los demás pueblos del mundo, sino, en particular, naturalmente superiores.

El hecho de que los europeos occidentales imaginaran ser la culminación de una trayectoria civilizatoria desde un estado de naturaleza, les llevó también a pensarse como los modernos de la humanidad y de su historia, esto es, como lo nuevo y al mismo tiempo lo más avanzado de la especie. Pero puesto que al mismo tiempo atribuían al resto de la especie la pertenencia a una categoría, por naturaleza, inferior y por eso anterior, esto es, el pasado en el proceso de la especie, los europeos imaginaron también ser no solamente los portadores exclusivos de tal modernidad, sino igualmente sus exclusivos creadores y protagonistas.2

El capitalismo irrumpe en el mundo con la invasión y el saqueo al Abya Yala (América), la gran expansión y globalización del capital que hizo posible su desarrollo industrial y comercial y su expansión a todo el planeta hasta hoy. A partir de la Revolución francesa, con sus promesas de progreso: igualdad, fraternidad y libertad, se consolida como modo de producción y de dominación; mientras la ciencia con su racionalidad, y la aceleración del desarrollo tecnológico, (revolución industrial) se convierten en el motor del capitalismo moderno, masificando la producción, expandiendo la exportación de mercancías y de capitales, la importación de materias primas desde otros continentes hacia los centros de poder económico de Europa y los EE.UU.

En la primera mitad del s. XX, la automatización y la concentración de la producción industrial se realiza en las metrópolis capitalistas, multiplicando la producción de infinidad de mercancías, simultáneamente a la monopolización del sector financiero; mientras en la segunda mitad la producción se traslada a países de la periferia y el capital financiero asume su dirección en una nueva forma de colonialismo en lo que se conoce como el neoliberalismo, que además de privatizar servicios básicos y bienes comunes -naturales y culturales- también privatiza y monopoliza la forma de producir conocimientos científicos y los resultados de su aplicación.

En el siglo XXI el desarrollo vertiginoso de las tecnologías (aplicación de los conocimientos científicos robados a los pueblos y acumulados por los imperios), especialmente la robótica, la informática, la cibernética, (TIC) la nano-tecnología, la ingeniería genética y la biotecnología, acelera los procesos productivos, de explotación a los trabajadores y de despojo a todos los pueblos con su modelo extractivista neoliberal, fragmentando y dispersando los procesos productivos en toda la periferia capitalista, haciendo de esta parte del mundo una inmensa maquila con profundas heridas a la madre tierra, concentrando las grandes corporaciones transnacionales lo mejor, lo más desarrollado del conocimiento científico, como instrumento de poder; proceso diseñado y dirigido por las instituciones políticas, financieras y de comercio “Multilaterales”, que realmente son unilaterales.

El conocimiento científico producido por la humanidad en más de 5000 años, fue concentrado por el capitalismo, aplicado y transformado en gigantescos y sofisticados complejos industriales, (militar, tecnológico mediático-cibernético, farmacéutico y financiero) la moderna megamáquina que se expandió por todo el orbe, rompiendo las fronteras geográficas, económicas y culturales en menos de 200 años; desarrollando toda una cultura occidental eurocéntrica, antropocéntrica, consumista, individualista e indiferente ante la degradación de los ecosistemas y las tragedias de la humanidad. La energía nuclear, la robótica, la cibernética, la nanotecnología, la microelectrónica, la informática, la genética, la biología molecular, la biotecnología, surgen en los últimos 70 años para recrear al mundo en forma virtual y terrorífica, prometiendo un nuevo estado de bienestar, de abundancia, de eficiencia, diezmando la capacidad de soñar, posibilitando el ocio, la libertad.

