Archivo diario: 2 diciembre, 2013

El asesinato de César García, uno de los mayor

Un asesinato como este No Merece el «Encubrimiento de la Gran Prensa», pero una sospechosa denuncia del ministerio de defensa sobre un «Supuesto Plan de las Farc para Matar a Uribe» …Si.!!! Qué Escándalo levantaron.!!!!!
 
Historia.
Perfil de un defensor del medio ambiente:
El ‘Loco’ que se le opuso a La Colosa
Con el asesinato de César García, uno de los mayores detractores de la entrada de la gran minería a Cajamarca, «El Miedo se apoderó de los líderes campesinos del Tolima».

Por: Carolina Gutiérrez Torres

 César García Moreno, el Loco, iba siempre a la cabeza de las manifestaciones. Iba con una bandera de Colombia gritando «sí a la vida y no a la mina», gritando «si el campo no produce, la ciudad se muere de hambre», y la gente se entusiasmaba y repetía las consignas.

El Loco estaba siempre sonriente y tenía un poder de convocatoria que todos le reconocían. Antes de cada jornada de protestas iba de finca en finca animando a sus vecinos de la vereda Cajón La Leona, en Cajamarca, Tolima, para que salieran a las calles a rechazar la minería a gran escala que quieren llevar a sus tierras. Lograba reunir multitudes. Y así también fue el día de su entierro. Dicen que unas 1.500 personas lo acompañaron. Se había ido el Loco luego de recibir un disparo en la cabeza y había que despedirlo. Con mariachis y una multitud.

«Asesinan a César García, opositor al megaproyecto minero La Colosa (Tolima)», titularon los pocos medios de comunicación que registraron la muerte del Loco. Ya no era posible separar su nombre de la minería porque por lo menos hacía cuatro años se había declarado su más férreo detractor. Rechazaba la entrada de la multinacional AngloGold Ashanti, rechazaba sus pretensiones de extraer unos 24 millones de onzas de oro de esas montañas que los proveen de agua y alimento.

El sábado 2 de noviembre mataron al Loco. Iba por un camino de herradura hacia su casa, montando una mula. Unos pasos adelante, a pie, lo acompañaba su hija Érica Natalia, de 9 años, y tras él su esposa, Mary Luz Amaya, también en una mula. Sólo se escuchó el disparo seco y el golpe de García al caer del animal. Murió al instante. «Cuando lo levanté ya las pupilas… ya los ojitos no le respondían», dice Mary Luz y su voz suena tranquila, suena valiente.

Ninguna autoridad los auxilió -cuenta ella-, sólo un mayor de la Policía les dio instrucciones para hacer el levantamiento del cadáver.

Pidió que el «trámite» se realizara en presencia de la vicepresidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda Cajón La Leona, que García presidía.

Mary Luz hizo sólo una llamada («mamá, mataron a César») y la voz corrió de inmediato por toda la región. Amigos, familiares y vecinos empezaron a llegar al lugar, de a poquitos, hasta sumar unos cien, calcula Mary Luz. Y todos, como en una procesión, caminaron cargando el cuerpo durante media hora hasta encontrar un carro que lo llevara a Cajamarca. Dos días después se cumplieron las exequias. Las multitudinarias exequias con mariachis, llanto y un miedo latente entre los otros líderes que se preguntaban quién sería el siguiente.

«Le voy a decir esto: ni el más rico ni el más nombrado de Cajamarca va a tener un entierro como el de César. Él era una persona importantísima para la región», dice su mejor amigo Víctor Rodríguez, que lo conoció «desde pequeñito», que lo quería «como a un hijo».

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Ese sábado 2 de noviembre habían salido a sembrar «unos palos de nacedero. Unos palos en los nacimientos que no dejan secar el agua», cuenta Mary Luz. Habían estado hablando de la fiesta de disfraces que habría al siguiente día («él se iba a disfrazar de antioqueño y yo de boyaca») y de lo felices que estarían los niños. Los niños son sus dos hijos, Érica Natalia y Juan Felipe, de 4 años, y tres más que hace dos años están bajo su cuidado porque sus papás no podían hacerse cargo.

