Amo mis pechos capaces de alimentar y mis hombros que han servido para consolar y para cargar el peso de los prejuicios;
amo mi cintura, mis caderas y mi vientre que se ha convertido en nido;
amo mi boca con sus palabras y sus silencios y mis pies empecinados en caminar persiguiendo utopías;
amo mi sangre, mi sudor y mis lágrimas…
Amo ser mujer y no he renegado jamás de ello…
Amé ser mujer con cólicos menstruales, con el dolor de contracciones y hasta en el grito del parto;
amé ser mujer, incluso, cuando me tocaron la cola y me gritaron barbaridades en la calle;
cuando me subestimaron y cuestionaron mis capacidades;
cuando me subí a un taxi y tuve el corazón a mil hasta que me bajé sana y salva en mi destino,
y en la espera lenta y tortuosa de la llamada de alguna amiga avisando que llegó a su casa y no fue violada o asesinada en el camino…
Amo ser mujer y, sin embargo, cuando me tocó ser madre, desee que mi bebé fuera un varón,
lo desee por miedo, para evitar lo difícil y peligroso que, a pesar de estar en pleno siglo XXI, es ser mujer…
Amo ser mujer y por eso me comprometo a luchar para que ser mujer no duela ni sea una condena;
me comprometo a enseñarle a mi hijo el valor de la mujer, con la esperanza de que en el futuro el género no sea un riesgo ni un padecimiento y se pueda amar sin «peros» el ser mujer…


