Archivo mensual: septiembre 2016

Acerca de los comentarios sobre la impunidad en los acuerdos de paz

Por: Ricardo Robledo

Ya se conocen amenazas de muerte a impulsores de la campaña por el SI al plebiscito por la paz; no se sabe de denuncias similares a los promotores del No. ¿Porqué en caso si y porqué en el otro no? Estas situaciones, tienen algo de lógica; aquellos que trabajan por la paz no pueden incluir a la violencia en sus planes; pues, esto sería completamente contradictorio e inconsecuente; por el otro lado, sí sería de esperar que los que se oponen a la paz, tengan en su presupuesto el uso de la violencia; es apenas obvio y coherente.

Entonces quedará claro quienes son los que han mantenido al país en la violencia y la han ejercido sin contemplaciones ni restricciones, éticas, morales o humanas. Degradante estado social que los sectores de derecha quieren que se prolongue en el territorio colombiano y regional.

La guerra y la paz, al igual que el empleo y el desempleo, son el resultado de decisiones que toman algunos seres humanos. Poco se gana por la paz o por el pleno empleo, si no existe la voluntad favorable de aquellos que toman las decisiones. La paz no es un debate es una tarea a la que todos debemos aportar. No es un resultado del azar ni es un juego del destino. Para lograrla en Colombia, se necesita la voluntad de todos las partes que confluyen en nuestra particularidad social.

A futuro, surgen muchos interrogantes ante el proceso de paz; uno es si la oligarquía, acostumbrada a la manipulación y a las maquinarias electorales, sí irá a respetar el libre ejercicio de las urnas y su resultado. ¿Se volverán demócratas? Este es un punto clave para el avance civilizatorio en Colombia; se espera que no se mantengan cerradas las posibilidades de modernizar el pensamiento social sobre bases reales y objetivas, en donde se reconozca la necesidad de la lucha por la democratización y la amplia participación ciudadana para enfrentar los retos que trae el Siglo XXI, principalmente en sus perspectivas humanas y ambientales de defensa de la vida en el planeta.

Acerca del debate que se tiene con respecto a la pretendida impunidad presente en los acuerdos de paz, es bueno tener presente que no se puede pensar que en una guerra, sólo los de un bando matan y cometen desmanes. Las guerras siempre tienden a lo peor. Se generan controversias interpretativas, por que las normas políticas ya existentes, permiten clasificar a las muertes de seres humanos en “oficiales” e “ilegales”. También se habla de armas convencionales y no convencionales. Por esto, para matar son válidas las bombas atómicas, la bombas racimo, los misiles inteligentes, los drones; les está permitido producir dolor “en la oficialidad”; son ilegales el arco y la flecha, las pipetas de gas, las trampas de bambú, porque, al parecer, no matan de acuerdo con las “especificaciones técnicas”.

Así fue como la tripulación del Enola Gay, se llenó de gloria el 6 de agosto de 1945; dieron un gran paso para la ciencia: en un solo acto de guerra, literalmente evaporaron a más de 166.000 personas de la población civil (entiéndase bien: no combatientes). Quizás el mayor crimen de guerra en la historia de la humanidad. No se conoce de condenados por tales hechos; todo lo contrario: los tripulantes fueron declarados héroes.

Las amenazas a impulsores de la campaña por el SI, muestran que la plaza pública sigue siendo peligrosa. Ya no queda tan fácil hacerle un falso positivo a un campesino por que ¿Si no hay guerrilla, cómo lo van a vestir de guerrillero? Pero aún así, la guerra contra los luchadores populares continúa. La líder indígena Cecilia Coicue fue asesinada a puñaladas en la vereda la Cominera de Corinto, Cauca, el pasado 6 de septiembre; su delito: Ser propietaria de un predio en el que está proyectada la ubicación de un Punto Transitorio de Normalización en el. marco de los acuerdos de paz que se adelantan en la Habana. Era integrante de la Asociación de Trabajadores Campesinos de la Zona de Reservas Campesinas del municipio de Corinto, de Marcha Patriótica, así como de otras instancias gremiales.

