Archivo diario: 21 febrero, 2016

CAMILO TORRES RESTREPO Y EL PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA

François Houtart *
Hace 50 años, un 15 de febrero, murió en la guerrilla el sacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo. Los eventos contemporáneos deben situarse en una perspectiva histórica, porque en materias sociales y políticas nada cae del cielo. Son procesos que tienen su génesis. Un actor como Camilo Torres ha jugado un papel orientador en la historia de Colombia y vale la pena reflexionar sobre su importancia en la situación actual. Un libro publicado en Quito lo recuerda. **
1. El análisis social de Camilo Torres
El tema de la tesis de licenciatura que Camilo presentó en la Universidad Católica de Lovaina fue la estructura de las clases sociales en la ciudad de Bogotá. Él utilizó estadísticas para mostrar que no se trataba solamente de estratos sociales diferentes viviendo en el norte o en el sur de la ciudad, sino de estructuras construidas según una lógica de clases, fruto del sistema económico.
Las conversaciones de paz en La Habana tienen como objetivo poner fin a la lucha armada, lo que es de vital importancia en la coyuntura actual. Pero no significan el fin de las luchas sociales. La burguesía colombiana ha sido muy hábil en la utilización de todos los procesos históricos para reproducir su hegemonía: la independencia, los partidos conservadores o liberales, la industrialización, la financiarización de la economía, el servicio del imperialismo y hasta el narcotráfico.
Para Camilo Torres la lucha armada nunca fue un fin en sí mismo, sino una solución de última instancia, frente al fracaso, en el momento histórico que vivía, de los otros medios: diálogo, reformas, vía parlamentaria. El futuro, después de la paz, no será un proceso tranquilo, sino una continuación de las luchas sociales en el campo, en las ciudades y en las zonas indígenas; de las reivindicaciones para los servicios públicos, el acceso a la educación y a la salud, los derechos de la naturaleza, contra las multinacionales y el imperialismo. La lucha de clases no es una ideología, sino un hecho social, y en Colombia tiene un aspecto particularmente agudo.
2. La unión de las fuerzas populares
El éxito de la acción política de Camilo fue reunir varios sectores de la lucha popular alrededor de un proyecto común, sin abandono de la identidad de cada uno. Fue un proceso difícil, pero no imposible, y ahora es indispensable. Las corrientes que se excluyen mutuamente y, a veces, se combaten de manera más fuerte que contra el enemigo común, es una debilidad grave de las izquierdas en el mundo y una de las causas mayores de su ineficacia política. La reconstrucción social, después del fin del conflicto armado, pedirá un nuevo frente de las fuerzas de izquierda, como condición de un progreso social.
Camilo creía en la necesidad de un liderazgo en la lucha, pero no exclusivo ni personalista, sino como un servicio dentro de un proceso común. El protagonismo individual no era su filosofía y esta enseñanza es hoy día importante para construir la unión.
Su llamamiento fue para una acción de conjunto y no para una unidad alrededor de un partido o de una organización pidiendo a todos los demás ponerse de bajo de su propia hegemonía. Un proceso tal exige desinterés personal e institucional para buscar el bien común de todos.

Foto

El sacerdote Camilo TorresFoto Ap

3. La ética como orientación fundamental
La ética social, para Camilo Torres, tenía varios aspectos. El primero era la justicia. Para él era inadmisible que ciertos sectores de la población tuvieran riquezas considerables y otros se quedaran en la pobreza. Como no se trata de un problema de naturaleza, sino de construcción social, la exigencia moral de la lucha por la justicia es un elemento fundamental del pensamiento y la acción.

