Archivo mensual: agosto 2013

EEUU TIENE EMPRESAS DEDICADAS AL CONTROL Y TRÁFICO DE INFORMACIÓN EN VENEZUELA

12.AGO.2013

José-Vicente-Rangel-2002

Las empresas Booz Allen Hamilton y la Global Crossing (vendida a Level 3 Communications, en 2011) son dos empresas norteamericanas dedicadas al control y tráfico de información y las cuales operan en Venezuela, advirtió este domingo el periodista y político venezolano, José Vicente Rangel, en el segmento Confidenciales al cierre de su programa José Vicente Hoy.

Mencionó que estas empresas laboran con la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).

Rangel indicó que Booz Allen Hamilton es una empresa especializada en consultorías y en estrategia tecnológica de información y gestión de empresas.

El 67% de esta empresa está controlado desde el 2011 por el fondo de capital de riesgo Carlyle, dirigido por el multimillonario David Mark Rubenstein, y para la cual laboró el extrabajador de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, Edward Snowden, quien es requerido por el Gobierno de Barack Obama luego de haber revelado un programa de espionaje secreto que desarrolla Washington alrededor del mundo.

Snowden reveló al rotativo británico The Guardian la existencia de un programa secreto que permite a la NSA ingresar directamente a los servidores de Google, Facebook, Skype, Microsoft y Apple, así como un sistema en el que se detallan los países blancos de espionaje, como Irán, China, Pakistán y Egipto.Estados Unidos ha pedido su extradición para que responda a tres cargos de espionaje y robo de propiedad federal, presentados en un tribunal en Virginia, que podrían acarrearle hasta 30 años en prisión.Booz Allen Hamilton tuvo entre sus asesores, directivos en inversores a George Bush “padre”, el ex primer ministro conservador británico John Major y el ex secretario de Defensa estadounidense Frank Carlucci. “La empresa Booz Allen Hamilton opera en Caracas”, advirtió Rangel.Otras de las empresas vinculadas a las redes de inteligencia y a la NSA es la Global Crossing, dedicada a los programas de control de tráfico de información conducidos por las agencias norteamericana de inteligencia. En el 2011 fue vendida a la compañía norteamericana Level 3 Communications.

“Esta empresa está vinculada a varios países en conexión con Estados Unidos, mediante cables submarinos y redes terrestres, a través de la empresa española Telefónica”, dijo Rangel.

Asimismo, indicó que Level 3 Communications es un proveedor norteamericano de soluciones de conectividad IP. Esta compañía se dedica a entregar una gama de servicios de comunicación integral y funciona en otros países de la región como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, México, así como en el Caribe.

Además de su red basada en IP (fibra óptica) la infraestructura regional de Level 3 incluye 15 redes metropolitanas y 15 centros de datos, ubicados en los principales centros de negocios de la región.

Las oficinas centrales de la empresa en Latinoamérica se encuentra en Buenos Aires y tiene su sede central el Estados Unidos.

“Se considera que en los actuales momentos, Venezuela es en la región el país comunicacionalmente más interceptado y objeto de intento de espionaje por organimos de inteligencia y seguridad de Estados Unidos”, denunció el periodista y político venezolano.

FUENTE: Tomado de: AVN

http://www.nicolasmaduro.org.ve/noticias/eeuu-tiene-empresas-dedicadas-al-control-y-trafico-de-informacion-en-venezuela/#.UgmU3mHQxIc

40 Aniversario: Golpe de estado en Chile -11 de sept. de 1973-

– LA «CIA» EN LA CAIDA DE SALVADOR ALLENDE:  http://www.youtube.com/watch?v=GLRneDXxrm4&list=PLxkcA7Kbt_VrLQxbkt1iDx6XdpO0F4NSJ

– AUDIO DEL ULTIMO DISCURSO DE SALVADOR ALLENDE http://www.youtube.com/watch?v=xZeEfXjTNu4

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http://www.ciudadseva.com/textos/otros/ultimodi.htm

Último Discurso
Salvador Allende*

Audio: MP3 con el Último Discurso, a partir de las 9:10 AM. Pulse aquí.

Audio: MP3 con el Último Discurso, a partir de las 9:10 AM. Pulse aquí.

Santiago de Chile
11 de septiembre de 1973

9:10 A.M.

Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregaramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi Patria:

quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas, a los que hace dias siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

FIN

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7:55 A.M. Radio Corporación

Habla el presidente de la República desde el Palacio de La Moneda. Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo que significa un levantamiento contra el Gobierno, del Gobierno legítimamente constituido, del Gobierno que está amparado por la ley y la voluntad del ciudadano.

En estas circunstancias, llamo a todos los trabajadores. Que ocupen sus puestos de trabajo, que concurran a sus fábricas, que mantengan la calma y serenidad. Hasta este momento en Santiago no se ha producido ningún movimiento extraordinario de tropas y, según me ha informado el jefe de la Guarnición, Santiago estaría acuartelado y normal.

En todo caso yo estoy aquí, en el Palacio de Gobierno, y me quedaré aquí defendiendo al Gobierno que represento por voluntad del pueblo. Lo que deseo, esencialmente, es que los trabajadores estén atentos, vigilantes y que eviten provocaciones. Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positiva, de los soldados de la Patria, que han jurado defender el régimen establecido que es la expresión de la voluntad ciudadana, y que cumplirán con la doctrina que prestigió a Chile y le prestigia el profesionalismo de las Fuerzas Armadas. En estas circunstancias, tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas maneras, el pueblo y los trabajadores, fundamentalmente, deben estar movilizados activamente, pero en sus sitios de trabajo, escuchando el llamado que pueda hacerle y las instrucciones que les dé el compañero presidente de la República.

8:15 A.M. TRABAJADORES DE CHILE:

Les habla el presidente de la República. Las noticias que tenemos hasta estos instantes nos revelan la existencia de una insurrección de la Marina en la Provincia de Valparaíso. He ordenado que las tropas del Ejército se dirijan a Valparaíso para sofocar este intento golpista. Deben esperar la instrucciones que emanan de la Presidencia. Tengan la seguridad de que el Presidente permanecerá en el Palacio de La Moneda defendiendo el Gobierno de los Trabajadores. Tengan la certeza que haré respetar la voluntad del pueblo que me entregara el mando de la nación hasta el 4 de Noviembre de 1976. Deben permanecer atentos en sus sitios de trabajo a la espera de mis informaciones. Las fuerzas leales respetando el juramento hecho a las autoridades, junto a los trabajadores organizados, aplastarán el golpe fascista que amenaza a la Patria.

8:45 A.M. COMPAÑEROS QUE ME ESCUCHAN:

La situación es crítica, hacemos frente a un golpe de Estado en que participan la mayoría de las Fuerzas Armadas. En esta hora aciaga quiero recordarles algunas de mis palabras dichas el año 1971, se las digo con calma, con absoluta tranquilidad, yo no tengo pasta de apóstol ni de mesías. No tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada. Yo tenía contabilizada esta posibilidad, no la ofrezco ni la facilito. El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse. Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero Presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida.

9:03 A.M. RADIO MAGALLANES

 En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato conciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas. En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la Patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.

Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra… rota la doctrina de las Fuerzas Armadas.

El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.

Audio: MP3 con el Último Discurso, a partir de las 9:10 AM. Pulse aquí.

Véase:
La verdadera muerte de un Presidente – Gabriel García Márquez
Testimonio: El asesinato de Salvador Allende – Fidel Castro Ruz

* Salvador Allende: Presidente de Chile (1970-1973). Asesinado el 11 de septiembre de 1973 durante un golpe militar ordenado por el presidente de Estados Unidos y comandado, en Chile, por el asesino Augusto Pinochet.

Lacónica respuesta de Microsoft

 Contactos para la prensa

Waggener Edstrom Worldwide
(503) 443-7070

 

Declaración de Microsoft acerca de la respuesta a las demandas del gobierno para los datos del cliente

 
11 de julio 2013
 
En respuesta a un artículo publicado en The Guardian el 11 de julio, Microsoft emitió la siguiente declaración:

«Tenemos unos principios claros que guían la respuesta a través de toda la empresa a las exigencias del gobierno para la información de los clientes, tanto para la aplicación de la ley y la seguridad nacional.

En primer lugar , tomamos nuestros compromisos con nuestros clientes y con el cumplimiento de la legislación aplicable en serio, por lo que ofrecemos los datos de clientes sólo en respuesta a procesos legales. En segundo lugar, nuestro equipo de cumplimiento examina todas las demandas muy de cerca, y les rechazan si creemos que no son válidos. En tercer lugar, que sólo he cumplimos órdenes sobre cuentas o identificadores específicos, y no respondería a la clase de las órdenes abiertas discutido en la prensa en las últimas semanas, ya que los volúmenes documentados en nuestro más reciente divulgación ilustran claramente. Para ser claros, Microsoft no proporciona ningún gobierno con la manta o el acceso directo a SkyDrive , Outlook.com, Skype o cualquier producto Microsoft .

Finalmente cuando actualización o mejora de productos obligaciones legales pueden en algunas circunstancias requieren que mantengamos la capacidad de proporcionar información en respuesta a una solicitud de aplicación de la ley o la seguridad nacional . Hay aspectos de este debate que deseamos pudimos hablar con más libertad. Es por eso que hemos discutido para la transparencia adicional que ayude a todos a comprender y debatir estos temas tan importantes. «

FUENTE:   Microsoft

http://www.microsoft.com/en-us/news/Press/2013/Jul13/07-11statement.aspx

WEB 3.0, Privacidad = 0

P2

PRISM, Edward Snowden

y Control social

05 Agosto, 2013
No hay, literalmente, ninguna comunicación que entre o salga que no sea monitorizada, recogida y analizada. Se han publicado nuevos detalles sobre el programa de vigilancia digital secreto que vienen utilizando los servicios secretos estadounidenses, y que fue revelado este mes por el ex técnico de la CIA Edward Snowden. El diario ‘The Washington Post’ colocó cuatro esquemas en su página web que profundizan sobre cómo funciona el programa PRISM.

 Se informa que el programa le permite a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) recoger información de amplio abanico de nueve compañías proveedoras de servicios en Internet: Microsoft, Google, Yahoo, Facebook, YouTube, Skype, AOL, Apple y PalTalk.

Como ejemplo de la capacidad de este programa se menciona que el 5 de abril 117.675 usuarios de la red estuvieron vigilados por el PRISM. Al mismo tiempo no se detalla la cantidad de personas, incluidos estadounidenses, que vieron sus datos «accidentalmente» estudiados como resultado de la vigilancia de los objetivos del programa.
Se relata también cómo se ejerce la recogida de los datos: un analista de la NSA requiere información sobre un nuevo objetivo. La solicitud es automáticamente trasladada a un agente de mayor rango, quien estudia al candidato y determina los parámetros de vigilancia en cada caso.

Al ser reunida la información necesaria -mensajes audio, SMS, vídeo y otro tipo de archivos- es “procesada y analizada por varios sistemas especializados”.
De esa manera se agrupa una parte considerable de los datos de comunicación del mundo accesibles para EE.UU.

 A

MANUEL ÁNGEL MÉNDEZ

7/01/13 5:06amg 3,848L 6

Nuevas revelaciones sobre PRISM confirman la extensión del espionaje

Mientras EE.UU. sigue a la caza y captura de Edward Snowden, nuevas informaciones sobre el programa PRISM revelan (y confirman) el verdadero alcance de este programa de espionaje. The Washington Postha publicado más información sobre cómo funciona el sistema de espionaje y los datos son realmente inquietantes: La Agencia Nacional de Seguridad (NSA) norteamericana podía efectivamente espiar emails y mensajería instantánea en tiempo real y tenía a más de 110.000 objetivos bajo su vigilancia.

De las nuevas transparencias (debajo) no se sabe qué proveedores de servicios de email o acceso a Internet permitían a la NSA monitorizar las comunicaciones online en tiempo real. Pero sí se sabe que, en total, la NSA espiaba las comunicaciones de 117.675 «objetivos», en principio ciudadanos no estadounidenses, ya que la agencia tiene prohibido seguir el rastro a residentes en EE.UU.

B

El resto de transparencias explican cómo funcionaba el sistema de espionaje y las distintas herramientas que utilizabanMarina, para recabar datos de Internet; Mainway, y Nucleon, para monitorizar llamadas telefónicas; Pinwale, para espiar vídeos… El FBI comprobaba con sus propias bases de datos que los datos obtenidos por la NSA no correspondieran a ciudadanos norteamericanos, pero es una incógnita hasta qué punto esas medidas eran efectivas, obligatorias o si se realizaban o no.

Mientras sale a la luz esta nueva información, la tensión entre Europa y EE.UU. sube un nivel. Los diarios Der Spiegel y The Guardian revelaron este fin de semana que la NSA espiaba hasta 38 embajadas de países aliados, desde Francia e Italia a Japón, México o Corea del Sur. Una trama típica de la Guerra Fría pero que en realidad tenía lugar en secreto en pleno siglo XXI. [Washington Post]

C

D

La NSA «solo» espía el 1,6% del tráfico mundial de Internet

No te preocupes, espiamos, pero solo un poco. Ese es el mensaje que el gobierno de EE.UU., con Barack Obama a la cabeza, quiere que cale en la opinión pública. Solo horas después de que Obama compareciera ayer tarde en rueda de prensa para anunciar reformas en los programas de vigilancia de EE.UU., la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), publicó un documento de siete páginas (aquí en PDF – 2013_08_09_the_nsa_story) en el que asegura que «toca» el 1,6% del tráfico mundial diario de Internet. De ese 1,6%, solo el 0,025% se revisa en detalle. ¿Es mucho o poco?

El documento publicado por la NSA pretende justificar sus actividades de vigilancia y espionaje. Afirma que el efecto neto de esas activades es que la NSA solo analiza el 0,00004% del tráfico mundial diario de Internet. Puede parecer poco pero, dada la gigantesca cantidad de información que circula por los servidores del planeta cada día (1.826 Petabytes), el 0,00004% es en realidad parece una cantidad significativa.

Para la NSA, no lo es. Y ofrece una comparación para aclararlo: «si una cancha de baloncesto representara las comunicaciones globales, la cantidad de información recabada por la NSA se podría representar por un área menor a la de un céntimo de dólar sobre esa cancha de baloncesto«.

E

Por supuesto, el documento no responde preguntas clave que están en el aire. ¿Qué tipo de información revisan exactamente? ¿De qué tipo de ciudadanos fuera de EE.UU.? ¿En qué países? ¿Qué hacen con esa información? ¿Qué compañías tecnológicas cooperan en ese proceso?

El documento describe eso sí los orígenes del sistema de vigilancia, surgido a raíz de un informe tras el 11S que identificó fallos en los programas de inteligencia estadounidenses. Y asegura que, gracias a esta vigilancia, se pudo desbaratar un plan de ataque terrorista al metro de Nueva York en 2009.

Por su parte, para rebajar la tensión, Obama anunció horas antes una revisión del Patriot Act(Ley Patriótica), reformas en el Tribunal de Supervisión de Inteligencia Extranjera y la creación de una comisión independiente que analice la tecnología utilizada por los servicios de inteligencia. «Dada la historia de abuso de los gobiernos, es correcto que nos hagamos preguntas sobre la vigilancia que realizan los gobiernos, sobre todo a medida que la tecnología transforma cada aspecto de nuestras vidas«, dijo Obama. ¿Cambios para que todo siga igual). [NSA vía Ars Technica]

G

Foto: AP

PRISM

ELÍAS NOTARIO

7/25/13 6:09amg 5,925L 8

No te dejes espiar: cómo lograrlo 

FAIRVIEW y BLARNEY. Así espía Estados Unidos al resto del mundo

El Gobierno de los Estados Unidos nos espía. Es lo que ha destapado Edward Snowden, el joven ex analista de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (o NSA). PRISM se llama el programa alojado en los servidores de grandes de Internet (Google, Facebook, Microsoft etc) que permite a los funcionarios monitorizar y capturar toda clase de información; desde charlas de chat en Facebook hasta emails de Gmail o conversaciones mediante Skype. Ante este panorama “orwelliano” surgen dos cuestiones: ¿Por qué la privacidad es importante? y ¿Cómo puedo evitar que me espíen?

¿Por qué la privacidad es importante?

Los espionajes indiscriminados a ciudadanos a través de Internet no son nuevos. Desde hace años activistas y organizaciones como la Electronic Frontier Foundation lo vienen denunciando. A pesar de ello la mayoría de la población continúa sin valorar su privacidad en la red, total “yo no tengo nada que esconder”.

Error. Seguro que si te paras a pensar si que hay cosas de índole privada que quieres que permanezcan así. Por otro lado en este contexto la recolección indiscriminada de datos personales y su análisis tiene peligros asociados; por ejemplo podrías terminar inmerso en un proceso judicial debido a un falso positivo. Y más importante: usar la seguridad nacional como excusa para el espionaje masivo de personas aniquila la presunción de inocencia -todos pasamos a ser sospechosos-, uno de los pilares fundamentales de cualquier democracia.

Son solamente algunas razones básicas. Las implicaciones de preservar la privacidad, y por extensión la libertad individual, van mucho más allá. En palabras de Julian Assange, fundador de Wikileaks, puede servir incluso para proteger la soberanía e independencia de pequeñas naciones frente a los ataques de las más poderosas.

¿Cómo puedo evitar que me espíen?

Evitar el espionaje digital es engorroso. Requiere conocimientos, preocuparse, cambiar hábitos, sustituir programas y servicios etc. Aún así los posibles beneficios merecen el esfuerzo. Veamos cómo lograrlo de la forma menos traumática posible.

  • No uses software privativo: la mayoría de los programas más utilizados, incluidos los sistemas operativos, pertenecen a grandes tecnológicas. Estas son de las que se sirven los servicios de inteligencia para espiar y sus aplicaciones no pasan ningún control externo por lo que es fácil intervenirlas. En Prism-break encontrarás un listado con alternativas de código abierto a los programas más habituales.
  • Huye de los servicios populares: lo mismo de antes aplica a los servicios de Internet. Las aplicaciones web más utilizadas –Gmail, Facebook, SkyDrive etc- pertenecen a las grandes compañías de Internet y ahora sabemos que los servidores con los que funcionan son los monitorizados por PRISM. Busca otras opciones menos conocidas y seguras. Por ejemplo Gmail se puede sustituir por Lavabit que cifra los emails, SkyDrive por MEGA o Facebook por Diaspora*.
  • Encripta todas las comunicaciones y documentos que puedas: aunque queramos, a veces no podemos dejar de usar determinados servicios. En algunos de estos casos una solución es cifrar las comunicaciones nosotros mismos -dos sugerencias, WebPG para emails y Cryptocat para chats-. En lo posible cifra también ficheros y archivos. Existen diversos programas con los que hacerlo.
  • Anonimiza tu navegación: primero, cifra el tráfico entre tu máquina y las de terceros navegando a través de algún VPN o con TOR. Después instala en el navegador alguna extensión estilo DoNotTrackMe. Ayudan a evitar el seguimiento de spammers, compañías y demás calaña mientras visitamos páginas web.
  • Aplica el sentido común: sí, una de las herramientas más poderosas es aplicar el sentido común. Cosas como no abrir correos de procedencia y aspecto sospechoso, no compartir datos sensibles con nadie, evitar páginas de contenido ilegal o no conectarse a redes WiFi públicas.

El anonimato total no existe, pero no importa

Todo tiene un precio. El de estar siempre intercomunicados ha sido, entre otras cosas, la pérdida de privacidad. Es algo inevitable y el anonimato total en estos tiempos no existe.

Lo anterior no nos exime de responsabilidad. Tenemos la obligación de ser conscientes de la importancia de cuidar nuestra privacidad y del poder de la información. Si nos despreocupamos, los gobiernos continuarán desequilibrando la balanza hacia el lado del control férreo y lo terminaremos pagando caro. Tanto o más que lo que estamos pagando ahora por el pasotismo de la sociedad hacia la política.

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H

PRISM

CARLOS ZAHUMENSZKY7/31/13 12:29pmg 4,029L 10

Descubren un nuevo software capaz de espiar todo el tráfico HTTP

Por si no fuera suficiente con PRISM, conFairview, y con Blarney, el periódico británico The Guardian acaba de hacer públicos nuevos documentos que revelan otra aplicación de espionaje del gobierno estadounidense. El nuevo software es capaz de espiarlo prácticamente todo, desde nuestros chats, al contenido de nuestros correos, nuestra actividad en redes sociales, o las páginas que visitamos.

El software se llama X-Keyscore y funciona sobre protocolo HTTP, lo que le garantiza acceso a prácticamente todo. Según parece, X-Keyscore ha sido utilizado para analizar direcciones IP de millones de personas a día de hoy. Los datos de ese análisis preliminar en busca de palabras clave duran 30 días en las bases de datos de la NSA. Si resultamos sospechosos, nuestra IP pasa a un segundo nivel de análisis más minucioso en el que se examinan todas las comunicaciones. Los datos de esa segunda fase pueden permanecer en las bases de la agencia por un período de hasta cinco añosX-Keyscore no tiene más límite que la capacidad de almacenamiento para guardar los datos que genera.

La Agencia de Seguridad Nacional estadounidense se defiende diciendo que X-Keyscore ha servido para atrapar a 300 terroristas hasta 2008. Ese ‘hasta 2008’ da una idea también de las proporciones de este nuevo caso de espionaje. La NSA asegura también que el programa no puede ser utilizado para espiar a ciudadanos estadounidenses sin una orden judicial. Ajá, NSA, ¡Estupendo! y el resto del mundo ¿Qué? [The Guardian via The Verge]

I

Foto de portada: Gajus / Shutterstock

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J

ESPIONAJE

MANUEL ÁNGEL MÉNDEZ

7/12/13 3:25amg 1,301L 11

Microsoft ayudó a EE.UU. a espiar datos en Outlook, Skype y SkyDrive

Documentos secretos filtrados por Edward Snowden y publicados ahora por The Guardian revelan nuevos datos sobre cómo Microsoft colaboró con la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU., la NSA. Si las revelaciones son ciertas, son realmente graves. Según esos documentos, Microsoft facilitó acceso a la NSA a los contenidos en Outlook.com, Hotmail, Skype y SkyDrive, ayudando a la agencia a saltarse su sistema de cifrado. La compañía lo ha negado en un comunicado, diciendo que no ofrece acceso «directo» a sus servidores a ningún gobierno. «Directo«. Vuelve a aparecer esa palabra. ¿E indirecto?

Los documentos detallan lo que podría ser la mayor trama de espionaje jamás conocida entre una compañía privada, Microsoft, y los servicios de inteligencia norteamericanos. No se han filtrado datos de las otras tecnológicas involucradas en PRISM (Facebook, Apple, Yahoo, Google…) pero seguramente no tardaremos en conocerlos.

Según esos documentos, detallados por The Guardian, Microsoft ayudó a la NSA a saltarse su sistema de cifrado para tener acceso a los emails y chats en Outlook.com y Hotmail; la compañía trabajó con el FBI este año para darle acceso a través de PRISM a su servicio de almacenamiento en la nube SkyDrive; y también le dio acceso a Skype, lo que facilitó que la NSA triplicara en poco tiempo el número de vídeo-llamadas espiadas a través del programa PRISM.

Microsoft, por supuesto, lo ha negado todo. En un comunicado ha dicho:

Primero, proveemos datos sobre clientes solo en respuesta a procesos legales. Segundo, nuestro equipo legal examina todas las peticiones en detalle, y las rechazamos si creemos que no son válidas. Tercero, solo accedemos a peticiones sobre cuentas específicas o identificadores, no responderíamos a peticiones libres como se ha comentado en los medios durante las últimas semanas, tal y como se muestra en nuestro último informe de transparencia. Para ser claros, Microsoft no ofrece a ningún gobierno acceso libre o directo a SkyDrive, Outlook.com, Skype o cualquier otro de nuestros servicios.

Las palabras «acceso directo» aparecen de nuevo peligrosamente. ¿Significa eso que Microsoft (y otras compañías)  ofrecen acceso indirecto a sus servicios al gobierno de EE.UU.? Los documentos revelados ahora vuelven a poner en evidencia que Microsoft, Facebook, Google y compañía estén diciendo la verdad al respecto. Según The Guardian, la NSA podía pedir de forma secreta a las compañías acceso directo a los datos sin ningún tipo de orden judicial siempre que hubiera un mínimo indicio (51% de probabilidad) de que las personas a las que espiaban no fueran ciudadanos de EE.UU. y no vivieran en ese país.

Los nuevos documentos dejan escaso lugar a la duda: la colaboración entre las compañías tecnológicas era profunda, continua, al margen de la ley y secreta. ¿Podrán las empresas demostrar lo contrario?