El gran desarrollo tecnológico y teórico de las ciencias naturales, de nuestra época, han sido posibles con el conocimiento, desarrollo y aplicación de la física atómica y molecular (la nuclear, que llevó a la teoría de la relatividad de Einstein) y especialmente de la física quántica, -sin la cual no habría sido posible el desarrollo de la Inteligencia Artificial- pues la nanotecnología como la microelectrónica, la ingeniería genética, la cosmología –hasta la biología y la medicina- tenían que trascender el examen físico de la ciencia clásica para adentrarse en la intimidad del átomo y en el comportamiento de la materia y las energías, para lo cual es necesario conocer y optar por otras posibilidades no evidenciadas por la física clásica, como en el estudio de las ondas gravitacionales y en el mejoramiento de aceleradores de partículas, incluso hoy se especula con la posible aplicación de algunos principios de esta disciplina (la quántica) en las investigaciones de las ciencias sociales y humanas. Sin embargo este inmenso acumulado –científico y tecnológico- no está disponible en igualdad de condiciones, para todos los países, ni para todos los pueblos, menos para todos los seres humanos que los necesitan, pues como todos los imperios, los actuales guardan secretamente los más importantes descubrimientos, los conocimientos científicos mas avanzados y los desarrollos tecnológicos realmente benéficos para la humanidad y el planeta, que con su difusión y aplicación podrían solucionar los grandes problemas sociales, energéticos y medioambientales –que los capitalistas piensan que podrían poner en riesgo la estabilidad de su sistema-; solo aplican y difunden o masifican los que les convienen para aumentar la ganancia y mantener su status quo.

En todas las épocas ha habido producción de conocimientos, generalmente las personas están permanentemente indagando, experimentando, aprehendiendo, produciendo, compartiendo y transmitiendo conocimientos (científicos, artísticos, literarios); los pueblos siempre han tenido y desarrollado conocimientos y saberes para mantener y mejorar sus condiciones de vida material, cultural y espiritual, por lo que es estúpido hablar de la actual como la “era del conocimiento”, pues siempre los imperios han robado los conocimientos a los pueblos sometidos como lo hacen con su riqueza material (muchos conocimientos de las ciencias naturales construidos por los pueblos aborígenes y por nuestros científicos fueron robados y presentados como propios por científicos como el Baron de Humbolt).

Reconocer ese concepto para esta época por los pueblos expoliados sometidos y violentados es legitimar el robo y el uso instrumental de los conocimientos aportados por toda la humanidad para el desarrollo de las ciencias y la tecnología, que en su mayoría el capitalismo utiliza en contra de la humanidad y del planeta. Es la era del capitalismo criminal en su forma imperialista-neoliberal, la era de la expropiación masiva (global), de la sistematización y control del conocimiento y de la manipulación emocional e intelectual de la sociedad por las grandes corporaciones transnacionales de la educación, de los medios masivos (entretenimiento) y las telecomunicaciones, no es el acceso democrático al conocimiento ni al ejercicio de la investigación científica hacia la solución de los grandes problemas de la humanidad y de la madre tierra; es la aplicación masiva y sistemática de toda la teoría científica, en la producción masiva de mercancías para el consumo masivo, incluido el de la información y el entretenimiento; y en las formas de dominación política, económica y cultural por el capital imperialista, que niega la capacidad y las posibilidades a los pueblos sometidos a tener pensamiento propio, de adquirir y desarrollar conocimientos, ciencia y tecnologías propias, es más, criminaliza estas actividades si no le benefician, llega hasta el asesinato y el genocidio si no se le entregan los resultados.

Las ciencias como bienes de la humanidad, deben estar disponibles, ser utilizadas para generar bienestar y felicidad en los pueblos, sin ninguna restricción económica, política y o cultural. Gran parte del conocimiento en todas las áreas de las ciencias naturales y sociales, de las culturas absorbidas, se encuentran en centros de investigación y de generación de tecnologías en las metrópolis imperialistas, almacenadas y administradas por supercomputadoras de USA, Europa, Japón, Rusia, China (así como los más valiosos tesoros históricos y culturales de los pueblos de la periferia se encuentran en museos, en bancos en mansiones y palacios de los grandes capitalistas de Occidente), algunos de esos conocimientos pasaron de los libros y las bibliotecas a las memorias USB a las páginas web (Google, Wikipedia Amazon), a los discos duros, a la “nube” y se difunden como una gigantesca avalancha de información fragmentada, que hace imposible que una persona con alto nivel académico pueda asimilar siquiera el 0.01% de estos conocimientos en su vida.