Otro nivel ético es la manera de cumplir con la lucha. La no violencia era para Camilo un principio de base, porque significaba el respeto de la vida. Solamente en circunstancias bien definidas se puede admitir una resistencia armada de pueblos o de sectores oprimidos: agotamiento de todos los otros medios y posibilidad real de obtener un resultado, como fue, por ejemplo, la revolución cubana.
Los medios utilizados en la lucha son también una dimensión de peso. Camilo Torres sabía muy bien que el no respeto de la ética en el curso de la lucha no solamente era moralmente inaceptable, sino también contraproducente.
4. La dimensión de fe cristiana
Cuando Camilo Torres murió, en 1966, la teología de la liberación, como disciplina propia, no había nacido. Sin embargo, sus bases ya estaban presentes, es decir, el compromiso de cristianos en las luchas sociales y revolucionarias, y otra manera de vivir la fe en comunidades.
Camilo Torres fue uno de esos precursores, inspirado en un primer tiempo por la doctrina social de la Iglesia en su orientación la más radical: condena de abusos y excesos del capitalismo como fuente de injusticias. Su búsqueda de los valores del reino de Dios, proclamados por Jesús en su sociedad de Palestina, llevó a Torres más allá: condena del capitalismo en su lógica, lo que es la base de la teología de la liberación en su dimensión de ética social.
Es por ello que Camilo Torres se acercó al análisis marxista, que permite descubrir los mecanismos de la dominación del capital y de mirar la sociedad con los ojos de los oprimidos, lo que el Evangelio nos pide.
Frente a la globalización de la economía mundial bajo el poder del capitalismo de monopolio, frente a la extensión mundial de la extracción minera y de los monocultivos, a la destrucción del patrimonio forestal, la agresión generalizada contra los pueblos indígenas, las políticas de austeridad para salvar el sistema financiero, una renovación de la teología de la liberación es más necesaria que nunca y la inspiración de Camilo Torres puede ayudar a los creyentes a redimensionar su fe en esta perspectiva.
Estos cuatro ejes son la contribución de Camilo Torres a la reconstrucción de la sociedad colombiana después de los acuerdos de paz.
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* Profesor del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), Quito.
** Javier Giraldo Moreno, sj, François Houtart, Gustavo Pérez Ramírez, Camilo Torres Restrepo y el amor eficaz, ediciones La Tierra, Quito, 2016.

En los zapatos de Timochenko

Por: Ricardo Robledo

TMCK

En días pasados circuló por los medios una foto en la cual se criticaba al jefe insurgente por usar zapatos capitalistas. Los periodistas colombianos buscan impactar al pueblo de muchas formas. Dice Marx que el capitalismo hace ver como una relación entre cosas (mercancías) lo que en realidad es una relación entre personas (burgueses y proletarios; explotadores y explotados; trabajo vivo y trabajo muerto). Temas tratados en el Capítulo I de ”El Capital”. Filosóficamente muestra que hay una diferencia entre la esencia y la apariencia. No basta con resaltar los zapatos, sino se alcanza a ver en ellos el trabajo esclavo, la alienación, la injusticia, la infamia de la explotación infantil, el despojo histórico y presente del sistema que los produce.

 El que no se informa no tiene derecho a hablar –ni menos a informar o desinformar como lo hacen los medios colombianos, otra vez en una salida desafortunada- Es bueno que investiguen para que salgan con notas de mayor altura; pero se quedan en lo bajo por que lo que buscan es el desprestigio diario así sea basados en cosas triviales. Lo cierto es que el capitalismo es una relación de producción a la que las personas no pueden escapar. Esta es también una expresión del despojo al que son sometidos los seres humanos bajo este inhumano sistema. No puede conseguirse algo que no sea fabricado en el ambiente esclavizado de la industria capitalista, ni un huevo para la alimentación básica escapa a que tenga que ser comprado mediante el dinero. Los planes perversos de la mitad del Siglo XX en Colombia, conocidos como el periodo de la violencia, apuntaban realmente al despojo de las tierras de los campesinos y a la urbanización de la población; condiciones necesarias para el desarrollo del capitalismo.

 En los comentarios mediáticos a la mencionada foto, subyace también una concepción excluyente, según la cual entonces, los pobres no pueden usar artículos de calidad ni tienen el derecho al goce y al disfrute. Para ellos sólo el trabajo duro; “la buena vida” y el bien vivir, es exclusivo de los potentados. La buena mesa para las élites y las sobras para los de abajo. Dentro de la lógica burguesa, la posesión de artículos es el equivalente de la buena vida; es más importante el tener que el ser.

 Un punto importante de reflexión para todos, es pensar en cómo romper la cadena del valor y escapar a las relaciones de producción capitalistas. Crear cosas nuevas no es tan fácil; más aún enfrentando poderes que controlan al conjunto de la sociedad. Ahí radica la importancia de las acciones que, en medio de tropiezos, adelantan los gobiernos nacionalistas y progresistas de América Latina. La alternativa es apoyarlos.

COLOMBIA. Declaración sobre el paro nacional del 17 de marzo

FAEl Frente Amplio por la paz –Antioquia– fue creado para apoyar y contribuir a que el proceso de paz entre el gobierno y las insurgencias llegue a feliz término, a través de unas negociaciones exitosas cuyos acuerdos sean refrendados directa y democráticamente por los ciudadanos.

Siempre ha sido claro, sin embargo, que una cosa es la finalización del conflicto armado y otra muy distinta, la construcción de la paz propiamente; que la paz significa reformas profundas y requiere que se ejecuten los cambios que los gobernantes del país vienen aplazando desde hace un siglo.