Sinceramente, si a alguien esto le parece normal, si alguien da por hecho que no debe existir la privacidad de Internet, que el espionaje de los gobiernos es normal e inevitable, algo va mal. Muy mal. [The Guardian]

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K

SEGURIDAD

MANUEL ÁNGEL MÉNDEZ7/05/13 8:10amg 3,610L 1

Cómo cifrar tus correos de Gmail en un solo clic

En estos días de espionajes online y PRISM, la seguridad y la privacidad en Internet han empezado a preocupar a cada vez más personas. Si quieres una forma sencilla, rápida y efectiva de cifrar tus mensajes de GMail, tienes que probar SecureGmail. Se trata de una extensión (en software libre) para Chrome que cifra los mensajes con una contraseña que solo conocerá el receptor de tus correos. ¿Cómo funciona?

Una vez instalado, verás el icono de un candado justo al lado del botón de «Compose» en Gmail para crear un nuevo mensaje. Si haces clic, entras en un modo seguro en el que el texto se cifrará antes de enviarse. No se guarda ningún borrador en los servidores de Google. Antes de enviar, tendrás que teclear una contraseña que el receptor del mensaje utilizará luego para descifrar el correo y leerlo. Si el receptor no tiene instalado SecureGmail, recibirá un aviso para instalarlo y poder leer de forma segura tus emails. Serás tú el encargado de enviarle la contraseña al receptor por un canal que consideres seguro: ¿conversación telefónica? ¿SMS? ¿En persona? Tú eliges.

Por supuesto, este sistema no está pensado para que lo utilices con los 100 emails que envías al día, sino para casos concretos. SecureGmail está desarrollado en software libre por la gente de Streak, una herramienta de CRM para Gmail, y utiliza criptografía simétrica para cifrar y descifrar los mensajes. Es decir: no te olvides de escoger siempre una contraseña robusta. Ahora ya puedes estar más tranquilo con tus confidencias online. [SecureGmail vía Hacker News]

FUENTE:

http://www.barriodelcarmen.net/nube/tecnologia/item/1024-prism

http://es.gizmodo.com/descubre-que-sabe-de-ti-prism-con-este-programa-del-mit-657757445

http://www.washingtonpost.com/wp-srv/special/politics/prism-collection-documents/

2013_08_09_the_nsa_story

NOTA: La mayoria de las negrillas y subrayados son de «Cuadernos de Reencuentro»

Obama podría ser interrogado en Suecia, acusado de crímenes de lesa humanidad

Un médico sueco denunció al presidente de EE.UU., Barack Obama, por cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad. El doctor espera que la Policía interrogue al mandatario cuando visite Suecia el próximo mes de septiembre.

El jueves pasado, el médico Gunnar Olofsson entregó a la Policía de Estocolmo una denuncia contra del presidente de EE.UU., alegando que el mandatario ha cometido crímenes contra la humanidad.»En primer lugar, es ilegal participar en una guerra», dijo el doctor, que arremetió contra la ocupación de EE.UU. de Afganistán e Irak.Además, aseguró que «está prohibido retener a personas sin juicio, como lo hacen en Guantánamo y otros centros de detención en el mundo».«Vigilar y espiar a ciudadanos europeos es ilegal», recordó Olofsson en un programa emitido por la emisora de radio P4 Sjuhärad. Todos estos delitos «son muy graves», subrayó Olofsson, quien trabaja como médico jefe de un hospital de la ciudad sueca de Boras.

La guerra, las ocupaciones, las ejecuciones extrajudiciales y el espionaje son, a su juicio, motivos suficientes como para que Obama sea, cuanto menos, interrogado por la Policía, señaló al diario ‘Metro’. Más adelante, dijo, el caso podría ser remitido a los tribunales internacionales.

El doctor espera que su denuncia sea tomada en serio por las autoridades y sostiene que el mandatario estadounidense debería ser tratado igual que cualquier otro ciudadano que visita Suecia.

Esta semana la Casa Blanca informó que Obama viajará a Estocolmo a principios de septiembre, antes de asistir a la cumbre del G20 que se celebrará los días 5 y 6 de ese mismo mes en San Petersburgo, Rusia.

FUENTE: RT http://actualidad.rt.com/actualidad/view/102554-obama-suecia-denuncia-crimenes-humanidad-guerra?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=estados_unidos&utm_source=twitterfeed&utm_medium=twitter&utm_term=%23AL+

«Zaragoza… el paro minero no ha terminado»

Y ESTA ES LA SITUACIÓN QUE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN COMO RCN Y CARACOL NO MUESTRAN!.

«Operación Colombia necesitamos de su ayuda los menos de comunicación no muestran nada y en Zaragosa Antioquia el paro minero no ha terminado cerraron todo los establecimientos hace varios días el ELN las AUC y varios grupos se están metiendo al pueblo están disparando desde las terrazas de los civiles las tiendas están cerradas no hay que comer ni beber nadie puede salir en medio de las balas Porfavor la gente tiene que saber esto ya que los medios y el gobierno lo están ocultando»

«Las fachadas tienen huecos de las balas los vidrios de las casas rotas
Esto es una emergencia
Ayúdame a difundir lo Porfavor
Sólo ah llegado el smad y únicamente lo que hacen es tirar gas lacrimógeno
Las AUC y el ELN están combatiendo contra el ejército y el smad
Los mineros se encuentran en este momento en Barbosa dialogando mientras acaban con el pueblo
Hay dos muertos en la calle nadie los recoje y ahí se están descomponiendo la situación es critica»

TODOS SOMOS ANONYMOUS!.
UNIDOS COMO UNO SOLO.

FUENTE:  Anonymous Colombia

Crítica de las concepciones Marxistas de la Alienación

Francisco José León Medina

Son varias las razones por las que la teoría marxista de la alienación ha dejado de considerarse como un instrumento útil para la teoría crítica. En esta ponencia enumeramos algunas de ellas, pero nos centramos en el análisis de la que creemos más importante: el fracaso de las principales escuelas de inspiración marxista a la hora de desarrollar, a partir de los textos marxianos, una aproximación materialista a la alienación. Habiendo sentado Marx las bases de esta teoría, su desarrollo exigía una consolidación del proceso de emancipación del materialismo respecto del idealismo y la ilustración, y sin embargo, como argumentamos aquí, los planteamientos de autores como Fromm, Marcuse, Heller o Gorz, parecen estar “por detrás de Marx” en ese proceso. Sólo sondeando las posibilidades de un planteamiento materialista de la alienación podremos determinar si la desaparición de esta teoría del panorama de las investigaciones sociales constituye o no una pérdida que la teoría crítica deba lamentar.

1.- Introducción.

 El carácter central del concepto y la teoría de la alienación en el conjunto del paradigma marxista no pudo ser valorado en su justa medida hasta la tardía publicación de los Manuscritos de París y los Grundrisse. En el período que va desde la vida de Marx hasta esta publicación, ninguno de los grandes pensadores del marxismo, con la excepción de Lukács (1923), supo ver ese carácter axial del concepto en la concepción materialista del mundo. El acontecimiento editorial marcó sin duda un punto de inflexión. A partir de entonces, unos hubieron de argumentar su desprecio a la teoría, a la que se referían como un producto filosófico, “pre-científico”, de un “joven Marx” aún demasiado influenciado por Hegel y Feuerbach. Y otros, en su intento de adjudicarle el papel que le corresponde en el conjunto del paradigma marxista, evidenciaron debilidades de éste que hasta el momento permanecían ocultas. Nosotros encontramos en esa visibilizacion de debilidades, y en la incapacidad de resolverlas, la razón fundamental que explica la amplia desconsideración de la teoría marxista de la alienación en el ámbito del pensamiento crítico actual.

Lo que nos hacemos aquí es una pregunta doble pero que, a nuestro entender, tiene una única respuesta. En primer lugar, nos preguntamos cómo es posible que el boom que experimentó el concepto entre los años cincuenta y setenta haya podido dejar tan poca huella en la actividad cotidiana de las investigaciones sociales actuales. Y en segundo lugar, nos preguntamos si realmente hemos de lamentar la pérdida, es decir, si la teoría y la praxis social crítica se están perdiendo algo como consecuencia de la escasa atención que prestan al concepto.

Como trataremos de mostrar en esta ponencia, la incapacidad de los principales pensadores marxistas a la hora de plantear y definir la alienación en el terreno del materialismo constituye el origen del descalabro que comentamos. Por otra parte, esa incapacidad señala también el hecho de que no disponemos de un concepto materialista de la alienación, de manera que, en realidad, no podemos saber si la teoría y la praxis crítica están menospreciando un botín que podría serles provechoso, fundamentalmente porque por ahora no existe tal botín sino en potencia[1].

Aunque defenderemos esta explicación como la más plausible, no queremos decir por ello que otros factores no hayan tenido su peso a la hora de hacer desaparecer el concepto de alienación del panorama de la sociología crítica. Nos aventuramos, por ello, a señalar otras posibles causas que, en cualquier caso, nos parecen secundarias respecto de ésta.

Algún papel debe haber jugado, por ejemplo, el hecho de que el marxismo en general, y la teoría de la alienación en particular, señalen en la dirección de un alto reconocimiento del trabajo en la vida social. Cuando la tendencia establecida en el pensamiento posmoderno consiste en menospreciar el papel del trabajo en la configuración de las relaciones sociales y las subjetividades de los individuos, la defensa de estas posturas supone nadar contracorriente. En ese escenario, resulta difícil que la teoría de la alienación tenga un lugar reconocido.

En segundo lugar, del análisis marxista de la alienación se desprenden propuestas mucho más radicales de lo que los pensadores y políticos de la izquierda actual están dispuestos a asumir. En este análisis siguen en pie cuestiones como la de la propiedad de los medios de producción, o la de la heterogestión de nuestros procesos de trabajo y del conjunto de nuestros vínculos sociales, cuestiones cuyo impacto en el bienestar y el sufrimiento de los individuos es en la actualidad tan evidente como desconsiderado. Esta teoría puede resultar incómoda en la medida en que supone necesaria y lógicamente una denuncia del abandono de debates y políticas que casi todos reconocen como importantes y de los que casi nadie quiere hablar, ni oír hablar.

Por otra parte, mientras se pueden explicar los mecanismos de la explotación y la opresión política sin contar a penas con la palabra de los implicados, ocurre justo lo contrario con la teoría de la alienación. Ésta, al menos mientras se plantee en términos materialistas, conlleva de manera necesaria un reconocimiento de la capacidad y el derecho de las personas a señalar sus sufrimientos, sus deseos, sus necesidades, etcétera. Este potencial democrático choca de frente con el vanguardismo y el elitismo de la política marxista más rancia, con la oposición abierta de los gestores socialdemócratas y liberales, y con el desprecio del ejército de expertos que definen lo bueno y lo malo, lo normal y lo anormal, en cada una de las dimensiones de nuestra existencia.

Desde luego no nos encontramos en el medio más adecuado para un reconocimiento y desarrollo del potencial de la teoría marxista de la alienación. Sin embargo, como ya hemos señalado y como sostendremos a continuación, para nosotros la razón fundamental de la práctica desaparición de esta teoría en el ámbito del pensamiento y la ciencia social crítica no es tanto consecuencia de lo que el medio le hace al marxismo, sino de lo que el análisis marxista ha sido incapaz de hacerle al medio. En otras palabras: si el boom que experimentó la teoría de la alienación fue seguido de su caída en el olvido, debe haber sido por su incapacidad de constituirse en un marco teórico sólido, creíble y producente, tanto en lo teórico, como en lo empírico y lo político.

2.- El peso de la herencia idealista e ilustrada.

Si nos planteamos así las cosas, podemos preguntarnos qué es lo que falló en el desarrollo teórico de la teoría marxista de la alienación, de dónde surgieron las debilidades e imprecisiones que hicieron de ella un objeto de menosprecio, desconsideración y olvido. Como hemos señalado, y como sostendremos en esta ponencia, la visibilización de debilidades hasta entonces ocultas, y la incapacidad de considerarlas como tales y resolverlas, constituye la explicación más plausible. Mientras en el marxismo predominaron las visiones estructuralistas y las llamadas “ortodoxas”, se pudo evitar el papel que los conceptos de “ser humano” y “alienación” tenían en el conjunto de la teoría. A nadie se le escapa el desprecio por el individuo y su bienestar que han tenido estas interpretaciones y las prácticas que en ellas se inspiraron. Tras la aparición de los Manuscritos y los Grundrisse, escuelas de inspiración marxista como la de Budapest o la de Frankfurt hubieron de reflexionar sobre ese papel, y es en las producciones teóricas de los pensadores de estas escuelas, y en las de otras que parten de sus lecciones, como la de los postmarxistas, donde nosotros encontramos la evidencia de un mal endémico en el pensamiento marxista, una debilidad hasta el momento oculta, y que esas producciones no supieron solventar y dejaron irresuelta: el excesivo peso del idealismo y la ilustración en concepciones que, creemos, no alcanzarán su mayoría de edad hasta que se emancipen definitivamente de sus progenitores.

Según la famosa digresión de Lenin (1913), las tres fuentes del marxismo son la filosofía alemana (en concreto, el idealismo hegeliano), el pensamiento ilustrado (que llega al marxismo sobre todo a través del socialismo utópico francés) y la economía política inglesa. En principio, el marxismo debería haber superado estas concepciones del mundo, pero este supuesto no pudo verificarse mientras se negaba a las personas un papel en el análisis de las estructuras y el cambio social, y mientras esa negación convertía en “burguesa” toda motivación humanista respecto del bienestar de los individuos reales.

La irrupción de la teoría de la alienación evidenció debilidades radicales del marxismo: debilidades que afectan a su raíz, a su estrecha vinculación con el idealismo y la ilustración, a su incapacidad de superarlos y por tanto, a la inevitable incapacidad de resolver las contradicciones que se generan entre los principios materialistas y los elementos residuales de aquellas filosofías.

Sin duda fue el concepto de “esencia humana”, de necesaria definición previa a la definición de la alienación, el que más fuertemente evidenció el peso de las concepciones esencialistas e ilustradas, y por tanto, las inconsistencias y contradicciones del paradigma marxista. Así, mientras por un lado aquella herencia se mostraba bajo la forma del recurso a la teorización sobre supuestas esencias o potencialidades ahistóricas cuya coerción constituía la alienación del individuo, por otro lado se sostenía la construcción social de los seres humanos, se sostenía que somos lo que hacemos y cómo lo hacemos. Y creemos que esta contradicción esencial permanece irresuelta para el marxismo. Con esa inconsistencia como punto de partida, o la alienación quedaba en el terreno de lo normativo (pues el contenido de tal esencia o potencialidad sometida a coerción no puede ser sino el resultado de una apuesta política y ética sobre el deber ser de las cosas, de manera que la alienación sólo podía concebirse como distancia entre el ser y el deber ser), o se abandonaba el concepto por la excesiva desestabilización que suponía para el edificio teórico marxista.

Podemos preguntarnos, claro está, si las aproximaciones normativas al concepto de alienación, es decir, aquellas que lo plantean como distancia entre el ser y el deber ser, no son ya aproximaciones materialistas, o incluso, si no son el único modo materialista de plantear la alienación. La respuesta es doble. Por un lado, afirmar, como nosotros haremos aquí, que los principales autores marxistas que han tratado la cuestión de la alienación han sido incapaces de elaborar una aproximación materialista, no quiere decir de ningún modo que sus planteamientos, reducidos a lo normativo, no tengan un carácter materialista[2]. Lo que sí sucede, sin embargo, es que no complementan el análisis de la escisión entre el mundo y nuestra idea de lo que debería ser, con otro que defina la alienación no ya como brecha entre el mundo material y la Idea, sino como brecha entre partes o dimensiones del mundo material. Si la concepción materialista del mundo exige de nosotros no analizar una realidad sin valorarla, ni valorarla sin analizarla, resulta claro que lo máximo que podemos decir de estas aproximaciones es que contienen elementos materialistas, pero no que constituyan una aproximación materialista global al estudio de la alienación. Lo que desde luego queda descartada es la idea de que no exista un modo de analizar la alienación fuera del terreno normativo, como hemos sostenido en otra parte (León 2002). En general, ningún materialista aceptaría la idea de que hay realidades sociales que pueden ser valoradas pero no analizadas en su devenir concreto e histórico sin que para este análisis sean necesarios los juicios valorativos. La descripción de la realidad y la apuesta normativa sobre cuál debe ser su contenido son a nuestro juicio inseparables, pero no indistinguibles. La aportación de esos investigadores puede ser válida como descripción de la distancia existente entre el estado de las cosas y nuestra idea de lo que deben ser. Lo que pretendemos nosotros es señalar la posibilidad de que la alienación no sólo describa esa escisión, sino también otra que tiene lugar entre elementos reales del mundo, y no entre elementos reales y elementos ideales.

Por otro lado, lo cierto es que, como veremos más adelante, el modo en que plantean la escisión entre el ser y el deber ser los autores cuya aportación criticaremos aquí, dista en ocasiones de responder a criterios materialistas, y más bien pone de manifiesto una involución en el proceso de emancipación del materialismo respecto del idealismo y la ilustración.

3.- Materialismo y aproximación marxiana a la alienación.

No podremos de ningún modo argumentar esta hipótesis sin explicitar antes qué es lo que entendemos nosotros por materialismo, y cuál es la interpretación que hacemos del legado de los textos marxianos referidos a la cuestión que estamos tratando.

Consideramos materialista toda aproximación que sitúe al modo de producción de nuestra existencia como el elemento fundamental a la hora de explicar la estructura de nuestros vínculos y nuestras subjetividades. El materialismo marxista, además, pone especial interés en la dinámica de las relaciones contradictorias y conflictivas que tienen lugar entre los distintos elementos de los vínculos sociales, entre los distintos elementos de las subjetividades, y entre elementos de unos y otras.

Para nosotros, la obra de Marx constituye sólo el punto de partida de la construcción del materialismo histórico, es decir, encontramos en su obra las bases fundamentales para la construcción de tal paradigma. Marx pudo señalar en la dirección correcta para esa construcción, pero creemos que existen elementos de juicio suficientes para sostener que su obra constituye un punto de partida, y no un punto final, en la elaboración de determinados principios materialistas cuyo desarrollo puede suponer la ruptura definitiva del marxismo con la filosofía hegeliana y las concepciones ilustradas del ser humano. Trataremos de mostrar cómo los residuos de estas filosofías entran en contradicción con principios fundamentales de la aproximación materialista. Lo realmente asombroso es que esas contradicciones, en ocasiones presentes e irresueltas en la obra marxiana, aparecen aguzadas en algunos autores que toman esa obra como punto de partida o inspiración.

En cualquier caso, ¿cuál es el legado de Marx a la teoría de la alienación?, ¿en qué punto dejó las cosas? Evidentemente, estas preguntas no pueden ser respondidas en los estrechos límites de una ponencia, de manera que nos limitaremos a señalar, breve y sintéticamente, algunos rasgos básicos, planteados con la única intención de hacer posible la posterior denuncia de la involución que suponen algunos planteamientos de autores que se autoconsideran marxistas.

Cualquier tentativa de elaborar una teoría de la alienación debe necesariamente partir de una explicitación de la ontología del ser humano sobre la que se sustenta, es decir, una conceptualización de lo que se cree que hace a los humanos, humanos, una definición de la “esencia humana”. La propuesta de Marx a este respecto debe situarse en el marco del proceso de evolución, descrito por Schaff (1965:126-129) desde la antropología heterónoma a la antropología autónoma, antropocéntrica y materialista. Para las antropologías heterónomas, y especialmente para la filosofía idealista alemana, el mudo de los hombres y mujeres depende fundamentalmente de fuerzas exteriores a ellos (Dios, la Idea Absoluta, etc.). En ese proceso de evolución, Feuerbach representa el paso de la antropología heterónoma a la antropología autónoma (aquella que toma al ser humano como el punto de partida, y por tanto considera el mundo de los hombres y mujeres como un producto exclusivamente humano). Pero faltaba todavía dar un paso más, pues toda la filosofía hegeliana de izquierdas estaba aún impregnada de elementos idealistas, y su concepto del ser humano hacía referencia a un “Hombre” abstracto, y no a los individuos concretos, reales. Partían de una abstracción (el Hombre) y consideraban el desarrollo histórico como un progresivo despliegue del Género o el Hombre en cada uno de los individuos. Especialmente en las Tesis Sobre Feuerbach y en La Ideología Alemana, Marx se dedicó a la crítica de esta antropología especulativa y a su substitución por otra de carácter materialista.

Para Marx, Feuerbach ve en el ser humano un «objeto sensorio» (“Sólo un ser sensible es un ser verdadero, un ser real”, afirma Feuerbach -1843:100-), pero aún no ve en él la «actividad sensoria», es decir, la práctica y la relación social concretas. Como consecuencia, la esencia humana está entonces para Feuerbach no en la relación misma, sino en lo que tienen en común todos los humanos como «objetos sensorios», y eso fue lo que Marx denunciaba:

“ [en Feuerbach]…la esencia humana sólo puede concebirse como «género», como una generalidad interna, muda, que se limita a unir naturalmente los muchos individuos.”. (1845a:9).

 Frente a esta concepción, propone no buscar en el interior de los individuos aquello que les hace ser humanos. La “esencia” del ser humano no está en su interior, sino en sus relaciones sociales. Marx renunció a buscar la esencia humana en la posesión de determinadas características internas y comunes a todos nosotros, pues desde la perspectiva dialéctica, no somos lo que somos en función de éste o aquél elemento interno, sino del entramado de interrelaciones e interdependencias que se establece entre los sistemas vivientes humanos y entre ellos y el mundo exterior. Es este entramado el que da un contenido concreto a la condición humana de ser al mismo tiempo un objeto y un sujeto sensorio.

Es en las Tesis sobre Feuerbach donde Marx da una formulación más clara de lo que entiende por “esencia humana”. En la sexta tesis afirma:

 “…la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” (1845a:9)

Esta formulación supone para muchos una ruptura con la filosofía de Feuerbach, y sin embargo, en los Manuscritos, obra que se ha solido considerar como el cenit del pensamiento feuerbachiano de Marx, encontramos textos como el que sigue:

“Cuanto menos comas y bebas, cuantos menos licores compres, cuanto menos vayas al teatro, al baile, a la taberna, cuanto menos pienses, ames, teorices, cantes, pintes, esgrimas, etc., tanto más ahorras, tanto mayor se hace tu tesoro al que ni polillas ni herrumbre devoran, tu capital. Cuanto menos eres, cuanto menos exteriorizas tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu vida enajenada y tanto más almacenas de tu esencia…” (1844b:159-160).

Cuando Marx hablaba del despliegue de la esencia, no hacía referencia a potencialidades ahistóricas, definitorias del ser del ser humano, sino a prácticas concretas, actividades y relaciones sociales como ir al teatro, a la taberna, cantar, pintar… Nos señala, por tanto, que somos lo que hacemos y cómo lo hacemos, como haría más explícitamente en La ideología alemana, donde afirma que tal y como los seres humanos producen su realidad, así son ellos.

“Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.” (Marx, 1845b:19-20).

 Una vez situada la esencia humana fuera del individuo, en sus relaciones con los otros y con el mundo material, la alienación no podía concebirse como coerción de una supuesta esencia interna y ahistórica. Debía buscarse, por tanto, en el mundo de las relaciones sujeto-sujeto y sujeto-objeto. Es por eso que Marx no plantea la alienación como un estado mental[3], como un rasgo de la psique, sino como un tipo concreto de relación, fundamentalmente, una relación productiva. Así, en los Manuscritos presenta la conocida distinción entre la alienación que tiene lugar en el vínculo del productor o productora con el proceso de la producción, y la alienación que tiene lugar en el vínculo con el producto del trabajo.

            En este planteamiento de 1844 ya está contenida la que creemos que es la apuesta fundamental de Marx respecto a la alienación: su definición como una cuestión de control, de poder sobre el mundo que nos rodea. La alienación quedaría así definida como substantivación de los vínculos, y la escisión de la que da cuenta no es la que existe entre el ser humano y sus vínculos, pues ésta nunca se rompe, sino la que existe entre los seres humanos y el ejercicio de la capacidad de darles un contenido, un significado o una finalidad a sus vínculos.

            No nos podemos extender más en esta cuestión, de manera que esperemos que sea suficiente con resaltar que a) para Marx la esencia humana no está en el interior de los individuos, sino en sus relaciones sociales, y b) la alienación consiste en la substantivación de nuestras relaciones, que escapan así a nuestro control sin que por ello dejemos de crearlas y sostenerlas con nuestra acción.

            Como veremos a continuación, algunos de los principales pensadores de inspiración marxista del último medio siglo han planteado la cuestión de la esencia humana y la alienación de modo que sus aportaciones parecen más cercanas a la filosofía feuerbachiana que a la marxiana. Aquí nos centraremos fundamentalmente en la crítica de las aportaciones de Agnes Heller, Herbert Marcuse y Erich Fromm, si bien también haremos referencias a la obra de André Gorz. Es cierto que otros autores marxistas, como Schaff (1977), Mandel (1970) o Meszarov (1970), abordaron directamente la cuestión de la teoría de la alienación, pero la entidad, el alcance, el reconocimiento y la influencia de los desarrollos teóricos de los primeros nos aconsejan dar prioridad al análisis y la crítica de sus propuestas[4].

4.- Algunas críticas al concepto de esencia humana en Heller, Marcuse y Fromm.