De esta manera los capitalistas guardan celosamente en frascos dosificadores llamados institutos científicos y tecnológicos, laboratorios de investigación y universidades, (estatales y privados) en sus metrópolis, los conocimientos robados a los pueblos y a sus propios científicos, mediante la “compra” de derechos o la apropiación de supuestos descubrimientos, de procesos, componentes naturales e inventos, consignadas en las llamadas patentes o derechos de propiedad intelectual, que realmente pasan a ser propiedad de las corporaciones transnacionales. Este conocimiento que llaman ciencia, es la única forma real, cierta, eficaz y legítima que sólo puede tener uso instrumental para el logro de los objetivos que el capital se propone; otro tipo de uso es considerado como terrorismo.

No se puede alabar todo invento, avance o descubrimiento científico y su aplicación en tecnologías, mercancías y o procedimientos, como progreso en el bienestar de la humanidad, cuando los resultados a mediano y largo plazo pueden ser letales para ella y para el planeta, (como en el caso de la obsolescencia programada para tecnologías y productos) pues la ciencia en manos de los capitalistas se convierte en una caja de Pandora; de ahí que es una falacia la neutralidad de la ciencia, pues esta es desarrollada por humanos que tienen intereses personales, de grupo, de sector y clase social. En consecuencia, es indispensable para los movimientos sociales-culturales que pretendan cambiar el mundo o sus realidades inmediatas, la apropiación, la difusión y la democratización del acceso a los conocimientos y saberes de sus pueblos, lo mismo que de las ciencias actuales desarrolladas por occidente que realmente contribuyen al progreso y bienestar de la humanidad y al cuidado de la naturaleza, aplicándolas creadoramente en la solución de problemas, en el diseño y ejecución de sus procesos transformadores.

Todas las ciencias -sobre todo las sociales y humanas- el arte y la cultura, son espacios de lucha, de combate político e ideológico, esenciales en la construcción de una nueva sociedad; es deber y derecho de los demócratas, los humanistas, los revolucionarios, pero más de los pueblos, promover y defender su desarrollo en beneficio de la humanidad, dentro y fuera de los Estados actuales, exigir a estos y a los gobernantes en un Estado de transición, ampliar los presupuestos para estas actividades, condiciones, y oportunidades para el ejercicio de la investigación científica y la generación de conocimientos y de tecnologías de punta y apropiadas realmente necesarias, para su aplicación a las condiciones económicas, sociales y culturales de cada pueblo, de cada país, simultáneamente a la construcción de bases económicas, sociales, jurídicas y culturales de poder popular y de una sociedad más justa y humanista.

Hablamos de pueblos en base al reparto del mundo que vienen haciendo las potencias imperialistas desde 1492 en nuestra Abya Yala, en África, en Asia con el colonialismo y neocolonialismo utilizado en los siglos XVI-XIX, en el XX y lo que va del XXI respectivamente, inclusive en la misma Europa, tiempo en el que han creado el arbitrario mapa actual de países cuyas fronteras no tienen nada que ver con los territorios, historias, comunidades originarias y culturas de los pueblos que los habitan, sino, con los intereses y acuerdos entre invasores sobre la repartición de los recursos naturales –división internacional del trabajo-, el suministro de materias primas, mano de obra barata o esclava que han requerido esas potencias de nuestros territorios. La concepción Occidental de progreso conlleva aceptar el desarrollo económico basado en la eficacia, la innovación tecnológica, la versatilidad, la uniformidad, la facilidad, la rapidez, el pragmatismo y la individualidad. Estas características ideológicas de interpretación y construcción de la realidad que nos han regido en los últimos 525 años tienen su origen en la cosmovisión occidental. Trascender esta concepción significa comprender lo que somos y lo que queremos ser, lo que podemos y necesitamos hacer, o sea, encontrar y unir nuestras raíces y nuestros sueños en el tiempo y en nuestros territorios, ser radicales, volver a las raíces históricas, culturales y territoriales, como nos lo propone José Martí, para cambiar nuestra realidad y nuestra historia, como bien lo estudió y lo comprendió Orlando Fals Borda en la sociología y la antropología de nuestro país.