De tal suerte que, más allá de la finalización del enfrentamiento a través de las armas, construir la paz es construir una sociedad con derechos, con equidad y con justicia social. Construir la paz nos enfrentará inevitablemente con el modelo neoliberal que ha despojado al pueblo colombiano de sus derechos adquiridos, ha profundizado la desigualdad, la corrupción en las instituciones del estado y la entrega del patrimonio público a los emporios transnacionales.

Seguiremos apoyando con toda decisión las negociaciones de paz, la desmovilización de combatientes, la firma de los acuerdos y su futura refrendación, pero esa paz no será sostenible ni duradera bajo la dictadura del capital financiero y su modelo neoliberal. Una paz neoliberal sería una caricatura, una burla al esfuerzo nacional por salir de cinco décadas de guerra. Por esta razón simple apoyamos las luchas populares por mejores ingresos, por no dejarse reducir al hambre, por los derechos sociales, contra la corrupción y por la defensa del patrimonio público. Apoyamos resueltamente el paro nacional del 17 de marzo contra el nuevo paquete neoliberal del gobierno de Santos, y en respaldo a los acuerdos de La Habana y su refrendación.

En Colombia como en toda América Latina, el neoliberalismo y la violencia contra los movimientos sociales, han ido siempre de la mano. Ese modelo es esencialmente dictatorial; sus políticas se nos han impuesto represivamente. El Plan Colombia, el paramilitarismo, la doctrina militar, la legislación autoritaria y la guerra mediática, han sido instrumentos al servicio de ese modelo para someter a quienes nos le oponemos. Es el neoliberalismo y las élites que lo sustentan, quienes han aprovechado la violencia y todas sus expresiones para preservar sus intereses.

Medellín, febrero 18/2016.

¿Qué tenía Camilo Torres en el morral el día de su muerte?

A finales de enero de 1966 el comandante del ELN, Fabio Vásquez, que andaba muy preocupado por la moral de sus hombres y la escasez de armamento, dio la orden de preparar una emboscada. Camilo Torres llevaba ya más de cien días como guerrillero raso de esa guerrilla, esperando la hora de ir al combate y ganarse en franca lid su fusil.

En los tres meses largos que llevaba en el monte Camilo se había partido el lomo en el intento de borrar sus huellas citadinas, sus finas maneras, sus gustos burgueses, y había cambiado hasta la manera de andar. Un guerrillero se conoce en el caminado, le decían los muchachos, la mayoría campesinos curtidos de la región del Opón, una zona de trochas pedregosas, caminos jabonosos, hordas de mosquitos, zancudos, malaria cimarrona. Aprendió a lavar su ropa, a cocinar, a limpiar y aceitar la carabina, a hablar como un combatiente.

A mediados de febrero Fabio Vásquez mandó improvisar un campamento en un ramal denso del cerro de los Andes, por los lados del rio Cascajales, por donde debían pasar soldados adscritos al Batallón Bogotá. La mañana del martes 15, antes de ingresar por el sendero estrecho, el teniente Jorge González, comandante del pelotón, dio la orden de alargar las distancias entre los hombres para evitar que en caso de emboscada quedara copado el pelotón por las fuerzas enemigas. Estaban los guerrilleros atrincherados en un túmulo desde donde se divisaba a la entrada del camino una plancha de cemento abandonada que alguna vez sirvió para secar café, razón por la cual a la zona la llamaban Patiocemento.

A las diez de la mañana entró el soldado puntero, Eugenio Alarcón, y como no vio nada sospechoso alzó la mano para que sus compañeros lo siguieran. Apareció enseguida el sargento José Poveda y más atrás el resto en hilera dilatada. Cuando Fabio Vásquez vio llegar los tres primeros uniformados se levantó, apoyó la Madsen sobre su cadera y comenzó a vaciar el cargador. Camilo disparó los seis tiros que tenía su 38 largo y esperó la orden de recuperar armas. Cayó primero el teniente, luego el soldado, mientras que el sargento Poveda recibió una herida profunda en el brazo izquierdo y se refugió detrás de un árbol esperando la llegada de refuerzos. Fabio y Camilo saltaron hacia donde yacían los soldados, pero era ya muy tarde cuando advirtieron la carabina del sargento abriendo fuego tras del árbol.

Poveda accionó su punto 30 con la mano derecha y Camilo, el primero, el más alto de los hombres, recibió un primer disparo que entró por la cara anterior del hombro izquierdo y salió por la escápula de ese lado; se curvó con un quejido suave y comenzó a dar la vuelta cuando lo alcanzó de lleno el segundo tiro en el costado izquierdo, pasó por las costillas y tomó dirección de arriba abajo y de izquierda a derecha de su cuerpo, entró por el ventrículo cardiaco, abrió una tronera en la aorta, desgarró el diafragma, dejó una huella de pólvora en las entrañas, salió por la ingle derecha y lo dejó caer bocabajo sin remedio alguno.