Ya hemos señalado más arriba que la definición del concepto de esencia humana, es decir, de aquello que hace humanos a los seres humanos, constituye un prerrequisito de la teoría de la alienación y que, precisamente en este terreno es donde los autores que criticaremos evidenciaron más claramente el peso de las concepciones esencialistas e ilustradas. Los tres autores comparten la consideración del ser humano como punto de partida teórico y centro del interés de la teoría y la praxis crítica, pero es en el tratamiento de este punto de partida donde más distancian sus posiciones de la concepción materialista que hemos esbozado en el apartado anterior.

Comenzaremos, con la crítica a la autora húngara. Heller considera que toda acción política y todo análisis social debe guiarse por valores, de los cuales, el fundamental es el enriquecimiento de las fuerzas esenciales humanas y el progreso en las posibilidades de todos de acceder a ellas (1970b:27-28). Junto a la apuesta política de someter toda nuestra acción (científica y política) al objetivo del enriquecimiento humano, Heller desarrolla una concepción del ser humano que no dudamos en calificar como una de las más importantes de las que se han realizado desde el marxismo en las tres últimas décadas.

La concepción que tenía Heller de la esencia humana gira alrededor de dos ideas. En primer lugar, distingue entre la “esencia muda de la especie” y el “carácter propio de la especie”. Mediante esta distinción, señala que los humanos nos caracterizamos por la siguiente antinomia: por un lado, venimos al mundo dotados de un código genético, y en general, de una serie de condicionantes físicos que determinan nuestra existencia, y por otro lado, todo aquello que nos hace ser humanos existe fuera de nuestro organismo, y accedemos a ello mediante las relaciones (1979:31-32). Somos un organismo físico y no podemos trascender esa realidad, pero aquello que nos define como humanos no está en nuestro interior, sino que hemos de asumirlo y desplegarlo. Este planteamiento de Heller sigue la estela de la sexta tesis sobre Feuerbach de Marx (tesis en la que se sostiene que resulta inapropiado buscar la esencia humana en el interior de los individuos). Debería parecer lógico que aquellos que asumen el marxismo como punto de partida sostuvieran esta idea o se apartaran de ella razonadamente, y sin embargo, como podremos ver más adelante, lo más habitual es asumir que se está dando una definición marxista del ser humano y al tiempo esforzarse en buscar aquellos elementos, internos de cada individuo y comunes a todos, que pueden utilizarse como definitorios de lo humano.

En segundo lugar, Heller rechaza la posibilidad de considerar la existencia de un ‘homo noumenon’ y un ‘homo phaenomenon’, es decir, rechaza que en nuestro interior exista un “hombre verdadero”, sano y auténtico, y otro, construido por la sociedad alienada, que sea inauténtico, y enfermo (1977:184 y 187). Frente a esta concepción, señala que los componentes del ser verdadero y del ser falso no deben disfrazarse de hechos psíquicos “objetivos” o “científicos”, pues lo que hay tras esas descripciones de lo verdadero y lo falso es una apuesta política y ética, una elección de valor de la que no hay que avergonzarse.

Consideramos que esta aportación de Heller es de suma importancia, pues, por un lado, nos señala la necesidad de explicitar los valores que guían nuestra actividad política y científica, y por otro, nos plantea un desafío teórico: construir una teoría de la alienación que no se sustente en la idea de un ser verdadero sometido a coerción por los vínculos sociales. De las tres aportaciones que analizamos aquí, la suya es sin duda la que nos resulta más sugerente y menos apegada a las concepciones ilustradas del ser humano, y sin embargo, no por ello dejamos de encontrar razones para criticar algunas de sus ideas.

La concepción materialista esbozada en el punto 3 no considera que la esencia humana sean las objetivaciones, instituciones sociales, etcétera, sino la relación con ellas. En su descripción de la esencia Heller sostiene que es externa a nosotros y pone como ejemplos “las relaciones interpersonales en general, el lenguaje, el pensamiento, los objetos y su uso, las modalidades de la acción, las objetivaciones” (1979:31). En otras palabras: Heller parece definir la realidad humana exterior al individuo como su esencia, mientras que nosotros definimos la esencia como la relación de los humanos con esa realidad. Para nosotros la esencia no es el conjunto de los objetos materiales y los lazos sociales, sino el hecho de que para devenir humanos hemos de vincularnos con esos elementos.

Por otra parte, encontramos cierta inconsistencia entre todo el edificio teórico que realiza Heller sobre la esencia humana y su reiterada adhesión a los planteamientos de Marxismo y “antropología», de Márkus (por ejemplo, en 1970b:28, 1970c:49, 1974:51, 1977:88-87 y 1979:86). Heller hizo suyos los planteamientos de Márkus según los cuales los componentes de la esencia humana son el trabajo, la socialidad, la universalidad, la conciencia y la libertad. No se trata de cuestionar que sean o no esos componentes los adecuados, pues recordamos que para Heller sólo una elección de valor justifica ese listado. Sin embargo, de algún modo estos componentes contrastan con la idea de que la esencia humana es algo exterior al individuo. El trabajo y la sociedad, por ejemplo, son tipos de relaciones de los humanos con el mundo exterior, y la conciencia y la libertad son tipos de relación de los humanos consigo mismos y con su acción. Así pues, en los planteamientos que ella misma elabora asume que la esencia humana son las instituciones y objetivaciones sociales, y que hemos de relacionarnos con ellas, pero en su adhesión a los planteamientos de Márkus, plantea como contenido de la esencia tipos de relación del sujeto con la realidad exterior, y no partes de esta misma realidad.

Por último, también es cierto que, aún asumiendo la validez de este listado de componentes de la esencia como el resultado de una elección de valor, Heller nunca justifica por qué esos componentes y no otros son los que mejor se adaptan a su valor principal (el enriquecimiento de las fuerzas esenciales humanas y la facilitación del acceso a ellas). Elegir guiados por nuestros valores no quiere decir elegir sin necesidad de argumentar racionalmente nuestra elección. La elección, en cualquier caso, genera problemas teóricos que, a nuestro entender, Heller no soluciona. Suponemos que los componentes elegidos en esta lista lo han sido porque responden al objetivo de enriquecer la vida humana. Pero si es así, esos componentes deben considerarse, como la misma Heller afirma, como “…posibilidades inmanentes a la humanidad, a la especie humana.” (1970a:23). De esta manera, la autora ha pasado de considerar la esencia como un conjunto de realidades que el ser humano ha de apropiarse, a considerarla como un conjunto de posibilidades que debemos desarrollar. Entre ambas posturas hay una distancia considerable.

Heller representa la autora que más fiel ha sido a la concepción materialista del ser humano, y sin embargo, ya podemos observar en sus planteamientos una cierta tendencia al abandono de esta concepción en favor de otra que teorice sobre lo esencial como lo interno y ahistórico. Esa tendencia se muestra aún más claramente en la obra de Marcuse y de Fromm.

Marcuse, como Heller, también consideró al ser humano como principal objetivo teórico y político de la teoría social. Si en Heller esa apuesta se especificaba bajo la forma de compromiso con todo aquello que enriqueciera las fuerzas esenciales humanas y facilitara el acceso a ellas por parte de todos, en Marcuse adquiere la forma de compromiso con todo lo que contribuya a la felicidad humana (1937, 1938 y 1953). Para él, la felicidad es posible sólo en la medida en que los humanos se reencuentren a sí mismos, es decir, cuando terminen con la distancia entre el acto y la potencia de su ser en una sociedad que haya liberado al Eros de las represiones excedentes[5] a las que ha estado sometido en las sociedades de clases (1953). Para Marcuse la infelicidad no es sino la escisión entre la existencia concreta de cada individuo y la esencia humana. De esta manera, también hace suya la idea de que todos los conceptos de la teoría y toda la praxis social deben realizarse considerando qué impacto tienen sobre la esencia humana (1941:270). Sin embargo, su concepción de esa esencia se aleja considerablemente de los planteamientos materialistas. De hecho, ofrece una definición que se sitúa en la órbita de unos planteamientos que, como ya hemos dicho, la teoría marxiana ya había convertido en obsoletos. La distancia entre sus planteamientos y la aproximación materialista que expusimos en el punto 3 resulta ya evidente en la misma definición de esencia. En ésta, Marcuse ya asume la existencia de un ser verdadero que permanece oculto tras la diversidad de las formas fenoménicas de una realidad (1936:10). Asumir esta definición supondría:

a)      En primer lugar, aceptar la existencia de un ser humano verdadero, distinto al real. Esta tesis es inconsistente con otra que hemos asumido como verdadera: que el ser humano se construye en el vínculo social, que somos lo que hacemos y cómo lo hacemos. Como afirmaba Heller, no hay un ‘homo noumenon’ y un ‘homo phaenomenon’, pues los humanos se autoconstruyen en sus vínculos. La defensa de la existencia empírica de un ser humano verdadero distinto al real es perfectamente lícita, pero de ningún modo materialista.

b)     En segundo lugar, supondría aceptar que la esencia humana, lo que nos define como humanos, es una realidad interior, latente en cada uno de los individuos. De hecho, así lo hace Marcuse, que hace referencia a la esencia como un conjunto de cualidades humanas (facultades, poderes y necesidades) (1941:270). Ésta era precisamente la concepción de la esencia humana que tenía Feuerbach, y ya vimos de qué manera Marx se distanció de ella. Los humanos no son meros objetos sensorios, son también «actividad sensoria», actividad y práctica social. Su realidad no viene dada en su interior, sino que ha de construirse con la praxis. La esencia humana, por tanto, no está en el interior de cada uno de nosotros, como afirmaba el materialismo feuerbachiano, y como asume después Marcuse, sino en la relación que permite al ser humano asumir y crear su propia realidad, es decir, en el vínculo social.

c)      Y en tercer lugar, supondría abandonar inevitablemente la tarea de dar una definición materialista no normativa de la esencia humana. Marcuse asume como inevitable la imposibilidad de otorgar un contenido real, objetivo, a este concepto (1936:54). Su punto de partida es el planteamiento de una tensión entre el ser y el deber ser de la humanidad, entre la existencia y la esencia. Si la esencia de algo se concibe como lo verdadero oculto tras la imagen distorsionada de las diversas formas en que ese algo se manifiesta, si se concibe como lo que algo debe ser cuando es él por sí mismo, se está situando la definición de la esencia en el terreno de lo exclusivamente normativo. La existencia es analizable científicamente, pero la esencia, el deber ser, es una cuestión normativa históricamente determinada, según este planteamiento. En la línea de otros autores, como Fromm, Marcuse termina definiendo la esencia humana como un conjunto de potencialidades, aunque él sí asume explícitamente que el contenido de tales potencialidades, así como la distancia entre ellas y la existencia real, son un producto histórico (1936:48-49).

Nosotros no negamos la necesidad, inevitabilidad y conveniencia de una dimensión normativa, de la explicitación de los valores que guían nuestro análisis. Sin embargo, nos resistimos a creer que el materialismo no pueda describir qué hace de un ser humano un ser humano sin haber de recurrir a unos contenidos únicamente justificables en razón de nuestras preferencias políticas y éticas. En otras palabras: no negamos la necesidad de considerar en todo momento el deber ser de las cosas, pero no creemos que la definición de lo que algo es esté necesitada de la consideración previa de lo que debe ser. El proceso mediante el cual un ser deviene humano es un proceso real, material e histórico, del que todos somos protagonistas todos los días. La descripción de ese proceso es la descripción de lo que nos hace ser lo que somos, y por tanto, la descripción de nuestra esencia. Si asumiésemos que nuestro verdadero ser no es (no tiene ser, no tiene existencia), porque ese verdadero ser es lo que deberíamos ser y no somos, abrazaríamos un esencialismo sobre el que difícilmente puede edificarse una teoría robusta de la alienación (a los hechos nos remitimos), y un normativismo de cariz un tanto totalitario, pues si definimos la alienación como distancia entre la existencia y el deber ser, ¿a quién le atribuimos el enorme poder de definir cuál es ese deber ser y, por tanto, la facultad de definir qué es y no es alienación?

De los tres autores que analizamos, la aportación que consideramos que más se aleja del materialismo es la de Erich Fromm. Su concepción de la esencia humana tiene el valor de empezar reconociendo que no puede concebirse como una sustancia ahistórica, pero inconsistencias teóricas que trataremos de presentar aquí conducen a Fromm a acabar otorgando a la esencia humana precisamente ese contenido ahistórico que en principio descartaba.

Fromm comienza estas cuestiones tratando de situar al marxismo en un supuesto punto equidistante entre las teorías biologistas (que definen la esencia humana como sustancia ahistórica) y el relativismo cultural (que define al ser humano como producto exclusivo de las relaciones sociales). Frente a ambas, sostiene que la esencia no es una sustancia ahistórica, sino una circunstancia vital: el hecho de que los seres humanos están al mismo tiempo en la naturaleza y trascendiéndola (1956:18 y 1971a:264-265). Aquí es donde encontramos nuestra primera dificultad con Fromm. Aunque no podamos exponer aquí nuestra interpretación del análisis materialista de la relación ser humano-naturaleza, basta una rápida lectura de los Manuscritos y La ideología alemana para advertir que, para Marx, el ser humano no trasciende ni puede trascender la naturaleza. Cada vez es más cierto que es imposible concebir una naturaleza independiente o ajena a la actividad humana, pues el ser humano humaniza la naturaleza. Pero ni la naturaleza se desnaturaliza así, ni lo hacen los humanos. Humanizar nuestra realidad no significa situarnos más allá de la naturaleza, es decir, más allá de lo posible según sus leyes, sino que significa modificarla y situarnos en ella de un determinado modo. Fromm plantea que la razón, la conciencia de sí y del entorno, separa al ser humano de la naturaleza, y por tanto, le pone más allá, como si la razón no fuese al mismo tiempo una propiedad natural y social. Concebir la razón y sus productos como algo ajeno a la naturaleza, concebir lo humano como distinto, separado y por encima de la naturaleza, es un tipo de reflexión antropocéntrica que descuida el hecho de que no pueden concebirse fronteras entre lo social y lo biótico. Toda característica humana, tanto en su dimensión como objeto sensorio como en su actividad práctica, es al mismo tiempo un fenómeno biótico y social, de la misma manera que todo rasgo y actividad de cualquiera de los elementos de la tabla periódica es al tiempo un fenómeno físico y químico (Maturana 1996).

Para Fromm, la razón ha arrancado al ser humano de la naturaleza (para nosotros, simplemente le hace estar en ella a su manera) y es para dar solución a esa separación por lo que ha desarrollado sus pasiones, tendencias y potencialidades. Este autor sitúa la necesidad de superar la separación como un factor de la naturaleza humana fijo e inmutable (1941:42). En este sentido, resulta del todo significativo que, siendo Fromm un estudioso y difusor de la obra de Freud, no abordara aquí, aunque fuese para descartarlo razonadamente, el hecho de que junto a esa tendencia a recuperar la unión, es decir, junto a estas pulsiones libidinales, existen otras de sentido opuesto, las agresivas, el Tanatos.

Una nueva dificultad aparece aquí: si la esencia humana consiste en una circunstancia vital, la circunstancia de encontrarse separado de la naturaleza, ¿de qué manera esa circunstancia vital genera pasiones, tendencias y potencialidades que Fromm sitúa en una hipotética naturaleza humana fija e inmutable?

Vemos que hasta aquí hemos encontrado tres puntos en los que la teoría de Fromm se distancia de lo que nosotros hemos interpretado como puntos de partida inevitables de una aproximación materialista. En primer lugar, considera que la razón hace al ser humano trascender la naturaleza, como si ésta y el ser humano no fuesen en sí mismos parte de la naturaleza. En segundo lugar, para alejarse de las posiciones biologistas que creen en una sustancia humana ahistórica, considera que nuestra esencia consiste en la circunstancia vital de estar en la naturaleza pero trascendiéndola, y sin embargo, asume que esa circunstancia vital genera pasiones y potencialidades inscritas en una naturaleza humana fija e inmutable. Y por último, asume que la circunstancia de estar separado de la naturaleza sólo genera en el ser humano la tendencia a reencontrar la unión, descuidando el hecho, bien conocido por él, de que en los humanos también está presente la tendencia opuesta.

Pero aquí no se acaban nuestras distancias con Fromm. Al decir que aquella circunstancia vital genera potencialidades, está diciendo que no es ésta o aquella sociedad, éstos o aquellos vínculos sociales los que generan las potencialidades humanas, sino el mero hecho de vivir en sociedad. Así lo afirma en Psicoanálisis de la sociedad contemporánea:

“…que las principales pasiones y tendencias del hombre son resultado de la existencia total del hombre, que son algo definido y averiguable, y que algunas de ellas conducen a la salud y la felicidad y otras a la enfermedad y la infelicidad. Ningún orden determinado crea esas tendencias fundamentales, pero sí determina cuáles han de manifestarse o predominar entre el número limitado de pasiones potenciales.” (1955:19).

 No se trata, para Fromm, de que los distintos órdenes sociales creen en el ser humano potencialidades que ese mismo orden actualiza o mantiene bajo coerción, sino que es la vida en sociedad desde un punto de vista ahistórico la que genera esas potencialidades. Así, se aleja del proyecto que se había planteado en un principio y con el que nosotros coincidíamos: el proyecto de ofrecer una definición alternativa de la esencia humana, que se distanciase de las definiciones que conciben la existencia de una sustancia humana ahistórica.

Esta misma cita nos sirve también para introducir la última de nuestras críticas al planteamiento teórico de Fromm sobre la esencia humana. Como vemos, afirma que algunas pasiones y tendencias humanas conducen a la salud y la felicidad, y otras a la enfermedad y la infelicidad. Distingue así entre rasgos verdaderamente humanos, que nos hacen felices y sanos, y otros rasgos, inhumanos, que nos provocan sufrimiento y enfermedad. La crítica que planteamos a este argumento es triple:

a)      Si, desde la perspectiva materialista, no nos define éste o aquel componente, sino la relación con el mundo exterior, y si tal relación crea en nosotros unos determinados rasgos, y entre ellos, un determinado equilibrio, no cabe en esta perspectiva otra opción que asumir al ser humano en su totalidad existencial, en la totalidad de sus rasgos, y por tanto, no cabe la posibilidad de calificar de “inhumanos” rasgos que poseen empíricamente los humanos. Desde esta perspectiva, la idea de Fromm de unas pasiones y tendencias que producen felicidad y son auténticamente humanas, y otras que producen sufrimiento y son inhumanas, nos parece del todo injustificada, al menos que se explicite, cosa que no hace Fromm, que tal distinción pertenece únicamente al terreno normativo.

b)     Otorgar a las pasiones o tendencias una capacidad de generar en nosotros la salud o la enfermedad constituye un ejercicio de reificación. Asumir el amor como productor de felicidad, por ejemplo, es descuidar que, como afirmó Freud, “…jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos” (1929:26). Ningún rasgo, pasión o tendencia, desde nuestro punto de vista, tiene la capacidad de generar por sí misma en el ser humano un determinado efecto. Son siempre los vínculos bajo los que se produce, las circunstancias vitales que le rodean, las que provocan que cada tendencia genere uno u otro efecto en cada momento. Así, el amor puede ser nuestra principal fuente de sufrimiento, mientras que la agresividad puede ser una fuente de energías que, convenientemente gestionadas, nos permitan trabajar y crear los medios para nuestro enriquecimiento humano.

c)      También resulta evidente que Fromm no ofrece en ningún momento argumentación alguna que justifique por qué lo humano es el amor, el trabajo, el ser… y lo inhumano la dominación, el sometimiento, el tener… Según la argumentación que hemos dado, nada ocurre en un sistema viviente que su constitución no permita que ocurra (Maturana 1996). No es inhumana la destructividad si la destructividad es un rasgo de los humanos, y lo es. Otra cosa distinta es cómo queremos gestionar nuestros componentes (la destructividad por ejemplo), pero esa decisión no puede partir de la negación de que como humanos, somos también destructivos. Pero Fromm no adopta esta perspectiva. Para él, las potencialidades humanas contienen las dos posibilidades (la racionalidad y la irracionalidad, el ser y tener…). Sin embargo, si las potencialidades tienen estas dos posibilidades, no se entiende cómo Fromm concibe por un lado la historia como despliegue de las potencialidades humanas innatas (1962:39), y por otro lado, niega el tener frente al ser, la destructividad frente al amor, etcétera. El siguiente texto, a nuestro juicio, resume los titubeos de Fromm alrededor de una cuestión que no acabó de resolver:

“Però en tota cultura, l’home té totes les potencialitats dintre d’ell mateix: és l’home arcaic, l’animal de presa, el caníbal, l’idòlatra, l’ésser capaç de raonar, d’estimar, de fer justícia. El contingut de l’inconscient no és, doncs, ni el bé ni el mal, ni el racional ni l’irracional: és tot això alhora, és tot el que és humà. L’inconscient és l’home senser, llevat de la part de la seva persona que correspon a la seva societat. La consciència representa l’home social… (…). L’inconscient representa l’home universal…. (…). Esdevenir conscient del propi inconscient significa entrar en contacte amb la plena humanitat de la pròpia persona i destruir les barreres que la societat erigeix entorn de cada home i, en conseqüència, entre cada home i el proïsme. Atènyer aquest objectiu plenament és difícil i més aviat rar; aproximar-s’hi és a l’abast de tothom, i constitueix l’emancipació de l’home respecte a l’alienació, socialment condicionada, d’ell mateix i de la humanitat.” (1962:147).

 Como vemos, Fromm pasa en un mismo párrafo del reconocimiento de la dualidad de las potencialidades humanas a la defensa de un “contacto con la plena humanidad” en la que ya no entran a formar parte las partes supuestamente negativas. Además, si asume que en nuestro interior está también el “animal de presa”, las barreras entre cada uno y su prójimo no pueden considerarse exclusivamente como erigidas por la sociedad.

Por tanto, junto a la reificación de estos elementos, Fromm practica un maniqueísmo para el que no encuentra justificación. Trató de solucionar estas debilidades de su teoría por varios caminos. En Marx y su concepto del hombre recurrió a argumentos normativos que le permitían decir que lo humano es lo que los humanos deberían ser (1961:58). Y en Marx y Freud ofreció una argumentación, a nuestro juicio poco fundamentada, según la cual las potencialidades humanas buenas son primarias y las negativas secundarias, en el sentido de que las secundarias son desplegadas por el ser humano cuando no le es posible la satisfacción de las primarias.

Así pues, vemos que Fromm parte en su teoría del ser humano de la idea de la necesidad de no buscar la esencia humana en una supuesta sustancia ahistórica, sino en una circunstancia vital. Sin embargo, a partir de ahí su propuesta se aleja de los postulados básicos del materialismo. En primer lugar, concibe una separación entre el ser humano y su racionalidad, por un lado, y la naturaleza, por otro, cuando la perspectiva materialista sostiene la unidad de lo social y lo natural. En segundo lugar, aunque pretende no explicar nuestro ser en función de una sustancia ahistórica, asume que la circunstancia vital humana genera en cada uno de nosotros pasiones y potencialidades que están inscritas en nuestra naturaleza fija e inmutable, y que no las produce éste o aquel orden social, sino la vida en sociedad desde un punto de vista abstracto y ahistórico. En tercer lugar, da cuenta de la tendencia humana a reencontrar la unidad con el exterior, y la convierte en el eje de toda su teoría, pero descuida la tendencia opuesta, la que no pretende la unión sino la destrucción. Y por último, divide los elementos que caracterizan según él a los humanos en los verdaderamente humanos y los inhumanos, en un ejercicio de reificación y maniqueísmo que no queda justificado ni cuanto trata de sostenerlo con argumentos normativos ni cuando trata de disfrazarlo con una argumentación lógica.

En definitiva, podemos observar en los tres autores (Fromm, Marcuse y Heller) tres interpretaciones bien diferentes y que, sin embargo y a nuestro juicio, comparten un mismo rasgo. Comienzan reconociendo el carácter social de la esencia humana, es decir, reconocen la necesidad de aproximarse al concepto desde la perspectiva materialista. Sin embargo, y de manera sorprendente, no consideraron la ruptura que el pensamiento de Marx supuso en relación a la tradición de consideración idealista del ser humano. En otras palabras, se declaran marxistas en su intención de elaborar un concepto del ser humano, y sin embargo no parten de una consideración crítica de los textos del Marx al respecto. Lo segundo no sería un problema si no se hubiese establecido lo primero, pero habiendo declarado su tarea de definir la esencia humana como una tarea a resolver en el terreno de la teoría marxista, resulta sorprendente que ninguno de los autores aborde las implicaciones que en este terreno tiene la sexta de las Tesis sobre Feuerbach, donde Marx ofrece de manera clara y expresa su definición.