En este proceso no necesitamos prescindir ipso facto de todo el acumulado tecnológico científico y cultural alcanzado por Occidente, olvidando los aportes que todos los pueblos del mundo hicieron entregando lo mejor de sus riquezas naturales y culturales, su fuerza de trabajo, para llegar al actual desarrollo de la ciencia y la tecnología, muchos de esos logros realmente benéficos para la humanidad; ni regresar a un pasado de ignorancia y necesidad. Tampoco podemos negar la importancia de los aportes que hicieron sus científicos y artistas –como los nuestros- en todas las áreas de las ciencias naturales, las artes y la literatura; intelectuales e investigadores, que desde una visión crítica en las ciencias sociales (economía, sociología, sicología, filosofía, antropología), rompieron paradigmas del eurocentrismo-antropocentrismo dentro del mismo Occidente capitalista, como Marx, Nietzsche, Freud, Sartre, Benjamín, Foucault. Menos podemos olvidar la inteligencia, la creatividad la solidaridad y la lucha de los pueblos europeos por los derechos humanos y por la justicia social.

La concepción de progreso occidental dominante hasta hoy, se sintetiza a partir de la interpretación de los conceptos de Descartes3 en su método de conocimiento científico, asumidos y dogmatizados por la burguesía en una racionalidad instrumental que se impuso a la sociedad, no solo para desarrollar ciencia y tecnología, sino, también aplicado a todas las relaciones sociales y en el “dominio total” sobre la naturaleza. Como alternativa a ese progreso podemos plantearnos otra forma de vivir y convivir menos ostentosa, menos individualista -con empatía, respeto y reciprocidad- menos depredadora de la naturaleza, desacelerada en el hacer y el tener, que a través del decrecimiento de la economía capitalista, podamos disfrutar el ser, individual, equitativa y colectivamente, en un entorno social y ecológico sano y agradable.

Las alternativas al progreso impuesto por el capital surgen de iniciativas y tradiciones locales, experiencias ancestrales, colectivas, solidarias, ecologistas, feministas, humanistas, creativas, en el seno de los pueblos y de los sectores populares; todas con carácter de resistencias locales y regionales, de indignación, en muchas comunidades acompañadas de conceptos de democracia popular, de no desarrollo o de no crecimiento económico capitalista, como ejercicio de soberanía y autonomía. Cambios que se generan en los pueblos tras la configuración de una filosofía, de una cultura (no consumista ni de violencia), de una economía, propias de cada pueblo y comunidad, quienes establecen sus propias identidades, asumiendo nuevas subjetividades como expresiones de nuevos poderes democráticos horizontales, nuevas hegemonías, germinados desde abajo. Una nueva civilización humanista solidaria en construcción en Abya Yala.

Los valores humanistas de consideración, respeto, equidad y solidaridad, de dignidad y convivencia pacífica entre humanos y con los demás seres vivos, incluida la madre tierra, los encontramos aún en comunidades aborígenes que conservan lo fundamental de sus cosmovisiones ancestrales, también en comunidades urbanas y rurales mestizas y raizales que rescatan en sus resistencias reconstruyendo sus identidades tanto en nuestro país como en el mundo, como confirmación de que un mundo mejor sí es posible; esos valores son los que necesitamos rescatar y recrearlos por toda la sociedad y que podemos llamar bien vivir.