Se espera que la participación de la ONU en proceso de paz, no se limite a informar que “existen muy claras evidencias de que los desmovilizados fueron asesinados y desaparecidos por grupos de extrema derecha”. Esos informes ya los conocemos –como es el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Comentario adicional: Terminada esta nota, se conoce de la salida de Alejandro Ordóñez de la Procuraduría General de la Nación; en su discurso dijo que su salida era el primer punto de la materialización de los acuerdos de la Habana. Hasta donde se ha leído, esto no aparece en ninguna parte de los contenidos. Discurso incendiario e irresponsable que hace ver como real la existencia de una agenda oculta para el proceso de paz. Sobre esta base de agendas ocultas -como es la costumbre en la política que ha practicado Ordóñez- no se puede construir un nuevo país. Su arrogancia le hace ver que en la Habana se gastaron cuatro años programando su salida; así de grande se ve a si mismo. También quiere dejar en la opinión pública la idea de que es víctima de una decisión política y nunca legal y constitucional, como si lo fue lo concluido por el Consejo de Estado. Es lamentable que en funcionarios tan enceguecidos por el odio, como Ordóñez, se descargue la responsabilidad de vigilar el accionar de los entes gubernamentales.

Septiembre 8 de 2016

Acerca de la inconstitucionalidad del proceso de paz

Por: Ricardo Robledo

No se puede pensar que exista una constitución de validez eterna, sagrada-creada por los dioses- o establecida por una ley de la naturaleza que la hace inmutable. Todo lo que el ser humano crea es un producto de su desarrollo cultural. Toda constitución corresponde a unos intereses de validez temporal en un momento histórico.
Lo tradicional es lo que se asume como “normal” en una sociedad y eso lleva a algunos a pensar que es la forma en que ésta debe funcionar por siempre. No tienen en cuenta que precisamente con el desarrollo social de la humanidad se van cuestionando las estructuras del pasado histórico.
Toda persona, exactamente por su construcción cultural, asume como suyos unos valores y creencias en los que se ha formado y que son los que le permiten vivir y desenvolverse en un medio social; valores que generalmente corresponden con su estilo de vida y clase social, que es lo que comúnmente se ha resumido en la conocida sentencia de que “el ser social determina la conciencia social”. No existe pues una verdad o una razón que justifiquen la descalificación, la persecución, la agresión y la muerte de aquellos que piensen diferente.
En el caso del debate acerca de la “constitucionalidad” del proceso de paz en Colombia, lo que está en discusión no es el derecho que tienen las personas a fijar opiniones de acuerdo con sus intereses, creencias o valores, sean de izquierda o de derecha, sino las interpretaciones que desde esas posiciones se hacen acerca de los acuerdos ya aceptados por los asociados, establecidos en lo que se conoce como un “Contrato Social” y que se expresa en normas y leyes que se registran en una constitución.
Es importante no perder de vista el carácter social de una constitución, que es el que debe facilitar, permitir y garantizar la sana convivencia de los ciudadanos a los que cobija. No puede pues corresponder a intereses particulares. Esa debe ser la esencia de la sociedad humana en lo que respecta a la modernidad y de validez general. No se va a cuestionar en estas notas, si realmente se le deforma y utiliza en beneficios de individuos o de castas.
No existe pues un definir científico que fije lo constitucional. Son acuerdos históricos entre los seres humanos y de validez para un periodo de tiempo. El carácter clasista de la aplicación “normal” de la legislación, se hace evidente con una simple interpretación que establece que si un rico ataca a un pobre, es justicia; si el pobre se defiende, es violencia; si el pobre ataca al rico, es delincuencia; si el rico se defiende, es derecho constitucional. Por esto es que en el lenguaje popular se dice que “la ley es para los de ruana”.
El profesor Fernando Lopes Alves en su libro “El origen del estado y la democracia en América Latina” cuando estudia el caso colombiano, comenta que en el Siglo XIX, se presentaron 8 guerras y 50 levantamientos; es decir, casi un conflicto cada dos años. Hechos de sangre, ya perdidos y lejanos en la historia, que no dejan conocer de cerca el dolor de las víctimas ¿Es esa la constitución que algunos dicen defender?
El país abre el Siglo XX, con la “Guerra de los Mil días”, sigue con las revueltas y separación de Panamá; la matanza de los sastres; la masacre de los bananeras; la persecución al movimiento indígena liderado por Quintín Lame; el asesinato de Uribe Uribe; la muerte de gaitanistas; el asesinato de Gaitán, el periodo de la violencia; la inserción sumisa en la guerra fría y sus políticas contrainsurgentes de oposición a la liberación nacional; la lucha revolucionaria de las guerrillas; la violencia del narcotráfico; las horrendas masacres de los últimos treinta años. ¿Es esa constitución –que no nos ha permitido vivir en paz ni integrarnos como ciudadanos- la que algunos dicen defender?
Una constitución es fundamental para las sociedades surgidas en la modernidad; es bueno considerar si los valores de igualdad, libertad y fraternidad, han existido en Colombia y cómo se han vivido los conceptos de nación, democracia y ciudadano. Por estas razones justas, históricas y necesarias es que queremos una Constitución que nos facilite, nos permita y nos garantice vivir en paz, que nos lleve a integrarnos como ciudadanos en la construcción del país que nos merecemos nosotros y las generaciones futuras. Por eso decimos Si a la Paz.