Como hemos visto, la posición de Marx a este respecto negaba que la esencia humana pudiese definirse en función de determinados elementos comunes a todos los individuos de la especie, pues el ser humano no es sólo un objeto sensorio (es decir, un objeto que podamos someter a una descomposición analítica que nos de la clave de cómo deviene lo que efectivamente es), sino también un sujeto, una práctica transformadora. Así, lo que hace al humano humano no está en su interior de una vez por todas esperando ser desplegando, sino que se adquiere y crea en la relación de cada uno con la realidad adquirida y transformada por las generaciones anteriores. La desconsideración de esta ruptura revolucionaria en la concepción del ser humano conduce a estos tres autores (aunque en grado diverso) a modos de consideración de la esencia fuertemente influenciados por el pensamiento idealista y por las concepciones ilustradas de la bondad natural del ser humano (formas de pensamiento que, a nuestro juicio, son incompatibles con la concepción materialista que señala al vínculo social como la esencia humana).

Al asumir para la definición de nuestra esencia la idea analítica según la cual cualquier realidad se define por aquellos componentes que la diferencian de otras, trataron de presentar la esencia humana como un listado de elementos presentes en la especie humana y no en el resto de las especies. Así ocurre cuando Heller desliza su posición hacia la de Markús afirmando que la esencia humana está en el trabajo, la socialidad, la universalidad, la conciencia y la libertad, cuando Marcuse la define como el conjunto de las potencialidades que definen el deber ser de los humanos, y cuando Fromm la presenta como el amor, el trabajo, la razón, etcétera.

Por otra parte, sus concepciones se deslizan hacia el idealismo. A pesar de que se señala a la vida en sociedad como la creadora de estas diferencias definitorias, podemos observar una tendencia en estos autores a disolver en la Idea (en este caso, en la esencia) las contradicciones que se observan en la realidad, como si no fuese posible, tal como advierte la dialéctica, que la esencia contenga elementos contradictorios. Así, no sólo definen la esencia como un listado de componentes, sino que además ese listado contiene sólo las tesis sin sus respectivas antítesis (por ejemplo, el amor sin el odio, la libertad sin la necesidad, la razón sin la irracionalidad, etc.).

Y por último, y sin duda por la influencia del pensamiento ilustrado (influencia de la que no creemos que Marx tampoco pudiera deshacerse completamente), la esencia humana debía presentarse como sustancialmente buena, de manera que quedase preparado el terreno para plantear la alienación como coerción social y psíquica de la auténtica esencia humana, y la desalienación como despliegue de esa esencia. Por ello, los componentes elegidos mediante argumentos normativos (más o menos disfrazados de razonamientos teóricos) para formar parte del concepto de esencia humana eran siempre aquellos elementos considerados como positivos.

A nuestro juicio, aunque en distinto grado, en lo que a la definición de la esencia humana se refiere, las tres perspectivas suponen un retroceso en el proceso de transición desde las concepciones idealistas e ilustradas a las materialistas, y en el mejor caso, suponen una circunscripción de las definiciones materialistas al terreno de lo exclusivamente normativo.

5.- Esencia humana y alienación.

Como vimos en el apartado 3, frente a las teorías que buscan la esencia humana en aquello que hay de común en el interior de las distintas formas fenoménicas humanas, es decir, en lo que hay de común en las distintas constituciones físicas de los individuos humanos, el materialismo centra su atención en los vínculos de los individuos entre sí y entre ellos y su medio ambiente, convencido de que en esos vínculos es donde cada individuo y la especie como tal adquiere, transforma y crea aquellos rasgos o características que constituyen su ser. En definitiva, nos autoproducimos históricamente en los procesos de subjetivación, praxis y objetivación de unos lazos sociales y unos capitales heredados de nuestros predecesores. Y al hacerlo, a su vez, transformamos esos lazos y capitales que nuestros sucesores recibirán.

Al no partir de este tipo de conceptualización del ser del ser humano, autores como Marcuse o Fromm deslizaban sus propuestas a terrenos cercanos al idealismo. La concepción de la esencia humana como un conjunto de potencialidades, tendencias o naturalezas internas y ahistóricas, y el concepto de alienación que de ellas se deduce y que criticaremos a partir de aquí, necesariamente habían de entrar en contradicción con otros principios materialistas.

En el caso de Marcuse, ya vimos que concebía la esencia como el “ser verdadero” que permanece tras la diversidad de formas fenoménicas de una realidad (1936:10). Partiendo de esa asunción de la existencia de un ser verdadero agazapado en nuestro interior, no podía sino concebir la alienación como teoría (exclusivamente normativa) de la distancia entre el ser y el deber ser, entre la esencia (el ser verdadero) y la existencia (el ser alienado). Esta concepción de la alienación como distancia entre acto y potencia, entre lo que el ser humano es y lo que puede y debe ser, fue enriquecida más tarde con conceptos inspirados en la teoría freudiana. Frente al principio de la realidad de Freud, Marcuse defendió la existencia de un principio de actuación, es decir, una represión sobrante que somete a coerción más allá de lo estrictamente necesario para la vida en comunidad, y lo hace con el objetivo de mantener el sistema de dominación existente en cada época (1953:46). La alienación, desde esta nueva perspectiva, sería la coerción del Eros bajo los imperativos de la sociedad de clases, es decir, coerción de nuestra energía libidinal y por tanto, imposibilitación de llevar una vida más placentera y feliz cuando sería posible llevarla. Se trata, como vemos, de la misma formulación de la alienación como distancia entre lo que es y lo que puede ser, solo que reformulada con conceptos inspirados en el psicoanálisis. Se asume con ella que lo que podemos y debemos ser está contenido en el Eros, es decir, se asumen las energías libidinales como las auténticamente humanas. Así lo hace, por ejemplo, cuando afirma que el organismo humano originalmente es y desea ser un sujeto-objeto libidinal (1953:55).  De nuevo nos topamos aquí con una concepción maniquea de la naturaleza humana (sólo considera humanas las energías libidinales y no las agresivas, el Tanatos) y narcisista (sólo las energías consideradas positivas forman parte de lo humano, siendo las otras inhumanas).

Si la concepción del ser humano más alejada de los postulados materialistas era la de Erich Fromm, necesariamente también había de serlo su teoría de la alienación. Para él, existen dos formas de gestionar nuestra separación de la naturaleza y nuestra salida de los vínculos primarios que nos unían a los otros seres humanos. Una consistiría en un intento de volver a lo animal, a la naturaleza y los vínculos primarios, y tendría como contenido las pasiones y tendencias que consideraba inhumanas. La otra supondría una “llegada a lo humano” y su contenido sería el de las pasiones y tendencias que producen salud y felicidad y son verdaderamente humanas (1941: 44 y ss. y 1955:28 y ss.). Evidentemente en este punto no cabe duda de que Fromm abandona, si se la propuso, la tarea de construir una teoría no exclusivamente normativa de la alienación. De hecho, para él, el concepto de esencia contiene el deber ser de una cosa, y por tanto la enajenación sólo es concebible como distancia entre el ser y el deber ser:

“Para Marx, como para Hegel, el concepto de enajenación se basa en la distinción entre existencia y esencia, en el hecho de que la existencia del hombre está enajenada de su esencia; que, en realidad, no es lo que potencialmente es o, para decirlo de otra manera, que no es lo que debiera ser y debe ser lo que podría ser.” (1961:58).

 La alienación, por tanto, consistiría en lo que el ser humano no debe ser. De este modo, ya no se presenta como una relación social, sino como una alternativa vital, un rasgo de lo que Fromm llamaba el carácter social. Ya no se trata de relaciones alienadas, sino de caracteres sociales alienados. El carácter social alienado consiste en el autoritarismo (la sumisión o la dominación), la destructividad, la conformidad, y una orientación existencia hacia el tener más que hacia el ser. La alternativa vital desalienada, aquella en la que los sujetos no renuncian a su individualidad giraba alrededor de lo que Fromm llamaba “actividades productivas o espontáneas”. Pero no son las actividades las que definen la situación desalienada, sino simplemente una orientación productiva del carácter de la persona:

“L’expressió ‘activitat productiva’ denota l’estat d’activitat interior, però no cal pas que estigui en relació amb la creació d’una obra d’art, o de ciència, o amb alguna cosa ‘útil’. La productivitat és una orientació del caràcter…” (1976a:111).

 Trasladando el debate de las relaciones sociales a los rasgos individuales del carácter, Fromm señaló el carácter alienado como el orientado al tener y el desalienado como el orientado al ser. Éste último tendría como expresiones más dignas al amor y el trabajo, pero no entendidos como relaciones, sino como actitud vital u orientación del carácter.

En resumen, la concepción narcisista y maniquea del ser humano que tiene Fromm le conduce hacia una teoría de la alienación que sólo puede concebirse en el plano del carácter individual y no en el de las relaciones sociales. Por otra parte, tal teoría no puede sino presentarse como distancia entre lo que las cosas son y lo que las cosas deberían ser, es decir, sólo es presentable como teoría exclusivamente normativa.

Agnes Heller presentaba una concepción del ser humano más materialista y menos maniquea, es decir, más centrada en los vínculos sociales y más dispuesta a aceptar al ser humano en la totalidad de sus rasgos. Por otro lado, parece que la autora húngara tampoco hizo frente a la tarea de construir una teoría de la alienación no exclusivamente normativa. De hecho, su punto de partida no es sino la explicitación de lo que desde la perspectiva marxista es un “valor”: es valor todo lo que promueve y enriquece las fuerzas humanas y lo que permite la apropiación de tales fuerzas por parte de los individuos (1970b:27-28). Sus textos parecen apuntar hacia una concepción de la alienación entendida como la situación social que se genera cuando las objetivaciones humanas, el producto de la actividad humana, se enriquece a gracias a una división del trabajo que enriquece el conjunto de las objetivaciones pero empobrece a cada uno de los individuos, pues éstos acceden a los componentes de la esencia de manera parcial y heterodeterminada. Esta propuesta tiene el valor de señalar la alienación como una relación que genera conflictos y contradicciones en el individuo y las relaciones sociales. Como vimos, el problema está en que Heller parecía oscilar entre dos concepciones de la esencia humana (la que la entiende como las objetivaciones con las que nos hemos de relacionar, y la que la entiende como el conjunto formado por la universalidad, la conciencia, la socialidad, la objetivación y la libertad). Si desde la primera la alienación generaba contradicciones dialécticas que contenían la posibilidad del cambio, desde la segunda es mucho más probable el planteamiento de concepciones deterministas que conciban la esencia como en un movimiento autónomo de alienación y desalienación. Es decir, desde tal concepción podría concebirse la esencia humana como fundamentalmente positiva, necesitada de enajenación para enriquecerse y de desalienación para finalmente disfrutarse por todos. El determinismo de una supuesta naturaleza humana fundamentalmente buena, que genera tendencias inevitables hacia una victoria final sobre la coerción que la sociedad de clases ejerce sobre ellas, quedaba negado con el primero de los planteamientos, pero encontraba cierto sustento en el segundo de ellos.

Junto a estos autores, hemos querido presentar también una reflexión sobre la propuesta de Gorz, no tanto por su importancia en la teoría de la alienación como por el modo en que evidencia las inconsistencias que se derivan del peso de las concepciones ilustradas del ser humano en aproximaciones que se presentan inspiradas en el marxismo. Es cierto que André Gorz no dedica especial atención a la definición de la esencia humana. Sin embargo, su concepción de las actividades autónomas deja entrever una concepción del ser humano inspirada en las concepciones ilustradas de la bondad natural humana. Sostiene que más allá del reino de la necesidad, en el reino de la libertad, en las actividades autónomas, los seres humanos tienen libertad para definir el contenido y los fines de sus acciones y actividades, y que éstas son actividades culturales y artísticas presididas por sentimientos de los considerados “positivos” (como el amor, la camaradería, el altruismo…). Esta concepción la esfera no heterodeterminada como una esfera de actividades que son un fin en sí mismas ha sido repetida por Gorz en varias ocasiones (por ejemplo, 1980:10, 1980:87, 1983:90 y 1988:231).

Gorz parece querer decirnos que, cuando nos encontramos más allá de la esfera heterodeterminada, cuando poseemos libertad de elegir el contenido y los fines de nuestras actividades, inevitablemente realizamos un tipo de actividades “x”, a saber: actividades estéticas, culturales, artísticas y actividades de producción no destinada al lucro, todas ellas guiadas por sentimientos como la amistad, el amor, la compasión, la ternura, el deseo de entregarse a los demás. Al no disponer de una definición de la esencia humana, su concepción de lo que se realiza en la realización personal se desliza al terreno del idealismo:

“Decir que las actividades autónomas no pueden tener como fin el intercambio no es suficiente para caracterizarlas. Se precisa además que no sean necesarias; que no las motive ninguna otra cosa que no son el deseo de hacer nacer la Verdad o lo Bello o el Bien. Es preciso, dicho con otras palabras, que remitan a una elección consciente a la que nadie obliga.” (1988:216).

 El ser humano parecería así destinado,  cuando realiza una “elección consciente a la que nadie obliga”, a realizar la Idea de la Verdad, lo Bello y el Bien, por una especie de programación natural que en las actividades necesarias queda sometida a coerción y no puede expresarse. ¿Por qué el ser humano persigue estos y no otros fines cuando es él quien determina el contenido y los fines de su actividad? Gorz no ofrece ninguna respuesta satisfactoria a esta pregunta. Perfectamente podríamos pensar que, teniendo los individuos de nuevo el poder sobre sus relaciones y actividades, reproducirían de manera natural las relaciones de dominación y explotación, o podríamos pensar que simplemente se entregarían a una vida de reposo y pasividad, y podríamos también pensar que muchos seres humanos se dedicarían (o más bien, continuarían dedicándose) a difundir la Mentira, producir Fealdad y hacer el Mal.

En definitiva, Gorz no explica en ningún momento por qué de la autogestión de los fines y los contenidos deduce automáticamente que la actividad será un fin en sí misma y tendrá dichas características. Parece claro que bajo la distinción que realiza entre autonomía y heteronomía subyace una concepción de la esencia humana concebida como un “verdadero ser” oculto y sometido a coerción no sólo por las relaciones capitalistas sino por las relaciones económicas en general. Veremos a continuación por qué no nos satisfacen este tipo de aproximaciones.

6.- Crítica de las concepciones tradicionales de la alienación.

Según hemos visto, las concepciones del ser humano que tenían autores como Marcuse, Fromm o Heller no acababan de asumir la tesis materialista según la cual la única esencia humana está en los vínculos sociales, de manera que frecuentemente hacían referencia explícita o implícitamente a una supuesta esencia concebida como sustancia interior a cada individuo, y ahistórica (como conteniendo un conjunto de potencialidades, talentos, facultades, etcétera). Por otro lado, y probablemente como herencia de las teorías ilustradas sobre la bondad natural del ser humano, asumían esa esencia como conteniendo sólo propiedades consideradas positivas (como el amor, el trabajo, la fraternidad…), de modo que en realidad se apartaban de las concepciones dialécticas, pues tal suposición supone un ejercicio de reificación (desde un punto de vista materialista, las propiedades humanas son sólo adjetivables en función de las circunstancias en las que nacen o se expresan), y de narcisismo (pues sólo considera auténticamente humanas las cualidades que consideran “positivas”). Evidentemente, el hecho de que estos autores se aparten del materialismo y de la dialéctica ni es un problema ni es condenable en sí mismo, pero con tal giro dejan sin responder la cuestión de si es posible una concepción materialista del ser humano y la alienación.

Desde estas concepciones del ser humano, la interpretación de los textos marxianos y los desarrollos teóricos que estos autores realizan sobre la alienación sólo podían apuntar en dos direcciones.

a)      En primer lugar, podían concebir la alienación como la escisión entre la existencia humana y una esencia que pretendidamente contenía nuestro verdadero ser. La alienación sería por tanto la coerción de una naturaleza interior, naturaleza ésta que tarde o temprano en el desarrollo histórico de la especie acabaría imponiéndose. Los ecos de la filosofía idealista son aquí evidentes, pues se concebiría al ser humano como en un proceso de autonegación transitoria que desembocaría en la plena realización del ser auténtico que temporalmente se había negado a sí mismo.

b)     En segundo lugar, la alienación podía concebirse como un concepto normativo que denunciase la distancia existente entre lo que el ser humano es y lo que debe ser. Quedaría, por tanto, fuera de la ciencia marxista, y dejaría de concebirse como un problema a investigar por parte de los científicos sociales. Ante esta concepción, las alternativas podían ser bien el desprecio por el concepto (Althusser y el marxismo estructuralista en general optaron por ello al defender la idea de que la superioridad del comunismo ha de demostrarse con criterios objetivos y sin hacer referencia la cuestiones filosóficas abstractas como la desalienación), bien una serie de intentos frustrados de encontrar un sustento científico a la idea de que “aquello que debe ser, será”, es decir, de borrar las fronteras de la ciencia social prospectiva y la ética (tal es el caso, por ejemplo, de Fromm, que disfraza de potencialidades primarias a las potencialidades humanas positivas, y de secundarias a las negativas, lo que le lleva a argumentar que cuando las primarias estén bien satisfechas las secundarias saldrán de nuestra escena cotidiana, equiparándose así el ser y el deber ser).

Esta distinción entre las dos concepciones de la alienación es una distinción meramente analítica, pues en la realidad aparecen frecuentemente entrelazadas. De hecho, a menudo sucede que la concepción de lo que el ser humano debe ser halla sustento en la idea del ser verdadero sometido a coerción por las relaciones de clase y género. A continuación veremos nuestra crítica a estas concepciones.

6.1- Crítica de la alienación entendida como coerción del “ser verdadero”.

Desde esta perspectiva, la alienación sería aquella situación en la que la existencia histórica (los vínculos sociales) impiden el normal desenvolvimiento de la esencia humana ahistórica. En otras palabras, el ser humano tendría una serie de propiedades o potencialidades dadas que, en las sociedades de clase y género, son maltratadas o sometidas a coerción. El contenido de esa esencia humana ahistórica varía según el autor, pero en general sus conceptualizaciones, como hemos visto, están basadas en la idea del Ser Humano Verdadero y la Sociedad Verdadera. El individuo concreto estaría alienado porque las relaciones sociales le alejarían de su verdadero ser. Un verdadero ser que estaría latente en todos nosotros. La sociedad actual sería una representante deforme de la Sociedad Verdadera, una malformación en la que también late una versión auténtica que inevitablemente acabará imponiéndose. En otras palabras: lo racional es lo auténticamente real, solo que de manera transitoria, lo real se somete a coerción a sí mismo.

En la perspectiva que aquí defendemos, la idea de una esencia ahistórica, de un Ser Humano Verdadero o una Sociedad Verdadera latentes, supone un retroceso en el proceso de transición del idealismo al materialismo. En éste, las generalizaciones abstractas no son más que abstracciones de lo que de común tienen una serie de fenómenos, etapas históricas, etc. Son una ayuda útil pues nos muestran lo común y nos ahorran repeticiones, afirma Marx (1857:5), pero nunca son presentables como el sujeto del proceso. Tal operación supondría un retroceso del materialismo al idealismo: el “trabajo en general” no se despliega en sus distintas formas a lo largo de las etapas históricas, de la misma manera que la “esencia humana” no se despliega a lo largo de la historia en un proceso de unidad-alienación-unidad. El Ser Humano Verdadero y la Sociedad Verdadera no se despliegan a lo largo de la historia, primero negándose a sí mismos para luego reencontrarse en la unidad. Al menos mientras no decidamos renunciar al  materialismo a favor del idealismo, no podemos partir de la Idea para explicar la realidad, es decir, no podemos explicar un tipo de relación social como concreción histórica de la Idea. Esto, entre otras cosas, supondría sustraerle al ser humano el papel de actor principal del desarrollo histórico, pues éste desarrollo no sería más que el proceso de despliegue de la Idea. Marx reiteró en numerosas ocasiones que los seres humanos son los sujetos de la historia, si bien lo son bajo condiciones que no han elegido (por ejemplo, 1869:11).

La idea de una esencia humana ahistórica adolece de los mismos defectos que el resto de los conceptos idealistas. Aquellas contradicciones que se observan en la realidad, se disuelven en la Idea. En un contexto distinto al del análisis de la esencia humana, Marx afirma que

“El error principal de Hegel es tomar la contradicción del fenómeno como unidad del ser, en la idea; mientras que ella tiene como esencia algo más profundo, a saber: una contradicción esencial. Por ejemplo, la contradicción del poder legislativo en sí mismo no es más que la contradicción del Estado político consigo mismo, y, por lo tanto, también de la sociedad civil consigo misma.” (citado por Sève 1969: 85-86)

 Podríamos aplicar este mismo razonamiento a la hora de definir la alienación y la esencia humana: no tiene sentido diluir los conflictos y contradicciones reales del ser humano y la sociedad en la Idea de Ser Humano Verdadero y Sociedad Verdadera para plantear la alienación como distancia entre lo uno y lo otro. La realidad del ser humano, sus vínculos con otros y con sus productos, son su verdadera esencia, y por ello el sujeto en las sociedades de clase y género sufre una contradicción esencial: sostiene y crea las relaciones sin que tenga poder de definir su contenido, su significado o su finalidad: los vínculos se substantivan ante él. No necesitamos ni debemos referirnos a ningún concepto ideal de “esencia” para comprender el fenómeno de la alienación.

Ahora que consideramos el ser del ser humano como un estado histórico, y considerando que éste ser no es una Idea, sino una realidad contradictoria e internamente conflictiva, estamos en condiciones de afirmar que la alienación es una característica del ser humano, es decir, una característica de su ser, y por ello, una característica históricamente determinada e históricamente superable. No podemos decir que “estamos” alienados con respecto a nuestro verdadero ser, pues no existe tal verdadero ser. Si somos construidos y construimos en relaciones alienadas, somos alienados. Nuestro ser, el ser del individuo contemporáneo, es un ser alienado:

“…mientras el hombre no se reconozca como hombre y, por tanto, organice el mundo de un modo humano, esta comunidad se manifiesta bajo la forma de enajenación. Porque su sujeto, el hombre, es en sí mismo un ser enajenado. Los hombres, no como abstracción sino como individuos reales, vivientes y específicos, son esta esencia [la comunidad alienada].” (Marx 1844a:527).

 El único ser humano verdadero es el ser humano realmente existente, y éste es un ser humano alienado. Es más: podemos considerar todos estos planteamientos que estamos criticando como un reflejo del fenómeno real de la alienación en la misma producción teórica que la intenta criticar. Puesto que el individuo no se encuentra a sí mismo en esa contradicción interna que define su ser, como no se encuentra a sí mismo en su vida material, se busca fuera de sí mismo, en la idea del Ser Humano Verdadero. La caída en el narcisismo y en la infantil proyección de lo malo e introyección de lo bueno son aquí tan evidentes como inevitables. Nosotros, en realidad, somos muy buenos. Nuestro verdadero ser es un ser laborioso, solidario, fraternal, libre, polifacético, dueño de su destino. Los seres humanos agresivos, dominadores o dominados, cosificados y empobrecidos no son los seres humanos de verdad. Lo bueno del ser humano se haya condensado en la Idea del Ser Humano Verdadero, mientras que lo malo se haya presente sólo en el sujeto concreto alienado, es decir, en el ser humano que en realidad no es un ser humano:

“El contradictorio juicio de los filósofos, según el cual el hombre real no es un hombre, es solamente, dentro de la abstracción, la expresión más amplia y más universal de la contradicción universal que de hecho existe entre las condiciones y las necesidades de los hombres. La forma contradictoria de esta tesis abstracta corresponde enteramente al carácter contradictorio de las condiciones de la sociedad burguesa, llevadas hasta su máxima agudización.” (1845b:514-515).

 Hasta aquí hemos realizado una crítica de las concepciones idealistas del “ser humano verdadero” y la “sociedad verdadera”. Sin embargo, en más de un texto Marx utiliza estos términos u otros similares. No podemos entrar aquí a analizar nuestra interpretación de estos textos. En cualquier caso, no podemos dejar de decir que de lo expuesto hasta aquí no podemos concluir que el marxismo niegue la validez de los conceptos de ser humano verdadero y sociedad verdadera, sino que niega sus concepciones idealistas. Contra lo que Marx reacciona es contra aquellas especulaciones que pretenden convertir esos conceptos en Ideas universales, independientes de las coordenadas espacio-temporales en las que se han producido, así como contra su conversión en sujetos de una Historia concebida como despliegue de aquellos. Frente a estas concepciones, Marx plantea que el único ser humano verdadero es el realmente existente, que no late en él ningún “ser auténtico” distinto al existente, sometido a coerción y agazapado a la espera de que las condiciones le permitan aflorar. En este sentido, “verdadero” y “realmente existente” son expresiones equivalentes. Como concepto para el análisis sociohistórico, consideramos que ésta la única aplicación admisible desde el materialismo. Sin embargo, es una realidad que las conceptualizaciones de “lo verdaderamente humano” y “la verdadera sociedad” han estado siempre presentes como conceptos normativos de clase. Sin ser necesariamente conectados con una teoría social, todas las clases han elaborado a lo largo de la historia su concepción de “lo auténticamente humano”. Así, como conceptos normativos que surgen de las condiciones concretas de la producción, es como interpretamos el uso que hace Marx de estos términos. Se trata aquí de una nueva perspectiva. Lo humano y lo inhumano no son conceptos válidos para el análisis sociohistórico, sino producciones intelectuales siempre presentes en las estructuras ideológicas de las sociedades de clase. Así es como se deben tratar estos conceptos desde el materialismo: como elaboraciones ideológico-culturales históricas ligadas íntimamente a las acciones e interacciones productivas. En resumen, el ser humano y la sociedad verdaderos son concebibles como un proyecto histórico, una producción ideológica nacida directamente de las condiciones materiales de vida, una tarea planteada por las condiciones en las que la clase dominada produce y reproduce su existencia, no una realidad latente y sometida en el individuo y la sociedad real, no una Idea que se despliega, no una necesidad histórica de advenimiento necesario.