El Vivir Bien, en sentido político, tiene que ver con las transformaciones institucionales y estructurales que creen las condiciones y los espacios adecuados a la participación, a la transparencia, al acceso a la información y a la formación de consensos. El vivir bien tiene que ver con la paz de las multitudes, del acuerdo de los pueblos, de la complementariedad entre sus economías, sociedades y culturas. No la paz impuesta por el imperio, por el dominio del orden mundial, no la paz de la dominación, que no es otra cosa que la guerra en la filigrana de la paz; sino la paz de las emancipaciones múltiples, de las liberaciones plurales, la paz de las grandes mayorías diversas, de los pueblos, de las multitudes y los proletariados nómadas. La paz entendida como armonía4

El Vivir Bien o el Bien Vivir es una traducción al castellano del aimara Suma Qamaña y del quecha Sumak Kausay, es una alternativa ancestral humanista de convivencia, respeto y bienestar comunitario, que no tiene nada que ver con programas de gobiernos, con planes de desarrollo ni con teorías elaboradas por la academia, tampoco es un concepto único de los pueblos aborígenes latinoamericanos; en todas partes del mundo los pueblos lo han desarrollado y aplicado históricamente con los nombres que sus culturas lo han definido, como nos lo hace saber Alberto Acosta,

El Buen Vivir (o Sumak Kawsay, o Alli Kawsay, o Ñande Reco, o cualquier otro nombre que usted le quiera poner, como Ubuntu en África o Svadeshi, Swaraj y Apargrama en la India) consiste simplemente en reconocer la existencia de otros valores, experiencias y prácticas. Es decir, consiste en reconocer otra forma de organizar la vida, en relación con los propios seres humanos y entre estos y la naturaleza, viviendo en armonía y comunidad.5

Construir el Bien Vivir o el socialismo nuestroamericano o abyayaliano, implica recuperar la memoria histórica, retomar los nombres autóctonos de nuestros territorios, de nuestros bienes y valores naturales, culturales y sociales, pasar del antropocentrismo, el eurocentrismo y el logocentrismo, al biocentrismo, al cosmocentrismo, a la pluridiversidad en el ser, el pensar y el hacer, que incluye el amor por el otro/a, por la tierra, con una nueva ética sobre el respeto a lo vivo, a lo natural, a lo verdaderamente humano, dar sentido y contenido desde nuestras identidades, desde nuestras cosmovisiones, desde nuestras necesidades y nuestros sueños a conceptos como democracia, soberanía, libertad, progreso y felicidad, darle un nuevo significado a la vida. Significa destruir las estructuras económicas, sociales, culturales y los paradigmas del capitalismo que nos impiden trascender la ideología de la sumisión y la obediencia, la simbología que nos estigmatiza, nos degrada y nos niega; para asumir libre y autónomamente, como pueblos, nuestras propias identidades y destinos.

Me hablan de progreso, de “realizaciones”, de enfermedades curadas, de niveles de vida elevados por encima de los propios.

Pero yo hablo de sociedades vaciadas de sí mismas, de culturas humilladas, de instituciones minadas, de tierras confiscadas, de religiones asesinadas, de magnificencias artísticas aniquiladas, de posibilidades extraordinarias suprimidas.

Me lanzan a la cara hechos, estadísticas, kilómetros de carreteras, canales, rieles.

Pero yo hablo de millares de hombres sacrificados en el Congo-Océano (…) Hablo de millones de hombres arrancados a sus dioses, a sus tierras, a sus hábitos, a su vida, a sus bailes, a su sabiduría.

Hablo de millones de hombres a los que, a sabiendas, se inculcó el miedo, el complejo de inferioridad, el temor, la genuflexión, la desesperación, el servilismo.

Me arrojan en plena cara toneladas de algodón o de cacao exportadas, hectáreas de olivos o viñas plantadas.

Pero yo hablo de economías naturales, de economías armoniosas y viables, de la desorganización de economías adaptadas a la condición del hombre indígena, de la destrucción de economías de subsistencia, de la desnutrición instalada, del desarrollo agrícola orientado únicamente para beneficio de las metrópolis, de la rapiña de los productos, de la rapiña de las materias primas (…) – Me hablan de civilización, yo hablo de proletarización y de engaño. (Aimé Césaire, 1978; 19-21).