Por esos niños se desvivía César García. Eso dicen sus amigos: que era un papá y un hijo dedicado. «Imagínese usted, señorita, qué tristeza ir a acabar con un muchacho que estaba respondiendo por dos hogares:

el de sus hijos y el de sus papás», se lamenta Víctor Rodríguez. Se lamenta porque la muerte de García significa la soledad absoluta de su esposa, sus cinco niños y sus papás que ya tienen 90 y tantos años y dependían de él.

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El 3 de junio de 2011 una «marcha carnaval» desfiló por las calles de Ibagué con la consigna «no a la minería, sí a la vida». Por primera vez habitantes de Cajamarca, el Espinal y otros municipios del Tolima se unían para oponerse tajantemente a la minería (desde 2007 la AngloGold Ashanti había anunciado el descubrimiento de la reserva de oro La Colosa y hoy continúa en etapa de exploración). «De manera

masiva, y con prácticas artísticas, queríamos denunciar que el modelo minero que nos quieren imponer se va a robar la posibilidades de futuro de nuestro hijos», dice Renso Alexánder García, miembro del Comité Ambiental en Defensa de la Vida de Ibagué.

En ese primer carnaval Renso conoció a César García, el Loco que tenía a su cargo la decoración de los Jeep que desfilaban cargados de plátanos, granadillas, curubas y otros frutos de la región. «La idea era evidenciar que la seguridad alimentaria también estaría en riesgo».

Dice Renso que «el amigo César García era uno de esos líderes carismáticos de la zona». Dice Jimmy Torres, presidente de Conciencia Campesina, que «siempre estaba buscándole ese sentido de felicidad a la vida». Y dice Mary Luz Amaya, su esposa, que fue esa felicidad imperturbable la que la enamoró cuando lo conoció: ella tenía 12 y él unos 21. Dos años después empezaron a vivir juntos y así permanecieron 14 años. Viviendo de lo que producía la tierra.

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«Desde que llegó la AngloGold Ashanti, Cajamarca se ha sumido en un silencio colectivo -señala Viviana Sánchez, periodista independiente, miembro de Conciencia Ciudadana-. Primero, porque no se sabía nada sobre minería (siempre había sido una región agrícola y no minera) y, segundo, por temor». Para romper ese silencio colectivo nació la red de comités ambientales y campesinos del Tolima, de la que hacía parte César García; la red que acaba de firmar una carta dirigida a la Defensoría del Pueblo, al Ministerio del Interior, a la Fiscalía y a la Gobernación, pidiendo que se investigue el asesinato de García.

Pidiendo que se les brinde protección a los demás líderes.

«¿Qué sentí el día en que me enteré de su muerte? Imagínate. Primero, sentí miedo, me preguntaba cómo había podido suceder si César era una persona tan representativa en la comunidad. Después sentí dolor, rabia… Y sí… zozobra… y ese miedo», dice Jimmy Torres.

El mismo día en que mataron al Loco la AngloGold Ashanti emitió un comunicado público en el que «lamentaba» su muerte, expresaba «sus condolencias a familiares, amigos y conocidos», manifestaba su

«rechazo enérgico frente a las manifestaciones violentas de cualquier tipo» y señalaba que era «respetuosa de todas las opiniones y posturas legales, inclusive cuando expresan una oposición respetuosa a la minería». Además le solicitó a la alta comisionada de Naciones Unidas

para los Derechos Humanos «identificar los autores del hecho».

***

¿Quién mató al Loco? «No, no, no sabría qué decir… Hay muchos comentarios, pero por cuestión de seguridad usted sabe que es mejor estarse uno calladito… ¿sí me entiende?». Por seguridad, también, se omite el nombre de quien dio esta declaración.