6.2- Crítica de la alienación entendida como concepto exclusivamente normativo.

Como hemos visto en el punto anterior, la alienación puede concebirse también como un concepto normativo de vital importancia para el movimiento obrero. Desde su posición en el proceso de producción, y al igual que lo han hecho todas las clases a lo largo de la historia, la clase trabajadora puede construir su concepción de lo que es inhumano, es decir, de lo que nos aleja de su concepto de lo humano, de lo que nos aliena. El materialismo histórico sólo aporta a la ética marxista la idea de que todas las clases han construido esa idea de lo humano y lo inhumano (y por extensión, de lo alienante y lo desalienante) en función de las condiciones materiales de la producción.

Sin embargo, nuestro objetivo aquí es precisamente cuestionar el hecho de que la alienación sea un concepto que esté inevitablemente confinado al terreno normativo. En su obra Una introducción a Karl Marx (1986b), y en su artículo sobre la realización personal (1986a), Jon Elster ha ejemplificado de qué modo es posible asumir la dimensión normativa del concepto y al mismo tiempo la posibilidad de estudiar científicamente la realidad a la que alude. De acuerdo con esta idea, aquí pretendemos defender que el materialismo no tiene por qué renunciar al estudio de la alienación simplemente porque ésta se refiera a una realidad objetiva que, evidentemente, también puede ser vista desde el prisma valorativo. Es decir, no se trata solamente de que exista una escisión entre el ser y el deber ser, sino que tal escisión es construida mentalmente porque responde a una escisión que tiene lugar en el proceso de vida cotidiano de todos y cada uno de nosotros: “…esta distorsión e inversión es real, esto es, no meramente mental, no existente sólo en la imaginación de los obreros y capitalistas.” (Marx 1857-1858, II:395).

No debemos por tanto, considerar este concepto de manera diferente a como consideramos otros, como por ejemplo, la explotación. La explotación también es un concepto normativo en la medida en que contiene una denuncia de una situación considerada injusta, pero tal denuncia no sólo no nos exime de descubrir con el análisis de la ciencia económica los mecanismos reales en los que se concreta el fenómeno, sino que incluso debería motivarnos a ello. El análisis de esos mecanismos, por otro lado, sustentará y justificará a su vez la consideración del hecho como injusto. De la misma manera que la denuncia ética de la explotación encuentra apoyo en la teoría del valor y la plusvalía, la denuncia ética de la alienación debería encontrar apoyo en una aclaración de los mecanismos reales en los que se concreta el fenómeno.

No pretendemos, por tanto, negar la validez de la dimensión normativa, sino señalar su insuficiencia. Es por ello que no nos interesa entrar en una discusión sobre el contenido de las teorías normativas de la alienación. A este respecto, tan sólo queremos realizar dos comentarios.

a)      En primer lugar, resulta bastante claro que la elaboración teórica de lo que las personas y las relaciones deben ser será considerablemente más fuerte en la medida en que responda a un análisis serio de las condiciones reales de existencia de esas personas. Las construcciones normativas serán más sólidas si se apoyan sobre esta base y no sobre concepciones más o menos arbitrarias sobre un “ser verdadero” agazapado en nuestro interior. Es decir, serán más sólidas en la medida en que se deduzcan de la escisión real que existe entre los seres humanos y la realidad que producen, y no de una disolución de los conflictos del mundo real en la Idea que plantee la alienación como la distancia entre el uno y la otra.

b)     En segundo lugar, debemos tener claro que existe una diferencia entre la construcción materialista de los conceptos normativos y el análisis materialista de la realidad que aquellos conceptos valoran. Marcuse, por ejemplo, ofrece una construcción materialista de conceptos normativos cuando afirma que la distancia entre lo que los seres humanos son y lo que deben ser no es sino una distancia entre lo que son y lo que efectivamente, en un momento de la historia, podrían ser:

“En el grado de desarrollo que el hombre ha logrado en la actualidad, las potencialidades reales para alcanzar la plenitud de la vida humana están a la mano en todas las áreas; sin embargo, esas potencialidades no han sido realizadas en la estructura social actual. Aquí el concepto de lo que podría ser, de las posibilidades inherentes, adquiere un significado preciso. Lo que el hombre puede ser en una situación histórica dada viene determinado por los factores siguientes: el grado de control de las fuerzas productivas naturales y sociales, el nivel de la organización del trabajo, el desarrollo de las necesidades en relación con las posibilidades para su realización (especialmente la relación entre lo que es necesario para la reproducción de la vida y las necesidades ‘libres’ de gratificación y felicidad, de lo ‘bueno’ y lo ‘bello’), la disponibilidad -como material del que uno puede apropiarse- de riqueza de valores culturales en todos los campos de la vida.” (Marcuse 1936:48-49).

 De esta manera, convierte el contenido de lo que los humanos deben ser en una variable dependiente de las circunstancias históricas. Al hacer esto, Marcuse ofrece una construcción materialista del contenido normativo de la alienación, es decir, hace un ejercicio de reflexión materialista en el terreno de la ética y lo normativo, pero no ofrece una teoría no-normativa de la alienación. Ésta se sigue planteando aquí como divorcio del ser y el deber ser, de manera que no se ha abandonado el terreno normativo, sino que simplemente se ha procedido en él con el método materialista. En otras palabras, la constatación materialista de que el contenido de lo que el ser humano debe ser es una construcción mental dependiente de las condiciones generales de la producción no supone por sí misma la salida de la teoría de la alienación del terreno normativo.

En definitiva, a nuestro entender, la dimensión normativa de los conceptos es absolutamente necesaria en el seno del paradigma marxista (aunque no suficiente). Asumir esto supone abandonar el normativismo vergonzante que se disfraza con ropajes de una supuesta objetividad en aras de una mayor aceptación. No es un problema que la alienación represente para un marxista también la escisión entre lo que somos y lo que deberíamos ser. Apostamos por tanto por abandonar esa glorificación de la ciencia objetiva que conduce a algunos pensadores a tratar de esconder sus apuestas valorativas tras términos y reflexiones de apariencia más científica. Como hemos visto en la crítica de autores como Fromm, a menudo se trata de dar un contenido supuestamente objetivo al deber ser de los humanos y sus relaciones bajo la idea implícita de que tal contenido situará la propia apuesta valorativa más allá de la duda y la discusión, cuando en realidad, ningún análisis científico podría jamás hacer eso. La salud y fortaleza de las propuestas normativas depende en gran medida de que se asuman como tales, y al mismo tiempo, la salud y fortaleza del análisis de la realidad que aquellos valoran depende de que lo normativo disfrazado de científico no pretenda ocupar su lugar. En ese sentido, sería especialmente recomendable abandonar todos los intentos de descubrir en los seres humanos una supuesta predisposición natural hacia nuestro proyecto de ser humano.

6.3- Crítica de las praxis deducibles de las concepciones tradicionales de la alienación.

La debilidad de estas dos formas de concebir la alienación (la exclusivamente normativa y la que la plantea como coerción del “ser verdadero”) se hace especialmente patente cuando analizamos las propuestas de praxis política que de ellas se deducen. En otras palabras, estos conceptos de alienación muestran su debilidad sobre todo en el momento de establecer medidas prácticas para la consecución de la desalienación.

En el caso de la teoría exclusivamente normativa, toda propuesta de cambio social se ve privada del análisis de las condiciones objetivas que generan la alienación, pero también del análisis de las condiciones que harían posible su superación. Al abstenerse del estudio de la alienación objetivamente existente, estas propuestas no son sino un intento de traer la Idea al mundo real, en lugar de describir los procesos reales que tienen lugar y deducir de ellos la posibilidad de un cambio y el modo en que éste sería posible.

“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual.” (Marx, 1845b:37).

 “…nosotros no anticipamos dogmáticamente un nuevo mundo, sino que queremos hallar el nuevo sólo a partir de la crítica del viejo.” (Marx 1843b:66).

 El ejemplo del concepto de explotación vuelve a ser aquí especialmente claro. De la denuncia ética de la explotación pueden deducirse infinidad de modelos sociales en los que ésta sería abolida. Sin embargo, las propuestas en este sentido serán más robustas y tendrán más posibilidades de éxito cuanto más afinado esté el estudio y el conocimiento de los mecanismos reales de la explotación, cuanto más elaborada esté la teoría económica que desvela esos mecanismos. Cuando, en la Crítica al programa de Gotha Marx rechazaba la propuesta que decía “todos los miembros de la sociedad tienen igual derecho a percibir el fruto íntegro del trabajo”, argumentaba que dentro de eso a lo que se llamaba “el fruto íntegro del trabajo” había que distinguir entre el producto y su valor, y dentro de éste, entre el valor total y el valor añadido por el trabajo. De esta apreciación Marx concluye que del producto social global es necesario deducir una parte para reponer los medios de producción, otra para ampliarla, fondos de reserva, fondos para la administración, fondos para necesidades colectivas como escuelas y hospitales, fondos para los incapacitados para el trabajo, etcétera (Marx 1875:12-14). Como vemos, los conocimientos de teoría económica sirvieron a Marx para ofrecer una propuesta concreta mucho más elaborada que la que originalmente planteaba el programa del partido. Ninguna teoría económica servirá jamás para elaborar una propuesta verdadera (en el sentido de que el éxito en su aplicación esté garantizado completamente), pero las propuestas son mejorables sobre todo a través del análisis concreto de la realidad que pretenden cambiar. Exactamente lo mismo ocurre o debe ocurrir con la teoría de la alienación. Las propuestas orientadas a que los seres humanos recuperen el control sobre sus vidas necesitan de una teoría que describa cómo y por qué hemos perdido ese control, cómo se produce esa pérdida en la sociedad actual, y cómo sería posible esa recuperación del control dadas las circunstancias actuales.

Por otra parte, la teoría que podríamos llamar esencialista o idealista del ser humano, al basarse en una concepción arbitraria del contenido de lo humano y lo inhumano, da lugar a propuestas de cambio social de previsible fracaso. Son propuestas ingenuamente optimistas: si el ser verdadero de todos y cada uno de nosotros es un ser laborioso, fraternal, solidario, etcétera, bastaría con levantar las coerciones que sobre ese ser ejerce la estructura social y económica[6] para que, por sí solo, aflorara todo el potencial humano oculto. Al no dar cuenta de la totalidad existencial del ser humano, al no asumirnos como producto de los vínculos sociales y por ello, como producto con rasgos diversos, dinámicos, cambiantes, contradictorios y conflictivos, estas propuestas se hallan incapaces de afrontar problemas reales que surgen (y de hecho surgieron en experiencias como la stalinista) cuando el peso de algunas estructuras coercitivas se levanta. Si, por ejemplo con Marcuse, asumimos la verdadera naturaleza humana como una naturaleza libidinal, supondremos que el Eros reinará cuando tengamos bajo control democrático todas nuestras relaciones sociales. Si, con Gorz, asumimos la naturaleza humana como tendente a la búsqueda del Bien y la Verdad, supondremos que en las actividades que surgen únicamente de nuestra soberanía tan sólo serán posibles las relaciones expresivas (no instrumentales), de apoyo mutuo, producción creativa, etcétera. Si, con Fromm, asumimos la naturaleza humana como fundamentalmente buena, supondremos que el levantamiento de los sistemas de dominación conducirá a una sociedad que girará alrededor del amor y el trabajo y en la que el carácter social de los individuos esté orientado al ser en lugar de al tener, a la construcción en lugar de a la destrucción, etcétera. Sin embargo, lo que nos muestra la experiencia histórica es que incluso en los períodos en los que el pueblo abre ámbitos de decisión democrática antes no conocidos (como, por ejemplo, en las primeras etapas de la revolución bolchevique o en la sandinista) la agresividad, la corrupción y los deseos de poder (por poner algunos ejemplos) no desaparecen de la vida de los seres humanos.

En resumen, las teorías normativas generan propuestas a las que les falta un análisis serio de la realidad que pretenden modificar, mientras que las teorías esencialistas generan propuestas que son incapaces de predecir y explicar algunos fenómenos a los que históricamente ya nos hemos enfrentado. No es de extrañar, por tanto, que el concepto haya dejado de tener un lugar importante en el seno de la teoría crítica.

7.- ¿Se está perdiendo algo la teoría crítica?

Como esperamos haber mostrado, la incapacidad de algunos autores de inspiración marxista a la hora desembarazarse de los planteamientos idealistas e ilustrados y llevar así los principios materialistas hasta sus últimas consecuencias, se tradujo en un rosario de inconsistencias entre estos principios y los residuos de aquellos planteamientos. Desde nuestro punto de vista, son esas inconsistencias las que convirtieron a la teoría de la alienación en una teoría poco fructífera y estimulante. Es perfectamente comprensible, por tanto, que el concepto de alienación haya perdido presencia en el conjunto de las producciones elaboradas desde la teoría crítica.

Según hemos sugerido en el punto 3, la concepción materialista de la alienación la entiende como sustantivación de los vínculos. Si es así, la alienación y la desalienación hacen referencia sobre todo al control y definición de lo controlable y definible en los vínculos que establecen los seres humanos entre sí y con las condiciones materiales de su existencia. Ahora bien, definir la alienación en estos términos nos conduce a una importante conclusión: en realidad, las cuestiones básicas de la teoría de la alienación siguen presentes en la teoría crítica. Por ejemplo, cuando Butler (1990) critica las concepciones esencialistas para proponer su teoría del género como acto preformativo ¿no está criticando la idea de un ser previo a los vínculos y que estos someten a coerción?, y por tanto, ¿de qué está hablando sino de la construcción del individuo en los vínculos sociales? O por ejemplo, cuando Foucault (por ejemplo, 1975) habla del poder y la coerción como constituyentes del sujeto, y no solo como fuerzas que lo constriñen ¿no puede decirse también que su teoría enlaza con la definición materialista del ser humano como ser que construye y es construido en sus vínculos? O por ejemplo, cuando los debates sobre la reducción de la jornada laboral y la renta básica universal vuelven a poner en la palestra la cuestión de si hemos de liberarnos en el trabajo o del trabajo, ¿no se está hablando en el fondo de los límites de lo desalienable en las relaciones laborales? O por ejemplo, cuando se plantea un debate entre liberales y perfeccionistas sobre los límites de lo que es posible decir acerca de los modelos de la buena vida, ¿no se está hablando de los límites de la autogestión y la heterogestión de nuestros vínculos, nuestros proyectos y nuestros recursos?

En definitiva: las concepciones marxistas de la alienación, tal como se han planteado, no han sido capaces de prestar a la teoría crítica un marco útil y fructífero para analizar cuestiones que, pese a todo, siguen en su punto de mira. Si hay algo que deba lamentar esta teoría no es haber abandonado la teoría marxista de la alienación, sino que ésta no haya sido capaz de plantearse en términos materialistas. De haber sido así, probablemente el marxismo estaría ahora enriqueciendo desde sus puntos de vista estos debates que no pueden sino seguir interesando a pensadores y científicos críticos. No se trata, por supuesto, de suponer que el marxismo aportaría certezas y verdades, pero sí de asegurar, sin miedo a equivocarnos, que los planteamientos que aportaría una teoría materialista de la alienación (y que hemos empezado a diseñar en otro lugar –León 2002-) resultarían sumamente valiosos para ciertos debates que siguen muy presentes en la teoría crítica contemporánea.

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Marx, Karl (1867) El capital. Crítica de la economía política. Libro primero, ed. Akal (3 tomos), Madrid 1976.

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Marx, Karl (1885) El capital. Crítica de la economía política. Libro segundo: El proceso de circulación del capital, ed. Akal (2 tomos), Madrid 1977.

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Novack, George (1959) “El problema de la alienación”, en Mandel, Ernest y Novack, George Teoría marxista de la alienación, ed. Pluma, Bogotá 1977.

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Sève, Lucien, (1969) Marxismo y teoría de la personalidad, Amorrortu editores, Buenos Aires 1973.

Tezanos, José Félix (1976) Alienación, dialéctica y libertad. Aproximación a la teoría marxista de la alienación, Fernando Torres Editor, València 1977.


[1] Evidentemente, nosotros tendemos a creer que la teoría y la praxis crítica sí se están perdiendo algo, y en otro lugar (León 2002) hemos elaborado una propuesta para el desarrollo de la teoría materialista de la alienación, sondeando, además, su utilidad para las investigaciones empíricas.

[2] Más adelante veremos, por ejemplo, cómo Marcuse construye de modo materialista un concepto normativo, lo que no debe ser confundido con un análisis materialista de lo valorado por el concepto normativo.

[3] Que no la plantee como una estado mental no quiere decir, por supuesto, que no contemple la existencia de un impacto en nuestras subjetividades. Lo que Marx parecer querer enfatizar es que ese impacto resulta de un estado de cosas determinado. Así, afirma en los Grundrisse “…esta distorsión e inversión es real, esto es, no meramente mental, no existente sólo en la imaginación de los obreros y capitalistas.” (Marx 1857-1858, II:395).

[4] Por cuestiones de espacio, renunciaremos a una excesiva profusión de citas. Comprendemos que nuestra crítica a estos autores es, en realidad, una crítica a nuestra interpretación de su obra, y que esta interpretación puede no quedar debidamente justificada en el contexto de la ponencia. Trataremos, en cualquier caso, de hacer siempre referencia al texto que criticamos, mediante la referencia bibliográfica que situaremos entre paréntesis.

[5] Para ser fiel a las definiciones psicoanalíticas, Marcuse tendría que haber reservado el concepto de represión para referirse a las presiones que mantienen alejados de nuestra conciencia determinados deseos. Cuando hablaba de “represión excedente”  hacía alusión sobre todo a coerciones sociales sobre los deseos, y no tanto a la represión, es decir, a las coerciones psíquicas que tienen lugar sin que nosotros seamos capaces de percibir ni la coerción misma ni el deseo, que queda así alejado de nuestra conciencia.

[6] Estructuras, por otra parte, concebidas de modo reificante, pues se presentan como datos fijos, objetivos, e independientes de las acciones e interacciones que en realidad les dan forma y las sustentan. El determinismo económico y el estructuralismo son a la teoría de las clases lo que el esencialismo y la filosofía ilustrada a la teoría de la alienación.

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 FUENTE: http://abs.docsread.com/docs/index-7675.html  PONÈNCIA: Francisco José León Medina “CRÍTICA DE LAS CONCEPCIONES MARXISTAS DE LA ALIENACIÓN”

Cultura:Entrevistas a Gustavo Bueno

Gabriel Albiac, Entrevista a Gustavo Bueno

(El Mundo, Madrid, 18 de enero de 1997)

Gustavo Bueno: «La cultura española es esencialmente analfabeta.»

Entrevista con uno de nuestros mayores pensadores, que en su última obra propone «la destrucción para huir de la cultura y ser libre» (El filósofo acaba de publicar su última obra, «El mito de la cultura», un nuevo paso en su pensamiento a contracorriente)
Profesor emérito de la Universidad de Oviedo, Gustavo Bueno es uno de nuestros filósofos más serios y rigurosos; sus libros y conferencias han sido siempre un revulsivo. El término «cultura» ha dado pie para que otros seis pensadores reflexionen sobre su papel en nuestra sociedad.
«Las nacionalidades son invenciones que pretenden arrogarse la cultura»

El mito de la cultura (Editorial Prensa Ibérica, 1996) confirma lo que cualquiera que se dedique a la filosofía en este país sabe: que Gustavo Bueno es una figura absolutamente anómala en el horizonte intelectual español. Decir que estamos ante el pensador académico de mayor entidad que ha producido España en este siglo es sólo explicitar lo obvio. Lo extraordinario de verdad es su empeño en pensar contra corriente –porque o se piensa contra corriente o no se piensa–. Frente al «culturalismo» más o menos elegante que ha sido la maldición del ensayismo español, Bueno se ha empeñado en una tarea monumental, forjar una obra de rigor sistemático extremo.

Decía el viejo Spinoza que la función del filósofo no es regocijarse o entristecerse, emocionarse o expresar enojo, sino sencillamente entender («intelligere»). Nadie, entre nosotros, ha llevado tan lejos ese empeño.

Pregunta. El lector que no te haya seguido a lo largo de estos años puede sentirse sorprendido por esa fórmula de Epicuro que reivindicas hacia el final de tu último libro, El mito de la Cultura: «Toma tu barco y huye, hombre feliz, a vela desplegada, de cualquier forma de cultura.

Respuesta. Epicuro está enarbolando ahí una bandera que podría ser transplantada a nuestro tiempo. Su propuesta funciona como un manifiesto contracultural, frente a la cultura esclavista y corrompida del helenismo. El paralelo con lo que sucede en nuestra cultura capitalista es tentador. Recuerda la fórmula de Lucrecio: «Es dulce, cuando sobre el vasto mar los vientos revuelven las olas, contemplar desde tierra el penoso trabajo de otro.» Si ves ese «mar revuelto» como el turbio trasiego de la cultura política –frente a la cual «nada hay más dulce que ocupar los excelsos templos serenos que la doctrina de los sabios erige en las cumbres seguras»–, puedes calibrar toda la entidad y actualidad del materialismo epicúreo.

P. Epicuro te habrá servido, así, para cimentar una de las tesis básicas de tu libro; la que tú formulas al denunciar «el ideal de la cultura como la forma actual del opio del pueblo», muy en especial bajo las mitologías de la «cultura nacional».

R. He querido condensar en esa tesis mi análisis de la constitución de las nacionalidades, a partir del romanticismo, bajo la metáfora de un ilusorio «pueblo de Dios». En tanto que generadoras de «cultura», esas entidades nacionales –que se forjaban como Estado-nación– pasaban a presentarse como las herederas de la función social de la Gracia Divina. Y ello, por supuesto, al servicio de la dominación de una minoría gobernante cuyo poder quedaba así legitimado. Las nacionalidades son invenciones modernas que pretenden arrogarse el ser las fuentes espontáneas y genuinas de esa floración espiritual a la cual llaman cultura. Y que ésta justifica, eleva y santifica a todos cuantos aceptan vivir bajo su bandera.

P. Tú procedes en este libro a trazar una arqueología bastante aterradora de la continuidad que, en el uso del concepto de «Kultur», va desde el idealismo clásico alemán hasta el nazismo.

R. ¡El idealismo alemán es un fenómeno tan extraño! Nos hemos habituado de tal modo a él que ya ni nos damos cuenta de su extrañeza. En primer lugar, se trata de una transformación del cristianismo. Mi hipótesis es que es ese espiritualismo del demiurgo creador que pone en el mundo lo que, al secularizarse, da origen a la idea de «Volkgeist» (espíritu de un pueblo) y de nacionalidad. Y, con ella, a ese delirio de la «purificación» del espíritu y de la lengua alemanes, de la pureza germánica, que está en Krause, que está en Heidegger. Pero que viene del Fichte que escribe: «Sois vosotros, alemanes, quienes poseéis, más nítidamente que el resto de los pueblos, el germen de la perfectibilidad humana y a quienes corresponde encabezar el desarrollo de la humanidad; si vosotros decaéis, la humanidad entera decaerá con vosotros, sin esperanza de restauración futura.»

P. Esa ideología de la pureza alemana sería la esencia misma del nazismo.

R. Pues claro. Y fíjate que lo gracioso de toda esa jerga romántica de la pureza germánica es que reposa sobre una lengua técnica absolutamente cargada de latinismos. Si le quitas el latín, lo que queda es poco más que una lengua bárbara.

P. Te recuerdo un pasaje de tu libro: «Fácilmente podían entender los nazis que la «lucha por la cultura» de Bismarck era la lucha del pueblo más culto de la tierra, el pueblo alemán, lucha cuyo último objetivo sería elevar a la Humanidad a la condición de discípula de la cultura alemana o, por lo menos, de servidora suya.»

R. Hombre, es que si hay algo claro es que la mistificación de la «Kultur» es parte de ese proyecto que el nazismo culmina. Tal vez sea consolador querer creer que el nazismo era la anticultura, pero es exactamente al revés. Es el proyecto de una cultura que se considera a sí misma pura y superior, lo que justifica cualquier exterminio.

P. «La idea moderna de un Reino de la Cultura», escribes, «es una transformación secularizada del Reino de la Gracia.» Es una tesis crucial que hace saltar buena parte de los tópicos del pensar burgués.