Lo que entienden como progreso los pueblos, comunidades indígenas y raizales en América latina y en Colombia, tiene que ver más con sus relaciones de convivencia, solidaridad, cooperación y respeto entre humanos y con la naturaleza, con la realización y el disfrute colectivo de sus derechos, de sus bienes y capacidades, que con el afán de enriquecimiento, comodidad individual, conformismo o de dependencia económica y política de alguna potencia.

Nuestro Socialismo o Bien Vivir no busca alargar la vida artificialmente (cuando ya es física y o mentalmente imposible disfrutarla), ni zambullir a la juventud en el placer farmacocibernético, tampoco fabricar naves espaciales para ir a destruir otros planetas, ni fabricar misiles nucleares para aterrorizar y chantajear a la humanidad, o montar complejos militares industriales para promover guerras entre pueblos hermanos y luego invadirlos y saquearlos; ni agotar los recursos energéticos, biológicos y minerales de otros países para producir tecnologías y mercancías superfluas –como el automóvil individual- que aíslan y vuelve discapacitadas y egoístas a las personas, elevando los niveles de contaminación, de violencia y de consumismo, tampoco de llenar nuestros hogares de chatarra tecnológica que en realidad no necesitamos, menos de ostentar poder con las cosas sobre las personas; sino, de mejorar la calidad de vida de los pueblos, de aportar felicidad individual y colectivamente, en un proceso de cambios revolucionarios, que para el capitalismo puede significar retroceso. Estos conceptos se asocian a principios de justicia, tolerancia, equidad, respeto y autodeterminación.

Progreso humano que para nosotros los de abajo significa desprenderse de las dinámicas del capitalismo, del consumismo; con nuevas y ancestrales formas de compartir, convivir, y producir colectiva y comunitariamente; de propiedad común sobre los bienes culturales y naturales (biológicos, mineros, energéticos, en nuestros territorios, locales, regionales y nacional, incluida la tierra), en los que es definitivo la creación de otras formas autogestionarias de gobierno y poder popular, de Circuitos Económicos Alternativos, dentro de una Economía Propia de los Pueblos; apropiarnos con alegría de nuestras músicas, de nuestras danzas, de nuestras literaturas, que abundan en la gran diversidad étnica, cultural, popular y geográfica de nuestro país; sustentado todo esto en conceptos como autonomía y territorio, que algunas comunidades rurales y urbanas han construido en sus historias y resistencias, que son las bases de sus actuales luchas; pero también desarrollar tecnologías limpias y ciencia propias necesarias, o sea, crecimiento humano con respeto a la naturaleza

En la crítica al progreso capitalista es imprescindible reconocernos como colonizados, como parte de los pueblos oprimidos, explotados y expoliados por el actual modo de producción dominante, para hacer valoración de nuestros bienes naturales y territoriales, de nuestras culturas, de nuestros modos de pensar, hacer y sentir; de nuestras historias, pero sobre todo, de nuestro presente y del futuro posible, que solo podemos construir verdaderamente por fuera del Estado capitalista y de sus instituciones nacionales e internacionales y de su cosmovisión occidental eurocéntrica.

Gonzalo salazar

1 Primera parte del libro Aproximación a la visión de un mejor país. Aportes a un imaginario colectivo en construcción del que es parte el presente capítulo

2 Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina, Quijano Aníbal, p 212, Centro de Investigaciones sociales (CIES), Lima. Taller de Gráficas y Servicios, julio de 2000, Buenos Aires, Argentina.

3El discurso del método- René Descartes. Impreso por primera vez en 1637

4Horizontes del vivir bien – Raúl Prada Alcoreza, publicado en www.praxisenamericalatina en 2014

5 Aguado, M., Benítez, C. (2015). Redibujando alternativas al capitalismo. Entrevista a Alberto Acosta. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales (IV), Pp. 9-13. Publicado por www.rebelion.org el 18 de mayo de 2016.


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