La historia se repite
Ante la oposición de sectores de derecha al proceso de paz, muy al caso vienen estos extractos del informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, presentado en el libro: “Conflicto Social y Rebelión Armada en Colombia”:
“Laureano Gómez declaró la abstención electoral -que llamó ”purificadora”- aduciendo que la violencia impedía el sufragio conservador, y no participó en las elecciones de 1933, en las que ganó su amigo Alfonso López. Laureano llamó a “hacer invivible la República Liberal”…”
“A medida que los programas de la Revolución en Marcha avanzaban. Laureano atacaba desde El Siglo, en la plaza pública o por radio, con embestidas furibundas, certeras, contundentes, al liberalismo y al comunismo –que identificaba como un solo cuerpo-. Las reformas de López, en particular las constitucionales, levantaron ampolla, no sólo en los conservadores sino entre liberales y sobre todo en la jerarquía eclesiástica, terratenientes y empresarios, industriales, comerciantes….Asustaba a los ricos con el fantasma del comunismo; a los políticos, con la falsificación de cédulas, y a la iglesia con el ateísmo, el protestantismo y la masonería”. (Pag 157)
(Comentario: Colombia no se volvió comunista con esas reformas constitucionales. Hoy, Uribe asusta a la sociedad con el Castro-chavismo internacional y con la entrega del país a las FARC. A propósito ¿Qué quiere decir eso? ¿Cómo se entrega un país a las FARC? )

“Tres años después, cuando López se presentó como sucesor de Santos, El Liberal tituló: “El hijo de Laureano Gómez ofrece dar muerte al candidato liberal”. La “acción intrépida” tomaba fuerza en un grupo de 30 jóvenes conservadores organizados como falange que prometían, según Alvaro Gómez Hurtado, cumplir las órdenes de su padre aun a costa de su propia vida. El artículo del Liberal decía: “Se recuerda que el señor Laureano Gómez en el Senado anunció que el conservatismo optaría por la guerra civil o por el atentado personal” en caso de que López fuera elegido. La doctrina del atentado personal y de la legítima defensa que promulgó Laureano fue la matriz de la política conservadora durante la Restauración Conservadora (1946-1953). Quien resultó asesinado no fue López sino Gaitán, que sin duda habría derrotado a Ospina o a cualquier conservador. Los conservadores llevaron a la práctica las intenciones que Gómez atribuía al liberalismo: apartar a los liberales de las urnas por medio del terror.” (Pag. 161)
(Comentario: Sí existen personajes que realizan todo tipo de actos legales y encubiertos para lograr sus objetivos políticos. Con estas acciones no han dejado democratizar al país. Todo, supuestamente, en defensa de la constitución, la patria, los valores, la moral. Colombia es un país que parece que no avanza en la historia ni en lo social; todavía en pleno Siglo XXI, hay quienes optan por la guerra, asustan a la ciudadanía con argumentos superficiales y aun así, adquieren adeptos por miles.)

Agosto 31 de 2016