R. En efecto, no se trata sólo de una tesis histórica o arqueológica. Es sobre todo funcional. Mi hipótesis es que, en las sociedades europeas actuales, la cultura tiene un funcionamiento idéntico al que tenía la Gracia en el siglo XVII. Ese reino de la Gracia –o de la Cultura– sería el que uniría por encima de diferencias o conflictos en un sentido trascendente. Cuando ves a la gente hacer cola para entrar al museo del Prado, te das cuenta de que entran ahí con la misma complacencia de salvación, de comunión de los fieles con que podían hacerlo los creyentes en una iglesia. Toma el caso del concierto sobre las cenizas del Liceo. No cabe una sacralización litúrgica más descarada. Allí, cantando ópera y con la ministra lagrimeando. O piensa en toda esa gente que habla de «música culta» –¡qué disparate!–. Se sienten la mar de complacidos diferenciándose así de los demás. O ese público de los conciertos de ópera, con sus galas nuevas y su liturgia de clase ascendente supuestamente exquisita. Me gusta verlos como lo haría un entomólogo. Son muy graciosos.

P. En el caso español, ese papanatismo ante «la Cultura» ha sido desmesurado, ¿verdad?

R. Así es. Y yo creo que es algo ligado a una tradición católica, como la española, esencialmente analfabeta. Se trata de edificar un recurso «visual» que legitime la absoluta ausencia de lectura. Es una cultura esencialmente icónica, carente de la menor capacidad para la abstracción. Algo que no va más allá de un desarrollo intelectual de nivel infantil. Un infantilismo que, al mismo tiempo, gratifica a quien lo ejerce haciéndole estar convencido de participar en una identidad trascendente. Como te decía, es exactamente el mismo funcionamiento de la religión.

P. Vuelvo al punto de arranque. ¿Cómo acometer la propuesta epicúrea de levar anclas y desplegar las velas para huir de la cultura y ser un hombre libre?

R. Destruyendo… Sí, destruyendo.

{Tomado de El Mundo (Madrid), sábado 18 de enero de 1997, La Esfera, año VIII, número 296, páginas 1-3.}

Javier Neira, Bueno y el dragón de la cultura

(La Nueva España, Oviedo, 22 de enero de 1997)

El filósofo asturiano se enfrenta al gran espejismo de nuestro tiempo en «El mito de la cultura», ensayo publicado por Editorial Prensa Ibérica, del grupo de «La Nueva España».
Gustavo Bueno acaba de salir otra vez, de madrugada, con Rocinante y su lanza en ristre para desfacer el entuerto de la Cultura. La alucinación, como en El Quijote, realmente es la del lector y no la del caballero andante, pero ésa es la clave del engaño y por eso el mito sobrevivirá a la formidable crítica.
La cultura es la gran justificadora.
Tenemos mito para rato, para quinientos años al menos

El movimiento se demuestra andando. Por eso Gustavo Bueno organiza su libro «El mito de la cultura» movilizando los usos de la palabra en cuestión –de la idea de cultura– poniéndolos en camino y funcionamiento para ver cuándo empezó esa larga marcha y hasta dónde ha llegado. Hay cientos de casos, miles de condiciones. En la Constitución española de 1978 se habla de «el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho», según señala puntualmente el filósofo, y en la anterior Constitución republicana hay un apartado encabezado por el epígrafe «familia, economía y cultura», en el que se dice que «el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado». Nada menos. En la revista ácrata «Tierra y libertad» se escribe en el año 1936 que «conviene que todas las iniciativas favorables a la cultura tengan una base funcional más que una base orgánica, porque la función crea el órgano», y los comunistas por boca de Lenin sentenciaban casi por aquel tiempo y con toda rotundidad: «En la medida en que una cultura es proletaria no es aún cultura, En la medida en que existe una cultura no es proletaria.» En vísperas del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia en 1937 y que tanta repercusión tuvo, se decía en un cartel anunciador: «El triunfo de la República sobre el fascismo entregará al pueblo todos los tesoros del arte y todos los valores de la cultura. ¡Hay que exterminar el fascismo para hacer una España libre, culta y feliz!». A su vez, el líder nacionalsindicalista José Antonio Girón de Velasco anotaba pocos años después: «Sólo una fuerza es capaz de fundir las paredes aislantes y crear el clima común en que la paz social pueda servir de base a la justicia social. Es decir: a la revolución social. Esta fuerza es la cultura, entendida como el aire: de universal patrimonio», y añadía –«con palabras que daban ciento y raya a las de Trotsky o a las de los agitadores del proletkult», según anota Bueno– la siguiente frase que merece ser leída dos veces: «Desde cualquier punto de vista que se observe el problema, la diferencia de cultura se presenta como mucho más grave que la diferencia de clases o la diferencia de economías. Es más, creo que cuando se habla de diferencia de clases se habla en realidad de diferencia de culturas. Y todavía más aún, cuando se habla de lucha de clases, ¿no se quiere más bien hablar de una lucha de culturas?» Las concepciones sobre la cultura son extremadamente variadas y fuertemente contradictorias, y los usos, no menos, pues como señala Bueno, se habla de la cultura de fumar, de la cultura de la Coca-Cola y así sucesivamente. La necesidad de aclarar este caos bien justificaba un análisis a fondo: Bueno lo ha hecho sin dejar títere con cabeza.

El libro del catedrático asturiano es un esfuerzo titánico por desenmascarar el gran mito de nuestro tiempo. Como señala, la primera tarea de un racionalista crítico es la de «situarse ante la idea de cultura para analizar sus componentes, así como la distancia que ellos y su conjunto mantienen con otros mitos o con otras ideas». Pero Bueno no es Don Quijote, así que, a renglón seguido, señala: «Sería imprudente esperar que de la mera denuncia de una estructura mítica o ilusoria, oculta en una idea dotada de supremo prestigio, hubiese de seguirse una desactivación de esa idea».

El mito de la cultura tiende a su autoperpetuación porque, como señala el catedrático de Oviedo, en tanto que las funciones prácticas que los mitos oscurantistas desempeñan no pueden ser satisfechas por otras ideas alternativas, la acción de esos mitos mantendrá su influjo». No se trata de un ensayo desmitificador, como se apresura a aclarar su autor, como prescribía y aún prescribe todo aquello que se hacía en la órbita mental del 68, como ejercitan esas retaguardias de la vanguardia que a diario nos echamos a la cara, ¿entonces? Bueno considera que tenemos mito para rato, para quinientos años al menos, así que se propone dejar constancia de la potencia de esa estructura oscurantista y al mismo tiempo dar testimonio de la existencia de un pensamiento crítico, aunque esté reducido casi a las catacumbas. El mito lo ocupa todo, no se puede luchar contra él: ¡larga vida a las tinieblas!, pero que conste que algunos, muy pocos, se han salvado del naufragio.

La prehistoria del mito de la cultura hunde sus raíces en los albores del pensamiento occidental. Es una idea subjetiva de cultura: una suerte de segunda naturaleza que acompaña a la esencia humana. La idea objetiva ya es otra cosa, aunque no se pueda hablar de corte porque realmente se articula con esa larga prehistoria subjetiva: ronda el idealismo y el romanticismo alemán y ahí se empieza a formar lo que cuenta de verdad, el huevo de lo que ahora es un mito de radio infinito.

La cultura es la gran justificación de nuestro tiempo. Los poderes, desde los correspondientes al Estado, las grandes corporaciones y sucesivamente los propios de las diversas escalas de la pirámide social, se legitiman ante los ciudadanos por la cultura. Una fundación, un centro, una política cultural de un Gobierno o una modesta casa de cultura cumplen esa función que salva a quien la pone en marcha y la gestiona. Bueno rastrea la genealogía de esa circunstancia, por lo demás tan chocante, y encuentra en el reino de la gracia de la teología cristiana el paralelo: la cultura salva como salva la gracia. Por eso afirma, apurando el paralelismo, que la cultura es el opio del pueblo. Pero precisamente por eso tiene el rostro de hereje. Los movimientos culturales modernos se enfrentan con el pensamiento cristiano, y tras el nacimiento de una categoría tan peculiar como la de los intelectuales llevará para siempre la rúbrica de la izquierda.

El descubrimiento contemporáneo de las culturas animales arruina las pretensiones de la cultura como un tercer cielo. Cae sucesivamente el mito de la culturología, de una antropología reducida a una ciencia positiva; cae la pretensión de un Estado de cultura; cae la reaparición laica de la gracia bajo la forma de cultura y también la cultura universal y la supuesta paz universal en función de las culturas de los pueblos… Gustavo Bueno sigue adelante con su estilo de caballero andante, pero no se engaña, porque la idea de cultura es sencillamente la clave de nuestro tiempo y por eso el mito funciona con más fuerza que nunca. A lo largo de 250 páginas le da todas las vueltas y lanzadas imaginables, pero más allá sigue y sigue.

Una pieza perseguida desde hace veinte años

Bueno cazador persigue a la pieza cultura desde hace mucho tiempo. Los antecedentes y hasta la genealogía de ese arte cinegético están, además, muy ligados a La Nueva España. En efecto, en octubre de 1978 publicaba Gustavo Bueno en este periódico un artículo a página completa bajo el título «Sobre la idea de cultura».

Allí están prefiguradas las ideas que ahora aparecen acabadas y plenamente críticas. Bueno anota, por ejemplo, la clave de las culturas animales, entonces muy recientes tras su postulación por la Etología apenas diez años antes y en ese sentido señala: «En cualquier caso el reino de la cultura humana no debe entenderse como una entidad homogénea y armónica: sus automatismos son muy heterogéneos y se enfrentan entre sí. El «todo complejo» de que hablaba Tylor no es en modo alguno único porque hay múltiples culturas que se oponen entre sí y la «cultura universal» sólo puede entenderse como algo que está en proceso, como algo que es el argumento mismo de la historia». ¿Les suena?

Ciertamente ésa es la letra y la música de la rapsodia que ahora acaba de publicar Editorial Prensa Ibérica. La instrumentación actual es mayor, pero las melodías y el sentido de los desarrollos es igual.

{Tomado de La Nueva España (Oviedo), miércoles, 22 de enero de 1997, Cultura, n° 348, páginas I-II.}


José Antonio Marina, Y después de la cultura, ¿qué?

(ABC, Madrid, 24 de enero de 1997)

El mito de la cultura. La cultura como tótem. La politización de la cultura

Gustavo Bueno está empeñado en construir un sistema filosófico, lo que me parece digno de aplauso cuando triunfa el aforismo, la fragmentación y los deshilados filosóficos. Su «Teoría del cierre categorial» es una filosofía de la ciencia y de la propia filosofía. Cada una de las ciencias, dice, delimita un campo cerrado de realidad, un campo categorial. Hay, sin embargo, ciertas ideas que atraviesan todos los campos y éstas serían el objeto de la filosofía, que, por lo tanto, ni se reduce a la ciencia ni puede prescindir de ella.

Acaban de aparecer dos nuevos libros de Bueno, «El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral» (Pentalfa) y «El mito de la cultura». El primero, donde estudia las nociones nucleares de la ética –su fundamentación, la idea de persona, la libertad, los derechos humanos, el sentido de la vida– me parece más importante dentro del proyecto sistemático del autor, pero comentar el segundo, un escrito polémico pero no sólo polémico, me parece más urgente. Temo que algunas expresiones escandalosas, como su consejo de huir de la cultura bajo la advocación de Epicuro, puedan ocultar la importancia de las tesis de fondo. Acabo de leer una entrevista con Gabriel Albiac, en la que Gustavo Bueno acaba diciendo que la manera de huir de la cultura y ser un hombre libre es «destruyendo…, si, destruyendo». No conozco a Bueno, pero no es ese mensaje de picapedrero el que encuentro en su obra. Aunque la revista que fundó se llame «El Basilisco», estudia los asuntos con demasiada atención y cuidado como para ser destructivo.

Gustavo Bueno quiere desmitificar la cultura. «La historia del término «cultura», tal como se ha ido conformando a lo largo de los siglos XIX y XX, es la historia de un proceso progresivo de confusión» (página 220). Se ha convertido en un mito con funciones pragmáticas. Pretende enfrentarse a él como «racionalista crítico». Un crítico no es un demoledor. El autor repite en varias ocasiones que «criticar» significa «cribar». Algo así como separar el grano de la paja.

La palabra cultura comenzó designando una propiedad subjetiva, muy semejante a «educación», «formación», «crianza». Pero acabó por prevalecer el significado objetivo: un conjunto de cosas valiosas. Esta idea metafísica de la cultura acabó, dice Bueno, por convertirse en mística y mítica. La función pragmática de esta idea metafísica de cultura es unir a los miembros de un grupo social dado (tribu, nación, etnia) y, sobre todo, separar a ese grupo de los demás. «Al mismo tiempo que hace a los hombres, los hace diferentes de otros hombres con culturas diversas y los enfrenta, a veces hasta la muerte, con ellos» (pág. 49). Recuerdo que, según Clifford Geertz, en Java se dice «Ser humano es ser javanés». Los niños pequeños, los ignorantes, los locos o los inmorales son considerados «adurung djawa», «aún no javaneses».

La cultura como tótem

La cultura siempre ha existido, desde que el hombre es hombre, pero la idea mítica de Cultura es una idea de la filosofía alemana, dice Bueno. Nace con Herder y se consolida con Fichte, para quien la finalidad del Estado es la Cultura. Comienza así la instrumentalización política de la idea de Cultura. El mismo Fichte, en su «Discurso a la nación alemana», escribió: «Sois vosotros (alemanes) quienes poseéis, más nítidamente que el resto de los pueblos modernos, el germen de la perfectibilidad humana, y a quienes corresponde encabezar el desarrollo de su humanidad.»

El mito de la Cultura es absorbido por el nacionalismo, y se convierte en «una idea axiológica y práctica constituyente». Cumple en nuestras sociedades la función que el tótem cumplía en las sociedades primitivas. Este asunto merece ser meditado seriamente, aquí y ahora. Bueno tiene razón al decir que en el fondo de esta valoración de la Cultura hay una «intención reivindicativa». «Saber lo que significa prácticamente la idea de Cultura y, en particular, la idea de identidad cultural, es saber contra quién o contra qué se dirige en las condiciones establecidas» (pág. 104).

La intensa reivindicación de los nacionalismos suele ir asociada a la reivindicación de la cultura propia, frente al Estado opresor. Entonces la Cultura aparece como el gran prestigiador. Pero, al mismo tiempo, confiere el prestigio de lo equivalente. Todo vale igual. La UNESCO, en su «Declaración de principios de Cooperación Cultural Internacional» afirma: «(1) Toda cultura tiene una dignidad y valor que deben ser respetados y protegidos. (2) Todo pueblo tiene el derecho y el deber de desarrollar su cultura.» Esto es magnífico siempre que se mantenga dentro de los límites de la sensatez. Hace unos meses les conté que en el claustro de un instituto de Murcia se había defendido seriamente que no era lícito corregir las faltas gramaticales de los niños porque era atentar con la cultura de su barriada.

Y después de la cultura, ¿qué?

El problema está en que, según Gustavo Bueno, no hay posibilidad de una «cultura universal». La cultura es una esfera cerrada que se enfrenta a las demás. Como mucho, se puede llegar a lo que él llama «cultura compleja universal», que es «el repertorio de habilidades o conocimientos que un individuo adulto que vive en la «sociedad universal» del presente debe poseer a efectos de su adaptación» (pág. 236). Pero esto es un conglomerado confuso y proliferante, una selva a la que el sujeto debe adaptarse si quiere sobrevivir. Está compuesta de cosas buenas y malas, porque la cultura no es un concepto evaluativo. La crueldad, el potro de tortura, la esclavitud, la guerra, todos son fenómenos culturales.

Aquí hay un tema importante. Esta sección comenzó con el mismo título que he usado hoy. «Y después de la cultura, ¿qué?» No podemos considerar que los productos culturales, ni siquiera la «cultura de cinco estrellas» de la que se ocupa ABC Cultural, sea nuestro máximo horizonte valorativo, porque siempre va a ser un horizonte minúsculo. Necesitamos evaluar y sobrepasar la cultura. No es verdad que todas las cosas sean equivalentes. Pero para decir algo así hay que situarse fuera de la cultura, en el piso de arriba. ¿Es esto posible? Gustavo Bueno escribe: «Aquellos contenidos que, desde muchos puntos de vista, pueden ser considerados como los valiosos y universales –contenidos tales como las verdades geométricas o físicas, pero también las relaciones que constituyen la justicia, considerada como un valor personal universal– no tienen por qué ser considerados como culturales, puesto que desbordan cualquier esfera cultural.»

No podemos ser ni desarraigados ni tubérculos. Ni ciudadanos del mundo, ni fósiles del terruño. Hay que distinguir lo que nos une y lo que nos distingue. Nos debe unir lo esencial, y es bueno que nos distinga lo superficial, lo accidental, el estilo. La ética, el derecho, la ciencia son grandes relatos comunes. El arte, las lenguas, las músicas la gastronomía son la brillante pluralidad. No saber establecer la diferencia y la jerarquía es de necios. Y muchas veces, de necios peligrosos.

Libro comentado: El mito de la cultura, Editorial Prensa Ibérica, 259 páginas, 2.700 pesetas.

{Tomado de ABC (Madrid), viernes 24 de enero de 1997, ABC Cultural, n° 273, página 62.}



J.L. Rodríguez García, Una espléndida provocación

(El Mundo, Madrid, 25 de enero de 1997)

El filósofo proclama en su última obra que la identidad cultural es un fetiche

Gustavo BuenoEl mito de la cultura. Prensa Ibérica, Barcelona 1996. 259 páginas. 2700 pesetas.

La aventura intelectual de Gustavo Bueno se caracteriza por el entusiasmo con que ha abordado la tarea de señalar y construir los fundamentos del materialismo filosófico desde el supuesto de su función desmitificadora del oscurantismo, o, simplemente, de la tozuda estupidez, y por el rigor con que se ha enfrentado a ésta. Es obvio que una de las exigencias de tal rigor requiere la delimitación estricta del significado de los términos, y muy especialmente de aquéllos cuyo abuso o instrumentalización ideológica han desembocado en una grave devaluación conceptual, por lo que resultan sumamente oportunas las páginas dedicadas en El mito de la cultura a poner de manifiesto la ambigüedad de lo que se entiende socialmente por cultura, la equivocidad del concepto de mito o la necesidad de diferenciar entre subjetivo y subjetual.

Permitir que tales términos mantuvieran su ambigüedad hubiera sido un grave error. De hecho, tan sólo su aclaración permite que la obra concluya sin provocar los recelos o espantos que sin duda despertará una intervención teórica cuyas tesis centrales atruenan contra algunas de las ideas más extendidas y asentadas. Pues se trata en sus páginas de señalar el carácter inconsistente del mito de la Cultura, la socialización teórica y mundana de la idea metafísica de la Cultura, y, por otra parte, de proponer una renovación de ésta que se sustentaría en el materialismo filosófico y que depende de toda la arquitectura teórica desarrollada por Bueno en suTeoría del cierre categorial.

La vigente idea de Cultura no tiene una larga tradición. Se remonta a Herder, «el principal instaurador de la moderna idea de cultura». Es la potencia del discurso herderiano lo que capacita la constitución de una instancia que alimenta la filosofía alemana y que, llegando hasta nuestros días, alimentaron las intervenciones de Fichte, Hegel, o el discurso del materialismo histórico.

Lo que no quiere decir, por un lado, que la mitología oscurantista que sienta los fundamentos de la idea metafísica de cultura no se advierte en otros espacios geográficos. Las intervenciones de Vico, Montesquieu o Ferguson son también referencias claves. Mas ocurre que sólo la trayectoria alemana merece una continuidad irrebatible. Por otro lado, tampoco se subraya una especialísima originalidad en la instancia alemana. De hecho, y resulta convincente la referencia, la idea metafísica de Cultura aparece como el efecto de un proceso de anamórfosis, de manipulación, que apunta a la secularización de la idea medieval de Gracia y en virtud del cual la soberana elección teológica se transforma en espiritualismo nacional. El cuidado y pertinencia de las indicaciones de Gustavo Bueno resultan contundentes, precisas. Polémicas caso, aguijones merecidos contra el adocenamiento.

Ahora bien, ¿por qué caracterizar como metafísica la idea de Cultura erigida por la palabra alemana? En primer lugar, y, desde una perspectiva ontológica, subyace al mito de la Cultura la idea de un Hombre universal, que sólo ronda los sueños quiméricos de quien necesita de tal fantasma para generalizar sus imposiciones. Por otra parte, es propio del mismo la impertinente consideración de una identidad nacional, cerrada, autosuficiente, y, por lo tanto, simplista, que reniega visceralmente del exterior a ella misma para consumar la estupidez de la endogamia aniquiladora. «La identidad cultural es sólo un mito, un fetiche», proclama Bueno después de haber esgrimido un buen número de razones. Indicaciones polémicas a buen seguro. Sin embargo, no hay resquicio teórico alguno en la descripción.

Obra capital. No estamos, ni mucho menos, ante una obra menor de Gustavo Bueno. Espléndida provocación, que sólo lo es porque es ejecutada con un rigor impecable.

{Tomado de El Mundo (Madrid), sábado, 25 de enero de 1997, La Esfera, n° 297, página 13.}


Alberto Guallart, La cultura como opio del pueblo

(El Correo de Andalucía, Sevilla, 31 de enero de 1997)

Gustavo Bueno denuncia el uso ideológico que hace el poder de la idea de cultura.
El pensador Gustavo Bueno (Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 1924) ha ido levantando a lo largo de su vida un sistema coherente y sólido: el materialismo filosófico. «El mito de la cultura», su último libro, es un episodio más del citado sistema. En el libro Gustavo Bueno analiza cómo el prestigio de la idea de cultura procede de que cumple en nuestros días la misma función que la Gracia de Dios ejercía en la Edad Media.
Para Gustavo Bueno la cultura no es más que una forma nueva que irrumpe en el proceso evolutivo de los primates.

El mito de la cultura, Gustavo Bueno. Editorial Prensa Ibérica, Barcelona 1996.

El prestigio de la cultura es hoy absoluto. Cualquier cosa que aparezca embozada debajo del término «cultural» enseguida la consideramos valiosa y merecedora de respeto y ayuda. Las leyes establecen desgravaciones fiscales a aquellas empresas que destinan una parte de sus beneficios a fomentar la «cultura». Ya sea por la compra de un cuadro, por el mantenimiento de una fundación o al subvencionar la restauración de un edificio monumental, las empresas se lucran de ciertas rebajas y exenciones en el pago de impuestos a la Hacienda Pública. La figura del antiguo mecenas también se ha democratizado y su función ya no la ejercen nobles adinerados sino poderosos grupos financieros que, de nuevo para distraer una parte de sus obligaciones fiscales, convocan becas de investigación, cursos de formación, masters, viajes de estudios, matrículas y estancias en famosas universidades extranjeras, &c.

La difusión de la cultura es un valor indiscutible porque existe la certeza de que la cultura mejora al hombre. Todo aquello que mejora al hombre –o que las autoridades han creído que ennoblece a los hombres y, además, no cuestiona el orden establecido sino que hasta lo consolida– siempre ha disfrutado de privilegios fiscales. Hasta la secularización moderna, la religión era la niña de los ojos del poder. Durante la edad teológica todo el mundo tenía por cosa segura que el progreso de los pueblos dependía del aumento de su religión, de ahí que abundaran las iglesias y los conventos, para cuya fundación y mantenimiento las familias aristocráticas dotaban capellanías perpetuas y legaban tierras y rentas.

Los monasterios y las comunidades religiosas entonces, como ahora las fundaciones culturales privadas, gozaban de mayor o menos «inmunidad fiscal» porque su pujanza convenía, pensaban, al interés general. Este es el punto de partida de El mito de la cultura, de Gustavo Bueno, una propuesta o ensayo para revisar la idea de cultura desde el materialismo filosófico.

Gustavo Bueno analiza en primer lugar de dónde viene a la cultura esa alta estima que hoy le profesamos, de dónde procede esa especie de salvoconducto que la coloca por encima de todas las sospechas y qué méritos justifican la buena reputación que le presumimos. «La cultura», dice Gustavo Bueno, «está pensada como una realidad que eleva a los hombres sobre su condición de animales, los salva de la condición de animales naturales y los exalta a la condición de habitantes de un reino más valioso, el Reino del Hombre en cuanto realización del Reino del Espíritu.» (p. 49).

A partir de un diagnóstico de este tipo, el autor remonta las aguas de la historia para averiguar el origen de esta excelencia. En un momento de su regresión se detiene en el romanticismo alemán –desde Novalis, Fichte hasta Richard Wagner– donde aprecia cómo los románticos sólo creen posible la plenitud del hombre a través del arte (cultura) y, río arriba, alcanza por fin el origen del que proviene la excelencia de la idea de cultura. Nada menos que de la Edad Media, y de la doctrina de la Gracia santificante que comunica el Espíritu Santo a los hombres.

Tras el pecado de Adán, enseña la teología cristiana, la naturaleza humana sufrió una caída y un desfallecimiento que únicamente la Gracia de Dios puede amortizar. Los dones del Espíritu Santo, el don de sabiduría, de entendimiento, de consejo, de ciencia, de fortaleza, de piedad y de temor de Dios vendrían a reparar –junto a la Gracia santificante y actual– esa lastimosa postración en que quedó desde entonces la capacidad de discernimiento y la voluntad humanas.