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Hay cambios, no posconflicto

 En cincuenta años en Colombia ha cambiado la edad de la gente, se ha modificado la pirámide poblacional. Hay más jóvenes y más viejos, nace mayor número de personas de las que mueren. Los viejos se han muerto más viejos pero aumentó el número de jóvenes asesinados. cambio la forma de recibir al que nace y despedir al que muere, pero no cambio la forma de matar, de asesinar, del corte franela, la decapitación y la terrorífica policía chulavita de hace cincuenta años se pasó al descuartizamiento, la mutilación y la barbarie de los ejércitos paramilitares.
Los campos de cultivo y de vida campesina fueron arrasados con bombardeos y fumigaciones de exterminio que dieron lugar a la prosperidad de pastizales, lugares de recreo y fincas de preparación de sicarios, mercenarios y ejércitos privados al servicio de elites políticas, mafias y paramilitares. Cambio el color de las aguas gracias a la contaminación sin freno producto de la prosperidad de trasnacionales y productores de cocaína, pero también se le cambio su sentido de agua sagrada, dejando de ser un bien público colectivo para ser mercancía con dueño, con propietario.
Cambiaron las ciudades y sus colores, se crearon inmensos cordones de miseria y la pobreza fue encerrada entre basureros y prosperas empresas contaminantes y explotadoras. Los antiguos caminos se convirtieron en pésimas carreteras. Se multiplicaron las cárceles para encerrar pobres y batallones para formar a otros pobres encargados de defender patrimonios y dar seguridad al capital en nombre de la democracia, la libertad y el orden. Cambio la forma de vivir en casa de barrio por conjuntos de edificios y los parques, andenes y antejardines públicos de las casas fueron anexados a negocios privados. De las letrinas se pasó a los cuartos de baño y de las estufas de carbón a las eléctricas y de gas. Cambiaron los valores de las cosas y prácticamente a todo se le puso precio, un vaso de agua cuesta igual que un litro de gasolina y un semestre de universidad privada lo que gana un trabajador en un año de trabajo, lo mismo que puede cobrar un sicario por cometer el asesinato de algún opositor político.
En cincuenta años ha cambiado la idea de ser humanos. El estado ha arremetido contra la tabla de derechos conquistados para vivir con dignidad y desmantelado el contenido de derechos asociados al trabajo, a la conciencia y libertades laicas y a la construcción de sujetos políticos y sociales con enfoques críticos, aunque su tarea era garantizarlos, protegerlos. El Estado alentó la destrucción del patrimonio colectivo y vendió a menosprecio ferrocarriles, bancos, empresas públicas, educación, salud y riqueza natural como hace 100 años lo hizo al vender a Panamá por pocos millones de dólares que abrieron las puertas al endeudamiento actual que empeñó la independencia.
Cambiaron los colores de los uniformes militares pero no sus prácticas, los ministros de la guerra dejaron sus vestidos camuflados para vestirse de civil pero fortalecieron la muerte como su proyecto de vida. Cambiaron los nombres de los gobernantes pero no las elites, las familias, ni las políticas trazadas por ellos para sostener la desigualdad, el despojo y el control social. Cambio la manera de mirarse unos a otros a los ojos porque se abandonó la ética y la vergüenza, para imponer el cinismo, la corrupción y el clientelismo que utiliza el hambre como redito electoral. Cambio también la manera de ser pareja, de hacer matrimonio, de bailar, de cantar, de entender a los hijos/as. Cambio la forma de ser estudiante, de ser trabajador, de ser negro, indio, mestizo, de ingresar a la universidad, de acceder al conocimiento, de someter y controlar.
Cambiaron las formas, las técnicas del poder, pero no las políticas que sostienen la vigencia de los conflictos con un ejercicio del poder basado en el terror y en exclusiones. La libertad es una referencia del mercado y la seguridad una técnica de control. Han cambiado los significados del bienestar, del desarrollo, de la ciencia, del trabajo, de la solidaridad, pero se mantienen los problemas que desde hace 50 años le dan vigencia a los conflictos y alientan el odio. La guerra social y la guerra económica, no cuentan en las agendas oficiales salvo para enunciarlas y después negarlas. La desigualdad tiene mayores brechas y la tierra, el territorio y sus recursos que podrían contribuir a la igualdad empobrece y mata. Inversionistas y neocolonizadores la usan como una mina de diamantes que llena sus bolsillos y harán defender a costa de lo que sea. En Colombia, han cambiado las cosas en 50 años pero persisten los problemas que mantienen vigentes los conflictos y mientras eso ocurra, no será posible hablar de posconflicto
Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Rebelión
11-11-2013
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