Al instante saltó para ayudarlo un quinceañero llamado Carlos Viviescas, a quien todos llamaban Camilito, pero apenas se acercó lo alcanzó en el rostro una descarga. Y lo mismo le pasó a Aureliano Plata. Lo que siguió fue la penosa desbandada adelante y atrás. Huyeron los unos por Filo de Oro y los otros trataron de seguir en estampida a Fabio Vásquez, que se perdió desesperado en la espesura de la cordillera de los Cobardes.

Se hizo un silencio primordial. Al rato fueron llegando uno a uno los soldados de la retaguardia protegiéndose contra las ceibas y los cacaoteros. El sargento los llamó desde su refugio y entraron a buscar los muertos. Habían quedado tendidos en el campo cinco guerrilleros y cuatro soldados. Voltearon el cadáver de Camilo, aún revestido de la pálida y marchita majestad que hasta el final lo acompañó. Traía en su morral tres cartas en tres idiomas diferentes: una en español, la de su madre; la otra en francés, la de su fiel asistente Guitemie; la tercera en inglés, para un periodista de la revista Life. También guardaba una biblia en francés, una libreta de apuntes de tapa de cuero, unos lentes dorados y una pipa de cerezo con el anillo de plata que había comprado en Bélgica.

Mandaron a traer los caballos desde el puesto de control en el Centenario y acomodaron los cuerpos sobre angarillas hechas con troncos y lonas de tela de costal, y allí por la tarde los recogió un helicóptero de la Fuerza Aérea. Los llevaron hasta el Carmen y hasta allí vino de Bucaramanga el médico autopsiador Rafael Calderón Villamizar, quien constató que el occiso era varón de buena talla, que tenía los cabellos largos, la barba rubia, la tez blanca, la piel picada de pringadores. Y que por lo demás estaba muerto.

http://www.vanguardia.com/colombia/347222-que-tenia-camilo-torres-en-el-morral-el-dia-de-su-muerte

Persistir en la Unidad

Por: Ricardo Robledo, Febrero 15 de 2016

Una sana práctica en las comunicaciones es evitar en el discurso palabras categóricas como “todas”, “ninguna”, “completamente”, “totalmente”, “nada”, “nunca”, porque principalmente más que fonemas, expresan en el fondo una forma de concepción absolutista.

 Esto viene como reflexión en el momento de apreciar algunos comentarios con respecto a los traspiés revolucionarios, como el ocurrido en las elecciones del 6 de diciembre en Venezuela. Para algunos es muy fácil hablar en estilo condenatorio después de ocurridos ya los hechos -aunque tales condenas tampoco carecen de veracidad-. Este es también un llamado a mirar que hay de cierto en lo que el otro dice, ya que nadie saca conclusiones ajenas a la realidad; pero siempre hay que entender los intereses que animan a las partes en debate.

 Los párrafos anteriores vienen porque se presentan diferentes posiciones frente a los hechos, a su interpretación y salidas, pero que deben tener como alternativa, responder al llamado de: «¡Unidad! ¡Unidad! ¡Unidad! Para salvar la Patria, para salvar la Revolución, para salvar el futuro»; de ahí que una verdadera crítica a los revolucionarios, es hacer la revolución. Expresión que es por demás un factor de mesura y de unidad, si va más allá de la retórica. No vale hacerse a un lado y excluirse de la responsabilidad. Estas palabras van dirigidas tanto a los más “radicales”, como a los más “moderados”. Pues, no son más que simples calificativos. Lo importante es ver hacia donde se dirige el río y en qué dirección lo empujan sus afluentes.

 Sin desconocer que en la vida se cometen errores, contribuye  bastante entender y aplicar el concepto de Marx de la Revolución permanente para afianzar y continuar lo iniciado. Por que existen quienes critican la falta de pureza del proceso en Venezuela, pero son incapaces de apreciar –y mejor, apoyar- una vía venezolana hacia la revolución. Marx, no estuvo de acuerdo inicialmente con los acontecimientos previos a la Comuna de París, pero desencadenados ya los hechos, la apoyo irrestrictamente y de la que sacó claras y profundas enseñanzas.

 Cuando se vuelve sobre los objetivos máximos de la ley del plan de la patria 2013-2019, salta a la vista el proceder canalla, infame y criminal de quienes impulsan el bloqueo a su implementación. Es crucial apoyar a los dirigentes venezolanos que quieren superar el capitalismo, la opresión y las penurias de la población. Por eso una crítica consecuente a la revolución es impulsar la revolución. La construcción del poder popular hará que el camino hacia la nueva sociedad sea irreversible.