Conforme empezó a debilitarse desde el siglo XVII la fuerza con que la Iglesia mantuvo dentro de su campo de gravedad y jurisdicción a las ideas, la función dignificante de la Gracia fue asumida por la Cultura, el nuevo sacramento que regenera al hombre, lo libera del estado salvaje en que nace y lo incorpora a la civilización, «La élite», se lee en El mito de la cultura, «se administra a sí misma dosis definidas de cultura operística, de cultura literaria, de cultura vanguardista, para mantener su ensueño de minoría despierta, elegida, consciente.» (p. 219).

Paralelamente a estas dosis de opio cultural que las élites se administran para salir de la burricie «natural», también los pueblos se administran otro tanto. El segundo mito que combate Gustavo Bueno es el «delirio» de las «identidades culturales». Este delirio, esta fantasía alucinógena que denuncia Gustavo Bueno, consiste en no descubrir en cada una de las culturas nacionales el resultado peculiar de un proceso único. A fuerza de no oponerle resistencia a los prejuicios de la ideología político nacionalista, hemos llegado a un punto, razona Gustavo Bueno, en que las peculiaridades se interpretan como la expresión majestuosa y única del pueblo o de la nación.

Los rasgos singulares por el mero hecho de serlo se absolutizan y no se entienden ya en relación al patrimonio común del que derivan. Por si fuera poca fantasmagoría esta de los genios nacionales, todavía se insiste en declarar a todas las culturas iguales en dignidad y destinadas a coexistir pacíficamente. Gustavo Bueno desenmascara la arriesgada ingenuidad en que naufragan estas, en apariencia, sanas y benéficas intenciones.

Independientemente del criterio que se elija y del horizonte cultural en que uno esté situado, no es verdad, como defiende el «espíritu Unesco», que «toda cultura tiene una dignidad y un valor que deben ser respetados y protegidos.» Sostener una cosa así implica, desde luego, relativizar todas las culturas, pero mayor gravedad resulta aún del hecho de que también cancela la posibilidad de reconocer que hay o puede haber culturas perversas.

Una vez que el autor ha invertido más de dos tercios del libro en analizar la estructura mitológica de la idea, sólo entonces aborda la exposición de su propuesta. El valor que le atribuimos a la cultura, y anteriormente a la Gracia santificante, supone una Naturaleza hostil que el hombre está llamado a cultivar (de ahí «cultura»). Supone partir de un enfrentamiento Naturaleza / Cultura que Gustavo Bueno cree intolerable.

Evolucionismo zoológico

Instalado en el materialismo filosófico y enterado de los resultados del evolucionismo zoológico, Gustavo Bueno no ve que la cultura sea otra ni mejor cosa que la irrupción de una forma nueva en la cadena evolutiva de los primates. Al ser, pues, el fruto de una evolución zoológica no se comprende por qué «un pequeño pomo de obsidiana en el que alguna mujer hace 7.000 años guardaba un ungüento» haya de suscitar mayor aprecio que la emergencia de una variación en las membranas interdigitales de un ganso. Tampoco existe un canon «espiritual» que discrimine el valor del «atletismo vocal» de un divo de ópera por encima del «atletismo muscular de un héroe de halterofilia.»

«La cultura humana no brota del hombre», afirma Gustavo Bueno, fue un primate aventajado el que se constituyó como hombre «a través de ese nuevo orden o estado de cosas que llamamos cultura humana y que contiene tanto lo digno como lo indigno.» (p. 185).

Palabras duras son éstas de oír a no dudarlo. La crítica a este reduccionismo biológico que equipara la antropología con la zoología y la Cultura con la Naturaleza es arduo, sobre todo sabiendo como ya sabemos que les asiste un poderoso argumento: compartimos con los monos el 99’5% de nuestra historia evolutiva y más del 95% de nuestro equipamiento genético.

Sin embargo yo no…

{Tomado de El Correo de Andalucía (Sevilla), Viernes, 31 de enero de 1997, páginas 29-30.}


Carlos Iglesias, El mito de la cultura, un libro tramposo

 (El Comercio, Gijón, 2 de febrero de 1997)

¿Qué capacidad desmitificadora podría tener un libro que no va a ser leído precisamente por quienes están envueltos en el mito al que el libro se refiere? Con estas palabras, al comienzo del libro, Gustavo Bueno casi quita las ganas de leer el libro de entrada. Pero ¿tiene, o más bien, ha tenido razón?

En principio, uno está tentado a afirmar que se ha equivocado completamente. En efecto, no recuerdo ningún otro libro de Bueno que, en un espacio de tiempo tan corto, haya tenido tal cantidad de comentarios, lo cual parece indicar, en principio, que el libro se ha leído.

El problema surge cuando se intenta matizar quiénes son los que están envueltos en ese gran mito de la cultura que penetra los intersticios más recónditos e insólitos de nuestra existencia, considérese ésta a nivel personal o a nivel social. La respuesta no puede ser otra sino que absolutamente todos estamos anegados hasta el tuétano en ese mito; pero la diferencia de esa envoltura reside en cuestiones de grado.

No se ve una escapatoria posible, porque incluso aunque tal salida existiera, volveríamos a crear un nuevo mito. Por lo tanto, más que desmitificar, lo que se trata es de llevar a cabo el análisis de ese mito, ya que los mitos son las leyes mismas que presiden nuestras manipulaciones diarias con las cosas y que, en ocasiones, conducen a los hombres a los límites de la suprema estupidez, o pueden llegar a establecer o sugerir semiverdades con una racionalidad práctica y efectiva.

Los mitos y el hombre

Ahora bien, esta afirmación supone de entrada toda una teoría sobre la idea de lo que puedan significar los mitos. Y en este punto empiezan a plantearse los problemas sobre la primera afirmación de Bueno, puesto que tal teoría resulta totalmente ininteligible si no se tienen en cuenta obras de Bueno anteriores a El mito de la cultura, y que han pasado desapercibidas, al menos desde un punto de vista de las reseñas que de ellas se han hecho. Pero, por otra parte, este mismo hecho desdice las palabras de Bueno, puesto que las tesis de este libro apuntan a un mito que está en pleno funcionamiento, un mito que está sosteniendo las raíces más profundas de nuestro sistema, y nadie puede quedarse al margen, todo el mundo se siente «aludido».

La idea de cultura, como la sustancia en la cual se identifica un pueblo, tiene una función muy semejante a la que pueda desempeñar un totem entre los pueblos primitivos; pero esta función, esta identificación es válida sólo a un determinado nivel de semejanza, pues los estratos que realimentan «nuestra» actual cultura están situados en una capa histórica completamente diferente, lo cual permite desbordar el significado estricto de totem.

Procesos de refluencia

Y es este desbordamiento el que permite entender este salvajismo refluyente de la humanidad contemporánea, sin apelar a criterios antropológicos o meramente psicológicos. Esta refluencia hacia estados previos de nuestra evolución histórica tiene un significado que no va más allá de una nueva combinatoria, a partir de los elementos dados en el presente, que quizás hará posible unas formas sociales más «racionales», aún sin precisar, y no determinadas, excepto por los gurús oficiales de turno, que sesudamente vaticinan, en tertulias, lo que va a ser nuestro siglo próximo.

Pero, ¿no significa este análisis, de Bueno, y la reconstrucción posterior que lleva a cabo, a partir de dicho análisis, de un nuevo marco teórico, una suerte de proceso desmitificador? Porque si así no fuera, ¿cuál es, entonces, el objetivo de escribir el libro?

El libro tramposo

Pero, volviendo al título, ¿por qué es un libro tramposo?

Es un libro tramposo porque aparenta menos de lo que, en realidad, es. Oculta, quizás a propósito o por carencia de espacio, todo un transfondo subyacente a afirmaciones vistosas, o quizás, y es lo más probable, porque Bueno nos ofrece todo un armazón geométrico de lo que debe ser un análisis histórico en regla. Pocos hechos, muy pocos elementos rellenan ese armazón.

Es necesario leer entre líneas para percatarse del enorme esfuerzo que podría suponer rellenar ese armazón, pero está ahí, con una solidez exultante y segura de sí misma. Cualquiera puede hacer el sano ejercicio de contrastarlo, de aplicarlo y comprobar si existe alguna clase de resquebrajamiento. Toda una teoría, minuciosa y detallada, está soportando férreamente el libro, y todo un arsenal de datos históricos, no explicitados, bullen en un estado de semiequilibrio estable.

Los procesos históricos encuentran su verdadero ajuste explicativo, su verdadera causalidad histórica, no en una narración lineal, sino en un circuito que se asemeja a un torbellino en el que priman las relaciones de incompatibilidad e inconsistencia entre las partes constitutivas de un determinado sistema cultural que, por otra parte, está siempre dependiendo de factores exógenos.

La Idea de Nación

Por esto la identidad cultural de un pueblo es un mito, un gesto propagandístico, ideológico. Un mito que Bueno rastrea sus orígenes históricos, que cristaliza en las «culturas nacionales», un caldo de cultivo del que emergerá la idea de nación, en tanto que idea estrictamente política, pero gestada en el ámbito estricto de un Estado soberano, del Estado moderno. La nación, como sujeto político puro, como mera abstracción, es una pura entelequia sin base alguna. La nación necesita de una lengua, de una historia…, y cuando se pierde de vista esta perspectiva, es cuando empieza a funcionar la idea de nación como expresión del espíritu del pueblo, es el pueblo de Dios que se nos revela a través de la cultura nacional. Y este hecho obliga a reinterpretar todos los contenidos como si fueran componentes originarios de esa nación.

El hombre y su cultura

Pero estos productos de la actividad del hombre (y aquí comienzan las contradicciones), cuando alcanzan un determinado grado de complejidad, se van alejando unas de otras, y establecen relaciones objetivas, sociales y extrasomáticas, cada vez más y más complejas e imprevistas; pero, sobre todo, independientes de las operaciones humanas que, sin embargo, están en su génesis.

Estos productos de la actividad humana (una obra de arte, un reactor nuclear…), segregados, poco a poco, de las operaciones subjetivas, inician líneas de desarrollo mutuamente independientes, y ofrecen al hombre la «revelación» de nuevos espacios del mundo, nuevos horizontes que permiten un desarrollo más profundo de la humanidad; lo cual no significa, en modo alguno, que tal desarrollo no pueda lleva implícito un incremento de los peligros en que la humanidad está envuelta a cada paso.

Contradicción constante

Llegados a este punto, nos encontramos con lo que Bueno denomina Ley del desarrollo inverso de la evolución cultural, de la cual se deriva un corolario central que está pesando sobre todo el libro de forma constante. Porque si esos productos de la actividad humana que se han ido segregando de ella, y han constituido categorías objetivas, independientes del propio hombre (y cada vez a un ritmo más acelerado: piénsese sólo en la robótica), construyendo relaciones nuevas, se podrá decir deshumanizadas, en las que el hombre no se encuentra intercalado para nada en la trama que compone dichas estructuras, ¿no será que tenemos que reconocer, en este proceso, una des-culturalización que se abre camino, a pasos agigantados, en el mismo seno del desarrollo universal de la cultura?

Y si es así, ¿por qué llamar a estos productos culturales? Pero, tampoco sería correcto enclavarlos en el mundo de la Naturaleza: ¿se puede meter un laboratorio de química en el reino natural cósmico?

¿Dónde situar estas estructuras? La respuesta de Bueno, ya argumentada en obras anteriores,las sitúa en un mundo terciogenérico. Son estructuras transculturales, que no son culturales ni naturales.

Sólo el rompimiento de la maniquea disyuntiva entre Naturaleza y Cultura permite desbordar esta falsa dicotomía, y entender este tipo de productos humanos que no se enclasan en ninguna de estas dos ideas; pero teniendo siempre en cuenta que un tal rompimiento sólo es posible a través de los procesos históricos, a escala mundial, que están configurando nuestra existencia.

¿Una cultura universal?

Una vez establecidos estos productos, cuya naturaleza se encuentra más allá de cualquier cultura particular, que no pueden ser circunscritos a un determinado círculo particular y que, por tanto, son «universales», en tanto esa su universalidad nos remite a su implantación efectiva en determinadas sociedades que se encuentran en un nivel dado de su evolución, quedan por resolver, esencialmente, dos problemas centrales.

En primer lugar, el intento de establecer una cultura universal sólo encontraría su realización y llegaría a forjarse a partir de las diversas culturas existentes en la actualidad, pero los contenidos de estas culturas particulares, a su vez, al enfrentarse entre sí, no hacen sino generar toda una cascada de conflictos, que reflejan los propios conflictos de las sociedades que se encuentran intercaladas en esas mismas culturas. Es esta dialéctica, entre el particularismo de cada cultura y la tendencia hacia contenidos universales, la que determina una de las características más interesantes de nuestra época, y la que crea esa refluencia de la que hemos hablado.

Bueno, como él mismo dice, no ha pretendido dinamitar esa «masa viscosa» que sirve de pedestal para servicios tan diversos; ha tratado de descomponerla o resolverla en sus partes, unas auténticas, otras aparentes, y restituirlas a sus quicios propios.

Los cabos sueltos

Habiendo considerado que existen ciertos contenidos que, sin duda alguna, se pueden considerar como universales (teniendo en cuenta, siempre, que esta universalidad nos viene enmarcada, a su vez, a un cierto nivel de desarrollo histórico), contenidos tales como las verdades geométricas o físicas, surge una duda cuando intentamos ampliar el número de esos contenidos universales y consideramos, por ejemplo, la «justicia» en la clase de tales contenidos; pues la condición de universalidad nos remite a la consideración de contenidos como no circunscritos a ninguna cultura en particular. El ejemplo que pone Bueno de los triángulos rectángulos, sobre los cuales Pitágoras estableció su célebre relación, ilustra a la perfección el problema; sin duda tales triángulos son productos culturales (las formas de los frontones de mármol, por ejemplo), pero la relación pitagórica entre los lados de un triángulo rectángulo ya no es una relación «artificial», en el sentido de convencional, ni tampoco cultural, aunque, eso sí, tenga una «refluencia» que queda cortada de cuajo cuando la relación pitagórica cristaliza como tal.

Pero, es que un contenido como la justicia se encuentra en un continuo e inestable equilibrio: por un lado se podría clasificar como un contenido valioso en cuanto a su carácter universal, pero, por otra parte, se encuentra alimentado por una incesante refluencia, necesaria para estar reajustando y asimilando las «relaciones asimétricas» materiales (sociales, económicas, políticas,…) de las que, en primera instancia, procede. Y, al consistir su cristalización en ese reajuste continuo, se nos cuela de nuevo, subrepticiamente, el contenido cultural.

Un dialelo perfecto que nos hace volver a la capacidad de absorción que tenga un determinado sistema (moral, filosófico…) para moldear o reducir a otros sistemas de normatividades operativas, cuya estructura interna, a la postre, resulta más débil.

El libro de Bueno, pues, es algo inacabado. El o quien sea tiene como labor perentoria desarrollar esas líneas normativas, en perpetua contradicción, que pueden arrastrarnos a callejones sin salida alguna. Las piezas ya están perfectamente colocadas.

{Tomado de El Comercio (Gijón), domingo, 2 de febrero de 1997, página 50.}


José Luis Gutiérrez, Panorama a babor

(ABC, Madrid, 26 de enero de 1997)

Se llama Gustavo Bueno y es una especie de «Kant astur» y subversivo, el cerebro más poderoso u desde luego insobornable de la España actual. Leo desde hace años a este filósofo devastador, materialista y socarrón, profeta de la incorrección, la contracultura y el derribo de todos los «establishments» culturalistas como único método para que los hombres lleguen a ser epicúreamente libres. Entre sus alumnos, muchos viejos amigos, algunos de ellos tristemente desaparecidos, como aquel brillantísimo antropólogo y escritor que fue Alberto Cardín. Acaba de publicar un luminoso y monumental ensayo –El mito de la cultura, agotado en su primera y modestísima edición universitaria- en el que el rayo de su mirada pulveriza los mitos de cartón de la «cultura» como señuelo y anestesia, como embaucadora superestructura del pensamiento políticamente correcto. La «cultura esclavista y corrompida» del helenismo son, para Bueno, los orígenes en los que se afianza la «Kultur» del idealismo alemán, que a su vez da soporte a la ilusión nacionalista que entiende como una ensoñación colectiva en la que se afianza la idea del «Volkgeist» -espíritu de un pueblo- y que atraviesa al krausismo -tan históricamente cercano a nosotros- a Heidegger y a Fichte, quien escribió, premonitoriamente, y para darle ideas al nazismo: «Sois vosotros, alemanes, quienes poseéis, más nítidamente que el resto de los pueblos, el germen de la perfectibilidad humana, a quienes corresponde encabezar el desarrollo de la humanidad…» Sustituyamos la palabra «alemanes» por cualquier otra, al gusto del lector -por ejemplo, «felipistas»- y tendremos una luminosa y cabal explicación de lo que ocurre en la España actual. Con la diferencia de que ellos tenían a Wagner y los felipistas a Ramoncín.

{Tomado de ABC, Madrid, domingo 26 de enero de 1997, páginas 40-41.}



Javier Neira, Entrevista a Gustavo Bueno

(La Opinión, Murcia, 29 de enero de 1997)

Gustavo Bueno: «La idea de cultura es teológica, ha sustituido al Espíritu Santo»

Gustavo Bueno participa hoy en CajaMurcia en la Semana de Filosofía de la Región de Murcia. El polémico filósofo acaba de publicar en Prensa Ibérica, el grupo editor de La Opinión, «El mito de la cultura», una audaz y lúcida provocación sobre el tema.

¿La revolución pendiente es la lucha contra el mito de la cultura?

No creo que se pueda hacer nada; estos análisis, estas críticas, al gente los oye como música celestial. El irenismo cultural, la idea de que la cultura une a los hombres y logra la paz, está tan extendida que es intocable. Es una idea, claro, de los poderosos como instrumento de control y dominación. El mito es indisoluble de la realidad actual y por eso no se puede atacar. Sólo se puede conseguir que haya unas minorías difusas, ni siquiera unas élites, gente que esté atenta y se de cuenta que se trata de un mito. Que estén vigilantes por lo que pudiera ocurrir. Que estén en el secreto. Sería suficiente para que el mito no nos desbordase. Pero no se puede hacer más. Además, si se supera ese mito, saldría otro, quizás el de la raza, que sería peor.

Los bancos, las grandes corporaciones, abren salas de arte sin parar, ejercen un mecenazgo acelerado…

Si, de esa forma se justifican. Antes construían una iglesia, una capilla.

Aun dentro del mito, ¿por qué una cosa es arte, cultura, y otra no?

Hay razones muy diferentes. Me interesé mucho por analizar la ópera. Parto de la hipótesis de que la ópera es lo más deleznable dentro de la música. Recuerdo «Un ballo in maschera» en Sevilla, estrenaban el teatro de La Maestranza. De bote, engalanados. Y salvo un corrillo -en el que estaba el duque de Alba, Jesús Aguirre, al que saludé, donde sí hablaban de la ópera- el resto, ni idea. El teatro, sin embargo, te obliga a tomar posición. La ópera, con argumentos surrealistas, es puramente estética. Pero tiene el criterio de ubicuidad, tenores y sopranos universales, un montaje universal. Cosmopolita pero sin moverte de casa. Es como el teléfono móvil: el que lo tiene es ubicuo, está en todo el mundo a la vez. El que está en la ópera está en el mundo. Es como los grandes cuadros o como el oro: son monedas internacionales, no se discuten.

Si fuese ministro de Cultura, ¿que haría?

Siguiendo la lógica actual reclamaría que ingresasen en el ministerio de Cultura el de la Guerra, que también es cultura, el de Agricultura, que también es cultura. Todos los ministerios deberían formar parte del ministerio de Cultura.

¿La cultura del momento no es propaganda política o de otra naturaleza?

Es aún más complejo. Es un desarrollo, un resultado, de aquello decimonónico de la «culta señorita». O sea, que la «culta señorita» ha ampliado su conocimiento ya como ministra de Cultura, y a lo del piano, el francés y las lecturas escogidas ha añadido los bailes regionales y cosas así. Pero sigue siendo realmente el terreno de «la culta señorita».

¿Existe una correlación entre cultura e izquierda?

Si, viene de Bismarck, que la presenta frente a los jesuitas, frente a la policía negra. La cultura va contra la gracia. Tiene un tufo que no es cristiano.

¿Y las culturas regionales?

La cultura es el hecho diferencial. Los hay distintivos y constitutivos. Ser tuerto es distintivo solamente. Tener bocio es un hecho diferencial, como bailar la sardana, no significa nada. El hecho diferencial constitutivo es el idioma cuando no se entiende porque es aislante. De ahí la paradoja de que la unidad separa, no une.

¿La cultura en el sentido real, no mítico, qué es?

Es algo abstracto pero real. Es un concepto dinámico, causal, en el que intervienen multitud de estructuras objetivas -extrasomáticas y sociales- que en principio están a escala operatoria de los sujetos humanos. La idea de cultura queda finalmente como un proceso causal de moldeamiento de sujetos con leyes objetivas, que desbordan continuamente. Es como lo que significa el entorno natural en la función clorofílica. La idea de que la cultura es agente de paz es falsa. Eso es una copia del mito de la gracia de Dios. Hay unas culturas más potentes que otras, son las que tienen capacidad para digerir a las otras culturas. El primer documento donde aparece tratada la cultura como mito, como cultura objetiva, es en Herder. La cultura entonces es de los pueblos civilizados y de los salvajes. Fichte es el primero que habla del Estado de Cultura. El Estado de Cultura es una invención completamente germánica que se opone al Estado y la nación como pueblo político, que es el concepto moderno francés. En España aparece la palabra cultura en las Cortes de Cádiz. Se consolida en la II República y en la Constitución del 78.

¿De dónde procede ese mito de la cultura? ¿Qué ideas antes del siglo XVIII, antes de Herder, son el precedente?

Procede de la gracia santificante. Las relaciones de la cultura con la naturaleza son las mismas que las de la gracia y la naturaleza. La cultura es el espíritu, el Espíritu Santo, el espíritu del pueblo que sopla. La idea de cultura es teológica.

¿Y su prestigio?

Es un mito viviente que está socializado. Tiene el mayor prestigio posible. La libertad, la igualdad y la fraternidad eran los ideales de todo el siglo XVIII y XIX. La fe, la esperanza y la caridad fueron en la Edad Media ideas vivas que organizaban un universo de valores. Ahora está la cultura, sobre todo en Europa. Ahora la libertad o el dinero valen por la cultura. El objetivo del Estado es la cultura, es el Estado de cultura. El ministerio de Cultura es la clave. El objetivo del Estado es conseguir que los ciudadanos sean cultos. No se trata de que los ciudadanos vivan y sean libres, deben tener acceso a la cultura. En el día de la cultura se va al museo o al concierto como antes se iba a misa.

{Tomado de La Opinión, Murcia, miércoles 29 de enero de 1997, página 29.}


Carlos Gallego, Cultura o algo así

(La Nueva España, Oviedo, 9 de febrero de 1997)

Gustavo Bueno está de moda. Ilustres periodistas y tertulianos hablan de su último libro como si en él se esclarecieran misterios hasta ahora insondables o se explicaran los fundamentos para hallar la piedra filosofal que por fin nos librará de penalidades y dudas, cuya solución el hombre persigue desde la noche de los tiempos. Parece que el libro está despertando tanta expectación como el descubrimiento de la tumba de Tut-Ankh-Amen por el conde de Carnavon y Howard Carter. Contaban los responsables del increíble hallazgo que de pronto se desató en todos los estamentos sociales un insólito afán por conocer en profundidad la cultura egipcia, y en especial todo lo concerniente a las dinastías faraónicas. También se extendió un desmesurado amor por la arqueología, hasta el punto de que se agotaban todos los libros sobre la materia y muchos chalados se piraban a Egipto con poco más que una pala, convencidos de que en cuanto empezaran a excavar encontrarían una momia con los correspondientes tesoros que se hacían llevar al hipogeo real. Y digo que está de moda el libro de Bueno porque raro es el día en que no escucho a alguien hablar maravillas, no tanto de las ideas que en él se vierten, como de quien brillantemente las expone: «Ese señor que al parecer es un sabio del que casi nadie sabía nada porque, fíjate cómo será, que vive en Oviedo y pasa de famas y malos rollos.»

Esto mismo me dijo ayer un conocido actor de los que firman manifiestos a favor de las focas o de los derechos de los gays. Para más inri ha adquirido, gracias a tanta firma, notoriedad como intelectual y ahora anda detrás del libro porque «tío, anoche estuve cenando con fulano y zutano, y no veas cómo lo ponían, por las nubes». Resulta cómico contemplar este país, célebre donde los haya, acostándose chabacano, fatuo y frivolón, y levantándose despejado, cuerdo y con un talante filosófico que, de seguir así, los momentos estelares de Atenas van a provocar risas a lado de los que por estos lares se pueden alcanzar.

Lo malo de este furor por Bueno es que su nombre empezará a ser tan conocido, que se barajará junto al de otras «lumbreras» como Sofía Mazagatos o Pepe Navarro, y su producción filosófica se amontonará en los estantes de los prycas junto a las recetas de Carlos Arguiñano o los chismes de Carmen Posadas. ¿Quién es Bueno?, se preguntan los españoles, como cuando en los años sesenta indagaban datos de aquel ye-yé que ponía las plazas patas arriba con su forma tan peculiar de entender el toreo. ¡Oh, la cultura o lo que diablos sea, ha llegado a su cenit en España!

Pronto el chico de los recados le regalará a su «chorba» el libro de Bueno para que se vaya enterando de lo que «mola» estar al día, como Ansón o la Cernuda. Barrunto al filósofo cabreado, como Carter, por lo que le viene encima, pero son exigencias de la fama; así que a aguantar el chapuzón y que todo sea por la «Kulture». Por cierto, hablando de hipogeos y embalsamamientos: en el Museo de Cera de Madrid acaban de instalar la efigie de un pubescente dios de nuestros días, y nada me extrañaría que de aquí a unas semanas sus responsables colocaran también la de Bueno al lado de la de ese multimillonario ídolo de masas que responde al nombre de Raúl.

{Tomado de La Nueva España, domingo 9 de febrero de 1997, página 32.}


David Alvargonzález, Un descubridor

(La Nueva España, Gijón, 14 de febrero de 1997)

El mito de la cultura es la exposición, en forma de libro, de un nuevo «teorema filosófico», un teorema que tiene como núcleo el análisis del origen y estructura de la idea de cultura, de esa idea que está presente, de tantas maneras diferentes, en nuestro mundo actual (Estado de cultura, cultura étnica, cultura popular, las «dos culturas», cultura cosmopolita, cultura proletaria, &c.).

Este «teorema filosófico», como un nuevo teorema físico o geométrico, nos descubre un continente nuevo de relaciones que, aunque estaban ahí conviviendo con nosotros, nos pasaban desapercibidas, precisamente por estar inmersos en ellas.

Por eso, preguntarse para qué vale un nuevo teorema geométrico o filosófico es tan absurdo como preguntarse qué es lo que representa un hipercubo, o qué demuestra una sinfonía.

Preguntar para qué vale un nuevo teorema filosófico, preguntar si es o no oportuna su invención, es una pregunta propia de un tendero. El teorema está ahí y es suficiente: habrá que discutirlo, incluso se podrá llegar a demostrar que es falso, pero no será falso por ser inoportuno o no serle útil a alguien.

El respeto que produce la idea de cultura, lo mismo entre personas de izquierdas que de derechas, bloqueó continuamente su análisis.

Gustavo Bueno venía desde hace tiempo persiguiendo la pista de este mito oscurantista y confuso del final del milenio, de este «teorema filosófico» que ahora nos entrega.

Como todo teorema bien construido, una vez entendido, parece sencillo y brillante, evidente en sí mismo: lo único que sentimos al contemplarlo es no haberlo descubierto nosotros. Pero, como digo, su invención fue costosa y su construcción llevó mucho tiempo y trabajo.

Bueno no es un pedagogo ni un psicagogo: es un descubridor, un inventor de «teoremas filosóficos». Otra vez es necesario recordar que no pinta el que quiere sino el que puede y que la libertad para inventar no es un derecho (democrático) sino una virtud.

{Tomado de La Nueva España, Gijón, viernes 14 de febrero de 1997, página 9.}



José Ignacio Gracia Noriega,
Gustavo Bueno y el mito de la cultura

(La Nueva España, 4 de marzo de 1997)

Voy a ver a Gustavo Bueno a Niembro. El perro, como me conoce, me permite la entrada en la finca, moviendo el rabo; pero como compensación por tanta amabilidad agarra una rama con la boca y me la pone en la mano, para que se la tire; se la tiro, el perro corre detrás de la madera, la recoge y vuelve a traérmela; a ladridos, me anima a que vuelva a tirársela. Y así nos pasamos media hora, sobre poco más o menos.

Gustavo está en el gran salón que es antesala de la biblioteca. El fuego arde en la chimenea, a sus espaldas. Carmen se levanta para correr las cortinas e impedir la entrada de la noche, y nos ofrece té. A Gustavo no le hace muy feliz el té y en su casa se toma más bien a causa de un pariente que estuvo en Inglaterra. Otra vez el mito de la cultura. Se identifica el té con Inglaterra, y, sin embargo, Samuel Pepys nos informa en sus Diarios de que en su época (siglo XVII) esa bebida apenas era conocida: él anota la primera vez que lo bebe y, aunque era un buen gastrónomo, no sale entusiasmado de la experiencia. Quien sí está entusiasmado es Gustavo, porque acaba de decirle Vaquero que se agotó la primera edición de su libro El mito de la cultura (Editorial Prensa Ibérica, Barcelona 1996) al mes de aparecer en las librerías. Con lo que ingresa en ese club reducidísimo, al lado de Corín Tellado, María Luisa García y José ramón Gómez Fouz (por cierto, buen amigo de Gustavo), de asturianos que agotan las ediciones de sus libros. Ciertamente El mito de la cultura tuvo una gran repercusión en la prensa nacional, y Gustavo señala como muy favorable un artículo firmado por José Luis Gutiérrez en ABC, donde se califica esta obra de «luminoso y monumental ensayo». Me interesa destacar lo de «luminoso», porque, a veces, quienes no le comprenden, le reprochan a Gustavo que sea oscuro; y aquí podría aplicársele el verso de Saint-John Perse, deAmers: «Le llamaban el oscuro, pero sus palabras eran de luz.»

Las críticas, tan favorables, a El mito de la cultura demuestran que ese «mito» está perfectamente vivo, y que, como vaticina Gustavo, tenemos «mito de la cultura» para quinientos años o más. Muchos no estarán de acuerdo con sus planteamientos, pero no se atreven a discutírselos, lo que demuestra que el «mito» de Gustavo es poderoso. Y su punto de partida es en extremo brillante: la Cultura sucede a la Gracia en esta época de secularización. Atacar una «obra de cultura» como es «El mito de la cultura» puede ser herejía. Pero Gustavo hace su crítica con rigor, y es más valiosa (y valerosa) debido a está época consumista en que estamos. La Cultura no es santificante, como la Gracia, sino simple objeto de consumo (en ocasiones sonrojante, como los «cantautores», etcétera). Las páginas dedicadas al «mito de la identidad cultural» son realmente extraordinarias, porque sus consecuencias ahí las tenemos en forma de celtistas, «aberchales», bableros y demás tropa. La cultura no sólo es el opio del pueblo, sino el pretexto de utopías disparatadas. Alguien, a este respecto (me dijo Gustavo), le preguntó, después de haber leído el libro, si estaba en contra de la cultura de los mayas: lo que implica una lectura (o unas entendederas) bastante extraña.

El «mito de la cultura» es activo, funciona. Gustavo tuvo un profesor que llegaba a clase y decía: «Señores: tres grandes pensadores tuvo la filosofía de Occidente: Aristóteles, Kant y al tercero me lo callo, por modestia.» Entonces los alumnos (entre ellos Gustavo, claro es) se levantaban y decían: «¡El tercer es usted, maestro, es usted!» Y el catedrático, con gesto resignado, concedía: «Sea, ya que ustedes lo dicen, soy yo.» También recordamos al famoso filósofo Morgenhausen, sobre quien Juan Cueto escribió un divertido artículo en Asturias Semanal. Morgenhausen era una invención, probablemente de Alfredo Deaño; cierta vez le hablaron de él a un conocido filósofo y entrañable amigo, y el viejo maestro, que comulgaba plenamente con el «mito de la cultura», «picó»: ¡claro que había leído al inexistente Morgenhausen! En cambio, Gustavo Bueno se limitó a decir: «Qué interesante; pero no oí hablar de él.» Con esa respuesta yo creo que Gustavo puso la primera piedra de lo que treinta años más tarde sería El mito de la cultura, libro excepcional e imprescindible.

{Tomado de La Nueva España, martes, 4 de marzo de 1997, página 29.}

FUENTE: Proyecto Filosofía en español http://www.filosofia.org/gru/sym/syms003.htm

Poner fin a la república oligárquica

Por: Ricardo Robledo, «Cuadernos de Reencuentro»
 
“A la mitad del viaje de nuestras vidas,
en una selva muy oscura me encontraba,
por haberme separado del camino correcto”

(Dante Alighieri. La Divina Comedia. Canto I)

Presentación

Con estas notas se quiere llamar la atención acerca de estos cuatro planteamientos:

1. La izquierda debe poner atención al problema de la realización del individuo.
2. Nuestra realidad histórica condiciona lo que somos y limita lo que podemos ser; por lo que para el momento actual la lucha es por la democratización.
3. Es necesario trabajar por la unidad de la izquierda y de todas las fuerzas no oligárquicas hacia una propuesta democrática para el país.
4. La base de la lucha revolucionaria está en la movilización popular.

Introducción

El ser humano parte de reconocerse existente en un medio social y en un momento histórico; en su diario vivir tiene la percepción de que el mundo no funciona correctamente; – en ese indicio crítico están implícitos los rudimentos de una visión acerca del “cómo debería ser”-. Con el contacto social reconoce que tales reflexiones no le son exclusivas y que algo parecido les pasa a otras personas, no sólo en el medio que lo rodea sino en todo el mundo. En la acumulación de experiencias sociales encuentra que han existido pensadores, teóricos que han tratado de dar respuesta a tal desarreglo; halla al materialismo histórico, al materialismo dialéctico, a la economía política, al socialismo científico; es decir, al marxismo que con los análisis de la lucha de clases, abre puertas que dan claridad para encontrar una explicación a lo que no concuerda con lo que considera como “lo ideal esperado”: un mundo de justicia, de igualdad de oportunidades donde cada cual pueda resolver sus necesidades básicas.

Una primera visión de nuestro país, Colombia, permite apreciar la existencia de una sociedad capitalista, puesto que se cumplen estas condiciones: 1) Existe la propiedad privada sobre los grandes medios de producción 2) Existe una producción para la competencia en el mercado y 3) Un estado por medio del cual una clase ejerce la dictadura sobre los amplios sectores de la población. Surgen; entonces, dos cuestionamientos: ¿Cómo surgió tal modelo económico? Y ¿Cuáles eran las características del país, antes de ser lo que somos.?

La respuesta a la segunda pregunta puede considerarse ilustrada en esta nota de Estanislao Zuleta, como muestra de que el capitalismo no nos fue heredado con la colonización española:” Las mismas causas históricas que detuvieron el avance de la burguesía industrial en la península, determinaron el hecho de que la forma de asentamiento y colonización no se rigiera por la pautas de la dominación capitalista y se convirtiera hasta cierto punto en un movimiento de traslación de la aristocracia terrateniente que encontró un nuevo campo para la expansión y renovación, dándole una base real y tangible a una parte de la baja nobleza que habría llegado a ser nominal y llevando no pocos aventureros heroicos y ambiciosos, o simplemente hábiles, a situación de señores de la tierra.”

Para tratar de dar respuesta a la primera pregunta, es válido hacer una comparación con la “Revolución Francesa” de 1789, la cual se ha tomado como hito para las revoluciones democrático burguesas; con ello no se introduce un modelo europeizante, por que metodológicamente no se quiere “negar” sino “buscar”; es decir, el supuesto no es que si el proceso nuestro no es idéntico; entonces, no existió. Un hecho cierto es que no se encuentra a lo largo de la historia nacional, ni en los cincuenta levantamientos y ocho guerras del Siglo XIX, así como tampoco en los procesos de independencia, la presencia de una clase burguesa que se haya levantado contra señores feudales debido a la contradicción en el modelo económico y que en consecuencia haya generado una revolución que desemboque en un cambio del modelo económico y por lo tanto en una transformación social, a pesar de que durante la colonia fueron evidentes los rechazos, a veces violentos, del manejo excluyente que tenían los españoles con los criollos, de las cargas impositivas, de la dominación política. Incluso los primeros “Gritos de Independencia” en las colonias americanas, fueron una reacción a la invasión napoleónica a España en los cuales se reclamaba la libertad de “nuestro rey cautivo”; sólo la visión de Bolívar iba más allá.

Si aceptamos que con la Revolución Francesa se les dio el contenido moderno a los conceptos de Ciudadano, Democracia y Nación; entonces, estos quedan implícitos en la misma búsqueda planteada. Estas categorías no surgieron; entonces, como logros vivos de las masas alzadas por unas reivindicaciones básicas, por lo tanto siempre han tenido un carácter deformado. Este sería un punto de partida a considerar en la elaboración de propuestas políticas en el país. Luego de casi 180 años de la existencia de un modelo republicano, en la marcha real de la sociedad colombiana, se tienen por un lado una clase política dominante, incapacitada por su esencia, para conducir la democratización social; y por otro lado, movimientos alternativos, imposibilitados por sus definiciones y por sus opciones, para liderarla. De este desencuentro de país se tiene un conflicto de más de 60 años que nos ahoga en la violencia y que impide nuestro surgimiento como nación.

Con los acontecimientos que rodearon a “la noche septembrina”, se inició el aislamiento y combate a los héroes de la gesta libertadora y el desmonte de los avances democráticos logrados por el pensamiento bolivariano, situación que se ha prolongado hasta nuestros días; de esta traición nació la república oligárquica. Sería pues la tarea del momento la lucha por la democratización del país, en su integridad social; es decir, en lo político, lo económico y lo cultural.

Los trabajos de muchos intelectuales muestran que el modelo social de la colonia, excluyente para los sectores populares, siguió existiendo luego de la guerra de independencia y que el proceso de democratización republicano de Bolívar quedó truncado. A pesar de que estos sucesos se aceptan como ciertos y que han sido objeto de estudio, los movimientos alternativos creados por la izquierda en el Siglo XX, no lograron enraizar sus luchas en la historia del país; por el contrario, quisieron derivar la lucha de clases a partir de definiciones, tratando de adaptar a ellas la realidad. No se logró legitimidad histórica ni convocatoria social y aún se sigue tratando de asumir la lucha como la lucha por un programa, alejado del sentir popular, no surgido del calor de las masas por unas reivindicaciones naturales, legítimas e históricas.

No se pueden asumir el socialismo y el comunismo como modelos que por definición reivindican al pueblo colombiano como resultado de la aplicación de una receta; en este modo de pensar hay una desviación intelectualista que convierte la ideología en una pose, como algo que se acoge, no como algo a lo que se llega después de la asimilación por el movimiento social. Frente a esto es necesario ser más cauteloso puesto que se conocen, por las experiencias históricas mundiales –incluídas las nacionales- las desviaciones, errores, inconsistencias, traiciones y crímenes que se han cometido a nombre del socialismo y del comunismo.

Nuestra historia condiciona lo que somos y limita lo que podemos ser. Por esto una convocatoria a las fuerzas impulsoras del desarrollo social debería partir de llamar al pueblo colombiano, a sus organizaciones democráticas y a sus dirigentes, a superar las diferencias y a emplear los mejores esfuerzos para el impulso de una Gran Coalición Democrática, que trabaje por la defensa de los intereses populares y de la Soberanía Nacional, con el propósito de crear un gobierno que se comprometa con:

– la democratización real y participativa
– la inversión social para dar respuesta a las grandes necesidades del pueblo colombiano
– el desarrollo tecnológico para la solución de nuestros problemas en armonía con la naturaleza y
– la promoción de la integración regional y de los pueblos del mundo

La continuidad de estos objetivos se garantizarían con la creación de un estado democrático que sea ejemplo de civilización y que tenga como su razón de ser: el respeto por la dignidad y el bienestar de las personas, siempre iluminados por esta máxima:

TODO PROCESO QUE SE DIGA REVOLUCIONARIO Y QUE NO ESTE ORIENTADO A FOMENTAR LA MAS AMPLIA PARTICIPACIÓN POPULAR Y A ELEVAR EL NIVEL DE VIDA DE LA POBLACIÓN, ES FALSO.

El qué Hacer

En nuestra cotidiana y todavía reducida práctica política organizativa continuamente nos enfrentamos con la pregunta. ¿Qué hacer?

Creemos que la respuesta es: movilizar a las masas populares alrededor de su plataforma reivindicativa, salida que aunque genérica, aporta algo de luz por que traza entornos originados desde un lineamiento ideológico, que se aprecia por consecuencia al considerar estos hechos: 1) una plataforma no surge espontáneamente, 2) conlleva un pensamiento político alejado del elitismo, 3) establece una condición de lucha, 4) involucra el problema de organización –con todas sus implicaciones- puesto que una movilización que quiera permanecer debe ser resultado de la labor organizativa y 5) obliga a proponer qué se puede considerar cómo reivindicaciones, punto que confronta de forma vital, en el día a día, a la sociedad de consumo si se definen a la luz de lo propuesto por Manfred Max Neef en El Desarrollo a Escala Humana¸ esto es, llenar la matriz de necesidades, formada por estas categorías existenciales: Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad, Libertad

Aquellas acciones que se adelanten sin la organización y la movilización populares pueden ser infructuosas y corren el seguro riesgo de resultar perjudiciales.

Unos lineamientos

Como una de las tareas fundamentales es buscar la unidad del accionar de las fuerzas de izquierda sobre la base encontrar identidad en la definición los intereses populares, se propone que las acciones siempre se adelanten orientadas por estas políticas guías:

-Crear conciencia, pensamiento, poder popular
-Diálogo en el campo popular
-Diálogo, acercamiento, intercambio, debate, crítica y unidad programática

Gracias

«Cuadernos de Reencuentro»

Por: Ricardo Robledo

Medellín, Junio 29 de 2013

Ponencia presentada el día 29 de junio de 2013 al evento de Unidad de las fuerzas de izquierda y democráticas.

 

Declaración de Movimientos Sociales del ALBA

Guayaquíl, Ecuador 30-Jul-2013

Nosotros, Movimientos Sociales de América Latina y El Caribe, reunidos en Guayaquil, Ecuador,el 29 y 30 de julio de 2013, para celebrar la Cumbre de Movimientos Sociales de la ALBA, con el desafío deprofundizar nuestras propuestas de participación protagónica, en la construcción de esta gran alianza de los pueblos y de fortalecer el Poder Popular en nuestros países y en la región, rendimos homenaje al legado de Hugo Chávez, y expresamos:

La ALBA es el resultado de la lucha de los pueblos que, en resistencia al capitalismo neoliberal y a sus fórmulas de tratados de libre comercio, generó una visión alternativa y ransformadora de integración, basada en principios de cooperación, complementariedad, solidaridad y justicia, es decir aquellos que subyacen a las formas de convivencia y de subsistencia propias y que son hoy la pauta de lo nuevo, del futuro que se abre camino en Nuestra América.

Una integración de los pueblos y para los pueblos implicaun salto democrático inédito,que pasa por redefinir las instancias de toma de decisiones, ampliándolas con un sentido de simetría y
complementariedad entre las representaciones de gobiernos y las de los movimientos sociales. Invitamos, por ello, a avanzar en una incorporación orgánica y plena del Poder Popular en el proceso de toma de decisiones de la ALBA.

Reafirmamos la vocaciónde soberanía de nuestros pueblos, nos reconocemos en el horizonte de transformación integral quela ALBA levanta,en sus principios y en sus estrategias en procura del ‘bien común’. Nos sentimos parte de sus esfuerzos para generar nuevas relaciones políticas y geopolíticas, formuladas con pensamiento propio, desde la región Latinoamericana y del Caribe, que es su espacio de geo economía endógena.

Defendemos decididamente la visión de la ALBAque buscan un nuevo orden mundial multipolar y pluricéntrico, basado en relaciones políticas y económicas internacionales horizontales, respetuosas de los equilibrios entre humanos y naturaleza.

Alentamos a nuestros gobiernos a profundizar la construcción de una América Latina y un Caribe liberados de todo rezago de patriarcado, de racismo, de colonialismo, de neocolonialismo, del dominio del capital, del control de los emporios financieros y mediáticos ydel poder de las transnacionales.

Llamamos a la ALBA a emprender un proceso intensivo e integral para despatriarcalizar los Estados y los alentamos a avanzar sus políticas públicas y de reconocimiento de la diversidad sexual y de género, y así lograr los derechos de todas las personas a decidir libremente sobre su cuerpo y su sexualidad.

Consideramos fundamental sumar compromisos, acciones y creatividad para profundizar un cambio estructuralintegral en los países ALBA, donde nuestras luchas por la justicia, en dialogo con el derecho a la existencia y proyección histórica de todos los pueblos ancestrales y afrodescendientes, fructifiquen en las visiones del Socialismo en el Siglo XXI, de Buen Vivir / Vivir Bien, y otros procesos de transformación. Los avances y concreciones de estos procesos, son sin duda el mejor aporte de los pueblos y Movimientos que han hecho suya la propuesta de la ALBA en sus luchas de resistencias al capitalismo.

En el camino para construir sistemas económicos sociales y solidarios en nuestros territorios, las experiencias que viene desarrollando con éxito la ALBA, con enfoque de cooperación y complementariedad, son de la mayor importancia. Abogamos por el fortalecimiento y multiplicación de iniciativas como las Grannacionales y Petrocaribe, que plasman formas de articulación e intercambios económicos justos y complementarios, que abren otras posibilidades de eficiencia y sostenibilidad económica.

El rol de la ALBA frente al imperativo de la Soberanía Alimentaria en nuestros territorios es estratégico, más aún en un contexto de crisis alimentaria mundial,producida principalmente por las prácticas especulativas del agronegocio, de los asedios para universalizar biotecnologías, que amenazancon destruir nuestro acervo de capacidades propias de producción y autosustento. Urgimos a nuestros gobiernos a extender y profundizar todos los mecanismos contemplados en la ALBA, para asegurar que los procesos de producción, intercambio y consumo de
alimentos se orienten de manera prioritaria a una verdadera revolución agraria, a la atención de las necesidades de nuestros pueblos, fortaleciendo las capacidades propias, recuperando saberes e impulsando esquemas de agroecología y comercio justo.

Respaldamos las iniciativas de nuestros países,para ampliar y consolidar una institucionalidad regionalcentrada en los intereses de nuestros pueblos, capaz de atender las múltiples dimensiones de una unidad regional de raíz Bolivariana, distinta y opuesta a los intereses extra regionales y a las lógicas neoliberales, que se encarnan en tratados de libre comercio y en tratados de inversión, diseñados para asegurar sin límites los derechos del capital a costa de los derechos de los pueblos.

Incitamos a los países de la ALBA a auditar los Tratados Bilaterales de Inversión –TBI-, a transparentar sus dinámicas y descartar estos y todos los instrumentos comerciales que colocan la reproducción del capital por encima de la reproducción de la vida.

Urgimos a acelerar el diseño e implementación de una arquitectura financiera propia, con fundamentos socialistas y de Buen Vivir/ Vivir Bien, con instrumentos financieros innovadores, distintos de los especulativos, y a acelerar la validación y el reconocimiento de las múltiples formas de intercambio, inherentes a la diversidad económica y productiva existente en la región.

Rechazamos cualquier intento de retorno al neoliberalismo, al gobierno directo del sector privado empresarial y sus ‘cámaras’,los intentos de remozar la hegemonía imperialista en el hemisferio que se expresa, entre otros, en el impulso de la llamada Alianza del Pacífico. Repudiamos la permeabilidad de aquellos gobiernos dispuestos a renunciar al afianzamiento de un tejido interrelacionado de mecanismos de integración regional, en beneficio de intereses elitistas y privados, lejanos del bien común.

Respaldamos las posturas de dignidad expresadas por nuestros gobiernos, en defensa de los derechos de los pueblos a la autodeterminación y de las personas a la privacidad. Congratulamos sus esfuerzos por develar los mecanismos de control imperialista, tales como el espionaje, ola usurpación y almacenamiento de datos, sobre países y personas. Los alentamos a continuar con sus posturas soberanas y decisivas, para defender los derechos de los afectados por el espionaje y de quienes lo transparenten.

Alertamos sobre el peligro que representa cualquier enclave, convenio o contrato para espiar, para hacerse cómplice de las ocupaciones territoriales y la militarización que, con pretensiones de control universal, imponen los Estados Unidos y la OTAN en todas las latitudes.

Respaldamos las iniciativas de soberanía tecnológica y del conocimiento impulsadas en nuestros países, los urgimos a ahondar sus esfuerzos por desarrollar mecanismos telecomunicacionales propios y de software libre.

Alentamos a todos los países ALBA a profundizar sus procesos de democratización de la comunicación y los incitamos a legislar en esta materia, para afirmar el derecho de los pueblos a comunicarse libremente y a afianzar modelos de redistribución socialistade los espectros radioeléctricos.

Congratulamos su visión estratégica al consolidar, de manera simultánea, los distintos mecanismos y procesos de integración regional, y desde el Sur. Aunamos nuestros esfuerzos de unidad hacia una Patria Grande y Socialista.

Guayaquil, 30 de julio de 2013